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Estudios de cultura náhuatl

Print version ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.42  Ciudad de México Aug. 2011

 

Artículos

 

De México-Tenochtitlan a Acapulco en tiempos de Ahuítzotl

 

Miguel León-Portilla*

 

*Mexicano. Doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la misma universidad y miembro de El Colegio Nacional. De sus varios estudios se destacan: La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes; Nezahualcóyotl, poesía; Códices. Los antiguos libros del Nuevo Mundo; Bernardino de Sahagún, quinientos años de presencia (coordinador); Antigua y nueva palabra, en colaboración con Earl Shorris.

 

En el año 7-Caña (1499) los guerreros de Ahuítzotl, gran señor de México-Tenochtitlan, contemplaron, victoriosos y asombrados, la tan bella como inmensa bahía de Acapulco. La noticia nos la da el Códice Mendoza. En su folio 13 podemos ver muchos templos quemados, símbolo de los lugares conquistados por Ahuítzotl. Entre ellos hay uno con el glifo de Acapulco: dos manos con sus antebrazos están destrozando una caña; arriba, se ve el extremo inferior de una flecha. Al lado izquierdo de este y otros glifos, que acompañan a otros tantos templos quemados, aparece la fecha ya mencionada, Chicome Ácatl (7-Caña: 1499).

"Leer" el glifo de Acapulco equivale a enterarse de su significado y de la forma como los tlahcuilos lo representaban. La caña se lee en náhuatl aca(tl); "destruir o destrozar", como lo representan las manos, es pol(oa), y la partícula locativa es -co. He puesto entre paréntesis las terminaciones -tl y -oa porque ellas se pierden al entrar en combinación los correspondientes vocablos. Fijándonos en el glifo, es posible dar dos traducciones de la palabra Acapulco: una literal, "Donde se destrozan las cañas"; otra, en la que la sílaba pol-, que se pronuncia también -pul, representada por las manos que destrozan la caña, se interpreta como inscripción fonética de la sílaba pol, que equivale a "grande". Acapulco significaría, en consecuencia, "Donde hay cañas grandes". Gomo lo ha notado Frances E. Berdan, la más reciente editora y comentarista del Códice Mendoza, "los nahuas, en su gusto por los juegos de palabras, tal vez quisieron dar uno y otro significados a este lugar".1

Pero no sólo el Códice Mendoza registra las conquistas de Ahuítzotl, entre ellas la de Acapulco, a donde, abriéndose camino, llegaron sus hombres. Pueden citarse asimismo como fuentes de información los Anales de Tlatelolco y los de Cuauhtitlán, ambos en náhuatl, así como otros códices y textos.2 Entre ellos hay una curiosa carta en latín de un sobrino de Moctezuma II, Pablo Nazareo de Xaltocan, dirigida a Felipe II y fechada en México el 17 de marzo de 1566.3

Hablando del reinado de Ahuítzotl (1486-1502), refieren estos y otros testimonios —como la Crónica mexicana, del también noble mexica Hernando Alvarado Tezozómoc— que volvió él a someter a varios pueblos ya de antiguo tributarios, cuyos señores se habían rebelado en contra de México-Tenochtitlan.4 Describen asimismo la expansión de los mexicas en territorio de Oaxaca y Chiapas y también del sur y suroeste en el actual Guerrero, hasta llegar a las costas del Pacífico. Gomo consecuencia de tales conquistas se fueron abriendo brechas que seguían los ejércitos, los funcionarios de la administración mexica, los mercaderes y los que trasportaban los tributos que pagaban periódicamente los pueblos vencidos.

 

Sometimiento de las provincias de Tepecuacuilco y Cihuatlán, en donde se halla Acapulco

Consumada, gracias a la alianza de Itzcóatl y Nezahualcóyotl, la liberación de México-Tenochtitlan, tras la derrota de los tecpanecas de Azcapotzalco entre 1428 y 1431, se inició un nuevo proceso de expansión mexica a través de sucesivas guerras de conquista. Los primeros señoríos sometidos fueron los de la región central, cercana a México-Tenochtitlan, Tezcoco y Tlacopan. Más tarde, siguiendo los consejos del sabio Tlacaélel, correspondió a Moctezuma Ilhuicamina y a Axayácatl extenderse hacia Oaxaca y lo que hoy es Veracruz, hasta llegar a las costas del golfo de México.

