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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.63 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2023  Epub 09-Jun-2023

 

Reseñas

Ernesto Castañeda y Cathy Lisa Schneider (eds.), Charles Tilly: sobre violencia colectiva, política contenciosa y cambio social

Johan Gordillo-García1 

1Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM johangordillogarcia@gmail.com

Castañeda, Ernesto; Lisa Schneider, Cathy. Charles Tilly: sobre violencia colectiva, política contenciosa y cambio social. Tarriba, Juan Carlos. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto de Investigaciones Sociales, 2022. 587p.


Este libro es la traducción al español de una colección de textos de Charles Tilly (1929-2008) editada en 2017 por Ernesto Castañeda y Cathy Lisa Schneider, cuya publicación estuvo a cargo de Routledge. El trabajo consta de siete secciones, además de los textos introductorios. El prólogo es de Miguel Armando López Leyva, actual director del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien destaca la muy importante responsabilidad que este instituto ha asumido durante varios años para -además de publicar la producción de sus investigadoras e investigadores-, traducir al español obras de trascendencia internacional en la sociología y la ciencia política. Uno de los objetivos del libro, comenta López Leyva, es acercar el trabajo de Tilly a estudiantes que desconocen su amplia obra precisamente por la falta de material traducido al español. Además de retomar esta idea, la presentación de Jorge Cadena-Roa ofrece un panorama general de las contribuciones del autor a la sociología histórica y comparativa, destacando la importancia de este volumen en el marco no sólo de la falta de textos traducidos al español, sino de la calidad de varias traducciones disponibles. En seguida, el prefacio a cargo de Ernesto Castañeda recupera de manera breve, primero, los análisis que Tilly hizo sobre los países hispanoparlantes; segundo, la relación entre su propuesta teórica sobre la construcción de Estados, los movimientos sociales, la política contenciosa y la democratización y, tercero, las complejidades contemporáneas de la democracia en Estados Unidos. La introducción original -cuya autoría no se menciona, pero que es una traducción del texto introductorio de la versión en inglés, escrito por Castañeda y Schneider- ofrece una semblanza de la vida y trayectoria profesional de Tilly y señala sus contribuciones en el amplio mapa de las ciencias sociales.

La primera sección, “Revoluciones y cambio social”, incluye seis capítulos. En el primero, Tilly hace una revisión de su tesis doctoral para explicar por qué la contrarrevolución francesa se dio en la región de La Vendée y no en otros lugares. La revolución, sostiene el autor, recibió más apoyo en las zonas urbanas que en las rurales. Inconforme con la explicación que sostenía que la contrarrevolución inició por el estado mental de la clase campesina que estaba supuestamente acostumbrada a rendir pleitesía a la monarquía, opta por comparar de manera sistemática el occidente francés mediante los cambios posteriores a la revolución, las divisiones y las relaciones sociales, los vínculos entre grupos opuestos a la revolución, y la relación entre las condiciones en Francia antes de la contrarrevolución y con el suceso histórico mismo. Estos elementos se articulan en dos ejes de análisis: uno sobre la urbanización y otro sobre la organización comunal. El análisis destaca el trayecto histórico y, sin demeritar su importancia, ubica las dinámicas microsociales en estructuras y procesos más amplios.

El segundo capítulo, el más corto del volumen, es un fragmento de un libro de Tilly en coautoría con Edward Shorter, en el que ambos analizan las razones de las huelgas en Francia de 1830 a 1968. Cuatro argumentos se presentan en estas páginas: primero, la escala y la intensidad de las huelgas dependen de la organización previa de las personas trabajadoras; segundo, la dislocación y las carencias graves suelen reducir la propensión a emplazar a huelga, salvo cuando las personas están inmersas en organizaciones solidarias; tercero, los conflictos por el poder entre todas las partes involucradas influyen en la velocidad, la distribución y la orientación de las acciones industriales; cuarto, hay distintos tipos de organización industrial que pueden categorizarse en función del grado de burocratización y de los lazos solidarios. En el tercer capítulo, además de hacer una crítica elegante y demoledora a Samuel Huntington, Tilly nos enseña cómo estudiar conceptos muy amplios y debatibles a partir de la operacionalización de la “modernización” y la “revolución”. En un vínculo a algunas de las facetas más reconocidas de su trabajo, utiliza el influyente modelo de la polity, propone condiciones que son necesarias para comenzar revoluciones y, finalmente, señala la relación bidireccional entre la guerra y la creación de Estados, tema que se discute con más profundidad en el séptimo capítulo. El cuarto capítulo es un fragmento del seminal From Mobilization to Revolution. En él, ofrece definiciones clásicas de conceptos como movilización, repertorio y represión. El siguiente capítulo profundiza en el análisis estructural sobre cómo y por qué los movimientos sociales adoptan determinados repertorios contenciosos a partir del caso del zapatismo. El capítulo número seis desarrolla los también reconocidos ocho postulados perniciosos de las ciencias sociales que, a pesar de haber sido publicados hace casi cuatro decenios, mantienen su vigencia y nos ayudan a cuestionar no sólo nuestras prenociones con sus implicaciones epistemológicas y ontológicas, sino también los proyectos intelectuales o ideológicos más amplios.

