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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.60 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 23-Oct-2020

https://doi.org/10.24201/fi.v60i3.2777 

Reseñas

La transnacionalización del mundo social. Espacios sociales más allá de las sociedades nacionales

Carlos Alba Vega1 

*Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, calba@colmex.mx

Pries, Ludger. La transnacionalización del mundo social. Espacios sociales más allá de las sociedades nacionales. México: El Colegio de México, 2017. 386p.


Este libro de Ludger Pries fue escrito en alemán hace varios años y por fortuna ahora ve la luz en español. El texto no ha perdido su actualidad; sus ideas y propuestas mantienen su importancia e interés, y sus objetivos y conclusiones siguen vigentes y son relevantes. En parte, porque el autor puso al día muchas de las informaciones cuantitativas pero, sobre todo, porque la perspectiva que adopta no es coyuntural sino que se trata de una amplia mirada sobre corrientes de largo aliento, y es resultado de muchos años de trabajo, de entrevistas y encuestas, de viajes y encuentros con migrantes en sus lugares de origen y destino, con empleados y gerentes de empresas multinacionales, así como con representantes de asociaciones nacionales e internacionales y de organizaciones no gubernamentales.

El caso de doña Rosa y su familia, que viajan de su natal Puebla a Nueva York y viceversa, para atender a sus parientes y negocios, sirve al autor para dar inicio a su argumento y brindar ideas e informaciones, hallazgos y preguntas que ha ido cultivando y cosechando a lo largo de su trabajo intelectual. El libro ofrece una visión panorámica que permite acercarse, haciendo varias escalas, a diversos rumbos del planeta sobre esa tríada de temas que han ocupado su quehacer como investigador y maestro: las transformaciones del trabajo, de las organizaciones y de las migraciones internacionales, en perspectiva comparativa.

Este trabajo quiere ir más allá de los estudios que abordan el tema de la globalización desde un ángulo predominantemente económico y financiero, en donde la producción y circulación de mercancías y servicios, capitales y tecnologías comunicacionales traspasan las fronteras de los Estados nacionales, comprimiendo el espacio y el tiempo. Su interés principal es la dimensión sociocultural de las relaciones sociales, en la que desempeñan un papel central los proyectos de vida y los imaginarios de los actores sociales, así como la importancia de las organizaciones transnacionales y de los regímenes institucionales que estructuran la vida transnacional.

A lo largo de su libro, Pries debate sobre las diferencias entre la globalización y el transnacionalismo; en algunos casos muestra su distancia y sus reservas, sobre todo cuando presenta, como un punto fuerte del transnacionalismo, la dimensión espacial internacional de las relaciones sociales. El autor hace suya la idea que afirma que “la práctica social de los hombres en sí misma no puede ser global, puede ser influida por la globalización y eventualmente orientarse hacia ella. Los seres humanos actúan e interactúan siempre en, y entre, lugares concretos”. En cambio, converge con la globalización cuando explica la ampliación o intensidad de las relaciones a partir de los grandes cambios que tuvieron lugar en el último tercio del siglo XX: la liberalización económica, las transformaciones políticas con el colapso de la Unión Soviética y las economías planificadas de los países del socialismo real, y la revolución en las tecnologías de la información y la comunicación.

Para Pries, el concepto de la globalización es demasiado general y abstracto para explicar muchas formas de internacionalización. Esa noción también se llegó a presentar con demasiada frecuencia como la expresión de una tenencia unilateral hacia la formación de un mercado unitario universal. Frente a esta idea se forjó el concepto de glocalización (Roland Robertson, 1992, 1994), para mostrar que lo local cuenta, interactúa e influye sobre lo global. Además, el autor advierte que la globalización no lleva a la desterritorialización, como algunos analistas lo sugirieron, ni a la desaparición gradual de los Estados nacionales. Bastaría con evocar las distintas maneras en que aparecen procesos de renacionalización y regionalización en Europa (que podemos observar desde con el Brexit y hasta Cataluña), en Asia (desde la India hasta Tíbet) y en América (desde Trump hasta Maduro).

