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Revista de investigación clínica

versión On-line ISSN 2564-8896versión impresa ISSN 0034-8376

Rev. invest. clín. vol.57 no.1 Ciudad de México ene./feb. 2005

 

Donato Alarcón, in memoriam

 

Transcripción de las palabras pronunciadas en el INCMyN el 19 de enero de 2005.

 

Donato Alarcón era un hombre complejo, con atributos excepcionales, muchos de ellos provocados por su origen mismo, el seno de una familia universitaria de clase media. En la primera mitad del siglo XX, estas familias marcaban y definían claramente el carácter de sus miembros. Los Alarcón eran juaristas y republicanos, con un profundo sentido del honor, de la patria y de sus instituciones, en la que varios de sus integrantes tuvieron gestos heroicos, lo que sin duda marcó definitivamente la personalidad de Donato.

Recuerdo cómo, con gran orgullo de su estirpe, Donato platicaba la forma en que su tío Alfonso, pediatra distinguido que incursionó en la vida pública, impugnó la traición de Victoriano Huerta desde la tribuna de la Cámara de Diputados. Con este tipo de anécdotas, Donato expresaba el gran honor que sentía por pertenecer a esta clase de mexicanos, y al mismo tiempo, revelaba la responsabilidad existen–cial que lo caracterizó siempre.

Poseedor de una gran inteligencia, producto de la combinación de una magnífica dotación genética y del esfuerzo de quien se dedicó a cultivarla y perfeccionarla, logró poner esa mente privilegiada, con un profundo sentido de responsabilidad, al servicio de sus semejantes y contribuir al desarrollo de su país, por medio de la medicina, la ciencia, la enseñanza y aun las artes. Todo ello se completaba con el significado que le daba a la amistad, la generosidad y la compasión, elementos que supo equilibrar con finura y que inculcaba cotidianamente a sus alumnos. Testimonio de todo ello lo pueden dar miles y miles de pacientes a los que atendió durante su vida profesional.

Sí, en efecto, Donato era un hombre complejo, pero también un hombre equilibrado, que conjugaba una serie de características difíciles de encontrar reunidas en una sola persona. Por ejemplo, lo distinguió siempre una gran exigencia, "el buen juez por su casa empieza" solía decir, y comenzaba por ser verdaderamente exigente consigo mismo. Nunca estaba conforme con lo que había logrado y, siempre insatisfecho con lo que alcanzaba, pensaba que podía y debía dar más. Era intolerante con la mediocridad y absolutamente intransigente con la mentira y la hipocresía, ante las cuales desplegaba su firme carácter, con argumentos implacables e impecables, tan contundentes que con frecuencia impedían réplica alguna.

Intolerante también con la falsedad, el análisis superfluo y los lugares comunes, Donato destacaba por su buen manejo del lenguaje. Expresaba sus ideas con claridad y no dudaba en manifestar su respeto a quienes sabían sostener con inteligencia sus propios argumentos y mantener sus convicciones, ya fueran estudiantes, colegas o personas ajenas a su campo de acción y a su vida. Esta actitud nos permitió a algunos ir forjando con los años una relación más cálida y cercana con él. Siempre encontró el espacio en su vida y en medio de sus ocupaciones para cultivar la amistad.

Fue también uno de los hombres más independientes que he conocido, con una autonomía de criterio absoluta, aunque no irreflexiva. Tenía una enorme capacidad para entender las cosas y luego, con base en sus principios, su vasta cultura y su gran inteligencia, darles su propia interpretación y compartirla con quienes querían escucharlo.

Su capacidad de trabajo era siempre apabullante, la cual le permitió lograr buena parte de lo que se había propuesto en la vida. No obstante, a pesar de que todavía era mucho lo que quería hacer, Donato encontró en su obra, sus amigos y su familia, que era importantísima para él, la tranquilidad que le permitió afrontar su enfermedad con la dignidad y categoría que siempre le caracterizaron.

Recuerdo muy bien cuando, por sus raíces universitarias, lo propusimos desde la Facultad de Medicina para formar parte de la Junta de Gobierno. El rector, con juicio ponderado, me hizo ver que en ese momento en la Junta de Gobierno había ya tres médicos y que se podría pensar que cuatro serían muchos. ¿Muchos? Repliqué, pues a mí me parecen pocos, pero si hay alguien en este país con más méritos académicos que Donato Alarcón para formar parte de la Junta de Gobierno, la Facultad de Medicina retira su propuesta. Unas semanas después el doctor Alarcón se integró, por unanimidad del Consejo Universitario, a la Junta de Gobierno de la UNAM.

Cuando llevé la copia de su curriculum a la Secretaría General de la Universidad me dijeron que no era necesario incluir las citas a la obra del doctor Alarcón, a lo que respondí: "no son las citas, son las publicaciones". En efecto, era impresionante lo que Donato había publicado en materia de investigación. Era sin duda el mejor investigador clínico que este país ha dado, y creo que va a pasar algún tiempo antes que alguien pueda igualar su productividad científica.

Ya en la Junta de Gobierno, Donato acrecentó su autoridad moral y, en no pocas ocasiones, a la hora de las difíciles decisiones que ahí se toman, su opinión fue fiel de balanza. No siempre salían adelante sus propuestas, pero cuando se tomaba una resolución diferente a la que él sostenía inicialmente, tenía esa capacidad autocrítica, reflexiva, que le permitía explicar y explicarse las razones de una decisión en contrario.

Así fue Donato Alarcón, el hombre que logró darle a su vida un sello singular; el hombre de los sutiles equilibrios entre su vida personal y de trabajo; el hombre que cultivó la ciencia y las artes, la vida familiar y profesional, el amor por su país, por las instituciones a las que se entregó y el compromiso con los más altos valores universales.

El tiempo se encargará de poner en relieve aún más, las enormes aportaciones que hizo Donato Alarcón a México y a la ciencia universal. Estoy cierto que su legado perdurará por siempre en la historia de nuestra medicina. Lo extrañaremos.

"Por mi raza hablará el espíritu".
Juan Ramón de la Fuente

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