Las tierras al sur, famosas desde tiempos antiguos por su feracidad y en las que había cultivos tan preciados como los de algodón y cacao, atrajeron también muy pronto el interés de los mexicas. Durante el reinado de Itzcóatl (1428-1440), tras imponerse sobre los tlahuicas del actual Morelos, sus ejércitos llegaron a la región donde habitaban, entre otros, los cuitlatecas, en la cuenca del río Balsas. Entre los señoríos que entonces fueron sometidos estuvieron Guetzala, Yohuallan (Iguala, "lugar de la noche"), Tetelan y, el muy importante, Tepecuacuilco.

Ya en los reinados de Moctezuma Ilhuicamina (1440-1468), Axayácatl (1469-1481) y Tízoc (1481-1486), los mexicas avanzaron mucho más hacia el occidente y el sur. Moctezuma se impuso en Taxco (Tlachco, "lugar del juego de pelota"), en Ghilapa y Quecholtenango, donde se construyó un fuerte. Sus aliados tezcocanos entraron victoriosos a su vez en poblaciones como Ichcateopan, Acapetlahuayan y Oztuma. El avance en la cuenca del Balsas se fue consolidando.

Axayácatl conoció triunfos y una gran derrota. Ésta, que mucho le dolió, fue la que tuvo al enfrentarse a los tarascos en Tlaximaloyan (Tajimaroa) en un año 12-Conejo (1478). En cambio, tras sojuzgar a los matlatzincas del valle de Toluca, optó por reforzar la presencia mexica en los territorios al norte de Balsas.

De su sucesor, Tízoc, poco cabe decir, ya que poco alcanzó a realizar. Sus tropas, que marcharon hacia territorio mixteco, consolidaron allí algunas conquistas. En cambio, en la región meridional, morada de los tlahuicas y cuitlatecas, no hubo avances de importancia.

A Ahuítzotl, sus capitanes y guerreros, correspondió luego la gloria de haber llevado las insignias y banderas de México-Tenochtitlan hasta las costas del océano Pacífico. Gracias sobre todo al esfuerzo de Motecuhzoma Ilhuicamina y Axayácatl existía ya comunicación permanente con poblaciones sometidas y tributarias como Guernavaca (Guauhnáhuac, "lugar rodeado de árboles") y, más al sur, con Xiuhtepec, Miahuatlán, Iztla, Goatlan, Amacuzac, Alpuyeca y Zacatepec, entre otros. Lo mismo ocurría respecto de lugares más al sur, que asimismo acataban ya las órdenes de México-Tenochtitlan, entre ellos Taxco, Ichcateopan, Iguala y Tepecuacuilco.

Existía así una red de comunicaciones —brechas unas veces y, otras, caminos que eran objeto de atención permanente— que facilitaban el intercambio de productos y el traslado de gentes, entre otras de los ejércitos mexicas. Tales vías de comunicación —suena a redundancia decirlo— convergían en última instancia en México-Tenochtitlan. Y puede pensarse que eran las poblaciones de mayor importancia y mejor ubicadas las que constituían puntos de tránsito casi obligado. Varias son las mismas que cruza, o a las que se aproxima, el moderno camino a Acapulco, como Guauhnáhuac, Amacuzac, Taxco e Iguala.

En su avance hacia el sur en tiempos de Ahuítzotl, los mexicas, después de pasar por Tetela y Tlacotepec se dirigieron hacia el sureste y llegaron a Otatlan, más allá del río Balsas.5 Gonquistado ese lugar y otros cercanos, reanudaron su marcha con rumbo al suroeste hasta alcanzar a Xolochiuhyan que —según Jaime Litvak que estudió ampliamente esa región— se conoce hoy como Jolochuca.6 Estaban allí muy cerca del océano. La penetración continuó entonces hacia el oeste, dentro de la que hoy se conoce como región de la Gosta Grande y constituía entonces la provincia de Gihuatlán. Se llamó así debido a la creencia de los pueblos nahuas de que era el sector occidental del mundo donde las mujeres (cihua) que había muerto de parto —con un guerrero en su vientre— acompañaban al sol en su curso desde el cenit hasta el ocaso. Entre los sitios que fueron conquistados en esta provincia estuvieron Petatlán, Zihuatanejo, Iztapa y Apancalecan, hasta llegar a Zacatula en la desembocadura del Balsas, límite con los tarascos.

