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Salud Pública de México

versión impresa ISSN 0036-3634

Salud pública Méx vol.57 no.5 Cuernavaca sep./oct. 2015

 

Páginas de salud pública

 

Patrick Deville. Peste y Cólera

 

Plague and cholera

 

Barcelona: Anagrama, 2014

La peste y el cólera son sinónimos de destrucción, miseria, terror, desgracia y muerte. Ambas infecciones han diezmado a poblaciones enteras por millones, cursando implacables e invencibles la ruta de la seda, los desérticos territorios del medio oriente y la Europa medieval, navegando mares completos desde el Índico hasta el Mediterráneo, el Pacífico y el Atlántico, sin ser detenidas por cientos de años. Pacientemente esperaron los avances en los medios de transporte para abandonar las caravanas a pie, a caballo y en carretas de bueyes que hacían muy lenta su diseminación; no obstante, su efectividad permaneció siendo terrorífica si se recuerdan los 25 millones de víctimas que provocó la peste en el siglo XIV. La era moderna permitió navegar al sonido del vapor y no de las velas, y cruzar los caminos en ferrocarriles y no en carretas, mientras que el crecimiento de las ciudades, sus malas condiciones higiénicas y su hacinamiento hicieron muy fértil el campo para el avance de ambas infecciones, vestidas como miasmas fantasmales que recorrían ciudades enteras buscando víctimas por doquier.

¿Quién contuvo la peste y el cólera, y cuándo? La verdad es que no fue hace tanto tiempo y afortunadamente ya no son epidemias que hoy nos preocupen o nos mantengan aterrorizados ante su sospecha. Esa tranquilidad se la debemos a unos cuantos hombres de ciencia cuya intuición y talento les permitieron inventar los medios para descubrir agentes microscópicos, cultivarlos e identificarlos bajo una nomenclatura paternal que distinguía a sus descubridores. El bacilo de Koch, el tripanosoma cruzi, la Yersinia pestis, etc., son algunos recuerdos ejemplares de la vida entregada a la investigación y a los descubrimientos científicos.

La novela de Deville da cuenta de la vida de uno de los médicos microbiólogos más sobresalientes y brillantes de finales del siglo XIX y principios del XX: Alexandre Yersin (1863-1943), suizo de nacimiento, francés de formación, indochino por interés y ciudadano del mundo por profesión. Alumno y colaborador de Louis Pasteur, junto con Calmette y Roux, dio forma a la era microbiana de la medicina y cimentó las bases para el desarrollo de la investigación en el laboratorio, la cual culminó con la creación de los múltiples Institutos Pasteur en Francia, África, Indochina y el Caribe. El personaje de la novela, Yersin, fue el encargado de la construcción de este instituto en Vietnam, donde pasó gran parte de su vida, en la más interesante y versátil de sus facetas como hombre enciclopédico. Alexandre Yersin se preparó para ser un investigador en las escuelas más renombradas de la época. Tuvo oportunidad de formarse con los mejores talentos de su tiempo y, en lugar de estudiar con Koch, optó por formarse bajo la tutela de Pasteur.

A partir de este hecho, la novela desarrolla la enorme disputa por el éxito que existió entre las dos mayores celebridades de la época. Fue protegido y apoyado por Pasteur, de quien aprendió las técnicas de cultivo, observación, tinción y conservación de los escasos agentes microbianos conocidos en la época, pero siempre bajo estrictas medidas de seguridad. No faltan páginas en la novela que relaten cómo Yersin pierde a sus mejores colaboradores por omisión o descuido en el manejo de los cultivos o preparados de la vacunas. Si de Pasteur aprendió las bases técnicas de su profesión, fue él mismo como aprendiz quien se fue moldeando como un experto en diversas actividades como explorador, agricultor, meteorólogo, ingeniero, físico, veterinario, astrónomo, fotógrafo, aviador, trazador de caminos, médico de barco, luchador social y filántropo. Fueron estas diversas actividades las que lo distrajeron un poco del camino para conseguir el premio Nobel, el cual nunca le otorgaron, hecho que al parecer nunca le importó y que jamás fue motivo para dejar de hacer lo que su espíritu aventurero siempre le dictó. Atento a la relevancia de su trabajo, siempre supo que sus logros e ideas generaban envidias; así, sólo contó con la selecta amistad de unos cuantos colegas, como Calmette y Roux, con quienes mantuvo una constante comunicación a pesar de la distancia geográfica que los separó durante años.

