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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.20 no.65 México may./ago. 2005

 

Artículos

 

Las fuerzas armadas y la contraguerrilla rural en México: pasado y presente*

 

Armed forces and rural contraguerrilla in México: past and present

 

José Luis Piñeyro**

 

**Profesor-investigador del Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.

 

Texto recibido el 3 de diciembre de 2002
Aprobado el 27 de enero de 2003

 

Resumen

El estudio está dividido en cuatro apartados. El primero es un rápido bosquejo del clima internacional de guerra fría de los años sesenta y setenta y la visión estratégica anticomunista estadounidense. El segundo apartado detallará algunos cambios organizativos y de armamento dentro de las FAM y el cambiante nexo castrense con Estados Unidos, ambos aspectos relacionados con el explosivo entorno sociopolítico regional de las décadas mencionadas. El tercer punto desarrollará una breve panorámica estratégica de posguerra fría y ciertas mutaciones al interior de las FAM, sobre todo a partir del levantamiento indígena del EZLN en 1994. El cuarto apartado abordará las diversas características de la guerrilla rural en los sesenta y setenta y en los años noventa del siglo XX, así como la estrategia contraguerrilla gubernamental correspondiente.

Como se podrá apreciar, los distintos apartados son de gran amplitud y complejidad y, por tanto, sólo será posible ofrecer panorámicas instantáneas de los mismos.

Palabras clave: ejército, guerrilla, fuerzas armadas, clima internacional de guerra fría.

 

Abstract

This paper has four sections. The first is a brief outline of the international situation during the cold war of the sixties and seventies and the strategic anti-communist's point of view of the American Government. The second section analyses the organization and armament of the Mexican Armed Forces and the changing military relations with the U.S.A., both related with the explosive regional sociopolitic environment of the two decades mentioned above. In the third part of the article there is a brief strategic panorama of the post-cold war and certain changes in the Mexican Armed Forces, specially since the indian insurrection of the Zapatist Army of National Liberation in 1994. The last part deals with the various characterisitcs of the rural guerrilla from the sixties to the end of the XX century, as well as the anti-guerrilla warfare of the Mexican Government.

Key words: Armed Forces, rural guerrilla, National security, Mexico-USA military collaboration.

 

PRESENTACIÓN

En el presente artículo tenemos la intención de hacer una breve contribución general al estudio de la contraguerrilla rural mexicana dentro de cierto tiempo, espacio y correlaciones de fuerzas ideológico-político y político-militar nacionales e internacionales, donde las Fuerzas Armadas Mexicanas (FAM) tuvieron una función determinante. Afirma Melgar Bao de forma categórica:

La historia y cartografía guerrillera en el continente está por hacerse y de la nuestra, la mexicana, no se diga. Pero hemos de advertir que no hay nada más paradójico que someter a la guerrilla latinoamericana a un proceso ordenador, el cual marca nuestro quehacer académico. Leer la guerrilla es conferirle orden, identificar protagonistas, adscribirle acotados sentidos de representación y acción, marcar sus tiempos y lugares (2002; cursivas del autor).

Aunque nos centraremos más en las diversas acciones contraguerrilleras de las FAM1 (planes, estrategias, tácticas y dispositivo logístico) que propiamente en las distintas guerrillas rurales (estrategias, tácticas, organización, composición social, etc.), el ensayo hace algunas aproximaciones respecto de las mismas.

 

GUERRA FRÍA: ESTRATEGIA, TÁCTICAS Y CAMBIOS

Después de la segunda contienda mundial, la concepción estratégica estadounidense de guerra fría contra la URSS, Europa Oriental y sus aliados partía de que ésta era permanente y total. Permanente, debido a que la guerra era una constante como dato histórico innegable, aun más en la era moderna —solo los pacifistas e idealistas podían creer en la existencia de periodos bélicos y periodos de paz—; por ello, Estados Unidos se debían preparar sistemática y cotidianamente para la lucha; lo único que variaba era la intensidad y forma del conflicto interestatal o social. Total, porque el esfuerzo bélico nacional debía tener a su disposición todas las actividades industriales, comerciales, tecnológicas, educativas y civiles, esto último entendido como los ciudadanos en armas. También resultaba global —como se dice ahora—, porque la contienda abarcaba múltiples dimensiones: cultural, tecnológica, militar y hasta deportiva; basta recordar que los juegos olímpicos eran una arena de la guerra fría donde los países del bloque capitalista y los del socialista se disputaban el mayor número de medallas y se boicoteaban mutuamente.

El resultado concreto de esa óptica bélica totalizante fue la estrategia de la respuesta nuclear masiva frente a la URSS y sus aliados para evitar cualquier avance del comunismo, ya que geopolíticamente había crecido en un enorme territorio con el triunfo del Partido Comunista Chino en 1948 y en un área geográfica estratégica como Corea del Norte en 1952. Sin embargo, la respuesta nuclear masiva tenía dos obvias limitaciones: primera, en un ataque nuclear y su contraataque no existía posibilidades de triunfo de ningún bloque, estaba garantizada la destrucción recíproca de ambos; segunda, la respuesta nuclear total no servía para hacer frente a pequeños conflictos como los de Argelia, Vietnam o Cuba, por ende, se requerían cambios tácticos como la desestabilización múltiple, la contraguerrilla nacional, la invasión militar directa o la guerra nuclear limitada, todos ellos parte de la estrategia de la respuesta nuclear flexible, dominante de 1961 a 1970 (Piñeyro, 1994).

Así, para México y Latinoamérica, se pasó de la respuesta nuclear masiva del periodo 1946-1960, donde el objetivo central radicaba en la defensa externa continental, a la defensa interna contra los movimientos armados o, en general, subversivos. Durante los dos periodos mencionados, a diferencia de la mayoría de las naciones latinoamericanas, México no recibió de Estados Unidos grandes préstamos, donaciones o ventas de equipo castrense pesado o ligero terrestre, naval o aéreo, ni de armamento personal o entrenamiento para soldados. Sólo para dar una idea del adiestramiento masivo proporcionado a militares y policías latinoamericanos, cabe señalar que de 1950 a 1972, los primeros totalizaron 61 032 uniformados y los segundos, para el periodo 1961 a 1972, en total 4 170. Para ambos periodos, correspondieron a México sólo 659 uniformados y 65 elementos de policía (Piñeyro, 1974: cuadros VI y XIV).

