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Estudios de cultura náhuatl

Print version ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.49  Ciudad de México Jul./Dec. 2015

 

Reseñas bibliográficas

 

Eduardo Matos Moctezuma et al., 100 años del Templo Mayor. Historia de un descubrimiento

 

por José Rubén Romero Galván

 

México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2014

 

El 13 de agosto de 1521, cuando Cuauhtémoc se rindió ante los conquistadores españoles, la suerte de México-Tenochtitlan quedó echada. Terminaba entonces la historia de la capital de un gran territorio enseñoreado por los mexicas, que había llegado a ser una suerte de imperio que ocupaba buena parte del área cultural que hoy conocemos como Mesoamérica. Era tal el peso de dicha ciudad que Cortés decidió establecer allí la capital del reino que muy pronto él mismo designó como la Nueva España. Tal decisión implicó arrasar las antiguas edificaciones para, sobre sus escombros, erigir los templos y los palacetes de la ciudad española. Fue así que todo aquello que a su llegada había sido objeto de su admiración, fue destruido para que surgiera la ciudad desde la cual sería gobernado el nuevo reino.

La ciudad que así emergía de los escombros, cuyo nombre, por decisión del propio capitán Cortés, fue México, haciendo honor a la urbe mexica desaparecida, comenzó a cubrir con construcciones macizas los ricos vestigios de la grandeza que había caracterizado a su antecesora. Sin embrago, en la memoria de sus habitantes siguió presente el recuerdo de la antigua capital de los mexicanos. Este recuerdo era reforzado por presencias y hallazgos. De ello tenemos diversas noticias. Basta traer a cuento el testimonio de fray Diego Durán quien, en la segunda mitad del siglo XVI, escribía respecto del emplazamiento del templo a Tezcatlipoca: "Este templo en México estaba edificado en el mesmo lugar en donde está edificada la casa arzobispal. Donde, si bien ha notado el que en ella ha entrado, verá ser toda edificada sobre terrapleno, sin tener aposentos bajos, sino todo macizo el primer suelo"1

Hasta principios del siglo XX, en el entorno de la plaza mayor de la ciudad de México habían tenido lugar hallazgos de distinta importancia, que en su conjunto acrecentaban la información que se tenía sobre la antigua ciudad prehispánica. Sin embrago, poco se conocía sobre las peculiaridades del Templo Mayor, fuera de las descripciones que en el siglo XVI habían salido de las plumas de los cronistas y que eran citadas una y otra vez por los estudiosos cuando querían dar cuenta de la naturaleza y las magnificencias de las construcciones que habían sido en su tiempo el corazón de la ciudad, su sitio de culto más importante, donde los miembros de aquella sociedad establecían vínculos con sus deidades. Imposible dejar de mencionar los hallazgos, cuando terminaba el siglo XVIII, de la Coatlicue y la Piedra del Sol, y los estudios que sobre tan espléndidas piezas realizó Antonio León y Gama, quien develó los secretos maravillosos que tales monolitos encerraban. Esta cadena imperfecta de hallazgos y descubrimientos concluyó cuando, en 1914, aprovechando la demolición de una casa novohispana, Manuel Gamio asumió la terea de realizar excavaciones según los recursos metodológicos más avanzados de la época.

El libro 100 años del Templo Mayor... está compuesto por seis artículos a través de los cuales el lector entra en contacto con diversos tópicos relacionados con la historia de las excavaciones que bajo la dirección de Manuel Gamio se iniciaron en 1914 y que sacaron a la luz una parte de las estructuras del antiguo recinto sagrado de los tenochcas. 100 años del Templo Mayor. Historia de un descubrimiento es un libro impecablemente editado. Contiene un importante material gráfico reproducido con gran cuidado que se adecua estéticamente al texto. Todo ello hace de este libro un objeto bello, agradable a la vista, además de las aportaciones de incuestionable valor de los artículos que contiene.

En el universo de este libro, el Templo Mayor constituye el elemento central. Cubierto por construcciones novohispanas y decimonónicas, condenado a mostrarse sólo en partes, el antiguo recinto sagrado se revela como una fuente extraordinaria de conocimientos que poco a poco han fluido para integrarse a aquello que se sabía por los cronistas. Es así que gracias a sus vestigios se sabe más sobre la religión, la sociedad y la economía mexicas. Esta aventura del conocimiento sobre el México de antes de la conquista inició precisamente gracias a los empeños de Manuel Gamio, el otro elemento nodal en el texto que nos ocupa.

Los artículos que forman este volumen abordan uno u otro polo de ese universo: el Templo Mayor y Manuel Gamio. Abre el libro un trabajo de Carlos Javier González González titulado "Manuel Gamio y las excavaciones en las calles de Santa Teresa". En él, el autor da cuenta pormenorizada y cuidadosa tanto de los trámites que realizó Manuel Gamio para llevar a cabo las excavaciones arqueológicas que la demolición de una casa novohispana permitía, como de los cuidadosos trabajos que realizó, mismos que abrieron una brecha de incuestionable importancia para la arqueología mexicana y para el conocimiento no sólo de la materialidad del antiguo recinto mexica, sino, lo más importante, para el conocimiento de la realidad mexica: su religión, su sociedad, sus estructuras económicas y políticas y sus alcances artísticos. Por supuesto, lo que bajo la dirección de Manuel Gamio surgió del subsuelo de aquella casa vino a complementar los datos que al respecto habían consignado los cronistas. Este trabajo de Carlos Javier González, producto de una cuidadosa investigación en materiales originales, permite aquilatar la importancia de los trabajos de Manuel Gamio para las excavaciones del Templo Mayor, tanto como para la arqueología mexicana.

