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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.20 n.66 México Jul. 2006

 

Artículos

 

Trabajadores mexicanos en Nueva York: problemas y avances en su organización

 

Mexican Workers in New York: Problems and Advances in Organizing

 

Fernando Herrera Lima

 

Texto recibido el 28 de junio de 2003,
aprobado el 17 de septiembre de 2003.

 

Resumen

En este ensayo se estudian las condiciones de riesgo bajo las cuales desarrollan su trabajo los migrantes mexicanos en Nueva York. El autor centra su análisis en los migrantes que provienen de la región Puebla-Tlaxcala. Estudia su inserción en el diverso mercado laboral de ese lugar. El autor analiza así contextos laborales típicos, como el trabajo de costura y en servicios; estudia las diferencias de esa inserción por género y pasa revista a experiencias de organización sindical exitosas en este que es un contexto de muy difícil sindicalización, pues se refiere a labores de trabajadores migrantes, muchos de ellos ilegales. Estudia las experiencias del sindicato UNITE! y de la Organización Tepeyac.

Este ensayo es también una contribución de orden metodológico: es una visión "desde abajo" de los complejos procesos que hoy se llevan a cabo en términos de la llamada globalización, deja atrás una serie de supuestos sobre la pasividad de la fuerza de trabajo migrante transnacional y ofrece una visión moderadamente optimista de estos procesos.

Palabras clave: migrantes, mercado laboral, organizaciones sindicales y trabajadores ilegales.

 

Abstract

This essay analyzes the risk conditions under which Mexican workers labor in New York. The author focused his analysis on the immigrants from the Puebla-Tlaxcala region in Mexico. He studies their insertion in the various labor markets of NY by analyzing some typical working contexts, such as apparel manufacture and services, and the gender differences that affect such insertion. He also reviews several cases of successful union organizing. Needless to say, this is a context where union organizing is very difficult, because it involves immigrant workers, many of whom are undocumented. The author studies the experiences of the UNITE! Union and the Tepeyac Organization.

This essay is also a methodological contribution, giving an insight "from the bottom" of the complex processes that take place at the present time in terms of so-called globalization. It debunks a series of presumptions related to the supposed passivity of the transnational migrant workforce and offers a moderately optimistic vision of these processes.

Key words: migrants, labor markets, union organizing and undocumented workers.

 

INTRODUCCIÓN1

En el presente texto se busca llamar la atención sobre algunos aspectos de las transformaciones mundiales que representan actualmente una situación de riesgo —tanto de peligro como de oportunidad— para los trabajadores y sus organizaciones de representación y reivindicación. El notable aceleramiento de los procesos migratorios internacionales en los últimos lustros es uno de los campos en los cuales puede observarse lo anterior de forma significativa. En este sentido, aquí se presentan una reflexión de los problemas que enfrenta la organización de los migrantes para la reivindicación de sus derechos, tanto generales como particularmente laborales, y un par de ejemplos de formas exitosas de avance en este sentido.

El referente empírico son los trabajadores migrantes de la región de Puebla y Tlaxcala a la zona metropolitana de Nueva York, cuyo proceso migratorio presenta como elementos novedosos, frente a las migraciones tradicionales del centro del país, además de su origen y destino geográficos, su inserción en el mercado de trabajo norteamericano en sectores distintos a la actividad agropecuaria, así como su carácter oscilatorio, pendular o recurrente,2 creador de espacios sociales transnacionales.3

La información que se presenta en este artículo proviene de diversos instrumentos metodológicos empleados a lo largo de la investigación, entre los que destaca la aplicación de una encuesta para la reconstrucción de las trayectorias laborales (n=648), siguiendo la lógica de la bola de nieve ante la imposibilidad de conocer la dimensión precisa del universo estudiado, la realización de entrevistas a profundidad (n=50) y la observación directa y la convivencia. El trabajo de campo se realizó tanto en las poblaciones de origen de los migrantes como en la zona metropolitana de Nueva York.4

 

EL SINDICALISMO Y LA GLOBALIZACIÓN

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, al atraer la atención mundial hacia Nueva York, permitieron que mucha gente se enterara de que en esa ciudad existe una importante y creciente población mexicana,5 pero también permitieron observar que ésta se encuentra mucho más organizada de lo que su situación de indocumentación podría suponer. Dos formas organizativas destacan: la Asociación Tepeyac, que jugó un papel encomiable en la ubicación de los mexicanos que murieron ese día o en los subsiguientes y en el auxilio en la localización de familiares y amigos, y el sindicato UNITE (Union of Needletrades Industrial and Textile Employees), perteneciente a la AFL-CIO, que realiza un importante esfuerzo en la lucha por los derechos laborales de los indocumentados. Son muchas las dificultades que debe enfrentar quien trabaja en una organización de este tipo, pero son notables los avances logrados hasta ahora. De ambos aspectos se quiere dar cuenta en este artículo.