La enorme acumulación previa2 de material bélico y de entrenamiento técnico-ideológico permitió a Estados Unidos plantear la estrategia de la vietnamización de América Latina a partir de 1971. Esto quería decir, primero, que los ejércitos serían los principales responsables del combate contraguerrillero rural o urbano y antisubversivo en general, y ya no las tropas estadounidenses; segundo, las corporaciones policiacas constituirían la primera línea de fuego contra la subversión armada o no armada y los militares la segunda línea ante situaciones inmanejables, una clara pero elástica división del trabajo de control interno; tercero, Estados Unidos se abstendrían de invadir, aunque no se descartaba la invasión directa en casos de emergencia.

Empero, cabe enfatizar que para México y Latinoamérica, antes y después de la vietnamización —o sea, al margen de las afinaciones tácticas mencionadas—, la estrategia multidimensional y permanente de Estados Unidos se manifestó en casos bastante concretos. Los más devastadores fueron la invasión del coronel Castillo Armas, financiada por la CIA, para derrocar el gobierno democrático del general Jacobo Arbenz en 1954;3 el frustrado desembarco en Playa Girón, Cuba, en 1961; la invasión militar norteamericana a República Dominicana en 1965; la participación de la CIA y el Departamento de Estado para impulsar el golpe contra el gobierno socialista de Allende en Chile en 1973, entre otros dramáticos episodios, intervenciones, presiones y asesorías estadounidenses para combatir cualquier gobierno, movimiento social o guerrillero nacionalista o comunista como el foquismo guerrillero en Bolivia en 1967, el populismo militar en Perú de 1968 a 1972 y el contrapopulismo del general Morales Bermúdez en 1974.

 

LAS FAM, LA ASISTENCIA MILITAR ESTADOUNIDENSE Y EL CLIMA POLÍTICO MEXICANO

Sin embargo, este clima internacional anticomunista no es suficiente para entender el surgimiento de la guerrilla rural en México, aunque sin duda fue un factor de influencia. Confluyeron, además, distintas causas internas como fueron la cerrazón gubernamental frente a las demandas de reparto agrario, la concentración neolatifundista de la tierra, la opresión política caciquil, la pobreza y marginación social, el férreo autoritarismo y la violencia gubernamental contra organizaciones campesinas de la más diversa orientación política y ubicación geográfica.4 Convergieron también una serie de historias regionales de luchas, aquello que antes se llamaba condiciones objetivas de exclusión y miseria con las subjetivas de organización, conciencia y liderazgo para seguir la senda violenta agotadas las instancias legales e institucionales del falleciente régimen de la Revolución mexicana. Falleciente, pero no agotado, pues la ideología de la Revolución seguía teniendo arraigo entre las masas campesinas y, junto con el desarrollo económico estabilizador, conformaban un buen cemento social que permitía combinar esperanzas con concesiones agrarias y la violencia estatal cuando fallaban los canales de mediación y control sociales.

Fuerza ideológica del nacionalismo revolucionario más desarrollo compartido constituyeron las formas de dominación principales; la violencia como ejercicio de hegemonía estatal se reservó a los brotes armados rurales regionales.5 El anticomunismo no permeó al conjunto de la sociedad civil, pero sí a la sociedad política, especialmente a las fuerzas militares y policiacas del Estado, las cuales veían como enemigos a quienes cuestionaran los beneficios de la eterna Revolución mexicana y, en general, del mundo libre.

Los gobiernos posrevolucionarios guardaron cierta distancia de las ofrecimientos de asistencia militar estadounidense y compraron solamente aquellos pertrechos necesarios para la limitada modernización castrense de los años sesenta y setenta. Conviene precisar lo anterior, es decir, que la ayuda castrense del vecino país norteño siempre estuvo y ha estado disponible para los gobiernos de esas décadas y las posteriores. Esto es, de cara a conflictos armados o no armados, reales o potenciales, e incluso pasados, donde se apreciaron las limitaciones de la respuesta militar, Estados Unidos ha proporcionado asistencia castrense, sea en armamento individual o pesado, equipo terrestre, aéreo, naval, entrenamiento general o especializado, reducido o masivo. En otras palabras, ha habido un perfecto "timing" o sincronización política en la relación castrense con ese país de acuerdo con las cambiantes necesidades de control regional o nacional del Estado mexicano.

Algunos ejemplos muestran de manera contundente la afirmación anterior. Las memorias anuales castrenses informaron de amplios disturbios civiles rurales y urbanos de 1958 a 1959 en 15 estados de la República; al año siguiente, las mismas fuentes revelaban la compra de un extenso lote de armamento individual estadounidense consistente en 12 950 fusiles y ametralladoras. De igual manera, en 1966 se entrenaron 89 uniformados mexicanos en la Unión Americana, cifra reducida, pero que contrasta si consideramos que entre 1950 y 1966 los militares adiestrados por tal país fueron sólo 375 (Piñeyro, 1996). En 1967 se crearon la Escuela Militar de Infantería, Artillería, Zapadores y Servicios y la Escuela Militar de Caballería, que sin duda contaron con la asesoría de los militares recién egresados de las escuelas de Estados Unidos.

Los guerrilleros rurales no aparecían como tales en los informes anuales militares, sino como abigeos, roba vacas, gavilleros o salteadores, o sea, no se les otorgaba reconocimiento político, social o ideológico. La distribución del armamento antes mencionado siguió un patrón bastante selectivo, es decir, se equipó a las fuerzas de elite de la época, como eran el Grupo de Fusileros Paracaidistas, el Cuerpo de Guardias Presidenciales y batallones de infantería en alta fuerza. Dicho carácter selectivo, que se repetiría en otras coyunturas críticas futuras, guarda relación con un aspecto táctico de la óptica estratégica del Plan de Defensa Nacional II: el carácter preventivo de la mayoría de las acciones militares contra la subversión armada o, en general, de los diversos disturbios civiles, previsión que pretendía evitar que la guerrilla rural o urbana de los sesenta y setenta superase el ámbito regional o que el movimiento estudiantil popular de 1968 se irradiara al conjunto de la sociedad mexicana o, al menos, en centros urbanos estratégicos como la capital, Monterrey y Guadalajara (ibid.: 90).