Probablemente, estando el ejército mexica en Xolochiuhyan o quizá desde antes, bajando de Otatlan, una parte del mismo se dirigió hacia Goyúcac y avanzó luego hacia Acapulco. Esto lo asientan el Códice Mendoza y los referidos anales. Atendiendo en particular al códice, encontramos que, en su folio 13 recto, registra las conquistas de Ahuítzotl en esta región del actual Guerrero, con los glifos que acompañan entre otros a los templos quemados de Xolochiuhyan, Goyucac, Apancalecan y Acapulco. La conquista del pequeño pueblo de Acapulco tuvo una particular significación. Es cierto que en esa época Acapulco, incluyendo su gran bahía, no tenía ni remotamente la importancia que adquirió en el periodo colonial con el arribo del galeón de Manila. En tal sentido, para los mexicas, Acapulco no era un destino en sí mismo. La significación particular que llegó a tener su conquista provino de su ubicación en los límites de la que se conoció como "provincia" o señorío de Tlapa y, más al oriente, la gran zona mixteca, incluida la parte que se sitúa actualmente en territorio de Guerrero.

Los mexicas nunca llegaron a someter a todos los pueblos tlapanecos, mencionados también como yopis, según lo notó fray Bernardino de Sahagún.7 En tanto que una parte de la zona costera de la tierra de los yopis se mantuvo insumisa a los mexicas, el establecimiento de éstos en Acapulco constituyó, en el extremo sur, una especie de "marca" o circunscripción fronteriza.

Acapulco, por lo demás, aunque según ya vimos, aparece entre las conquistas de Ahuítzotl en el Códice Mendoza, no está luego incluido en la lista de los pueblos de la provincia de Gihuatlán que pagaban tributos a México-Tenochtitlan. Esto ha sido interpretado por algunos, entre ellos Robert H. Barlow, como indicio de la escasa importancia que tenía Acapulco.8 Una hipótesis muy distinta sería pensar que, precisamente por su ubicación estratégica frente a los yopis, los habitantes de Acapulco estaban exentos, sin otra obligación que proveer al sustento de los guerreros mexicas allí estacionados.

 

¿Una ruta permanente entre Acapulco y los señoríos de Taxco e Iguala?

Importa notar que en las que se han descrito como provincias de Cihuatlán y Tepecuacuilco, así como en las colindantes por el norte, las de Guauhnáhuac, Huaxtepec, Tlachco (Taxco) e Iguala, los arqueólogos han descubierto numerosos vestigios de asentamientos prehispánicos, montículos, ruinas de templos y diversas estructuras arquitectónicas, algunas que denotan haber sido fortificaciones. Revelan ellas los propósitos mexicas de consolidar allí su dominación y, en los límites con el territorio de Michoacán, de hacer frente a intentos purépechas de penetración. Entre tales sitios fortificados hasta ahora localizados están los de Temazcaltepec, Tlatlaya, Oztuma, Tetela, Acapetlahuapan, Ixcateopan, Teloloapan, Axohitlan y Otatlan.9

Había también otro sistema de fortificaciones en la región oriental colindante con el territorio de los yopis o tlapenecos no sometidos. Además de sitios defendidos como Zumpango y Quecholtenango que controlaban el acceso por el septentrión, estaban los que contenían a los yopis por el oriente, desde Tlacotepec al norte hasta Anecuilco y Acapulco en el extremo sur. Jaime Litvak resume cuál era la situación prevalente: "Gihuatlán tenía similares problemas de frontera [...] Al Este, la provincia tenía frontera con los yopis, defendida más ligeramente que la tarasca, con puntos como Anexuilco. Acapulco anclaba su límite con el Océano".10

Corrobora esto lo expresado acerca de la existencia de una red de comunicaciones que facilitaba, en amplio territorio, el tránsito de tropas, funcionarios, mercaderes y tamemes que se remitían a México-Tenochtitlan. De modo particular deja ver que existió una ruta, brecha o camino, que hacía posible la comunicación entre la metrópoli mexica y el punto más meridional de la provincia de Gihuatlán, Acapulco, frontera con los levantiscos yopis.