La globalización plantea un conjunto de nuevos retos para el sindicalismo mundial. La redefinícíón práctica de las nociones de frontera y soberanía (esto es, la transformación de los Estados nación, sus interrelaciones y sus límites), así como el incremento de los flujos migratorios internacionales (la "nueva ola migratoria"6 y la transnacionalización de los espacios sociales y los mercados de trabajo), por un lado, y la transformación de los procesos productivos y, por tanto, del trabajo y de los actores centrales relacionados con él, por el otro, conforman una parte importante de un nuevo escenario, en el cual las posibilidades de acción sindical se ven considerablemente transformadas, en comparación con el periodo anterior. Al respecto, cabe señalar, con extrañeza, la poca o nula atención que los sindicatos mexicanos están prestando al complejo fenómeno de la migración masiva hacia Norteamérica.

Mucho se ha hablado de que en estos nuevos escenarios el trabajo deja de ser un eje articulador de sujetos y movimientos sociales y que, por tanto, en este nuevo capitalismo global prevalecen la dispersión identitaria y la transformación de los sujetos colectivos en grupos de presión ligados al consumo, en el mejor de los casos.7 Sin embargo, la mayor parte de los trabajadores sigue laborando y dependiendo para su subsistencia de los ingresos derivados de su actividad; así sea ésta muy distinta a los tradicionales trabajos industriales o de oficina, caracterizados por la estabilidad, los horarios fijos y de tiempo completo, las prestaciones, las posibilidades de ascenso y, por supuesto, la sindicalización, aunque ésta haya sido vista, en muchos casos, como una imposición del peor corporativismo autoritario mexicano.

Aquí se quiere hacer referencia a un aspecto más bien particular de los procesos de globalización y a su relación con un tipo específico de trabajadores, así como a las posibilidades y limitaciones que a partir de estas nuevas situaciones se presentan para la acción sindical y reivindicativa. Tal vez sea más correcto decir que se intenta una mirada particular a esos procesos para enfatizar lo que ha empezado a denominarse globalización o transnacionalización desde abajo8 para diferenciar la acción múltiple de personas que se ven, inicialmente al menos, más bien obligadas a romper de manera práctica con la coraza de los Estados nación, sin romper necesariamente por ello con la identidad basada en lo nacional, sino incluso reforzando este contenido en la configuración identitaria más general.

Se trata de diferenciar esa acción globalizadora frente los grandes procesos globalizadores, más conocidos y estudiados, impulsados por las agencias económicas internacionales, los grupos financieros y las nuevas formas de comunicación y copresencia virtual a distancia. Se trata, entonces, de referirnos a la globalización o transnacionalización desde abajo que se desarrolla a partir de la acción de quienes migran internacionalmente, casi siempre de manera indocumentada, pero que con la construcción y expansión progresiva de redes de relaciones sociales generan bases infraestructurales, desarrollan, transforman y recrean instituciones sociales y formas culturales e identitarias que, como consecuencia, dan lugar al surgimiento de verdaderos espacios sociales transnacionales que rompen, al menos parcialmente, con las legislaciones, reglamentaciones y formas tradicionales de organización y representación de los Estados nacionales.9

Porque estas nuevas migraciones han dejado de ser predominantemente eventos que inician y terminan en lugares precisos del tiempo y el espacio para convertirse en movimientos pendulares, reiterativos y recurrentes, que no sólo mantienen unidos los polos del proceso migratorio (los lugares de origen y destino), sino que generan un verdadero continuum social que traspasa y transvasa las fronteras nacionales.

Una primera respuesta puede llevarnos a plantear que a los procesos globalizadores, que se presentan tanto desde arriba como desde abajo, debería corresponder una política sindical transnacionalizadora, es decir, que buscara trasponer las fronteras nacionales y tuviera como objetivo impedir que los empresarios medraran con las condiciones de indefinición de grupos de trabajadores, en perjuicio, finalmente, del conjunto de la fuerza laboral.

Muchos deseamos que así llegue a ser. Pero quienes así pensamos tenemos que partir del reconocimiento de las enormes dificultades para conseguirlo: desde impulsos nacionalistas y racistas, hasta las inercias organizacionales y las desconfianzas mutuas, pasando por el enfrentamiento con fuertes barreras legales y, en el caso de la relación entre México y Estados Unidos, de sólidas posturas gubernamentales en contra de la libre circulación de la fuerza de trabajo, que desgraciadamente para los empleadores, siempre suele ir en paquete con los trabajadores mismos.