En el texto se muestran diversos ejemplos en que las tensiones regionales-étnicas se agudizan, fenómenos que nos llevan a reflexionar sobre los conceptos de espacio vinculados a la internacionalización; es decir, a la interrelación entre los ámbitos sociales y geográficos en los cuales viven y se desarrollan las personas. Así, el autor propone siete tipos ideales para caracterizar los cambios en las relaciones transfronterizas -esas formas de internacionalización que se enmarcan en la perspectiva del transnacionalismo- para explicar de manera más detallada y profunda los procesos de espacialización.

Para Pries, la transnacionalización es una forma específica de intensificación de las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas que trasciende los espacios nacionales; una manera de estrechar relaciones transfronterizas sin que haya un centro de poder, de recursos o de referencia muy claro. Esas relaciones y redes que traspasan las fronteras no se tejen principalmente entre Estados y gobiernos, ni se despliegan en todo el orbe, sino que se extienden entre localidades muy precisas a diversas escalas.

En el ámbito micro, el transnacionalismo incluye a los hogares con familias de migrantes legales o indocumentados que mantienen relaciones transfronterizas mediante viajes, redes sociales, comunicaciones a través de la voz o de imágenes, y envío de remesas. Pero las migraciones internacionales, enfatiza Pries, no son globales ni están desterritorializadas.

En un ámbito mezzo están las organizaciones sin fines de lucro y, sobre todo, las empresas transnacionales cuya influencia sobre los Estados nacionales se ha acrecentado en las últimas décadas. En este punto el autor muestra que, aunque estas organizaciones son muy poderosas, dependen de leyes y regulaciones nacionales, de mercados de trabajo regionales y de culturas locales. Lo mismo advierte para las organizaciones no gubernamentales. Aquí nos preguntamos: ¿cuáles son los márgenes de acción que tiene el Estado para regular el entorno y la intervención de las empresas transnacionales en un contexto de fuerte competencia internacional por la atracción de inversiones? Concretamente nos referimos a aspectos como los salarios, la autonomía de los sindicatos y las normas ambientales.

En el ámbito macro, Pries sostiene que han surgido arreglos institucionales transnacionales, convenciones, tratados, normas y acuerdos de más largo plazo entre países sobre temas de derechos humanos, condiciones laborales y protección de bienes comunes como el medio ambiente, que se inscriben en organismos internacionales como la ONU. El problema es que no se cumplen ni los acuerdos vinculantes ni los voluntarios. Tenemos a la vista la retirada (el 2 de junio de 2017) de la administración Trump del Acuerdo de París contra el cambio climático, que fue firmado por 195 países, y la suspensión del financiamiento a la Organización Mundial de la Salud (en abril de 2020) por la gestión de la pandemia. Está también el caso de la falta de ratificación de México del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para promover, proteger y garantizar los derechos humanos de 2.4 millones de trabajadoras del hogar que no cuentan con regulación laboral ni protección social. La pregunta que surge aquí es: ¿qué se necesita para avanzar en una coordinación de la gobernanza global y cómo hacer cumplir a los gobiernos con sus compromisos internacionales?

El autor muestra que si bien se ha restringido la soberanía de los Estados nacionales, éstos mantienen un control decisivo del proceso de creación de normas. En el libro queda claro que la idea kantiana de la ciudadanía mundial necesita contextualizarse y aterrizarse para que pueda ser una ciudadanía transnacional.

Como en otros trabajos de Pries, en éste se sostiene una idea clave: no somos sujetos sujetados, inermes ante las fuerzas globalizadoras o ante los designios de las grandes corporaciones, sino que existe una capacidad de agencia (capacidad de decisión y acción) que, si bien tiene límites, también ofrece oportunidades.

La transnacionalización se expresa a través de múltiples formas que se examinan y ejemplifican en las investigaciones que ha realizado el autor con base una etnografía o sociología multisituadas.