Hemos visto ya que, partiendo de México-Tenochtitlan, la ruta de comunicación hacia el sur tocaba en unos casos, o se acercaba mucho en otros, a Guauhnáhuac, Alpuyeca, Iztla, Amacuzac, Taxco e Iguala, como ocurre con la moderna carretera México-Acapulco. Pero queda por esclarecer qué ruta seguían en su marcha más al sur quienes, sobre todo por razones defensivas, tenían que abastecer lugares como Tlacotepec, Zumpango, Anexuilco y Acapulco. Dar una respuesta precisa no es fácil. Sin embargo, hay dos elementos que deben tomarse en cuenta. Uno es que el moderno camino cruza por Zumpango en la que era provincia de Tepecuacuilco, de donde continúa siguiendo relativamente cerca de lo que era la frontera con los yopis. En tiempos mexicas, sus guerreros debían hacer otro tanto y, si bien tenían que desviarse hacia el poniente para alcanzar lugares como Tlacotepec y Otatlan, retomaban luego la dirección de Acapulco para pasar por la entonces importante población fortificada de Anecuilco.11

 

Las comunicaciones con Acapulco desde la ciudad de México recién conquistada por los españoles

Otro elemento digno de atención lo proporcionan el temprano conocimiento y comunicación que los españoles tuvieron respecto de Acapulco. Desde mucho antes de que los galeones de Manila arribaran a su gran bahía, ya Hernán Cortés y poco más tarde otros muchos bajaron hasta ese puerto siguiendo un derrotero, según parece como el que se ha descrito.

Cortés en la Instrucción que dio, en junio de 1532 a Diego Hurtado de Mendoza antes de que éste zarpara en busca de lo que resultó ser California, hace referencia a Acapulco.12 De este puerto salió Hurtado de Mendoza, de quien no se volvió a tener noticia. En cambio, a Acapulco retornó Diego Becerra meses más tarde, tras haber descubierto las islas Revillagigedo.13 Prueba de la creciente importancia que fue adquiriendo Acapulco la tenemos en que el mismo don Hernando, después de pasar casi un año en la bahía de Santa Cruz (hoy la Paz), escogió a Acapulco como punto de regreso.14 De allí mismo partieron, desde 1536, varias naves con rumbo a Paita en el Perú.15

Mapa

Quizá tanto o más revelador que todo lo anterior son dos cartas de Diego Pardo que tenía encomienda en Ayutla, también en el actual Guerrero pero al oriente del enclave de los yopis no sometidos. En la primera comunicación, dirigida a Pablo Lozano que se hallaba en la ciudad de México, de fecha 3 de marzo de 1531, le pide intervenga para que se le preste auxilio ante el alzamiento de los yopis que han puesto la región en grave peligro. Después de hablar de la muerte de Diego de Gallegos a manos de los yopis, menciona a un tal Jorgico al que dice haber enviado para poner a salvo a sus encomendados y esclavos: "Así como supe de la muerte de Diego de Gallegos —le dice— envié a Jorgico por ellos [los esclavos negros] que indios ningunos querían ir, y por la parte de Acapulco los sacó [...]" 16

Cosa coherente parece que, si el Jorgico pudo sacar de peligro a los esclavos por Acapulco, éste seguía siendo considerado no sólo como frontera o "marca" con el territorio yopi, como en la época prehispánica, sino también que era lugar por donde podía recibirse auxilio de México. Solicitó además el encomendero Diego Pardo se le enviaran de la misma capital "tres o cuatro carreteras y veinte almocafres"17 (instrumento para excavar y limpiar la tierra de malas hierbas). Ello naturalmente supone la existencia de un camino, por malo que fuera, entre Acapulco y México. Gomo, en otros casos, por ejemplo en el que iba a Chalchicueyecan, donde se edificó Veracruz, casi siempre los españoles siguieron las brechas o caminos indígenas ensanchándolos o mejorándolos hasta donde les fue posible.18

