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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.64 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2024  Epub 22-Abr-2024

https://doi.org/10.24201/fi.v64i1.3046 

Reseñas

Leopoldo Solís, La realidad económica mexicana: retrovisión y perspectivas

1El Colegio de México gesquive@colmex.mx

Solís, Leopoldo. La realidad económica mexicana: retrovisión y perspectivas. 3.a ed., México: El Colegio Nacional, Fondo de Cultura Económica, 2000. quince volúmenes,


La realidad económica mexicana: retrovisión y perspectivas es posiblemente la obra de mayor impacto y trascendencia del destacado economista mexicano, Leopoldo Solís Manjarrez. Este trabajo fue, durante muchos años, lectura obligada en la formación de múltiples generaciones de economistas mexicanos. Aun hoy, a más de medio siglo de haber sido publicada por primera vez, seguramente sigue siendo una fuente de consulta importante para muchos economistas.

Cabe recordar que fue escrita originalmente en 1970 y desde entonces ha sido objeto de múltiples reimpresiones. También hay que señalar que la obra fue revisada en forma importante en dos ocasiones posteriores, en 1981 y en el año 2000. A estas tres ediciones haré referencia en esta reseña.

La idea original fue “Orientar al lector no informado en los aspectos más significativos de la realidad económica mexicana desde un punto de vista analítico y de largo plazo, sin que, por supuesto, pretenda haberla abarcado en toda su complejidad”. A poco más de 50 años de distancia, es claro que el libro de Solís hizo mucho más que orientar. Su visión fue realmente formadora: planteó una manera de entender y analizar la economía mexicana. A continuación, menciono tres fortalezas que, en mi opinión, explican la enorme influencia tanto de la obra como de su autor.

Primera fortaleza. El libro refleja que, en la lógica de Leopoldo Solís , la mejor forma de entender los vericuetos de la realidad económica nacional es a partir de un recuento histórico. Durante tres décadas de ediciones y reimpresiones del libro, persistió, para bien, la postura de entender los problemas y logros de la economía mexicana como consecuencia de circunstancias históricas específicas. Como apuntó Solís en su prólogo a la última edición: “Es muy provechoso volver la mirada al pasado del que provenimos los mexicanos de hoy, para reflexionar de cara hacia el siglo XXI sobre los grandes acontecimientos que han definido el perfil actual del país al que pertenecemos”. La historia nutre e informa el análisis y las propuestas de Solís pues, como sugiere hacia el final de la primera edición del libro, los modelos de desarrollo existentes sólo son capaces de explicar parcialmente la realidad mexicana. Según el autor, la clave del desarrollo mexicano está en esas especificidades y particularidades históricas que los modelos son incapaces de considerar.

Segunda fortaleza. Mientras que el país fue cambiando, también se fue ajustando el pensamiento de Leopoldo Solís . Resulta interesante observar cómo incluso los objetivos explícitos del libro parecen haberse ido transformando con el tiempo. En el prólogo a la primera edición, Solís señalaba que el libro no es sino un intento de “ofrecer una síntesis de los aspectos más sobresalientes del desarrollo económico de México desde el punto de vista del largo plazo, y de analizar en qué medida los modelos de desarrollo que los profesores exponemos en el salón de clases son aplicables a la experiencia mexicana”. Así, la primera versión de la obra parece tratarse de un mero ejercicio académico que busca contrastar los modelos con la realidad. Treinta años después, en la edición del año 2000, el objetivo parece ser algo distinto, menos académico, más aplicado y enfocado en la política económica: “El propósito sigue siendo el original, es decir, aportar algo al conocimiento de la economía de nuestro país, de acuerdo con los intentos de una sociedad, la mexicana, empeñada en la búsqueda de nuevos horizontes sin pasar por alto el examen de las experiencias observadas y tomando en consideración las expectativas que convenga formular”.

No sólo los objetivos del libro cambian, también la concepción y la visión de la economía se fueron adaptando. Así, en la primera edición resulta central en el balance de Solís el rol del sector público como un elemento que provee estabilidad y apoya el crecimiento de la economía mexicana: “La cobertura del sector público es bastante amplia. Compite, sin dominarlo, con el sector privado en numerosas ramas de la industria manufacturera […]; tiene asimismo intereses en numerosos servicios […] y controla con exclusividad la energía eléctrica y el petróleo, los ferrocarriles y la producción de semillas”. En aquel entonces, el economista veía con buenos ojos la participación del Estado en sectores clave de la economía, como el petróleo, la electricidad y los ferrocarriles: “Al ser nacionalizados dichos renglones, esas decisiones pasaron a ser de competencia interna, en consonancia con las condiciones y necesidades del país y ligadas a objetivos de largo plazo. La inversión en estas actividades se desligó del exterior y para todos los fines prácticos pasó a ser inversión autónoma, a crecer en forma constante, y a constituir un elemento de estabilización cíclica de la economía mexicana respecto a los choques provenientes del exterior”.

