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Estudios de cultura náhuatl

Print version ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.43  Ciudad de México Jan./Jun. 2012

 

Reseñas bibliográficas

 

Hermenegildo F. López Castro y Ethelia Ruiz Medrano, Tutu Ñuu Oko. Libro del Pueblo Veinte. Relatos de la tradición oral mixteca de Pinotepa Nacional, Oaxaca

 

por Guilhem Olivier

 

México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/ Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2010.

 

A finales del siglo XIX y principios del XX, el famoso Bureau of American Ethnology publicó en sus reportes anuales numerosas etnografías sumamente detalladas dedicadas a los pueblos nativos de Estados Unidos. La urgencia de la tarea derivaba de la brutalidad de la conquista europea que desencadenó la masacre de muchos grupos indígenas de este país. Entre otras aportaciones, los miembros del Bureau of American Ethnology tuvieron la inteligencia de acudir a los propios miembros de las comunidades, no solamente para recopilar informaciones sino también para formarlos como lingüistas, etnólogos, filólogos e historiadores de sus propios pueblos. Entre ellos se puede mencionar a Francis La Flesche, hijo de un jefe omaha; a James Murie, skidi pawnee; a George Hunt, kwakiutl, y a varios otros; que nos dejaron obras invaluables en las cuales aparecen textos en lenguas indígenas de todo tipo: mitos, cuentos, canciones, descripciones de rituales, de técnicas diversas y hasta recetas de cocina.1 Si bien uno de los promotores de estas obras, Franz Boas, llevó a cabo algunos trabajos en México a principios del siglo XX —recopiló, por ejemplo, interesantes narraciones en náhuatl en Milpa Alta (D. F.)—2 la tradición etnográfica estadunidense casi no tuvo repercusiones en nuestro país en aquella época. Más tarde, a partir de 1960, han ido apareciendo en México investigadores de origen indígena que han publicado estudios y textos en lenguas indígenas, entre los cuales mencionaré a Jacinto Arias, a Francisco Morales, a Librado Silva Galeana, a Víctor de la Cruz, etcétera.

En este contexto, es ineludible recordar al maestro Luis Reyes García, de origen nahua, que Ethelia Ruiz Medrano y yo tuvimos el privilegio de conocer. Eminente lingüista pero también etnólogo e historiador, colaborador de Paul Kirchhoff, Luis Reyes García nos dejó comentarios de códices y de documentos pictográficos,3 libros eruditos de historia, su monografía sobre Cuauhtinchan por ejemplo,4 y grandes traducciones de crónicas en náhuatl del siglo XVI, como la Historia tolteca-chichimeca, los Anales de Juan Bautista y otras más.5 Debemos también a Luis Reyes la publicación de trabajos etnográficos de gran calidad como Pasión y muerte de Cristo-Sol, y textos modernos en náhuatl como los que recopiló en la obra El anillo de Tlalocan.6

Ahora bien, el libro de Hermenegildo López Castro y de Ethelia Ruiz Medrano —Tutu Ñuu Oko. Libro del Pueblo Veinte. Relatos de la tradición oral mixteca de Pinotepa Nacional, Oaxaca— se inscribe en la tradición de la gran obra de Luis Reyes García. En efecto, encontramos en este libro interesantes datos históricos inéditos sobre una zona poco conocida de la República, así como una gran cantidad de descripciones etnográficas y de relatos en lengua mixteca con su traducción al español. Antes de proseguir cabe señalar que Alejandra Cruz Ortiz publicó un libro importante, Yakua Kuia. El nudo del tiempo. Mitos y leyendas de la tradición oral mixteca (México, CIESAS, 1998), que aborda también la región de Pinotepa Nacional. Sin embargo, la riqueza de la tradición oral de la región está lejos de agotarse con estos dos libros.

Vale la pena detenernos sobre la génesis de Tutu Ñuu Oko. En efecto, este libro nace de un enojo y de una colaboración. Un enojo que expresa López Castro desde la introducción del libro: "Aunque estoy muy enojado con el Señor de la Lluvia —nuestro padre— por el sabor tan agridulce de nuestra historia, debo agradecerle el no haber permitido que nos eliminaran por completo, cuando el tiempo se volvió abrumador e inhóspito" (p. 33). Este enojo se manifiesta por la voluntad de conservar la historia y la cultura de su pueblo; más adelante López Castro afirma que "La memoria está en movimiento, está viva, se mueve en el tiempo y en el espacio [...] La memoria histórica nos permite estar en guardia contra nuevas injusticias" (p. 34).

