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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.61 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2021  Epub 21-Abr-2021

https://doi.org/10.24201/fi.v61i1.2814 

Reseñas

Los clásicos de las relaciones internacionales. Ideas y conceptos para la construcción teórica de la disciplina

Roberto C. Hernández López1 

1FES Acatlán, UNAM roberhernan@gmail.com

Velázquez Flores, Rafael; Schiavon, Jorge A.; Morales Ramírez, Dámaso. Los clásicos de las relaciones internacionales. Ideas y conceptos para la construcción teórica de la disciplina. ,, México: AMEI, CIDE, UABC, 2020. 258p.


No es el primero y no será el último -por fortuna-. Crece y se multiplica el acervo bibliográfico de las Relaciones Internacionales (RI). Y no sólo en esa línea editorial -que siempre encontró mercado- que se especializa en abordar algún tema relevante de la política mundial (recientemente, la pulseada político-económica entre Estados Unidos y China, el Brexit, el reposicionamiento de Rusia en el escenario internacional, las diversas consecuencias del cambio climático, etcétera). En años recientes se suman los libros “académicos” en la materia. Y no sólo se cuentan las obras que provienen de las naciones protagónicas de las relaciones internacionales, sino de países de incipiente desarrollo, pero con tradición en la política exterior, como México.

En plena temporada de confinamiento, tres conocidos académicos de las RI en México, Rafael Velázquez, Jorge A. Schiavon y Dámaso Morales, emprendieron un proyecto editorial colectivo, cuyo objeto trae a la memoria obras como las de Neumann y Waever, The Future of International Relations: Masters in the Making (limitado a autores contemporáneos), de John A. Vasquez, Classics of International Relations, con el que coincide en el número de autores abordados: 54, y el de Griffiths, Roach y Solomon, Fifty Key Thinkers in International Relations, un acercamiento más bien por escuelas o tradiciones.

A diferencia de las obras referidas, Los clásicos de las relaciones internacionales. Ideas y conceptos para la construcción teórica de la disciplina es una obra colectiva y plural en más de un sentido. Está dividida en cuatro grandes partes: I. Clásicos antiguos y postclásicos; II. Primeros internacionalistas: los fundadores; III. Los consolidadores de la disciplina, y IV. Los contemporáneos, incluye a 54 autores -incluidos los editores: Velázquez, Schiavon y Morales-, que abordan un número igual de autores clásicos y contemporáneos de las RI, bajo una misma estructura: 1) introducción, que proporciona la coordenadas históricas en las que se ubica cada uno de los autores analizados; 2) una reseña biobibliográfica que recupera las obras más destacadas y ofrece un breve perfil biográfico del clásico en cuestión; 3) principales aportaciones de los teóricos incluidos, sin duda la parte más sustantiva de cada uno de los 54 capítulos, en la que se exponen de manera sucinta las principales tesis de las teorías respectivas, y, por último, 4) una reflexión final sobre la trascendencia del autor y su obra, y su articulación con las RI. Todo ello, por cierto, en no más de cinco cuartillas.

Además de la pluralidad de académicos que abordan a los clásicos de la disciplina, esta obra es también plural por las organizaciones e instituciones de educación superior públicas y privadas que concurren en su edición: la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).

Un afortunado esfuerzo editorial colectivo que atiende uno de esos vacíos no sólo en los estantes de la biblioteca nacional de RI, sino que apuntala uno de los flancos más relevantes, pero durante años poco atendidos, en la formación de los internacionalistas del país: la instrucción teórica. Como se apunta en la “Presentación”, la obra está dirigida “principalmente a los estudiantes de los cursos iniciales de la licenciatura, pero también puede ser útil para diplomáticos funcionarios públicos, representantes de organizaciones civiles y, en general, para todo público interesado en los temas internacionales. Finalmente, esta obra puede ser de enorme utilidad para los estudiantes en la presentación de su examen de egreso del CENEVAL, donde muchas de las preguntas son sobre las teorías de Relaciones Internacionales y sus autores” (p. 14).

Ésta es una obra que se complementa con anteriores de similar inspiración en las que participaron algunos de los autores del libro de marras: Introducción al estudio de las relaciones internacionales: 100 años de disciplina (México, BUAP, 2019) y Teorías de Relaciones Internacionales en el siglo XXI: interpretaciones críticas desde México (México, BUAP/Colsan/UABC/UANL/UPAEP, 2014).

