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Salud Pública de México

versión impresa ISSN 0036-3634

Salud pública Méx vol.50 no.1 Cuernavaca ene./feb. 2008

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Imágenes de género y conductas sexual y reproductiva

 

Gender images and sexual and reproductive conduct

 

 

Ariel Miño-Worobiej, Soc, Master en Investigación

Consultor independiente

 

 


RESUMEN

OBJETIVOS: Analizar algunos factores como la construcción de las ideas y representaciones de género, asociados a las condiciones materiales de vida y los proyectos de vida de las adolescentes, relacionados con la conducta sexual y reproductiva.
MATERIAL Y MÉTODOS: La investigación fue desarrollada en Asunción, Paraguay, en 2000. Se utilizaron técnicas cualitativas de recogida de datos (entrevistas en profundidad) y de análisis interpretativo. Fueron entrevistadas 40 jóvenes de entre 15 y 20 años, agrupadas en "escolarizadas" y "no escolarizadas".
RESULTADOS: Existen construcciones de género que son denominadas en este estudio como "modernas" y "tradicionales", que enmarcan las percepciones acerca de los roles de género de las mujeres y las posiciones frente a los varones, además de las relaciones de pareja y al ejercicio del poder en el marco de ellas. En este ámbito se inscriben también las ideas y representaciones acerca de la maternidad.
CONCLUSIONES: Los distintos "tipos" imágenes de género asociados a los proyectos de vida de las adolescentes condicionan ciertas percepciones acerca de los roles de género y al mismo tiempo la conducta reproductiva.

Palabras clave: sexualidad; salud sexual; salud reproductiva; género; adolescentes; Paraguay


ABSTRACT

OBJECTIVE: To analyze some of the factors associated with material living conditions of adolescents and their means for earning a living, such as idea construction and gender representations, related to sexual and reproductive conduct.
MATERIAL AND METHODS: The investigation was conducted in Asuncion, Paraguay, in 2000. Qualitative data collection techniques (in-depth interviews) and interpretive analysis were used. A total of 40 interviews were conducted of young people between the ages of 15 and 20, grouped as "schooled" and "not schooled."
RESULTS: Gender constructions exist, denominated in this study as "modern" and "traditional," that classify perceptions about gender roles for women and their position in relation to males, as well as for partner relationships and the exercise of power in such contexts. Ideas and representations about maternity are also defined.
CONCLUSIONS: The distinct gender image "types" associated with the adolescents’ means for earning a living simultaneously condition certain perceptions about gender roles and reproductive conduct.

Key words: sexuality; sexual health; reproductive health; gender; adolescents; Paraguay


 

 

Aunque Paraguay ha experimentado en las últimas décadas un importante descenso de su tasa global de fecundidad (TGF), continúa presentando una de las más elevadas de América Latina. Según las últimas estimaciones, pertenecientes al período 2001-2004, la TGF se acerca a los 2.9 hijos por mujer (cuadro I), lo cual representa significativo descenso desde el periodo 1995-1998. En comparación con algunos países de la región, la TGF del Paraguay supera la de Brasil (2.5), Colombia (2.6) y Perú (2.8) y, a su vez, sólo es inferior a la presentada por Ecuador (3.3) y Bolivia (4.2).1

 

 

 

 

La evolución de las tasas de fecundidad por edad (tasa específica de fecundidad - TEF) nos indica que desde 1979 a 1995, a excepción del grupo de 15 a 19 años de edad que aumentó sus niveles, todos los demás grupos experimentaron una importante disminución. Sin embargo, a 1995-1998 que este grupo también ha experimentado un importante descenso, aunque el aporte del grupo de 15-19 años sobre la fecundidad total se ha mantenido prácticamente constante. Es relevante señalar además que una de cada cuatro adolescentes (27.9%), declaró haber tenido al menos un embarazo.

La TEF según características seleccionadas nos revela que el grupo 15-19 comparte con los demás grupos de edad dos importantes factores diferenciales: el nivel de instrucción y el índice socioeconómico (cuadro III).

 

 

Como se puede apreciar, existen notables diferencias entre las categorías extremas tanto del nivel de instrucción como del índice socioeconómico: en el primer caso, se aprecia una tasa específica de fecundidad de 136 hijos por cada 1 000 mujeres para la categoría 0-5 años y de 26 para la categoría de 12 y más años aprobados de estudio. La diferencia es también importante respecto de las categorías del índice socioeconómico: 174 hijos por 1 000 mujeres para el índice socioeconómico bajo y 50 para el alto.

En resumen, aunque la TGF de Paraguay haya experimentado un importante descenso, fundamentalmente en los últimos años, continúa siendo elevada en relación con otros países de la región. Pese a que este descenso haya afectado a todos los grupos de edad, la fecundidad de las adolescentes ha mantenido su participación en la estructura de la fecundidad total. En este grupo, como en todos los demás, la alta fecundidad está estrechamente relacionada con los bajos niveles de instrucción y condiciones socioeconómicas deficitarias.

El embarazo en la adolescencia

La adolescencia es comúnmente caracterizada como una etapa de transición en la que son reemplazados ciertos roles y pautas de conducta propios de la infancia por otras asociados con la edad adulta. A los cambios sociológicos se suman los de orden psicológico y orgánico.

En el ámbito específico de la reproducción, los riesgos de sufrir complicaciones durante el embarazo son mayores en las madres adolescentes.2 Son considerados embarazos de alto riesgo principalmente aquellos que se producen antes de los 18 años de edad, hecho relacionado no sólo con el desarrollo psicosocial sino también con el orgánico y funcional de la mujer. Se acepta que los adolescentes presentan patologías propias del embarazo en 50%.*,3

En cambio, otros autores4 señalan que el embarazo en la adolescencia no acarrea mayores riesgos que los de mujeres mayores.

En condiciones adecuadas de nutrición, de salud, de atención prenatal, y en un contexto social y familiar favorables, un embarazo y/o parto a los 16, 17, 18 o 19 años de edad no conlleva mayores riesgos de salud materna y neonatal que un embarazo y parto entre los 20 y 25 años. Es sólo a edades muy tempranas –menores a dos años posmenarca, o sea más o menos a los 14 años de edad– cuando se constituye en un riesgo en términos biológicos.5

En la misma línea, algunos autores señalan que el embarazo de adolescentes no es de por sí de alto riesgo, salvo a edades límites (12 a 14 años), o cuando a la edad se le suman los siguientes factores de riesgo relacionados con la edad, estatura, estado civil, peso inicial, aumento de peso, educación, comportamiento, aspectos socioeconómicos, atención a la salud y condiciones patológicas.6

La definición sobre los aspectos médicos relativos al riesgo del embarazo en la adolescencia no es materia de este estudio. Sin embargo, hay que notar que varios de los factores de riesgo señalados en el cuadro anterior están ligados directa o indirectamente al nivel socioeconómico de la mujer, de manera que la acentuación del riesgo para la salud de la madre adolescente y del niño/a está asociada a condiciones socioeconómicas precarias y, según las estimaciones, es precisamente en el estrato de la pobreza donde se presenta la mayor proporción de estos embarazos.

