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Estudios de cultura náhuatl

versión impresa ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.46  Ciudad de México jul./dic. 2013

 

Estudios clásicos

 

La conquista de México y la Tenochtitlan novohispana

 

Alonso de Santa Cruz

 

Se ofrece aquí un texto muy poco conocido acerca de la conquista de México y la ciudad de México-Tenochtitlan. Puede decirse de él que es fuente de información digna de tomarse en cuenta. Se debe al cosmógrafo real de Carlos V, Alonso de Santa Cruz. Es probable que naciera él en Sevilla hacia 1505 y muriera en Madrid, el 9 de noviembre de 1573.

Alonso de Santa Cruz hizo significativas aportaciones relacionadas con México, donde estuvo, según lo manifiesta sus escritos, por lo menos en dos tiempos distintos. Entre los cargos que desempeñó, además del de cosmógrafo del emperador, estuvo el de piloto mayor en la Casa de Contratación. A él se deben importantes trabajos como el Libro de las longitudes, la Breve introducción a la Sphera y el Islario general de todas las islas del mundo.

Es en el Islario donde incluye las noticias sobre la conquista y la descripción de la ciudad de Tenochtitlan. Alonso de Santa Cruz recibió algún tiempo cercano a 1550 un mapa de la ciudad de México que había solicitado Carlos V. Ese mismo mapa que mucho interesó a Carlos V, le sirvió a Santa Cruz para preparar por su cuenta otro más esquemático que incluyó en su Islario. En el "Mapamundi" que también integró a su obra hay además una anotación suya en que se alude a Hernán Cortés como descubridor de la California. Al publicar el texto que aquí se presenta se busca dar a conocer otro punto de vista en torno a lo que fue la conquista y la antigua ciudad de México-Tenochtitlan. El texto procede del Islario de Alonso de Santa Cruz conservado en la Biblioteca Nacional Española, y reproducido en Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica, 2 v., edición de Mariano Cuesta, Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1983, p. 346-357.

Aunque esta insigne ciudad con todo el imperio y mando del continente a la redonda que ella tenía y comúnmente se llama Nueva España sea materia de no pequeña y común historia, como habrá placiendo a nuestro Señor, en quien se conserve la memoria de tan virtuosos y notables hechos por españoles, vasallos de Vuestra Magestad, la disposición y asiento que tiene en agua la hizo subyecta a nuestra tratación de islas para que tenga compañía a la ilustre ciudad de Venecia, que asimismo metimos en el número de ellas, pero porque ésta con razón está condecorada y favorecida con insignias reales, como es labrar moneda y administración real y dignidad de virrey para la conserva de tan ancho imperio, como debajo de ella vino en servicio de Dios y obediencia de Vuestra Magestad, aunque en breve nos parece necesario primero que vengamos a su partícula y especial tratación tocar la origen y suceso que en meterla so el yugo de Castilla pasó, y porque en la tercera expedición que hizo el adelantado Diego Velázquez fue por Hernando Cortés, de cuyo suceso en la península de Yucatán, que era puesta debajo del imperio de Montezuma, aunque gobernada por caciques, que tenían muchos, como después diremos hicimos mención como tomada la ciudad, que él llamó de la Victoria, determinó de proseguir el descubrimiento y la guerra hacia donde supo estar el que tenía el sumo imperio de todas estas tierras, que era en esta ciudad, y previno la fama de sus hechos por donde le envió Monteçuma aquel magnífico y real presente que se adjudicó a Vuestra Majestad, disimulado el autor de la expedición y armada que era Diego Velázquez, pero Hernando Cortés creyendo haber conseguido la empresa como deseaba procuró de fundar un pueblo más próximo a Tinuxtitlan en lugar que le pareció conveniente, el cual llamó Veracruz, por haber allí aportado tal día y ocupado.

