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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.63 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2023  Epub 08-Sep-2023

https://doi.org/10.24201/fi.v63i3.3001 

Reseñas

Flores, Julia Isabel y Ma. Fernanda Somuano, La socialización política de los niños en México

Reynaldo Yunuen Ortega Ortiz1 
http://orcid.org/0000-0002-1679-0452

1El Colegio de México yortega@colmex.mx

Flores, Julia Isabel; Somuano, Ma. Fernanda. La socialización política de los niños en México. México: El Colegio de México, 2022. 348p.


El libro “La socialización política de los niños en México” tiene muchas virtudes. Aquí me centraré sólo en tres: en primer lugar, la relevancia del texto en términos del desarrollo de la Ciencia Política en México; en segundo, el descubrimiento de un mundo complejo que es el de las actitudes, las creencias y los valores de los niños mexicanos sobre su siste ma político y, por último, el vínculo o, mejor dicho, la in terrelación entre el sistema político mexicano y la cultura política de los niños.

Como sostienen al inicio del texto las autoras, La socialización política de los niños en México tiene una genealogía larga. De manera inmediata, su antecedente es el libro del profesor Rafael Segovia, La politización del niño mexicano, publicado en 1975 por El Colegio de México; y a éste, sin duda le antecede el libro hoy clásico de Gabriel Almond y Sydney Verba, La cultura cívica. En su estudio comparativo sobre la cultura política de cinco países, Almond y Verba plantearon una hipótesis que se convirtió en toda una escuela que relaciona los distintos sistemas políticos con culturas políticas específicas.

En los años cincuenta y sesenta, la Ciencia Política estuvo dominada por lo que se conoce como la revolución “conductista” o “behaviorista”, y esa revolución o movimiento de protesta exitoso,1 como lo llamó Robert Dahl, se desarrolló en México con la obra del profesor Segovia. En ese momento, México acababa de sufrir una de las convulsiones políticas más importantes en su historia, el movimiento estudiantil de 1968. El movimiento y su trágico desenlace mostraban claramente que el sistema político mexicano no había sido capaz de responder adecuadamente a las demandas de democratización de los jóvenes universitarios.

En un análisis coyuntural, se diría que existía una enorme distancia entre el sistema político autoritario y la cultura de los jóvenes universitarios. Sin embargo, y este es el tema que está detrás de la obra de Segovia, que los jóvenes universitarios protestaran no significaba per se que los mecanismos de socialización del régimen hubieran fracasado y, en buena medida, su obra mostraría que los nuevos valores más democráticos y liberales que expresaban los universitarios estaban lejos de ser mayoritarios entre la niñez mexicana.

Segovia encontró que el régimen presidencialista mexicano no carecía de apoyos: por el contrario, el respeto a la autoridad y, en particular, al presidente, se mostraban con gran fuerza sobre todo entre los grupos subalternos, los hijos de obreros y campesinos. Ahora bien, Segovia también encontró que, evidentemente, entre los jóvenes hijos de empresarios y las clases medias la autoridad podía ser cuestionada, y lo era.

En algún momento, los críticos de Segovia plantearon que la evidencia mostraba una influencia muy fuerte de la clase social sobre los valores que se reproducían entre los niños y jóvenes mexicanos. En cierto sentido, el argumento era que no había una cultura política, sino una diversidad de actitudes, creencias y valores que estaban segmentados por clases sociales.

Hasta cierto punto, las críticas que se hicieron al trabajo de G. Almond y S. Verba se repitieron en el caso de la obra de Segovia. Sin embargo, a diferencia de los autores es tadounidenses, éste presentó la evidencia sobre la diversidad de la politización del niño mexicano e insistió todo el tiempo en la importancia de las distintas experiencias de los niños en sus escuelas y entornos familiares.

Tanto Segovia como Flores y Somuano encontraron que en México los hijos de padres con mayores grados de escolaridad tienden a hablar más de política y a tener más informa ción sobre asuntos públicos que los hijos de padres con meno res grados de escolaridad. Mientras los niños y jóvenes hijos de obreros y campesinos consideraban que organismos como los sindicatos eran mecanismos de protección de derechos, para los empresarios simplemente parecían sitios de control.

En su estudio, Flores y Somuano encuentran que, en el México del siglo XXI, la brecha no sólo es de escolaridad e ingreso, sino también de género. Las autoras informan que, “mientras 8 de cada 10 niños hablan de política en sus hogares y 9 de cada 10 niñas hablan de política en sus hogares, una vez que se sale del espacio familiar son los niños, 2 de cada 10, los que hablan más de política, mientras que sólo 1 de cada 10 niñas habla de política en la calle”. Una buena noticia es que en la escuela las niñas hablan de política tanto como lo niños, es decir, es un espacio en donde las niñas se sienten más seguras para hablar de política.