Otra carta del mismo Pardo al contador Rodrigo de Albornoz, del 18 de marzo de 1531, es también elocuente pues muestra que tanto interesaba Acapulco en tan temprana fecha que existía allí la encomienda de Juan Rodríguez de Villafuerte. Este fue padre de Francisco de Villafuerte que en 1580 actuó como escribano al redactarse la Relación geográfica de Citlaltomahua y Anecuilco. Reaparecen por cierto en dicha Relación las noticias acerca de la comunicación que había entre Acapulco y México. De Anecuilco, el sitio fortificado por los mexicas, dice que su nombre significa lugar de la "vuelta que hace el río", refiriéndose al llamado Xiquipila, hoy "de la Sabana" que recibía como afluente al Néxatl (agua cenicienta), antes de llegar a su desembocadura conocida como Nagualan. Estaba ella en la laguna de Tres Palos, al sureste de Acapulco y cercana a las bocas del río Papagayo en los límites del territorio de los yopis. Y añade que Anecuilco se encuentra cerca de Gitlaltomahua y que, de allí "al puerto de Acapulco hacia el sudeste, hay diecisiete leguas grandes, de muy malos caminos de cuestas y cerros y malos pasos".19

Volviendo ahora a la carta de 1531 en la que el encomendero Pardo menciona al padre del escribano Francisco de Villafuerte, como aquel en cuya jurisdicción estaba Acapulco, nos enteramos de que algunos indígenas del lugar se habían aliado con los yopis alzados. Una urgente petición hace en consecuencia al presidente y miembros de la Segunda Audiencia de México:

que se ponga remedio en ello antes que hagan más mal porque dicen que traen un diablo consigo que les dice que es tiempo que no paren hasta México, que de esto soy informado de ciertos indios que yo les envié desde el pueblo de Nespa que es la raya de los dichos yopes [en la frontera, no del lado de Acapulco sino del de Ayutla, en el oriente].20

Tanto esta carta como la antes citada, ambas de marzo de 1531, están reiterando lo que por la arqueología, los anales en náhuatl y el testimonio de códices como el Mendoza y la Matrícula de Tributos ya conocíamos: la existencia de comunicaciones entre México-Tenochtitlan y Acapulco. "Caminos muy malos de cuestas y cerros y malos pasos" eran los que había, como lo expresó el escribano Villafuerte, y peores seguramente en tiempos más antiguos, pero que, no obstante, habían hecho posible el intercambio de productos y el tránsito de personas, entre ellos los soldados de Ahuítzotl y luego de Moctezuma Xocoyotzin.

 

Los paisajes y los nombres de lugar

La recordación de todo esto ayudará a enriquecer la experiencia de quien en la actualidad atraviesa en unas cuantas horas, en moderna autopista, las mismas regiones que por malos caminos andaban los mexicas a lo largo de varios días de extenuante marcha. Los tiempos cambian pero mucho del paisaje perdura: los mismos montes, ríos, cañadas y barrancos. Y ojalá que los bosques que hasta hoy se han salvado puedan ser contemplados por quienes vendrán después de nosotros.

Hay algo más todavía. Quien hoy recorre velozmente los trescientos kilómetros y poco más que separan a Acapulco de la gran metrópoli podrá interesarse en saber que muchos de los nombres de lugar que le salen al paso o los de pueblos y ciudades cercanas a la autopista, son los mismos que desde hace siglos les dieron las gentes de lengua náhuatl. Ya he mencionado aquí algunos. Y, además, tenemos la buena fortuna de que no pocos de sus correspondientes glifos toponímicos han llegado hasta nosotros. Me refiero a los de poblaciones de esas antiguas provincias de Cuauhnáhuac, Huaxtepec, Taxco, Tepecuacuilco y Cihuatlan, en la llamada Costa Grande. Aquí se reproducen con la belleza de su trazo y la fuerza de sus colores.

Una última palabra. Si el país de los yopis o tlapanecos, colindante con Acapulco hacia el oriente provoca también interés o curiosidad, añadiré que hay varios códices que dan testimonio acerca de él. Entre esos manuscritos recordaré a los dos Códices de Azoyú,21 así como a los Lienzos de Tlapa, Chiepetlan, Totomixtlahuaca, Aztatepec y Citlaltépetl.22 También en ellos hay muchos glifos de los nombres de lugar y escenas de los enfrentamientos entre tlapanecos o yopis con los guerreros mexicas. Un mundo de maravillas nos revelan esos viejos manuscritos, de un modo u otro relacionados con algo de lo que contempla el que hoy se adentra por el actual Guerrero y sus bellas y feraces tierras.

Figura 4.

