SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.62 número3Actores del “sector medio desconocido”. La gobernanza global entre bastidores¿Amigos por siempre? Rupturas en el PRI y su efecto en el gasto social durante el autoritarismo electoral en México (1988-2000) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.62 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2022  Epub 15-Ago-2022

https://doi.org/10.24201/fi.v62i3.2923 

Artículos

El PRD y su lucha por el poder presidencial en México

The PRD and the struggle for presidential power in Mexico

Le PRD et sa lutte pour le pouvoir présidentiel au Mexique

René Torres-Ruiz1 

1Universidad Iberoamericana, rene.torres@ibero.mx


Resumen:

Este artículo ofrece una perspectiva amplia en torno a las diversas ocasiones en las que el PRD participó en las elecciones presidenciales entre 1988 y 2018. Treinta largos años en los que, gracias a un proceso de cambio político, se logró impulsar una transformación en el sistema electoral y de partidos en México. Estos cambios, a su vez, permitieron que el PRD fuera un partido competitivo y, en más de una ocasión, contendiente a la presidencia. Este artículo tiene además el propósito de mostrar los aciertos y errores que este partido de izquierda cometió en los comicios presidenciales en los que participó y, también, exhibir las intervenciones ilegales de los distintos actores formales y fácticos con la intención de impedirle al PRD llegar a la presidencia.

Palabras clave: PRD; izquierda; México; elecciones presidenciales; partidos políticos

Abstract:

This article offers a wide-ranging perspective on the different occasions on which the PRD participated in presidential elections between 1988 and 2018. Thirty long years in which, thanks to a process of political change, it was possible to promote a transformation in the electoral and party system in Mexico. These changes, in turn, enabled the PRD to become a competitive party and, on more than one occasion, a serious contender for the presidency. The article also aims to set out the successes and mistakes that the left-wing party committed in the presidential elections it participated in, as well as to disclose the illegitimate interventions carried out by different formal actors and the powers that be, with the aim of preventing the PRD from reaching the presidency.

Keywords: PRD; the Left; Mexico; presidential elections; political parties

Résumé:

Cet article offre une large perspective sur les différentes occasions auxquelles le PRD a participé aux élections présidentielles entre 1988 et 2018. Trente longues années au cours desquelles, grâce à un processus de changement politique, il a été possible de promouvoir une transformation du système électoral et le système de partis au Mexique. Ces changements, à leur tour, ont permis au PRD d’être un parti compétitif et, à plus d’une occasion, un adversaire en vue du mandat présidentiel. Cet article a également pour but de montrer les succès et les erreurs que ce parti de gauche a commis lors des élections présidentielles auxquelles il a participé et, également, d’exposer les interventions illégales des différents acteurs formels et factuels dans le but d’empêcher le PRD d’obtenir la présidence.

Mots clés: PRD; gauche; Mexique; élections présidentielles; partis politiques

Introducción

En 1987 se dio un rompimiento en el seno del grupo priista gobernante entre los “políticos tradicionales” adheridos al nacionalismo revolucionario y un nuevo grupo de políticos “tecnócratas” que esgrimían una fórmula económica nueva: el neoliberalismo. Esta ruptura generó un largo proceso de transformación de los mecanismos a través de los cuales se accedía al poder político en México. La metamorfosis del régimen fue claramente perceptible, sobre todo en el terreno de la lucha partidista y las elecciones. Esta esfera se amplió, se pluralizó y los derechos políticos se fortalecieron, permitiendo que el sufragio universal se respetara y fuera protegido por un conjunto de leyes, instituciones y autoridades.

Estas instituciones y reglas ayudaron a limitar y regular las elecciones, que son el mecanismo que permite a los competidores por el poder acceder a puestos de elección popular revestidos de una auténtica representación, bajo la premisa de que sólo aquellos que son elegidos pueden ser considerados como representantes ciudadanos. De este modo, las elecciones “dan instrucciones a los representantes para que hagan lo que los ciudadanos harían si estuvieran en ese cargo”.1

Pues bien, este proceso generó, entre varios cambios políticos, el nacimiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que muy pronto se convirtió en el actor aglutinador y articulador de nuevas formas de movilización, lucha social y disputa por el poder, sobre todo desde la izquierda, y transformó el bipartidismo que se perfilaba en el país, con el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), ampliando la representación. Con ésta, el PRD pudo ser un actor central en el proceso de cambio político que se puso en marcha (o se aceleró) desde 1988, posicionando temas de gran relevancia desde la izquierda, como, por ejemplo, recuperar la función social del Estado, representar los intereses de los sectores sociales más desfavorecidos, el combate a la corrupción, la defensa de los derechos humanos, etcétera.

El PRD fue, desde 1988 (aún como FDN) un partido electoralmente importante que, con el tiempo, se convirtió en un actor competitivo si hacemos caso a la definición de Giovanni Sartori en cuanto a lo que es y significa un sistema de partidos competitivo. En este sentido, el autor italiano establece tres criterios generales: a) cuando dos o más partidos obtienen resultados aproximados y ganan las elecciones por escasos márgenes; b) cuando a los enfrentamientos electorales no se les ponen límites y pueden llegar a disputarse hasta el final, y c) cuando los partidos principales se acercan a una distribución casi igual de fuerzas.2 Estas tres características fueron las que empezaron a ganar terreno en el escenario electoral mexicano a partir de 1988, consolidándose en el año 2000 y continuando bajo esa tónica hasta 2012. En 2018 algo cambió, el país experimentó un realineamiento de los votantes, pues los consensos y posicionamientos ideológicos cambiaron y los sistemas de intereses de los diferentes sectores sociales parecen haberse transformado en parte a lo largo del sexenio peñista, generando con ello que los patrones de votación se modificaran y las bases electorales se redistribuyeran.3

De este modo, el PRD experimentó un crecimiento electoral paulatino que le dio la posibilidad de participar y disputar de manera significativa la presidencia de la República, principalmente en los comicios de 2006 y 2012. Pero en ese andar cometió errores y tuvo aciertos que lo llevaron en ciertas ocasiones a perder la contienda y, en otras, a ser obstaculizado cuando casi tenía al alcance de la mano la titularidad del poder presidencial. De esos avatares trata este artículo; de las decisiones, hechos y comportamientos de ciertos actores, que no le permitieron al PRD alcanzar la presidencia del país durante los treinta años en que lo intentó.

En este trabajo parto de la premisa de que el FDN y el PRD fueron competitivos, en el sentido ya mencionado, en todas las elecciones presidenciales en las que participaron, alcanzando el segundo lugar en varias de esas contiendas, excepto en 2000 y 2018. La segunda parte de esta idea es que el PRD pudo ser competitivo aun a pesar de que el sistema de gobierno (conducido por el PRI y PAN) interfirió, en más de una ocasión, con tácticas ilegales y antidemocráticas, para que este partido obtuviera la presidencia de la República por vía del voto popular.

El artículo se sustenta en una exposición de mis ideas y reflexiones sobre el tema, a partir de la consulta de información hemerográfica que me permitió reconstruir ciertos acontecimientos. También se basa en literatura especializada sobre el PRD. El carácter de la exposición es fundamentalmente descriptivo, siguiendo una línea del tiempo que revisa las sucesivas elecciones presidenciales de 1988 a 2018. El propósito de este texto no es detenerse en la caracterización del partido y su evolución organizativa, sino describir y analizar eventos específicos en el contexto de las contiendas electorales presidenciales referidas, que permitan tener una visión histórica de conjunto en cuanto a la participación del PRD en esas coyunturas electorales. El enfoque de la investigación se realiza desde el institucionalismo histórico que, entre otros aspectos, pone atención en coyunturas críticas y procesos de largo plazo; al considerar estas cuestiones, busca hacer visibles y comprensibles contextos más amplios, así como los procesos políticos que interactúan en el tiempo.4

Elección presidencial de 1988

El 12 de enero de 1988 se constituyó el Frente Democrático Nacional (FDN), gracias al acuerdo firmado por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) y el Partido Popular Socialista (PPS). El surgimiento del FDN significó un importante “[…] realineamiento partidario, lo que provocó que por primera vez el candidato del PRI fuera postulado únicamente por su partido”.5 El frente opositor postuló como candidato a la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas. La candidatura de Cárdenas fue relevante porque proporcionó un proyecto nacional a diversos movimientos sociales y corrientes políticas que no lo tenían, y al que aspiraban y apelaban desde 1968.6

La inédita unión de estos tres partidos fue importante, básicamente, porque permitió el registro de Cárdenas como candidato presidencial pero, si pensamos en lo relativo a la obtención de votos y movilización social del FDN, debe reconocerse que esto se debió, sobre todo, al conjunto de organizaciones y movimientos sociales que arroparon a Cárdenas.

Para que el FDN pudiese constituirse como una oposición sólida, fue necesaria la conjunción de cuatro corrientes políticas: 1) la disidencia priista proveniente de la Corriente Democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, y que profesaba el nacionalismo revolucionario; 2) la izquierda socialista independiente, representada por el Partido Mexicano Socialista (PMS)7 (heredero del PCM y del PSUM); 3) la izquierda social, integrada por movimientos y organizaciones sociales con ideologías radicales y críticos de la “izquierda reformista” y la “legalidad burguesa”, es decir, escépticos frente a las nuevas expectativas que ofrecía la participación electoral;8 y 4) los partidos “satélites”: PARM, PFCRN y PPS, que le permitían al sistema político mantener una apariencia democrática de pluralismo político electoral.

De este modo, se gestó un amplio frente democrático que permitió tener una candidatura opositora muy competitiva. La campaña de Cárdenas dio inicio en Morelia, Michoacán (tierra natal del cardenismo), a un paso lento, pero a fines de febrero se celebró un mitin en San Pedro de las Colonias, Coahuila, en La Laguna, donde el candidato del FDN fue muy bien recibido por la ciudadanía. A partir de entonces la campaña iría en ascenso.9

Un acto proselitista muy significativo ocurrió el 18 de marzo, en la conmemoración de la expropiación petrolera. En aquella ocasión el FDN llenó el Zócalo. “A partir de ese momento -como ha dicho Semo10-, aparecieron el culto a Cuauhtémoc Cárdenas y los mitos que lo sustentaban. El hijo era el continuador del padre y estaba llamado a llevar a buen fin la obra iniciada por éste”. Ese mismo día, en el mismo lugar, pero en horario distinto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no pudo llenar la plaza. En las semanas sucesivas la campaña cardenista siguió creciendo y generando expectativas.

