Los depredadores verdaderos cazan y consumen presas a lo largo de su vida (Smith & Smith, 2007), tal es el caso de las arañas, las cuales son los depredadores terrestres más abundantes (Coddington & Levi, 1991). En las arañas saltarinas (Salticidae), la depredación activa sobre una variedad de presas es el comportamiento de alimentación más común y estudiado (ej. Richman & Jackson, 1992; Jackson & Pollard, 1996). Sin embargo, algunas especies pueden alimentarse de presas muertas. Esto ha sido demostrado en estudios de laboratorio para Salticus scenicus (Clerck, 1757) (Wolff ,1986) y Phidippus audax (Hentz, 1845) (Vickers et al., 2014).
Se sabe que las arañas generalmente capturan presas de menor tamaño que su cuerpo (Nentwig, 1987). Sin embargo, existe el registro de arañas grandes como tarántulas (Theraphosidae) que se alimentan de aves (Gallon, 2000) o de la araña tejedora Nephilengys cruentata (Fabricius, 1775) de la espatulilla amarilla Todirostrum cinereum (Linnaeus, 1766) (Peloso & Pereira, 2007). No obstante, en este último caso no se observó el ataque ni cómo N. cruentata mató al ave, sin embargo, sí se registró a esta araña sobre el cadáver en una de las heridas alimentándose de éste.
La distribución de las especies del género Paraphidippus va del norte de EUA a México y hacia el sur hasta Panamá, también están presentes en las Antillas Mayores (World Spider Catalog, 2015). No existen estudios sobre las presas de estas especies, pero se sabe que saltícidos tropicales pueden depredar sobre artrópodos más grandes y pesados que ellos (Robinson & Valerio, 1977).
Por otra parte, el colibrí corona violeta (Amazilia violiceps) (Gould, 1859) (Trochilidae, Apodiformes) se distribuye en Arizona y Nuevo México en los EUA y en México, por la vertiente del Pacífico de Sonora a Oaxaca, y por la Sierra Madre Occidental de Chihuahua hasta Durango (Howell & Webb, 1995). Su reproducción ocurre entre abril y agosto dependiendo de la región geográfica. Las hembras construyen el nido, incuban los huevos y cuidan a los pollos. El nido tiene forma de taza y es de material vegetal. Se ha registrado que la hembra pone dos huevos (Arizmendi et al., 2010).
Las observaciones de depredación de A. violiceps se realizaron en uno de los invernaderos de la Unidad de Manejo Ambiental COATZIN (SEMARNAT-UMA-IN-00045-QRO), en San Juan del Río, Querétaro (20º 14´ 9” - 20º 21´55” N; 103º 57´09” - 104º 07´32” O, 1950 msnm). La determinación de la araña fue hecha por los Biólogos D. Barrales y D. Guerrero-Fuentes y corroborada por el Dr. O. F. Francke Ballvé, curador de la Colección Nacional de Arácnidos, así como por el Dr. G. B. Edwards curador de la colección de artrópodos de la Universidad Estatal de Florida. La especie de colibrí se determinó mediante guías de campo (ej. Howell & Webb, 1995).
De agosto a octubre de 2010 se dio seguimiento a un nido de A. violiceps desde su construcción y nacimiento de dos polluelos hasta la muerte de estos y el consumo de uno de los cadáveres por P. cf. aurantius. Del día 20 al 26 de agosto se registró la construcción del nido a una altura aproximada de 170 cm del suelo en una enredadera (Fig. 1a). El 26 de agosto se observaron dos huevos en el nido, los cuales fueron incubados por la hembra durante 26 días. El 22 de septiembre se registró la eclosión del primero de los polluelos (Fig. 1b). Ambos juveniles fueron alimentados de manera constante por la madre durante 12 días. Los juveniles parecían estar sanos (Fig. 1a y b) y responder de forma activa a la madre. El 4 de octubre a las 14 hrs se registró muerto un juvenil en el nido y el otro agonizante colgando por hilos de telaraña (Fig. 1e) en una rama de la misma planta, a una distancia de 37.2 cm del nido (Fig. 1c). Se observó a una araña saltarina sobre el cuerpo de este colibrí, la cual lo mordió en varias ocasiones en la zona de garganta para después moverse y morderlo en algunas otras partes del cuerpo. Posteriormente posicionó su cavidad oral en algunas de las heridas de la garganta y cerca de ella y permaneció por varios minutos alimentándose del colibrí, el cual para entonces ya no se movía (Fig. 1d y e). Este comportamiento fue registrado durante aproximadamente 40 minutos. La araña presentó un largo total de aproximadamente 1 cm (borde anterior del prosoma al borde posterior del opistosoma) en tanto que los colibríes aproximadamente 4 cm de la punta del pico a la punta de la cola. No se observó ninguna otra araña de la misma u otra especie en las cercanías inmediatas de esta escena, ni tampoco alguna otra telaraña característica de otras familias de arañas. La madre de los colibríes se mantuvo a una distancia de 3 a 5 m del nido haciendo chasquidos constantemente y volando de un lado a otro. A las 18 hrs de este mismo día ya no se observó a la madre ni a la araña, sólo quedaron los cadáveres de ambos colibríes. Los cuales se tomaron y observaron con detalle, no se encontró herida o daño físico que sugiriera que algún ataque por algún vertebrado hubiese causado su muerte previa a que la araña se alimentara de uno de ellos.