Además de su explícito carácter teórico, quienes recorran sus páginas podrán constatar que no se trata sólo de un amplio repertorio de teorías y de sus autores, también es un libro de historia, porque lo mismo nos situamos en la Guerra del Peloponeso, ese conflicto “inevitable” entre las dos grandes potencias helénicas: la castrense Esparta y la socrática y no menos cosmopolita Atenas; un conflicto que aún hoy nos ayuda a entender la siempre compleja coexistencia de las potencias -como Estados Unidos y China- a través de eso que algunos autores han dado en llamar “la Trampa de Tucídides”.

En un momento somos testigos de la caída de Atenas y unas páginas más adelante estamos en la Florencia del Renacimiento, compartiendo en cierta medida la fascinación que le produce al joven Nicolás Maquiavelo la audacia de César Borgia. Dos capítulos más adelante aterrizamos en medio de un conflicto, las guerras civiles inglesas, contexto histórico en el que se inscribe esa obra mayor que es El Leviatán, escrito por el erudito llamado Thomas Hobbes, que no sólo tradujo a Tucídides sino a Homero.

Apenas recuperado el aliento, tras leer a Kant y un poco antes de los debates sobre el Derecho Internacional (que involucran a Grocio y Vitoria), ya estamos en el tumultuoso y largo siglo XIX, “era de revoluciones” -como la denomina el gran historiador inglés Eric Hobsbawm- y tocando ya las puertas del “corto” siglo XX: la Revolución rusa, las guerras mundiales y la Guerra Fría, esa “falsa paz” de la que ya nos había hablado Tucídides 25 siglos atrás.

No sólo se dan cita autores y teorías, sino épocas y circunstancias históricas, capítulos completos de la historia universal, infaltables, todos, en la cultura de los internacionalistas. Aunque, bien visto, no sólo de ellos. Porque no se trata de un libro endogámico: de internacionalistas para internacionalistas. Con todo y que esa comunidad de profesionales de las RI es amplia y creciente, esta obra interpela a todas aquellas personas interesadas en la circunstancia que les tocó vivir y que son partícipes de la historia que los define, ciudadanos del mundo o, como lo expresó Publio Terencio, definen su humanidad “porque nada de lo humano les es ajeno”.

Destaca, también, la importancia del método. Decía Lich tenberg que “Al prólogo se le podría llamar pararrayos”, y en este caso lo es, entre otras cuestiones, porque en la “Presentación” se precisa lo que es evidente: que la selección de los autores analizados no fue un capricho de los editores. En la página 11 se puede leer:

El criterio de selección utilizado no ha sido arbitrario ni al azar. Desde un principio, los coordinadores de la obra establecieron los criterios de inclusión, entre ellos: primero, se incluyeron autores altamente reconocidos en el ámbito de la disciplina; segundo, estos autores deben haber hecho una aportación relevante a la teoría de las relaciones internacionales y sus principales áreas de estudio, destacando los creadores de teorías específicas; tercero, se seleccionaron a los autores con mayor impacto en la disciplina, medido por su número de citas.

Sobre esa base, que le aporta solidez al texto, los 54 colaboradores de la obra despliegan abordajes y acercamientos múltiples sobre los autores que consideramos “clásicos” y que, a su vez, nos remiten a otros autores, de tal forma que se vuelve un viaje sin fin, una historia interminable.

Desde luego, quizás no están todos los que son: ¿por qué Tucídides, pero no Heródoto? ¿Por qué Sun Tzu pero no Kautilya o Ibn Jaldún? ¿Por qué Aron y no Merle? ¿Por qué Immanuel Wallerstein pero no Pablo González Casanova? Y entre los contemporáneos, tal vez merecía incluirse a Slavoj Žižek, que tanto ha escrito sobre las formaciones capitalistas de más reciente cuño y sus consecuencias políticas mundiales. Un debate, éste de la selección de los “clásicos”, quizás interminable, pero que el libro zanja de manera efectiva porque si bien quizás no están todos los que son, no sobra ninguno de los que están.

De entre los aciertos de la obra, se pueden destacar tres, por lo menos y no necesariamente en orden de importancia:

PRIMERO. Su inocultable vocación pedagógica, que se expresa de múltiples formas. Para empezar, es un libro escrito por maestros para sus alumnos. No es una disertación con ínfulas academicistas, se trata de un texto que destaca por su notoria y notable intención pedagógica. Y eso se agradece, porque en no más de cinco páginas, los lectores no se vuelven doctos en cada uno de los autores de los que da cuenta la obra, pero sí acceden a las tesis principales -que ya es un aporte estimable-, al perfil biográfico de sus autores y al contexto histórico de su obra.