Pese a la oposición del gobierno y de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en mayo se desarrolló una de las mayores concentraciones registradas en la UNAM hasta ese momento -cerca de 50 ٠٠٠ asistentes-. La explanada situada frente a rectoría se desbordó de estudiantes y profesores para escuchar el mensaje de Cárdenas a los universitarios, donde el candidato fijó su postura sobre la educación superior.11 También habló de soberanía y del significado de la seguridad nacional, diciendo que ésta no se basaba en la represión, sino en que el Estado hiciera valer el bienestar y los derechos sociales. A partir de ese momento, “las universidades fueron su territorio natural”.12

Las concentraciones y mítines encabezados por el FDN en distintos estados del país mostraban una gran convocatoria. El neocardenismo recibió gran apoyo de diversos grupos, como el Movimiento Urbano Popular (MUP), formado en su mayoría por organizaciones surgidas de los sismos de 1985 en la Ciudad de México y cuyas dirigencias fueron presionadas por sus bases para sumarse a la campaña opositora.13 Al mismo tiempo, hacían presencia en favor del “hijo del general”, agrupaciones estudiantiles, feministas, organismos civiles, organizaciones campesinas, etcétera, que se adherían a las jornadas electorales reivindicando los derechos políticos y apropiándose del lenguaje democrático liberal, con lo que estos actores iniciaban un nuevo campo de trabajo en sus prácticas sectoriales.14 Estos sectores contribuyeron al surgimiento de una nueva cultura cívica: la cultura de la participación, en este caso en torno a lo electoral.

Durante la campaña, Cárdenas enfrentó embates del gobierno y de los medios de comunicación. Desde Televisa, Jacobo Zabludovsky, comunicador de la televisora, lanzó la campaña: “Cárdenas es un traidor”, que contrastaba con la percepción positiva que la ciudadanía tenía de Cárdenas, en donde se resaltaba su honestidad.15 Además, la televisión cubría mayoritariamente la información referente al PRI, haciendo caso omiso del Partido Acción Nacional (PAN) y el FDN. Pero no sólo los medios electrónicos adoptaron esta postura, también lo hizo la prensa, que mantuvo una cobertura tendenciosa en favor del candidato priista.

En una atmósfera de zozobra, inestabilidad y violencia, llegó la jornada electoral. En la elección presidencial emitieron su voto 19 106 176 ciudadanos, equivalente a 50.28% de la lista electoral, es decir, se registró un 49.72% de abstencionismo. La cifra más alta en este sentido “conocida en una elección presidencial en los tiempos del priato”.16 Esto es, si tomamos como referencia la población total nacional con derecho a votar (52.2 millones), tenemos que sólo 36% sufragó y 64% se abstuvo.17

En la tarde de aquel 6 de julio, cuando la red de cómputo anunciaba que el candidato del FDN iba adelante en las votaciones del Distrito Federal y el Estado de México, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, anunció: “Se cayó el sistema”. Ante un escenario adverso, el régimen se apresuró a poner en funcionamiento toda su maquinaria para cometer un fraude electoral.

El 7 de julio, el presidente del PRI, Jorge de la Vega, anunciaba que el aspirante priista Carlos Salinas había ganado los comicios de manera “contundente, legal e inobjetable”. Al día siguiente, Salinas pronunciaba un discurso aceptando el crecimiento electoral de la oposición y afirmando que “la época del partido prácticamente único” había terminado (hechos que quedaron consignados en los periódicos de la epóca). Las cifras finales eran: el PRI obtenía el 50% de los votos, el FDN el 31% y el panista Manuel J. Clouthier el 17% (ver cuadro 1). Estos resultados no correspondían a lo vivido en el proceso electoral.

Cuadro 1 Resultados de la elección presidencial de 1988 

Partido o coalición Candidato Votos Porcentaje
PRI Carlos Salinas 9 687 926 50.74
FDN Cuauhtémoc Cárdenas 5 929 585 31.06
PAN Manuel J. Clouthier 3 208 584 16.81
PDM Gumercindo Magaña 190 891 1.00
PRT Rosario Ibarra 74 875 0.39
Votos válidos 19 091 861 96.54
Votos nulos 584 929 2.96
Candidatos no registrados 100 139 0.51
Votación italicitida 19 776 929 100.00
Totales
Lista nominal 38 070 000 100.00
Participación 19 776 929 51.95
Abstención 18 293 071 48.05

Fuente: elaboración propia con datos del Dictamen del Colegio Electoral.

El FDN y el PAN desconocieron los resultados y se movilizaron en defensa del voto. En esas jornadas de protesta participaron organizaciones urbano-populares, colectivos de mujeres, contingentes de jóvenes y organizaciones sociales y campesinas que se habían involucrado en la campaña cardenista. Algo llamativo en las movilizaciones era que podía observarse la amplia presencia de miles de ciudadanos sin partido y sin organización, incluso más que los militantes de partidos u organizaciones.

Posteriormente, el 21 de octubre tuvo lugar la asamblea a la que asistieron delegados de diversas partes del país representando a las fuerzas políticas y sociales que habían apoyado al FDN. Ahí se anunció la decisión de crear un nuevo partido y, días más tarde, el 20 de noviembre en el Zócalo, Cárdenas llamó a sus simpatizantes a replegarse y regresar a casa; fue la aceptación de la imposición priista. Al final, la realpolitik se impuso y Cárdenas se dedicó a construir un nuevo partido que llevaría por nombre Partido de la Revolución Democrática (PRD), además de conminar a sus partidarios a continuar la lucha en batallas democráticas futuras. La Asamblea Nacional Constitutiva del PRD se llevó a cabo los días 5, 6 y 7 de mayo de 1989, y obtuvo el registro el 26 de ese mismo mes y año.18

Al igual que sucedió con la formación del FDN, en la fundación del PRD convergieron cuatro corrientes políticas: 1) la disidencia priista que formó la Corriente Democrática, 2) la izquierda socialista independiente que militaba en partidos, cuya representación residía fundamentalmente en el Partido Mexicano Socialista (PMS), 3) la izquierda social integrada por diversos movimientos y organizaciones sociales, y 4) una parte de la militancia de los partidos “paraestatales”. De este modo, el PRD fue resultado de un gran caleidoscopio de partidos y organizaciones sociales de izquierda, y de la propia Corriente Democrática del PRI, que le dieron un sello particular. Es un partido que recupera y se nutre, desde su fundación misma, de la larga y dificultosa lucha de las izquierdas por transformar y democratizar el país. Así, las organizaciones y los movimientos sociales fueron un actor central en la creación del partido, no sólo apoyando e impulsando su constitución, sino aportando ideas, estrategias de lucha, un debate nutrido y crítico frente a una realidad política que estaba en plena transformación.19 Estos grupos sociales contestatarios, como nos lo recuerda Hélène Combes,20 también aportaron el mayor número de militantes al partido en construcción, incluso más que los que provenían de partidos políticos.

En relación con este tema, el politólogo francés, Maurice Duverger, señaló en algún momento que “[…] los partidos sufren profundamente la influencia de sus orígenes”.21 En el caso del PRD, esta idea ha quedado claramente de manifiesto. Desde su gestación -como ya decía- encontramos la coincidencia de un amplísimo mosaico de posiciones ideológicas, de militantes de organizaciones y partidos que, aunque casi todos alineados a la izquierda dentro de la geografía ideológica, no dejaban de mostrar importantes matices, diferencias profundas y concepciones divergentes de lo social y de la política, que hacían, de suyo, sumamente complicada y compleja la convivencia e interacción de todos esos grupos en el interior del PRD.22

Elección presidencial de 1994

Las elecciones de 1988 fueron el inicio de una nueva era política para México.23 Con ellas emergieron las reglas y prácticas de una incipiente democracia electoral, y surgió el sistema de los tres grandes partidos nacionales que, durante mucho tiempo, le dio identidad a la lucha comicial en México.24 Además, este “tripardismo fundamental (PRI, PAN y PRD)” fue complementado desde entonces por “algunos partidos menores”.25

En este sentido, es pertinente resaltar la creación del PRD que muy pronto se convirtió en el “primer partido de centro-izquierda electoralmente viable en un país de izquierdas pulverizadas y puramente testimoniales”.26 Con los años, el PRD consolidó una presencia electoral a nivel nacional, expresándose esto en distintos comicios tanto legislativos como presidenciales. La presencia del PRD en el escenario electoral transformó el proceso democratizador que se estaba viviendo por aquellos años, en donde se perfilaba un sistema bipartidista PRI-PAN. Pero, consolidar esta presencia no fue fácil, ya que después de 1988 el partido enfrentó al salinismo y al gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000), que se encargaron sistemáticamente de perseguir al perredismo, sometiendo a sus militantes a intimidaciones, agresiones, acoso y asesinatos.

Por eso mismo, el segundo intento de Cárdenas por arribar a la silla presidencial fue significativo, ya que representó un proceso de continuidad, institucionalización y presencia electoral de un partido de izquierda con la capacidad para competir y obtener puestos de representación, algo que años atrás resultaba imposible dado que la izquierda fue confinada a la clandestinidad durante la hegemonía del PRI. También 1994 fue relevante para el PRD y Cárdenas porque “se pondría a prueba la tesis perredista según la cual la elección de 1994 sería una repetición de la de 1988, y muy probablemente llevaría a Cárdenas a la presidencia”.27 Como se sabe, esta tesis no se cumplió, por el contrario, el PRD obtuvo uno de sus peores resultados en su pugna por llegar a la presidencia.

Por otro lado, 1994 es un año de sucesos políticos, económicos y sociales que marcaron la vida nacional. Ese año surgió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), declarándole la guerra al Estado mexicano. Igualmente, entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, también conocido como TLC), suscrito por Canadá, Estados Unidos y México. El 23 de marzo, en la ciudad de Tijuana, ocurrió el magnicidio del candidato presidencial priista, Luis Donaldo Colosio. Este asesinato, sumado a la insurgencia zapatista, generó en la población incertidumbre y temor ante lo que podría ocurrir en el país, desestabilizando las campañas electorales de la oposición. A raíz de la violencia que rodeaba los comicios, el PRI implementó la campaña del “voto del miedo”, que incidió, en alguna medida, para que la ciudadanía no respaldara a Cárdenas.

Por último, a los pocos días de consumada la sucesión presidencial, se presentó una fuerte crisis económica (el así llamado “error de diciembre”), resultado de los malos manejos de la política económica por parte del presidente saliente, Carlos Salinas, y de su sucesor, Ernesto Zedillo, quien había tomado el lugar del malogrado Colosio. Todos estos hechos afectaron la campaña cardenista, pero también pesaron los errores del PRD y su candidato. Veamos.

En plena campaña, Cárdenas visitó la localidad de Guadalupe Tepeyac, en el municipio de Las Margaritas, territorio controlado por el EZLN, donde tuvo un desencuentro con el vocero zapatista, el subcomandante Marcos, quien criticó al PRD por su incongruencia política, por no practicar la democracia interna y por no ser un partido auténticamente de izquierda; y aunque la crítica era sobre todo contra el PRD, también representó un fuerte revés para Cárdenas. Es verdad que Cárdenas decía entender las causas de la rebelión zapatista, y el neozapatismo y el neocardenismo coincidían en algunos de sus objetivos y planteamientos, por ejemplo, la reforma democrática y la reinstauración de la legalidad y legitimidad que Salinas había hecho añicos a lo largo de su sexenio; no obstante,es igualmente cierto que Cárdenas no supo construir un discurso coherente en torno a la problemática indígena. En ocasiones mostraba cierta afinidad y luego marcaba distancia. Esta indefinición ocasionó que perdiera el apoyo de algunos simpatizantes del zapatismo y de un sector ciudadano que veía al EZLN como una amenaza.