En seguida, el séptimo capítulo -que inaugura la sección “Creación de Estados”- plantea el argumento en torno a la relación entre la creación de Estados y la guerra para, además, sostener que ambos procesos son ejemplos de actividades del crimen organizado. En la misma línea de pensamiento, en el capítulo ocho, Tilly discute cómo se fueron transformando las guerras en Europa y, aunque no es el tema principal, analiza cómo esa vaga abstracción en torno al “interés nacional” -que en realidad era el interés de los grupos dominantes- pasó a ser clave en la guerra. Los argumentos de estas páginas ofrecen herramientas analíticas para comprender el peligroso proceso que se vive en México con la ampliación de las facultades del ejército para labores civiles.

El noveno capítulo abre la sección “Democracia”. Posicionándose entre las definiciones ideales y las institucionales de la democracia, Tilly ofrece una definición intermedia y relacional. Para advertir sobre lo problemáticas que son las simplificaciones, el autor argumenta que la democracia es como un lago: hay múltiples maneras en las que puede formarse, por lo que ninguna explicación seria podría sugerir que sólo una secuencia de eventos produce estos cuerpos acuáticos. Lo mismo ocurre con la democracia: puede formarse y consolidarse -o no- de diversas maneras, y su origen influye en sus características. En el siguiente capítulo, analiza de dónde provienen los derechos y sostiene que su origen está en la resistencia y la lucha en el ámbito nacional, aunque reconoce que su hipótesis tiene algo de especulación porque es imposible reunir la evidencia empírica comparativa suficiente para sostenerla.

El capítulo once retoma la discusión sobre la democracia, pero a partir de los procesos de la democratización y la desdemocratización. Luego de distinguir entre cuatro tipos de definición de la democracia -constitucional, sustantiva, procesal y orientada al proceso-, Tilly adopta una que parte de la comprensión de las relaciones entre el Estado y la ciudadanía. Para evitar simplificaciones, complejiza su definición con discusiones sobre la capacidad del Estado y con casos inusuales, como la India y Suiza. Luego, propone nueve principios para describir los procesos de democratización y desdemocratización. En el décimosegundo capítulo, se discute el papel de las redes de confianza en la democracia. Sobre esto, el autor argumenta que tres procesos son condiciones necesarias para la democratización: la disolución de redes de confianza segregadas, la integración de redes previamente segregadas y la creación de redes políticamente conectadas. No obstante, agrega, también hay que considerar otros dos procesos relacionados: el aislamiento de desigualdades categóricas de la política pública y la transformación de política pública mediante la ampliación de la participación, la equiparación de participación, el control colectivo sobre el gobierno y la inhibición de poder arbitrario.

La sección “Desigualdad persistente” comienza con evidencia para señalar que la genética no es la única fuente de diferencias en la complexión física de varias poblaciones y grupos sociales, sino que estos contrastes también tienen raíces en las desigualdades socialmente producidas. El capítulo trece se suma a la amplia y aplastante evidencia en contra del mito de la meritocracia. Tilly se posiciona entre Marx y Weber, y reconoce las aportaciones de Bourdieu, para concentrarse en explicar la persistencia de la desigualdad categórica a partir de extremos que tienen relaciones asimétricas con divisiones socialmente reconocibles. Los mecanismos básicos para la reproducción de la desigualdad, sostiene, son la explotación y el acaparamiento de oportunidades -conceptos marxista y weberiano, respectivamente-, mismos que se complementan con dos más: la emulación y la adaptación. El siguiente capítulo se enfoca en el estudio de la pobreza y de la movilidad social. Una vez más, elabora sobre por qué las explicaciones individualistas a partir del mérito son un sinsentido y señala la importancia de pensar en términos relacionales. “Violencia política”, la quinta sección del libro, comienza con el capítulo 15. A partir de ejemplos de conflictos étnico-nacionalistas en la India, Tilly sugiere que la violencia no debe explicarse de manera instrumental ni primordialista, sino a partir del estudio de las conversaciones contenciosas; es decir, de las disputas históricas que presentan exigencias, demandas e intereses contradictorios y que, de cumplirse, alterarían el comportamiento a largo plazo de al menos uno de los participantes. Este tipo de conversación, señala, da forma a la vida social al modificar los conocimientos individuales y colectivos, crear y transformar relaciones sociales, generar instrumentos culturales y borrar o modificar los compromisos de quienes participan en la conversación. Después, el capítulo 16 comienza con una discusión sobre la inutilidad de la distinción entre fuerza (legítima) y violencia (ilegítima). Más adelante, se presenta el concepto de “emprendedores políticos”, que son los intermediarios que activan, conectan, coordinan y representan fronteras sociales, relatos y relaciones.