 

Notas

1 The Codex Mendoza, edición de Frances E. Berdan y Patricia Rieff Anawalt, 4 v., Berkeley, The University of California Press, 1992, v. 1, Apprendix E: The Place Ñames, p. 168.         [ Links ]

2 Los Anales de Tlatelolco, conocidos también como Anales de la nación mexicana, manuscritos 22 y 22-bis de la Biblioteca Nacional de París, han sido publicados con paleografía, versión al alemán y notas por Ernst Mengin, Berlín, Verlag von Dietrich Reimer, 1939. Se menciona a Acapulco en el fol. 12. Anales de Cuauhtitlan en Códice Chimalpopoca, versión castellana de Primo Feliciano Velásquez, 3a. edición, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1992, p. 241.         [ Links ]

3 "Carta en latín al Rey don Felipe II, de don Pablo Nazareo de Xaltocan...", en Epistolario de la Nueva España, editado por Francisco del Paso y Troncoso, 16 v., México, Antigua Librería de Robredo, 1940, t. X, p. 119.         [ Links ]

4 Hernando Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicana, anotada por Manuel Orozco y Berra, edición facsimilar de la primera [1878], México, Editorial Porrúa, 1975, p. 521-536.         [ Links ]

5 Códice Telleriano-Remense, en Antigüedades de México, basada en la recopilación de Lord Kingsborough, 4 v., México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1964, t. I, p. 300, (lámina XXI del códice).         [ Links ]

6 Jaime Litvak King, Cihuatlán y Tepecoacuilco, provincias tributarias de México en el siglo XVI, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1971, p. 70.         [ Links ]

7 Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, introducción, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, 2 v., México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana, 1989, t. II, p. 688.         [ Links ]

8 Se reproduce aquí una parte del mapa que incluyó Robert H. Barlow al final de The Extent of the Empire of the Culhua Mexica, Berkeley, University of California Press, 1949.         [ Links ] En dicho mapa puede verse cómo el señorío de Yopitzingo estaba rodeado por provincias sometidas a los mexicas.

9 Barlow, op. cit., p. 9.

10 Véase Litvak, op. cit., p. 75-77.

11 Ibid, p. 78.

12 Hernán Cortés, "Instrucción que dio en 1532 a Diego Hurtado de Mendoza, su lugarteniente... para el viaje que debía hacer... al descubrimiento de la tierra nueva del mar del Sur", en Colección de documentos inéditos para la historia de España, editados por Martín Fernández de Navarrete et al., Madrid, 1884, t. IV, p. 167-175.         [ Links ]

13 Véase acerca de esto: M. León-Portilla, Hernán Cortés y la Mar del Sur, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1985, p. 93-100.         [ Links ]

14 Ibid., p. 109.

15 Ibid., p. 117-121.

16 "Carta de Diego a Pedro Lozano dándole aviso del alzamiento de los indios yopes... del pueblo de Ayutla, a 3 de marzo de 1531", en Epistolario de la Nueva España, t. II, p. 30.         [ Links ]

17 Ibid., p. 31

18 Bernardino de Sahagún en el texto en náhuatl del Códice florentino describe los diversos géneros de caminos que había en el México prehispánico. Véase edición facsimilar publicada por el Archivo General de la Nación, 3 v., México, 1979, t. III, libro XI, fol. 237r.-239 r.         [ Links ]

19 "Relación de Citlatomahua y Anecuilco", en Relaciones geográficas de México, siglo XVI, t. I, edición de René Acuña, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1985, p. 113.         [ Links ]

20 "Carta de Diego Pardo al contador de México, Rodrigo de Albornoz, dándole cuenta del alzamiento de los indios yopis, y suplicándole le dé parte a la Audiencia para que lo remedie, 18 de marzo de 1531", en Epistolario de la Nueva España, t. I, p. 32.         [ Links ]

21 Véase: Códice Azoyú I, reproducción facsimilar y edición de Contanza Vega, 2 v., México, Fondo de Cultura Económica, 1991.         [ Links ]

22 Véase, como muestra, la edición de los Lienzos de Chiepetlan, Manuscripts pictographiques et manuscripts en caracteres latins de San Miguel Chiepetlan, Guerrero, Mexique, edición y estudio de Joaquín Galarza, México, Misión Archaelogique et Ethnologique Française au Mexique, 1972.         [ Links ]

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