Respecto al TLC, las cosas no fueron muy distintas. Frente a este tratado comercial, Cárdenas adoptó una actitud vacilante. No logró articular un discurso convincente y desprenderse de la imagen de populista ante los inversionistas, empresarios e importantes sectores de la sociedad. Por momentos, el perredista se declaraba anti-TLC y antiprivatización, pero luego señalaba que, una vez ganados los comicios, no instrumentaría una política de estatizaciones y respetaría el tratado.28 Tal vez esta indecisión del político perredista haya sido una causa condicionante para que un sector de la sociedad lo viera con desconfianza.

En la carrera presidencial, llegó el 18 de marzo, un aniversario más de la expropiación petrolera, fecha emblemática para el cardenismo. En esa ocasión las cosas no sucedieron como en 1988, cuando la plaza del Zócalo capitalino se volcó en favor de Cárdenas. En 1994 ni la concurrencia fue tan nutrida ni la comunión entre el candidato y sus seguidores se dio con la misma intensidad. Pero no sólo eso, en ese acto, Muñoz Ledo, presidente nacional del PRD, manifestó su respaldo a la reforma electoral pactada recientemente. Cuando Cárdenas tomó la palabra, se opuso a esa reforma, argumentando que era insuficiente y que permitiría legitimar el fraude.29 El mensaje que llegó a la ciudadanía con la divergencia entre el candidato y el dirigente partidista fue de confrontación. Una parte de la prensa nacional hizo eco de las discrepancias perredistas y señaló que el PRD se dividía.30

Por otra parte, en estos comicios se dio el primer debate televisado entre los distintos contendientes a la presidencia: Ernesto Zedillo del PRI, Diego Fernández de Cevallos del PAN y Cárdenas. En el encuentro, Fernández de Cevallos tuvo un buen desempeño y mostró su capacidad como orador y polemista. Andrea Dabrowski,31 quien fue en 1994 la coordinadora de información internacional en la campaña de Cárdenas, asegura que éste no llegó bien preparado al debate y que ello le valió perderlo y quedar rezagado en la contienda. En ese encuentro, el panista descalificó a Cárdenas recordándole su pasado priista y el perredista no le respondió; años más tarde reconoció que no hacerlo fue un “grave error”.32 Después del debate, la popularidad de Cárdenas cayó en las encuestas hasta el 11%.33

Con su mala preparación para el debate quedó claro que Cárdenas no tomaba con seriedad a los medios de comunicación que, en política, tienen un papel importante. A pesar de ello, los desatendió y privilegió -como en 1988- las concentraciones en plazas públicas y en giras por todo el país. Esta estrategia no fue suficiente para traducir las plazas pletóricas de ciudadanos en urnas llenas. En 1994 se tenía mayor acceso a los medios y los perredistas no hicieron buen uso de ellos para llevar su mensaje a más personas, sin que esa medida significara descuidar la plaza pública. Esta decisión colocó a Cárdenas en franca desventaja frente a sus opositores, que sí acudieron a los medios y diseñaron una buena estrategia para esos espacios.

Finalmente, llegó el día de la elección y la gente votó mayoritariamente por el PRI, lo que no quiere decir que a lo largo del proceso comicial no se hubiesen presentado prácticas indebidas; por el contrario, éstas existieron y fueron reportadas por las organizaciones observadoras y por los partidos opositores. La compra del voto y el “acarreo” siguieron siendo distintivos priistas. Pero los observadores nacionales y extranjeros señalaron que ninguna de las irregularidades registradas, aisladas o en conjunto, alteraban el sentido del voto. Sin embargo, era claro que el PRI aún contaba con más recursos que el resto de los partidos. Puede decirse que en esa elección los sufragios se contaron limpiamente, pero en paralelo hubo una flagrante ine quidad.34

Un dato interesante de esta elección es que la participación fue de 77.16%, algo no visto antes en México y tampoco muy común en sistemas democráticos consolidados, de ahí su particularidad. Es probable que el alto nivel de participación respondiera a que la ciudadanía vio en las elecciones la posibilidad de participar e incidir en la construcción de la democracia y en la solución de los problemas por la vía pacífica. Era una manera de evitar mayor violencia e inestabilidad política y social. En esa ocasión, la ciudadanía buscó el cambio (reformas democráticas) y estabilidad, con la continuidad del PRI en el gobierno.

Así, se consumaba la segunda derrota de Cárdenas en la búsqueda por la presidencia, ubicándose en el tercer puesto detrás de Zedillo y Fernández de Cevallos (ver cuadro 2). Los resultados permiten observar que se avanzó en la consolidación de las tres principales fuerzas políticas: PAN, PRI y PRD, que mostraban una propensión a tener un alcance cada vez más nacional y menos regional. Esto puede observarse si adoptamos la definición de Jones y Mainwaring35 en cuanto a que los partidos son efectivamente nacionales sólo cuando no muestran importantes diferencias electorales en el voto obtenido en cada una de las provincias de un país. Aunque las condiciones de competencia aún eran endebles, la distribución del voto por partido y región permitía observar un sistema más competitivo y plural. Incluso podría decirse que “México realizó sus primeras elecciones nacionales más o menos honestas y competidas desde la Revolución de 1910”.36 Después de 1994, la era del partido hegemónico quedó atrás.

Cuadro 2 Resultados de la elección presidencial de 1994 

Partido Candidato Votos Porcentaje
PRI Ernesto Zedillo 17 181 651 48.69
PAN Diego Fernández de Cevallos 9 146 841 25.92
PRD Cuauhtémoc Cárdenas 5 852 134 16.59
PT Cecilia Soto 970 121 2.75
PVitalic Jorge González Torres 327 313 0.93
PFCRN Rafael Aguilar Talamantes 297 901 0.84
PARM Álvaro Pérez Treviño 192 795 0.55
PPS Marcela Lombardo 166 594 0.47
PDM Pablo italicilio Madero 97 935 0.28
Candidatos no registrados 43 715 0.12
Votos válidos 34 233 285 97.02
Votos nulos 1 008 291 2.86
Votación italicitida 35 285 291 100.00
Totales
Lista nominal 45 729 053 100.00
Participación 35 285 291 77.16
Abstención 10 443 762 22.84

Fuente: elaboración propia con datos del IFE.

Elección presidencial de 2000

Tras haber ganado en 1997 las primeras elecciones democráticas en la Ciudad de México con las que Cárdenas se convirtió en jefe de gobierno, el PRD “aparecía ante propios y extraños como un partido con la capacidad para dirigir la alternancia democrática en México”.37 No obstante, por diversas razones, el PRD llegó desgastado a las elecciones de 2000. Algunas de esas razones fueron errores tácticos, acciones de gobierno desafortunadas, mal funcionamiento y planeación por parte del PRD.

La confianza depositada en este partido por un sector de la sociedad disminuyó después de que en sus comicios internos de marzo de 1999 se presentaran un sinfín de irregularidades y salieran a relucir conflictos entre distintas tribus perredistas. Prácticas corruptas, coacción y compra de votos, fraude electoral y acarreo de votantes, fueron constantes de una elección desastrosa que dejó tras de sí huellas de desencanto entre los ciudadanos.

Encuestas levantadas por la Fundación Rosenblueth, unas realizadas antes de las elecciones perredistas y otras aplicadas en noviembre de 1999, indicaban que una parte de la ciudadanía le había retirado la confianza al PRD. En las encuestas previas a las elecciones, las personas relacionaban preferentemente al PRD con la democracia y el cambio, mientras que al PAN y al PRI los ubicaban en segundo y tercer lugar, respectivamente. Después de los comicios perredistas, la ciudadanía colocó al PAN en primer lugar, al relacionarlo con la democracia y con la capacidad de propiciar un cambio en la sociedad, y al PRI lo ubicó en segundo puesto, mientras que el PRD cayó hasta el tercer lugar. El impacto negativo que tuvieron los descompuestos comicios internos del PRD fue enorme. La ciudadanía dejó de ver a este partido como aquel capaz de impulsar un cambio político y apuntalar la democracia en México, y le concedió ese lugar al PAN. Su debilidad institucional quedó en evidencia y ello repercutió en el electorado. El partido que había denunciado el fraude durante años lo practicaba a su interior y, no sólo eso, sus dirigentes, con tal de salvar la imagen partidaria, pisoteaban la propia legalidad.38

Además de las desaseadas elecciones perredistas, en abril de 1999 se presentó la huelga de la UNAM, ante la cual Cárdenas y su partido tuvieron una actitud vacilante. Lo que estaba en juego en el conflicto universitario era el tema de las cuotas, es decir, el acceso o no de los jóvenes a la educación superior. Ese era el leitmotiv de la protesta. El Consejo General de Huelga (CGH) se dividió, por lo menos, en dos vertientes: moderados y radicales (“ultras”, les llamaban), los primeros liderados off the record por Carlos Ímaz, quien era el director de participación ciudadana en la administración de Cárdenas. Por supuesto, al quedar de manifiesto la vinculación de un ala del movimiento estudiantil con el PRD, la imagen del partido se deterioró ante un sector de la ciudadanía. Asimismo, Cárdenas cometió otro error: ordenó la intervención de la policía para evitar una confrontación entre estudiantes contrarios a la huelga e integrantes del CGH, lo que le valió que éste lo declarara personaje non grato.39

Así, el perredismo, debido a su intervención desafortunada en el conflicto de la UNAM, enfrentó una situación complicada que lo desacreditó en el interior del propio movimiento y ante la sociedad. Cárdenas nunca se pronunció enfáticamente sobre la problemática ni tuvo la habilidad de convertirse en un factor de solución. Guardó distancia, silencio, pero permitió al mismo tiempo que un sector de su partido (encabezado por Ímaz) interviniera en la movilización tratando de manipularla y capitalizarla en su favor. Lo cierto es que ni Cárdenas ni el PRD supieron cómo actuar ante la complicada coyuntura, y ello mermó su imagen y el respaldo popular que pudiesen haber obtenido de cara a las elecciones de 2000.

Otro aspecto en este proceso electoral es lo relativo al intento de constituir una coalición entre el PAN y PRD. Esta propuesta fue inicialmente de Cárdenas, sin embargo, el intento fracasó, produciendo un efecto social de modo que los comicios presidenciales se convirtieron en una suerte de referéndum en que se preguntaría si el PRI debía o no continuar gobernando. Es probable que esto haya sido una causa del descalabro electoral del PRD en el 2000, dado que en esa ocasión la mayoría de la gente se pronunció por la no continuidad del PRI en el gobierno40 y decidió apoyar al candidato con más posibilidades de derrotar al partido gobernante, es decir, a Vicente Fox, el opositor mejor posicionado en las encuestas.

Después de que se interrumpieran las conversaciones para formar la coalición, el PRD terminó aliándose con el Partido del Trabajo (PT) y tres partidos emergentes: Alianza Social (PAS), Sociedad Nacionalista (PSN) y Convergencia por la Democracia (CD), integrando la “Alianza por México”, que representó electoralmente muy poco para el PRD y más bien se convirtió en un hándicap que le impidió competir adecuadamente en los comicios. Por otro lado, en 2000 hubo dos factores determinantes tanto en la derrota perredista como en los resultados del proceso electoral: 1) la propuesta de cambio de Fox, revestida de una buena campaña publicitaria; y 2) el controvertido voto útil.