Aquí, Tilly establece una conexión con sus estudios sobre la desigualdad para explicar cómo los emprendedores políticos acaparan las oportunidades y ejercen prácticas de explotación. Otro tipo de actor analizado es el “especialista violento” que controla los medios para infligir daño, pero que usualmente prefiere evitar la violencia y recurre en primer lugar a amenazas. La interacción entre emprendedores políticos, especialistas violentos y otros actores afecta los límites y las dinámicas de la violencia colectiva. A partir de esta idea, el autor propone algunas condiciones que llevan a resultados de mayor o menor violencia y después analiza -con base en el grado de desigualdad entre las partes- la destrucción coordinada, distinguiendo entre contiendas letales, campañas de aniquilación y terror conspiratorio.

En el último capítulo de la sección, Tilly explica que terror, terrorismo y terroristas son “conceptos políticamente poderosos, pero analíticamente elusivos”. Contrario a la percepción popular impuesta por gobiernos como el de Estados Unidos, los grupos terroristas no son homogéneros ni unitarios, ni se especializan en una sola forma de acción política. En ese entendido, define el terror como una “estrategia de despliegue asimétrico de amenazas y violencia que emplea medios que quedan fuera de las formas de lucha política que normalmente opera algún régimen”. Es decir, son muchos los grupos y redes que pueden ejercer terror, pero usualmente también recurren a otras formas de política. Tilly critica la amplitud discursiva del gobierno estadounidense para que muchas actividades cuenten como terrorismo y luego pasa a una discusión sobre las definiciones en las ciencias sociales y su componente causal, que se complementa con una breve genealogía política del término “terror” en Occidente. La conclusión central: hay una gran variedad de actores que emplean, a veces, el terror como estrategia, así que no hay un conjunto coherente de causalidades que puedan explicar todo tipo de terrorismo.

El capítulo 18, de la sección “Migración, Raza y Etnicidad”, analiza el impacto de la migración -y las redes que con ella se forman- en la desigualdad en Estados Unidos. El argumento se resume en unas cuantas palabras: las redes migran, las categorías permanecen y las redes crean nuevas categorías. Tilly desarrolla una crítica al concepto de “asimilación” al discutir cómo la socialización es colectiva y se da de múltiples maneras entre distintas redes, lo que impositiblita un modelo cultural único al cual acercarse. A partir de la discusión sobre las redes, propone cinco tipos diferentes, pero superpuestos, de migración: colonizadora, coercionada, circular, en cadena y profesional. Luego, el capítulo 19 comienza con el ejemplo de las tensiones en una fiesta en la que participan personas originarias de Bolivia y de Argentina. Aquí discute los problemas de las cambiantes fronteras sociales, definidas como “zonas contiguas de densidad contrastante, transición rápida o separación entre grupos de población o de actividad conectados internamente”. Es decir, las fronteras sociales son fenómenos relacionales que involucran distinciones de diversos tipos. El capítulo analiza, primero, los mecanismos que producen los cambios en las fronteras sociales; segundo, los mecanismos que constituyen -o son en sí mismos- cambios en las fronteras sociales y, tercero, las consecuencias del cambio de fronteras.

El vigésimo capítulo parte de una narración sobre los esfuerzos franceses para asegurar los territorios invadidos en América, con un ejemplo para ilustrar el tipo de alianzas entre poblaciones originarias e invasores -con el objetivo de enfrentar a los ejércitos ingleses ya asentados- durante la llamada Guerra de los siete años. El análisis se enfoca en la integración, por parte de los gobiernos, de redes de confianza previamente segregadas. Tilly identifica siete estrategias: ocultamiento, simulación, clientelismo, depredación, alistamiento, negociación y disolución. El argumento principal de este capítulo indica que “la integración estable de las redes de confianza en los sistemas de gobierno depende de una disminución del control coercitivo, combinada con una mayor dependencia del capital y el compromiso. Ese cambio implica pasar de la represión a la tolerancia y la facilitación”.

