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Estudios de cultura náhuatl

versión impresa ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.44  Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Paleografía y traducción del Códice florentino

 

Paleografía y traducción del décimo primer capítulo que trata de la diosa Chalchiuhtli Icue, donde se mencionan también otras diosas

 

María José García Quintana*

 

Permítaseme iniciar la presentación de parte de los avances en la paleografía y traducción del libro primero del Códice florentino con algo que me aconteció hace unos años, dos quizá, y que viene al caso recordar. En aquellas fechas, siendo investigadora en el Instituto de Investigaciones Históricas, me encontraba trabajando, entre algunas otras tareas, en la paleografía y la traducción del trabajo que aquí presento. Esto, en razón de ser yo miembro del Seminario en el que se estaba -y se está aún- traduciendo la totalidad del códice mencionado. El hecho es que una mañana tocó a la puerta de mi cubículo una alumna que cursaba el tercer semestre de la carrera de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras. La razón de su visita: quería saber si acaso yo podría prestarle ayuda para un trabajo escolar que estaba realizando sobre el libro primero de la Historia general de las cosas de nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, para la asignatura de la carrera llamada "Comentario de Textos". No era gratuito que acudiera a mí; esta alumna ya había recorrido un poco de camino en su investigación: lectura de la Historia general de las cosas de la Nueva España y, a medias, algunos capítulos correspondientes al libro primero en la traducción que del Códice florentino habían realizado, al inglés, Charles E. Dibble y Arthur J. O. Anderson. Para no entrar en detalles engorrosos de porqué había acabado por acudir a la versión inglesa, en resumen me dijo que al estar consultando en la Biblioteca del Instituto la traducción de estos dos autores norteamericanos, se enteró fortuitamente de que en el Instituto estaba funcionando un Seminario en el que varios investigadores estaban llevando a cabo la paleografía y la traducción al castellano de la totalidad del mencionado códice y de que yo tenía a mi cargo, dentro de ese grupo colegiado, precisamente el libro primero que era el que a ella le interesaba. La poca ayuda que estaba a mi alcance darle consistió en facilitarle una copia de lo que hasta ese momento tenía yo trabajado, pero con la advertencia de que, por lo menos la traducción, lo era en primera instancia y parcial, le faltaban algunas precisiones, corregir errores, compensar faltantes, resolver algunas dudas, etcétera. No supe ya si le fue útil mi contribución, pero lo que más me llamó la atención cuando platicó conmigo es que me expresara su extrañeza por el hecho de que una obra tan importante no estuviera hasta entonces traducida al castellano y sí al inglés, ya que ella imaginaba, e imaginaba bien, que en México y en el Instituto de Investigaciones Históricas en particular, había buenos maestros-investigadores conocedores del náhuatl. ¿Por qué, hasta ahora, me dijo, estaba traduciéndose el Códice florentino al español? ¿No era, incluso, un tanto vergonzoso no haberlo intentado muchísimo antes, se atrevió a preguntar? Sin entrar en explicaciones, le contesté que, en efecto, yo misma desde hacía años me había hecho la misma pregunta y había también tratado de entusiasmar a algunos de los investigadores para avocarnos a esa tarea, en mi opinión, ineludible. No obtuve respuesta en ese entonces, mas, por fortuna, añadí, ya se está en eso: dos investigadores de reconocido prestigio, Pilar Máynez y José Rubén Romero Galván, bajo la dirección del doctor Miguel León-Portilla, concitaron a varios investigadores a conformar un grupo que llevara a cabo la tarea de traducir el Códice florentino al castellano y ellos mismos están ahora coordinando el seminario que lleva el nombre "Paleografía y Traducción del Códice Florentino". Quise recordar este encuentro maestra-alumna con la esperanza y el deseo de que aquella, quizá hipotética alumna, así como muchos otros, estén en adelante enterados de esta empresa y de los logros alcanzados hasta hora, pues indudablemente beneficiará a especialistas, estudiantes y todo el público interesado en las manifestaciones histórico-culturales de nuestros ancestros nahuas.

En el Seminario colaboran investigadores de diferentes instituciones (de la UNAM principalmente, pero no sólo) y de varias especialidades: historiadores, lingüistas, nahuatlatos, antropólogos. Los avances son significativos y de ellos estamos dando a conocer primicias en Estudios de Cultura Náhuatl.

