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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.60 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2020  Epub 12-Feb-2021

https://doi.org/10.24201/fi.v60i4.2675 

Reseñas

¿Por qué funciona el populismo?: El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis

Andrés Ruiz Pérez1 

1Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, whirlwind_713@hotmail.com

Casullo, María Esperanza. ¿Por qué funciona el populismo?: El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2019. 208p.


El término populismo se ha vuelto tan recurrente en las discusiones políticas actuales, en los medios de comunicación, en las charlas de café, que todo mundo va por la vida creyendo saber qué es, o suponiéndolo al menos. Esta presencia pone de relieve la importancia de definirlo y estudiarlo sin prejuicios. Ése es el objetivo que se plantea este libro: dar mayor claridad al término y al mismo tiempo mostrar su funcionamiento en diversas realidades políticas. Esto es particularmente útil porque evita encasillarse en una discusión que trata exclusivamente populismos latinoamericanos y abre la posibilidad de analizar casos en Europa y América del Norte.

La autora es explícita en delimitar el populismo como un fenómeno político, no sociológico ni económico. En ese sentido, un aspecto central de la definición es que no está forzosamente ligado a cierta ideología o condicionado a implementar políticas económicas determinadas; más bien es una forma de construir el poder político de la que pueden servirse diversos programas ideológicos.

Es de interés la revisión teórica que hace sobre las diversas definiciones que existen desde la perspectiva política, las cuales se comunican entre sí para aportar a la comprensión de este complejo fenómeno. La primera es la discursiva, que subraya la formación de identidades políticas por medio de la separación que hace el líder entre el “nosotros” y el “ellos”. La segunda lo define como una estrategia de acumulación de poder del líder, en la que las políticas económica y social sirven a este objetivo. La tercera lo ve como una ideología delgada con tres características: un discurso antielite, centrado en lo moral y que subraya el respeto de la voluntad general. La última enfatiza la activación de significantes socioculturales por medio de actuaciones públicas, a partir de las cuales se construye la imagen del líder.

Casullo identifica tres características que comparten los gobiernos populistas: un líder personalista que se vuelve central en la política; el apoyo de un colectivo de personas movilizadas y un discurso antagonista que divide el campo político entre un nosotros popular y un ellos que por lo general señala a la elite. Define al populismo no como una ideología sino como un marco enunciativo, con lo que centra su análisis en el ámbito discursivo. Una idea relevante es que ni el pueblo ni la elite son entidades objetivas, sino colectivos imaginados que se construyen por medio del discurso. Es decir, el populismo produce cierta narrativa a partir de las realidades sociales, como la desigualdad, que se viven en un país, para generar identificación entre el líder y sus seguidores. A este género discursivo político lo denomina “el mito populista”. Parte de la explicación de por qué funciona este mito es la forma en que la mente humana está configurada para comprender y reaccionar a las historias. Éstas pueden generar entusiasmo, sentido de identidad y ser un llamado a la acción. Al hacer una revisión histórica, que comienza en la Grecia antigua, se muestra que el populismo no es algo que haya surgido en el siglo XX, sino que es tan viejo como la democracia misma, como lo hacen notar Platón y Aristóteles al advertir sobre los demagogos. Un aspecto recurrente tanto en la Roma clásica como en la Edad Media es la idea de un pueblo que puede ser movilizado por el soberano contra una elite que a su vez desea ampliar su poder económico y político. Para el liberalismo, hay un “pueblo en reserva” que es soberano pero que no gobierna directamente, sino que delega esa función a un monarca, presidente o legislatura. Actualmente, su participación se limita a momentos determinados, como las elecciones, sin encargarse de las tareas de gobierno. Esta tensión entre la idea de un gobierno del pueblo, que en la práctica no lo ejerce, es lo que genera la oportunidad para un liderazgo carismático que canalice el descontento. Para lograrlo, se recurre al mito populista, el cual debe explicar quién forma parte del pueblo, quién es el villano que le ha hecho daño, y justificar la necesidad del líder de reparar ese perjuicio. Estos mitos son locales, ya que atienden a circunstancias específicas.

En cuanto al líder, destaca que siempre se presenta como outsider, con tres caminos comunes: el militar patriota (Perón), el dirigente social (Morales) y el empresario exitoso (Trump). En lo que toca a los enemigos del pueblo, es interesante la diferenciación que se hace entre populismos de izquierda, para quienes el villano suele ser la elite o fuerzas externas (el Fondo Monetario Internacional, el neoliberalismo), a diferencia de los de derecha, que apuntan a ciertos grupos dentro del país (migrantes, minorías). Finalmente, muestra que hay mitos futuristas y nostálgicos. En los primeros el pueblo es un proyecto, una entidad a construirse, cuyo desarrollo ha sido limitado por sus enemigos, en tanto los segundos apuntan a un pasado en el que ese pueblo ya estaba constituido y, por lo mismo, hay que eliminar los elementos que lo han “contaminado”. Señala que los mitos futuristas tienden a identificarse con populismos de izquierda, en tanto los nostálgicos, con la derecha.