Es preciso detenernos a señalar las características del Plan de Defensa Nacional II, concebido para confrontar un enemigo interno armado o no armado que cuestionara las instituciones del Estado y el sistema socioeconómico dominante. Dicho plan parte de tres hipótesis de guerra que, a la vez, son limitaciones obvias de las FAM: primero, ayer como hoy existe un reducido número de personal, que actualmente alcanza una cifra de casi 240 mil efectivos militares6 frente a una población civil de más de 100 millones de habitantes; segundo, la amplitud del territorio, cerca de dos millones de kilómetros cuadrados donde prevalecen miles de pequeñas comunidades rurales y un amplio terreno montañoso propicio para la guerra de guerrillas; tercero, que dada la magnitud poblacional y geográfica existe una incapacidad de las FAM para actuar simultáneamente en dos o más frentes de guerra internos.7 Se impone, así, una lógica disuasiva o represiva de carácter preventivo.

Corolario de todo lo anterior es que se requiere de una especie de minifuerza de despliegue rápido con capacidad de movilización de tropas selectas, diverso armamento ligero, transporte aéreo y terrestre que pueda saturar de forma contundente un teatro de operaciones específico.8 Ayer como hoy, el razonamiento estratégico ha estado guiado por las consideraciones reseñadas, pero actualmente las capacidades se han perfeccionado e incrementado.

 

ESTRATEGIA DE LA GUERRA FRÍA Y LAS FAM EN CHIAPAS

El largo periodo comprendido de 1946 a 1989, conocido como guerra fría, fue superado a partir de la autoderrota/ desaparición del enemigo (la URSS y Europa Oriental) que articulaba dicha estrategia. La desaparición planteó la necesidad de ubicar nuevas amenazas o enemigos para la seguridad nacional estadounidense y el hemisferio occidental. Pero no es sólo la eliminación del coloso soviético y de sus aliados europeos llevó a la delimitación de nuevos adversarios, sino situaciones bastante concretas que conviene enumerar.

A la paulatina erosión del bloque soviético de 1989 a 1991 habría que agregar la pacificación militar y electoral-política de 1989 a 1995 en Centroamérica: Panamá fue "democratizada" en 1989 mediante la invasión militar norteamericana; Nicaragua se "estabilizó" en 1990 con la derrota electoral sandinista; El Salvador concertó una negociación final entre guerrilla y gobierno en 1995, y Guatemala inició un proceso similar al anterior que culmina en 1996. Esto es, el enemigo Castro-sandinista-soviético desaparece del escenario centroamericano después de más de una década de asedio de Estados Unidos. La cuarta estrategia de la guerra fría, la guerra de baja intensidad impulsada por Ronald Reagan y George Bush padre de 1981 a 1992, había dado magníficos y contundentes resultados.9 Por otra parte, Cuba, con la eliminación del trato comercial preferencial soviético y el mayor cerco económico-diplomático de Estados Unidos deja de ser una amenaza creíble. México y América del Sur inician la transición política "democrática" bajo la dirección de gobiernos civiles aliados de los estadounidenses. Así, no existe en el horizonte amenaza o enemigo extracontinental o continental (gobiernos hostiles o inestables o movimientos guerrilleros) que atenten contra los intereses de seguridad nacional del vecino país del norte.

Comienza, bajo el clima continental bosquejado, el planteamiento de seguridad hemisférica de posguerra fría de Estados Unidos que podemos resumir en la estrategia de las cuatro "D" mayúsculas.10 La primera "D" es la desmilitarización de las fuerzas armadas y la reducción de la industria bélica, pues ante la desaparición de las amenazas externas las numerosas milicias representan innecesarios y enormes costos económicos y políticos. La reducción de efectivos castrenses y de presupuesto permitiría canalizar los recursos liberados hacia programas de desarrollo económico-social; a su vez, esto reducirá el poder militar dado la histórica tendencia al golpismo, disminuyéndose las posibilidades de inestabilidad política.

La segunda "D" es el desarme, entendido como forma de negociación con los numerosos grupos guerrilleros, y el control del tráfico ilegal de armas, abastecedor de terroristas y narcotraficantes, lo cual permitirá el fortalecimiento de los gobiernos civiles surgidos bien de guerras internas (Centroamérica), en lucha contra el narcoterrorismo (Colombia, Perú y Bolivia) o de dictaduras castrenses como en el Cono Sur.

La tercera "D" es el desarrollo económico concebido como apertura comercial del mercado nacional al internacional, eliminación de interferencias burocráticas y fiscales del Estado, así como de la propiedad de empresas estatales y paraestatales.

La última "D" es la democracia representativa como final feliz de todo lo anterior, sin más interferencias de regímenes políticos populistas y corporativos, ahora basados en un supuesto libre mercado político de partidos que ofrecen programas y ciudadanos que demandan bienes y servicios a cambio de votos en elecciones libres y transparentes.

Impecable resulta la lógica formal o aparente del planteamiento descrito: ningún civil o militar moderno y democrático se opondría a la racionalización extrema en el uso de los recursos económicos escasos (y más frente a la persistente crisis internacional) para la consecución de las cuatro "D" de la estrategia de posguerra fría. Pero el problema de fondo de toda esta estrategia es que no modifica un milímetro la política económica neoliberal auspiciada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que implica una sistemática contracción salarial, una reducción del gasto público en vivienda, salud, educación, un aumento de la desindustrialización y monopolización con los efectos de un mayor desempleo, criminalidad, pobreza. Difícilmente sobre un piso estructural tan frágil puede consolidarse una verdadera democracia integral y un desarrollo económico autosustentable, el continuo desarme antiguerrillero y la desmilitarización como objetivos de mediano y largo plazo.

A finales de 2003, resurge el armamentismo en distintos países sudamericanos, aumenta el tráfico de armas, el narcotráfico se extiende por naciones y territorios hasta hace poco tiempo libres del mismo, los ex guerrilleros centroamericanos buscan opciones en los diversos ámbitos del crimen organizado y la economía informal, las crisis económico-financieras se propalan y cansa y se resquebraja la democracia electoral-parlamentaria de muchas elecciones y poca democracia, y aparecen opciones de gobiernos populares en Venezuela, con el ex coronel Hugo Chávez, en Brasil con el ex obrero Ignacio Lula da Silva y en Ecuador con el ex coronel Lucio Gutiérrez, pero también aparecen muy molestos e intranquilos los beneficiarios de la democracia más formal que real, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos y sus aliados internos en cada uno de esos países.

