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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.55 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2015

 

Reseñas

Juan Carlos Gachúz Maya y Diana Bank (coords.), BRICS: La nueva agenda

Eduardo Tzili Apango

Gachúz Maya, Juan Carlos; Bank, Diana. BRICS: La nueva agenda. Puebla: Fomento Editorial BUAP, 2014. 255p.


Durante el último lustro, en México se realizaron importantes contribuciones al entendimiento de la dinámica de los países que se conocen como BRICS.1 En estos estudios se observa el común denominador de ver a los BRICS como un conjunto de países con crecimiento económico acelerado y progresivo aumento de influencia regional. También surgió el debate sobre si los BRICS son países que tienen el objetivo de cambiar el statu quo global o si sólo buscan desarrollarse económicamente sin pretender cambiar el sistema internacional.

Sin asumir que tengan intenciones o no de cambiar el statu quo, los autores de BRICS: La nueva agenda analizan los problemas estructurales que tiene cada uno de los países que conforman el acrónimo, y el bloque en su conjunto, lo que repercute en su capacidad de modificar al sistema internacional. Se insertan en el debate al responder una pregunta tácita: ¿pueden los BRICS cambiar el statu quo?

La obra inicia con dos capítulos sobre Brasil. En el primero, Mauer de Salles se enfoca en identificar de qué manera se afectó la agenda internacional brasileña por su ingreso a la dinámica BRICS. El autor concluye que, aun cuando se formó una nueva identidad brasileña por formar parte del bloque, no hubo un cambio sustancial en la agenda internacional brasileña, pero sí en la forma en perseguir objetivos de política exterior.

Lo anterior es reflejo de la tendencia global sobre la conformación de un nuevo multilateralismo. Por ejemplo, desde la década de 1930 se observa que Brasil adoptó un compromiso y un activismo político significativo en la consolidación del multilateralismo económico-comercial. Esto se visualiza en el liderazgo que adoptó -y compartió con otros países como México- en la formación de grupos multilaterales como el G -77. La formación del G-20 le otorgó la oportunidad a Brasil para renovar su papel de liderazgo, así como también lo hicieron otros foros ad hoc como IBSA (la India, Brasil y Sudáfrica) y el mismo BRICS. Por lo tanto, el liderazgo brasileño y la persecución de objetivos de política exterior no cambiaron de fondo, sino de forma. Según el autor, el gran reto de Brasil ahora es vincular, de manera coherente, los retos de la nueva realidad internacional con sus paradigmas históricos, ya que “cuanto más Brasil se convierte en BRIC, más se aleja de su concepto de país en desarrollo y sudamericano”.

Con base en el texto anterior, se puede asumir que los BRICS se fortalecen, económica y políticamente, gracias al sistema internacional, ya que, como se escribió, el desempeño internacional brasileño no es novedad. En el siguiente capítulo de la obra, Arellanes Jiménez concuerda con este enfoque al decir que “a causa de que forman parte de un sistema y orden establecido durante la Segunda Guerra Mundial, es muy difícil que presenten una modalidad antisistémica”. El autor estudia dos fenómenos que surgieron de manera paralela: Brasil como BRICS y como potencia regional, para lo cual describe qué son los BRICS, cuál es el papel brasileño en el foro y en la región sudamericana.

Con base en la definición de potencias regionales-globales, el autor concluye que Brasil, al igual que los países BRICS, cumple con los requisitos necesarios: pertenencia a una región geográfica y políticamente definida, ejercicio de liderazgo regional, fomento de mecanismos de integración regional, entre otros. Sin embargo, el autor también explica que Brasil es diferente en otros aspectos: es una democracia (a diferencia de China) y carece de conflictos religiosos o vecinos hostiles (a diferencia de la India). El estudio concluye que los BRICS, y Brasil en particular, mantienen al sistema internacional neoliberal en tanto que exportan capitales asociados a políticas imperialistas de potencias mundiales, fomentan el monopolio empresarial, garantizan la estabilidad geopolítica regional y legitiman un acceso más profundo a los mercados globales.

Bank y Gómez Galicia analizan la dinámica que surgió en Rusia a causa de la combinación de dos factores: impacto a la economía a causa de la recesión global financiera de 2008-2010, y las presiones sociales que se derivaron de este episodio. Para esto describen los antecedentes históricos que guiaron al ascenso de Putin al poder, a saber: déficits públicos a causa de las reformas económicas en la década de 1990, falta de madurez política, impacto al precio de las materias primas por la recesión global de 1998 y aumento en las tasas de pobreza y desigualdad.

La combinación del nacionalismo y una “doctrina del consenso” permitieron a Putin iniciar nuevas relaciones con el sector privado y el ejército, además de que facilitó el uso de los energéticos como arma política ante el exterior. Con esto se asume que el Estado se fortaleció y los poderes oligárquicos, que mantuvieron en jaque a la economía rusa, se debilitaron. Empero, los autores enfatizan que Rusia es el país de entre los BRICS con peor gobernabilidad en razón del pésimo control de la corrupción, mal ejercicio del Estado de derecho y pobre calidad en las regulaciones. También se observan problemas de competitividad, ya que el país euroasiático depende mucho de los energéticos, está entre los veinte países peor evaluados en materia de eficiencia aduanal y carece de infraestructura propicia para recibir inversiones y fomentar el comercio exterior. Estas situaciones no permitirán la continuidad de Rusia en el Foro BRICS a menos que se logren cambios sustanciales.

