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Revista de investigación clínica

versión On-line ISSN 2564-8896versión impresa ISSN 0034-8376

Rev. invest. clín. vol.57 no.1 Ciudad de México ene./feb. 2005

 

IN MEMORIAM

 

México, D. F., a 19 de enero de 2005.

 

Damas y caballeros:

 

Es para mí un honor hablar de la obra del Dr. Donato Alarcón Segovia dentro de la Reumatología.

El Dr. Alarcón nació el 6 de mayo de 1935 en esta ciudad. Fue hijo del Dr. Donato G. Alarcón Martínez y María Teresa Segovia de Alarcón.

Obtuvo el título de Médico Cirujano en 1959 por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue residente de Medicina Interna en el Instituto Nacional de la Nutrición de 1959 a 1961, y residente de Medicina Interna y Reumatología en la Clínica Mayo, Rochester, MN, de 1961 a 1965. En 1968 obtuvo el grado de Maestría en Ciencias de la Universidad de Minnesota.

A su regreso a México, de 1966 a 1971 fue Jefe del Laboratorio de Inmunología y consultor en Reumatología en este Instituto; fundó el Departamento de Inmunología y Reumatología, siendo el Jefe de 1971 a 1992.

Asumió la Dirección General del Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán, del 15 de junio de 1992 hasta el 16 de junio de 2002.

Ocupó diversos puestos docentes: Profesor de Medicina (Reumatología) desde 1975, Asesor académico del curso de Maestría y Doctorado en Inmunología desde 1977, Asesor académico de Maestrías y Doctorados en Investigación Biomédica Básica desde 1980, y Tutor de Maestría y Doctorado en Ciencias Médicas desde 1982, todo ello en la UNAM.

Ingresó al Sistema Nacional de Investigadores en 1985, siendo nombrado Investigador Nacional Nivel III desde ese año hasta 1996, fecha en que fue nombrado Investigador Nacional Emérito. Desde 1994 era miembro del Colegio Nacional.

Perteneció al Comité Editorial de 30 revistas nacionales y extranjeras, a 50 sociedades científicas y fue miembro honorario de 21.

Fue uno de los fundadores del Consejo Mexicano de Reumatología y Presidente del mismo en 1982. Fue Secretario Adjunto de la Academia Nacional de Medicina en 1973. Secretario de la Sociedad Mexicana de Reumatología de 1974 a 1976 y Presidente de la misma de 1976 a 1978.

En 1966, cuando regresa a México, los reumatólogos que habían, se podían contar con los dedos de las manos y la especialidad de Reumatología apenas iniciaba; en el Instituto Nacional de la Nutrición existía a nivel de consultaría. Día con día, con base en el trabajo incesante y el esfuerzo personal, logró cada una de sus metas y desarrolló el Departamento de Inmunología y Reumatología como hasta la fecha se encuentra.

En 1971 tuvo en José Antonio Cetina Manzanilla su primer Residente de Reumatología.

Desde entonces 254 alumnos más habrían de seguir, 193 mexicanos y 61 extranjeros, entre los que se cuentan 98 residentes de Reumatología, 67 nacionales y 31 extranjeros, 38 alumnos de maestría, 21 de doctorado y más de 100 alumnos de Servicio Social.

Diecinueve de sus alumnos pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores, y dos de los nueve cursos nacionales de especialización en Reumatología fueron fundados por ex alumnos.

Recibió 48 premios nacionales e internacionales, entre los que destacan: Premio Nacional de Ciencias Elias Sourasky, Premio Miguel Otero, Premio Eduardo Liceaga (en cuatro ocasiones), Premio Nacional de Ciencias y Artes del Gobierno Federal, Premio Ciba–Geigy ILAR de la Liga Internacional Contra el Reumatismo; fue Master del American College of Physicians y Master del American College of Rheumatology; le fue concedido el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Puebla.

Recibió 25 reconocimientos, visitante de un sinnúmero de universidades en México y el extranjero. Autor de 1,127 publicaciones y algunas aún hoy están en prensa. Sus trabajos, hasta junio de 2003, habían acumulado más de 10,000 citaciones.

Dentro de sus obras destacan las referentes al mecanismo de inmunorregulación en las distintas enfermedades del tejido conjuntivo, la clasificación de las vasculitis, la penetración de los anticuerpos al núcleo de las células vivas, los primeros estudios sobre la aplicación de la medicina nuclear al estudio de las enfermedades reumáticas. Su pasión, el lupus eritematoso generalizado, fue abordado en todas sus facetas, y recientemente el síndrome antifosfolípido, del que hizo la descripción original de la variedad primaria.

En reconocimiento a su trayectoria, en agradecimiento por sus enseñanzas y como expresión del cariño que todos nosotros le guardamos, en noviembre de 2003, en la ciudad de Puebla, durante dos días, juntos, el maestro con sus alumnos, intentamos reconstruir el pasado.

Hacia el término de la reunión, Luis Llorente intervino: "Mi querido maestro, todos le conocemos como vencedor de innumerables batallas, pero lo más importante es que ha servido a Dios y ha honrado a la Patria. Patria en el sentido que dijera Una–muno: 'allí donde nuestra lengua resuene'. Hoy, sus discípulos, que acaso forman ya una invencible y gran armada, han hablado del capitán que usted ha sido. Por la cruz de su apellido y por la cruz de su espada. Enhorabuena, Maestro, por este más que merecido homenaje". Hasta aquí la cita a Luis Llorente.

El 21 de diciembre pasado el Dr. Alarcón partió, dejando una huella imborrable.

Sin duda, la vida del Dr. Alarcón es ejemplar. En ella podemos constatar cómo los sueños se realizan si se acompañan de dedicación, determinación y preparación.

Es incalculable lo que en la vida de un hombre la ciencia médica de México, y en particular la reumatología, han ganado y el provecho que han dejado a la posteridad. Este legado no es producto de la casualidad, sino el resultado del arduo trabajo de un hombre con la visión de su destino y que supo cumplirlo. Por ello, no debemos sentir pesar por su partida, sino porque nos hemos quedado sin él. El puede sentirse satisfecho de su obra; nosotros, en cambio, tenemos el compromiso de custodiarla y engrandecerla.

La reumatología mexicana saltó al plano internacional con base en el trabajo del Dr. Alarcón, y el prestigio alcanzado se sustenta en mucha de su labor.

Quienes fuimos sus discípulos debemos percatarnos de lo afortunados que fuimos al tener la oportunidad de trabajar con alguien como él.

A la generación actual nos toca imprimirle un nuevo y vigoroso impulso y orientar a dicha disciplina por nuevos caminos en relación con el progreso de la ciencia, y mostrarnos como dignos sucesores de este gran hombre, sincero creyente del progreso humano por la vía de la cultura y del saber.

Ahora que físicamente él se ha ido, viene a mi memoria una de las estrofas de Francisco González Bocanegra:

"Para ti las guirnaldas de oliva.
Un recuerdo para él de gloria.
Un laurel para ti de victoria.
Y un sepulcro para él de honor".

¡Descanse en paz Donato Alarcón Segovia!

Dr. Jorge Sánchez–Guerrero
e–mail jsanchez@quetzal.innsz.mx

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