A partir de este marco teórico hace un análisis, fundamentalmente discursivo, de los presidentes latinoamericanos de la ola rosa (Chávez, Morales, los Kirchner, Lugo). Apunta que todos llegaron al poder en un contexto de crisis económicas, sociales y políticas asociadas al agotamiento de los gobiernos neoliberales que se iniciaron en los años noventa. Otros aspectos comunes son un mayor estatismo económico, limitar el poder de los partidos tradicionales y privilegiar formas de participación política más directas. En estos análisis, se aclara la noción de que los mitos populistas son locales y atienden a circunstancias específicas de cada país; ejemplo de ello es la fuerte identidad indígena de la que se valió Evo Morales, o el marcado antimperialismo de Chávez.

Un aspecto que resalta la autora es que aquellos que usaron el mito populista en su versión de mayor dicotomía fueron los más exitosos en construir un “pueblo” que podía movilizarse para apoyar al gobierno ante amenazas. En otras palabras, la radicalización en el discurso, no la moderación, fue la estrategia más efectiva para mantenerse en el poder. Sin embargo, el reducido número de casos revisados, así como el hecho de que solamente presente uno de moderación discursiva (Lugo, en Paraguay), no son evidencia suficiente para sustentar la aseveración por completo. Quedaría, en el mejor de los casos, como una hipótesis de trabajo para investigaciones posteriores.

Una falla que detecta en el mito populista a partir de estos análisis es la pérdida de verosimilitud conforme el tiempo del líder en el gobierno es mayor y acumula más poder. Los mitos apuntan a enemigos y amenazas contra el pueblo, pero entre más poderoso es el líder y más largo es su periodo, menos creíble es que las elites o los enemigos sean los causantes de los males del país, y más posible es que sea culpa del propio gobierno.

En el cuarto capítulo, presenta un análisis del ascenso de líderes en Europa y Estados Unidos, y muestra que el populismo se da también en democracias consolidadas y con instituciones fuertes. Apunta a rasgos xenófobos, antiliberales y anticosmopolitas comunes, pero distingue entre fascismos y populismos de derecha en que los primeros son críticos de la democracia misma, en tanto los segundos la reivindican como ideal, pero rechazan su concepción liberal.

Tres temas clave para estos regímenes son: limitar la migración, revertir los cambios en el modelo de familia patriarcal o “tradicional” y reducir la interferencia de entidades supranacionales (ya sea la Unión Europea, acuerdos multilaterales u organizaciones internacionales), promoviendo una visión primordialmente nacionalista. Además, si bien no expresan críticas directas al sistema capitalista, sí se quejan de los efectos de la globalización en el “pueblo”. Finalmente, nota en todos ellos un marcado sesgo antiintelectual.

Casullo analiza a Trump y LePen. El primer caso, de acuerdo con el marco teórico planteado, es populismo de derecha prácticamente de libro de texto. El segundo es más problemático, principalmente porque ella no logró la victoria en las urnas. En ese sentido, el estudio se limita a la parte discursiva, pero no tiene el sustento de acciones de gobierno llevadas a cabo que confirmen o den cuenta de hasta qué punto esa visión piensa hacerse realidad y cuáles fueron sus resultados. La argumentación que hace a partir del hecho de que es mujer y la manera en que recurrió a temas o preocupaciones feministas como arma de ataque contra minorías étnicas es interesante, pero desvía la discusión del tema central del libro. Hubiera sido deseable que estudiara a profundidad más casos que menciona sólo brevemente (Orbán, Kurz, Farage, Wilders en Europa o Modi fuera de ella).

El quinto capítulo, sobre Macri, se siente forzado. El análisis de la presidencia actual en Argentina desde un enfoque sobre populismo y el señalamiento de que para alcanzar su victoria haya usado algunos elementos de éste parece aislado del resto del libro. El único argumento ligado con los capítulos previos es que el populismo funciona en el ámbito electoral porque es efectivo para construir identidades políticas ante la erosión de los sistemas de partidos tradicionales alineados con programas de izquierda o derecha. Una alternativa posible para ligar este capítulo más con la línea argumentativa de por qué funciona hubiera sido plantear otros casos de estrategias populistas para ganar en las urnas en más países, a fin de que el lector pueda detectarlas en elecciones futuras.

La fortaleza de este libro radica en sus dos primeros capítulos: en la definición y discusión sobre por qué el populismo funciona. Éstas dan al lector un mapa de ruta para juzgar por sí mismo sobre si determinado político es o no populista, cómo está integrado su mito y cuáles son sus principales estrategias para mantenerse en el poder. El enfoque propuesto, por su facilidad de aplicación al basarse en el aspecto discursivo, tiene un gran potencial para explicar un fenómeno que cada vez tiene mayor presencia en muchas partes del orbe. Los tres capítulos finales, por otra parte, son un testamento de lo que pudo haber sido -un análisis comprehensivo de cómo ha funcionado el populismo en diferentes contextos actuales- y no fue.

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