Las migraciones laborales internacionales constituyen una de las formas destacadas de este transnacionalismo, en el que se descubre cómo se tejen las redes y las relaciones sociales. Para conocer su dinámica, el autor complementa las encuestas que ha realizado con migrantes con el estudio de casos que permite observar estos cambios de manera intensiva y a profundidad. Otros agentes de transnacionalización son las organizaciones, tanto las empresas multinacionales como las organizaciones no lucrativas.

Estos casos sirven al autor para emprender una reflexión a fondo respecto de la relación entre el espacio y lo social, así como sobre el trabajo, y para defender la idea de que las localidades concretas y las unidades espaciales no están perdiendo, sino ganando, importancia gradual con el fenómeno de la globalización. Aquí cabe recordar que Luis González, en su innovador libro Pueblo en vilo, la microhistoria de San José de Gracia, mostró desde hace varias décadas la importancia irremplazable de la patria chica, de “la matria”.

Un elemento relevante de este libro, que lo distingue de otros sobre la transnacionalización, es su naturaleza interdisciplinaria. Eso se aprecia a lo largo de todo el trabajo y en la manera en que se examina lo que cada área del conocimiento aporta al estudio del transnacionalismo.

Desde la historia, muestra muchos ejemplos de actividades humanas que traspasaron las fronteras de sus espacios vitales, reinos o Estados-nación, para comerciar, hacer guerras de conquista territorial o proselitismo religioso, lo que dio origen a movimientos migratorios laborales forzados o voluntarios, muchos no tan distintos a los que hoy se observan. Lo que los distingue son los nuevos medios de comunicación y transporte que permiten acortar las distancias geográficas y el tiempo.

Nos muestra también la antigüedad y el desarrollo de los entramados organizacionales transnacionales de tipo religioso, como la iglesia católica; los comerciales y de transportes, como la Liga Hanseática (que data de 1254), o los imperios que crearon sus colonias desde la segunda mitad del segundo milenio, y que tuvieron organizaciones transfronterizas muy complejas y lograron unificar durante más de tres siglos tanto su poder como sus intereses en lugares muy diversos y distantes. En los siglos XIX y XX aparecerían nuevas organizaciones políticas trasfronterizas, como los cuerpos diplomáticos, las fundaciones políticas o científicas y las empresas multinacionales que, según lo advierte, al principio del siglo XXI, las 500 más grandes, asentadas principalmente en Europa, Japón y Estados Unidos, son responsables de 80% del total de las inversiones extranjeras directas.

Para Pries, la historia está confrontada con el problema de encontrar y construir unidades apropiadas de análisis y referencia en los aspectos geográficos-espaciales y temporales frente a la tradición dominante de considerar la historia como la de los Estados y las sociedades nacionales, o como la historia mundial y la sucesión de los grandes imperios.

Desde el campo económico, en el libro se examinan las empresas internacionales a través del caso de la industria automotriz alemana, uno de los sectores que Pries ha estudiado con mayor profundidad. Con ella muestra los cambios y estrategias de producción y de internacionalización que han adoptado las empresas y sus proveedores a través del tiempo.

Desde el campo de las ciencias políticas se estudia también el ámbito de las relaciones internacionales, que abarca tanto las relaciones intergubernamentales como la investigación sobre las organizaciones multilaterales creadas por los Estados-nación, como las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la Unión Africana (UA) y la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).

Desde las ciencias económicas explora las aportaciones para la investigación sobre las diferentes características y tipos de empresas internacionales, donde observa el sentido laxo y homogeneizante con que a veces se les caracteriza al catalogarlas como transnacionales, reduciendo sus singularidades, cuando pueden diferenciarse al menos cuatro tipos ideales de organizaciones: focales, globales, multinacionales y transnacionales.