En relación con lo primero hay que decir que Fox y su equipo instrumentaron estrategias de mercadotecnia política muy exitosas que lograron capitalizar un sentimiento generalizado de rechazo hacia el PRI. La idea de “sacar al PRI de Los Pinos” fue muy sugerente y, ante ella, este partido no tuvo respuesta.41 Esta idea estaba muy enraizada e interiorizada entre muchos ciudadanos que deseaban dar un vuelco en materia política. El gran acierto foxista consistió en captar y encauzar adecuadamente ese sentimiento popular.

Ese descontento de la gente lo capitalizaron muy bien Fox y el PAN, arrebatándole la idea de cambio a Cárdenas y al PRD que, como ya dije, aparecían en 1999 como los actores capaces de impulsar un cambio democrático en el país. Pero, con el tiempo, Fox construyó una imagen del hombre de cambio, del político capaz de acabar con el PRI y de instaurar un sistema democrático. Estas propuestas fueron bien recibidas por millones de mexicanos, expresando en las urnas su deseo de que desapareciera el Estado-PRI y surgiera en su lugar un nuevo régimen.

El otro aspecto crucial en 2000, que propició la derrota del PRD y el triunfo del PAN, fue el voto útil. La idea de este tipo de voto resultó atractiva entre amplias capas sociales opositoras al PRI. Este planteamiento se dio, sobre todo, en la elección presidencial, incidiendo significativamente en favor de Fox. El debate en torno a esta propuesta se daba entre quienes defendían un pragmatismo apegado a la realpolitik y los que argüían razones en defensa de los principios. Entre los primeros, se decía que votar por el candidato opositor mejor posicionado en las encuestas equivalía a derrotar al PRI y no hacerlo sería desperdiciar el voto. Los segundos hablaban de que el voto útil era por el candidato al que se considerara mejor alternativa de solución a los diversos problemas del país.

No obstante, la primera idea del voto útil fue la que se impuso. Fox utilizó hábilmente este voto para lograr el apoyo de aquellos que por lo general sufragaban por otros candidatos opositores, asegurando que sólo él era capaz de vencer al PRI. El candidato que más votos útiles aportó al triunfo foxista fue Cárdenas, lo que pudo apreciarse observando el voto diferenciado al que recurrió un sector del electorado que, presumiblemente, mantuvo su primera preferencia partidista al elegir legisladores, pero decidió respaldar a Fox en la contienda presidencial. En otras palabras, Cárdenas fue quien más votos perdió respecto a las elecciones para senadores y diputados.42

Así, el 2 de julio de 2000, en unas históricas elecciones, el PAN ganó la presidencia. El PRI, después de 71 años de gobernar, fue derrotado. Este hecho representó la culminación de un largo proceso construido desde la periferia, cuando los partidos de oposición fueron poco a poco obteniendo triunfos en presidencias municipales, congresos locales y gubernaturas, hasta llegar al centro. En el ámbito electoral, lo local fue transformándose gradualmente hasta impactar en lo nacional. Aquel memorable día, los resultados fueron: 42.52% de los votos para Fox; 36.11% para Francisco Labastida, y 16.64% para Cárdenas (ver cuadro 3).

Cuadro 3 Resultados de la elección presidencial de 2000 

Partido o coalición Candidato Votos Porcentaje
Alianza por el Cambio(PAN-PVEM) Vicente Fox 15 989 636 42.52
PRI Francisco Labastida 13 579 718 36.11
Alianza por México (PRD-PT-PAS-PSN-CD) Cuauhtémoc Cárdenas 6 256 780 16.64
PDS Gilberto Rincón Gallardo 592 381 1.58
PCD Manuel Camacho Solís 206 589 0.55
PARM Porfirio Muñoz Ledo 156 896 0.42
Candidatos no registrados   31 461 0.08
Votos válidos   36 782 000 97.82
Votos nulos   788 157 2.10
Votación italicitida   37 601 618 100.00
Totales      
Lista nominal   58 782 737 100.00
Participación   37 601 618 63.97
Abstención   21 181 119 36.03

Fuente: elaboración propia con base en cifras del IFE.

La gente salió a las calles a votar y desplegó un comportamiento ejemplar, cívico y de responsabilidad democrática. Las premisas eran, ¿para qué votar si el PRI siempre gana? o ¿para qué votar si el PRI siempre se roba la elección?, se fueron transformando en una certeza: era posible ganarle al PRI, en buena medida, porque las instituciones electorales eran más sólidas que antaño. También el acceso a los medios y los recursos económicos eran mucho más equitativos.

Finalmente, la democracia electoral hacía su arribo al país, lo cual también quedaba de manifiesto por la actitud de los actores políticos del proceso, quienes fueron responsables y se apegaron a un espíritu republicano. Fue el caso del presidente Ernesto Zedillo quien, cuando hubo información preliminar suficiente y confiable, anunció que el ganador de la contienda era Vicente Fox, dando así su aval al triunfo del candidato panista, con lo que “[…] legitimó el momento político y fortaleció la estabilidad del país […]”.43 Labastida y Cárdenas aceptaron la derrota.

Elección presidencial de 2006

Un rasgo distintivo de la contienda presidencial de 2006 fue la polarización ideológica de la sociedad mexicana y de sus élites políticas. La causa de ello la encontramos en las enormes disparidades que existen entre los sectores sociales, donde el 1% de la población acumula más de la tercera parte de la riqueza nacional. Esto se tradujo en conflictividad entre foxistas y obradoristas; entre dos visiones de país, unos buscando profundizar y apuntalar el proceso neoliberal y otros tratando de recuperar las atribuciones y capacidades del Estado para enfrentar las problemáticas sociales. El inconveniente no fue el conflicto entre las dos posturas, porque en política eso ocurre, es normal (yo diría, incluso deseable), sino la obstinación mostrada por ambos bandos. Ninguno de los actores estuvo dispuesto a transigir, ni fue capaz de asumir una posición negociadora o de olvidarse de sus intereses para privilegiar el bienestar general. Entre Fox y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) floreció la inquina y la descalificación, y la nación se dividió.

Antes de proseguir con los acontecimientos que marcaron los comicios de 2006, me detengo para señalar un hecho que, aunque sucedió tres años antes de la elección, la marcó en alguna medida. Me refiero al desaseado relevo en el Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) en 2003. En aquella ocasión, se dio un desacuerdo entre las fuerzas políticas para nombrar a los consejeros electorales, que llevó al PRI y al PAN, aprovechando su mayoría en la Cámara de Diputados, a excluir al PRD del proceso para hacer los nombramientos.44 En ocasiones anteriores, la designación de los consejeros había tenido el consenso de los tres principales partidos: PAN, PRI y PRD. Al no suceder esto en 2003, se afectó la autoridad del IFE, haciéndose esto más evidente ante una elección competida como la de 2006, y también porque el principal contendiente era un perredista: AMLO. Además, el PRI y el PAN, trasgrediendo los criterios establecidos por el Cofipe, nombraron a consejeros inexpertos y no sólo eso, sino que algunos de ellos tenían fuertes y probados lazos con los partidos que los propusieron.

Un hecho que también ensombreció los comicios fue el proceso de desafuero de AMLO. En abril de 2005, la Cámara de Diputados, con los votos en favor del PAN y el PRI, decidió desaforar a López Obrador a petición del gobierno de Fox por un supuesto desacato judicial. La resolución despertó controversias y polarizó a la sociedad. Los detractores del tabasqueño mostraban su beneplácito, argumentando la defensa de la legalidad, mientras que sus simpatizantes veían en la decisión una maniobra política para sacarlo de la contienda presidencial. Esta idea de detener a AMLO a toda costa respondía a que no formaba parte del selecto grupo de neoliberales dispuestos a justificar y defender el statu quo.45 El excanciller Jorge Castañeda dejaba en claro esta posición: “A López Obrador hay que ganarle a la buena, a la mala y de todas las maneras posibles”.46 Y eso fue lo que hizo el grupo en el poder, pero no sólo los que detentaban el poder político formal, sino el statu quo en pleno (o casi): empresarios, medios de comunicación, sindicatos, Iglesia católica. Todos cerraron filas para impedirle a AMLO ganar la presidencia.

Fox impulsó, cuando estuvo al frente del país, el “de safuero patriótico”, para desacreditar a un oponente, para destruir un proyecto distinto al suyo. Con esta decisión, Fox y el PAN impulsaban la aplicación selectiva de la ley para eliminar a un candidato por vías no electorales. Rompían con el llamado democrático de las urnas que, en los últimos años, había congregado a millones de mexicanos, al tiempo que fue el eje articulador de algunas de las más relevantes transformaciones políticas en México. El propio Fox -como ya vimos- se había beneficiado de ello. Al final, el intento del desafuero fracasó, tanto por las fallidas maniobras judiciales del gobierno, como por la fuerte presión social desplegada contra la estrategia gubernamental y sus fines políticos malintencionados. Sin embargo, el conflicto tuvo consecuencias. Dejó a una sociedad dividida, confrontada, pero también fortaleció a López Obrador, quien creció en aceptación y popularidad. Al mismo tiempo, causó un desprestigio institucional y un deterioro de la imagen del gobierno foxista.

Después de esto, el PRD se vio en la disyuntiva de definir su candidatura presidencial. En Cárdenas tenía un liderazgo histórico y en AMLO, un personaje con gran notoriedad pública. Entre Cárdenas y López Obrador se presentaron controversias, cada uno privilegió sus intereses, generando una fractura, justo cuando las encuestas indicaban que la izquierda era fuerte contendiente a la presidencia. Al final, al no ver posibilidades de ganar la candidatura, Cárdenas desistió de su intento y AMLO se convirtió en el abanderado del PRD. Ante esto, conviene preguntarse: ¿por qué perdió Cárdenas la candidatura? y ¿por qué emergió la de López Obrador? Las respuestas son que Cárdenas experimentaba un fuerte desgaste ante el electorado después de tres candidaturas, además de que en los últimos años se había distanciado de la vida partidista. Mientras tanto, AMLO había enfrentado el desafuero y su gestión al frente del gobierno de la Ciudad de México fue buena, ganando popularidad y un amplio respaldo ciudadano.

Ahora bien, ya en el proceso electoral, hubo ciertos factores que incidieron en su rumbo. El primero tiene que ver con las ilegalidades de Fox, que utilizó recursos públicos en favor del abanderado panista, Felipe Calderón. Por ejemplo, empleando programas sociales para comprar votos o enviando millones de correos electrónicos a la ciudadanía donde difundía información falsa de AMLO. Además, Fox, en claro abuso de su investidura presidencial, intervino en las elecciones al criticar a López Obrador, y al emplazar a la población a no votar por él. Es posible que esto haya incidido en la forma de sufragar de ciertos ciudadanos. Frente a este escenario, el TEPJF dictaminó que sí había cierta influencia, pero que era incuantificable, por tanto, sólo le llamó la atención a Fox, sin que hubiese sanción de por medio.