En lo que respecta a algunos cambios, en la escuela y, en particular, en el libro de texto se muestra una transición en la socialización de los niños que antes, en los años sesenta, tenían a la Patria como concepto central. Ahora la educación se centra en la ciudadanía y los derechos humanos. Los agentes socializadores siguen siendo la familia, la escuela, las iglesias y los medios de comunicación, cada uno con agendas distintas.

Flores y Somuano encuentran que, si bien en las escuelas se difunden valores liberales y, a mayor escolaridad de los padres, los niños suelen tener una cultura más liberal, existen variaciones regionales muy importantes. Por ejemplo, en el Occidente del país los niños son más religiosos en comparación con la región central. Las iglesias son agentes socializadores que difunden valores más conservadores, en particular en términos de equidad de género y obediencia a la autoridad.

De manera similar al trabajo de Segovia, las autoras encuentran que el nivel de escolaridad del padre continúa siendo la variable con mayor capacidad explicativa sobre el conocimiento político de los niños.

En cuanto a la concepción de la democracia, ésta se ve como un mecanismo para elegir gobernantes, sin embargo, la mayoría de los niños consideran que los líderes son más importantes que las leyes para mejorar el país. Existe una gran desconfianza en los partidos políticos y sólo 2 de cada 10 niños desearían formar parte de uno.

Los niños consideran que debería haber más equidad entre hombres y mujeres y aceptan la diversidad sexual, sin embargo, no son muy tolerantes con opiniones distintas a las propias.

Los estudios de cultura política contemporánea ya no la ven como la causa de la democracia o de la estabilidad de un régimen, sino como un conjunto de variables que interactúan con el sistema político, pero hacen falta más estudios para comprender mejor esa interacción.

Gracias a la investigación de Flores y Somuano, podemos observar las dinámicas dentro de diversos actores socializadores, la familia, la escuela, las iglesias y los medios. Todas estas son instituciones y, en ese sentido, las autoras responden a las nuevas tendencias en la Ciencia Política que resaltan los “nuevos institucionalismos”. Es claro que el trabajo sobre la escuela está más acabado en esos términos, en parte porque ahí es más fácil reconocer a las instituciones y, en particular, el papel del Estado, pero en cuanto al estudio de los otros actores, a mi parecer hay un amplio campo para nuevas investigaciones.

En los noventa, en los trabajos de Robert Putnam2 y Richard Merelman,3 este último ausente en la bibliografía, se enfatizó la idea de la interacción entre el sistema político y la cultura política, pero mientras Putnam nos remite a un institucionalismo histórico, Merelman muestra la interacción y el refuerzo entre los procesos de socialización y las democracias liberales de una manera más dinámica. Como lo sostiene Howard Ross, el estudio de Merelman “es un caso exitoso de comparación de culturas políticas democráticas liberales en Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, que analiza programas de televisión, publicaciones corporativas, libros de texto y anuncios de revistas junto con datos de encuestas”.4 El libro de Flores y Somuano apunta en esa dirección, en particular con su análisis sobre la escuela, los libros de texto y la cultura política de los niños mexicanos, pero todavía tenemos mucho que avanzar en esa línea.

En cuanto a la identidad nacional, los niños mexicanos aprenden en la escuela la relevancia del respeto a los demás y ven en la lengua y el acento rasgos que los distinguen de otras nacionalidades. Sin embargo, las autoras se sorprenden de que más de 14% de los niños no sepa qué los distingue de los extranjeros. También extraña que 17% no sepa cuáles son las obligaciones con respecto a su país. En ese sentido, son relevantes los límites de la capacidad de la escuela para alentar valores cívicos entre los niños.

El 36% de los niños considera que México es el país donde hay más libertad, seguido de Estados Unidos, con 20%. Sin embargo, el 66% de los niños cree que hay más oportunidades en EE.UU. de obtener un buen trabajo, frente al 10% que piensa que en México existen más oportunidades. Ahora bien, en cuanto a discriminación racial, 84% de los niños opina que hay discriminación racial en EE.UU. y sólo 52% que la hay en México.