Además de las posibles consecuencias en la salud de la madre adolescente y del/a niño/a, pueden presentarse dificultades relativas a la inserción social y desarrollo personal de la mujer, principalmente en los campos educativo4,** y/o laboral. La probabilidad de ser pobre de las madres adolescentes es siete veces más que aquella de las madres de más edad y su ingreso promedio es la mitad del nivel de pobreza, de manera que las madres pueden verse atrapadas en el círculo de pobreza.7

Gran parte de las investigaciones sobre fecundidad, tanto la general como la del adolescente en particular, pueden ser consideradas como estudios sobre los determinantes próximos (uso de anticonceptivos, edad de entrada y duración de las uniones, frecuencia del celibato, incidencia del aborto voluntario o espontáneo, incidencia de la esterilidad voluntaria e involuntaria, etc.8

En latinoamérica, los primeros estudios sobre la conducta reproductiva en la adolescencia datan de la década de los ochenta, contándose actualmente varios estudios que abordan fundamentalmente la fecundidad adolescente, centrados en la medición de los determinantes próximos.8

Estudios realizados en los 90 han sido volcados hacia otro tipo de variables consideradas como determinantes de la fecundidad en adolescentes. Así, en el estudio Maternidad, roles sexuales y conducta reproductiva de mujeres adolescentes de Infesta-Domínguez,9 se demuestra que las imágenes de género, analizadas desde el concepto de proyecto de vida, guardan estrecha relación con las representaciones de las responsabilidades de ambos géneros frente a la anticoncepción y las actitudes en la negociación del uso de métodos anticonceptivos. Este estudio cualitativo efectuado con adolescentes de entre 15 y 19 años de estratos socioeconómicos bajo y medio/alto señala que la mayoría de las adolescentes aspira a la maternidad, aunque para las del estrato medio/alto constituya un proyecto a largo plazo, mientras que para las adolescentes del estrato bajo constituye prácticamente el único proyecto, a corto plazo, por lo que tienden a mantener –a diferencia de sus pares del estrato medio/alto– relaciones sexuales desprotegidas. Así, las adolescentes del estrato bajo tienden a poseer imágenes tradicionales sobre los roles sexuales, lo que se traduce en relaciones asimétricas de pareja.

El trabajo Estilo de vida, imágenes de género y proyecto de vida en adolescentes embarazadas,10 realizado a través de una encuesta psicosocial aplicada a 250 adolescentes de hasta 18 años de edad de sectores populares urbanos que realizaron consulta médica por embarazo, nos muestra que para un considerable número de las mismas la maternidad y la conformación de una pareja estable son los proyectos de vida más significativos. La socialización "tradicional" de estas adolescentes incluye la realización personal a partir del trabajo y el estudio como necesidades de segundo orden, supeditadas a la asunción del rol materno y conyugal.

Esta investigación sigue la línea de recientes estudios acerca de la conducta reproductiva en adolescentes que incorporan el concepto de imágenes de género para explicar las condiciones de desigualdad de gé­nero que producen conductas de riesgo.8-11 Dicho concepto permite explorar campos relacionados con la conducta sexual como la autoestima, la orientación al logro, la percepción de oportunidades alternativas y la autopercepción.8

El concepto de imágenes de género se refiere a un conjunto de representaciones que tanto hombres como mujeres tienen de: a) sus propias posiciones relativas y roles en cuanto varones y mujeres; b) Las posiciones y roles del sexo opuesto, y c) el valor social relativo de ser varón o mujer. Las imágenes de género se forman por la internalización de dichos valores sociales. Ellos son una parte integrante de la desigualdad social a la que, circularmente, ayudan a reproducir a través del proceso de socialización.8

En un estudio en el área metropolitana de Buenos Aires, Argentina, se encontró que las imágenes de género difieren de un estrato social a otro y se encuentran, además, relacionadas con los niveles de instrucción. Así, a diferencia de las adolescentes de estratos medio y alto, las adolescentes con índice socioeconómico bajo tienen imágenes de género que reflejan desigualdad, por lo que se sienten con menos control sobre sus vidas y tienden a mantener relaciones sexuales desprotegidas.11

En nuestro caso las imágenes de género son abordadas desde dos dimensiones de análisis: la percepción y naturaleza de las relaciones de pareja y los proyectos de vida de las adolescentes, puesto que ambos aspectos se encuentran estrechamente vinculados a la ideología de géneros, fundamento de los roles de género.

Por "relaciones de pareja" entendemos en esta ocasión, en sentido amplio, a aquellas asociaciones más o menos formales (desde relaciones consideradas "noviazgo" hasta aquellas relaciones casuales u ocasionales) que pueden o no comprender interacción sexual, independientemente de su duración, pero que impliquen mediación afectiva y/o interés en la satisfacción del deseo sexual. Se exploran indicadores tales como: a) la naturaleza y duración de las relaciones de pareja; b) las expectativas hacia esas relaciones, y c) la percepción de la responsabilidad sexual al interior de las relaciones de pareja, es decir, cómo las expectativas acerca de una relación influyen sobre las decisiones para usar métodos contraceptivos.

Por proyecto de vida entendemos aquellas ideas que las adolescentes se representan acerca de su futuro. El proyecto de vida nace de la realidad, se desarrolla y estructura en el plano simbólico o de la fantasía y después vuelve a cobrar realismo en la fase de ejecución, cuando el hombre trata de dar forma al mundo y a sí mismo, según el modelo anticipatorio del proyecto.11 El concepto de proyecto de vida alude a las expectativas que las adolescentes poseen acerca de su realización como individuo, y muy especialmente a los fines de nuestra investigación, al lugar que ocupa la maternidad en sus proyectos.

La exploración de los proyectos de vida permite percibir la importancia atribuida por las adolescentes al matrimonio o la vida en pareja, y, principalmente, a la maternidad en sus vidas, en qué condiciones y en qué momento están dispuestas a realizarla. Podría aducirse la dificultad que reviste la definición de un proyecto de vida en colectivos en los que la dinámica social y sobre todo económica se halla signada por la creación de estrategias de supervivencia cotidianas que limitan la capacidad de planificación. En estos casos no podríamos hablar propiamente de "proyectos de vida". Así, las construcciones de proyectos de vida pueden oscilar desde su predeterminación (en tal caso, no hablamos de "proyecto" sino de su ausencia), hasta aquéllas que se definen por la posibilidad y la libertad.11

Consideramos que, en gran medida, la construcción de proyectos de vida se halla condicionada por las perspectivas de movilidad social provistas por el acceso a niveles medios y superiores de educación formal. En esa medida, se asume que los proyectos de vida pueden brindar un acercamiento a la percepción del valor social autoconferido de ser mujer.

Finalmente, se analiza la conducta reproductiva concreta de las adolescentes, es decir, aspectos como las condiciones relativas a la iniciación sexual y las medidas de protección contra embarazos no deseados.

Postulamos además que existe una vinculación entre contexto social, en función de las estructuras de oportunidades, proyectos de vida y conducta sexual y reproductiva.

El comportamiento sexual de los adolescentes está condicionado no sólo por características individuales, sino también por las características del contexto social que les rodea [...]. Las características de la comunidad (propiedades estructurales) influyen en el comportamiento sexual a través de dos mecanismos: a) creando una estructura de oportunidades que afecta los costos que los adolescentes asocian con su envolvimiento o no en actividad sexual, y b) al dar sustentación a un ambiente normativo que prevalece y que establece los límites de los comportamientos aceptables de los adolescentes [...]. Lo primero está relacionado con la naturaleza y disponibilidad de vías para movilidad social futura, que influye la percepción de los costos de la actividad sexual prematrimonial. Por ejemplo, las condiciones económicas pobres pueden sugerir a los adolescentes que las posibilidades legítimas de movilidad social están cerradas para ellos, bajando los costos asociados a las consecuencias potenciales de actividades sexuales relativas en relación a sus beneficios inmediatos [...]. El status socioeconómico de la comunidad tal como es definido por niveles de ingreso y pobreza, valores medios de las viviendas y niveles obtenidos de educación, pueden influir el comportamiento sexual de adolescentes a través de los mecanismos normativos y de la estructura de oportunidades.13

La influencia de las características del contexto social y familiar en el proyecto de vida se analizan a través de la estructura de oportunidades. La estructura de oportunidades, es decir, las vías de movilidad social futura, es explorada en su relación con los proyectos de vida, atendiendo a la emergencia de proyectos alternativos a la maternidad o aquellos que retrasan su inicio, provistos principalmente por el acceso a niveles relativamente superiores de educación formal. Otro tanto puede decirse de los mecanismos normativos, reflejados en la "naturaleza y percepción de las relaciones de pareja", principalmente en la percepción de la actitud de los padres frente a las relaciones de pareja de sus hijas, como los principales y más cercanos referentes normativos del contexto social.