En cuanto a la colaboración, ésta se lleva a cabo entre un estudiante que se vuelve maestro de mixteco y una investigadora deseosa de aprender esta lengua, ya que realiza trabajo de campo en la Mixteca Alta desde hace siete años. Autora del libro reciente Mexico's Indigenous Communities. Their Lands and Histories, 1500-2010 (Boulder, University Press of Colorado, 2010), Ruiz Medrano eligió trabajar en la longue durée —500 años de historia— y con un enfoque original, a la vez histórico y antropológico. Lo ilustra el último capítulo de esta obra excepcional, dedicado a Santa María Cuquila, un pueblo de la Mixteca Alta, en el cual la autora analiza el uso de la historia por parte de los cuquileños en su lucha por preservar sus tierras y su identidad. Como lo explica Ruiz Medrano al final de la semblanza de Pinotepa Nacional, "durante un año, Hermenegildo y la que suscribe trabajamos en la recopilación de su rica tradición oral. Ambos logramos grabar y plasmar por escrito todas estas historias que aquí nos ofrece" (p. 30-31).

El fruto de la colaboración entre ambos autores es una obra en la cual el pasado y el presente se compenetran y se entienden conjuntamente. Además se reconoce la participación colectiva en toda investigación de esta índole: explica López Castro que "Nada de lo que digo en este libro es invento mío, la mayoría de las narraciones me fueron transmitidas por tradición oral, las escuché desde niño y durante mi adolescencia. Mi abuela, mi madre, mis tíos, otros tata mandones, otras señoras —todos descendientes de familias mixtecas antiguas—, contribuyeron en la formación del libro" (p. 35). Libro colectivo entonces pero que nos llega con el estilo y los comentarios del autor-compilador que se interroga sobre su propia cultura, sobre su prestigioso pasado, sobre sus logros y lo que considera sus "defectos", por fin sobre el futuro de la cultura de los mixtecos de Tutu Ñuu Oko.

Los relatos sobre los orígenes de Pinotepa se enmarcan en narraciones míticas donde aparecen los primeros habitantes de la Costa de Oaxaca, como son los ñata que "sólo jugaban, nunca trabajaban", los sukuyu'u que se quitaban las cabezas para bañarse o los ndikuum, gigantes que eran capaces de construir una iglesia en una sola noche. En cuanto a los "verdaderos mixtecos", ellos proceden de dos antepasados que nacieron de dos huevos que Dios colocó en un cerro tay, un cerro sagrado. El mito y la historia se enlazan cuando leemos que los fundadores de Pinotepa —trece hombres y siete mujeres— "bien pudo ser [que vinieron] de Tilantongo, pueblo de grandes señores, del linaje de los primeros hombres" (p. 63). En efecto, sabemos por los antiguos códices y por las fuentes del siglo XVI que Tilantongo fungió como ciudad de origen del poder en la Mixteca, un poco como Tollan para el México central. Respecto a los antepasados fundadores, se precisa que "venían encabezados por una gran señora, los guiaba ya la soberana Ña I'a, que era una de esas siete mujeres" (ibid.). Esta tradición de poder femenino, la volvemos a encontrar con el episodio trágico del "nuevo señorío mixteco" que comentaré más adelante. Otros acontecimientos de la historia antigua de la zona fueron plasmados en este libro como la lucha épica de los habitantes de Pinotepa en contra de Tututepec. Cabe aclarar, como lo señala Ruiz Medrano en la introducción histórica de este libro, que en la época previa a la Conquista, el señor de Tututepec investía de poder a los señores naturales de Pinotepa (p. 17). En los relatos narrados por López Castro, el conflicto entre Tutetepec y Pinotepa se caracteriza por la destacada participación de los tay, los hombres con poderes sobrenaturales de Pinotepa.

Estos seres con poderes aparecen a lo largo del libro como personajes emblemáticos de la memoria mixteca de Tutu Ñuu Oko. Nos dice el autor que "Los tay se podían convertir en terremotos, en relámpagos, en lluvia, en truenos, en cualquier fenómeno de la naturaleza" (p. 101). Al nacer, un niño que va a ser nahual o tay se caracteriza por tener una muela. En este momento, los padres de la criatura deben tomar la decisión difícil de dejar al niño con este don o bien de quitárselo por medio de rituales específicos. Cabe precisar que si los padres deciden dejar el don al niño "saben que cuando él cumpla treinta años tendrá que matar a sus padres con sus poderes". Es especialmente la madre la que peligra en estas circunstancias, su muerte es considerada como un verdadero sacrificio para que el pueblo tenga a una persona de poder que lo proteja. López Castro narra cómo la fuerza que habita el hombre de poder puede ser canalizada a la adolescencia por medio de un canto llamado yaa káti kuan "canto del algodón amarillo". El joven va al campo y canta frente a un árbol maduro, frente a un árbol viejo: "si uno fuera a ver o a vigilar el árbol, a los ocho días ese árbol ya está seco, se seca con tanta energía que ha liberado el niño" (p. 137). Se mencionan también pruebas en los cerros donde el aprendiz se enfrenta con un ataúd y con una fiera, donde tiene que agarrarse de las patas de un pájaro que lo lleva volando, etcétera.