Para 1981, en cambio, Solís ya identificaba la expansión del gasto y del sector público como una fuente de problemas en la economía mexicana. Para el autor, el acelerado crecimiento del gasto público, propiciado por una mayor intervención del Estado en la economía, había agotado ya las fuentes no inflacionarias de financiamiento. Curiosamente, a pesar de todo, aun entonces veía en el ingreso petrolero una posibilidad para acelerar el crecimiento, aunque ciertamente no exenta de riesgos. Asimismo, no deja de sorprender que todavía en 1981 resaltaba la necesidad de “despojarnos del colonialismo cultural y encontrar patrones de desarrollo que sean nuestros”. Una idea que sería abandonada casi por completo en los años posteriores.

En contraste con su visión original del sector público, en la edición del 2000, Leopoldo Solís se expresaba críticamente de la expansión del Estado en todo tipo de actividades durante el periodo 1970-1982 y consideraba como un éxito “el redimensionamiento del sector público”, el cual se constituía, según él, en “uno de los elementos más importantes de la reforma del Estado”.

Que quede claro: señalar la evolución de las ideas, aunque sea de forma circunstancial, no es una crítica al pensamiento del economista. Se trata de hecho de un activo escaso entre economistas: estar dispuestos a cambiar nuestra postura conforme la situación va cambiando. En esto, Solís no hizo sino replicar lo que sugirieron otros dos grandes economistas: John Maynard Keynes y Paul Samuelson. Al primero se le atribuye la famosa frase: “When the facts change, I change my mind. What do you do, sir?” (“Cuando los hechos cambian, cambio de opinión. ¿Qué hace usted?”). Mientras que el segundo alguna vez le escribió a Milton Friedman: “Now I have to eat my words. I hate to change my mind, but I hate worse to hold wrong views” (“Ahora tengo que comerme mis propias palabras. Detesto cambiar de opinión, pero detesto aún más sostener perspectivas equivocadas”.) Sí, en efecto, se trata del mismo libro sobre México, pero México no era el mismo en los tres momentos en que el texto fue escrito o sometido a revisiones importantes. Ni los problemas ni las advertencias, ni las sugerencias podían ser iguales. El genio de Solís fue mantener vigente su libro en medio de los cambios profundos por los que atravesó el país.

Tercera fortaleza. Se relaciona con lo que no cambió en el texto a lo largo de las tres ediciones. Además del recuento histórico, el cual fue recibiendo adiciones significativas para cubrir el paso del tiempo, una sección que cambió relativamente poco es la dedicada a la distribución del ingreso. La sección evolucionó entre las diferentes ediciones porque la forma en que fuimos entendiendo la distribución del ingreso en México, así como las herramientas empíricas y teóricas, también fueron evolucionando. Pero la llamada de atención sobre la importancia y profundidad de la desigualdad en el ingreso en México permaneció. Ésta es, tal vez, la lección más importante que deberíamos extraer hoy en día del libro de Leopoldo Solís : la desigualdad ha sido una característica del desarrollo económico de nuestro país y es todavía uno de los temas más importantes que es necesario atender.

Habría que reconocer que el rol de la distribución del ingreso en el libro de Leopoldo Solís es más persistente que central. En cualquier caso, si pensamos en el contexto en el que se escribió la última versión del libro, en el año 2000, la simple mención del tema resulta sumamente destacable: los economistas mexicanos en general habían dejado de preocuparse por la desigualdad en los años ochenta y noventa, justo cuando el país se fue volviendo cada vez más desigual.

Sobre este crucial asunto del desarrollo nacional tenemos buenas y malas noticias. La mala es que el país se ha vuelto más desigual de lo que era hace 50 años. La buena, y de algún consuelo debería servir, es que hoy entendemos mejor las características de esa desigualdad y las consecuencias que tiene no sólo en materia económica sino también política.

