Señor editor: Durante los primeros meses del año 2017 el Perú sufrió las consecuencias del fenómeno climático denominado “niño costero”. Informes del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) señalan 136 víctimas mortales, 17 236 damnificados y 1075932 afectados.1 Además, el Ministerio de Salud indicó el aumento de casos de enfermedades de riesgo (3858 por el virus de Zika, 657 de fiebre chikungunya, 1 211 de leptospirosis, 141716 de enfermedades diarreicas agudas, 247 928 de infecciones respiratorias agudas y 18 014 de dengue).2 Lo descrito motivó a declarar en emergencia sanitaria las regiones de Tumbes, Piura, Lambayeque, Cajamarca, La Libertad, Ancash y Lima, aparte de situar en alerta amarilla a todos los centros de salud.3
El Estado Peruano destinó 400 millones de soles (121 852 400 USD) para la atención de la emergencia y 800 millones de soles (243 704 800 USD) para la reconstrucción de la zona norte del país, que fue la más afectada. En el sector salud se asignaron nueve millones de soles (2 741 679 USD) para la fumigación y remoción de la basura en las regiones de Piura, Tumbes y Lambayeque, con el fin de evitar la aparición de enfermedades infecciosas.4
Si bien lo anterior es importante, también resulta ineludible conocer el impacto de los desastres naturales en la salud mental y la respuesta del Estado. En ese sentido, se exponen algunas razones para considerar a la salud mental como uno de los ejes prioritarios y transversales en la investigación, acciones y políticas de salud pública en situaciones de emergencia y desastre.
Hasta la fecha, las instituciones estatales no brindan reportes que indiquen el número de personas con problemas de salud mental. Evidencia científica permite afirmar la importancia de conocer esta información. Así, por ejemplo, investigaciones con grupos de distintas edades señalan que los desastres naturales ocasionan síntomas ansiosos y depresivos, estrés postraumático, alteraciones del sueño, abuso de alcohol, problemas en la interacción familiar y aumento de conductas violentas y suicidas.5,6,7
Resulta importante entender que los desastres naturales generan un mayor impacto en países con menor desarrollo económico,8 tal es el caso del Perú. Así también, las consecuencias de los mismos son particulares para cada país debido a las diferentes características sociales, económicas y de salud, por lo que resulta prioritario generar evidencia científica local para la intervención y formulación de políticas públicas en salud.9 Es necesario generar investigaciones acerca de las consecuencias de los desastres naturales en la salud mental, con rigor metodológico que permita superar algunos déficits señalados en antecedentes previos.8
Estudios referidos a indagar el impacto de los desastres en la salud mental permitirán conocer las consecuencias a mediano y largo plazo en el nivel individual, familiar, comunitario y organizacional. De igual forma, facilitarán identificar los factores de riesgo para el surgimiento de problemas de salud mental, determinar las características necesarias de los individuos u organizaciones destinadas a disminuir los efectos, y estudiar la efectividad de las intervenciones de respuesta y las estrategias de prevención a largo plazo en diversos grupos (niños, adolescentes, ancianos, personal de respuesta ante la emergencia, entre otros).10