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Foro internacional

Print version ISSN 0185-013X

Foro int vol.59 n.1 Ciudad de México Jan./Mar. 2019

 

Reseñas

Joy Langston, Democratization and Authoritarian Party Survival. Mexico’s PRI.

Irékani Alarcón Acostaa 

a Centro de Investigación y Docencia Económicas ramirezvillela87@gmail.com

Langston, Joy. ,, Democratization and Authoritarian Party Survival. Mexico’s PRI. Nueva York: Oxford University Press, 2017.


Consumada la Revolución, México parecía estar en condiciones para llevar a cabo un proceso de institucionalización, a fin de crear un Estado funcional y organizado que pudiera satisfacer las necesidades de la nación. La influencia de los distintos ideales revolucionarios, combinados con el ideal del Estado democrático, influyó en este proceso y permitió crear instituciones de índole diversa. A pesar de la diversidad de funciones que cada institución cumplía, todas compartían un factor común: coherencia con la imagen de un Estado moderno. Sin embargo, como señala Migdal,1 hay una diferencia entre la imagen y la práctica del Estado. Por una parte, la imagen del Estado se relaciona con la idea de una estructura dominante y que funge como representación de un grupo de personas, es decir la figuración abstracta de lo que entendemos por Estado. Por otra, la práctica del Estado tiene que ver con las relaciones reales ejercidas entre sus distintos actores. Es importante aclarar que la imagen y la práctica no siempre coinciden. Así, aunque las instituciones posrevolucionarias predicaran la imagen de un Estado democrático moderno, la práctica de algunas de ellas no tenía relación alguna con ésta. Uno de los ejemplos más representativos de este tipo de instituciones es el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El PRI ha sido estudiado como un partido hegemónico por distintos politólogos;2 sin embargo, en muy pocos casos se ha analizado su transformación y sus relaciones internas después del proceso de democratización mexicano comenzado en 1989. El libro que aquí se reseña, en este sentido, examina este tema enfocado en la supervivencia del Partido después del proceso de democratización. Así, la autora plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿por qué un partido hegemónico como el PRI sobrevive al proceso de democratización y qué cambios le permiten hacerlo? A partir de un análisis histórico y estadístico, Langston plantea su hipótesis: el diseño institucional mexicano propició, indirectamente, la preeminencia de ciertas facciones del PRI sobre otras, lo cual, después de una reestructuración organizativa interna, les permitió sobrevivir a la transición democrática e incluso retomar el poder.

El libro está dividido en dos partes. La primera abarca de los capítulos dos al cinco. En ésta, la autora expone el trasfondo histórico de lo que fue el PRI durante su etapa de hegemonía. Además, explica las distintas relaciones que había entre los integrantes del partido, los líderes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), los candidatos a los puestos públicos y los distintos funcionarios pertenecientes al Partido. La segunda se constituye de los capítulos siete al diez. En esta sección, Langston expone las distintas funciones que lleva a cabo cada uno de los actores en el PRI a fin de garantizar victorias electorales después del proceso de democratización.

Como se dijo antes, las instituciones tienen un papel decisivo tanto en la competencia electoral y la supervivencia de los partidos como en el comportamiento de sus integrantes. El pri, antes del proceso de democratización (es decir de 1929 a 1989), contaba con distintos mecanismos que le permitían continuar ejerciendo el poder. A causa de la casi nula competencia electoral, la certidumbre de que los puestos escogidos por elección popular serían ocupados por integrantes del PRI era prácticamente absoluta. De esta forma, si se considera la definición de Przeworski sobre democracia3 -en la que debe haber incertidumbre electoral ex ante y certidumbre ex post-, México no era un país democrático. Además, de acuerdo con la autora, el encargado del poder ejecutivo era, a su vez, dirigente principal del CEN y, por tanto, del PRI -lo cual, según Juan Linz, levanta sospechas acerca de si el curso de acción del Ejecutivo es guiado por su responsabilidad como funcionario público o por su pertenencia al partido.4

A partir de 1988, el PRI comenzó a enfrentar competencia electoral. De este hecho se derivaron tres cambios institucionales que contribuyeron al proceso de democratización: 1) el PRI estuvo obligado a negociar nuevas reglas electorales que implicarían elecciones más justas; 2) el Presidente, por entonces Salinas de Gortari, llevó a cabo un proceso de reforma interna al partido; 3) el gasto excesivo en las elecciones de 1994 contribuyó a la crisis del mismo año. El primer cambio institucional derivó en la apertura del debate público y en la representación. Esta negociación con los otros partidos le permitió al PRI tranquilizar la situación. El segundo cambio institucional obligó a que los candidatos por el partido hegemónico ya no fueran escogidos “por dedazo”, sino a partir de un proceso democrático interno. Además, este cambio modificó el perfil necesario de un candidato, pues ahora tendría que ser lo suficientemente popular como para ganar las elecciones.

Otro cambio institucional muy importante para la supervivencia del PRI, según Langston, fue la toma de poder por parte de los gobernadores. El federalismo, el sistema electoral mixto y las cuantiosas sumas entregadas a los partidos propiciaron este escenario. Después de perder la presidencia en 2000, el PRI ya no tuvo un ejecutivo como actor coercitivo que obligara a las distintas facciones a cooperar. A partir de ese momento, la influencia de los gobernadores creció y, junto con el CEN, llegó a determinar el rumbo del Partido. Por esta razón, en 2012, la competencia por la candidatura no fue tan ardua y el PRI concentró su esfuerzo en un candidato que representaba tanto al CEN como a los gobernadores: Enrique Peña Nieto. Esta toma de poder por parte de los funcionarios estatales influyó, a mediano plazo, en la selección de candidatos para la Presidencia. Hasta entonces, la mayoría de los candidatos había estado en alguna gubernatura.