En lo que a mí concierne, como encargada de la paleografía y traducción del libro primero del códice, no voy a presentar aquí, como se esperaría, los cinco primeros capítulos -que son muy cortos-, es decir, no comenzaré por el principio; la razón es que en un artículo anterior, "Los mismos dioses, pero algo diferentes", ya había yo adelantado algunas observaciones en relación a los capítulos 1 a 8 y, aunque insuficientes aún, no es cosa de repetir aquí algo que ya se ha dicho y publicado, pero que, por supuesto, se verá enriquecido en la introducción que acompañará a la publicación definitiva.

Antes de continuar quiero exponer -solamente para los neófitos- una visión somera de la factura del Códice florentino para situar en contexto el libro primero.

Están ya suficientemente dichos y publicitados -de manera que sólo les daré un toque memorioso- los propósitos que en lo particular animaron a fray Bernardino de Sahagún para la elaboración de su obra. Como se trataba de lograr, de acuerdo al espíritu que animaba a la orden franciscana, una auténtica conversión de los indígenas al cristianismo, firme y duradera, y de proporcionar a los evangelizadores y confesores los instrumentos idóneos para llevar a cabo su labor, Sahagún consideró que era indispensable y urgente conocer a los presuntos conversos: conocer su religión para poder desterrar con eficacia la idolatría en la que estaban sumidos; sus costumbres y forma de pensar, para facilitar el acercamiento a aquellos seres tan diferentes; su lenguaje, para que no por desconocimiento los predicadores y confesores cayeran en el error de predicar sin hacerse entender, provocando confusiones u omisiones en ideas y prácticas idolátricas al momento de la confesión. Por añadidura, era del interés de este fraile franciscano que se conociera la bondad de las instituciones indígenas, descontando lo idolátrico, pues permeaba en la sociedad novohispana, incluyendo algunos miembros de las órdenes religiosas, el prejuicio de que se estaba tratando con gente bárbara y de poca o nula cultura, con ese prejuicio el adoctrinamiento sufriría menoscabo.

Se conocen igualmente las complejidades del proceso en el que por casi veinte años estuvo Sahagún inmerso trabajando no solamente en la elaboración -en muchas etapas- del proyecto que alcanzó su plena realización en el Códice florentino, sino también en otros textos doctrinarios o de carácter lingüístico, todo esto sin dejar, más que en contadas ocasiones, de cumplir con sus obligaciones evangelizadoras amén de asistir a los enfermos en las epidemias y de cumplir con cargos que se le adjudicaron algunas veces dentro de la Orden.

Bien, en relación a la magna obra de recopilación que llevó a cabo Sahagún, como egresado notable de la Universidad de Salamanca, él estaba al tanto de las concepciones europeas del mundo y de la historia del humanidad. Varios autores en sus obras, enciclopedias, historias, incluían jerárquicamente a todos los seres del mundo en este orden: primero lo relativo a la divinidad, luego lo que se refería a lo humano y finalmente lo concerniente al reino de la naturaleza. Es la razón por la cual Sahagún, en vías de enfrentarse a la antigua cultura, elaboró primeramente una minuta, un cuestionario inspirado en aquellas concepciones europeas, con el cual intentaba acercarse a "los que sabían", a personas ancianas que guardaban en su memoria acontecimientos, creencias, costumbres y conocimientos sobre la naturaleza, aspectos todos de su cultura, viva aún a pesar de la conquista española.

Así, pues, Sahagún comenzó por inquirir desde su primera etapa de trabajo en el pueblo de Tepepulco, acerca de los dioses, sus fiestas, ofrendas, sacerdotes y atavíos. Obtuvo en este asunto una información muy parca, quizá porque los informantes tenían escrúpulos de hablar ante un sacerdote cristiano acerca de las cosas más sagradas y valiosas para ellos.

De cualquier forma, ese material acerca de lo divino dio lugar más tarde a un cuestionario más amplio y preciso, con lo cual se pudo acrecentar la información en las sucesivas etapas de investigación y reacomodo. El material relativo a los dioses obtenido en Tepepulco, enriquecido más tarde en Tlatelolco, conservó, naturalmente, el privilegiado primer lugar en el Códice florentino. Este libro resultó, de todas formas, un texto muy heterogéneo, muy breve en relación a la importancia del tema tratado y muy disímil en cuanto a la información que consigna respecto a los diferentes dioses.