Ahora bien, existen niveles entre las personas con poder, algunos llegan a ser ñatata, curanderos, otros son los tay que poseen siete dones y que López Castro describe como "los extraordinariamente poderosos, a ésos nadie les puede hacer nada, son los que encabezan, son los verdaderamente respetados y temidos, tienen siete dones [...] Los tay eran de la realeza, eran los que gobernaban, eran los verdaderos señores" (p. 103-105). Al leer esas descripciones, uno no puede dejar de pensar en las antiguas concepciones mesoamericanas según las cuales los gobernantes —los nobles y los reyes— gozaban de poderes sobrenaturales e incluso poseían entidades anímicas distintas a las de los hombres del común.7 De hecho, en la semblanza histórica de Pinotepa, Ruiz Medrano destaca el papel de sus señores, gobernantes de linaje (yya) que sobrevivieron en la etapa colonial. Añade que "a los caciques de Pinotepa, al igual que a los del resto de la Nueva España, su alto estatus les permitía gozar de ciertos privilegios desde el siglo XVI, como era el de montar a caballo, portar espada y daga" (p. 24). Ahora bien, según López Castro, en Pinotepa, alrededor de 1930 "todavía existían los tay [...] había muchos tay en esa época y cuidaban a la población. Andaban en el cielo cuidando, porque muchos eran tormenta, aire y todo eso". El autor añade con una cierta nostalgia: "Entonces, en esa época, había muchos seres extraordinarios, pero después desaparecieron y ahora ya no existen. El tiempo se fue y nunca más regresará (Kua'an kivi ta ñava kétagachi)" (p. 151-153).

A los mitos de origen y a los relatos históricos que recopiló López Castro se añaden descripciones de rituales como las fiestas de mayordomía, el Carnaval o Todos Santos. Hasta donde sé, desde que los mal llamados "informantes" de Sahagún —se les podría llamar tal vez de manera más justa "co-autores"— nos transmitieron en el siglo XVI detalladas descripciones en náhuatl de las fiestas prehispánicas, no se han publicado descripciones en lenguas indígenas de fiestas o de rituales actuales. Por más minuciosos que sean los etnólogos en sus escritos, salpicados de esquemas y de fotografías, nuestra comprensión de esos eventos rituales depende en gran medida de lo que se ha llamado las "exégesis indígenas". Evidentemente nos hace falta la mirada de los propios actores, mirada que López Castro nos proporciona en este libro sobre Pinotepa. Veamos el caso de una ceremonia que se lleva a cabo el 3 de mayo, una petición de lluvia que el autor califica de "particular", es decir, organizada por una persona fuera del ámbito comunitario. Por lo anterior, es sumamente valiosa su descripción —generalmente disponemos de datos más bien sobre los rituales comunitarios— en la cual se habla de una peregrinación hacia un cerro llamado Kruu Táti "Cruz del Viento". Abunda el agua en los cerros y "agarraban el agua para bañar a los niños, los desnudaban y a todos bañaban al lado de la cruz, perritos, gatitos, pollitos, desde luego a la cruz misma, ¡Imagínense a los pollitos ahí mojados!". Ahora bien, para tranquilizarnos, López Castro precisa que "como hace mucho calor allá, no se siente mucho el frío, al contrario, hasta se refrescaban". El autor añade un importante comentario: la Kruu Táti "Cruz del Viento" "ayuda a traer las nubes para la lluvia" (p. 132-133). Entre los rituales comunitarios de gran relevancia se encuentran los de las 15 mayordomías, así como el Carnaval. El carácter colectivo de las fiestas llega a tal grado que para el Carnaval, "El que no bailara era encarcelado por nuestras autoridades, era obligación de ellos hacerlo" (p. 182-183). Otros rituales están descritos en este libro, como el que consiste en limpiar de manera comunitaria los alrededores del pueblo en vísperas del Día de Muertos, actividad que se realiza con cantos y música de flauta y tambor. Nos precisa López Castro que "la música dependía de qué animal saliera en el corte de monte. Por ejemplo, si salía un conejo, en este momento empezaba la música del conejo y si salía un venado, ahí iba la música del venado; iban cortando, y dependiendo del animalito que de repente encontraran en el monte, esa música tocaban" (p. 160-161).