Sus diversas aventuras, principalmente en el sureste asiático, están fotografiadas con astucia por el autor que nos lleva por las infranqueables selvas indochinas o las bulliciosas ciudades en crecimiento de Hong Kong, Saigón, Manila y otros puertos comerciales en África y medio oriente. Sus vívidas descripciones no sólo nos acercan a la geografía sino que nos llevan a entender las luchas políticas locales e internacionales entre las potencias de la época. Las batallas comerciales entre Inglaterra y Francia, la guerra científica entre Alemania y Francia, la lucha de los guerrilleros locales contra las potencias enemigas (Thouk, jefe de una partida de bandoleros, y el mismo Ho Chi Minh, quien dirigió la guerra de guerrillas en Vietnam) y las dos guerras mundiales y su expresión en esa parte del mundo, son escenas que envuelven la vida de Yersin y lo definen como un ciudadano comprometido más con las condiciones locales y con los habitantes que con las leyes de la política global. Se convierte así en un aliado y protector de sus vecinos que en un extranjero colonialista. A pesar de que logra construir un imperio de más de 20000 hectáreas donde se cultivan todo tipo de plantas (medicinales y alimenticias), se crían diversos animales tanto para la investigación como para el consumo, se cultivan orquídeas, se producen toneladas de caucho y quinina, y se montan laboratorios para la producción de sueros y vacunas, Yersin termina cediendo toda su fortuna y bienes materiales a las autoridades locales. En su testamento deja explícito su deseo de mantener pensiones vitalicias a su jardinero y a su cocinero, y a los encargados de las diferentes áreas de producción de su gran imperio, para lo cual deja un fondo que permita mantenerlos de por vida.

El capítulo referente al descubrimiento del bacilo responsable de la peste en Hong Kong (1894) nos ofrece escenas de la vida diaria en ese importante centro comercial; nos habla de las relaciones y sentimientos de los locales hacia las naciones colonialistas y de los vínculos entre Japón y Alemania, que no son exclusivamente militares sino también científicos. La escuela de Koch tiene a Kitasato como investigador principal para la identificación del agente de la peste, mientras que Yersin representa a los franceses y no cuenta con los recursos de los que sí dispone el grupo japonés. No obstante y gracias a la presencia de la iglesia católica en China, Yersin tiene la oportunidad de conseguir algunas muestras de los cadáveres de personas atendidas en los hospitales religiosos, pues le estaban prohibidas del resto de la zona controlada por los japoneses. Aunque el prestigio de Yersin era ampliamente reconocido, la autoridad china le hace entender que un médico francés, por muy reconocido que fuera, provocaría reacciones muy adversas si tomaba muestras de enfermos y muertos en la comunidad. Así como Pasteur contó con Joseph Meister, el Dr. Yersin se encontró con Tisé, un joven seminarista de 18 años que se convirtió en el primer apestado salvado por las inoculaciones de nuestro personaje. El capítulo cierra con la victoria de Yersin sobre Kitasato y muestra también el honor de los japoneses al homenajear a uno de los colaboradores de Yersin muerto durante la epidemia, momento en el que el mismo Kitasato toma una esquina de la bandera para colocarla sobre el ataúd. Las intrigas, lealtades y deslealtades entre los investigadores, y los desarrollos tecnológicos y avances científicos de la época están muy bien detallados en todos los capítulos; se describe la ansiedad y la angustia por salir adelante y ser el primero en descubrir al agente causal de tan temible epidemia, no sólo por el beneficio de poder identificar los medios para contenerla sino por el honor y prestigio que ofrece su descubrimiento.

La novela es el resultado de una larga investigación de archivos en todos los Institutos Pasteur sobre los que tuvo influencia el personaje; también incluye largas travesías en la zona de Vietnam (Nha-Trang) para tratar de entender la dimensión y las características del imperio creado por un investigador que, al igual que Semmelweis, pudo haber sido clasificado como un loco, pero que se salvó por mantenerse ajeno a los círculos académicos y a las envidias de sus asociados. Si Pasteur y Roux hubieran tenido que firmar una carta de recomendación para que Yersin construyera un cohete a la luna, lo hubieran hecho con los ojos cerrados; tal era la confianza en el talento de Alexandre.

Esta narración nos acerca a la personalidad de un genio que se le reconoce poco y que, sin embargo, pudo contribuir a la ciencia tanto o más que Pasteur. La única diferencia es que él se aventuró por el mundo, caminó selvas y montañas, navegó mares y ríos; así como construyó un imperio edificó centros de investigación, no dudó en perseguir a sus acérrimos enemigos dentro de las epidemias más letales y no cesó hasta identificarlos y desarrollar armas que los contuvieran. Es gracias a este tipo de vidas e individuos que hoy tenemos cierta seguridad de que dichos flagelos no nos volverán a sorprender.

Héctor Gómez Dantés(1)

(1) Investigador Ciencias Médicas D. Centro de Investigación en Sistemas de Salud,Instituto Nacional de Salud Pública. México. hector.gomez@insp.mx