Otra respuesta, por supuesto, puede consistir en mantener las inercias y dejar que las fuerzas del mercado impongan sus condiciones. Afortunadamente, no parece ser la que están eligiendo algunas fuerzas sindicales y sociales importantes, como el Frente Auténtico del Trabajo (FAT), en México, y la propia AFL-CIO, en Estados Unidos. Esta última organización participa activamente en la campaña por la amnistía para los trabajadores indocumentados y, por medio del sindicato UNITE, desarrolla en varios puntos de la Unión Americana una importante labor de organización y defensa de los trabajadores de los sweatshops o talleres informales, sobre todo de confección, así como una interesante campaña internacional por la erradicación de estos establecimientos.

La labor en ese sentido presenta importantes dificultades, entre otras cosas porque se trata de trabajadores con características especiales, sobre todo por su condición de indocumentados, que genera considerables desconfianza, inseguridades e incertidumbres, máxime si se tiene en cuenta que esa indocumentación ya se tenía, en muchos casos, por así decirlo, desde México, es decir, que son personas acostumbradas a una relación crítica con las instancias estatales encargadas de los trámites que certifican y garantizan la nacionalidad y la ciudadanía o las que se encargan de la salud, la educación y la justicia, por sólo mencionar las más importantes.

Como puede verse en los cuadros y gráficas 1 y 2,10 la migración de México a Nueva York llega casi en su totalidad como indocumentada y así permanece durante sus eventos laborales sucesivos.11

En segundo lugar, otra característica que dificulta la organización es el carácter pendular, oscilatorio y recurrente de estas migraciones, que hace que la permanencia en los trabajos sea indeterminada, poco continua y generalmente de no muy larga duración en cada evento migratorio, sea de ida o de regreso.

En tercer lugar, los antecedentes de organización de estas personas son nulos o negativos; nulos, cuando se ha trabajado sobre todo en el campo, en pequeños talleres, en comercios, en casas particulares o en la venta ambulante; negativos, cuando se ha vivido la experiencia de las estructuras corporativas más duras, poco participativas y autoritarias.

En cuarto lugar, estas personas están en una situación que tal vez pueda denominarse como una transición identitaria, en la cual las cuestiones ligadas con la nacionalidad y el lugar de origen o con la pertenencia a un grupo nacional minoritario pueden, al menos transitoriamente, pesar más que los elementos relacionados con la condición derivada del trabajo asalariado. Tal vez ser mixteco o mixteca, poblana o poblano, mexicano o mexicana en condición indocumentada y, para colmo, sin dominio del inglés, pueda ser más importante en la autoconcepción de estas personas que ser trabajadores en condiciones precarias, en una tierra extraña de la que apenas se empiezan a apropiar, material y simbólicamente.

En quinto lugar, debido a que en la zona de Nueva York representan una minoría de reciente ingreso, que se ha dispersado a lo largo y ancho de la mancha urbana en zonas en las que ya se hablaba español debido a la presencia de puertorriqueños, dominicanos y cubanos, principalmente, pueden sentirse agredidos y colonizados. Esto es, son una minoría que no tiene un barrio propio y, por tanto, carece de una ubicación común que pudiera facilitar la organización, entre otras cosas, para la defensa laboral colectiva. Pero, además, viven por lo regular a mucha distancia de su trabajo y el día se les va en trasladarse y trabajar, con menos tiempo para comer y dormir (Herrera Lima, 2001).

En sexto lugar, como consecuencia de que su inserción laboral se da en espacios del mercado laboral neoyorquino que tradición almente han estado marcados por un fuerte contenido étnico y ocupados por quienes han ido integrando las últimas olas de inmigrantes; esto es, por los sectores más vulnerables tanto por su condición frecuentemente indocumentada como por su pobre composición de capitales de tipo cultural específico (carencia del idioma, desconocimiento detallado de la ciudad y del mercado de trabajo en general, más allá del segmento étnico en el que se ubican, por sólo mencionar algunos elementos importantes) y de tipo social, más allá de los contactos con personas cercanas a su localidad de origen o, en el mejor de los casos, región o país.

Como puede constatarse en los cuadros y gráficas que se presentan a continuación, la migración mexicana se ha ubicado preferentemente en trabajos del llamado sector degradado de la manufactura12 (especialmente las mujeres) y de la llamada industria de los servicios. En ellos se presenta, en primer lugar, la forma en que las distintas cohortes de migrantes ingresaron al mercado laboral estadounidense (cuadros y gráficas 3 y 4), y se da seguimiento a sus trayectorias laborales, agrupando el conjunto de eventos laborales sucesivos (cuadros y gráficas 5 y 6).

En séptimo lugar, por las condiciones laborales específicas de los nichos de este mercado de trabajo segmentado y segregado, se sitúan en los límites de la ilegalidad, en establecimientos pequeños o muy pequeños, con tecnologías muy atrasadas, tareas descalificadas, jornadas de trabajo diarias y semanales muy prolongadas, sin prestaciones, en condiciones generalmente insalubres, con contratos sólo verbales, por debajo de, o cuando mucho, en el nivel del salario mínimo, sin pago de horas extra, pero con la obligación de laborarlas (cuadros y gráficas 7, 8, 9 y 10).