Consta este libro primero de 22 capítulos dedicados a los dioses, a sus poderes, sus fiestas y sus atavíos en sendas columnas dedicadas, la de la derecha, al texto náhuatl; la de la izquierda, a la versión parafrástica de Sahagún al español, esta última la que constituye la materia de la Historia general de las cosas de Nueva España. Los folios en los que se albergan estos 22 capítulos van del 1 recto al 23 verso, con algunas viñetas e ilustraciones, en su mayoría colocadas en las columnas de la izquierda. En seguida, formando parte de un Apendiz (del folio 24v -que en realidad aparece como 36v con letra distinta- al 29v) se consigna una confutación a la idolatría, en la que Sahagún se apoya en textos bíblicos. En esta parte van, en la columna derecha, el texto en latín; en izquierda, la confutación de Sahagún. A continuación, entre los folios 29v (tercer párrafo) y 40v, en dos columnas, español y náhuatl, Sahagún va señalando las diversas razones por las cuales el culto y adoración de cada uno de los dioses mencionados en la primera parte son nefastas, inspiradas por el demonio y causas seguras de condenación eterna, si no se renuncia a ello. Finalmente, en dos folios, el 41 y el 41v, nos encontramos con una invitación del fraile ¡a denunciar a los reacios a aceptar las enseñanzas de la fe cristiana y a abandonar la idolatría!, para terminar con una exclamación lacrimosa en la que suplica a Dios "que mucho encierres a Satanás para que nunca más obre de esta manera; y también mucho te encarezco que te dignes dar tu gracia a los hombres de aquí, la gran luz que ciertamente no ha estado, pues el pecado, la oscuridad son los que, con mucho, han sobresalido".

Entrando ya en materia, es decir, en lo relativo al capítulo once dedicado a la diosa Chalchiuhtli Icue que presento como avance de la paleografía y traducción al castellano del libro primero del Códice florentino, adelanto que el texto dedicado a dicha deidad femenina resulta demasiado parco considerando la importancia que tenía ésta en una sociedad preeminentemente agrícola; ella era temida y amada porque como diosa del agua podía provocar desastres, inundaciones, naufragios, pero también propiciar la germinación de las semillas, el crecimiento de las plantas que proveían el sustento de la gente. Se la asociaba a los tlaloque, dioses de las lluvias, ayudantes de Tláloc. Pero no es de extrañar la escasez de datos sobre Chalchiuhtli Icue, cuando a Tláloc, uno de los dioses principales del panteón náhuatl le dedica Sahagún una mucha menor información en este libro primero. No hay que olvidar, aparte, el papel significativo que esta diosa, Chalchiutli Icue tenía cuando venía al mundo un nuevo ser. La partera encargada de recibirlo, dirigiéndose a los cuatro rumbos del universo-mundo, suplicaba con una sentida invocación a la diosa del agua que lavara al niño de todas las suciedades que podrían haberlo contaminado en su tránsito desde el cielo a la tierra.

Al inicio del capítulo decimoprimero de este libro se hace una descripción del agua como ente físico: las turbulencias que podían provocar desastres, hundimientos, ahogamientos y la imagen tranquila que proporcionaba cuando se apaciguaba, "está viéndose como un espejo", decían.

Luego se relata la fiesta, con sus ofrendas y cantos, y el sacrificio de una mujer que la representaba y que hacían los hombres que se ganaban la vida de diferentes maneras con el agua.

Termina el capítulo con la enumeración y descripción de los atavíos en la que no queda claro si se refiere a los atavíos de la imagen de la diosa (hecha de piedra o de otro material) a la mujer que la representaba y que había de morir sacrificada.

Cosa curiosa: cuando el texto se refiere a la fiesta que hacían en honor de esta deidad, dice que también era a honra de los tlaloque, como se ve en Etzalcualiztli, pero en esta celebración no aparece por ningún lado Chalchiuhtli Icue, ni los tlaloque; en cambio, en la pequeña relación de las fiestas, encontramos que en el primer mes del año llamado Atlcahualo, "celebraban una fiesta a honra (según algunos) de los dioses tlaloques; según otros, de su hermana la diosa del agua, Clachiuhtli Icue, y según otros más a honra del gran sacerdote o dios de los vientos Quetzalcóatl"; pero ya en la descripción extensa de Atlcahualo solamente se habla de los tlaloque y de los sacrificios de niños que en esa ocasión se efectuaban.

Por otra parte, se refiere, al final de este capítulo, a las diosas Chicomecóatl y Huixtocíhuatl, pero no abunda en ellas más que decir que las tenían en consideración junto a Chalchiutli Icue porque las tres procuraban el sustento del macehual. A la primera dedica un escueto párrafo en el capítulo VII de este Libro y con más abundancia se refiere a ella en el libro II; a Huixtocíhuatl, lo mismo.

Por último, hay que notar que Chalchiuhtli Icue vuelve a ser mencionada por Sahagún en el "Apendiz" de este libro primero sin añadir nada importante respecto a la diosa y solamente para decir: "Muchas cosas hacían para honrarla, completamente en vano, sólo cosa de locura."