Ante estos ataques foxistas, AMLO respondió con aquella memorable frase: “¡Cállese chachalaca!”, que le valió, muy seguramente, que un sector de los votantes independientes lo abandonara y se decantara por Calderón.

Por otro lado, en la contienda también se presentó una campaña negra contra AMLO. El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) -embozado en organizaciones civiles fantasma-, financió una campaña mediática que buscaba desprestigiar a AMLO, acusándolo de ser “un peligro para México”. Frente a esta intervención violatoria de la ley por parte de los empresarios, el IFE y el TEPJF no hicieron nada (los spots se retiraron del aire después de ser transmitidos durante semanas en los canales más vistos de la televisión abierta a nivel nacional). La campaña debió suspenderse y los infractores debieron ser castigados, ya que la legislación prohibía expresamente que nadie, excepto los partidos, podía contratar propaganda electoral.

Como parte de esta campaña sucia, el PAN le imputaba a AMLO su parecido con el presidente venezolano Hugo Chávez, de quien se decía que no respetaba las leyes ni el Estado de derecho. La profusa difusión de estos promocionales en los que se decía que el candidato de la izquierda era “un peligro para México” y se le relacionaba con Chávez, disminuyeron la popularidad de AMLO. Frente a estas irregularidades, tanto las ilegales intervenciones de Fox y el uso faccioso de recursos públicos, como la campaña negra y denigratoria financiada por el CCE, las autoridades electorales no mostraron capacidad o disposición alguna para responder en apego a la ley, lo que propició una competencia ine quitativa.

Hubo, en este proceso, un episodio que igualmente pudo haber afectado la campaña andresmanuelista: la decisión del perredista de no participar en el primer debate presidencial. Al suceder esto, panistas y priistas decidieron que la silla destinada al candidato de izquierda apareciera vacía en distintas tomas televisivas durante el debate, generando una sensación de vacío, que fue interpretada por sus contendientes como un desdén de AMLO a un espacio democrático. Eso fue lo que el establishment se encargó de comunicar al electorado.

Llegó la jornada electoral y se dio el peor de los escenarios posibles: la diferencia entre los dos primeros contendientes fue de 0.56% (243 934 votos), por lo que el presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, no pudo declarar al ganador. Los dos candidatos punteros se proclamaron triunfadores. El 6 de julio, al terminar el cómputo de actas en el país, Ugalde anunciaba que el vencedor era el candidato del PAN (ver cuadro 4). AMLO desconocía los resultados y llamaba a la movilización y a resistir. El movimiento obradorista exigía limpiar la elección mediante el recuento de todos los sufragios: “Voto por voto, casilla por casilla”, era la consigna.

Cuadro 4 Resultados finales de la elección presidencial de 2006 

Partido o coalición Candidato Votos Porcentaje
pan Felipe Calderón Hinojosa 14 916 927 35.89
Coalición por el Bien de Todos (prd, pt, Convergencia) Andrés Manuel López Obrador 14 683 096 35.33
Alianza por México(pri, pvitalic) Roberto Madrazo Pintado 9 237 000 22.22
pasc/psd Patricia Mercado 1 124 280 2.70
Panal Roberto Campa Cifrián 397 550 0.96
Candidatos no registrados   298 204 0.72
Votos válidos   40 886 718 57.28
Votos nulos   900 373 2.17
Votación italicitida   41 557 430 100.00
Totales      
Lista nominal   71 374 373 100.00
Participación   41 557 430 58.23
Abstención   29 816 943 41.77

Fuente: elaboración propia con base en datos oficiales del IFE.

El 30 de julio de 2006, en la tercera asamblea informativa realizada en el Zócalo de la Ciudad de México, AMLO les pedía a sus correligionarios permanecer en bloqueo permanente hasta que el Tribunal Electoral calificara los comicios.

El 5 de septiembre, los magistrados del TEPJF resolvieron que las elecciones habían sido válidas y otorgaban al panista la constancia de mayoría y, por tanto, de presidente electo. Ante estas circunstancias, el 14 de septiembre se tomó la decisión de levantar ese mismo día el megaplantón, que había durado 47 largos días. López Obrador continuó con sus acciones de protesta. Se proclamó presidente legítimo y estableció un gobierno sombra que observó durante todo su sexenio a Calderón, pero poco más se pudo hacer para evitar la imposición del candidato panista. El fraude se consumó y la izquierda sufría una derrota más, en esta ocasión por las convivencias entre el partido gobernante y los poderes fácticos, que juntos impidieron el triunfo de la izquierda partidista.

Elección presidencial de 2012

El PRI retornó al poder presidencial en 2012 después de que el PAN lo detentara por un espacio de doce años. Existen distintas razones que explican esto. En primer lugar, habría que referir el deficiente desempeño de los gobiernos panistas para conducir al país y el malestar social que ello tuvo en la sociedad mexicana. Con la llegada de Calderón a la presidencia, continuó un fuerte deterioro en materia de política económica y social, tal como había sucedido con Fox. Al aumentar la pobreza y la desigualdad, se puso en riesgo la continuidad de la incipiente democracia electoral, que ya había resultado afectada con el fraude electoral de 2006. No olvidemos que una vez que Calderón tomó posesión como presidente, tuvo que bregar contra la ilegitimidad de su investidura por la duda sobre su triunfo electoral.

Además, en este sexenio la violencia aumentó exponencialmente. Calderón, sin contar con un diagnóstico de la situación de violencia y narcotráfico que vivía el país, y sin tener una estrategia, ordenó a las fuerzas armadas comenzar la guerra (así la llamó) contra el crimen organizado. Una guerra que, según él, lo llevaría a ganar legitimidad entre la población dada su endeble posición política después de ganar unos comicios marcados por la ilegalidad. Al ser un presidente débil por los cuestionamientos que su investidura generó, decidió adoptar una posición de fuerza, apoyado en el Ejército y la Marina, para contrarrestar esa situación. Algunos autores incluso han señalado que la estrategia de guerra contra el crimen organizado fue en realidad una estratagema política, concebida por Calderón y sus asesores, para hacer a un lado a su enemigo, AMLO; invisibilizarlo y de paso contener cualquier signo de resistencia contra su gobierno por la oposición, que sostenía que las elecciones de 2006 habían sido fraudulentas. Con la fabricación de un “nuevo peligro para México”, el narcotráfico, se atraía la atención de la sociedad, desviándola de los señalamientos que López Obrador hacía recurrentemente con el objeto de denunciar la ilegitimidad del gobierno y la debilidad de las “instituciones democráticas”.47

Otra causa del regreso del PRI al poder está en el hecho de que éste tuvo la habilidad para aparecer frente a la ciudadanía como alternativa de gobierno ante el vacío de poder que se generó con la incapacidad del PAN para gobernar.

El regreso del PRI al poder también respondió a las confabulaciones de los poderes fácticos -léase Televisa- con el candidato priista, Enrique Peña Nieto, así como a la manipulación de la información por parte de los medios en favor del PRI. Peña Nieto, apoyado por un equipo de publicistas de Televisa, utilizaba el slogan: “Te lo firmo y te lo cumplo”; y luego, su marca: “Tú me conoces, sabes que sé comprometerme, pero lo más importante, sé cumplir”.48 La persistencia del mensaje -que acompañó a Peña Nieto durante años- penetró y lo posicionó de manera importante en el gusto del electorado. Con los años se logró construir una fuerte asociación entre el candidato y el mensaje. Se construyó, en efecto, una marca que se instaló exitosamente en la mente de los electores. Televisa, debido al contrato firmado años antes con el PRI,49 se convirtió en la plataforma publicitaria de Peña y contribuyó a que su imagen se posicionara entre la población.

Un aspecto publicitario más en favor del PRI fue “que las encuestas no fueron sólo un indicador para influir en las tendencias, sino que funcionaron como spots, como una propaganda más a favor […] del PRI”.50 El claro sesgo que la mayoría de las encuestas presentó generó suspicacias. Era patente que las encuestas distorsionaban la realidad y generaban la percepción de que la ventaja del PRI era insuperable, por eso, las campañas del PRI y sus competidores terminaron siendo campañas donde la batalla era por “debilitar o reafirmar esa certeza”.51

En su camino rumbo a Los Pinos, el PRI no sólo recurrió a la mercadotecnia, sino que desplegó viejas y nuevas mañas para conseguir votos, como el financiamiento indebido con recursos del banco Monex para operadores priistas que desarrollaban actividades de campaña o el uso de miles de tarjetas (“monederos electrónicos”) de la tienda Soriana (con las que se podían comprar alimentos y víveres), buscando así coaccionar y comprar el voto popular. Además, ante el uso cada vez más frecuente del ciberespacio en las campañas, el PRI “ha ckeó” los sitios web de AMLO para desacreditar a su oponente.

Ahora bien, en 2012, AMLO fue nuevamente candidato. Esto fue posible por varias razones: 1) porque en el panorama nacional prevalecía un marcado malestar ciudadano frente a los malos gobiernos panistas; 2) porque se mantuvo presente en la esfera política durante los seis años del gobierno calderonista, a pesar del cerco televisivo e informativo que se estableció alrededor suyo; 3) porque nunca abandonó sus visitas a comunidades y municipios, recorriendo el país, reorganizando fuerzas e impulsando la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); 4) porque estableció un “gobierno sombra” que cuestionó las decisiones tomadas por el presidente panista;52 5) porque cambió de estrategia, presentándose como un personaje menos rijoso; y 6) debido a la exitosa propaganda electoral diseñada para la contienda, con spots muy creativos, que tuvieron buen impacto entre la población y ayudaron a disminuir la desventaja. El lema de campaña era “El cambio verdadero está en tus manos”, en referencia a la propuesta de cambio que el PAN había prometido (e incumplido) en 2000. Paulatinamente, esas acciones le permitieron recuperar a un sector de la sociedad que había perdido después del prolongado plantón en Reforma durante el conflicto poselectoral de 2006.

No obstante, reposicionar la candidatura obradorista no fue fácil. Las circunstancias de 2012 eran distintas a las de 2006. Para empezar, AMLO no era el candidato a vencer, algunas encuestas lo ubicaban en un lejano tercer lugar, a varios puntos de distancia de Peña Nieto. Distintos estudios demoscópicos ubicaban al PAN y al PRI como los protagonistas de la disputa presidencial.

AMLO continuó con el planteamiento (utilizado en 2006) respecto a la existencia de sólo dos proyectos de país: el suyo, un “camino de honestidad y justicia”, y el del PRIAN, que consistía en “pobreza, inseguridad, desempleo, violencia, corrupción y sufrimiento”. Así, el tabasqueño mantenía el maniqueísmo que tanto irrita y molesta a sus adversarios. No obstante, en esta segunda ocasión, AMLO disminuyó su nivel de confrontación con el establishment y su discurso fue más moderado. Como parte de la nueva estrategia publicitaria evitó utilizar el término de la “mafia en el poder”, con el que se había referido antes al círculo gobernante. Este término lo sustituyó por la “oligarquía” o “los de arriba”.53

Un aspecto que también ayudó a impulsar la candidatura de AMLO, fue la aparición en el escenario político electoral del movimiento estudiantil #YoSoy132, que llamó la atención sobre lo que los estudiantes consideraban una abierta manipulación de la información por Televisa en favor del candidato del PRI.