En octavo lugar, porque estos nichos segmentados y segregados del mercado de trabajo, tradicionalmente han sido muy impermeables a la sindicalización y a la reglamentación laboral, entre otras cosas, porque han sido históricamente tomados, desde principios del siglo pasado, como un puerto de entrada al mercado de trabajo, que busca ser abandonado a la primera oportunidad de conseguir otro tipo de trabajo. La labor realizada a lo largo del siglo por el sindicato de costureras, ahora transformado en el sindicato UNTTE, miembro de la AFL-CIO, habla de una gran tenacidad y decisión de organizar y reivindicar condiciones dignas de trabajo, pero también de grandes frustraciones y de ciclos recurrentes de crecimiento en la afiliación y de acumulación de conquistas laborales, seguidos de fases de contracción de la membresía y de nuevas degradaciones en las condiciones de contratación y trabajo, vinculados dichos ciclos, por supuesto, a la sucesiva llegada de nuevas olas migratorias a Nueva York y de la constante huida de los migrantes menos recientes hacia trabajos situados fuera de esos nichos (Foner, 1997).

En los cuadros y las gráficas que se ofrecen a continuación (11, 12, 13 y 14) puede observarse que la mayor parte de los patrones de los mexicanos en Nueva York está constituida por migrantes que pertenecen a olas migratorias anteriores; mientras que entre los compañeros de trabajo se encuentran sobre todo integrantes de diversos grupos inmigrantes y es casi imposible localizar entre ellos a anglosajones o afroamericanos. Aunque cabe señalar que, en el caso de las mujeres, a lo largo de sus trayectorias laborales en Nueva York tienden a contratarse en mayor medida con personas identificadas como "blancas", pero no migrantes, en tanto que los hombres se mantienen en mayor medida trabajando con patrones inmigrantes de diversos orígenes.

 

EL SINDICATO UNITE

Desde que se inició la segunda parte de los años noventa del siglo pasado, se empezaron a desarrollar gérmenes de organización en la población mexicana en Estados Unidos. Aquí se quieren destacar dos experiencias: una propiamente sindical, impulsada por el sindicato UNITE, afiliado a la aflcio, y la otra, la Asociación Tepeyac, una organización comunitaria más amplia, con un fuerte contenido laboral y vinculada con la Iglesia católica. Desgraciadamente, el entendimiento entre ambos esfuerzos organizativos ha sido hasta ahora difícil y la colaboración prácticamente inexistente, a pesar de que ambos forman parte de la Coalición Nacional por la Dignidad y la Amnistía, organismo que ha desarrollado importantes movilizaciones en los últimos años en toda la Unión Americana.

UNITE tiene una larga e interesante historia que se remonta a los inicios del siglo XX, cuando se constituyó como sindicato de costureras; de hecho, su origen está en los hechos que dieron lugar al Día Internacional de la Mujer, cuando un gran número de costureras murió en un incendio en un sweatshop de Nueva York (Green, 1997). Es en los años ochenta cuando se transforma en una organización que busca acoger a todo tipo de trabajador, no sólo de la industria de la confección y del género femenino. Actualmente desarrolla una importante actividad en varios frentes laborales, con una fuerte presencia de trabajadores migrantes de reciente estadía en Estados Unidos.

En la zona de Nueva York, es particularmente relevante el trabajo que desarrolla en los sweatshops, establecimientos comerciales pequeños y medianos (greengrocerys, marquetas, delis) y restaurantes. Paralelamente, tiene una destacada participación en la campaña nacional por la amnistía para los migrantes indocumentados como parte de la Coalición Nacional por la Dignidad y la Amnistía. Es precisamente en estos frentes de acción a los que se vinculan personas provenientes de México que, como se ilustró en la primera parte de esta ponencia, se ubican laboralmente en los nichos de mercado etiquetados como propios de migrantes recientes.

Un buen ejemplo del trabajo de UNITE es el seguimiento a la exitosa campaña que desarrolló el local 169, dirigido por Jerry Domínguez, a lo largo del año 2000 con los trabajadores de los comercios dedicados a la venta de frutas y verduras (greengroceries). En este tipo de establecimientos existe lo que UNITE ha definido como condiciones de trabajo propias de los sweatshops: salarios por abajo del mínimo legal, cero prestaciones, jornadas que exceden a la legal sin sobrepago y diversos abusos patronales. Resulta interesante observar que, de manera muy inteligente, este sindicato ha generado toda una categoría explicativa de este tipo de relaciones laborales unilaterales y abusivas (sweatshop conditions), alrededor de las cuales empiezan a unificarse las luchas de trabajadores de diversos sectores que comparten situaciones muy semejantes: "End sweatshop conditions in New York City!" es el lema que unifica las diversas acciones particulares.