No obstante, la encontramos mencionada en otros libros del Códice florentino: en el IV, en el VI y en el XI, por ejemplo.

 

PALEOGRAFÍA DEL TEXTO

Inic matlactli oce capitulo: itechpa tlatoa in cihuateotl, in itoca chalchiuhtli icue: yehuatl in atl.

Teotl ipan machoya: iuhquin cihuatl quixiptlatiaya, iuh mitoaya, quilmach inhuan pohui, in hueltiuh in tlaloque: inic mahuiztililoya, inic imacaxoya, inic mauhcaittoya, inic tlamauhtiaya, teatoctiaya, teatlanmictiaya, [fol. 5v] tepolactiaya, tepan pozonia, moteponazoa, maxiciotia, tepan motehuilacachoa, inic tecentlanihuica: in acalli quicuepa, quixtlapachcuepa, quehuatiquetza, ca acomayahui, ca tema. Auh in quenma teapachoa, teapotzahuia, mocueyotia, titicuica, xaxamacatimani, cocomocatimani, atlacamani: in icuac oceuh, in ye cehui, ahuic iayauh: quitoa mahuiltia, xixiquipilihui, cocomotzahui, atentli itech onmotlatlatzoa, onmochcachacuania, mapopozoquillotia. Auh in icuac atle ehecatl, tlamattimani, atezcattitimani, petlantimani, cuecueyocatimani. Auh in icuac ilhuiquixtiloya, zan no icuac in etzalcualiztli: in oncan ilhuiquixtililoya tlaloque, colotli in quichichihuaya ixiptla: quicuetiaya, quihuipiltiaya, quicozcatiaya, cozcapetlatl, itech pilcatiuh coztic teocuitlacomalli: Ihuan quitlamaniliaya, quinanamiqui in itlenamacacauh, iyauhtli, ixpan quitepehuilia, cayochicahuaz [fol. 6] ilhuitinemi, quicuicatia in calpoleque, icuicacahuan. Auh in huel ixiptla, icuac miquia: tlacotli cihuatl in quicoaya, yehuan quinextiaya, in anamacaque: in atl, ic motlayecoltia, in acaltica atlacui, in acaleque, in apantlaca: ihuan acalquetzque tianquizco, in quitechieltia atl. No iuh quichichihuaya, no iuh quitlamamacaya, no iuh quicencahuaya: iuh tlantihuia; in miquia, itocayocan tlalocan: in oncan inteopan, tlaloque, queltetequia. In icuac i, no cenca quimahuiztiliaya, in Motecuzoma: ixpan tlenamacoya in ixiptla, quitlacotonilia, iuh quitoaya: quiyauhtlatlani in tlacatl, quitlamacehuia in imacehual: ihuan oncan mocnelilmati, inic quimahuiztiliaya atl; quilnamiquia, ca ic tinemi, ca tonenca; ihuan ic mochihua, in ixquich tetech monequi. No iuh quimahuiztiliaya, in ixiptla tonacayotl, in itoca Chicome Coatl: ihua[n] in i xiptla iztatl, itoca Huixtocihuatl: ic quilnamiquia; in ye tlamanix [fol. 6v] ti: ca huel i nenca mochihua in macehualli, ic huellamati, ic huel nemi. Auh >ihuin, in mochichihuaya: moxahuaya, texotica, motenuiltec, motexotenuiltec, mixcozalhui, chalchiuhcozque, xiuhnacoche, texoamacale, quetzalmiyahuayo, atlacuilolhuipile, atlacuilolhuihuipile, atlacuilolcueie, atlacuezonanchimale, ayochicahuace, cacalaca; pozulcaque.

Del Apendiz

F. Oc no ce cihuateotl, oquimoteotiaque in amocolhuan, in itoca Chalchiutli Icue: quitoaya, inhuam pohui, in hueltiuh in tlaloque: quilmach teatoctiaya, teatlanmictiaya, tepolactiaya: ic cenca tlamauhtiaya imacaxoya. Quilhuiquixtiliaya in anamacaque, ihuan atlaca: ihua[n] ixpan tlamanaya, ihuan tlamictiaya: miectlamantli inic quimahuiztiliaya, in zan nen, in zan in netlapololtilizpa[n].

 

TRADUCCIÓN DEL TEXTO

Décimo primer capítulo que habla acerca de la diosa de nombre Chalchiuhtli Icue, [Tiene su falda de chalchihuites], ella es el agua.