En esto fue luego solicitado por un cacique que estaba junto a aquel asiento cuya ciudad y provincia se llamaba Cempoal a que le librase la servidumbre que decía padecer de Monteçuma, exagerando que no sólo le tenía impuestos tributos de los frutos y bienes temporales, pero aún de indios para sacrificar sus ídolos, diciendo que la virtud de los nuestros era tanta que él creyó que lo podían librar de la tiranía que padecía de Monteçuma, lo cual fue grave a Cortés por tener color de mover contra él, y así hechas sus alianzas y dado orden a la partida supo cómo llegaba a vista de la tierra Francisco de Garay con un armada, al cual envió Cortés a decir que si quería pasar allí para recrearse y tomar su favor que se le daría; pero Garay le envió a requerir partiese con él a aquellas tierras, lo cual Cortés dijo que no haría, y no aguardando más respuesta se fue a descubrir por la banda de hacia el norte, donde fue mal hospedado de los indios del río Pánuco, que también eran vasallos de Monteçuma.

Y como no les sucediese acordó volverse a poblar cerca de la Vera Cruz, pero fuele prohibido por Cortés, y en aquel mismo lugar dio orden de fundar el pueblo que llamó Almería, y Garay se partió de allí, donde su mala fortuna lo encaminó a su perdición, y Cortés, distribuyendo su gente dejó de ella en la fundación de estos pueblos y partiendo con los cempoalenses tomó su vía por Tamixtitlán y pasando por algunas provincias de caciques vasallos de Monteçuma do fue bien recibido, si por miedo o por virtud no está claro, y pasó la provincia de Tascala, enemiga capital de Monteçuma y gente política y belicosa, gobernada por principales amigos de conservar la libertad, los cuales tenían otros vecinos que vivían de la misma manera.

Pensó Cortés alcanzar la amistad y favor de éstos, pero fuele muy peligroso, porque primero que los atrajese a ella los venció en cuatro bravas y peligrosas batallas sin otros reencuentros y escaramuzas y finalmente les entró en la ciudad, que era muy grande, y los metió en obediencia y vasallaje del rey, su señor, imponiendo las leyes que a los vencidos suelen poner los vencedores. En esto hizo dos cosas muy grandes; lo uno la amistad y confederación con tan fuertes contrarios de Monteçuma, lo otro la fama de sus gloriosas victorias, que bastó a ablandar la gran soberbia de Monteçuma para que no tomase armas para le resistir, sino que pensase que fatalmente venían los españoles como a propia posesión a quien él la concedió libre y desembarazadamente, enviando luego a Tascala, donde estaba Cortés, sus embajadores para con ellos tentar y trabajar de redimirle la entrada en Temixtitlán con dones reales que le fueron enviados por varios mensajeros y veces.

Pero no quiso Cortés se resfriase la ocasión que entonces tenía, como hizo Aníbal cuando lo de Canas, que por ser flojo y no aprovecharse de la que tuvo entonces perdió a Roma, que probablemente tenía en las manos, y después fue causa de venirse a la perder por dilatar su negocio, así que fortificando su ejército Cortés, con el favor de los tascalenses, nuevos amigos, y con los de la provincia de Guacozingo, que hoy se llama Sanct Miguel, que eran también libres de la misma forma de república que los tascalenses, sus vecinos y aliados, que vista la cosa se dieron ellos y los chinlulalenses por amigos con los de Tascala, a los nuestros y así entrando con estos aliados fue recibido en esta ciudad el año del Señor de mil y quinientos y veinte, a ocho días del mes de septiembre, con aparato y fausto imperial, saliéndole a recibir Monteçuma con todos sus servidores y vasallos y metiéndole en su real palacio y casa, do asentó en un trono real de oro e hizo aposentar a los suyos magnífica y honradamente y servir a Cortés con aparato y ceremonia reales.