Las amenazas a los objetivos de la estrategia de seguridad hemisférica de posguerra fría son: 1) el terrorismo transnacional,11 2) el narcotráfico internacional, 3) los éxodos masivos y los desastres ecológicos y 4) los movimientos fundamentalistas de diversa índole. Los medios o tácticas para combatir tales peligros son, para los dos primeros, mayor cooperación y asistencia militar-policiaca de Estados Unidos vía intercambio de información, adiestramiento, equipo bélico y tecnológico y maniobras militares conjuntas; para la tercera, operaciones "humanitarias" como la realizada en Haití dada la violación de los derechos humanos, la situación de hambruna, el éxodo a Estados Unidos y la necesidad de restaurar la "democracia de mercado". El último peligro será contrarrestado mediante programas de desarrollo económico-social y fortalecimiento de la "democracia de mercado", antídotos ambos a fundamentalismos étnicos, raciales, religiosos, militares.12

Ahora bien, dentro del anterior contexto internacional surgió el movimiento guerrillero del EZLN en 1994, el cual provocó en los siguientes tres años repercusiones innegables en las FAM. El impacto interno del conflicto de Chiapas en las FAM fue múltiple: primero, en términos de organización, como fue la creación masiva de comandos de fuerzas especiales y aerotransportadas, mayores unidades de logística, de transporte terrestre y aéreo y de inteligencia; segundo, en armamento, mediante considerables compras o producción de vehículos terrestres y aéreos livianos y de diverso armamento individual; tercero, en la dislocación territorial, mediante el establecimiento de dos nuevas zonas militares y cinco bases aéreas; cuarto, en la estructura educativa, con la creación de la Escuela Militar de Inteligencia y la Escuela de Operaciones Especiales; quinto, en el funcionamiento interno, por medio de las maniobras conjuntas del Ejército y la Fuerza Aérea con la Marina, la iniciativa de una jefatura autónoma para la aviación y de un comando conjunto de las tres armas; sexto, en el plano externo, entendido como una mejor y mayor comunicación social vía organismos responsables, diputados y senadores militares con licencia; séptimo, en la planeación estratégica, al articularse dispositivos de acción principalmente de carácter contraguerrillero y antinarcotráfico.13

Todos los cambios enumerados obedecieron, asimismo, a la mayor beligerancia del narcotráfico y la repuesta policiaco-militar a la sospecha de otros frentes guerrilleros en el sureste y de posibles manifestaciones multitudinarias por la explosiva situación socioeconómica provocada por la crisis financiera de 1995, a inicios del gobierno de Ernesto Zedillo.

En los últimos años del siglo XX, el surgimiento del Ejército Popular Revolucionario (EPR) a mediados de 1996 y la posterior aparición de entre 10 y 14 comandos guerrilleros (Laguna Berber, 1998), el recrudecimiento del narcotráfico y del crimen organizado y ocasional impactaron el funcionamiento y organización interna de las FAM, las misiones a desempeñar con la sociedad y la relación militar con Estados Unidos.

Los cambios internos/externos a lo largo del último lustro, referidos a Chiapas, se han manifestado en la creación de cinco zonas militares, el reforzamiento de la Fuerza de Tarea Arcoiris mediante la incorporación de 11 agrupamientos militares, el acantonamiento de cuatro Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales y una Fuerza de Intervención Rápida, la dislocación de tropas en 39 posiciones estratégicas, la instalación de cinco bases aéreas militares, la para-militarización de zonas con al menos 10 grupos de civiles integrados por campesinos e indígenas apoyados por los finqueros, cafetaleros y ganaderos, grupos tolerados por las FAM aunque algunos organismos de derechos humanos señalan que éstas los asesoran, entrenan y arman (Sierra, 2003: 107).

En un plano más amplio, el cambio de rutas marítimas y terrestres del narcotráfico nacional e internacional, la expansiva criminalidad profesional y ocasional manifestada en secuestros y asaltos múltiples, el tráfico de migrantes ilegales, de autos robados, armas e infantes ha provocado que frente a la incapacidad y corrupción de las corporaciones policiacas, las FAM tengan una presencia, primero, selectiva en los puestos de mando de diversas corporaciones policiacas estatales y federales y, después, masiva, por medio de la incorporación gradual de más de 7 000 elementos de tropa en la Policía Federal Preventiva a mediados de 2002.

El mayor acercamiento con Estados Unidos en términos militares ha quedado evidenciado no sólo con el suministro de armamento individual y equipo aéreo ligero de reconocimiento y transporte, como helicópteros y aviones, o bien diverso equipo naval para el resguardo e intercepción marítima del narcotráfico, migrantes ilegales, pescadores piratas, etc. Para dar una idea de la magnitud de tal acercamiento, podemos señalar que sólo en el año de 1997 se entrenaron más de 1 500 militares mexicanos en Estados Unidos, lo cual contrasta con los 1 448 entrenados de 1981 a 1995 (Sierra, 2003:167).14 Los cursos tomados tenían una clara relación con las necesidades de las acciones de contraguerrilla, como son operaciones de fuerzas especiales, inteligencia militar, desminado, o bien acciones antinarcóticos, como manejo y mantenimiento de helicópteros e intercepción naval, entre otros.

Desde una perspectiva nacional, es decir, al margen de Chiapas, la combinación de guerrillas, creciente narcotráfico, expansivo crimen profesional y circunstancial e incapacidad de las diversas corporaciones policiacas para enfrentarlos ha provocado diferentes cambios de gran importancia al interior de las FAM. Primero, el aumento de zonas militares a un total de 44, prevaleciendo una distribución territorial centrada en el sureste y algunos estados del norte, situación que se repite con las bases aéreas militares y las zonas navales. Segundo, el incremento de casi 30 000 efectivos militares de 1994 al 2002, o sea, hay 238 983 hombres bajo las armas. Tercero, hay una descentralización del mando militar, los comandantes de cada zona y región castrense tienen autonomía administrativa, operativa y de entrenamiento. Cuarto, sobre todo en Chiapas y Guerrero, han proliferado las bases de operaciones mixtas, cuerpos combinados de militares y policías. Quinto, las 44 zonas militares y las 12 regiones militares han sido reforzadas con al menos un Grupo Aerotransportado de Fuerzas Especiales; algunas zonas cuentan con varios de estos grupos, como es el caso de Chiapas. Sexto, existe cierta autonomía militar en la decisión de operativos para zonas conflictivas, en la compra de diverso armamento individual, ligero y pesado, terrestre, aéreo y naval, y en la promoción de grados, otorgamiento de comisiones y ayudantías castrenses en las embajadas, entre otros aspectos.