De esta diosa era sabido que la representaban como mujer; así, se decía que dizque era tenida como hermana mayor de los tlaloque.1

Por lo que se la honraba, por lo que era respetada, por lo que era temida, era porque arrojaba a la gente al agua, la mataba, la sumergía en el agua (fol. 5v). Sobre la gente hace espuma, se hincha; hace torbellinos, se da de vueltas sobre la gente para traerla a lo más hondo. Voltea las barcas, las voltea bocabajo, las empina y lanza hacia arriba, las inunda.

Y a veces [cuando] cubre de agua a la gente, la hunde; se hacen olas que producen mucho ruido, están rompiendo, están estallando, están agitadas. Cuando se ha apaciguado, cuando ya de un lado a otro se calma su niebla, dicen que se regocija, hace olas que se dispersan en la ribera a la cual golpea; allí el agua moja mucho, se hace espuma. Y cuando no hay nada de viento, está calmada, está viéndose como un espejo, está plana, permanece brillante.

Y cuando era llegada su fiesta, cuando también se hacía la fiesta de los tlaloque, en etzalcualiztli,2 aderezaban un armazón para su imagen; le ponían falda, le ponían huipil, le ponían collar, un collar trenzado como estera en el que iban a colgar un comal3 amarillo de oro.

Y también le hacían ofrendas; se encargaban de ello sus sacerdotes; frente a ella esparcían yauhtli;4 con la tabla de sonajas iban bailándole, [fol.6] le hacían cantos los cantores5 del calpulli.

Y justo cuando su imagen iba a morir, adquirían una mujer de baja condición6 y la daban a conocer los que hacían trueques con el agua, los que se ganaban la vida con el agua, los canoeros que sacan el agua en canoas, los hombres de las acequias y los que ponen las canoas en el tianguis, que aguardan a la gente con agua.

De la misma manera, también ataviaban [a la mujer imagen de la diosa], le hacían ofrendas, la adornaban y así iba a terminar: moría en el lugar de nombre Tlalocan; allí, en el templo de los tlaloque, le cortaban el pecho.

Y cuando Motecuhzoma la honraba, entonces ofrendaba fuego ante su imagen; cortaba [cuellos de codornices]. Decían así mismo que la persona que solicitaba lluvia, se hacía merecedora de su recompensa, y allí agradecía para honrar al agua a la que tenían en mucho, porque por eso vivimos, es nuestro sustento, [por ella] se hace todo lo que necesita la gente.

También le hacían honras a la que era imagen de nuestro sustento, la de nombre Chicomecóatl y a la imagen de la sal, la de nombre Huixtocíhuatl; tenían consideración a las tres porque procuraban el sustento [fol.6 v] del macehual para que esté satisfecho, para que viva bien.

Y de esta manera se ataviaba, se adornaba: con color azul se pintaba los labios por todas partes, se los pintaba con tierra de color azul, se amarillea el rostro, tiene collar de chalchihuites, tiene orejeras de turquesa, tocado de color azul lleno de plumas; tiene huipil con diseños acuáticos, huipiles con diseños de agua; falda con diseños acuáticos, escudo con [adorno] de atlacuezona;7 tiene sonajas que hacen ruido, sandalias blandas.

 

TRADUCCIÓN PÁRRAFO DEL APENDIX

F. Otra diosa adoraban vuestros abuelos, la de nombre Chalchiuhtli Icue; se decía que era como hermana mayor de los tlaloque. Dizque arrojaba a la gente al agua, la mataba, la sumergía en el agua; eso hacía que fuera respetada y temida; Y cuando era llegada su fiesta los tratantes del agua, los hombres del agua también hacían ofrendas ante ella, sacrificaban. Muchas otras cosas hacían para honrarla, completamente en vano, sólo cosa de locura.

 

Notas

*Como lo hemos venido haciendo en números anteriores, presentamos a continuación un avance más del proyecto Paleografía Traducción del Códice Florentino. En este caso se trata del trabajo realizado por la maestra María José García Quintana, excelente traductora y experimentada estudiosa de dicho códice. Además de presentarnos su trabajo de paleografía y traducción del capítulo 11 del libro primero de la magna obra de Sahagún, García Quintana nos ofrece un breve texto sobre su experiencia en este proyecto, así como algunas observaciones sobre el culto a la diosa Chalchiuhtli Icue.

1 Nombre genérico de los dioses de la lluvia.

2 Era cuando se hacía la comida de maíz y frijol llamada etzalli.

3 Un disco.

4 Yauhtli, yerba olorosa que se usaba como incienso.

5 Literalmente los dueños de cantos.

6 La traducción de tlacotli cihuatl, como "mujer esclava" es una traducción inapropiada puesto que entre los nahuas no había esclavitud en el sentido occidental de este concepto.

7 Planta acuática símbolo de los dioses del agua.

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