Luego que hubo comido se hizo pasar al aposento do había aposentado a Cortés y delante de sus principales le hizo un razonamiento en que le dio a entender estar desde luego tiempo atrás como pronosticada su venida, la cual había de ser causa de les privar de su imperio, diciendo que sus mayores también fueron allí advenedizos, aunque de luengo tiempo atrás, y que los había allí traído un gran capitán, el cual no constaba si había aportado allí de su voluntad o por alguna tempestad y que sus gentes se le habían quedado allí arraigados en aquella tierra, tomando mujeres de las naturales, constituyendo entre ellos república y senado y él había vuelto enojado y que hasta entonces ninguno había vuelto que pidiese aquel derecho, y que aquel derecho y que aquel gran rey por quien Cortés decía que era enviado debía de ser y venir de aquél, por lo cual les rogaba descansasen de tan largos trabajos como habían pasado y que él daba a Cortés en su nombre la potestad y mando absoluto en todas sus cosas, exhortando a los suyos le acudiesen ende hoy adelante con sus rentas, como se comenzó luego a hacer, aunque con gran envidia y reprensión de los suyos, pero él siempre tuvo en más satisfacer a Cortés, a quien una vez dio la obediencia, y así comenzó a mudar y transformarse en las costumbres de Cortés, quitando siempre de sus bárbaros ritos y ceremonias.

Pero donde a poco buscando ocasión Cortés para enseñorearse más de Monteçuma y tenerlo más debajo de su mano, teniendo los vaivenes y mudanzas de fortuna, tomó por ocasión que la rebelión que a esta sazón se levantó del cacique Goalchopoca, señor de la provincia do dejó Cortés fundado el pueblo que llamó Almería, al cual aunque los cristianos le vencieron y tomaron la tierra fingió saber lo cierto, no sólo con consentimiento de Monteçuma, a quien era tributario, pero por su mandado y que esta fama vernía al gran rey de España, por lo cual convenía porque él le pudiese enviar a decir que él lo tenía en su poder en lugar de preso por el hecho hasta que se supiese la verdad, pasase a su aposento pues no había de ser en disminución de un estado; porque, como atrás dijimos, posaba aparte y mandó venir a Coalchapoca, autor de la rebelión, y siendo acusado y convencido él y un hijo suyo y algunos principiales, los sentenció Cortés a quemar en presencia de los de Temixtitlan y lleváronlos al fuego, encartaron y hicieron autor al Monteçuma, por lo cual, muy indignado Cortés, le reprendió mucho y aún le hizo echar unos grillos, aunque se los mandó quitar luego, y dende a poco le importunó se fuese a su aposento y servicio y fausto real.

Pero el Monteçuma lo rehusó por el miedo y vergüenza de los suyos y porque él decía que así se evitaría el alboroto, y así, con determinado ánimo, se inclinaba a los españoles y se dejaba servir y tratar de ellos, haciéndoles favores de dádivas y todo lo que Cortés mandaba, padeciendo una honesta servidumbre. Y así llevaba sus cosas mañosamente Cortés, pero estando solícito como ligase y atase bien su hecho, hizo hacer cuatro bergantines para que atenta la disposición de la ciudad pudiese andar en compañía del mismo Monteçuma a escudriñas disimuladamente el estado y cosas de la ciudad, y lo primero que fueron a ver fue los templos que estaban dispuestos por la ciudad a forma de parroquias entre nosotros.

Y llegando al mayor, que era de un grande y soberbio edificio de cantería muy bien labrada, de forma cuadrado, cuatro puertas en los cuatro lados que salían a hermosas calles o puentes y cercado de torres, las principales de las cuales eran cuatro muy grandes y altas, aposento y morada de los sacerdotes. Estaba lleno de estatuas de ídolos de diversas maneras en este templo, pero había en él una cosa nefanda, que era un inmundicie muy grande de sangre humana en cierta parte de él de los que sacrificaban, a la cual no entraban sino sólo los sacerdotes. La manera de sacrificar los dijimos en las islas de los Sacrificios, por lo cual Cortés hizo derribar y hacer pedazos las estatuas, y viendo turbado a Monteçuma y a los sacerdotes del hecho los satisfizo, increpando su error y crueldad, instruyéndolos en la verdadera religión, diciendo que sólo se había de adorar aquella señal trimphal de la Cruz que Cristo quiso dejar en memoria del beneficio que hizo en redimir a todos los hombres, por lo cual no sólo le deserviría el que matase a otro hombre hecho de la misma materia y redimido por el mismo precio, sacrificándole a una obra de manos, pero aún el que tal intentase sería por las leyes del gran rey de España en pena muerto, al cual respondió Monteçuma escusando la antigüedad de ello y que así le había rescibido de sus mayores, que es verosímil que cuando allí quedaron los tomaron de los de aquella tierra, que pensaban que por tal caso les vernían hambres, pestilencias, enfermedades, pero que si aquél era error y había de desplacer a su rey que él les diese leyes en aquel caso que ellos guardasen, a lo cual Cortés satisfizo católica y cristianamente, diciendo que sola la Cruz y la imagen de nuestra Señora con el niño Jesús en brazos se había allí de adorar y que presto irían hombres sabios que los instruyesen a lo que era necesario a la religión, y luego Monteçuma mandó barrer y pergar aquel templo de las inmundicias y quedó allí puesta una Cruz.