En resumen, nuestra hipótesis de trabajo plantea que el status socioeconómico asociado a la escolaridad condicionan las imágenes de género: las adolescentes de estratos socioeconómicos bajos que se hallan fuera del sistema de educación formal (no escolarizadas) tienden a reproducir imágenes de género tradicionales, fundamento de las conductas reproductivas de riesgo de producir embarazos no deseados. En este caso entendemos por "imágenes de género tradicionales" a aquellas que atribuyen al varón el ejercicio de un casi completo control sobre la relación de pareja y la mujer reconoce en la maternidad su única o más importante función social.

Objetivo del estudio

El objetivo general de este estudio es la exploración de algunos factores relacionados con la relativamente alta fecundidad de las adolescentes con índice socioeconómico bajo de zonas marginales urbanas de Asunción. En particular, buscamos describir las relaciones existentes entre el contexto social, las imágenes de género de las adolescentes y su conducta reproductiva. La discusión sobre estos y otros conceptos relacionados es desarrollada a continuación.

 

Material y métodos

Esta investigación fue realizada con adolescentes mujeres de entre 15 y 19 años del barrio Zeballos Cué en Asunción, Paraguay, durante el año 2000. La elección del barrio se realizó de acuerdo con la categorización propuesta por el estudio "Paraguay - Atlas Necesidades Básicas Insatisfechas" (NBI).***

El estrato con mayor porcentaje de NBI para la ciudad de Asunción está compuesto por nueve barrios: Zeballos Cué, Botánico, San Blas, Ricardo Brugada, Tablada Nueva, Bañado Tacumbú, San Rafael, San Felipe y Bañado. En estos barrios, entre 57 y 81% de los hogares y entre 66 y 86% de los habitantes están afectados por al menos una NBI. En esta categoría se encuentran los barrios marginales de Asunción que presentan características de descomposición social.

El barrio elegido para este estudio ha sido, finalmente, el de Zeballos Cué. Consideramos que "cualquier lugar que cuente con personas de las características establecidas para cada tipo de grupo puede ser potencialmente incluido en un estudio cualitativo y no es necesario hacer una selección aleatoria, como en un estudio cuantitativo"14. De acuerdo con esto, hemos identificado previamente "contactos" o "entradas" de dicho barrio que mantienen relaciones con grupos que reunen los requisitos considerados. Estos contactos fueron líderes comunitarios, docentes y personal de servicios de salud.

Las adolescentes entrevistadas reflejan los rasgos estructurales típicos en relación al status socioeconómico, de modo a que el conocimiento adquirido a través de ellas puede ser referido a otros sujetos y al grupo social definido. A su vez, no se incluyeron aquellas adolescentes que aunque residan en barrios del estrato socioeconómico bajo, evidencian acceso a niveles de vida superiores a la generalidad.

La cantidad de entrevistas se delimitó en función del concepto de "saturación teórica" de Glasser y Strauss.15 Dicha saturación se logró al cabo de 40 entrevistas, divididas en cuatro categorías según escolarización y grupo etáreo, de acuerdo a la siguiente distribución:

Edad
Escolarizadas
No escolarizadas
     
15-17 años
10
10
18-19 años
10
10

Por un lado, se ha establecido la división en grupos de análisis de las adolescentes escolarizadas y no escolarizadas (que puede ser considerada, aunque no estrictamente, como una de las variables independientes del estudio), esto es, entre aquellas que en el momento de las entrevistas se encontraban cursando estudios en el sistema educativo formal y las que habían abandonado sus estudios definitivamente por no tener interés o posibilidades de reanudarlos.

Se ha optado además por dividir grupos por rangos de edad teniendo en cuenta que los 18 años implica el acceso a la mayoría de edad, y normalmente coincide con el fin de la enseñanza secundaria formal y el inicio de la carrera universitaria o la inserción al mercado laboral, todo lo cual implica un cambio en el status social de la adolescente que difiere en buena medida de las adolescentes menores. Con la división en dos categorías etáreas, se pretendió controlar el acceso a un status tanto social como familiar diferenciado de las adolescentes de menor edad.

Para llevar a cabo las entrevistas, las adolescentes fueron informadas de los objetivos y procedimientos del estudio, y el acuerdo para la participación en el mismo fue explicitada con la firma del "consentimiento informado", de acuerdo con los principios éticos para las investigaciones médicas en seres humanos de la declaración de Helsinski.

 

Resultados

Imágenes de género: posiciones, roles, representaciones

El eje central en la definición de las imágenes de género está constituido por la percepción de las diferencias entre los varones y las mujeres. En tanto estas diferencias sean atribuidas "primordialmente" a factores "extrínsecos" (sociales y culturales) o "intrínsecos" (características de orden biológico y psicológico), las incluiremos en las categorías "modernas" y "tradicionales", respectivamente.

Las imágenes de género "modernas" son aquellas que reflejan igualdad, toda vez que las diferencias se atribuyen a factores culturales reproducidos a través de la socialización, esencialmente en el núcleo familiar. En este sentido, puede hablarse de una "racionalización", es decir, una "desnaturalización" de las diferencias, en cuanto su origen se adjudica a determinados mecanismos sociales concretos. Asimismo, esta categoría comporta la "denuncia" "explícita en ciertas ocasiones, implícita en otras" de esas desigualdades, en tanto que son percibidas como injustas.

En cambio, son imágenes "tradicionales" aquellas en las que las diferencias de género son atribuidas a características esenciales e innatas, normalmente de orden biológico y psicológico: la fuerza física y las características de personalidad del varón y la mujer. Así, estas diferencias se definen "naturalmente", sin considerar (o hacerlo marginalmente) los efectos del entorno sociocultural.

Debe considerarse, no obstante, que estas categorías sólo deben ser tenidas como "tipos ideales", en la medida en que no se presentan normalmente en "estado puro" en las entrevistas, sino frecuentemente sometidas a matices. Así, en presencia de ambigüedad discursiva en algunos casos, la clasificación se realizó de acuerdo al acento puesto en unos u otros factores.

En torno a las imágenes de género modernas, las diferencias de género son percibidas como generadas en el hogar, resultado del modelo familiar impuesto, transmitido por los padres. Destacan afirmaciones vinculadas con la sobreprotección de los padres, en especial de las madres hacia los varones, y la promoción de relaciones desiguales con respecto de las mujeres en el entorno familiar.

P: [...] ¿A vos te parece que los hombres son diferentes de las mujeres?

R: No tanto. No, porque yo conozco personas que hacen todo lo que una mujer hace que no tiene problema, pero hay distintos hombres que no te van a pasar ni un vaso de agua. [...] Eso depende de qué tipo de hombre sea realmente. Porque, yo digo, cuando tenés [un] hijo, la forma en que le educás, le hacés hacer las mismas cosas; en cambio, si vos luego no... no vayas hacer a fulano porque vos sos hombre, no tenés que hacer eso, eso ya va evolucionando como se dice y ya se vuelve machista.

P: ¿Y cómo es un hombre machista?

R: No quiere hacer nada de lo que una mujer hace.