Desde los campos de la sociología, la etnología y la antropología social y cultural, el autor muestra los avances de las investigaciones sobre el transnacionalismo en los distintos continentes, en particular sobre las migraciones internacionales centradas en la práctica social cotidiana transfronteriza, el surgimiento de comunidades transnacionales y de espacios sociales. Las comunidades transnacionales se conceptualizan como campos sociales que traspasan las fronteras de los Estados y las sociedades nacionales y que surgen como entramados de interacción relativamente compactos y duraderos, a través de flujos migratorios masivos, circulares e internacionales. Estos estudios, basados en trabajo de campo multisituado, analizan los diversos movimientos humanos, de mercancías e información y comunicación directa y sistemática en estas “comunidades transnacionales”, lo que les permite mantenerse unidas y darse apoyo más allá de las fronteras. Con base en los trabajos de Glick Schiller et al. (1992) y Basch et al. (1997) resume el nuevo debate sobre transnacionalismo en cuatro hipótesis: (1) la migración transnacional está ligada a las relaciones globales del capital y el trabajo con el desarrollo del capitalismo global; (2) el transnacionalismo necesita entenderse como un proceso en el cual los migrantes construyen campos sociales a través de sus propias prácticas cotidianas y sus relaciones sociales, económicas y políticas, que trascienden las fronteras de los Estados nacionales; (3) las perspectivas de la investigación socioeconómica asociadas a conceptos como etnia, raza o nación no pueden percibir ni analizar los fenómenos transnacionales en su justa medida; (4) ya que los migrantes transnacionales o transmigrantes viven de modo transfronterizo, confrontan los conceptos de nación de varios Estados y, con ello, también las ideas preconcebidas correspondientes de etnia, raza y nación.

Pries indaga también sobre los debates, los aportes, el alcance y los límites de la geografía y las ciencias regionales y del espacio que examinan los fenómenos de transnacionalización, y discute conceptos como los de globalización y localización, espacio, urbanismo y ciudades globales. Desde la perspectiva de la geografía, la transnacionalización es el incremento de estructuras y procesos transfronterizos que, al mismo tiempo, se encuentran fuertemente anclados en relaciones locales y nacionales. Esa transnacionalización no diluye las fronteras en el gran espacio de flujos, sino que implica una nueva producción de fronteras, una reterritorialización.

Finalmente, el autor muestra también que el transnacionalismo se estudia teórica y empíricamente desde otras ciencias sociales, humanidades y estudios culturales, literarios y artísticos, los cuales recurren a la novela, los viajes, las biografías, las relaciones entre autores y las revistas literarias, la pintura, la música, la arquitectura y muchas otras expresiones, para abordar las influencias recíprocas que, al traspasar las fronteras, enriquecen las culturas. En síntesis, en este libro se presenta el enfoque del transnacionalismo como un campo fecundo para entender lo que ocurre en el mundo contemporáneo desde los distintos campos del conocimiento.

Llaman la atención lo recursos teóricos y empíricos de los que se puede echar mano en un país como Alemania, en cada una de las disciplinas científicas. No podemos nombrar la cantidad y diversidad de referencias que en el libro se hacen sobre pensadores universales que son de cultura germana. Ésta ha sido una fuente de documentación muy valiosa que se pudo aprovechar en este texto, y de la que nos beneficiamos los lectores, junto con la bibliografía anglosajona y latinoamericana a la que estamos más acostumbrados, sin que hayan faltado textos de autores de otras tradiciones culturales y científicas. Sin duda, la ubicación del investigador entre espacios culturales tan variados se refleja en las preguntas, la búsqueda y las respuestas que nos ofrece. Y se expresa también en el nivel de desarrollo teórico que alcanza.

Este despliegue de recursos teóricos, metodológicos y empíricos contrasta con su modestia, ya que en ningún momento pretende decir la última palabra. En muchos pasajes duda, y sus preguntas en esos casos resultan tan relevantes como sus hallazgos. Incluso cuando critica el concepto de globalización, no intenta reemplazarlo simplemente con el de transnacionalización; más bien nos advierte sobre usarlo como un comodín que, a fuerza de intentar explicar todos los fenómenos, acabaría por no revelar a fondo ninguno.