El estudio anterior se complementa con el texto de Michalon sobre el reto demográfico ruso. En éste se subraya la importante diferencia de la tendencia demográfica rusa que, en contraste con los otros países BRICS (a excepción de China), está a la baja. Esto se explica por la inestabilidad que provocó la descomposición de la Unión Soviética. Si bien las condiciones económicas mejoraron en la primera década del siglo XXI, no aumentó la tasa de natalidad al punto de compensar el número de decesos.

El autor describe varias medidas que adoptó el gobierno para contrarrestar la tendencia, la cual parece guiar a un despoblamiento de gran magnitud en razón del enorme territorio ruso. Sin embargo, aunque las tasas de fertilidad aumentaron y las tasas de mortalidad disminuyeron, la tasa de crecimiento natural muestra un saldo negativo. Ante lo anterior, se afirma que de no ser por los flujos migratorios, la disminución demográfica rusa registraría una disminución de casi el doble de lo que se registra actualmente. No obstante, este tema resulta ser políticamente sensible a la sociedad rusa. En 2012 se propuso un nuevo concepto de la política migratoria rusa, con lo que se pretende impulsar un “cambio de tono” en el tema migratorio. Sin embargo, el autor concluye con una paradoja: “en ningún otro país se asocia una necesidad tan apremiante de flujos intensivos de migración con una negativa tan resoluta por parte de la población”. Por razones económicas y demográficas, resulta apropiado decir que esto es un obstáculo para que Rusia consolide un poder que le permita seguir en los BRICS.

El siguiente texto también versa sobre Rusia, con lo cual se observa una especial atención a este país mientras que no se estudia a otros miembros del foro en la misma magnitud. En este capítulo, Rodríguez Suárez analiza la manera en que Rusia intenta reintegrar a los países que conforman su “cercano próximo” por medio de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El autor se enfoca primero en describir los orígenes y la evolución histórica de la CEI, la cual “respondió al deseo de reconstruir a la Unión Soviética bajo otro esquema de integración”. Pero la ineficiencia estructural de la CEI y el dominio ruso en el esquema integrador impulsaron a la creación de otras organizaciones sin Rusia, como la Organización de Cooperación de Asia Central. En segunda instancia se describe la estructura institucional de la CEI, para después exponer los otros esquemas de integración regional.

El autor asevera que Rusia desea regresar al estatus de potencia mundial, por lo que el mantenimiento de su esfera de influencia por medio de la hegemonía regional se convirtió en prioridad para su política exterior. Aun cuando la CEI tuvo el efecto positivo de lograr una separación “civilizada” de la Unión Soviética, presenta más fracasos como mecanismo de integración. A pesar de esto, Rodríguez Suárez afirma que “para Rusia es importante mantener una organización ilusoria, debido a que confirma su papel simbólico de Estado hegemonía”. Si esta hipótesis resultara ser cierta, entonces es otra debilidad que Rusia tiene como potencia, supuestamente, regional, ante lo cual habría de hacer importantes ajustes. La firma del tratado para la Unión Económica Euroasiática parece ser un esfuerzo en esa dirección.2

Con el cuestionamiento sobre si se desploma un miembro BRICS, Almaraz Aréizaga analiza el caso de la India. En 2012, el país surasiático presentó signos de desaceleración económica, a lo que se suman dificultades internas como falta de solidez institucional y problemas de liquidez en el sistema bancario. También, desde 2010 se registró una disminución significativa en la inversión extranjera directa (IED), lo que se podría deber a que los inversionistas se dejaron llevar por la emoción del “milagro indio”. Después, la autora describe los problemas de corto plazo, ya que, en su opinión, hacen dudar más de la estabilidad de la India como país BRICS. Básicamente establece que las instituciones bancarias indias no pudieron hacer frente a las crecientes demandas de capital y dinero líquido. Ante esto, la Reserva Bancaria de la India adoptó medidas de política monetaria expansiva, lo que ocasionó inflación, depreciación de la rupia, déficit público y disminución de la inversión.

Éste es el único estudio de carácter normativo en tanto que recomienda algunas medidas para reactivar la economía india, además de proponer la firma de un tratado de libre comercio con México. Con base en la línea de la obra, la autora también expone aquellas situaciones que podrían afectar al papel de la India como miembro del grupo BRICS. Por ejemplo, la pobreza india es la mayor de entre los países miembros, la participación de la India al producto interno bruto global es, aún, muy poca (2%) y su crecimiento económico está fuertemente ligado a Estados Unidos y la Unión Europea.