(E1, 18 años, no escolarizada)

De esto se deduce que la posición de las mujeres en la distribución familiar del poder y de las responsabilidades en el hogar es de una doble subordinación respecto de los padres y de los hermanos varones. Así, desde temprana edad se asumen responsabilidades que en otros sectores sociales son recibidos normalmente en la edad adulta, como el cuidado de los hermanos menores y las tareas del hogar. Así, la posición y el rol de las mujeres son definidos e internalizados tempranamente en la vida, a través de estas relaciones y prácticas cotidianas.

Las entrevistadas hacen hincapié en este ejercicio de roles cotidianos, sobre todo aquellos desarrollados en el ámbito doméstico y definidos por la desigual atribución de las tareas de la casa. En este entorno, la desigualdad ya es percibida y da origen a la configuración cultural de los géneros.

R: Yo digo que machismo nomás es, porque las mamás por ejemplo, a mi hermano le dice, no él no tiene que barrer porque él es hombre, él no tiene que hacer tal cosa porque es hombre, para mí que está mal, a todos por igual.

(E32, 18 años, escolarizada)

Así, en respuesta a la pregunta ¿para qué tipo de actividades son más hábiles las mujeres y para cuáles los varones?, aquellas entrevistadas con imágenes de género tradicionales respondieron con una tajante división sexual del trabajo, según la cual las mujeres deben dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar y los varones al trabajo extra-doméstico, "a traer el dinero a casa". En estos casos se sostiene claramente el rol proveedor del varón:

R: Mmm... [el varón] tiene que traer plata [dinero]

P: ¿Tiene que traer la plata?

R: Sí.

P: Trabajar afuera y traer...

R: Sí trabajar.

P: ...la plata. ¿Y quién es responsable de la crianza de los hijos?

R: La mamá.

(E8, 16 años, no escolarizada)

R: Los hombres tienen que trabajar para mantener a las mujeres, y las mujeres se tienen que quedar para mantener la casa, lavar la ropa, limpiar, cuidar si es que tiene hijos, cuidarle a sus hijos, y cuando vienen del trabajo darle de comer a ellos, a mí me parece así, no sé.

(E25, 18 años, no escolarizada)

Estos discursos, a diferencia de los anteriores, definen y asumen los roles de género tradicionales sin cuestionarlos. La identificación con estos roles y valores da lugar a un sentido de naturalidad o de sentido común, las referencias a la tradición o a las prácticas ancestrales es la fuente de tipo ideológico de la que bebe este discurso: las cosas siempre han sido así.

En este sentido, se podría añadir que buena parte de los barrios marginales de Asunción están habitados por familias de origen rural, espacio en el que la subordinación femenina es aún más notable por efecto de valores de género extremadamente conservadores. Esto implica una alta probabilidad de reproducir características tradicionales de la construcción de género, y particularmente en la atribución de roles sociales.

P: ¿Hay actividades que son propias de la mujer?

R: Y sí.

P: ¿Cuáles por ejemplo?

R: Y la mujer puede ser ama de casa, ser buena esposa, ser buena madre, y aparte puede trabajar, eh... teniendo su marido puede trabajar, y tanto, el hombre por ejemplo su deber en un matrimonio es trabajar y darle todos los beneficios y los gustos a su mujer.

(E11, 19 años, no escolarizada)

El campo de acción del varón es el espacio público, el de la mujer el ámbito doméstico; las actividades del hogar, o al menos algunas de ellas, no son propias del varón:

R: Para mí cocinar no cae por el hombre.

P: ¿No?

R: Pero por las mujeres sí.

(E4, 16 años, escolarizada)

En su momento, todos estos conceptos y prácticas se reproducen en la experiencia concreta, incluidas las relaciones de pareja de las adolescentes. En este ámbito la dominación es recurrente dado el control que ejerce el varón en estas relaciones, que puede darse como una especie de "negociación" aunque en desigualdad de condiciones: se asume la pérdida de autonomía a cambio de eventuales seguridad y bienestar económicos.

R: Y él [su pareja] dice que mientras no tengamos hijos yo podría trabajar pero una vez que tenga hijos ya no.

P: El quiere que estés ahí.

R: Que una mujer tiene que estar en su casa, con sus hijos.

P: ¿Y qué te parece a vos esa idea?

R: Me parece bien. Me gusta la idea, que para eso él está, que me tiene que dar tanto a mí y a su hijo todos los gustos, porque una mujer tiene que estar en su casa y con su familia.

(E31, 19 años, no escolarizada)

Por otro lado, las adolescentes con imágenes de género modernas, aunque ciertamente reconocen la existencia de diferentes roles entre varones y mujeres, no son proclives a considerar esta situación como natural o deseable. Contrariamente, la misma es tenida por injusta, a menudo sostenida a través de mecanismos normativos desarrollados no sólo por el entorno familiar sino también por los grupos de referencia del varón, en este caso los amigos, que contribuyen en el control y la censura sobre ciertas prácticas:

R: Sí, porque si le tenés en casa ya dicen: "esta me manda a hacer tal cosa", y los hombres... sus amigos ya hablan de él.

P: Ah... está mal visto.

R: Sí.

P: ¿Un varón no puede hacer las cosas de la casa?

R: No.

P: Ah... o sea que si un amigo le pilla pues que está haciendo las cosas de la casa es...

R: Sí, mmm... ¿por qué lo que él trabaja así? ¿por qué le tiene así su mujer?

(E8, 16 años, no escolarizada)

En este sentido, a la asunción por parte de las adolescentes de la igualdad de género –una igualdad, si se quiere, esencial, aunque no reflejada en los hechos cotidianos– se contrapone la desigualdad de oportunidades brindadas por la sociedad, esto es, una notable tensión entre los juicios de valor y los prejuicios sociales y las imposiciones estructurales. Esto se refleja en las siguientes líneas:

R: Lo ideal sería que todos hagamos las cosas por igual pero no son así.

P: ¿Cómo son las cosas?

R: Por ejemplo, eh... en un... o sea que en lo cultural luego el varón siempre es más, que esto y aquello y las mujeres somos menos, las mujeres somos más achacadas, en cuanto a los varones.

P: ¿En qué sentido achacadas?

R: Mmm... que ellos tienen a veces o sea yo digo pero la sociedad misma es que le da más oportunidades a los varones.

P: ¿Sí, por qué? ¿En qué sentido te parece que le dan más oportunidades a los varones?

R: No sé, que hasta ahora sigue esa antigüedad de que desde antes viene a ser que los varones son los machos y las mujeres somos para la cocina y eso a mí no me gusta, por eso es que quiero seguir derecho porque quiero defender ya sea el derecho de la mujer como el derecho de, de todos.

(E17, 15 años, escolarizada)

Este tipo de razonamiento da lugar a la percepción de que los varones poseen, en los hechos, ciertas "ventajas" sobre las mujeres. No obstante, en el caso de las adolescentes con imágenes de género modernas, estas ventajas son vistas como determinadas por el entorno social y no por las características propias del ser varón.

Así, las ventajas de los varones sobre las mujeres no se circunscriben a los ámbitos doméstico y laboral, también se reconoce en diversas actividades o conductas sociales (incluida la conducta sexual signada por la doble moral), percibidas de manera distinta según quien las practique:

P: ¿Los hombres tienen más ventajas que las mujeres, o las mujeres tienen más ventajas que los hombres?

R: Los hombres. Tienen más ventajas los hombres porque no, no sabría explicar.

P: ¿En qué sentido tienen más ventaja?

R: En el sentido de..., por ejemplo, ellos... no, no sabría decirte. Como te dije porque ellos más rápido consiguen trabajo, ellos apenas tienen una cierta edad y ya consiguen de todo, consiguen buenos trabajos, o sea, ya salen, salen más, se les da más se les apoya más a los varones que a las mujeres.

P:¿ En la casa?