Los datos que acabamos de mencionar nos llevan al tema de las relaciones entre los hombres y los animales —un tema muy de moda ahora en los estudios antropológicos—. En la obra que reseñamos abundan las informaciones al respecto, sea sobre el nahualismo y el tonalismo, sea a través de narraciones en las cuales los actores son animales. Como sucede entre varios otros grupos del estado de Oaxaca e incluso de otras regiones, se utilizan cenizas para determinar el doble animal de un recién nacido; en el caso de los mixtecos de Pinotepa, se deja caer la criatura sobre un lecho de ceniza y la "marca del animal" que deja es interpretada por un ñatata para conocer "su correspondiente". Este animal va a compartir la fortuna del niño: "se trata de dos seres vivos con una sola alma, y cuando muere uno, muere el otro". Además, algunas personas tienen el poder no de transformarse en animal sino, nos dice López Castro "de crear un fenómeno, de darle un cuerpo a ese fenómeno. Por ejemplo, si él quiere que aparezca un tigre por ahí, entonces él, como hombre, no es que se transforme en animal, no es que se convierta en animal, así, como en las películas, sino que él tiene más bien la capacidad de crear esta visión" (p. 146-147). Varios relatos escenifican estas visiones que espantan e incluso llegan a matar a los que las presencian. Es más, esas muertes pueden desencadenar venganzas sangrientas. Estos fenómenos hacen que López Castro comentara: "Una comunidad indígena tiene muchas cosas bonitas, tiene ventajas; pero también tiene cosas feas, como cualquier cultura" (p. 149). Sin embargo, otras narraciones tienen un desenlace feliz, como esta bella historia de los adolescentes que prendieron fuego a una lagartija. En efecto, unos muchachos "muy tremendos" robaron una hoja de tabaco y fueron a fumar escondidos en una milpa. Allí vieron una lagartija mal herida y le prendieron fuego en su cola; cuál fue su sorpresa cuando "sacó chispas de muchos colores, sacó mucho fuego, así como de pólvora. Prendió como un cohete y voló hacia el cielo". Asustados y arrepentidos los muchachos regresaron corriendo a su casa. A los ocho días llegó una pareja mixteca con presentes —chocolate, panes, maíz, guajolote frito y frijol—. Explicaron que los niños, al prender la cola de la lagartija, habían salvado la vida de su hija que era ndoso, es decir, un tay meteoro: "La niña se había apagado, había perdido fuerza, por eso cayó en forma de lagartija [...] a punto de morir. Gracias a los jóvenes que iban pasando con este puro en la boca, fumando y que por travesura le prendieron fuego a su hija y la revivieron, la joven agarró fuerza y se fue gracias a ellos" (p. 256-257). De manera que la aparición de un animal plantea siempre una incógnita sobre su verdadera identidad. Acerca de otra historia de una martita —"animal muy querido entre nosotros"— que resultó ser una niña, López Castro nos explica que "Los mixtecos sabemos que los animalitos entienden al hombre cuando uno les habla" (p. 267).

De otra índole son los cuentos de animales o de personajes de leyenda, en ocasiones inspirados por el folklore europeo, pero siempre moldeados y apropiados por las tradiciones indígenas. Es el caso del cuento del conejo, verdadero trickstet mixteco, que engaña a sus compadres para hacerse rico e incluso hace que aquéllos se maten entre sí. Aunque la moraleja de este cuento nos pueda parecer dudosa, el autor nos asegura que "es muy conocido el conejo porque gracias a este animalito se puede educar a los niños para que no mientan." (p. 258-259). Obviamente vamos a confiar en su juicio.

Sea como fuere, estos valiosos materiales —en los cuales uno encuentra a veces episodios semejantes a los del Popo! Vuh de los antiguos quichés— forman parte de una larga tradición indígena que es necesario recopilar y dar a conocer de manera más sistemática. Para citar un solo ejemplo, estuve sorprendido de encontrar en el cuento "Blanca Flor, Tres Montañas Kikiriki" —en realidad una versión del mito de nacimiento del Sol y de la Luna— el "motivo del escupitajo que habla". Lo dejan los amantes Sol y Luna que huyen y el escupitajo engaña un momento a los padres de Luna. El mismo motivo aparece en un bello mito maya kekchí del origen del Sol y de la Luna recopilado por Eric Thompson en los años 1920 en Belice, y publicado en Chicago en 1930.8 Otros muchos nexos se pueden detectar entre los mitos y los relatos de Pinotepa y los del gran acervo mesoamericano, siempre en construcción, y que este libro contribuye a edificar.