“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, como dice Baltasar Gracián. Pero además de breve y bueno, esta vocación pedagógica del libro también y sobre todo se expresa en el lenguaje en el que está escrito, que no es simple sino accesible, lo que hace más amena la lectura.

SEGUNDO. Su apuesta por lo que podemos denominar el canon teórico de las Relaciones Internacionales. Herencia de los tiempos que corren, desde hace unos años parece que está proscrito hablar del canon, es decir, de ese conjunto de obras de lectura obligada en cierta disciplina o en determinado campo de estudios. Pareciera que no hay referentes, como si pudiéramos colocar a vendedores de humo al lado de clásicos del pensamiento. No, no todos van en la misma bolsa ni ocupan un lugar en el mismo estante. El canon existe. Y este libro es una muestra de ello, pues se trata de una obra colectiva de maestros que escriben sobre sus Maestros, Maestros de todos: Sun Tzu, Tucídides, Hobbes, Grocio, Kant, Maquiavelo, Marx, Lenin, Lippmann, Gramsci, Morgenthau, Aron, Waltz, Cox, Keohane, Nye, Putnam, Wendt… y muchos más que, juntos, forman lo que podemos caracterizar como el canon teórico de las Relaciones Internacionales.

Canon proviene del griego Kanôn, que se traduce como vara hueca o regla, y quizás de allí su mala fama: una vara o una regla que impone y que, eventualmente, sirve para dar reglazos… Pero también Kanôn denota medida, incluso se asocia con la idea de modelo para medir; de allí el canon de Policleto (que en escultura nos da la proporción entre la cabeza y el cuerpo) o el celebérrimo canon de Alejandría, es decir, ese “catálogo” alejandrino de los griegos “dignos de imitar”. Ése es el sentido que prevalece en este libro: el catálogo de los clásicos de las Relaciones Internacionales dignos de imitar, de leer y releer.

En el fondo de la noción de canon laten esos grandes referentes, ante los cuales es absoluta y merecidamente válido discrepar, debatir y criticar; lo único injustificable, acaso, frente a los clásicos, sea ignorarlos, hacer como que no existen, pasar de largo. Entre otras razones porque, como lo señala Italo Calvino -en ese espléndido texto Por qué leer a los clásicos (Tusquets, 1993)-, “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”.

TERCERO. Su énfasis teórico, que no es poca cosa porque la comunidad de internacionalistas no se salva de esa tendencia a la banalización, a simplificar y desentenderse de todo aquello que se presuma complicado. Y esta obra no sólo pone el dedo en la llaga, sino que aporta para superar esa deficiencia. Tan notorias y generalizadas han sido las reticencias hacia lo teórico, que algunos autores, como Walker, sostienen que los internacionalistas demuestran “cierto orgullo frente a su inmunidad a las reflexiones teóricas y filosóficas”.1 Precisamente este descuido del flanco teórico ha contribuido a alimentar críticas, en no pocas ocasiones desmedidas, que cuestionan la cientificidad de las RI. Y es que si algo puede definir su historia como disciplina científica a lo largo del siglo XX, fue el litigio epistemológico y político al que se le sometió permanentemente, que se tradujo en el cuestionamiento sobre su autonomía y su método, acerca de su objeto de estudio y la cientificidad de su discurso, incluso que se expresó en la pugna intestina entre “escuelas”.

La teoría no es un adorno. Tampoco un requisito ni una apostilla en la formación de los internacionalistas: la teoría no es sino un recurso, una herramienta -como otras con las que cuenta la licenciatura- para entender y explicar el mundo. Y esta obra pone a disposición de sus lectores una caja de herramientas.

Por todas estas razones, y otras más que los lectores podrían aportar, sea bienvenido este volumen sobre los clásicos de las RI que aspira a convertirse en referente y a ser colocado en esa repisa de “Clásicos” en las bibliotecas de los estudiosos de la materia y, en general, en los libreros de los lectores interesados en la política mundial, cada vez más difícil de diferenciar de política nacional, incluso de la subnacional.

Y por último, un libro que debe estar siempre presto, a la mano, porque los clásicos son esos autores y obras infaltables que han desafiado y, en cierto sentido, derrotado la tiranía del tiempo. Como nos lo recuerda Fernández Buey en esta publicación, en relación con Antonio Gramsci: “Un clásico es un autor que tiene derecho a no estar de moda nunca y a ser leído siempre”.

1R. B. J. Walker, “The Prince & The Pauper”, en J. Der Derian y M. J. Shappiro (eds.), International/Intertextual Relations: Postmodern readings of World Politics, EEUU, Lexington Books, 1989, p. 28.

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