R: En la casa también, en la casa también se les da más privilegios a los hombres, porque ellos son hombres, que son varones; los varones tienen más ventajas que las mujeres, porque no que "vos no hagas esto", "no hagas tal cosa porque no sirve", no que "no hagas nada porque te puede hacer mal", porque dicen que tienen más agallas para conseguir las cosas... tienen más posibilidades.

(E2, 18 años, escolarizada)

P: ¿En qué se expresa ese machismo, de los hombres, qué por ejemplo, cuál es un rasgo del machismo que vos ves en los hombres?, vos decís ellos son machistas y nosotras más sentimentales.

R: Y porque, porque acá en Paraguay, le dan mucho la posibilidad a los hombres, de que, un hombre que tiene más mujeres, o sea que tiene muchas mujeres, se piensa que es hombre, pero no es así; en cambio la mujer que tiene, dos o tres hombres... es una cualquiera.

(E5, 16 años, no escolarizada)

Esta entrevistada denuncia la doble moral sexual que atribuye una mayor permisividad sexual a los varones, en tanto que la promiscuidad sexual femenina es socialmente censurada: "la mujer que tiene, dos o tres hombres [...] es una cualquiera".

La descrita situación de subordinación de la adolescente en el entorno doméstico es reproducida ya no sólo en el ámbito privado, incluidas las relaciones de pareja, sino también en el espacio público, en el que la mujer es vista como poco menos que una extraña. Así, la discriminación se traslada a la postre a la faz pública y se traduce en la escasa participación política de las mujeres.

R: Yo creo que sí, porque en primer lugar, verdad, se le da más ventajas a la, a los hombres, porque, hasta ahora desde que nací, hasta ahora no escuche que había una presidenta, una presidente, no sé cómo se dice, pero... ni tampoco que hay más ministros que ministras, verdad [ministras que ministros].

(E21, 16 años, no escolarizada)

P: Ya. ¿Y en cuanto a ventajas y desventajas? ¿te parece que se ofrecen más ventajas para alguno de los dos géneros?, o sea que las mujeres tienen más ventajas para ciertas cosas, y los hombres tienen más para ciertas otras, ¿o te parece que no?

R: Creo que a los hombres se les da más ventajas para hacer las cosas.

P: ¿Sí?

R: Sí, porque a las mujeres se les, o sea se les pone en un lugar con un, con... ¿cómo te digo?, como de tener un sexo débil por ejemplo, se le pone, y a los hombres se les da más ventajas pues para hacer las cosas, a las mujeres se les discrimina más.

P: Se les discrimina te parece.

R: Sí.

P: Y esa discriminación ¿dónde aparece?

R: En asuntos de política, porque yo no vi muchas, muchas mujeres, en la... en la política.

(E13, 19 años, escolarizada)

Sin embargo, en el ámbito del trabajo no todas son ventajas para los varones. El hecho de poseer experiencia en el trabajo doméstico puede constituirse en una ventaja para las mujeres, esto es, en mayores oportunidades laborales, en función de la oferta laboral más frecuente: el trabajo asalariado como empleadas domésticas.

P: Si ser hombre o ser mujer es más fácil digamos, o sea ¿tienen más ventajas?

R: No sé, las mujeres tienen más ventajas me parece.

P: ¿Por qué?

R: Porque las mujeres en cualquier parte consiguen trabajo y los varones no consiguen en cualquier parte.

P: ¿Qué tipo de trabajo consiguen las mujeres?

R: Las mujeres pueden lavar la ropa ajena puede eh... ir a limpiar la casa así, planchar, limpiar, lavar, barrer.

P: ¿Los hombres no pueden hacer ese tipo de cosas?

R: No.

(E15, 18 años, no escolarizada)

Hay que añadir, no obstante, que esta ventaja sólo es válida para cierto tipo de trabajo. La situación es distinta cuando se trata de trabajo calificado, como lo hemos señalado.

Otro aspecto a tener en cuenta es la relevancia atribuida repetidamente en los discursos al tópico según el cual las jóvenes son más "maduras" –más seguras de sí mismas y capaces de desempeñar roles de "adultos"– que los varones de la misma edad. Esta supuesta madurez relativa, también originada en el seno familiar, es traducida en mayores habilidades sociales.

P: Ya, quiero hablar un poquito ahora de la diferencia entre varones y mujeres, ¿te parece que hay diferencia entre varones y mujeres?

R: Y en algunos casos hay, y en algunos casos no hay, porque depende mucho del carácter de las personas, de cómo se criaron, cosas así.

P: ¿Qué por ejemplo?

R: Hay algunos hombres que están muy debajo de las faldas de su mamá, como se dice, y esos son... o sea que es diferente.

P: ¿Cómo se comporta un hombre que está debajo de las faldas de su mamá? ¿qué hace o qué no hace?

R: Y no sé, es tímido, cosas así, o sea que no se desenvuelve mucho, no es desenvuelto, y los que son así...no sé... los que no son muy sobreprotegidos, se desenvuelven más, hablan más.

(E6, 15 años, escolarizada)

R: Pienso que las chicas tienen más ventajas que los varones.

P: ¿En qué sentido?

R: Y.. o sea que se desenvuelven más las chicas. O sea son más desenvueltas, que... porque dicen que las chicas son más maduras que los hombres [...] en edades iguales.

(E36, 15 años, escolarizada)

P: Decíme un poco una cosa, ¿te parece que los varones y las mujeres son diferentes?

R: Sí, muy diferentes.

P: ¿En qué por ejemplo?

R: Lo primero que la mujer es una mujer y el hombre es un hombre, y a veces las mujeres tienen muchísimas más posibilidades que los varones, a veces los hombres son, o sea que las mujeres siempre, eh... enfrentamos más los problemas, todas esas cosas, y los varones a veces huyen.

(E17, 15 años, escolarizada)

Posiciones cercanas a las imágenes de género modernas refieren que las capacidades de las mujeres son idénticas a las del varón y no se reconocen ventajas propias del ser varón, incluso en el terreno laboral: ambos poseen las mismas capacidades.

P: ¿Te parece que los varones y las mujeres son diferentes?

R: Sexualmente sí.

P: ¿Y en cuanto a capacidad?

R: Para mí que no. [...] Como dicen que la mujer es el sexo débil, para mí que no es cierto, las mujeres podemos llegar más que los hombres.

P: ¿En qué sentido?

R: Y... bueno ellos, ¿cómo te voy a decir?, piensan que ellos nomás pueden ser..., o sea son machistas, ellos nomás quieren estar en la oficina, ellos nomás esto, pero las mujeres también pueden ser como ellos.

(E22, 15 años, no escolarizada)

Esta entrevistada hace notar la distinción entre las características biológicas de ambos géneros, aunque por otra parte se denuncian situaciones injustas de discriminación (el "machismo"), en este caso referidas a la división sexual del trabajo. En tal sentido, el análisis recae en las escasas oportunidades laborales que la sociedad brinda a las mujeres e, incluso, se realiza una suerte de denuncia del "boicot" ejercido por los varones en el ambiente laboral.

Afirmaciones del tipo "[...] yo creo que el hombre y la mujer son iguales, no hay ninguna diferencia" (E13, 19 años, escolarizada) dan cuenta de imágenes de género que denotan igualdad. Incluso, no se aprecia a priori la atención en las diferencias más fundamentales en torno a las características físicas de ambos sexos o, en todo caso, sólo en tanto es una limitación en el varón.

P: Ya, y... ¿te parece que los hombres y las mujeres son diferentes?

R: No. Para mí que son la misma cosa. Lo único que no pueden hacer los varones es tener hijos.