Ángeles González Gamio escribió el artículo "Manuel Gamio: el hombre, el intelectual y... el abuelo", segundo de esta publicación. En él, la autora, nieta de Gamio, incursiona en la vida de este personaje. Al hacerlo transita del intimismo a la esfera de lo público. De esta suerte, el lector entra en contacto con diferentes facetas de don Manuel, vinculadas con su vida familiar, su formación académica, su desempeño en la vida pública. Todo ello da cuenta de una existencia en verdad rica pues se desarrolló en ámbitos diversos que permitieron a don Manuel Gamio hacerse de experiencias variadas que, unidas a la sólida formación intelectual que recibió al lado de sus maestros, connotados antropólogos de la época, le permitieron, a fin de cuentas, hacer frente a proyectos muy diversos, entre los que se contó, precisamente, el de las excavaciones del Templo Mayor de Tenochtitlan.

"Manuel Gamio: el antropólogo" es el título del artículo de Eduardo Matos Moctezuma, donde se da cuenta de la importancia de las aportaciones de Manuel Gamio en el ámbito de la antropología "latu sensu". En efecto, el ex-alumno de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas -de la que llegó a ser director-, formado también en la Universidad de Columbia en Nueva York y que tuvo entre sus profesores a Eduard Seler, a Franz Boas y a George Engerrard, fue autor de trabajos que no dejan lugar a dudas de sus alcances intelectuales. De entre ellos, Eduardo Matos fija la mirada principalmente en tres: "Metodología sobre investigación, exploración y conservación de monumentos arqueológicos", cuya importancia reside en ser el planteamiento riguroso de los métodos que su autor pondría en práctica para organizar la Inspección de Monumentos que tendría a su cargo; Forjando patria, obra en la Gamio aborda temas importantes relativos a la integración de una identidad mexicana, y, finalmente, Población del Valle de Teotihuacan, obra que es verdadero modelo de investigación integral de una región, en la que participaron estudiosos reconocidos en distintas disciplinas, que le valió a Manuel Gamio la felicitación de instituciones internacionales del más alto nivel y que sigue siendo la única en su género.

A Carlos Javier González de debe el artículo "En torno a la ubicación del Templo Mayor". Se trata de una aportación muy seria y documentada con gran rigor en la que se aborda un problema que desde la época novohispana está presente de diversas maneras en los trabajos relativos al recinto sagrado de los mexicas. Con elementos provenientes de las fuentes originales, cuya revisión se realizó de manera muy metódica, el autor da cuenta de un verdadero proceso de conocimiento que se dio desde el siglo XVI hasta la época en que Manuel Gamio se hizo cargo de las excavaciones en ese sitio y comenzaron a fluir datos confiables que en ocasiones confirmaron, en otras corrigieron o incluso demostraron error respecto de las características del Templo y Mayor y su ubicación en la urbe mexica. La lectura de este artículo permite aquilatar la trascendencia de los trabajos de Manuel Gamio, así como la validez de aquellos que le antecedieron.

"El descubrimiento del Templo Mayor bajo las casas virreinales de la condesa de Peñalva" es el título del artículo de Gabriela Sánchez Reyes. Si los anteriores artículos ponen en contacto al lector con distintos aspectos de los trabajos de Manuel Gamio y la trascendencia de los mismos, en este artículo la autora se ocupa de la historia del sitio donde se llevaron a cabo tales excavaciones, desde los inicios de la ciudad novohispana cuando la traza de García Bravo permitió la lotificación de las manzanas que constituirían la naciente ciudad. Documentos de archivo y estudios históricos son la base de una explicación del devenir de los terrenos en los que se realizaron las excavaciones dirigidas por Manuel Gamio. La riqueza de información es incuestionable y constituye en sí un gran acierto. A ello se agrega el que este artículo pone al lector frente a una faceta de la ciudad en verdad interesante. Se trata de la urbe que muestra su muy activa vida económica perceptible en las operaciones de compra-venta de casas y terrenos. En este panorama no están ausentes las obras pías -tan importantes en una sociedad profundamente católica como la novohispana para cuyos individuos la caridad era un deber- a las que en muchas ocasiones se dedicaban las propiedades.

Cierra el volumen un artículo conclusivo de Eduardo Matos Moctezuma al que denominó "Y Gamio tenía razón..." En él el lector es informado de los avances fruto de las excavaciones realizadas en el perímetro del Templo Mayor en los tiempos posteriores a 1914. Es incuestionable que, desde ese año, los arqueólogos han realizado importantes aportes con base en cuidadosas observaciones de los restos que poco a poco han arrancado al subsuelo de esa zona de la ciudad. También queda más que claro que el hallazgo de la extraordinaria pieza que representa a la Coyolxauhqui y las excavaciones a que dio lugar, dirigidas por el propio Eduardo Matos, han venido a enriquecer de manera importantísima lo que sabemos del antiguo recinto sagrado de los mexicas.

No cabe la menor duda de que 100 años del Templo Mayor es una obra que no sólo ofrece elementos sustantivos para comprender la figura de Manuel Gamio, sino que constituye un verdadero balance de los estudios arqueológicos e históricos que nos han permitido acceder a un conocimiento cada vez más rico de la realidad de los antiguos mexicanos.

 

NOTA

1 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e islas de la Tierra Firme, 2 v., México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, v. 2, Tratado de los dioses y sus fiestas, capítulo V.         [ Links ]

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