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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.61 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2021  Epub 18-Jun-2021

 

Reseñas

US Hegemony and the Americas. Power and Economic Statecraft in International Relations

Natalia Saltalamacchia Ziccardi1 

1ITAM nsaltala@itam.mx

Santa-Cruz, Arturo. US Hegemony and the Americas. Power and Economic Statecraft in International Relations. Estados Unidos: Routledge, 2020. 237p.


El declive de la hegemonía de Estados Unidos en el orden mundial ha sido un tema de debate en la disciplina de las Relaciones Internacionales desde los años setenta del siglo pasado. En este libro, Arturo Santa-Cruz retoma esta controversia con un doble propósito. El primero es plantear una discusión teórica sobre la naturaleza del poder y su ejercicio en el plano de las relaciones interestatales, decantándose por una visión cercana al constructivismo y a la escuela inglesa, donde se conciben las relaciones de poder sobre todo como un hecho social. El segundo es analizar la manera en la cual el poder de Estados Unidos se ha proyectado en el continente americano a lo largo de la historia, pero especialmente a partir del último tercio del siglo XX. ¿Cuál ha sido el alcance de la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental? ¿Ha sido una constante o ha visto etapas de declive? ¿Se ha expresado de la misma manera en las diferentes subregiones?

La respuesta a estas preguntas es, desde luego, un objetivo ambicioso y de difícil consecución, no sólo por la amplitud del espacio temporal y geográfico que se cubre, sino también porque el enfoque teórico que se utiliza exige un conocimiento profundo e históricamente contextualizado de los procesos sociales estudiados. Este desafío se encara, no obstante, de manera exitosa mediante un diseño de investigación meticuloso, que conjuga tanto sofisticación teórica como rigor metodológico. A lo largo de los primeros cuatro capítulos, el autor va sumando con pericia los ladrillos del edificio teórico que cobija esta investigación. Vale la pena destacar tres decisiones metodológicas a partir de las cuales se establece la estructura del texto y sus contenidos.

En primer lugar, la selección de América como área de estudio responde al hecho de que el continente ha sido históricamente la zona de influencia estadounidense por antonomasia. El autor argumenta que, si se demuestra que la hegemonía de Estados Unidos ha decaído en esta parte del mundo, “se puede asumir con seguridad que lo mismo ha ocurrido en otras latitudes”. En ese sentido, América constituye un caso de estudio crítico. No obstante, uno puede suponer a priori que el tipo y grado de influencia es variable a lo largo y ancho de este orden regional, por lo que se opta por la estrategia empírica de identificar cuatro casos que introducen variación contextual en el análisis de las relaciones de poder de Estados Unidos en el hemisferio: Canadá, México, Centroamérica y Sudamérica.

En segundo lugar, la delimitación temporal se establece con base en las tres fases del debate académico sobre el ascenso o declive de la hegemonía estadounidense en el mundo. El primer periodo corresponde a los años 1971-1989, es decir, las últimas dos décadas de la Guerra Fría. El segundo periodo corre entre 1990-2000, correspondiente al llamado “momento unipolar”. El tercero, y seguramente más interesante, abarca los años 2001-2016 y está marcado por el ascenso de China y la creación del grupo brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