De acuerdo con los datos del propio sindicato, en Nueva York existen aproximadamente dos mil tiendas de frutas y verduras y en ellas se emplea a cerca de 14000 trabajadores migrantes recientes y mayoritariamente mexicanos (datos de 2000).13 Generalmente, la jornada es de seis días a la semana y de 12 a 14 horas diarias14 y los salarios son inferiores al mínimo legal de 5.15 dólares por hora; las horas extra no son pagadas, no reciben vacaciones ni derecho a faltar por enfermedad y no se les paga el día de descanso semanal.

A partir del conocimiento de estas condiciones y de la decisión de UNITE de ganar un lugar entre esta nueva fuerza de trabajo desprotegida y desorganizada, el local 169, con el migrante mexicano Jerry Domínguez a la cabeza, inició una amplia campaña de difusión y protesta. Entre las acciones desarrolladas estuvo el llamado a los clientes a boicotear los negocios identificados como abusivos y la realización de marchas y plantones a las puertas de esos establecimientos. Se realizó una fuerte propaganda, pero también una interesante labor de cabildeo que llevó a obtener el apoyo de miembros del Consejo Municipal, de senadores y asambleístas estatales y de congresistas federales.

Por un lado, la campaña hizo que bajaran de manera importante las ventas de los establecimientos señalados; por otro, consiguió que el procurador general del estado de Nueva York, Eliot Spitzer, ordenara una investigación especial sobre la situación de estos trabajadores. Como resultado, los propietarios de dos establecimientos se vieron obligados "a pagar el salario mínimo y las horas extra adeudadas a los trabajadores, con efecto retroactivo a uno y seis años, según el caso".15 En el caso de una de las tiendas, los propietarios coreanos tuvieron que pagar un total de 62500 dólares, debido a que los trabajadores habían cumplido jornadas semanales de aproximadamente 70 horas con un pago que iba de los 2.60 a los 3.60 dólares por hora. En otro establecimiento, el pago retroactivo ascendió a los 29 608 dólares.16

Apoyado en estos éxitos, el local 169 de UNITE ha seguido su campaña para organizar a los trabajadores migrantes que comparten estas condiciones laborales. En varios casos, ha conseguido acuerdos laborales con los patrones de las marquetas, con base en un contrato de trabajo que plantea condiciones mínimas aceptables dentro de los márgenes de la legislación de Estados Unidos: salario mínimo y pago de horas extra, cuatro días de descanso obligatorio al año, vacaciones pagadas, seguro médico, pago de días por enfermedad, seguridad en el trabajo y garantía del pago salarial.

Pero el nuevo acuerdo parece rebasar estos logros, al establecer condiciones generales ajustadas a la legislación laboral vigente en el estado de Nueva York. Aunque los trabajadores que hubieran interpuesto demandas en contra de sus patrones tendrían que retirarlas en caso de acuerdo, en términos salariales las ventajas no son despreciables: Jerry Domínguez calcula que varios miles de trabajadores podrían duplicar su ingreso mensual (de poco más de 200 a 400 dólares a la semana). Las posibilidades de éxito parecen ser muchas. Por un lado, la organización de comerciantes coreanos es ampliamente representativa; por otro, la acción de los consumidores empezaba a ser un verdadero riesgo para ellos; por otro más, todo indica que el trabajo del local 169 ha rendido muy buenos frutos, no sólo en términos de negociación, sino también organizativos. Sin embargo, como dice el propio Domínguez, habrá que esperar "para evaluar el impacto del acuerdo y ver los resultados".

 

LA ASOCIACIÓN TEPEYAC17

El 29 de octubre de 2002 partió de la Basílica de Guadalupe una singular carrera-peregrinación. Su objetivo era cruzar buena parte de la República mexicana y de la Unión Americana portando la antorcha guadalupana, para arribar a Nueva York el siguiente 12 de diciembre. La partida estuvo antecedida por una misa que oficiaron el cardenal de México, Norberto Rivera Carrera, y el arzobispo de Nueva York. La primera etapa de la carrera fue realizada por la atleta mexicana Ana Guevara, quien recibió la antorcha de manos de la viuda de uno de los compatriotas muertos el 11 de septiembre durante los ataques terroristas al World Trade Center de Nueva York, mientras que la parte musical estuvo a cargo del popular roquero mexicano Alex Lora. Todo el trayecto fue cubierto por migrantes mexicanos o bien por sus hijos; dentro de Estados Unidos, los responsables fueron exclusivamente indocumentados. El motivo de la carrera-procesión fue doble (tal vez sería más correcto decir que múltiple): por un lado, refrendar el valor simbólico del guadalupanismo como elemento de cohesión identitaria de los mexicanos de allá y de acá; por otro, llamar la atención y presionar a favor de una demanda fundamental para los mexicanos migrantes en el norte: la amnistía generalizada.