Brooks (2012), en una revisión de la literatura y de publicaciones no formales en la internet referente a aves atrapadas en telarañas, encontró 69 casos reportados representando a 54 especies de aves. Los géneros de arañas tejedoras a los que pertenecían las telarañas fueron Nephila, Argiope, Eriophora Nephilengys, Araneus, Neoscona y Latrodectus sp. De las aves, los colibríes fueron los que presentaban el mayor número de especies: Phaethornis longirostris (Delattre, 1843), P. longuemareus (Lesson, 1832), Mellisuga minima (Linnaeus, 1758), Hylocharis cyanus Vieillot, 1818, Amazilia tobaci (Gmelin, 1788), A. tzacatl (De la Llave, 1833), Calypte anna (Lesson, 1829), C.costae (Bourcier, 1839) y Archilochus colubris (Linnaeus, 1758) y los casos de mayor frecuencia de aparición.
Particularmente, para México solo existe el registro publicado de manera formal de A. colubris atrapado en una telaraña de N. clavipes, sin embargo, el colibrí fue liberado de la telaraña por los observadores (Martínez-Sánchez et al., 2013). Esta araña es aparentemente incapaz de hacer frente a presas grandes y agresivas (Sakai, 2007) por lo que Martínez-Sánchez et al. (2013) argumentan que no era probable que matara y comiera al colibrí.
No obstante, todos los registros antes mencionados o algunos otros que se pueden encontrar en internet de manera informal (ej. Scharpf, 2013), es común que el observador libere al colibrí de la telaraña y no existe una documentación completa del hecho, existen varias posibilidades de lo que podría suceder: a) el colibrí puede escapar de la telaraña por sí mismo después de un tiempo de luchar por liberarse, b) la araña libera al colibrí de la telaraña cortando los hilos por no considerarlo presa adecuada y c) la araña aprovecha la oportunidad para inyectarle veneno, matarlo y consumirlo.
Las arañas saltarinas no construyen telarañas como es el caso de las arañas tejedoras para atrapar presas ya que tienen una muy buena visión y cazan a sus presas de manera activa (se acercan a la presa, brincan y la capturan) (Jackson et al., 2001). No existe ningún estudio sobre la dieta en vida silvestre de especies del género Paraphidippus pero se sabe que las arañas saltarinas se alimentan de insectos y otros artrópodos (ej. Jackson & Pollard, 1996). Sobre estas arañas depredando o consumiendo cadáveres de aves, específicamente de colibríes (juveniles o adultos) no existe ningún reporte. En este trabajo no se documentó el evento desde su inicio, por lo que no es claro si los juveniles del colibrí corona violeta murieron a causa del veneno que la araña saltarina les pudo haber inyectado o murieron de otra causa. Sin embargo, resulta muy interesante que el cuerpo del colibrí que colgaba fuera del nido no estaba atrapado en una telaraña compleja como las que tejen las arañas tejedoras, sino que estaba sostenido por hilos de telaraña. No se observó ninguna otra evidencia que sugiriera que otro depredador los pudo matar.
Pueden existir dos posibilidades para explicar este evento: en la primera, los colibríes estaban en una etapa de su desarrollo muy vulnerable, en la cual no podían defenderse y el ataque de la araña se dio en un momento que la madre no estaba cuidando el nido. En la segunda, los colibríes fueron muertos por otro depredador no observado y la araña solo se alimentó de uno de los cadáveres. Respecto a esta última posibilidad, se ha sugerido para la araña saltarina Phidippus audax (Hentz, 1845) que esta se alimenta de cadáveres para complementar su dieta durante periodos de escasez de presas (Vickers et al., 2014).
No es claro cómo uno de los polluelos terminó colgando, sostenido por hilos de telaraña. Las arañas saltarinas no construyen una telaraña si no que solo dejan un hilo de seguridad al desplazarse. No podemos argumentar si ésta inyectó el veneno que mató a los colibríes ya que no se les practicó autopsia, ni se sabe cuál es la potencia de su veneno. Lo que sí es factible es que la araña inyectara saliva con enzimas para la digestión extra oral ya que se observó a la araña alimentándose del colibrí.