(E19, 15 años, escolarizada)

En cambio, hay discursos que reflejan las percepciones tradicionales, como las que atribuyen una mayor debilidad física y mental a las mujeres expresada como sentimentalismo, al que se le atribuye un valor negativo por oposición a la fortaleza física y mental de los varones.

R: Las mujeres [...] tenemos un corazón más blando, así cualquier cosa así y ya lloramos ya, yo me doy cuenta porque tengo muchas amigas así que se le muere su perro y ya lloran ya así por cualquier cosa, yo también.

(E33, 14 años, escolarizada)

El mismo énfasis en la sensibilidad de las mujeres es expresado por otra entrevistada, aunque no desencarnado del contexto cultural.

R: No, eh bueno, a mí me parece que, los hombres, no sé, acá en el Paraguay por ejemplo son muy machistas y la verdad es que las mujeres tienen más sentimientos que los hombres.

(E5, 16 años, no escolarizada)

Con base en la experiencia próxima de esta entrevistada, una de las diferencias más notables entre ambos géneros consiste en la desigualdad en la fuerza física y el ejercicio de la violencia de género: la superior fortaleza física es utilizada por el varón en las relaciones de pareja al ejercer la violencia sobre la mujer.

P: ¿Te parece que las... las mujeres y los varones son diferentes?

R: Sí, los varones, son diferentes de... de la mujer.

P: ¿En qué, por ejemplo?

R: Porque hay muchos hombres verdad, que toman, que después le toca a las mujeres, y las mujeres no es así, no le pega a los hombres.

P: ¿Los hombres maltratan a las mujeres?

R: Sí. [...]

P: ¿Y las mujeres?

R: Las mujeres no.

P: ¿Las mujeres no son violentas con los hombres?

R: No.

P: ¿Y te parece que... por qué te parece que es esa diferencia, por qué te parece que los hombres son violentos, por qué las mujeres dejan que sean violentos los hombres?

R: No sé. [...] Porque la mujer es débil y los hombres más fuertes... [...] [La mujer] no puede pelearse con el hombre.

(E15, 18 años, no escolarizada)

Es probable que las adolescentes que hayan experimentado violencia física en sus hogares o en su entorno próximo, atribuyan excesiva importancia a las diferencias entre varones y mujeres a la fuerza física. En esa medida, también es posible que esas situaciones generen sentimientos de inferioridad ante el varón que se trasladen a sus propias relaciones de pareja.

A modo de resumen de todo lo expuesto en este capítulo, presentamos el siguiente cuadro de sistematización de las distintas posiciones discursivas:

 

 

El discurso típico que reflejan imágenes de género modernas puede ser presentado de la siguiente manera: ante la inexistencia de diferencias esenciales se asume que la situación deseable sea de igualdad entre varones y mujeres.

Las familias y el entorno cultural reproducen situaciones injustas en la que la mujer es subordinada, discriminada e infravalorada por prejuicios sociales. Esta discriminación se produce en el ámbito doméstico y se traslada a la vida pública. Aun en este contexto, las mujeres están en condiciones y dispuestas a competir profesionalmente con los varones, aunque se les presenten mayores obstáculos por la situación antes descrita.

Las imágenes de género tradicionales refieren que la diferencia fundamental entre varones y mujeres consiste en la debilidad física y psicológica de éstas, lo que se traduce en un sentimiento de inferioridad. Las tareas del hogar no son propias del varón, quien debe dedicarse exclusivamente al mantenimiento económico de la mujer y sus hijos.

Proyectos de vida y significados de la maternidad

Los proyectos de vida constatan "en los hechos" las ideas acerca de los roles que una mujer puede o debe desempeñar en la sociedad, por ejemplo, los proyectos de vida limitados al ejercicio de la maternidad estarán normalmente basados en concepciones de género tradicionales.

Además, estos proyectos hacen referencia tanto a las condiciones efectivas (acceso a recursos para seguir los estudios, por ejemplo) para lograr ciertos objetivos, como a las las posibilidades que el contexto social brinda a las mujeres, esto es, las características de la visión que de su propio futuro tengan las adolescentes están condicionada por la estructura de oportunidades que la sociedad les brinda.

Es de destacar, primeramente, que los proyectos de vida de las adolescentes en el grupo social estudiado están orientados, en el corto y mediano plazos, a la movilidad social, a la superación de las situaciones de privación económica: la prioridad consiste en superar la pobreza.

La estrategia comúnmente establecida o percibida como eficaz para lograr ese fin consiste en el acceso a niveles educativos superiores, aunque esto esté normalmente supeditado a las posibilidades económicas de la familia. En los casos en que ésta no se encuentra en condiciones de solventar los gastos educativos, las adolescentes se inclinan por llevar adelante, paralelamente, actividades laborales. Cuando aún así los recursos son insuficientes para la reproducción de la unidad familiar, las adolescentes se ven obligadas a la deserción escolar.

Los proyectos de vida de las adolescentes no se limitan al desarrollo individual sino que, además, se incluyen dentro de las estrategias de reproducción de la unidad familiar: en los proyectos de estas adolescentes también se percibe normalmente el interés por el mantenimiento económico de los padres.

La autonomía económica es vista, además, como un obstáculo a la dominación del varón, toda vez que dicha dominación reconoce su fuente en el control de los recursos materiales.

Pero mi mamá siempre, desde chiquitita, me dijo que tengo que estudiar para no depender de los hombres como ella depende de mi papá, porque dice que sufrimos mucho [...] y que los hombres por un mil guaraní ya te quieren hacer todo lo que quieren, o sea antes en su época mil ya valía mucho, y ella sufría mucho y no quiere que yo vuelva a sufrir como ella y yo le entiendo a mi mamá, [...], y por eso mejor tenés que estudiar, tener tu profesión, ganar tu plata, tenés lo que querés, y que ningún hombre te ande manipulando ni dominando ni tampoco que vos le andes pidiendo [...]

(E3, 15 años, esolarizada)

En las adolescentes escolarizadas existe una continuidad entre sus actividades actuales (estudios o estudios y trabajo) y la concepción acerca de la realización personal, concebida como el acceso a niveles educativos superiores y, como consecuencia, el bienestar económico. Estas adolescentes no se refieren a la conformación de una pareja y/o la maternidad como prioridades en sus vidas, sino como algo a alcanzar a largo plazo.

R: Dentro de cinco años, seguir estudiando ya de paso trabajando, estar en facultad ¿no?, cinco años, quinto curso voy a estar, estar estudiando en el colegio, tener muchas amigas, compañeras, mucha gente a quien conocerle y de paso si es que puedo voy a trabajar ya, para poder comprarme para mis cosas.

(E3, 14 años, escolarizada)

P: Bueno ahora te quiero hacer unas preguntas sobre, sobre tus planes futuros. Quiero que te imagines a vos dentro de cinco años y me describas qué pensás que vas a estar haciendo, ¿qué va a ser de tu vida?, ¿qué vas a ser en cinco años?

R: Dentro de cinco años.

P: Mmm.

R: Y yo estoy siguiendo un estudio de secretariado ejecutivo, a lo mejor si todo me sale bien, voy a recibirme en eso y tratar de trabajar ¿verdad?, pero me gustaría también estudiar eh... periodismo, y en eso me imagino.

P: ¿Y dentro de diez años?

R: Formar una familia ¿verdad?, y... no sé, una familia.

(E29, 18 años, escolarizada)

Las adolescentes no escolarizadas atribuyen una mayor importancia a la conformación de una familia y la maternidad como situaciones que definen la situación preferible para una mujer.

El matrimonio es percibido como un objetivo incluso a corto plazo (cinco años). Estas adolescentes, normalmente adscritas a imágenes de género de tipo tradicional, reconocen en el matrimonio la estrategia adecuada para el bienestar, o en otras palabras, ante la noción de que es imposible el ascenso social de manera autónoma, el matrimonio es percibido como la estrategia adecuada. Esta opción normalmente excluye otras actividades como la formación y el trabajo.