Detrás de esta carrera está una ya no tan corta e interesante historia, desarrollada tanto en Nueva York como en las principales localidades de la Mixteca poblana, zona de la que proceden fuertes cantidades de migrantes a Nueva York (Herrera Lima, 2002). Tal es el caso de Chinantla, donde existe una tradición más o menos reciente que consiste en que cada mes de enero, en la fecha de la fiesta patronal en honor del Padre Jesús, se realiza una carrera con la antorcha guadalupana desde la Villa de Guadalupe hasta la iglesia del pueblo. Quienes participan, migrantes y no migrantes, visten camisetas estampadas con la imagen del santo patrono, la leyenda que identifica la carrera del año correspondiente y la inscripción del nombre de la persona o las personas que donaron en Nueva York las camisetas y las enviaron a México para ser utilizadas en la carrera. En Nueva York, por otra parte, desde la década de los ochenta se inició la práctica, ya convertida en tradición reciente, de realizar una peregrinación que va de Brooklyn al Bronx, todos los 12 de diciembre, para culminar con una magna celebración religiosa en la Catedral de San Patricio, cuyo aforo resulta cada vez más insuficiente para albergar a toda la gente que compone la comunidad mexicana en Nueva York (entrevista con Jocelyn, 2001).

Pero también detrás de esta carrera-peregrinación desde la Basílica de México hasta la Catedral de San Patricio está la historia de la Asociación Tepeyac (at) y de Joel Magallán, su fundador y dirigente. Esta historia es tan reciente como fructífera y se inició cuando, a finales de 1997, llegó a Nueva York el hermano jesuíta Joel Magallán. Actualmente, a sólo cuatro años del inicio de sus trabajos, la at cuenta con más de 40 centros organizados —a los que llama comités guadalupanos— distribuidos a lo largo y ancho de la zona metropolitana de Nueva York.

Los objetivos de la at son tanto pastorales como de defensa de los derechos humanos de los migrantes, entre los que incluye, además de los derechos propiamente laborales, una amnistía generosa para los indocumentados, que les permita residir y trabajar sin problemas y con dignidad en Estados Unidos. El trabajo de la at no se reduce a los migrantes mexicanos, sino que extiende su labor a todos los muy diversos grupos de migrantes, sobre todo recientes, los más vulnerables en Nueva York.

Para llegar a tener esta cobertura actual, la at tuvo que realizar un trabajo que bien puede considerarse de hormiga, sobre todo si se tiene en cuenta que prácticamente carecía de apoyo y financiamiento. Cuenta Jocelyn:

[...] cuando él (Joel Magallán) llegó, llegó porque la arquidiócesis y los sacerdotes le pidieron a la arquidiócesis de Nueva York que pidieran ayuda de México para que viniera alguien a ayudar a entender los problemas que estaban sufriendo los mexicanos y a buscar alguna manera de solucionarlos; entonces le pidieron ayuda a los jesuítas de aquí de México y le pidieron al hermano Joel Magallán que fuera a Nueva York y cuando llegó él, pues fue de barrio en barrio, a conocer la gente, entrevistándolas, llegando a conocer cuáles eran sus problemas, yendo no sólo al trabajo, sino a las viviendas: ¿cuánto tiempo tenían?, ¿de dónde venían?, ¿cuáles eran sus maneras de pensar, de practicar su religiosidad, sus valores? [...] Y desde los barrios en que conocía gente, pues se propuso, entre aquellos que ya veían la necesidad de organizarse, hacer una organización de base; entonces fueron formando así comités; se les pidió ayuda a la arquidiócesis (de Nueva York) y ellos les han dado espacio y así instalarlos en un escritorio para que empezarán en el funcionamiento de la organización, y por eso tenemos una oficina central en Manhattan.18

Más adelante, la at consiguió un pequeño financiamiento de la Iglesia neoyorquina y pudo profesionalizar a dos de sus integrantes, al propio hermano Magallán y a Esperanza Chacón, quien, como ella misma afirma, es la aspirina de la organización, porque su trabajo consiste en dar respuesta inmediata a los más diversos problemas y solicitudes de auxilio:

[...] mi trabajo es andar con esto y aquello, y esto bueno quiere decir muchas cosas, desde andarse metiendo en líos con la policía hasta andar peleando con los patrones que no quieren pagar, andar peleando con gente del sistema, para que puedan ser respetados los derechos de nuestros paisanos y bueno, básicamente ése es mi trabajo (Esperanza Chacón, entrevista, Puebla, Pue., 26 de marzo de 2001).