Estuvo con todo esto en paz y sosiego esta ciudad por todo aquel invierno hasta el mes de mayo, que llegando Pamphilo de Narbáez a tomar tierra cerca de la Vera Cruz con una armada de dieciocho piezas de navíos y ochocientos hombres de a pie y ochenta de a caballo en ellos, enviado por Diego Velánquez con ánimo de renovar los poderes que había dado a Cortés y si le resistiese prenderlo, porque había enviado a España y no acudió a él, lo cual causó gran alteración en Cortés, porque luego lo supo Monteçuma y toda la tierra y temía el alboroto y levantamiento de los indios y envióle a decir si venía de paz o no, y respondió Pamphio de Narbáez que traía provisión del rey para que dejase él la tierra y le diese cuenta como a lugarteniente de Diego Velázquez. A esto respondió Cortés que él mostrase la provisión del rey a su corregidor de la Vera Cruz y que si ello era así que la obedecería; donde no, que le requería que se fuese luego porque convenía así al servicio del rey por el sosiego de la tierra que él tenía pacífica y obediente al rey, y si no lo hacía que le prendería o le haría salir de ella, y encomendando la gente que dejó de guarnición en Timixtlitan a Monteçuma se partió contra el que estaba en Cempoal, donde con tener la gente que hemos dicho y ocho piezas de artillería y apoderado en una torre lo prendió Cortés quebrándole un ojo en la defensa y recogiendo toda la gente, que fácilmente vino en irse con él.

Dio la vuelta porque temía lo que fue que los de la ciudad de Temixtitlan, menospreciando Monteçuma, se conjuraron para matar los españoles que allí habían quedado, por lo cual abrevió Cortés su camino por socorrerlos del aprieto en que estaban, porque estaban cercados y sin bastimentos, y rompiendo los enemigos entró con toda su gente y se apoderó de la casa o fortaleza do estaban los suyos, donde concurrieron con muy grande ánimo y mayor pertinacia los de la ciudad a dar la batería, y saliendo muchas veces los ahorcaban y mataban a muchos aunque con pérdida de algunos suyos por la mala disposición del lugar, que estaban las casas llenas, los altos y azoteas de donde eran heridos y los puentes todas quebradas, y un día pensando Monteçuma con su autoridad y presencia refrenar aquella sedición y tumulto popular pidió lo dejasen asomar a las calles, pero estando muy indignados y tirando muchos tiros a cualquiera que se asomaba y como él se les mostró sin recato le dieron una pedrada, de que al tercero día murió. Algunos dicen haberse él dejado de coraje de curar y pasmádosele la cabeza. Este fue el fin que aquel tan temido y soberbio príncipe hasta allí entre todos los suyos y tan blando y humano con los españoles.