Es muy común leer estudios que comienzan por desechar teorías por considerarlas endebles u obsoletas, inadecuadas o parciales, superficiales o tendenciosas, para luego ofrecer la teoría correcta. En este libro ése no es el caso: no se monta a la cresta de la moda ni se ofrece al transnacionalismo como la panacea del discernimiento. Detrás de los juicios de conocimiento, que son tan importantes, se ofrecen en el libro juicios de valor sobre el trabajo intelectual, actitudes hacia la búsqueda de la verdad, nunca definitiva, siempre mejorable y perfectible.

También puede destacarse que, a pesar de la gravedad de los problemas y desafíos analizados por Ludger Pries , su visión del mundo, de las relaciones internacionales y del futuro, es optimista y esperanzadora. Esto se observa, por ejemplo, cuando examina las empresas transnacionales y sus relaciones con los países en desarrollo, o los efectos de las migraciones para los países de origen y destino.

Entre dos grandes temas que se desarrollan en el libro: las migraciones internacionales y las empresas transnacionales con raíces en los países del norte, pero que desde los años noventa operan también en varios países emergentes, hay otros aspectos que no aparecen de manera explícita, pero que están subyacentes; entre ellos, pueden comentarse dos casos: la globalización económica desde abajo y el transnacionalismo religioso de los últimos años.

La globalización económica desde abajo también representa a millones de personas, generalmente pequeños empresarios y comerciantes, muchos de ellos migrantes, que se trasladan con y sin documentos y que lo hacen fuera de las regulaciones internacionales. Sus actividades están lejos de los centros financieros y de los circuitos de las grandes empresas multinacionales; más bien se sitúan por debajo, entre los intersticios y los pequeños nichos económicos que aquéllas no pueden o quieren cubrir.

Este tipo de globalización es una corriente transnacional de personas y mercancías que en lo individual maneja pequeñas cantidades de capital. Las transacciones están poco institucionalizadas, cuando no son informales, a veces semilegales o ilegales. Las mercancías, nuevas o usadas, genuinas o falsificadas, se transportan en maletas y sacos por aire, mar o tierra para hacerlas llegar hasta los centros de las grandes ciudades o a los rincones más apartados del llamado mundo en desarrollo, aunque también tiene lugar en los países del norte.

Esta globalización económica tiene como principal centro de producción a China, ahora la fábrica mundial, desde donde se organiza la circulación de mercancías a través de grandes mercados de salida, como Yiwu, al sur de Shanghái, o las Chonking Mansions, en Hong Kong, para hacerlas llegar a los grandes mercados populares de entrada en países de Asia, África, Europa y América, como Ciudad del Este, en Paraguay, o Tepito, en México, desde donde se redistribuye a las otros mercados, varios de ellos nocturnos o de la madrugada, o a las calles de las ciudades más grandes del continente, como la 25 de Marzo y la Calle Oriente, en São Paulo, y de los pueblos más pequeños.

Los Estados, los organismos internacionales y las grandes empresas transnacionales consideran estas actividades ilegales, ilegítimas y peligrosas, por lo que se las combate en nombre de la legalidad; además, se las asocia con el crimen organizado, como si perteneciesen a los mismos circuitos del tráfico de drogas, el lavado de dinero, el comercio de seres humanos, el contrabando de armas y hasta el terrorismo.

Esta forma de globalización es muy importante porque brinda a los sectores más pobres de la sociedad el acceso a una parte de la riqueza mundial que de otro modo no conseguirían, y es relevante también por la capacidad de generar trabajo y mitigar así uno de los problemas contemporáneos más persistentes.

El otro tema que el libro sugiere y deja abierto para nuevas investigaciones es el del transnacionalismo religioso contemporáneo, que se expresa también en los ámbitos económicos, sociales y políticos, como lo muestran de diferentes modos el islam en Europa y el culto a la virgen de Guadalupe en Estados Unidos.