Como lo señala Ruiz Medrano en su contribución, "Hace unos años, y a pesar de que en el año 2000 se muestra que había más de 9 000 mixtecos viviendo en el municipio de Pinotepa Nacional (lNEGI), las autoridades mestizas declararon que ya no había mixtecos habitando en Pinotepa" (p. 29-30). Los conflictos interétnicos en la región —que hoy en día siguen vigentes— culminaron durante la Revolución con la instauración en 1911 del "nuevo señorío mixteco", un movimiento de corte milenarista; según Ruiz Medrano "la única rebelión agraria en el estado de Oaxaca durante la revolución maderista". La rica tradición oral recopilada por López Castro permite vincular este movimiento con el mito de fundación de Pinotepa que mencioné al principio de esta reseña: en efecto, se instauró como reina a María Benita, descendiente de los linajes nobles de Pinotepa para encabezar el nuevo señorío y se le llamó Ña I'a, el mismo nombre de la mujer tay fundadora de la ciudad según el relato de origen (p. 318-319).

Para terminar, quisiera enfatizar que a lo largo del libro que estamos reseñando se vislumbra una verdadera filosofía mixteca de la vida, la cual se refleja en las nociones de orden, de respeto y de solidaridad. Percibimos que la cultura mixteca forma un conjunto a la vez armonioso y dinámico, "Todo lleva un orden", nos dice el autor, un orden que conlleva un respeto hacia la tradición, hacia los padres y hacia los antepasados. En palabras de Hermenegildo López Castro, "Aquí existe la reciprocidad, la ayuda mutua. Nosotros nunca nos sentimos solos, siempre nos ayudamos entre nosotros, estamos unidos a nuestra gente." (p. 172-173).

 

Notas

1 Véase el balance de Claude Lévi-Strauss, "L'œuvre du Bureau of American Ethnology et ses leçons", en Anthropologie structurale, París, Plon, 1973, p. 63-75.         [ Links ]

2 Franz Boas y José María Arreola, "Cuentos en mexicano de Milpa Alta, D. F.", The Journal of American Folklore, v. 33, núm. 127, 1920, p. 1-24;         [ Links ] Franz Boas y Herman K. Haeberlin, "The Folktales in Modern Nahuatl", The Journal of American Folklore, v. 37, 1924, p. 345-370.         [ Links ]

3 Como coordinador, publicó La escritura pictográfica en Tlaxcala, Tlaxcala, Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1993. Junto con Ferdinand Anders y Maarten Jansen, participó en el comentario al Códice Borgia, Los templos del cielo y de la oscuridad: oráculos y liturgía. Libro explicativo del llamado Códice Borgia, Graz, México, Akademische Druck-u. Verlagsanstalt/Fondo de Cultura Económica, 1993.         [ Links ] También es autor de un comentario de la Matrícula de Tributos o Códice Moctezuma, Graz, México, Akademische Druck-u. Verlagsanstalt/Fondo de Cultura Económica, 1997.         [ Links ]

4 Cuauhtinchan del siglo XII al XVI. Formación y desarrollo histórico de un señorío prehispánico, México, Puebla, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Fondo de Cultura Económica/Estado de Puebla, 1988.         [ Links ]

5 Historia tolteca-chichimeca, edición y traducción de Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y Luis Reyes García, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1976;         [ Links ] Anales de Juan Bautista ¿Cómo te confundes? ¿Acaso no somos conquistados? Anales de Juan Bautista, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Biblioteca Lorenzo Boturini/ Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, 2001.         [ Links ]

6 Pasión y muerte del Cristo Sol, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1960;         [ Links ] Luis Reyes García y Dieter Christensen (coords.), El anillo de Tlalocan. Mitos, oraciones, cantos y cuentos de los nawas actuales de los estados de Veracruz y Puebla, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Fondo de Cultura Económica, 1989.         [ Links ]

7 Véase el brillante estudio de Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, 2 v., México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1980.         [ Links ]

8 Ethnology of the Mayas of Southern and Central British Honduras, Chicago, Field Museum of Natural History, Anthropological Series 17, n. 1, 1930.         [ Links ]

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