La última sección, “Narrativas y explicaciones”, recupera el trabajo que Tilly desarrolló durante los últimos años de su carrera. El capítulo 21 comienza con una serie de ejemplos de las narrativas en torno a la explicación sobre los motivos de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Estas páginas son las primeras del libro Why?, cuyo objetivo principal es analizar las dinámicas sociales de las explicaciones y justificaciones que éstas facilitan para ciertos comportamientos individuales y colectivos. Para el autor, las explicaciones se dividen en cuatro tipos de dispositivos retóricos: convenciones, relatos, códigos y tecnicismos. Estos tipos se diferencian en cuanto a las situaciones en las que se ofrecen, las relaciones sociales entre emisor y receptor, y las consecuencias que pueden producir sobre esas relaciones. De manera muy esquemática, Tilly sostiene que las convenciones y los códigos se basan en criterios de pertinencia más que en explicaciones de causalidad, contrario a los relatos y las explicaciones ténicas. De igual manera, las convenciones y los relatos suelen ser de uso más popular, mientras los especialistas suelen recurrir más a los códigos y las explicaciones técnicas. Todas, en variantes circustancias, confirman, negocian o reparan relaciones sociales.

El capítulo 22 es el introductorio del libro Credit and Blame. La premisa principal es que los procesos de reconocimiento del crédito y los de señalamiento de culpa son esencialmente sociales. En estas páginas, Tilly plantea tres preguntas: ¿qué procesos sociales hacen que se señale a algunos individuos como dignos de crédito o culpa?, ¿qué hace la gente al respecto? y ¿cómo afecta su vida la asignación de créditos o culpas? En seguida, explica cómo estas preguntas abren oportunidades de investigación en el ámbito micro y macro.

Por separado, Sidney Tarrow -cercano colaborador y gran amigo del autor-, Marc Steinberg y Patricia Ewick han sostenido que hay dos Tillys, puesto que su trabajo sobre la formación de Estados y el de acción colectiva no se integraron adecuadamente.1 Si se consideran también las aportaciones a los campos que este libro incluye, no sería equivocado señalar que hay muchos Tillys. Además, es importante considerar que, como apunta Cadena-Roa en la presentación de la traducción, él no tenía miedo de revisar y replantear ideas, por lo que el autor de, por ejemplo, 1978, no es el mismo que el de 2008. No obstante, es importante señalar que Randall Collins considera que el pensamiento general de Tilly podría denominarse interaccionismo social contencioso.2 En cualquier caso, menciono esto porque algunas autoras y autores han advertido que los estudios de los movimientos sociales -en los que Tilly fue pionero- corren el riesgo de convertirse en un campo que dialoga poco con otros y en el que la teoría se estanque.3 En ese sentido, hay que pensar en Tilly como un ejemplo a seguir. Volúmenes como el que aquí se reseña nos invitan a pensar en maneras creativas de integrar varios campos de conocimiento para refinar nuestras teorías a partir de estudios empíricos con evidencia de varias regiones del mundo.

Referencias bibliográficas

Collins, Randall, “The contentious social interactionism of Charles Tilly”, Social Psychology Quarterly, vol. 73, núm. 1, 2010, pp. 5-10. [ Links ]

McGarry, Aidan et al., “Players and arenas: strategic interactionism in social movements studies”, Social Movement Studies, vol. 15, núm. 6, 2016, pp. 634-642. [ Links ]

Steinberg, Marc y Patricia Ewick, “The work stories do: Charles Tilly’s legacy on the provision of reasons, storytelling, and trust in contentious performances”, Research in Social Movements, Conflicts and Change, vol. 35, 2013, pp. 147-163. [ Links ]

Tarrow, Sidney. “The people’s two rhythms: Charles Tilly and the study of contentious politics. A review article”, Comparative Studies in Society and History, vol. 38, núm. 3, 1996, pp. 586-599. [ Links ]

1 Sidney Tarrow, “The people’s two rhythms: Charles Tilly and the study of contentious politics. A review article”, Comparative Studies in Society and History, vol. 38, núm. 3, 1996, pp. 586-599; Marc Steinberg y Patricia Ewick, “The work stories do: Charles Tilly’s legacy on the provision of reasons, storytelling, and trust in contentious performances”, Research in Social Movements, Conflicts and Change, vol. 35, 2013, pp. 147-163.

2 Randall Collins, “The contentious social interactionism of Charles Tilly”, Social Psychology Quarterly, vol. 73, núm. 1, 2010, pp. 5-10.

3 Aidan McGarry et al., “Players and arenas: strategic interactionism in social movements studies”, Social Movement Studies, vol. 15, núm. 6, 2016, pp. 634-642.

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