La importancia de este último se ha estudiado en grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, en el proceso de migración acelerada y masiva de las últimas décadas, de las caravanas de migrantes centroamericanos, de militarización y aseguramiento de la frontera, de estancamiento de las leyes migratorias y de las luchas en todas partes por los derechos de los desplazados por la globalización, la pobreza y la violencia. Se ha mostrado que desempeña un papel importante en la vida de los migrantes mexicanos, de los chicanos e incluso se ha ampliado a los latinos como un poderoso símbolo de identidad cultural y religiosa frente al mundo anglo, y como bandera de lucha de los inmigrantes indocumentados que la están convirtiendo en un símbolo popular de la reforma migratoria. Por ejemplo, se ha estudiado la relación entre la religiosidad popular de estos actores sociales y la ciudadanía en Nueva York; las formas en que los migrantes indocumentados mexicanos, organizados en comités guadalupanos agrupados en la Asociación Tepeyac, utilizan el espacio de la Iglesia y, desde ahí, redefinen sus derechos, su ciudadanía e identidades, mediante la negociación de los símbolos de fe y nación. Esos estudios advierten que sus objetivos son tan materiales como los derechos migratorios, los servicios sociales y la equidad económica y política, enmarcados en un sentido de solidaridad y de comunidad con otros mexicanos. En esos comités, interpretan su “ilegalidad” en términos morales como un fracaso de las estructuras económicas más amplias, cuyo control está fuera de su alcance, y encuentran en el guadalupanismo un asidero y un remedio para atenuar su condición de sufrimiento marcada por el racismo, la desigualdad, la pobreza, la exclusión o la explotación. Para algunos autores y autoras, ese guadalupanismo es el que les brinda un lenguaje para exigir sus derechos y para empoderarse, más que alguna doctrina desarrollada por la Iglesia o que la labor de activistas carismáticos que politizan la devoción guadalupana.1 La agenda promovida desde esa devoción guadalupana diferiría de otras experiencias de asociación, como las casas de los estados (Casa México, Casa Puebla), las asociaciones de pequeños empresarios, los equipos de futbol y los clubes de oriundos.

Los migrantes mexicanos católicos han construido grandes altares a la Virgen de Guadalupe en las principales ciudades de Estados Unidos, como Chicago, Nueva York y Los Ángeles, en donde se generan nuevos espacios para las identidades individuales y colectivas. El culto a la guadalupana como protectora de los migrantes se ha manifestado de diversas maneras. Por ejemplo, desde 2002, la Asociación el Tepeyac de Nueva York, una organización que nació por iniciativa de un grupo de sacerdotes del sur del Bronx -la cual promueve los derechos humanos de los inmigrantes mexicanos y latinos- organiza la carrera de la antorcha Guadalupana México-Nueva York, que sale de la Ciudad de México y llega al altar de la Virgen de Guadalupe en la Catedral de San Patricio, en Nueva York, el 12 de diciembre de cada año. Para quienes participan en ella, “la carrera representa la unión de las familias divididas por la frontera. El cruce de la frontera simboliza una trasformación inicial de sí mismo, es una especie de rito de paso en su doble sentido.2

También se ha estudiado el uso que hacen los migrantes de la imagen guadalupana en algunos espacios públicos, como las plazas para producir identidad y crear o fortalecer una comunidad transnacional. Por ejemplo, la Plaza México en Lynwood, en la región de Los Ángeles, se transforma en un espacio multidimensional que abarca expresiones seculares, religiosas, culturales y políticas. Esa plaza permite entender, según las autoras, las conexiones culturales transnacionales y las transmisiones familiares de la cultura entre diferentes generaciones de migrantes.3 Ahí se refuerzan la identidad y las redes sociales, y se recrea la cohesión y los rasgos culturales. Para mostrar esta conversión de un espacio de mercado a un “espacio encantado”, las autoras toman la veneración cultural y religiosa a la virgen de Guadalupe como icono emblemático que simbólica y materialmente vincula el espacio, la cultura y la identidad en Plaza México.