Duró este hervor y brío en los indios, encendiéndose cada día más que ningunas condiciones de paz ni partido querían hacer, sino que los había de matar a todos aunque costase cada uno mil de ellos, y que habían de dejar los tesoros que tenían usurpados y ellos libres de la tiranía en que decían que estaban, y que si alguna condición de paz aceptaban era para poder por aquello aprovecharse de los cristianos, y así, estando muchos de ellos heridos y en gran necesidad puestos acordó Cortés de encomendar a la fortuna su hecho y una noche salir como mejor pudo, rompiendo por sus enemigos, los cuales le persiguieron toda aquella noche y le mataron todos los indios y esclavos y cautivos que llevaba, y asentando su real sus enemigos asentaron el suyo junto a él y él hizo hacer muchas lumbres para engañarlos, y así se escabulló de ellos, que cuando cayeron en él estaba de allí dos o tres leguas, y aunque le siguieron, él, resistiendo y caminando, escapó con grave fatiga de los indios y se fue derecho a Tascala, donde fue alegremente recibido y recreado con su favor y el de los guazucingos de tornar a restaurar la guerra contra los de Temixtitlan, comenzando por los más vecinos dio luego en los de la provincia de Tepeaca, de la facción de los temixtitlanos y enemigos de los tascalos, y poniéndolos en su obediencia por estar enseñoreado de ellos edificó en su tierra una fortaleza; tras de estos se le dieron los de Guacachinlla, y tras ellos luego otros que de ellos de miedo, de ellos por otras razones, desamparaban a la Cazatamaino, que estaba creado por rey en lugar de Monteçuma, sobrino suyo, varón muy animoso y de grande ardid.

Mandó hacer Cortés trece bergantines en la ciudad de Tezcuco, que está cerca de la laguna do hizo un estanque de agua en un río que pasaba por la ciudad y entraba en la laguna para que seguro pudiese hacer y armar sus bergantines, obra por cierto no de menor provecho y ardua que las fosas Marianas en el Rhodano de Francia. De estos se sirvió después por armada con algunos tiros y con doscientos y cincuenta hombres que siempre andaban en vela por la laguna en guarda de la ciudad, y cortándoles los aguaduchos del agua les puso cerco por tres partes juntamente por setenta días continuos, distribuyendo los indios auxiliares o de socorro que decían ser en número de ciento y veinte mil la apretó y combatió tanto y con tan grande ánimo que se dice acometer muchas veces con sus trece bergantines armados a cinco mil canoas, desbaratándolas todas siempre, y así la tomó varonilmente y con muy gran honra, prendiendo al rey Catamazino, la cual sustentó con no menor prudencia y solicitud teniendo mil hombres españoles de pie de guerra y doscientos de caballo y cuarenta tiros de artillería y la armada de los trece bergantines que arriba dijimos. Con esta conquista y victoria puso en obediencia de Vuestra Majestad y su corona real un muy ancho imperio que se extiende por la parte oriental hasta la península de Yucatán y aún hasta el cabo de Honduras (donde él envió por su teniente a un capitán llamado Cristóval de Olit, que después se le alzó, e yendo él allá lo castigó y hasta el río de Panuco (y por el occidente por doscientas leguas hasta Cumatana) y por el austro hasta la mar del Sur y provincia de Guatamala, donde envió a Alvarado, lo cual todo estaba lleno de caciques. Los más eran tributarios y vasallos de Monteçuma, como lo son a Vuestra Majestad muchos príncipes en Flandes y en Italia y en otras partes, los cuales todos, con los que no le obedecían y vecinos se administraron y gobernaron por Cortés y ahora por su virrey y real audiencia.

Hemos querido exprimir sumaria y brevemente el suceso vario que tuvo esta insigne ciudad y con ella todo su imperio y mando a la corona real de Castilla por virtud, esfuerzo e industria del animoso capitán Hernado Cortés, digno, por cierto, que por tales servicios su Majestad le haya puesto en el número de sus verdaderos y fieles servidores, decorándole con el título que le dio de marqués del Valle, y porque dé gusto y se vea cuán razonable cosa fue en favor y honra de los hechos de españoles entre tantas islas de que se han enseñoreado pusiésemos una tan illustre y famosa población por la ocasión de estar como isla puesta en el agua para que no en tanta policía a lo menos el imperio y mando sea émula de la ciudad de Venecia, que en la segunda parte de esta nuestra obra pusimos. Está, pues, casi en medio de este continente que se llamó Nueva España una provincia llamada México, que es un hermoso valle cercado de altos y sierras, que tiene de circuito, según algunos, más de setenta leguas, en medio del cual se hace una laguna casi dividida en dos artificialmente, la una de las cuales y más occidental que es el asiento de esta ciudad es de agua dulce; la razón de ello creo yo ser no porque sea distinta de la otra que es más allegada a la naturaleza del mar, sino porque en esta entran muchas aguas de ríos y fuentes que la dulcesen casi hasta poderse beber.