El libro reseñado contribuye al análisis de los sistemas de partidos hegemónicos y su resistencia en un ambiente democrático a través de distintas aristas. En primer lugar, cumple con su objetivo, pues destaca la relación cercana entre los cambios institucionales y la supervivencia de un partido. Sin embargo, la aportación medular del texto se desprende de la comprobación de la hipótesis. Langston logra demostrar la gran influencia que tienen las instituciones en la forma en que los actores se desenvuelven en el campo democrático. Como ella argumenta, a lo largo de la historia del PRI, es posible observar cómo los cambios a nivel institucional no sólo determinan la estructura de distribución del poder, sino cómo cada uno de los miembros del partido se relacionaba entre sí y con la oposición. Además, demuestra cómo estos cambios obligaron al partido a competir de una forma más justa y democrática.

En segundo lugar, la autora propone afirmaciones que no restringen su validez al caso mexicano, pues la mayoría podría aplicarse a cualquier sistema de partido hegemónico. La razón de ello es que las causas de los distintos cambios institucionales argumentados son comunes en distintos países. Un ejemplo de ello es el crecimiento de la competencia electoral que provoca la renegociación de normas democráticas. Otro ejemplo es la caracterización de las crisis económicas como factores determinantes para la falta de apoyo a los partidos hegemónicos. También en un sentido comparativo, el texto se aproxima al tema del PRI desde una clara perspectiva institucionalista, pero distinta e innovadora.

A pesar de las aportaciones mencionadas, el libro tiene algunas afirmaciones discutibles, que es necesario señalar. En primer lugar, la autora descarta de forma acelerada la posible contribución del argumento de la cultura política. En el capítulo seis, titulado “Voting Behaviour in Mexico”, Langston pretende desmentir el argumento de Almond y Verba con respecto de la cultura política de una población y su respectiva forma de gobierno. Sin embargo, en su análisis está mencionado que los estudios demográficos muestran una mayor densidad de votantes priistas en las zonas rurales. A esto añade que la población de estas áreas era más pobre y menos educada. El argumento de Almond y Verba destaca tres aspectos primordiales para la cultura política: 1) la orientación cognitiva, 2) la orientación afectiva y 3) la orientación evaluativa.5 Aunque este ejemplo no permita identificar ni la orientación afectiva ni la evaluativa, la dimensión cognitiva se hace evidente. De esta manera (aunque posiblemente no haya una correlación) la falta de cognición acerca del sistema político, los objetos políticos, los objetos administrativos y la conciencia de uno mismo como ser político abunda en los lugares donde también abundan los partidarios del PRI. En este sentido, esta dimensión de análisis merece, al menos, un repaso acentuado.

En segundo lugar, la autora no toma en cuenta distintos actores que desempeñaron un papel protagónico en el cambio de régimen y en la transición democrática. Desde la publicación del texto Guerra y construcción del Estado como crimen organizado de Charles Tilly, fue bien aceptado que los agentes encargados de moldear la política no pertenecen únicamente al Estado institucional. Como bien afirma Tilly, hay grupos de crimen organizado que poseen la capacidad de violentar en distintos territorios nacionales. El cambio de partido gobernante ocurrido durante las elecciones del 2012 no podría explicarse sin reconocer el papel que tuvo la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón Hinojosa. Así, con el propósito de comprender con amplitud la supervivencia del PRI después del proceso de democratización y su regreso al poder, es necesario examinar su relación con los distintos carteles mexicanos.

En suma, el texto Democratization and Authoritarian Party Survival. Mexico’s PRI de Joy Langston es una lectura indispensable para entender el fenómeno del PRI en el marco de la Ciencia Política. Su análisis de hechos históricos y de las instituciones que creaban paralelamente, además de ser innovador, coherente y sólido argumentativamente, permite al lector obtener un panorama amplio y detallado del PRI después del proceso de democratización. La revisión de este texto puede permitir la apertura de un nuevo enfoque al estudio del otrora partido hegemónico en México. No es exagerado afirmar que la lectura de este texto es medular para la formación del politólogo mexicano.

1Joel S. Migdal, Estados débiles, Estados fuertes: El Estado en la sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 2015.

2En el origen estuvo el texto de Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza, 1992, pp. 78-94, 149-162.

3Adam Przeworski, “La democracia como resultado contingente de conflictos”, en Constitucionalismo y democracia, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 91.

4Es necesario resaltar este aspecto, pues es una de las características ambiguas propias de los sistemas presidenciales, de la cual se benefició el PRI. Según Juan Linz, “el Presidente puede encontrar difícil combinar su papel como jefe… simbólico de la organización política… con su papel como un jefe ejecutivo eficaz y también un dirigente partidario que lucha por promover su partido y su programa” (“Los peligros del presidencialismo”, en El resurgimiento de la democracia, trad. de Isabel Vericat, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, p. 112).

5Gabriel A. Almond y Sidney Verba, The Civic Culture: Political Attitudes and Democracy in Five Nations, Princeton University Press, 1963, p. 180.

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