P: Bueno. Quiero hacerte una pregunta ahora sobre tu futuro: ¿cómo vos te ves a vos misma en... dentro de cinco años? ¿qué te imaginás que vas a estar haciendo? ¿cómo vas a ser vos dentro de cinco años?

R: Y por ejemplo, si no me caso quiero seguir trabajando y estudiar si puedo.

(E28, 16 años, no escolarizada)

En los proyectos de vida de las adolescentes la maternidad es percibida como un deber, como algo predeterminado e ineludible en la vida de una mujer. Existe además una concepción trascendental, ligada al sacrificio, en el hecho de ser madre, como una experiencia dolorosa que toda mujer debe pasar:

R: Creo que tener hijos es algo que Dios te envía, o sea que una mujer sí tiene que tener hijos.

P: ¿Tiene que tener hijos?

R: Sí.

P: ¿Por qué?

R: Y para saber lo que sufrió la mamá contigo, para que vos puedas sufrir, otra vez con la criatura o para salir adelante, para saber el sacrificio que tu mamá tuvo con vos cuando eras chica.

(E11, 19 años, no escolarizada)

Las adolescentes reconocen en el matrimonio (legal y religioso) el espacio en el que debe producirse la maternidad. Visto de otro modo, la reproducción es considerada como la única justificación del matrimonio.

R: [...] porque hay mujeres por ejemplo señoras que no tuvieron hijos y, estando casadas, y ¿por qué, para qué se casaron entonces?

(E2, 18 años, escolarizada)

Comúnmente las adolescentes insisten en que la maternidad debe realizarse "en el momento oportuno": en el contexto del matrimonio y cuando las necesidades materiales estén cubiertas. En otras palabras, en un contexto de contención emocional y económica.

P: Ya, ¿y vos creés? ¿qué pensás de tener hijos vos? ¿te parece que todas las mujeres tienen que tener hijos?

R: Tener hijos para mí es normal, pero tiene que ser en el debido tiempo.

(E4, 16 años, escolarizada)

R: Primero... me gusta la idea del matrimonio, salir casada de mi casa, ése es mi propósito salir casada de mi casa no salir así embarazada, ni mucho menos salir concubinada, porque no me gusta nada el concubinato, ése es mi objetivo salir casada de mi casa.

(E1, 18 años, no escolarizada)

Sin embargo, en el marco de una relación de pareja, la reproducción puede estar determinada por la decisión del varón, esto es, el momento de concebir un hijo puede ser decidido en función de los deseos del varón, llegando ocasionalmente a ser impuesta como una condición para cotinuar con la relación.

P: Si [una mujer] no tiene hijos, ¿qué pasa?

R: No sé, porque... la mayoría de los hombres quiere tener hijos, quieren...

P: ¿Son los hombres los que quieren tener hijos?

R: Sí, porque él fue el que quiso tener un hijo.

(E12, 15 años, no escolarizada, 1 hijo)

R: [...] [Algunas mujeres] dicen: bueno si me quedo embarazada seguramente que voy a, le voy a tener, me va a querer [...]. Si es que me quedo embarazada a lo mejor se queda conmigo y le deja a la otra ¿verdad? pero al estar embarazada ven que no es eso entonces.

(E10, 18 años, escolarizada)

En este contexto, la maternidad es percibida eventualmente como funcional para la relación de pareja e, incluso, es utilizada como argumento para mantener una relación:

P: ¿Por qué te parece? me dijiste recién... "tuve un hijo por culpa tuya", ¿a qué te referís con eso?

R: La mayor parte de las parejas se pelean y se dejan y la mujer le dice al hombre, discuten y dice: "yo tuve un hijo para retenerte a vos"

(E30, 19 años, no escolarizada)

Las diferencias más notables entre las adolescentes escolarizadas y no escolarizadas se aprecian en los proyectos y objetivos trazados por las adolescentes en el corto plazo, en el que las últimas estás dispuestas a formar una familia. No obstante, en el largo plazo, los objetivos a ser perseguidos y que definen la situación ideal de una mujer son prácticamente idénticos: el matrimonio y la maternidad, en un marco de bienestar económico.

P: Ya. ¿Qué tiene que pasar en la vida de una mujer para que sea feliz?

R: Y... una pareja.

(E8, 16 años, no escolarizada)

R: Bueno, ¿qué se yo?, casarme en el futuro, espero que no sea una solterona toda mi vida, quiero tener hijos, ¿qué se yo?

(E1, 18 años, no escolarizada)

R: O sea... ¿qué sería para mí ser feliz, y tener una familia, pero primero tener un buen estudio y un buen trabajo, tener una familia y poder mantenerla bien a esa familia y a esa familia tenerle bien.

(E40, 15 años, escolarizada)

Relaciones de pareja: naturaleza y percepciones

Una tipología sobre las relaciones de pareja en la que se envuelven los jóvenes está definida por el distinto grado de compromiso socialmente reconocido. Por un lado, se inscriben aquellas relaciones más formales y normativizadas, consideradas noviazgos una vez que son reconocidas por los padres de la adolescente: expresiones como "que el chico llegue en la casa" (E3) o "llegue por ella" (E17) dan cuenta de este tipo de relación, también denominada "festejo".

Un tipo de relación menos formal, en la medida que no es reconocida socialmente –salvo por el grupo de pares, eventualmente– es el que se da en llamar "macaneo", también conocido como "andar". Esta práctica, común en las primeras experiencias de pareja, implica el establecimiento de una relación de complicidad desarrollada casi en el secretismo, y además no envuelve precisamente un compromiso de fidelidad, lo que conlleva la posibilidad de mantener relaciones paralelas. Otra característica de estas relaciones tiene que ver con su corta duración.

Esta entrevistada desarrolla una clara descripción de lo que estamos exponiendo:

R: Después nos volvimos a encontrar otra vez y empezamos a andar.

P: ¿A andar o ya a festejar? ¿Cuál es la diferencia entre andar y festejar?

R: Andar es andar nomás, sin que tu papá ni tu mamá ni nadie sepa, ni de ellos [los padres de los chicos] tampoco ¿verdad?

P: ¿Pero ya pasa de todo?

R: No, primero él tiene que llegar a tu casa para que pase algo.

P: Risas.

R: No, en serio.

P: Ya. Andar es andar por ahí en la oscuridad.

R: Macanear nomás, pero no llegar a nada serio todavía.

P: ¿Que es macanear?

R: Macanear es... eh... macanear es... bueno, me gusto de vos, y un ratito te beso, te atraco, te toco todo, y después vos no vas a saber que yo estoy hinchando con otra y se va, y le hincha, y le besa, y se atraca y le hace todo.

P: O sea ahí todavía hay una franja de libertad digamos.

R: Exactamente, o sea no hay todavía unión...

P: No hay compromiso digamos

R: Eh [afirmación].

P: Y cuando festeja ya hay, o sea se implica ya que, bueno sos la única...

R: Sí.

(E10, 18 años, escolarizada)

Este es el tipo de relaciones más usual entre las adolescentes más jóvenes (de entre 13 y 15 años), en tanto que la tendencia en los años posteriores está dada por relaciones tenidas por las más "serias" y duraderas.

Según sea el tipo de relación de pareja en la que las chicas se involucren, serán tenidas por "resbalosas" (chicas con una conducta percibida como "inmoral") o "buenas chicas".

P: ¿Qué es una resbalosa? ¿Cómo definís a una resbalosa?