En este ambiente, llegó la jornada electoral y su desenlace. Al finalizar el cómputo en los distritos electorales, se anunciaba que Peña Nieto tenía el 38.21%, AMLO el 31.59% y la panista Josefina Vázquez Mota el 25.42% (ver cuadro 5).

Cuadro 5 Resultados finales de la elección presidencial de 2012 

Partido o coalición Candidato Votos Porcentaje
Compromiso por México(pri-pvitalic) Enrique Peña Nieto 19 226 784 38.21
Movimiento Progresista (prd-pt-mc) Andrés Manuel López Obrador 15 896 999 31.59
pan Josefina Vázquez Mota 12 786 647 25.40
Partido Nueva Alianza Gabriel Quadri de la Torre 1 150 662 2.28
Candidatos no registrados   20 907 0.04
Votos válidos   49 081 999 97.53
Votos nulos   1 241 154 2.46
Votación italicitida   50 323 153 100.00
Totales      
Lista nominal   79 454 802 100.00
Participación   50 323 153 63.34
Abstención   29 131 649 36.66

Fuente: elaboración propia con base en datos del IFE.

El principal problema en estos comicios se dio con los operativos de compra y coacción del voto empleados por el PRI y, frente a ese fenómeno, la pasividad de las autoridades electorales. Otro aspecto fue el gasto excesivo en campañas, donde los topes se rebasaron claramente. Esta elección fue también inequitativa por las complicidades entre Televisa y el PRI. Quizá como nunca, la estrategia mediática instrumentada durante años por Televisa y el PRI, para favorecer a Peña Nieto, terminó influyendo decisivamente en el resultado de la contienda presidencial.

Ante los resultados, el PRD argumentó que había sido “avasallador el comportamiento de los aparatos gubernamentales”, comprando alrededor de cinco millones de votos en todo el país. Frente a la corrupción, coacción y compra del voto priista (casos Monex y Soriana), López Obrador y su equipo impugnaron la elección. Lo que subyacía a este alegato era que el TEPJF no era únicamente un órgano de legalidad, sino también de constitucionalidad, por lo que debía revisar y corregir las violaciones a la Constitución. También se impugnaba la injerencia de Televisa y el uso de las encuestas como mecanismo para impactar en la opinión pública. Finalmente, después de varias impugnaciones de la coalición de izquierda, el TEPJF emitía su fallo en favor de Peña Nieto, declarando válida la elección y presidente electo al candidato priista. El retorno del PRI a la presidencia era asunto consumado.

Ante el triunfo del PRI, AMLO anunciaba que renunciaba a su militancia perredista y que crearía un nuevo partido: Morena. A diferencia de lo ocurrido en 2006 después de las elecciones, cuando la prioridad fue la defensa del voto mediante una estrategia de lanzarse a las calles y el bloqueo de vialidades, AMLO decidió, en 2012, impugnar la elección por la vía institucional, apegándose a los recursos que la ley le otorgaba. En este segundo conflicto poselectoral, López Obrador renunció, parcialmente, a la política de las plazas públicas y las grandes concentraciones porque reconoció que la posición adoptada en 2006 no le había dado buenos dividendos frente al electorado. En 2012 dirigió su atención a construir Morena. Con esta determinación, la movilización social de 2012 se extinguió rápidamente y las fuerzas sociales y políticas reunidas en torno al líder tabasqueño se concentraron en edificar la nueva institución partidista.

Elección presidencial de 2018

Desde el verano de 2017, AMLO se ubicaba en un claro primer lugar de las preferencias ciudadanas. Esta tendencia se conservó a lo largo del proceso electoral, incluso -en algo poco habitual en competencias de esta índole- el líder morenista incrementó en varios puntos porcentuales su delantera. La verdad es que en 2018 nunca hubo una auténtica contienda. En todo caso, la lucha se dio por el segundo puesto entre Ricardo Anaya y José Antonio Meade.54

¿Qué generó que esta elección haya sido tan desigual? Quizá el profundo malestar social que prevalecía en el país. Recordemos que durante el gobierno de Peña Nieto el panorama político, social y económico se complicó. La pobreza y las desigualdades sociales ocasionadas por el neoliberalismo no se corrigieron, incluso se incrementaron. La ciudadanía resintió esta situación y decidió retirarle la confianza al PRI. Este partido no cumplió con las expectativas que despertó entre los ciudadanos en 2012, de modo que las malas políticas en materia social, la corrupción, la violencia, la violación a los derechos humanos y los pactos en “lo oscurito” (el Pacto por México) fueron aspectos que repercutieron en el ánimo ciudadano de cara a la contienda electoral, constituyendo los nutrientes del profundo descontento social que llevaron a la derrota del PRI y a la victoria de AMLO.

Una razón más que explica el triunfo de AMLO es la creación de la débil coalición opositora “Por México al Frente”, formada por el PAN, el PRD y MC. Con toda claridad, el partido que encabezaba la coalición era el PAN que, a pesar de sus divisiones e inestabilidad interna, tenía más fuerza institucional y representatividad que el PRD, que las había perdido durante los últimos años. El PRD vio en la unión con el histórico partido de derecha la única alternativa de mantenerse vigente en el sistema de partidos y, aun así, estuvo a nada de perder su registro.

Para la creación de esta atípica alianza se establecieron ciertos lineamientos, por ejemplo, Anaya y su grupo designarían al candidato presidencial de la coalición, mientras que el PRD lo haría en lo referente a la candidatura para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. El PRD, durante las negociaciones con el PAN, decía priorizar las candidaturas en cuatro entidades del país (Morelos, Tabasco, Chiapas y la Ciudad de México), y no la candidatura presidencial; pero lo cierto es que el PRD tuvo que aceptar estas condiciones poco favorables impuestas por el panismo debido a su gran debilidad estructural, por carecer de liderazgos y porque estaba experimentando un éxodo de muchos de sus militantes hacia Morena, además de encontrarse en plena caída en cuanto al número de votos, como había quedado de manifiesto en las elecciones intermedias de 2015.

Por más que el PAN y el PRD argumentaran que no buscaban mimetizarse ni renunciar a su historia, principios e identidad como partidos autónomos, lo cierto es que las diferencias ideológicas entre panistas y perredistas se borraron de forma ficticia para darle paso a la política del oportunismo, que tenía como único fin obtener cargos de elección popular, salvar el registro y seguir manteniendo prerrogativas y privilegios. Esto mismo percibía un sector de la población. Una encuesta de Parametría registró que sólo 13% de la ciudadanía tenía una buena opinión del frente opositor, mientras que 41% tenía una mala o muy mala opinión y consideraba que había sido formado sólo para ganar elecciones, no para ayudar a la gente. Esta débil coalición representó una razón más de la victoria obradorista.

Durante las campañas, Anaya y Meade se enfrascaron en descalificaciones mutuas. Poco proponían y la gente lo percibía. El PRI y el gobierno, en vez de apegarse al marco constitucional, utilizaban las instituciones del Estado para perseguir a su oponente panista, acusándolo de triangular recursos mediante paraísos fiscales con el propósito de obtener fondos para su campaña. Esta acusación se empleó como una estrategia del PRI para desacreditar al candidato del PAN, actitud del gobierno que generó gran controversia durante el proceso electoral. Ante estos señalamientos, Anaya se defendía diciendo que era víctima de una “guerra sucia” orquestada por el régimen priista y señalando que, de ganar la presidencia, metería a la cárcel al presidente Peña Nieto por corrupto.

La enemistad entre los antiguos aliados los condenó a una escandalosa derrota, y a AMLO lo benefició y catapultó al triunfo. Además, mientras panistas y priistas se confrontaban, López Obrador se dedicó a administrar su amplia ventaja y desplegó una estrategia electoral que le permitió reunirse con sus simpatizantes y construir un discurso cercano a las clases populares.

Por otra parte, en su campaña, Anaya se mostraba como el hombre joven, gran conocedor de las nuevas tecnologías, refinado y educado, que hablaba fluidamente inglés y francés, afín a las causas y necesidades de los jóvenes, integrante de una nueva generación de políticos decidido a impulsar la modernización de la sociedad. Aseguraba tener la capacidad de impulsar nuevos valores y prácticas en la política nacional. Se refería a AMLO y al PRI como emisarios del pasado, al tiempo que él se presentaba como el futuro de México. El panista sostenía que era el único auténtico opositor al régimen, pues AMLO y el PRI -según él- habían establecido un pacto de impunidad en el que el tabasqueño ofrecía amnistía a los corruptos y criminales. Sin embargo, la campaña frentista nunca logró construir la credibilidad necesaria ante el amplio electorado.

A su vez, el discurso andresmanuelista mediante el cual prometía cambios profundos fue directo, sencillo y poco elaborado, pero logró transmitir el mensaje “de que había un solo culpable de la pobreza, la desigualdad, la corrupción y el débil crecimiento económico, resumido en la idea de ‘la mafia del poder.’ ”55 Esa sencillez le permitió captar a la mayoría de los votantes y consolidarse como líder de la contienda. Ni el discurso ni la mercadotecnia de Anaya y Meade tuvieron resonancia entre el ánimo ciudadano, ni AMLO cometió los errores del pasado. Tampoco hubo una maquinaria estatal en operación para impedirle llegar a la presidencia. En todo caso, los intentos del gobierno peñista por evitar su triunfo fueron mucho más tibios que en ocasiones anteriores.

Bien podría decirse que estas elecciones volvieron a ser, al igual que las de 2006 y 2012, una confrontación entre dos visiones de país: 1) la representada por el PRI y el PAN (y ahora también por el PRD), y 2) la encabezada por AMLO. La primera en defensa del modelo económico neoliberal, y la segunda preocupada por dar atención a las enormes de sigualdades y construir una sociedad más justa. Estos dos proyectos de país tocaron fibras sensibles de la sociedad y la llevaron a polarizarse. Por una parte, el PRI, el PAN y el PRD insistían en señalar que AMLO era un peligro, un populista, que si llegaba a la presidencia desestabilizaría la economía, y que la gente perdería sus empleos y sus bienes, que México estaría como Venezuela (o peor). Por la otra, AMLO aseguraba que el proyecto de la derecha (PRI y PAN) sumía al país en la incertidumbre, la violencia, la corrupción y la pobreza-desigualdad. Estas dos formas de contar la realidad generaron dos “votos negativos”: el “voto anti-PRI” y el “voto anti-AMLO”. Un “voto antisistema”,56 que representó la ira pública ante los problemas persistentes del país.57 Y el “voto anti-AMLO”, impulsado por el miedo de un grupo de mexicanos debido a la prolongada “campaña negra” promovida por el statu quo, que sostenía que AMLO era el peor de los personajes posibles.58

Finalmente, llegó la jornada electoral. El PAN y el PRD, en coalición, alcanzaron sólo el 22% del voto para la presidencia y el PRI el 16%. A su vez, Morena ganó la contienda con el 53% de los sufragios, lo que representó tener 30 puntos porcentuales sobre su más cercano contendiente (ver cuadro 6). Pero, además, se constituyó como la primera fuerza en ambas cámaras del Congreso. Como ya decía al inicio de este trabajo, en 2018 el sistema de partidos mexicano cambió radicalmente. El país experimentó ese año un realineamiento de los votantes, dado que los consensos y posicionamientos ideológicos que se habían ido construyendo desde 1988 se modificaron, y los sistemas de intereses de la ciudadanía se transformaron, en parte, a lo largo del sexenio de Enrique Peña Nieto, generando que los patrones de votación se modificaran y las bases electorales se redistribuyeran, lo que benefició ampliamente a Morena.