Al igual que la India, China también presentó signos de desaceleración económica durante el periodo 2010-2013. Esto hace que se dude de la viabilidad de sus modelos económico y político. En su contribución, Gachúz Maya analiza los factores que intervinieron en dicha desaceleración. El autor enfatiza que el crecimiento económico chino, desde 1978, se debió más a los altos montos de inversión que al consumo o a las exportaciones. Este modelo “inversor” no resulta sustentable, ya que se fuerza el crecimiento económico al aumentar los montos de inversión, lo que ocasiona, además, sobreinversión, inversiones erróneamente dirigidas, o inversiones artificiales.

También se trata el tema del superávit, el cual muestra reducciones importantes desde 2011. Tres factores se relacionan a esto: la dependencia al inestable precio de materias primas, el aumento de los precios de las importaciones frente a las exportaciones y el crecimiento de salarios, lo cual suponía una ventaja comparativa a China.

Gachúz Maya, igualmente, describe la situación de los derechos humanos, los conflictos regionales y el aumento en el presupuesto militar chino. Estos son temas que reflejan la paradoja del poder chino: por un lado, una redirección de recursos económicos hacia fines geopolíticos y domésticos, pero, por otro lado, la inviabilidad del modelo chino, ya que son aspectos que producen descontento social y regional, y aumento en la brecha de desigualdad económica interna. El autor concluye que, a menos que China lleve a cabo reformas estructurales y revierta tendencias económico sociales perversas, probablemente se encaminará a tener inestabilidad social y estancamiento económico.

Bello Gómez y Bank estudian el caso de Sudáfrica. Sin duda, el estatus sudafricano, como BRICS, es el más criticable. Como muestran los autores, no fue accidente que el país africano no se incluyera en el foro original, ya que tiene uno de los índices de desempleo más altos del mundo, su desigualdad en el ingreso es de las peores y presenta importantes signos de inestabilidad política y social. Los autores remarcan que “las perspectivas de crecimiento económico de Sudáfrica son bastante limitadas como para justificar la confianza en que el país sea capaz de crecer de forma sostenida a las muy elevadas tasas que requeriría una economía similar a la de los BRICS”.

El último capítulo versa sobre el grado de cooperación y diálogo entre los países BRICS, y el reto que esto representaría para la hegemonía global, Estados Unidos. Morales Ruvalcaba, Rocha Valencia y Vargas García recuerdan sus múltiples contribuciones para el estudio del fenómeno BRICS, además de las interesantes propuestas sobre el Índice de Poder Mundial y la Geopolítica de la Cruz del Sur. Los autores inician el capítulo con la hipótesis de que los BRICS, en su papel de potencias regionales, se han propuesto escalar la jerarquía de poder internacional y pasar al centro de la economía mundial. Para un mayor entendimiento de esto, el análisis se realiza con base en las contribuciones de Wallerstein y la Teoría de los Sistemas-Mundo, aunado a una definición de lo que implica el término BRICS.

De igual manera, los autores describen los puntos más importantes que se acordaron en cada una de las reuniones cumbre que han tenido los BRICS. Se destacan: el objetivo de la segunda cumbre, de dotar al BRIC de mayor contenido político y credibilidad internacional; objetivo de la tercera cumbre, de cohesionar al foro y posicionarlo frente a otros, además del desarrollo de la cooperación multisectorial; el acuerdo de la quinta cumbre, de la creación del Banco BRICS, lo cual ya se volvió una realidad a partir de la cuarta cumbre en Brasil.3 Los autores concluyen que se vislumbra una nueva balanza de poder y el surgimiento de un nuevo mapa geopolítico. Empero, reconocen que, a nivel político internacional, tiene dos eslabones débiles, Sudáfrica y la India, países que son objeto incesante del soft power estadounidense.

La obra carece de consideraciones finales, lo cual es necesario para determinar futuras líneas de investigación y delimitar conceptos en torno al concepto BRICS. Su área común de investigación son los problemas internos -infraestructura material, económica, política y social- para resaltar las debilidades estructurales con las que cuentan este grupo de países y que no les permitiría, al menos a corto plazo, realizar cambios sistémicos globales. Es un estudio colectivo de gran importancia para profundizar el conocimiento de los países BRICS, ya sea por separado o en conjunto.

1Véase Mario Ojeda Gómez, “México y el conjunto de países llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China)”, Foro Internacional, vol. 50, núm. 2, 2010; Raúl Netzahualcoyotzi y Aurora Furlong, Política Energética en los BRIC: crisis y efectos en la política económica de México, México, BUAP, 2011; Daniel Añorve, Ileana Cid Capetillo y Ana Teresa Gutiérrez del Cid (coords.), Los BRICS entre la multipolaridad y la unipolaridad en el siglo XXI, México, UNAM y Universidad de Guanajuato, 2012. También el trabajo de Rocha Valencia y Morales Ruvalcaba que se cita en las pp. 214-215.

2RT, “Russia, Belarus, Kazakhstan Sign ‘Epoch’ Eurasian Economic Union”, Russia Today, 30 de mayo de 2014 (disponible en: http://rt.com/business/162200-russia-bealrus-kazakhstan-union/).

3“BRICS Bank Set to Launch Next Week”, BusinessDay, 11 de julio de 2014 (en http://businessdayonline.com/2014/07/BRICS-bank-set-to-launch-next-week/#.U79xYfl5OSo).

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