En tercer lugar, el autor elige analizar el proceso de las relaciones de poder en el ámbito económico. Con tal propósito, en los capítulos 2 y 3 presenta una discusión sobre qué es el poder y la hegemonía. En línea con el enfoque constructivista, subraya que más allá de la obvia asimetría de capacidades materiales entre Estados Unidos y el resto del continente, la hegemonía estadounidense se basa en un hecho social: la legitimidad; o bien, en el grado de autoridad que los miembros del orden regional reconocen a la potencia. Señala con toda razón que no es útil pensar en esta cuestión de manera dicotómica (por ej., Estados Unidos es o no hegemónico), sino como un continuum (en qué grado es hegemónico). Por otra parte, en el capítulo 4, Santa-Cruz retoma y elabora ulteriormente la noción de “economic statecraft” propuesta por David Baldwin para operacionalizar el concepto de poder en el ámbito de las relaciones económicas interestatales. Aquí se subrayan dos cuestiones importantes. Primero, que dichas relaciones no se basan en una pura lógica transaccional de maximización de utilidad inmediata, sino que sirven también a propósitos políticos, tanto materiales como inmateriales (por ej., reputación o respeto). Segundo, que los intereses y el repertorio de instrumentos de política exterior económica concebibles por la potencia hegemónica están conectados con su identidad estatal; en el caso de Estados Unidos se trata de una identidad liberal que, con variaciones de énfasis, se mantuvo mayormente en pie durante los 46 años estudiados.

La segunda parte del libro está integrada por cuatro capítulos empíricos que constituyen un verdadero tour de force. Presentan un recuento analítico de las relaciones económicas entre Washington y sus contrapartes en los tres subperiodos históricos mencionados, colocando el énfasis en la política comercial, el uso de incentivos o medios coercitivos (por ej., sanciones, embargos), así como las afinidades o desencuentros identitarios entre las partes. Se observa que, a grandes rasgos, la capacidad de influencia de Estados Unidos en los países del continente entre 1971 y 2016 o, dicho de otra manera, “su habilidad para afectar sus acciones o su predisposición para actuar de una manera consistente con -y no contraria a- las preferencias” estadounidenses se ha mantenido. Desde luego, como se demuestra en los capítulos, esto ha sucedido en diferentes grados a lo largo del tiempo: hay subperiodos en los cuales Estados Unidos ha gozado de mayor o menor autoridad en el hemisferio. El autor demuestra que dicha variación no es meramente atribuible a cambios en las capacidades materiales relativas de los actores, sino que la explicación debe incorporar también factores relacionados con la legitimidad, entre los que se puede citar, por ejemplo, la mayor o menor convergencia en el terreno de las ideas económicas.

Aunque no forma parte de sus objetivos centrales, el libro cierra con algunas consideraciones sobre los cambios en la diplomacia económica de Estados Unidos introducidos por el presidente Donald Trump a partir de 2017. Ésta es, desde luego, una reflexión bienvenida ya que la administración Trump sacudió profundamente la identidad liberal de su país y su concepción del ejercicio del poder se fincó en la idea de primacía bruta, en lugar de dominación apoyada en algún grado de consenso. En coherencia con su línea argumentativa, el autor afirma que la política trumpista lastimó gravemente la reputación y erosionó las bases de la legitimidad de Estados Unidos como potencia hegemónica, lo que se traduciría en una importante pérdida en su capacidad de influencia. Este postulado, sin embargo, queda expresado en términos teóricos y tendrá que ser objeto de comprobación empírica para el caso de Canadá y América Latina en trabajos posteriores. De confirmarse, la fortaleza de los argumentos de este libro será todavía más contundente.

No cabe duda de que Arturo Santa-Cruz ha escrito una obra de gran envergadura, cuyos aportes se insertan no sólo en el debate teórico sobre la naturaleza de la hegemonía en las relaciones internacionales, sino también en la discusión metodológica sobre cómo se operacionaliza el ejercicio del poder, entendido como un proceso y una relación social entre actores internacionales. Asimismo, el libro es una contribución a la literatura sobre la historia del orden regional interamericano y, en particular, el desarrollo de las relaciones económicas entre Estados Unidos, sus vecinos y las subregiones de Centro y Sudamérica. El hecho de que incluya a Canadá y no sólo a los países de América Latina, algo poco frecuente debido a la versatilidad de conocimiento experto que se requiere, es otro rasgo singular. Por último, la buena pluma de Santa-Cruz -quien, por ejemplo, recupera aquí y allá la voz de los protagonistas políticos mediante oportunas citas textuales- resulta en una lectura fluida y redondea las cualidades de este estupendo libro.

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