Está hoy parte de la ciudad de Temixtitlán en seco, porque la laguna se ha recogido y secado. En tiempo de Monteçuma se creía haber en ella más de setenta mil casas de indios, hoy muchos varían en que hay más y menos. Es toda la ciudad llena de calzadas, las cuales son muy anchas y buenas, puesto que están cortadas por muchas partes como puentes levadizos, porque pasan por ellas y las cruzan muchos canales de agua de los muchos ríos que dijimos entrar en la laguna y algunos de ellos por la ciudad. Item tienen algunos agladuchis que atrás dijimos haber cortado Cortés por quitarles el agua. Las casas comunes de indios son muy bajos y viles, con sólo un sobrado de hasta un estado, son de cal y canto por el agua y lo restante de arriba de ladrillos o adobes, no tienen tejados, sino terrados, puesto que algunas de señores eras soberbiamente labradas y así lo eran los más templos, aunque todo diferente de lo de España.

Las casas reales de Monteçuma eran muy aventajadas en grandeza y en cumplimientos no sólo a la de los indios, más aún a las de España, porque todos los reyes que sucedían se querían aventajar en la labor de ellas. Algunos las quieren comparar en la mucha distinción de cumplimientos y servicios que tenía a la casa de nuestra Señora de Guadalupe, pero muy mejor me parece comparen a la de los reyes moros de Granada. Tenía siempre Monteçuma esta casa muy llena de gente, porque había en ella todos los hijos de los caciques y señores, que era un gran número de ellos, que venían a la corte y se instruían en crianza, sirviéndole y posaban todos dentro. Había casa de mujeres digo, donde estaban las hijas de los señores de aquella tierra con más de cien mujeres otras. En las esquinas de la casa había cuatro torres con sus troneras, con sus azoteas y terrados, toda de cal y canto y la madera de cedro. Tenía Monteçuma otras tres casas de deleite, la una llena de monstruos y en la otra animales de diversas maneras y en la otra aves de rapiña. Hoy, puesto que el marqués del Valle, don Hernando Cortés, reedificó hasta parte de ella al modo de España, haciendo caballerizas para trescientos caballos y seis y siete herrerías, que a la continua hacían armas, están en ellas el visorrey y la audiencia y sus oidores y la casa de la moneda y la de la artillería y armas y todo muy anchamente aposentado.

La madera es toda de cedro y de muy anchos y espaciosos corredores. Después acá ha hecho el marqués del Valle otra muy grande cerca de la iglesia mayor y casa real y cada día se va ennobleciendo en edificios al modo de España, porque hay en ella hoy más de quinientas casas de cristianos, todas de cantería y muy bien labradas, y éstas están a una parte de la ciudad distinta de otras que se llama Santiago y en su luenga Tlatiluco, donde se hace un continuo mercado, que ellos llaman tianquez, desde la mañana hasta la noche, do se mercan y venden todas las cosas necesarias de comer, guisadas y por guisar, porque concurren como a feria de las aldeas con mercaderías que por la mayor parte, demás de cazas y aves y pescados y frutas e yerbas y todas cosas de comer, es todo lo más de algodón y lana de conejos en diversas formas labrados, como mantas y camisas y otras cosas entretejidas con plumas y espejos y cosas de barro y todas las cosas que pertenecen al edificar como piedra, madera, cal, yeso, ladrillos y otras cosas.

La moneda que usaban y todavía por la mayor parte los indios rústicos usan (porque los que presumen de ciudadanos usan más de moneda acuñada que aquí se labra) son unas frutas de árbol llamado Cacaos, a manera de almendras que son de comer y se hace de ellas un género de vino de mucha virtud. Estos árboles algunos caciques crían de los cuales sacan sus rentas con mucho regalo y en lugares de mucha templanza puestos debajo de otros árboles que los mamparan y defienden del demasiado sol y frío y desde que es tan grande que ya puede sufrir el aire y sol y frío, cortan el otro árbol y así queda solo y lleva estos cacaos. Hácese otro mercado en la parte de la ciudad, do habitan los cristianos donde de más de lo ordinario de los indios, concurren todos los tratos y mercaderías de los españoles que son todos los que de España se llevan.