R: ¿Qué se yo? que... puede ser una amiga, viste con mi novio, viene y te habla y al darte la vuelta ya le está haciendo ojito a tu novio... ya está... ya está ella ahí te está pecheando ¿qué se yo? o otras personas que siendo o no novios, que venga y vos le hables a fulano, que el fulano apenas te hable y vos ya estás ahí apretando, y tampoco demasiado, que vos el primer día que le conocés y ya estés íntimamente con él, ya es mucho ya.

(E1, 18 años, no escolarizada)

Estas etiquetas no son atribuidas a los varones, con quienes la valoración es diametralmente opuesta y el "éxito" de los mismos se mide por el número de las relaciones.

R: Depende de la forma de pensar de cada uno, ahí ponele que el chico sea un… sea muy joven ¿verdad?, tenga catorce años y le gusta, o sea ponele que está empezando recién y le gusta experimentar, le gusta probar de todo, y ponele que está con una chica y está con dos o tres chicas a la vez.

(E6, 15 años, escolarizada)

Las jóvenes refieren además que la valoración que los varones hacen de las relaciones de pareja son distintas de las hechas por las mujeres, en la medida en que aquellos no se comprometen emocionalmente y sólo buscan satisfacer los impulsos sexuales.

R: Y porque, porque acá en Paraguay, le dan mucho la posibilidad a los hombres, de que, un hombre que tiene más mujeres, o sea que tiene muchas mujeres, se piensa que es hombre, pero no es así, en cambio la mujer que tiene, dos o tres hombres.

P: O que por lo menos salga.

R: Sí, que es una cualquiera

(E25, 16 años, no escolarizada)

R: Los hombres no le importa luego nada, y no sé ellos parecen que quieren joder no más y...

(E29, 18 años, no escolarizada)

R: Sí, y yo, yo digo que tener relaciones sexuales es muy lindo yo digo, así como todos dicen, pero yo digo que tiene que tener algo muy lindo para eso, tiene que haber amor, y pero a veces la gente confunde el amor con ¿cómo se dice? eh... por gustarse nada más de una persona verdad? como las chicas de ahora.

(E34, 15 años, no escolarizada)

 

Discusión

Los discursos reflejan un importante temor a los embarazos mucho más notoriamente que a las enfermedades de transmisión sexual. Este temor se basa principalmente en dos factores: el obstáculo que significaría la maternidad en la prosecución de los estudios y la eventualidad de que la pareja no asuma la paternidad de manera responsable, en otras palabras, la incertidumbre añadida que reviste enfrentar la maternidad sin una pareja.

P: ¿Y de las relaciones sexuales te habló tu mamá alguna vez?

R: Que todavía no tengo que tener relaciones porque los hombre siempre lo que buscan es relación [sexual], no es una cosa seria, y que primero tenés que casarte y que si antes ya tenés ya relación ya te perdés ya me dijo, y le pregunté: ¿Y por qué lo que me voy a perder? le dije yo, porque podés quedarte embarazada, puede ser que no te guste más tu estudio, puede ser que te gusten los hombres no más ya.

(E3, 14 años, escolarizada)

Para evitar este tipo de situaciones las adolescentes, principalmente aquellas que se representan proyectos vinculados con el acceso a niveles superiores de educación, tienden a evitar la actividad sexual, es decir, la fórmula para evitar embarazos no deseados es la abstinencia sexual. En el marco de la misma estrategia, rehuyen o postergan el inicio de las relaciones de pareja.

Así, se advierte una importante influencia de la estructura de oportunidades en la conducta sexual: en su valoración, los costos de involucrarse en una relación de pareja, o mejor, los riesgos potenciales que esto implica –esencialmente el embarazo–, son percibidos como elevados. Estas adolescentes, cuyos proyectos de vida están asociados al acceso a niveles superiores de enseñanza, se muestran en control de su sexualidad y de sus decisiones acerca de la iniciación de la vida sexual.

Estas conductas reflejan, no obstante, una importante desinformación acerca de los métodos de control de fecundidad que puede influir en la decisión de retrasar el inicio de la vida sexual. En su defecto, se aprecia desconfianza hacia algunos de los métodos o dificultades para acceder a ellos, principalmente de índole económica. En este hecho los servicios de sanitarios públicos poseen cierta responsabilidad, según nos refiere una entrevistada:

R: No yo no me fui al centro de salud porque cuando no tenés hijos no te podés ir a consultar, porque tenés que tener planificación familiar.

(E22, 18 años, escolarizada)

Las adolescentes, sobre todo las mayores, cuyos proyectos de vida reflejan obstáculos estructurales e imá­genes de género tradicionales, aún sean o no escolarizadas, tienden a mantener relaciones sexuales desprotegidas o de alto riesgo de embarazo al utilizar métodos naturales, incluido el consumo de ciertas hierbas.

Si bien existe una importante vinculación entre las imágenes de género y la construcción de los proyectos, éstos se encuentran mayormente influidos por la estructura de oportunidades. Es decir, las condiciones de vida y las estrategias familiares condicionan las conductas sexuales en la medida en que los efectos potenciales de éstas pueden coartar las prácticas encaminadas a la movilidad social.

Las imágenes de género reproducen el discurso social del deber ser de una mujer. En otras palabras, en tanto que las imágenes de género son alimentadas esencialmente del discurso social vigente, políticamente correcto, los proyectos de vida son valoraciones o racionalizaciones de lo que las condiciones de vida pueden ofrecer, supuestamente, a las adolescentes en el futuro.

Todo esto puede ser representado de la siguiente manera:

 

 

De hecho, el discurso acerca de las imágenes de género no necesariamente tiene continuidad en los proyectos de vida. Por otra parte, aunque las expectativas de las adolescentes se asocien a estrategias de movilidad social, los objetivos a conseguir son lineales: estudios-matrimonio-maternidad, aunque no existe claridad en torno a la conciliación entre la vida familiar y laboral.

Otro aspecto a tener en cuenta está dado por el papel del varón como condicionante de la conducta reproductiva de las adolescentes, esto es, el papel del varón en la "decisión" de la adolescente de quedar embarazada. En ciertos casos, este hecho reviste las características de una coerción emocional, que "obliga" a las adolescentes a procrear con el objetivo de mantener una relación de pareja. En este sentido, puede decirse que el varón ejerce un control en la relación de pareja.

 

Referencias

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Fecha de recibido: 5 de enero de 2006
Fecha de aceptado: 4 de octubre de 2007

 

 

Solicitud de sobretiros: Mtro. Ariel Miño Worobiej. Calle Tte. 1º Cayetano Rivarola 7.262 casi Tte. López, Asunción, Paraguay. Correo electrónico: aminowo@yahoo.com
* Entre las complicaciones más comunes se encuentran el Sx. hipertensivo (preclampsia y eclampsia), problemas nutricionales y sobre todo anemia y parasitosis, infecciones preferentemente del tracto urinario y genitales y el Sx. de amenaza de parto prematuro. De otro lado, entre las más comunes patologías del parto se encuentran: la desproporción pélvico-fetal, el trabajo de parto prolongado, lesiones de partes blandas como desgarros perineales, vaginales y cervicales, además de las hemorragias del posparto.
** Acerca de la deserción escolar de adolescentes embarazadas: en Jamaica, en el grupo de 13 a 15 años 80% de las jóvenes que quedaron embarazadas no asistían a la escuela y sólo 26% de ese grupo retomó los estudios. [...] En la Ciudad de México, [...] 49% de las adolescentes embarazadas había abandonado la escuela a raíz de su embarazo, 42% había dejado de estudiar antes de embarazarse, y sólo 9% había seguido estudiando.
*** Las cuatro variables utilizadas para medir las NBI en el citado estudio fueron: a) la calidad de la vivienda, b) la infraestructura sanitaria, c) el acceso a educación y d) la capacidad de subsistencia.

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