Para llegar a tener más de 40 comités guadalupanos en tan poco tiempo (alrededor de cuatro años), la at tuvo que hacer un enorme esfuerzo y un creciente conocimiento de los lugares en los que se ubica la población mexicana y de una gran seriedad en el trabajo desempeñado. El reconocimiento público de la at se cimentó en la comunicación verbal directa entre los migrantes. Primero, la gente se empezó a acercar a la oficina de Manhattan; más adelante, muchos siguieron la recomendación de Joel Magallán de acercarse a las parroquias de sus barrios para solicitar a los responsables que les permitieran reunirse semanalmente en algún espacio (oficina, escuela). No siempre encontraron una respuesta favorable, pero muchos lograron instalarse y a realizar las primeras reuniones. En esos casos, nombraron a uno o más representantes y se inició el trabajo de vinculación con la at, que ahora constituye una verdadera red de la gente de México a lo largo de toda la mancha urbana de Nueva York, "pues la mayoría están en el Brook, porque ahí es donde hay más mexicanos, ¿eh? y le sigue Brooklyn, ¡aah! Este y ¿de dónde más hay? Bueno, en los cinco condados, creo que es donde hay comités guadalupanos... pero la mayoría está en Brook, Brooklyn y Manhattan" (Jocelyn, loc. cit.).

Como resulta obvio, no todo puede resolverse con buena voluntad y capacidad de trabajo; para muchos asuntos hace falta conocimiento especializado, al cual resulta difícil acceder si no se cuenta con recursos económicos. La at ha buscado resolver esta carencia mediante el trabajo voluntario de personas con formación profesional. El campo del derecho ha sido de particular importancia:

[...] tenemos muchos voluntarios, bueno, si siempre hemos tenido muchos voluntarios, el problema más grande ha sido que no tenemos siempre gente consistente, ¿eh? Desde un principio buscábamos un abogado y se nos hizo muy difícil, jah! No hemos tenido suerte en eso; ahora sí está una persona que nos ha estado ayudando más o menos y también les están dando apoyo a Esperanza para prepararla mejor, porque ella básicamente se ha educado sola acerca de las leyes de migración para poder asesorar mejor a la gente y ella iba a los centros de detención y va todavía, ¿eh? a hablar con los agentes de migración ¡eh! Va, pues, con la gente que llega y los acompaña a ver a los abogados ¡eh! cuando tienen citas en la corte, y por medio de sus actividades se ha dado cuenta de cómo están los asuntos legales, ¿eh? Ahora tenemos una persona que se dedica a tramitar los ¡ah! problemas laborales; es un señor americano que ahora toma esos casos y básicamente lo que hace es llegar con el departamento de labor y hacer que tramiten más rápido. El hace investigación que el departamento debería hacer, sólo que el departamento de labores se tarda mucho más por el número de casos que llegan; entonces esta persona que nos está ayudando ahora se hace cargo de buscar los detalles de nombre del empleador, ¿cuánto tiempo, ¡eh!, los exploto? ¿Qué tanto de dinero, ah, les debe a los trabajadores? ¿Cuántos son? Todos los detalles él los investiga y ya los pueden tramitar mucho más rápido.

El arribo de la antorcha guadalupana a Nueva York, el 12 de diciembre de 2002, encontró una situación sumamente distinta a la que había prevalecido en esa ciudad hasta hace poco tiempo. Es cierto, muchas cosas cambiaron a partir del 11 de septiembre de 2001 y no cabe duda que los cambios fueron negativos para los mexicanos que trabajan allí, pero muchas otras están cambiando favorablemente para ellos gracias a su esfuerzo y a la organización que UNITE y la AT están desarrollando.

 

CONCLUSIONES

Como se pudo apreciar, la población mexicana en la zona metropolitana de la ciudad de Nueva York presenta características especiales, que la hacen sumamente vulnerable tanto en el terreno de los derechos humanos como en el de los derechos laborales. Esa vulnerabilidad deriva tanto de su condición mayoritariamente indocumentada, como de su ubicación laboral en trabajos manuales, descalificados y etiquetados como propios de inmigrantes recientes y, en muchos casos, ubicados parcial o totalmente en los límites de la legalidad. A esto debe agregarse su dispersión habitacional en un gran número de barrios en los cuales no constituyen la mayoría, ni siquiera la primera minoría. Una consecuencia de esto último son las dificultades para la formación de una comunidad mexicana en Nueva York. No se habla aquí de comunidad en el sentido meramente simbólico o imaginario, sino como una comunidad histórica real, basada en la interacción reiterada y sostenida de sus integrantes, a partir de que se comparten no solamente situaciones similares (en relación con lo laboral, la vida cotidiana, la cultura), sino también espacios y momentos en los que sea posible dar forma y sentido a las experiencias vividas.