Cuadro 6 Resultados finales de la elección presidencial de 2018 

Partido, coalición o candidatura Candidato Votos Porcentaje
Todos por México (pri-Panal-pvitalic) José Antonio Meade 9 289 853 16.40
Juntos Haritalicos Historia (Morena-pt-pes) Andrés Manuel López Obrador 30 113 483 53.19
Por México al Frente (pan-prd-mc) Ricardo Anaya 12 610 120 22.27
Candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” 2 961 732 5.23
Candidata independiente(voto nulo por registro cancelado) Margarita Zavala 32,743 0.05
Candidatos no registrados   31 982 0.04
Votos válidos   55 007 170 97.16
Votos nulos   1 571 114 2.77
Votación italicitida   56 611 027 100.00
Totales      
Lista nominal   89 250 881 100.00
Participación   56 611 027 63.42
Abstención   32 639 854 36.58

Fuente: elaboración propia con base en datos del INE.

Conclusiones

La aparición del PRD en el escenario político nacional transformó el sistema electoral y de partidos en México, pluralizó, en efecto, la vida política del país y se reconoció con él (y lo que representaba) una mayor diversidad de la sociedad. El PRD se convirtió en el representante de intereses muy diversos de grupos sociales que durante mucho tiempo permanecieron marginados.

No obstante, con los años eso cambió. El PRD se volvió un partido electoralista, alejándose de su agenda programática y de su identidad ideológica originales. Años después este pragmatismo político del PRD se hizo patente con la integración en 2018 de la coalición “Por México al Frente”, junto con el PAN y MC. Una coalición desdibujada, sin identidad ideológica, sin una plataforma política clara, oportunista políticamente hablando y con el objetivo único de salvar el registro partidista y mantener prerrogativas y privilegios.

Según lo narrado en estas páginas, en la participación del PRD en las elecciones presidenciales podemos observar dos procesos en paralelo. Por un lado, este partido fue un gran competidor en esos comicios, contribuyendo a cambiar la vida político-electoral del país, pero también cometió errores, que le impidieron llegar a gobernar México. Por otro, el PRD enfrentó las ilegales y autoritarias andanadas de la clase gobernante y de los poderes fácticos (que actuaban en complicidad) en los distintos comicios donde la presidencia de la República estuvo en disputa (fundamentalmente en 1988 y 2006). El PRD se topó de frente con el establishment que hizo todo lo posible para impedir que la izquierda llegara al poder.

De las seis reyertas comiciales presidenciales revisadas, en cuatro de ellas el PRD (y el FDN) quedó en segundo lugar, pero en dos de ellas (1988 y 2006) sufrió la derrota a consecuencia de fraudes orquestados desde Palacio. Así, la historia electoral del PRD se compone de errores propios, de incongruencias y equivocaciones, de debilidades institucionales y, paralelamente, de intromisiones y ataques de los poderes formales y fácticos.

Bibliografía

Agustín, José, Tragicomedia mexicana 3. La vida en México de 1982 a 1994, México, Planeta, 1999. [ Links ]

Álvarez Enríquez, Lucía, “Actores sociales, construcción de ciudadanía y proceso democrático en la ciudad de México”, en Lucía Álvarez, Carlos San Juan y Cristina Sánchez Mejorada (coords.), Democracia y exclusión. Caminos encontrados en la ciudad de México, México, UNAM-UAM-UACM-INAH-Plaza y Valdés, 2006. [ Links ]

Aziz Nassif, Alberto, “Paradojas electorales de 2012”, Desacatos, núm. 42, mayo-agosto de 2013, pp. 41-62. [ Links ]

Aziz Nassif, Alberto, “El retorno del conflicto. Elecciones y polarización política en México”, Desacatos, núm. 24, mayo-agosto de 2007, pp. 13-54. [ Links ]

Aziz Nassif, Alberto y Jorge Alonso, “Votos, reglas y partidos”, en Alberto Aziz Nassif (coord.), México al inicio del siglo XXI, democracia, ciudadanía y desarrollo, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2003. [ Links ]

Bartra, Armando, La utopía posible. México en vilo: de la crisis del autoritarismo a la crisis de la democracia (2000-2008), México, La Jornada Ediciones-Editorial Ítaca, 2011. [ Links ]

Borjas Benavente, Adriana, Partido de la Revolución Democrática. Estructura, organización interna y desempeño público. 1989-2003 (tomo II), México, Gernika, 2003. [ Links ]

Bruhn, Kathleen, Urban Protest in Mexico and Brazil, Nueva York, Cambridge University Press, 2008. [ Links ]

Butler, Edgar y Jorge Bustamante (eds.), Sucesión presidencial. The 1988 Mexican Presidential Election, Boulder, Westview Press, 1991. [ Links ]

Camacho Guzmán, Damián G., ¡México encabronado! Métodos, tácticas y estrategias del pueblo en la contradicción, México, Ce-Acatl, 2016. [ Links ]

Campuzano Montoya, Irma, “Las elecciones de 1988”, Estudios de historia moderna y contemporánea de México, núm. 23, enero-junio de 2002, pp. 207-241. [ Links ]

Cárdenas Solórzano, Cuauhtémoc, Sobre mis pasos, México, Aguilar, 2010. [ Links ]

Crespo, José Antonio, “2012: el voto de la izquierda”, Desacatos, núm. 42, mayo-agosto de 2013, pp. 103-120. [ Links ]

Combes, Hélène, “El PRD desde las interacciones con su entorno militante: el papel de los dirigentes multi-posicionados (1989-2000)”, en Jorge Cadena-Roa y Miguel Armando López Leyva (comps.), El PRD: orígenes, itinerario, retos. México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM, 2013. [ Links ]

Dabrowski, Andrea, Perdimos la palabra, México, Editorial Posada, 1995. [ Links ]

Díaz-Polanco, Héctor, La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales, México, Editorial Planeta, 2012. [ Links ]

Domínguez López, Ernesto, “La teoría del realineamiento y la evolución del sistema político estadounidense”, Revista Universidad de La Habana, núm. 284, 2017, pp. 84-105. [ Links ]

Duverger, Maurice, Los partidos políticos. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. [ Links ]

Eisenstadt, Todd A., “The Origins and Rationality of the ‘Legal vs. Legitimate’ Dichotomy Invoked in Mexico’s 2006 Post-Electoral Conflict”, PS: Political Science and Politics, vol. 40. núm. 1, 2007, pp. 39-43. [ Links ]

Fazio, Carlos, “La territorialidad de la dominación/III”, La Jornada, 14 de mayo de 2012. [ Links ]

Gilly, Adolfo, “Reseña y testimonio de un participante. La izquierda socialista en 1988”, La Jornada, 5 de septiembre de 2003. [ Links ]

Gómez Tagle, Silvia, “México 1977-2008: una democracia fragmentada”, en Silvia Gómez Tagle y Willibald Sonnleitner (eds.), Mutaciones de la democracia: tres décadas de cambio político en América Latina (1980-2010), México, El Colegio de México, 2012. [ Links ]

González Suárez, Patricia, “El PRD frente a la elección presidencial (1994)”, en Manuel Larrosa Haro y Leonardo Valdés Zurita (coords.). Elecciones y partidos políticos en México 1994, México: CEDE-UAM-Unidad Iztapalapa, 1998. [ Links ]

Greene, Kenneth F. y Mariano Sánchez-Talanquer, “Latin America’s Shifting Politics: Mexico’s Party System Under Stress”, Journal of Democracy, vol. 29, núm. 4, octubre de 2018, pp. 31-42. [ Links ]

Guillermoprieto, Alma, Los años en que no fuimos felices. Crónicas de la transición mexicana, México, Plaza y Janés, 1999. [ Links ]

Haber, Paul L., “Las relaciones entre movimientos sociales y partidos políticos en México”, en Jorge Cadena-Roa yMiguel Armando López Leyva . (comps.), El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM, 2013. [ Links ]

Hernández Avendaño, Juan Luis, “El voto ‘útil’ y el pragmatismo de la alternancia. En busca del bien mayor o el mal menor”, IBERO. Revista de la Universidad Iberoamericana, año X, núm. 56, junio-julio de 2018, pp. 19-22. [ Links ]

Isunza Vera, Ernesto, Las tramas del alba, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2001. [ Links ]

Jones, Mark P. y Scott Mainwaring, “The nationalization of parties and party systems: an empirical measure and an application to the Americas”, Party Politics (9, 2), marzo de 2003, pp. 139-66. [ Links ]

Krieger Vázquez, Emilio, “El proceso electoral de 1988, un testimonio”, Cuadernos Políticos, núm.56 , enero-abril de 1989, pp. 85-102. [ Links ]

López Díaz, Pedro, “1988: la crisis de lo político”, en Ilán Semo, et al. La transición interrumpida. México 1968-1988, México, Universidad Iberoamericana-Nueva Imagen, 1993. [ Links ]

Malamud, Carlos y Rogelio Núñez, “El voto del enojo: el nuevo (o no tan nuevo) fenómeno electoral latinoamericano”, España, Elcano, 2018, https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/el-voto-del-enojo-el-nuevo-o-no-tan-nuevo-fenomeno-electoral-latinoamericano/Links ]

Palma, Esperanza, Las bases políticas de la alternancia en México: un estudio del PAN y el PRD durante la democratización, México, UAM-Unidad Azcapotzalco, 2004. [ Links ]

Paoli Bolio, Francisco José, Memorial del futuro, México, Océano, 1996. [ Links ]

Pierson, Paul y Theda Skocpol, “El institucionalismo histórico en la ciencia política contemporánea”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, vol.17, núm.1, 2008, pp. 7-38. [ Links ]

Przeworski, Adam, ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Pequeño Manual para entender el funcionamiento de la democracia, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018. [ Links ]

Regalado, Jorge, “Elecciones, partidos y organizaciones populares”, Ciudades, núm. 14, 1991, pp. 49-55. [ Links ]

Rodríguez Araujo, Octavio, Poder y elecciones en México, México, Orfila, 2012. [ Links ]

Rodríguez Araujo, Octavio, “The Emergence and Entrenchment of a New Political Regime in Mexico”, Latin American Perspectives, vol. 37, núm. 1, enero de 2010, pp. 35-61. [ Links ]

Sartori, Giovanni, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza Editorial, 2000. [ Links ]

Semo, Enrique, La búsqueda, 1. La izquierda mexicana en los albores del siglo XXI, México, Océano, 2003. [ Links ]

Tello Díaz, Carlos, “Enrique Peña Nieto. La senda del rockstar”, Nexos, 1 de junio de 2012, La senda del rockstar”, Nexos, 1 de junio de 2012, http://www.nexos.com.mx/?p=14839 (consulta del 10 de agosto de 2021). [ Links ]

Torres-Ruiz, René, “Historia del PRD: surgimiento, desarrollo y decadencia de un partido de izquierda”, Revista Mexicana de Estudios Electorales, vol. 5, núm. 26, julio-diciembre de 2021, pp. 25-60. [ Links ]

Torres-Ruiz, René, La senda democrática en México. Origen, desarrollo y declive del PRD, 1988-2018, México, Gernika, 2019. [ Links ]

Villamil, Jenaro, Peña Nieto, el gran montaje, México, Grijalbo, 2012. [ Links ]

Whitehead, Laurence, “Una transición difícil de alcanzar: la lenta desaparición del gobierno de partido dominante en México”, Política y Gobierno, vol. III, núm. 1, primer semestre de 1996, pp. 31-59. [ Links ]

Woldenberg, José, La transición democrática en México, México, El Colegio de México, 2012. [ Links ]

1 Adam Przeworski, ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Pequeño Manual para entender el funcionamiento de la democracia, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018.