La ciudad está distribuyda y estaba en tiempo de Monteçuma casi al modo de España, sus oficios distintos y apartados unos de otros que hay casi no menos que la más grande ciudad de España, porque son tan ingeniosos en las artes mecánicas que no dan ventaja a ningunos otros, así en labrar todas cosas de madera y barro como de oro, plata, estaño, plomo, cobre, que son metales de que abunda mucho la tierra y lo que es más de maravillar que contra hacen de todas estas materias al natural, extrañamente, y así tenía Monteçuma las imágenes y eficies de todos los animales e yerbas y aves y peces, y, finalmente, de todas aquellas cosas principalmente vivas que a los ojos de los artífices se presentaban tal al natural contrahechas que a los que las veían les parescían estar vivas. Para la conserva y regimiento de tanta policía tenía en el medio de la gran plaza una casa pública como audiencia, do estaban diez o doce varones ancianos y con ellos otros que tenían cuidado de los pesos y medidas y finalmente de la provisión de la ciudad y justicia de ella y los ancianos gobernaban a manera de jueces o oidores de chancillería con sus alguaciles, los vestioas y hábito, puesto que era en esta ciudad como metrópoli y ciudad principal de todo el imperio era más política, pero al fin difería poco de la que dijimos tener los de Yucatán, que es andar vestidos las mujeres y los hombres de unas mantillas de algodón y ordinariamente el brazo derecho de fuera y atapadas sus vergüenzas con unos paños largos.

Los rústicos andan muchos desnudos y los del servicio de la ciudad y plebeyos ordinariamente sirven de traer y llevar cargas de todas las cosas necesarias, porque entre ellos no había bestias ni carretas, lo cual ya hay todo abundantemente para el servicio de los españoles, aunque entre ellos se retiene su uso. Sus comidas las de entonces y las de ahora son como las que dijimos de las islas, principalmente de las Españolas. Los cristianos comen pan de trigo, que se coge abundantemente y carnero y vaca que se ha criado en gran abundancia, y vino traído de España hasta ahora, aunque de hoy más lo llevará la tierra, como ya ha comenzado. Abunda la tierra toda de más de los árboles que dijimos en la Española, de muchos alcipreses y muchos olivos, aunque hasta ahora no han dado fruto por la mucha humedad de la tierra, aunque crecen más que los de España. Hay leones, tigres, ciervos y gatos, que castran y engordan para comer, y puercos monteses y liebres y conejos y tórtolas y tordos y zorrales, perdices y codornices y faisanes y ánsares domésticas, ánades y pavones, que los españoles llaman gallinas, que son cosas ordinarias en los mercados, después de lo llevado de acá como muchas vacas, carneros, puercos, yeguas, mulas y caballos, y de todas las yerbas y plantas llevadas de España hay grande abundancia, y de miel y cera.

En la religión y sacrificios, como ariba tocamos, puesto que el Marqués del Valle les había derribado los ídolos del templo mayor, que fue una de las causas principales del rebelarse la ciudad, por la paz y sosiego los dejó permanecer en ella, aunque en el sacrificar siempre les fue a la mano, pero en lo de los ídolos duró hasta que dejando en su lugar puesto en la gobernación al licenciado Çuaço, mientras él fue a Cabo de Honduras, siéndoles molestos los cristianos sogre los ídolos intentaron de se levantar, y persuadiéndolos el licenciado los convenció a que totalmente los dejaron y se bautizaron y comenzaron a seguir la religión cristiana todos en general, aceptando la Cruz e Imagen de nuestra Señora, y siguiendo lo que se les enseña han dado y dan siempre cada día más muestras de buenos cristianos, usando de las ceremonias que les son enseñadas como confesar, oír misa, visitar las iglesias que muchas en esta ciudad, seguir estaciones y procesiones, principalmente la Semana Santa, disciplinándose infinito número de ellos y oyendo y deprendiendo la doctrina cristiana de muchos frailes religiosos que han tomado este cargo de tres órdenes que hay con sus casas en esta ciudad de Sanct Francisco y Sancto Domingo y Sanct Agustín y otras personas puestas por el obispo, así hombres, como mujeres para las hembras. Asimismo se les enseñan letras por personas diputadas para ello; sus matrimonios eran casarse cada uno con una mujer, excepto los principales, que tenían licencia de casarse con más y tener sin las mujeres otras las que querían y éstos tales usaban de camas que los otros plebeyos sólo duermen en esteras y en unas mantas en el segundo suelo de la casa por la humedad.