Son evidentes, entonces, las dificultades que esa realidad ofrece para cualquier intento de organización y movilización en torno a la defensa de los derechos de los migrantes. Pero igualmente parecen ser de una enorme importancia los intentos realizados para organizar la defensa de sus derechos laborales y humanos porque de esto deriva no sólo la posibilidad de responder ante situaciones puntuales sino que, como se dice en la Asociación Tepeyac, mediante estas acciones e iniciativas se está creando comunidad. Habría que agregar que quizás se está creando también el germen de un actor social articulado a partir de las condiciones que comparten estos mexicanos, entre ellas y con otros grupos de migrantes recientes en Nueva York (como los ecuatorianos, por ejemplo), como lo son la vulnerabilidad laboral en sectores o nichos específicos del mercado de trabajo, la indocumentación, la vida cotidiana en zonas pobladas mayoritariamente por otros grupos de inmigrantes de mayor antigüedad relativa (y muchas veces con actitudes hostiles o no favorables hacia los migrantes más recientes) y, en fin, tener que enfrentar diversas formas de discriminación y exclusión debido al color (moreno; ni blanco ni negro) o al idioma.

¿Tendrán algo que decir al respecto los sindicatos mexicanos? ¿Esta faceta de la globalización será considerada por ellos como parte de sus proyectos de acción? Hasta el momento, las evidencias permiten poco optimismo al respecto; ojalá que esa situación cambie lo más pronto posible.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Notas

1 El autor agradece los comentarios y sugerencias de sus lectores anónimos.

2 Se quiere enfatizar con estos términos el hecho de que este tipo de migrantes está constantemente yendo y viniendo entre los lugares de origen y destino, sin permanecer de manera definitiva en ninguno de ellos, a diferencia de quienes se quedan en definitiva en alguno o de quienes migran de manera estacional.

3 La base empírica en la que se sustenta esta ponencia es el resultado de una investigación realizada en dos fases; una primera, colectiva, realizada entre 1996 y 1999 bajo la coordinación de Ludger Pries y con la participación de Fernando Herrera y Saúl Macias como investigadores, y de María Luisa Cortés y Gustavo López como ayudantes de investigación. Algunos de sus resultados pueden encontrarse en Pries (2000), Herrera Lima (2001 y 2002) y Herrera y Macías (1998 y 2001). La segunda fase fue realizada individualmente por el autor entre 1999 y 2000.

4 Los detalles precisos de la metodología pueden consultarse en Herrera Lima (2002).

5 Cuantificar la presencia mexicana en la región neoyorquina es una tarea sumamente difícil; sin embargo, varias estimaciones ubican la cifra entre 600 y 700 mil personas (Cf. Herrera Lima, 2002).

6 El Banco Mundial ubica en 175 millones de personas el stock migratorio mundial.

7 Para una síntesis crítica de este debate, véase De la Garza (2000).

8 Véase, por ejemplo, Guarnizo y Goldring y Portes (2003).

9 La discusión acerca de la transnacionalidad ha producido recientemente varios trabajos importantes, entre ellos Foner (1997), Goldring (2001), Glick Schiller (2000), Itzigsohn (2000), Mahaler (1998), Pries (2001) y Smith (2001).

10 En estas gráficas se ha agrupado el conjunto de eventos laborales sucesivos 4e las personas consideradas en la muestra encuestada con respecto a su trayectoria laboral, que formó parte del proyecto mencionado anteriormente (Pries, Herrera y Marías, 1998b).

11 No se trata en este trabajo de exponer las razones que explican el mantenimiento de dicho estatus, sólo se quiere aquí ilustrar el hecho, para ayudar a comprender el grado de dificultad que enfrentan los esfuerzos organizativos.

12 Sector degradado de la manufactura debe tomarse como sinónimo de sweatshop.

13 Boletín informativo del local 149, hoja volante, s.f.

14 Como puede observarse, en general estas jornadas coinciden con las que nuestra investigación encontró para la muestra de trabajadores mexicanos cuyas trayectorias laborales pudimos reconstruir.

15 Así lo reporto en Nueva York el diario La Prensa en su primera plana del 30 de agosto de 2000.

16 Boletín informativo del local 169 de UNITE, hoja volante.

17 La información acerca de la Asociación Tepeyac proviene de las siguientes fuentes: ponencias de Esperanza Chacón y Jocelyn en el encuentro "Más allá de las fronteras", Puebla, Pue., 25 de marzo de 2001; entrevista con Jocelyn, Puebla, Pue., 27 de marzo de 2001; plática con el hermano Joel Magallán, Ciudad de México, 2001; página web de la AT.

18 Entrevista con Jocelyn, Puebla, Pue., 27 de marzo de 2001.

 

Información sobre el autor

Fernando Herrera Lima. Profesor-Investigador en el Posgrado en Estudios Sociales Línea de Estudios Laborales Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa Av. San Rafael Atlixco núm. 186, col. Vicentina Deleg. Iztapalapa, CP. 09340, México, D. F. ffhl@prodigy.net.mx.

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