De acuerdo con el análisis de la cultura política de R. Putnam, los orígenes virtuosos de una cultura política democrática, como la de Emilia-Romaña en Italia, están en el siglo XII y, en cierto sentido, hay un determinismo histórico muy fuerte en esa visión. Sin embargo, como Flores y Somuano lo muestran, la cultura política de los niños mexicanos sí ha cambiado, hacia una cultura un poco más igualitaria entre hombres y mujeres, y relativamente más tolerante, pero lo que no queda claro son los mecanismos causales de esos cambios. James Johnson, en un texto que revisa cuatro décadas de investigación sobre cultura política,5 argumenta que desde Almond hasta Putnam, los enfoques de cultura política tienen problemas conceptuales graves que han sido un obstáculo para el “progreso” en la investigación, si entendemos progreso, siguiendo a Larry Laudan, como la capacidad de las ciencias para dar mejores explicaciones sobre un fenómeno que los enfoques alternativos. En esencia, según argumenta Johnson, todos los análisis de cultura política que hemos desarrollado carecen de los mecanismos causales que permitan explicar la relación entre la cultura política o los sistemas de valores existentes y el comportamiento de los actores. En otras palabras, nuestros estudios no explican cuestiones como las siguientes: ¿cómo es que la cultura política, entendida como símbolos y prácticas culturales (no sólo como actitudes, creencias y valores), influye en la interacción social y política de un país? Los trabajos sobre cultura política nos muestran una radiografía y gracias a otros previos podemos ver cómo se han modificado ciertas actitudes, creencias y valores, pero no sabemos exactamente qué causa el cambio. Siguiendo la obra de Charles Tilly sobre mecanismos causales, en los estudios de cultura política falta especificar qué tipo de mecanismos son predominantes: cognitivos, ambientales o relacionales. Por tradición, los politólogos como Almond y Verba se centraron en mecanismos cognitivos que una generación trasmitía vía sus instituciones; una serie de valores, pero si eso es así, lo que habría es continuidad, no cambio.

En el último medio siglo, el sistema político mexicano se ha transformado de un régimen autoritario en una frágil democracia electoral tras múltiples luchas políticas y, en ese sentido, considero que los mecanismos ambientales y relacionales, más allá de los cognitivos, son fundamentales para explicar el cambio,6 pero serán necesarias nuevas investigaciones que comprueben o refuten esas hipótesis. Al igual que en el caso de la politización del niño mexicano, el libro de Flores y Somuano se publica en un momento de cambio político relevante, la llegada del partido Morena y su candidato Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República. La continua popularidad del presidente en parte se explica por los valores dominantes entre la población mexicana, que sigue viendo en los líderes fuertes la solución a sus problemas, más que en las instituciones y las leyes.

Referencias bibliográficas

Dahl, Robert A., “The Behavioral Approach in Political Science: Epitaph for a Monument to a Successful Protest”, American Political Science Review, 55, 1961, pp. 763-772. [ Links ]

Johnson, James, “Conceptual Problems as Obstacles to Progress in Political Science. Four Decades of Political Culture Research”, Journal of Theoretical Politics, vol. 15, núm.1, 2003, pp. 87-115. [ Links ]

Merelman, Richard M., Partial Visions: Culture and Politics in Britain, Canada and the United States, Madison, University of Wisconsin Press, 1991. [ Links ]

Ortega, Reynaldo, Elecciones presidenciales en México. De la hegemonía al pluralismo, México, El Colegio de México, 2022. [ Links ]

Putnam, Robert, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Princeton University Press, 1993. [ Links ]

Ross, Marc Howard, “Culture and Identity in Comparative Political Analysis”, en Mark Irving Lichbach y Alan S. Zuckerman (eds.), Comparative Politics. Rationality, Culture, and Structure, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, p. 72. [ Links ]

1 Robert A. Dahl, “The Behavioral Approach in Political Science: Epitaph for a Monument to a Successful Protest”, American Political Science Review, 55, 1961, pp. 763-772.

2 Robert Putnam, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Princeton University Press, 1993.

3 Richard M. Merelman, Partial Visions: Culture and Politics in Britain, Canada and the United States, Madison, University of Wisconsin Press, 1991.

4 Marc Howard Ross, “Culture and Identity in Comparative Political Analysis”, en Mark Irving Lichbach y Alan S. Zuckerman (eds.), Comparative Politics. Rationality, Culture, and Structure, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, p. 72.

5 James Johnson, “Conceptual Problems as Obstacles to Progress in Political Science. Four Decades of Political Culture Research”, Journal of Theoretical Politics, vol. 15, núm.1, 2003, pp. 87-115.

6Al menos es lo que hemos encontrado en el análisis de los procesos de cambio político en México. Reynaldo Ortega, Elecciones presidenciales en México. De la hegemonía al pluralismo, México, El Colegio de México, 2022.

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