Todo va orientado, por una parte, a fortalecer la capacidad de respuesta rápida y desplazamiento de tropas selectas, así como optimizar el poder de fuego del moderno armamento dado los diversos escenarios de conflicto real o potencial de carácter regional. Por otra, se mantienen las tradicionales relaciones cívico-militares entre el presidente y las FAM, entendidas como autonomía en el funcionamiento interno de tipo presupuestal, organizativo, de promociones y recompensas, o bien de castigos disciplinarios o de tipo judicial y penal.

 

GUERRILLA RURAL Y RESPUESTA GUBERNAMENTAL: AYER Y HOY

Son varias las características o diferencias del EPR con respecto a la guerrilla rural o urbana de los años sesenta y setenta y con el propio EZLN. Primera, el EPR logra amalgamar acciones urbanas y rurales y contar con bases de apoyo logístico. Segunda, el armamento, grado de organización y disciplina es superior según se constata en su manual de Curso Básico de Guerra (donde se enseña la lucha personal, antitanques y helicópteros, el uso de diverso armamento, etc.) y en diversas maniobras realizadas.15 Tercera, el EPR tiene una movilidad geográfica que le permite acciones casi simultáneas en estados distantes, o al menos esto denota la presencia permanente en zonas del campo y en ciudades. Cuarta, tienen una base de apoyo social mayor que la guerrilla de décadas anteriores (pero mucho menor que el EZLN) y conforman un contingente total estimado entre 300 y 400 miembros. Quinto, en el plano ideológico, si bien al EPR se le ha catalogado "de duro y puro" con respecto del EZLN, hay cierta flexibilidad en los siguientes aspectos: abandono de la concepción de la lucha armada como la única forma de lucha política, aceptando otras, como la electoral, la parlamentaria, la sindical, etc.; ampliación del espectro de fuerzas de transformación (se incorpora a los micro, pequeños y medianos empresarios) a diferencia del obrerismo obsesivo en términos de dirección política o intereses económico-morales a satisfacer; asimismo, se plantea la instauración de un régimen político republicano y democrático-popular y ya no de uno de corte socialista.16

Las últimas características diversas son, por una parte, el origen social diferente al del EZLN, esto es, los miembros del EPR no son sólo campesinos indígenas sino más bien campesinos mestizos y sectores medios urbanos con educación media y universitaria (de acuerdo con la estructura física, altura, color de piel de los guerrilleros fotografiados y el lenguaje de los comunicados), y por otra, un alto grado de coordinación y disciplina que les ha permitido pasar de forma alternativa de la etapa de acciones guerrilleras a las de autodefensa, de las de propaganda armada a las de tregua provisional debido a las distintas elecciones municipales y estatales.

La concepción estratégica del EPR corresponde a la visión de la Guerra Popular Prolongada (GPP), donde lo popular obedece a las demandas político-económicas planteadas,17 a la composición social tendencial como movimiento y al origen de los miembros de los órganos de dirección; el carácter prolongado responde a que consideran que habrá una resistencia político-militar cerrada del Estado y de la oligarquía financiera, así como del imperialismo norteamericano mediante la creciente asistencia castrense y económica por parte del mismo. Podemos suponer que el EPR considera una eventual invasión militar de Estados Unidos según la concepción clásica marxista de la GPP.

Desde otro ángulo, antes el gobierno nacional de Ernesto Zedillo y hoy el de Vicente Fox, así como los gobiernos de ciertos estados, han desarrollado una política de ilegitimización y minimización del EPR: afirman que no tiene una base social amplia y, por tanto, no es legítimo; realizan sólo acciones violentas, son terroristas, no controlan ningún territorio y tienen propuestas programáticas utópicas, es decir, son una pantomima.18

Ante el resurgimiento de la guerrilla rural del tipo del EPR, las reacciones de las FAM, en el plano político, han sido de una total condena acorde con la visión de los gobiernos de Zedillo y Fox. En el plano militar han desarrollado una estrategia de saturación total provisional del teatro de operaciones por estados, regiones, zonas o poblados, según el caso, conforme a la lógica del Plan de Defensa II, expuesto con anterioridad, concebido para confrontar un enemigo interno armado o no armado. De acuerdo con los comunicados del EPR, el despliegue militar, por ejemplo, en Guerrero, ha sido masivo tanto estatal como local, al grado que el EPR considera que el estado concentra entre 40 y 45 mil efectivos de tierra, mar y aire.

La estrategia ha girado alrededor de una saturación total con soldados y equipo terrestre y aéreo (tanquetas y helicópteros), donde se combinan tropas normales de infantería y especiales de asalto, apoyados por la aviación mediante campañas de cerco y aniquilamiento (estratégicas o tácticas), conjuntamente con acciones de guerra sicológica y de labor social entre la población.

A manera de resumen, los documentos del EPR afirman que las FAM realizan acciones de avance, en zonas amplias, en formación cerrada de media luna con maniobras en lunas interiores. Hasta 1997, el EPR había informado tener capacidad para romper o evitar las campañas de cerco y para causar cerca de 100 bajas entre heridos y muertos a las fuerzas terrestres de montaña y navales de terreno costero en Guerrero y otros estados de la República.

De 1998 a 2000, el EPR se dividió en varias fracciones, entre ella el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI); las acciones armadas rurales han disminuido tanto en Oaxaca como en Guerrero, especialmente en las regiones de Los Loxichas y La Montaña, respectivamente, bastiones de ambas agrupaciones guerrilleras. Todos los indicios señalan que durante 2001 y 2002 se pasó a una estrategia de autodefensa que parece más bien de sobrevivencia. Los llamados cercos sanitarios institucionales en ambos estados, así como el macro cerco en Chiapas, parecen haber logrado dos objetivos estratégicos para controlar al EPR y al ERPl: uno, la reducción de las bases de apoyo social vía cooptación con la labor civil y militar o vía violenta con operativos policiaco-militares; otro, el aniquilamiento o arresto de milicianos y guerrilleros rurales por medio de la infiltración y los dispositivos de inteligencia (Castro, 2000; Gutiérrez, 2000; Romero et al, 2001). Para Chiapas, el cerco y la contención múltiple, más que el aniquilamiento inmediato del EZLN, ha sido la directriz estratégica dominante (Sierra, 2003; Castro, 2000; Marín, 1998).

Demos ahora un salto histórico hacia atrás y establezcamos similitudes estratégicas entre combate gubernamental a la guerrilla rural de los sesenta y setenta y el actual. Primera similitud: el predominio de una concepción de guerra total y permanente simbolizada por el no diálogo o amnistía durante las campañas castrenses —recientes documentos oficiales secretos de la época de Echeverría y de López Portillo así lo atestiguan (Lissardy, 2002)—; la práctica política cotidiana actual también apunta hacia tal dirección. Segunda convergencia: el carácter preventivo del accionar tanto de las agencias civiles como policiaco-castrenses mediante operaciones de asistencia social, cívica y militar, dispositivos de inteligencia, acciones psicológicas y campañas propiamente militares. Tercera similitud: la asistencia militar de Estados Unidos siempre ha estado disponible, pero hoy ha aumentado cualitativa y cuantitativamente en amplitud de cursos ofrecidos y en volumen de armamento diverso y transporte suministrado. Cuarta similitud: la contraguerrilla gubernamental rural siempre ha implicado un proceso complejo con tres características básicas: una detallada planeación estratégica del mando civil-militar, una estrecha coordinación de las instituciones del Estado y una sistemática combinación civil y militar de las acciones de las instancias gubernamentales y estatales. Ultimo rasgo común: el para-militarismo como constante histórica, enfocada como una contribución básica para las acciones militares de espionaje, rastreo e incluso de combate; ayer fueron los Cuerpos de Defensa Rurales, hoy las diversas bandas paramilitares en Chiapas (Hidalgo, 2000), los grupos de gatilleros en Guerrero, los llamados "entregadores" en Oaxaca.

Para finalizar nuestras reflexiones, resulta pertinente señalar las múltiples limitaciones para el avance sociopolítico y territorial militar de la guerrilla rural en México. La primera limitación —y no la más importante— es el divisionismo persistente entre los distintos comandos guerrilleros y al interior de los mismos, el predominio del voluntarismo militarista19 y el reducido trabajo orgánico entre las masas populares,20 el dogmatismo teórico en la interpretación de la realidad nacional y de concepción estratégica militar, el sectarismo político frente a otras guerrillas y organizaciones de masas y partidarias, las actitudes pequeñoburguesas en las relaciones internas de la dirigencia con la base armada, según revelaron algunos guerrilleros escindidos del EPR (López, 2002). La segunda limitante es el aumento de la capacidad de respuesta de las FAM en el tiempo y el espacio nacionales; existe hoy mayor coordinación entre las Secretarías de la Defensa y la Marina, mejor entrenamiento, armamento y transporte aéreo y terrestre, más grupos de fuerzas especiales, superior mecanismo de inteligencia y planeación, más y mejores carreteras y caminos, mayor coordinación y colaboración militar con las instancias policiacas federales, estatales y municipales. A lo anterior hay que agregar la creación de la Policía Federal Preventiva, con funciones múltiples, que depende de la Secretaría de Seguridad Pública, cuya cobertura es nacional.

La tercera restricción y la más importante es lo que antes se llamaba tipo de estado de ánimo de las masas populares y sus desastrosas condiciones materiales de vida. Un producto básico del salvaje capitalismo neoliberal es la generación de una hiperconcentración del ingreso y la riqueza, lo cual se refleja en la depauperación de las condiciones de trabajo y salariales, el desempleo y subempleo, la economía informal y criminal, y la cauda de patrones de sobrevivencia y delincuenciales, de actitudes individualistas, de rompimiento de la solidaridad comunal y ejidal, de barrio, en fin, de desgarramiento del tejido social y político. A este producto natural del desarrollo capitalista se agrega "lo artificial", es decir, la voluntad política gubernamental o caciquil de mantener la disgregación social como una forma de dominación estatal, vía la cooptación corporativa rural mediante programas antipobreza, el estimulado enfrentamiento intercomunitario campesino e indígena, la violencia selectiva y sistemática, entre otras medidas que varían de región a región y de tiempo político a tiempo electoral.

Al Estado mexicano actual le interesa la reconstrucción del destrozado tejido social, de la natural y volitiva desestructuración de las identidades colectivas, sólo dentro de ciertos límites funcionales. Corresponde a las fuerzas democráticas y progresistas de oposición hacer la principal labor de reconstrucción y al gobierno nacional de Fox hay que obligarlo a enfrentar a la oposición armada con una oferta de amnistía general para los comandos guerrilleros y un diálogo de paz con justicia social para el EZLN en Chiapas. Es posible desactivar los focos armados; iniciar un desarrollo económico y político regional y nacional incluyente es tarea de la sociedad civil, de ciertas agrupaciones partidarias y sindicales y, por supuesto, correspondería a otro tipo de gobierno y de Estado. Si no sucede un cambio gubernamental de tal naturaleza, sea neutralizada o eliminada la guerrilla rural en México, al paso de pocos años regresaremos al círculo vicioso de lo que Carlos Montemayor llama la guerrilla recurrente (1999: 28).

En términos más categóricos y al mismo tiempo matizados, hoy ya se afirma, a pesar de la negación gubernamental, que "México vive un nuevo ciclo guerrillero, discreto y fragmentado pero real, cuyas señas cobran más visibilidad en el istmo y el altiplano. Sobra decir que el escenario chiapaneco en que se mueve el EZLN reviste un perfil más complejo de definir, pero que no renuncia a sus sentidos de proximidad con el universo guerrillero mexicano y latinoamericano" (Melgar Bao, 2002: 47).

 

CONCLUSIONES GENERALES

Durante el largo proceso de modernización de las FAM, iniciado en los años sesenta y setenta de pasado siglo, la asistencia militar de Estados Unidos desempeñó un importante papel como abastecedora de diverso equipo y entrenamiento. Sin embargo, el gobierno mexicano, a diferencia de otros gobiernos de América Latina, trató de conservar el monopolio de la organización, entrenamiento y funcionamiento de las FAM aun en la época de férreo anticomunismo de la guerra fría y en la posguerra fría.

Desde otra perspectiva, la sucinta panorámica de las funciones de las FAM en la contraguerrilla rural (CG) arroja varias características básicas. Primera, la CG ha sido concebida por el Estado mexicano desde una óptica global y autoritaria sin ningún margen de negociación política. Segunda, la lógica del accionar militar ha sido de carácter preventivo o represivo según el caso, pero de ninguna manera curativo, es decir, mediante el impulso de programas de desarrollo económico-social permanentes; éstos duran mientras la CG se impulsa, después vuelve el abandono estatal. Tercera, siempre ha habido asistencia militar de Estados Unidos, más hoy ha mutado cualitativa y cuantitativamente; las repercusiones de tal cambio al interior de las FAM están por estudiarse, así como la futura relación con la sociedad. Cuarta, el paramilitarismo ha sido otra constante histórica como recurso del gobierno nacional o de los gobiernos estatales, o bien éstos han tolerado su uso por parte de los grupos económicos y políticos regionales.

Desde otro ángulo, la guerrilla rural ha cambiado y ampliado su composición social y su base de apoyo político, su visión estratégica y táctica, su grado de entrenamiento y armamento. Empero, no ha superado viejas concepciones como el vanguardismo social, el voluntarismo político, el verticalismo interno, etc. A estos errores propios se agregan las derrotas militares e ideológicas propinadas por las FAM y el conjunto del Estado mexicano mediante altas dosis de violencia selectiva, y a la vez masiva, en poblados y regiones. A lo anterior cabe agregar la mayor coordinación de las secretarías de Estado en las labores de prevención e inteligencia, la modernización del equipamiento militar y técnico y del personal castrense y civil, así como de la infraestructura carretera aérea y naval.

A esta nueva situación estatal hay que añadir la desestructuración natural y planeada de la sociedad mexicana en sus identidades colectivas, en particular, para la agraria, de las solidaridades comunales, ejidales y de pueblo, dado el proceso de polarización económica y social rural, y nacional.

Todo lo anterior muestra las enormes dificultades de cualquier opción armada rural o urbana a futuro, lo que no significa que desaparezcan, sino que se mantenga latente. Tampoco implica que no pueda reaparecer el México bronco, al cual no podrá detener ninguna estrategia de CG, tal como planteamos al principio de este escrito.

 

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Notas

* Agradezco a los dictaminadores anónimos sus atinadas observaciones y sugerencias, las cuales contribuyeron a mejorar este ensayo.

1 Debido a que el ensayo lo aborda de forma implícita o explícita, resulta necesario definir el término contraguerrilla, y hacer una serie de precisiones al respecto. Primero, hay decenas — posiblemente cientos— de definiciones de contraguerrilla; segundo, existe un acuerdo básico: la estrategia contraguerrillera implica el recurso a acciones ofensivas y defensivas de la más variada índole, donde tiende a prevalecer unas sobre otras y están guiadas por una concepción global de guerra. La siguiente conceptualización da cuenta de lo anterior y, en el mismo libro de donde la extraemos, aparecen otras decenas de definiciones. Así, las medidas defensivas contra el apoyo clandestino activo requiere de "un sistema de inteligencia eficiente, comunicaciones confiables [...] columnas móviles rápidas, localizadores de radio, restricciones en el uso de radio y una seguridad muy rígida [...] Para pasar a la ofensiva, se requiere de medidas activas para cortar el apoyo local a la guerrilla y evitar que el pueblo sea confiable para la acción guerrillera [...] Contramedidas incluyen el control del movimiento de civiles, mantener la cooperación civil con nuestras fuerzas, eliminar las fuentes de abastecimiento de la guerrilla, la captura de rehenes, las represalias contra civiles, las acciones punitivas; el transportar civiles en trenes y columnas para garantizar [sic] su tránsito seguro [...] En general, las medidas deben ser diseñadas para cortar cualquier apoyo logístico a la guerrilla, alejar a la población civil de las guerrillas, aislar el apoyo clandestino y prevenir el apoyo por aire, mar y tierra" (McClintock, 1992: 34-35). De todo esto existía plena conciencia en el alto mando mexicano, al menos desde 1970, cuando recién se había iniciado la batida contra-guerrillera rural, definida así por un conocido y respetado general: "Comprende una variedad de operaciones militares y providencias de diverso género encaminadas unas y otras no únicamente a vencer y a batir la resistencia armada de los guerrilleros o elementos combatientes, sino toda oposición de la población civil; por tanto, tales operaciones abarcan y mezclan la actividad bélica y las medidas de orden socioeconómico, político y psicológico destinada a desalentar todo resistencia activa o pasiva de dicha población y aún lograr el apoyo, la simpatía o al menos la neutralidad popular, teniendo en cuenta que es invencible cuando está bien conducida, suficientemente extendida, y apoyada por el pueblo" (De León Toral, 1970: 59, cit. en Piñeyro, 1985: 91; las últimas cursivas son del autor citado, el resto es nuestro).

2 Acumulación que es evaluada bajo una perspectiva histórica doble, con respecto al impacto real de los movimientos armados y al nexo de Estados Unidos y los gobiernos aliados: "[...] a pesar de los limitados alcances de las guerrillas latinoamericanas, éstas fueron objeto de puntual seguimiento y control hemisférico por parte de los ejércitos y países adheridos al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) liderado por Estados Unidos bajo la lógica de la Guerra Fría [...] Reiteramos que las guerrillas no sólo se enfrentaron a los poderes locales, regionales y nacionales: también resintieron los embates y las estrategias contrainsurgentes del TIAR. La Guerra Fría se tradujo en asesorías político-militares interamericanas, cursos de entrenamiento bajo el Comando Sur de los Estados Unidos, venta o donación de implementos técnicos propios para la guerra contrainsurgente, que las guerrillas latinoamericanas debieron ponderar con desigual fortuna" (Melgar Bao, op. cit. \ 46).

3 Para Guatemala, véase la excelente obra histórico-biográfica de Carlos Figueroa Ibarra acerca del general Carlos Paz Tejada (Figueroa Ibarra, 2001).

4 Estas causas son señaladas y denunciadas en los documentos de la guerrilla comandada por el profesor Arturo Gámiz en Chihuahua. Desde una perspectiva más académica y amplia, geográficamente hablando, para otros estados (Guerrero, Oaxaca, Puebla y Morelos) con añeja tradición de luchas sociales y armadas se señalan dichas causas aunque con las particularidades propias de cada estado o región respecto del trato político gubernamental, el nivel y composición de las organizaciones políticas, el grado de concentración de la tierra, etc. Entre otros textos, consultar Luiselli F. y Mariscal (1981) y Montes de Oca Luján (1981).

5 Es importante subrayar la hegemonía estatal, entendida como una sumatoria de dosis variables de violencia y consenso de acuerdo con el contexto específico de correlaciones de fuerza, para evitar visiones analíticas militaristas de la misma o del accionar guerrillero concebido como puro terrorismo. Puesto con otras palabras: "Recapitulemos, afirmando que la guerrilla es algo más que su táctica terrorista eventual o recurrente, tanto como el Estado contrainsurgente es algo más que el puro terror institucionalizado" (Melgar Bao, op. cit.: 42).

6 El conjunto del aparato de control del Estado mexicano no se restringe a las FAM; deben incluirse las múltiples corporaciones policiacas federales, estatales y municipales, judiciales, preventivas, aduanales, de caminos, etcétera.

7 Sin embargo, es preciso señalar que actualmente las FAM tienen presencia en cuatros frentes internos, unos delimitados y otros cambiantes: la labor de cerco y disuasión en Chiapas, que implica la presencia de al menos 25 mil soldados; el frente móvil de la guerra contra el narcotráfico, que involucra 22 mil efectivos que se complementan con los militares acuartelados y de tránsito y se rotan según la estación del año, o sea, de siembra o cosecha de mariguana o amapola; el frente móvil, que comprende la persecución del EPR o la impresionante concentración de tropas en Guerrero, y por último, el combate a la delincuencia profesional y ocasional mediante la asignación de medianos y altos mandos en la mayoría de las corporaciones policiacas estatales, la mitad de los aeropuertos y más de 20 penitenciarías.

8 Para las hipótesis de guerra de los Planes de Defensa I, II y III, véase Piñeyro (1995: 24-30).

9 Los postulados de la estrategia de Reagan para el área centroamericana y el clima ideológico imperante durante los años ochenta aparecen en Benítez Manaut y Piñeyro (1990).

10 Acerca del particular, véanse U.S. Department of Defense (1995: 11), Fauriol (1995) y Libicki(1995).

11 Un mayor desarrollo del nuevo terrorismo transnacional aparece en Piñeyro (1996).

12 No es casual que el fundamentalismo militar encabezado por el coronel Hugo Chávez en Venezuela, es decir, antinorteamericano y antimonopólico, sea presentado así por el Pentágono: "Dos veces en 1992, elementos reaccionarios de los militares intentaron golpes de Estado en Venezuela, una de las democracias constitucionales más sólidas de la región". La oposición de ciertos sectores castrenses venezolanos al proyecto neoliberal o de libre mercado recibió la condena inmediata (U.S. Departament of Defense, op. cit: 11).

13 Véase resumen del documento oficial "Programa de desarrollo del Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos", en Rodríguez Reyna (1995). Para un desglose pormenorizado de las adquisiciones castrenses de 1989-1994, revisar La Jornada, 7 de febrero de 1995, y Rodríguez Reyna (1996).

14 Para un desglose del contenido de los cursos y el curriculum de algunos cursantes mexicanos, véase Rodríguez Reyna (1998).

15 Proceso, num. 1035, México, 1 de septiembre de 1996.

16 Aunque algunos analistas ex izquierdistas dudan de la sinceridad de tales cambios ideológicos y se oponen a la violencia como forma de lucha, por ejemplo, Alcocer (1996). Lo mismo plantean ex guerrilleros, como Hirales (1996).

17 Las proposiciones programáticas del EPR parten de la inexistencia de un Estado de derecho, de un régimen político democrático y de un Estado nacional. Según esta visión, el dominio político se mantiene básicamente con instituciones y acciones de carácter coercitivo o violento y la relación de dependencia múltiple con Estados Unidos es casi absoluta, existe un desdibujamiento del Estado nación mexicano.
En el aspecto político, de acuerdo con su documento programático, el EPR plantea desconocer el actual gobierno y convocar a elecciones para constituir uno nuevo, convocar a un nuevo Congreso Constituyente para legislar una Constitución basada en decisiones económicas, políticas y sociales populares, readecuándolas a las necesidades nacionales y, por último, fundar una auténtica República: soberana, democrática, representativa, participativa, popular y federal.
En lo económico, se plantea un reordenamiento donde los sectores estratégicos de la economía y los recursos naturales sean propiedad nacional, la banca sea nacionalizada para impulsar el desarrollo económico, se renegocie la deuda externa y se destinen mayores inversiones a la solución de problemas populares urgentes; se apoye a la micro, pequeña y mediana empresa, se impulse en el campo un programa de recuperación del ejido, la propiedad comunal y la pequeña propiedad, y regresar al contenido original del artículo 27 constitucional; impulsar un desarrollo equilibrado ciudad-campo, cancelar las deudas bancarias de los campesinos pobres y orientar la economía hacia la coexistencia de la propiedad social y privada con la cooperativa y, por último, conformar un régimen laboral justo que garantice las conquistas históricas de los trabajadores asi como un régimen fiscal equilibrado. En lo social, el gobierno deberá tener como objetivo la justicia social para garantizar oportunidades de vida iguales a todos los mexicanos. Véase El Insurgente (1996).

18 Véase, al respecto, el clarificador ensayo de Mendoza (2001).

19 Es importante para el debate académico evaluar hasta dónde dicho voluntarismo mexicano guarda relación con lo que Melgar Bao plantea de manera general para ciertas guerrillas latinoamericanas: "La acción guerrillera tiene sus lógicas diferenciales de valorar los medios técnicos de la acción armada; variando de organización a organización, de corriente a corriente, sus extremos se ubican entre el voluntarismo que va en busca de las armas y el determinismo técnico de su acumulación." Agrega otros elementos para ubicar y analizar ambos extremos: "Cuentan igualmente los intercambios de experiencias o las acciones conjuntas que suscitan reelaboraciones y préstamos culturales y técnicos altamente apreciados" (op. cit.: 46).

20 De nueva cuenta, como apreciación general, Melgar apunta: "La mayoría de las guerrillas rurales en los países andinos y mesoamericanos ha dejado entrever las dificultades de su acción en contextos interétnicos, así como la dificultad aún mayor de ensanchar en ellos sus bases de apoyo" (ibid.: 47). Carlos Montemayor destaca una serie de características que, a la vez, son de alguna manera limitaciones de la guerrilla rural mexicana. Al contrapuntear la guerrilla urbana con la rural, señala que esta última es de carácter regional, tanto en mentalidad como accionar, que su cohesión política interna se basa en lazos familiares firmes y complejos, nexos culturales, lingüísticos y religiosos, y vínculos económicos comunitarios, a diferencia de la contraparte urbana, cuya cohesión ideológica y radicalización se logra por una fuerte preparación teórica y no tanto por las circunstancias inmediatas de vida como sucede con los campesinos con bajo nivel educativo; además, los urbanos proceden de diversas clases sociales y áreas (Montemayor, 1999).

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