También se ha estudiado la trasposición del espacio sagrado a través de las fronteras nacionales en Des Plaines, un suburbio de Chicago, en el llamado “Segundo Tepeyac de América”.4 Sin embargo, en este templo estadounidense no se representa únicamente la perspectiva mexicana; los principios religiosos desbordan la identificación nacionalista; los fieles que concurren en ese lugar hacen un llamado explícito a lo sagrado cuando expresan sus subjetividades proinmigrantes.

Según Peña, “liberada del poder disciplinario del moderno y secular Estado-nación, la religión es libre de entrar a las dinámicas de la globalización, de la regionalización y de la localización […] para generar nuevas identidades y territorios […]. Las ciudades [y los suburbios] se convierten en lugares donde esos desplazados por la globalización tratan de dar sentido a su desconcertante mundo, reubicando el mapa de los paisajes sagrados a través de prácticas religiosas, como la realización de peregrinaciones, de festivales y construyendo altares, santuarios y templos”.5

Ese Segundo Tepeyac de América, al que acuden fieles de varios países latinoamericanos y también estadounidenses, se ha convertido en una plataforma política y en un refugio seguro para los indocumentados de diversos países. Ahí se ofrecen talleres para la naturalización y la ciudadanía, viajes a Chicago y a Springfield, la capital del estado de Illinois, para apoyar la reforma migratoria, y se brinda también un ambiente que anima el dialogo intercultural y la formación de redes socioeconómicas. Según Peña,6 el desarrollo de este espacio sagrado interamericano de una comunidad etnorreligiosa, aunque en ciernes, permite sortear las limitaciones seculares dictadas por el Estado-nación, y ayuda a los devotos a contrarrestar las limitaciones materiales y los efectos sociales de las narrativas antiinmigrantes.

Si estos dos temas y otros que podemos imaginar, por ejemplo, las inversiones internacionales de las grandes cadenas comerciales o la transnacionalización de las organizaciones criminales, no están desarrolladas con la misma profundidad que otros asuntos, tienen cabida y se sitúan en el mismo marco teórico, metodológico y empírico propuesto por Ludger Pries .

Cada lector podrá recibir de modo distinto lo que el texto dice, dependiendo de sus intereses, preocupaciones y áreas de conocimiento pero, sin duda, tendrá un panorama muy rico, amplio y profundo de las relaciones sociales, espaciales e internacionales que nos ha tocado vivir. Además, la claridad del lenguaje, la precisión de las informaciones y el calado de las ideas lo han convertido en un clásico que puede leerse con provecho y placer por expertos y por no especialistas interesados en conocer estas cuestiones cruciales del mundo contemporáneo.

1Alyshia Gálvez, Guadalupe in New York: Devotion and Struggle for Citizenship Rights among Mexican Immigrants, Nueva York, NYU Press, 2009, pp. 6-7 y 236.

2Galvez, op. cit. p. 181.

3Macarena Gómez-Barris y Clara Irázabal, “Transnational meaning of La Virgen de Guadalupe: Religiosity, space and culture at Plaza Mexico”, Culture and Religion, vol. 10, núm. 3 (2009), pp. 339-357.

4Elaine Peña “Beyond Mexico: Guadalupan Sacred Space Production and Mobilization in a Chicago Suburb”, American Quarterly, vol. 60, núm. 3 (2008), pp. 721-747.

5Manuel A. Vasquez y Marie. F. Marquardt, Globalizing the Sacred: Religion across the Americas, Piscataway, N.J., Rutgers University Press, 2003, p. 45, citado en Elaine Peña, “Beyond Mexico: Guadalupan Sacred Space Production and Mobilization in a Chicago Suburb”, op. cit. p. 724.

6Loc. cit.

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