Cuando algún príncipe o cacique se moría, quemaban todas las fieras que tenía, como tigres, leones, lobos, de que se preciaban mucho; las letras que usaban más para exprimir algunas cosas que para escribir con ellas eran unas charateras de formas varias como las hieroglíficas de los Egipcios que así exprimían las más cosas como Tenuxtlitan dicen estar compuestos de ten, que quiere decir cosa Sagrada, y nux fruta y alitan, cosa que está en agua, como quien dijese fruto divino, puesto en agua porque dicen ellos que los primeros de sus antepasados que vinieron a fundar este pueblo hallaron allí un árbol semejante al moral con un buen fruto que comieron, por lo cual lo traen los de esta ciudad por armas. Y Táscala o Tazcalteca, según otro, traen por armas dos manos puesta en una masa amasando, porque dicen tener ellos la mejor tierra de pan que hay en toda la tierra compuesto el nombre de tescal, que quiere decir bollo de masa traído entre las manos y teca, Señoh, como quien dixese Señor del pan.

Son de mediana estatura y loros, de frentes anchas y labios gruesos, précianse de traer las orejas y labios oradados y en los agujeros algunas piedras. Son de poco mantenimiento y de no muy larga vida. Su común vivir es hasta ciencuenta y cincuenta y cinco años; son por la mayor parte flemáticos y pacientes en los trabajos, principalmente en llevar cargas a que están habituados. La templanza de esta provincia de México es muy grata a los españoles que ni es muy caliente, que les dé pasión, ni deja de ser casi todo el año de un mismo temple. Tiene partes frías y sierras altas con perpetua nieve y un monte a quince leguas, donde hay perpetuo fuego, como Mongibel en Sicilia. En medio casi de la laguna, que dijimos ser muy salobre, está una isleta alta llena de arboleda con muchos venados, llamada Tepecinco, y otro muy más pequeña, aun lado de dicha Laguna, como Peñón, llamada Tepepulco.

Tiene esta laguna a la redonda muchos lugares, algunos de ellos asentados en el agua y otros a la orilla o muy próximos a la parte austral, están en el agua en un brazo que hace la laguna Culuacan, Iztacalco, Jusmilcho, Cornavaca, Muzqueques y en una entrada que hace la tierra que aparta este brazo de laguna están dos lugares el uno dicho Maxicalzingo y el otro Etapalapa y a la parte oriental de la laguna los más próximos a ella son: Ayozinquitengo, Calcoatengo, Cicintepeque, Estapalaca, Chimaloacan, Coaycha, Coatlican y Tezenco, Chanicela, Ocaynea y Tecazclan y otro Tecuzclan y Tepezpan, y Tutecani, Tetinela y a la vuelta de la parte septentrional está Chicuanchan, y metido en otra laguna pequeña cerca de la grande está Saltocan y Stiagaz, junto a la laguna grande, do hace una punta, y más adelante Tepeaca, Tenaynea, y a la vuelta del occidente está Azcaopulchalco y Tlacuba, y a la punta que vuelve al austro está Chapultepe, que es un gran bosque cercado y con mucha arboleda y caza y una iglesia en la mayor altura, dicha Sanct Miguel, a la cual se sube por gradas con un estanque de agua en lo bajo que nace y allí y viene por sus aguaduchos y entra por medio de la ciudad repartiéndose por muchas partes para provisión de ella, y a la vuelta, al austro fuera de la laguna, están Atlacubaya y Cuynacan y Vicelopuzco.

Está en esta ciudad en diecinueve grados de altura y en el clima tercero y su mayor día de trece horas y un cuarto.

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