2 Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 258.

3 Ernesto Domínguez López, “La teoría del realineamiento y la evolución del sistema político estadounidense”, Revista Universidad de La Habana, núm. 284, 2017, p. 95.

4 Paul Pierson y Theda Skocpol, “El institucionalismo histórico en la ciencia política contemporánea”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, vol.17, núm.1, 2008, p. 7.

5 Irma Campuzano Montoya, “Las elecciones de 1988”, Estudios de historia moderna y contemporánea de México, núm. 23, enero-junio de 2002, p. 211.

6 Paul L. Haber, “Las relaciones entre movimientos sociales y partidos políticos en México”, en Jorge Cadena-Roa y Miguel Armando López Leyva (comps.). El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM, 2013, p. 44.

7Inicialmente el PMS postuló como candidato presidencial al ingeniero Heberto Castillo, un hombre de probada y reconocida militancia en la izquierda, decidiendo adherirse a la candidatura cardenista hacia la parte final de la campaña, con lo que se le dio un gran impulso.

8 Pedro López Díaz, “1988: la crisis de lo político”, en Ilán Semo, et al.La transición interrumpida, México 1968-1988, México, Universidad Iberoamericana-Nueva Imagen, 1993, p. 178.

9 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Sobre mis pasos, México, Aguilar, 2010, p. 226.

10Enrique Semo, La búsqueda, 1. La izquierda mexicana en los albores del siglo XXI, México, Océano, 2003, p. 146.

11 Adolfo Gilly, “Reseña y testimonio de un participante. La izquierda socialista en 1988”, La Jornada, 5 de septiembre de 2003.

12 José Agustín, Tragicomedia mexicana 3. La vida en México de 1982 a 1994, México, Planeta, 1999, pp. 150-151.

13 Jorge Regalado, “Elecciones, partidos y organizaciones populares”, en Ciudades, núm. 14, 1991, pp. 49-55, citado en Kathleen Bruhn, Urban Protest in Mexico and Brazil, Nueva York, Cambridge University Press, 2008, p. 122.

14Lucía Álvarez Enríquez, “Actores sociales, construcción de ciudadanía y proceso democrático en la ciudad de México”, en Lucía Álvarez, Carlos San Juan y Cristina Sánchez Mejorada (coords.). Democracia y exclusión. Caminos encontrados en la ciudad de México, México, UNAM-UAM-UACM-INAH-Plaza y Valdés, 2006, p. 59.

15 Ernesto Isunza Vera, Las tramas del alba, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2001, p. 287.

16 Octavio Rodríguez Araujo, Poder y elecciones en México, México, Orfila, 2012.

17 Emilio Krieger Vázquez, “El proceso electoral de 1988, un testimonio”, Cuadernos Políticos, núm. 56, enero-abril de 1989, p. 96.

18 René Torres-Ruiz, La senda democrática en México. Origen, desarrollo y declive del PRD, 1988-2018, México, Gernika, 2019, pp. 175-176.

19 René Torres-Ruiz, “Historia del PRD: surgimiento, desarrollo y decadencia de un partido de izquierda”, Revista Mexicana de Estudios Electorales, Volumen 5, número 26, segundo semestre de 2021, julio-diciembre, p. 29.

20 Hélène Combes, “El PRD desde las interacciones con su entorno militante: el papel de los dirigentes multi-posicionados (1989-2000)”, en Jorge Cadena-Roa y Miguel Armando López Leyva (comps.). El PRD: orígenes, itinerario, retos, México, Instituto de Investigaciones Sociales, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades- UNAM, 2013, p. 157.

21 Maurice Duverger, Los partidos políticos, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 15.

22Torres-Ruiz, art. cit., 2021, pp. 29-30.

23 Edgar Butler y Jorge Bustamante (eds.), Sucesión presidencial. The 1988 Mexican Presidential Election, Boulder, Westview Press, 1991.

24 Alberto Aziz Nassif, “El retorno del conflicto. Elecciones y polarización política en México”, Desacatos, núm. 24, mayo-agosto de 2007, p. 14.

25 Francisco José Paoli Bolio, Memorial del futuro, México, Océano, 1996, p. 81.

26 Armando Bartra, La utopía posible. México en vilo: de la crisis del autoritarismo a la crisis de la democracia (2000-2008), México, La Jornada Ediciones-Editorial Ítaca, 2011, p. 96.

27 Esperanza Palma, Las bases políticas de la alternancia en México: un estudio del pan y el PRD durante la democratización, México, UAM-Unidad Azcapotzalco, 2004, p. 99.

28 Andrea Dabrowski, Perdimos la palabra, México, Editorial Posada, 1995, p. 83.

29 Patricia González Suárez, “El PRD frente a la elección presidencial (1994)”, en Manuel Larrosa Haro y Leonardo Valdés Zurita (coords.), Elecciones y partidos políticos en México 1994, México, CEDE-UAM-Unidad Iztapalapa, 1998, p. 1998: 373.

30Dabrowski, op. cit., pp. 83-85.

31Ibid., pp. 96-97.

32Cárdenas, op. cit., p. 371.

33 Alma Guillermoprieto, Los años en que no fuimos felices. Crónicas de la transición mexicana, México, Plaza y Janés, 1999, p. 68.

34 José Woldenberg, La transición democrática en México, México, El Colegio de México, 2012, p. 103.

35 Mark P. Jones y Scott Mainwaring “The nationalization of parties and party systems: an empirical measure and an application to the Americas”, Party Politics, 9 (2), marzo de 2003, pp. 141-142.

36 Laurence Whitehead, “Una transición difícil de alcanzar: la lenta desaparición del gobierno de partido dominante en México”, Política y Gobierno, vol. III, núm. 1, primer semestre de 1996, p. 34.

37Torres-Ruiz, op. cit., 2019, p. 277.

38 Adriana Borjas Benavente, Partido de la Revolución Democrática. Estructura, organización interna y desempeño público. 1989-2003 (tomo II), México, Gernika, 2003, p. 280.

39Ibid., p. 202.

40Algunas encuestas señalaban que alrededor de 63% de la población en edad de votar no apoyaría al PRI. Esto dejaba claro que si la alianza opositora hubiese prosperado, habría ganado la elección presidencial. Incluso, Cárdenas aseguraba que elegir al candidato de la coalición era elegir al próximo presidente del país (tal y como lo publicaron los medios en agosto de 1999)

41Borjas Benavente, op. cit, p. 170.

42René Torres-Ruiz, op. cit, 2019, pp. 315-329.

43 Alberto Aziz Nassif y Jorge Alonso, “Votos, reglas y partidos”, en Alberto Aziz Nassif (coord.), México al inicio del siglo XXI, democracia, ciudadanía y desarrollo, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2003, p. 79.

44 Silvia Gómez Tagle, “México 1977-2008: una democracia fragmentada”, en Silvia Gómez Tagle y Willibald Sonnleitner (eds.), Mutaciones de la democracia: tres décadas de cambio político en América Latina (1980-2010), México, El Colegio de México, 2012, p. 321.

45 Octavio Rodríguez Araujo, “The Emergence and Entrenchment of a New Political Regime in Mexico”, Latin American Perspectives, vol. 37, núm. 1, enero de 2010, p. 37.

46Citado en Héctor Díaz-Polanco, La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales, México, Editorial Planeta, 2012, p. 39.

47 Damián G. Camacho Guzmán, ¡México encabronado! Métodos, tácticas y estrategias del pueblo en la contradicción, México, Ce-Acatl, 2016, pp. 78-79; Carlos Fazio, “La territorialidad de la dominación/III”, La Jornada, 14 de mayo de 2012.

48 Carlos Tello Díaz, “Enrique Peña Nieto. La senda del rockstar”, Nexos, 1 de junio de 2012, http://www.nexos.com.mx/?p=14839 (consulta del 10 de agosto de 2021).

49Este acuerdo se conoció mediante el reportaje de la periodista británica Jo Tuckman, publicado por The Guardian y titulado: “Computer files link tv dirty tricks to favourite for Mexico presidency”, https://www.theguardian.com/world/2012/jun/07/mexico-presidency-tv-dirty-tricks?intcmp=239 (consulta del 11 de septiembre de 2021).

50 Jenaro Villamil, Peña Nieto, el gran montaje, México, Grijalbo, 2012, citado en Alberto Aziz Nassif, “Paradojas electorales de 2012”, Desacatos, núm. 42, mayo-agosto de 2013, p. 56.

51Rodríguez Araujo, op. cit, 2012, p. 143.

52 Todd A. Eisenstadt, “The Origins and Rationality of the ‘Legal vs. Legitimate’ Dichotomy Invoked in Mexico’s 2006 Post-Electoral Conflict”, PS: Political Science and Politics, vol. 40. núm. 1, 2007, p. 39.

53 José Antonio Crespo, “2012: el voto de la izquierda”, Desacatos, núm. 42, mayo-agosto de 2013, p. 116.

54Anaya fue candidato por la coalición “Por México al Frente”, integrada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC). Meade, a su vez, fue candidato de la coalición “Todos por México”, formada por el PRI, el Partido Nueva Alianza (Panal) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

55 Carlos Malamud y Rogelio Núñez, “El voto del enojo: el nuevo (o no tan nuevo) fenómeno electoral latinoamericano”, España, Elcano, 2018, https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/el-voto-del-enojo-el-nuevo-o-no-tan-nuevo-fenomeno-electoral-latinoamericano/

56Loc. cit.

57 Kenneth F. Greene y Mariano Sánchez-Talanquer, “Latin America’s Shifting Politics: Mexico’s Party System Under Stress”, Journal of Democracy, vol. 29, núm. 4, octubre 2018, p. 36.

58 Juan Luis Hernández Avendaño, “El voto ‘útil’ y el pragmatismo de la alternancia. En busca del bien mayor o el mal menor”, IBERO. Revista de la Universidad Iberoamericana, año X, núm. 56, junio-julio de 2018, p. 19.

Traducción de Fionn Petch, CM Idiomas (Inglés)

Traducción de Rafael Segovia, cm Idiomas (Francés)

Recibido: 01 de Noviembre de 2021; Aprobado: 01 de Marzo de 2022

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons