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Estudios de cultura náhuatl

versión impresa ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.44  Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Reseñas bibliográficas

 

Félix Báez-Jorge y Sergio R. Vásquez Zárate, Cempoala

 

por Eduardo Matos Moctezuma

 

México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México/Fideicomiso Historia de las Américas 2011, 239 p.

 

Representa un gran reto escribir una obra de divulgación que reseñe la historia cultural de la antigua ciudad de Cempoala. A pesar de la abundancia de menciones sobre esta zona arqueológica, buena parte de los estudios que hasta ahora se han realizado son fragmentarios y, en muchos sentidos, repetitivos, además de no atender a la comparación crítica de las crónicas coloniales con las evidencias arqueológicas. Con frecuencia se ha recurrido a enfoques que subrayan la magnitud de su arquitectura o su participación en la alianza pactada con los conquistadores españoles, en vez de plantear estudios procesuales sobre su economía, la vida cotidiana, la cosmovisión, la organización social, etcétera (p. 13).

Acerca de estas palabras que Félix Báez-Jorge y Sergio Vásquez Zárate nos brindan al inicio de su "Introducción" del libro que hoy presentamos, quisiera hacer dos reflexiones. En primer lugar, fue precisamente este planteamiento del contenido del libro lo que me llevó a incluirlo en la Serie "Ciudades", que dos importantes instituciones llevan a cabo: El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica. Y es que no se atienen únicamente al dato arqueológico, sino que incluyen diversas fuentes escritas y el dato etnológico unido a algo muy importante: las varias maneras de comprender a Cempoala por parte de diversos investigadores además de atender aspectos lingüísticos y de otra índole. Por otro lado, los autores resaltan un tema de suyo importante: el escribir para el gran público. En efecto, esta práctica es un verdadero reto pues conlleva el escribir sin muchos tecnicismos y con palabras llanas sin que se pierda el carácter científico del relato. Siempre he dicho que escribir un libro de divulgación resulta de una enorme responsabilidad, pues quien lo lee por lo general carece de las herramientas que se supone tiene el autor, de manera tal que el lector creerá a pie juntillas lo que se le dice por alguien que se considera especialista en la materia y con grados universitarios. Caso diferente es cuando lo escrito va dirigido a nuestros pares, pues ellos pueden coincidir o rebatir nuestros argumentos ya que manejan nuestro propio lenguaje y conocimiento. Además, es necesario e indispensable que el científico no se encierre en su campana de cristal, sino que informe al general de la gente de los conocimientos adquiridos. Esto es un deber, no una concesión.

Pero pasemos al contenido del libro. Dividido en nueve capítulos, los autores nos dan en el primero de ellos un panorama de los "Estudios arqueológicos previos", en donde se destaca a Hermann Strebel como un pionero del interés por los sitios arqueológicos y en particular de Cempoala, a la que dedica "un breve artículo [...] al cual agrega un sencillo plano del sitio" (p. 19), todo esto en 1884. Hacen ver la relación entre este personaje y la señora Estefanía Salas de Broner, quien recibe dinero desde Alemania enviado por el propio Strebel para intervenir en diversos lugares con el fin de obtener material que luego le envía a Alemania. Según Annick Daneels, con esto se hace una interpretación estratigráfica mucho antes que Manuel Gamio en Azcapotzalco. Atinadamente, Báez y Vásquez hacen ver que Daneels, en su aseveración:

no menciona los fundamentos metodológicos que marcan la enorme diferencia entre una y otra pesquisas, pues la primera se realizó sin ningún estudio en el terreno (por "correspondencia", como lo indica la citada autora), mientras que la investigación de Gamio (orientada por Franz Boas) siguió estrictamente los lineamientos del análisis estratigráfico (p. 20).

A lo anterior se suma lo dicho por el arquitecto Ignacio Marquina, citado por los autores: "Así se entiende la dura crítica que formulara Ignacio Marquina, señalando la destrucción causada por Estefanía Salas de Broner y sus ayudantes en "un gran número de tumbas de Cempoala y en otros lugares de Veracruz" (p. 19).

No pasan desapercibidos en este capítulo los nombres de Berendt, Seler, del Paso y Troncoso y Galindo y Villa, destacando el nombre del tercero de ellos, quien lleva a cabo trabajos en 1890 y 1891 en diferentes lugares de Veracruz a través de la Comisión Científica de Cempoala bajo el patrocinio de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública. Comenzaron los trabajos en la Villa Rica y después en Cempoala, para pasar a recorrer la región entre Papantla y Cotaxtla, en sitios como Nautla, Soledad, Medellín, Cotaxtla, Tecolutla, la Mixtequilla, Tlaliscoyan y otros lugares. Finalmente emprendió trabajos en El Tajín que culminaron el 28 de marzo de 1891.

Los autores continúan su recorrido por la arqueología veracruzana y llegan a los trabajos dirigidos por José García Payón, los que enmarcan bajo el término de "Escuela mexicana" o "Escuela de Reconstrucción Nacional", siguiendo en esto los planteamientos de Lítvak y Gándara. Sobre el particular cabe señalar que en otra ocasión hice ver la inconsistencia de estos nombres y de lo aseverado por Lítvak de que la lucha armada iniciada en 1910 había detenido los trabajos arqueológicos en el país, siendo que durante la segunda década del siglo XX se hicieron aportes significativos en la arqueología, como la creación de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana y el desarrollo de un proyecto de la envergadura del coordinado por Manuel Gamio en Teotihuacan, por señalar solo algunos.

García Payón va a intervenir en diversos sitios y también en Cempoala. Se mencionan los nombres de Melgarejo Vivanco y Medellín Zenil por su importancia en diversos aspectos del Veracruz prehispánico y se llega así a finales de la década de los años 70' en que surge con un enfoque muy diferente al empleado hasta entonces: el proyecto "Historia de los asentamientos humanos en la Costa Central de Veracruz" bajo la dirección de Jurgen Brüggemann, quien contó con varios colaboradores. En Cempoala se pudo aplicar una nueva visión y con esto se derivaron estudios relevantes como lo muestra la publicación Zempoala: el estudio de una ciudad prehispánica.

Con esto termina este capítulo que atiende lo relativo a la historia arqueológica de esta región y en particular de Cempoala para pasar al siguiente capítulo titulado "El Totonacapan y Cempoala en las crónicas" en donde se analizan dos puntos de vista: la perspectiva arqueológica, por un lado, y la visión etnohistórica y etnológica, por el otro. Rico en contenido y discusiones, en él se comentan problemas como la presencia de los primeros pobladores de la región y el proceso de desarrollo en donde las periodificaciones vienen a tratar de aclarar el tema pero, como advierten los autores, "no es raro encontrar -aún para un mismo sitio arqueológico- distintas propuestas secuenciales que ilustren su devenir" (p.45). La discusión de los distintos períodos y las características que le son propias plantean nuevas interrogantes acerca de las presencias cerámicas, arquitectónicas y de interrelaciones entre diferentes lugares dentro del área pero también con el resto de Mesoamérica. Para Cempoala señalan los autores:

La abundancia y diversidad de fragmentos de cerámica en la superficie o en las excavaciones estratigráficas, ya en los sistemas amurallados, ya en un extenso perímetro en torno a los numerosos montículos de Cempoala, sugiere una larga secuencia de ocupación humana en la región, cuyo período más representativo y asociado a la más alta densidad poblacional se ubica durante el Horizonte Posclásico (p. 63).

Desde este momento vemos la complejidad que tiene Cempoala vista desde diversos ángulos. Uno de ellos y de la mayor importancia es el del control hidráulico como son la irrigación, áreas inundables y la desviación del Río Grande de Actopan para su uso tanto en la agricultura como para las necesidades cotidianas. Una red de acueductos fuero localizado por Brüggemann y Cortés que están implicando una organización social dirigida por un poder central. De esto hablaremos más adelante. En lo concerniente a la etnohistoria y la etnología, Báez-Jorge y Vásquez Zárate hacen un plausible intento por acudir a estos datos por medio de diferentes investigadores que aportaron en su momento datos importantes sobre el particular. Hay que destacar la revisión que hacen del concepto totonacapan tanto desde el punto de vista de la lingüística como el tratar de definir los límites de lo que se considera como tal. "La lingüística aún tiene mucho que aportar al conocimiento prehispánico regional; persisten dudas sobre el origen y desarrollo de la lengua totonaca" (p. 80) nos dicen. Este capítulo es de una enorme riqueza que permitirá a los estudiosos penetrar en la manera en que distintos autores han analizado esta región.

En el capítulo III se habla del entorno geográfico de Cempoala. Se nos hace ver lo variado del medio ambiente con cañadas, valles, montañas así como los sistemas de agua además de los yacimientos de diferentes materiales como piedras y arcillas que fueron aprovechados por los pobladores. A esto se unen suelos idóneos para el cultivo lo que permitía explotarlos por medio del riego. Todo esto explica en buena medida el asentamiento de Cempoala en medio de un hinterland (como lo llaman nuestros autores) apto para el desarrollo humano.

Los siguientes cuatro capítulos entran de lleno en las características de Cempoala desde diversas perspectivas. El asentamiento y planificación urbanos han sido estudiados por la arqueología y así leemos que estos:

han revelado numerosas evidencias respecto a una infraestructura urbana planificada, no solo para vincular las actividades cotidianas propias de una alta densidad habitacional, sino también para desempeñar diversas funciones administrativas, políticas, y religiosas cuyo impacto seguramente alcanzaba un amplio dominio regional (p. 104)

Se han podido definir áreas para usos distintos. Tal es el caso del área de producción con posible presencia de talleres de obsidiana o de elaboración de otro tipo de artefactos que indican su producción al interior de la ciudad, así como espacios para la circulación y consumo de variados productos. Un área con marcado carácter religioso es evidente dentro de los conjuntos arquitectónicos del lugar. Por otra parte, nuestros autores hacen ver con prudencia que

La extensión urbana y el tamaño de la población de Cempoala son causa de polémica entre los especialistas, la cual quizá nunca se resuelva, debido a la irreversible y progresiva pérdida de la evidencia arqueológica, condición que impide proponer un cálculo apropiado de la densidad demográfica. Sin embargo, basados en estimaciones de los cronistas, suele aceptarse que esta ciudad contaba al menos con una población de entre 25 000 y 30 000 habitantes [...] (p. 109).

Y digo que actúan prudentemente, porque los cálculos que se han hecho en ciudades como Teotihuacan, Monte Albán y Tenochtitlan no tienen bases firmes para sustentarlas.

Algo que afirman nuestros estudiosos es que en el Posclásico (900-1521 d.C.) Cempoala se constituía en la ciudad de mayor dimensión en el centro de la Costa del Golfo, como lo sugiere su extensión, la presencia de sus conjuntos arquitectónicos, su complejidad urbana y los sistemas de acueductos que la alimentaban.

En cuanto a la organización social y política, existe polémica en cuanto de si se trata de calpullis, como lo plantea Brüggemann o de otra forma de organización como lo establece García Márquez. Báez-Jorge y Vásquez Zárate se inclinan, después de un análisis del concepto calpulli y otros tipos de organización, a que el calpulli pudo existir de igual manera que lo hacía en Tenochtitlan y Texcoco al evolucionar de su carácter de comunidad gentilicia hasta convertirse en una organización basada en principios territoriales. Tratan lo relativo a la ordenación social y el control hidráulico haciendo ver que todo lo referente a la agricultura y por ende con los sistemas hidráulicos debieron de estar organizados colectivamente y controlados por los mandos de los calpullis y otras instancias superiores.

Otro tema interesante es el de las regulaciones matrimoniales basadas en cronistas como Torquemada, Motolinía, Sahagún, Mendieta, Las Casas, etcétera ya que las alianzas matrimoniales "entre grupos étnicos diferentes fueron un recurso para conciliar intereses" (p. 147). Otro factor que mencionan los autores es el de la "Naturaleza y estructura del poder", misma que se basaba en la nobleza hereditaria que a su vez se sustentaba en matrimonios endogámicos. Aquí analizan la relación que existía entre Cempoala y Tenochtitlan la que inscriben como un sometimiento pacífico lo que les permitía mantener un alto grado de autonomía política. Esto se estudia y plantea a continuación y se hace ver que las tensiones existentes entre Tenochtitlan y Cempoala "Serían el pivote que operaría Hernán Cortés para tejer el entramado de intrigas y argucias que sustentó su estrategia para la conquista de la capital azteca" (p. 162).

Un aspecto que no pasa desapercibido es el relativo a la religión de Cempoala, en donde una vez más se acude a las fuentes históricas y a estudiosos actuales sobre el tema. Se plantean los atributos e indumentaria del grupo sacerdotal así como la manera en que eran elegidos y la jerarquización interna. También mencionan el sacrificio humano y su presencia aún antes del dominio mexica. Interesante es el hallazgo por parte de del Paso y Troncoso de un chacmool encontrado a un lado del edificio de las Chimeneas que parece apuntar a esto, aunque también hay relatos de los cronistas y evidencias arqueológicas sobre el particular. Un dato importante es aquel que mencionan acerca de la existencia de "salas y casas en Cholula" según señala Motolinía, lo que evidencia el carácter de gran sacralidad y de lugar de peregrinación de la antigua ciudad sagrada.

El capítulo VIII lleva por nombre "La condición axial de Cempoala en la conquista de Mexico-Tenochtitlan". En él los autores vuelven a echar mano de diferentes fuentes históricas para que, basados en ellas, vayan refiriendo los acontecimientos desde el momento en que Cortés y sus huestes ponen pie en tierras veracruzanas hasta el instante en que emprenden la marcha hacia Tlaxcala, Cholula y Tenochtitlan. De todo esto hay que rescatar algunos aspectos de suma importancia. Siempre he dicho acerca de la diferencia que notará Cortés en cuanto a la actitud de los indígenas desde el momento que costea Cozumel hasta llegar a lo que hoy es Veracruz. En este último punto se les recibe sin violencia y, por el contrario, son invitados a visitar Cempoala por su máximo dirigente. Se enteran de los problemas que les provoca Moctezuma al que hay que pagarle un tributo periódicamente. Cortés percibe que cuenta con una buena cabeza de playa y ante la inconformidad de algunos de los que lo acompañaban que deseaban regresar a Cuba, decide dar al través con las naves -nunca quemarlas, como bien asientan los autores- y, al igual que César ante el Rubicón, la suerte estaría echada. Lo demás ya es historia...

El último capítulo está dedicado a la manera en que Cempoala fue abandonada. Varios factores se unieron para que esto ocurriera. Uno de ellos fue la epidemia de viruelas que se desató y que causó la muerte de miles de habitantes. Mención de los estragos provocados por este mal lo reseñan cronistas como López de Gómara, Motolinía y Torquemada. A esto se une la interpretación de modernos estudiosos que dan su parecer sobre este acontecimiento, todos ellos citados por Báez y Vásquez. Sin embargo, agregan otras causas más: ".a los factores de despoblación propiciados por las epidemias, deben agregarse la guerra y la explotación, así como las agotadoras jornadas laborales" (p. 211). En fin, todos estos factores fueron diezmando la población y fue así que hacia 1610 Torquemada dice lo siguiente, dicho que los autores consideran el epitafio de la antigua ciudad: "No tiene este sitio morador ninguno, porque vino desde entonces en tanta disminución que no vinieron a quedar más de tres o cuatro personas en él [...]" (p. 215).

¡Terrible destino de aquella ciudad que fuera cabeza de una región! Pero como bien señalan los autores recordando a Ferdinand Braudel "Al remontar el curso de los siglos -apunta- ¿cómo podrían no ser excelentes guías las civilizaciones?". En efecto, con sus ciudades milenarias, las civilizaciones "atraviesan el tiempo, triunfan sobre lo duradero. Mientras pasa la película de la historia, ellas se mantienen imperturbables [...] continúan como dueñas de su espacio, ya que el territorio que ocupan puede variar en sus márgenes, pero en el corazón, en la zona central, su dominio, su sede, siguen siendo los mismos" (p. 218-219).

Con éstas palabras de Braudel ponen punto final al libro. Como las buenas películas y los buenos libros -y este lo es-, qué mejor final que la reflexión del autor de El Mediterráneo. Pero aún nos regalan con una conclusión que en su parte substancial reza así:

A diferencia de Cholula, Tlaxcala y Tenochtitlan -escenarios protagónicos de la historia mexicana-, Cempoala fue prácticamente abandonada a menos de un siglo de haber pactado con Cortés, hasta que fue "redescubierta" a finales del siglo XIX, entre selvas y potreros, por Francisco del Paso y Troncoso, quien encabezó la Comisión Científica Exploradora de la junta Colombina (p. 223).

Estamos, pues, ante un libro que reúne el conocimiento profundo de las fuentes históricas; el aporte de la arqueología y la etnología; el decir de los investigadores actuales y la sabia manera de engarzar todo ello para darnos un panorama vívido de lo que fue Cempoala (la Sevilla de América) y de lo que sigue siendo. Gracias a Félix Báez-Jorge y a Sergio Vásquez Zárate por sus palabras, por su inteligencia, por su pasión por la historia...

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