Hoy sabemos que la desigualdad no es un mero problema moral, sino que también conduce a economías menos eficientes, menos productivas y que debilita la democracia. En el caso de México sabemos, además, que la desigualdad ha dificultado la acumulación de capital humano y que es un factor explicativo de la debilidad del mercado interno. Hay también estudios que vinculan la desigualdad con la falta de regulación y competencia que se explica por la enorme influencia que los más ricos tienen sobre instituciones y mercados. De igual forma, existe evidencia empírica que sugiere que la desigualdad está asociada con los recientes aumentos en la violencia y la criminalidad.

Un rediseño tributario, la construcción de un piso parejo en materia de acceso a educación y salud, la promoción de un crecimiento más incluyente y con un mejor balance regional, la eliminación de privilegios y la promoción de mayor competencia económica, son el camino para empezar a revertir el lastre de la desigualdad. En esto, como ya se ha dicho en reiteradas ocasiones, vamos tarde. Al menos 50 años tarde para Leopoldo Solís .

Para concluir y honrar el espíritu permanentemente crítico de don Leopoldo Solís , esbozo un comentario ligeramente crítico sobre la obra. A decir verdad, en cada una de las tres ediciones del libro fue mucho mejor la parte correspondiente a la retrovisión que la relativa a las perspectivas.

En la primera edición, por ejemplo, la sección correspondiente al análisis histórico fue muy completa y sustanciosa. El autor fue de los primeros economistas mexicanos en hacer uso constante de cifras históricas de cuentas nacionales y en ofrecer una explicación integral del proceso de desarrollo económico de México. Sin embargo, a la hora de evaluar las perspectivas fue menos acertado. No sólo no previó el inicio de los desequilibrios macroeconómicos que estaban por llegar a principios de los setenta, sino que incluso menospreció explicaciones que sugerían la existencia de límites al proceso de crecimiento que había vivido nuestro país. En uno de sus párrafos finales, por ejemplo, Solís cita a Raymond Vernon, el famoso autor de El dilema del desarrollo económico de México, quien había llegado a la conclusión de que el proceso de crecimiento económico en el país estaba destinado a terminar si no se hacían algunos ajustes necesarios. Según Vernon, el deseo de no perjudicar a los grupos que se habían beneficiado del crecimiento previo podría conducir a la inacción política y, eventualmente, a la parálisis económica. Sin embargo, dice Solís, el análisis de Vernon estaba equivocado y consideraba que “su posición refleja lo poco que se conoce acerca del crecimiento económico de México”. A la larga, como se sabe, el tiempo le dio la razón a Vernon.

En la segunda edición, publicada en 1981, el trabajo retrospectivo continuó siendo de gran calidad. Ahora, al análisis histórico previo, el autor sumó una primera evaluación del periodo conocido como el “desarrollo compartido”, el cual se refiere a la gestión del presidente Luis Echeverría (1971-1976). Allí, con la ventaja del tiempo transcurrido, Leopoldo Solís pudo ofrecer una mejor valoración de lo acontecido en ese periodo: “En 1972 hubo un intento de la reforma fiscal que no pudo llevarse a cabo y dejo cojo el enlace -la compatibilidad- entre objetivos e instrumentos, lo que obligó al gobierno a recurrir al endeudamiento interno y externo, entorpeciendo el esquema de desarrollo compartido. El haber introducido un objetivo adicional -la distribución del ingreso- en la política de desarrollo, sin incluir un nuevo instrumento para lograrlo -la reforma fiscal-, determinó en buena medida los cada vez mayores problemas que enfrentó el desarrollo compartido”. La ausencia de la reforma fiscal, por cierto, era justo el tipo de circunstancias que habían sido anticipadas correctamente en el análisis de Raymond Vernon.

Sin embargo, y a diferencia de la correcta apreciación que tenía de lo acontecido durante la gestión de Luis Echeverría, Solís no parecía tener la misma claridad con respecto a las perspectivas de la economía mexicana en 1981, es decir, ya hacia el final del periodo conocido como el “boom” petrolero. Así, cuando uno ve la sección de perspectivas económicas de esa edición, no puede sino sorprenderse de que el autor no comentara demasiado sobre las inconsistencias macroeconómicas que se habían venido gestando; que se dijera poco sobre la deuda externa o los riesgos de una devaluación, o respecto a la agudización del proceso inflacionario o una potencial crisis macroeconómica. De hecho, los escenarios que planteaba el autor eran relativamente favorables. Solís consideraba que la mejor opción posible era una con “crecimiento por arriba de la tasa histórica con inflación estable”, aunque tampoco descartaba una “recesión con inflación decreciente y desempleo creciente”, es decir, un proceso de ajuste macroeconómico estándar pero moderado y estabilizador. En cualquier caso, el autor no preveía un problema macroeconómico serio. Quizá por ello dedicó la mayor parte de su sección de perspectivas a una disquisición sobre el modelo de desarrollo integral que, según él, deberíamos seguir. No deja de llamar la atención la disociación tan amplia que hubo entre estas perspectivas y lo que realmente terminó ocurriendo en los años inmediatamente posteriores a esa segunda edición.

En la tercera edición nuevamente predominó la calidad del análisis retrospectivo. Aquí, con la claridad de la distancia, Solís realizó un juicio lapidario sobre lo ocurrido en el periodo 1970-1982: “El enfoque intervencionista del Estado fue durante estos 12 años el principal responsable de la exacerbación de la política paternalista, que obstaculizó la iniciativa individual y desalentó los esfuerzos por incrementar la productividad y la eficiencia tanto de las empresas públicas como privadas. […] La formación de empresas públicas y la compra de otras, en algunos casos mal administradas, vino a completar esta serie de desaciertos […]. Finalmente, el abandono de la disciplina presupuestal fue lo que causó la inestabilidad de precios internos, y posteriormente las devaluaciones de 1976 y 1982”.

En esta edición, el autor también realizó un análisis completo y balanceado sobre las políticas de ajuste posteriores a la crisis de 1982. Explicó asimismo, de manera clara, las condiciones que llevaron a la crisis de 1994, así como las reformas implementadas en esos años. Sin embargo, al hablar nuevamente de las perspectivas económicas, la discusión se torna más vaga. El autor no prevé en ningún momento los límites de las reformas económicas ni la tendencia secular a un crecimiento mediocre, como lo hemos vivido desde entonces.

La parte de la retrovisión pues, ha sido bastante más útil que aquella relativa a las perspectivas. Esto, como lo dije antes, es una crítica menor y, si acaso, moderada. ¿Quién puede culpar a un científico social de no prever el futuro o de no acertar en sus previsiones? En última instancia, esto nos deja un par de lecciones. Por un lado, quizá los economistas debamos aprender y abrevar de nuestros colegas de otras ciencias sociales. De hacerlo, seguramente nos beneficiaríamos del análisis de politólogos, sociólogos, internacionalistas y, sin duda alguna, de los historiadores. Todo esto no haría sino brindarnos una perspectiva más amplia, que seguramente redundaría en ampliar nuestros marcos analíticos. Por otro lado, tal vez los economistas simplemente necesitemos ser más modestos en nuestros alcances y reconocer las limitaciones de nuestras herramientas analíticas. Quizá debamos aceptar que somos mejores explicando lo que ya pasó, que anticipando el futuro.

En fin, una cosa es clara: hoy éste no es el país que Leopoldo Solís imaginó que podía llegar a ser en 1970. Es, en cambio, un México donde se materializaron los peligros que señaló en diversas ocasiones y donde las soluciones en las que él confiaba en el 2000 no lograron regresarnos a la trayectoria de crecimiento y estabilidad que en su momento previó. A pesar de que muchas de las medidas que señaló como indispensables para retomar la senda de prosperidad sí se lograron materializar con la precisión que la realidad permitía, el México próspero y equitativo con que soñó -y con el que otros seguimos soñando aún- se ve aún muy lejano.

Hoy es claro que los problemas de México no son los mismos que hace 50 años. Tampoco es evidente que tengamos las claves para salir de la crisis de crecimiento y desigualdad que enfrentamos desde hace cuatro décadas. Habrá que seguir actualizando eternamente el trabajo de análisis de Leopoldo Solís . En las diferentes ediciones de su libro hay una proposición que se mantiene constante, inmutable, una propuesta sencilla que deberíamos seguir y en la que también hemos fallado: “Es necesario convencer a todos los ciudadanos que el desarrollo, con los sacrificios y beneficios que implica, es asunto de todos”. Mantengamos vivo el espíritu analítico y crítico del maestro Solís y sigamos buscando el camino que nos conduzca al desarrollo integral de nuestro país.

*Gerardo Esquivel es economista de El Colegio de México. Documento preparado en el contexto del homenaje luctuoso a Leopoldo Solís Manjarrez en El Colegio Nacional. Como se indica en el texto, esta reseña toma en cuenta las siguientes ediciones: Leopoldo Solís Manjarrez, La realidad económica mexicana: retrovisión y perspectivas, México, Siglo XXI, 1970, así como la decimoprimera edición revisada de 1981, también publicada por Siglo XXI.

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