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Revista de investigación clínica

On-line version ISSN 2564-8896Print version ISSN 0034-8376

Rev. invest. clín. vol.57 n.1 Ciudad de México Jan./Feb. 2005

 

Donato Alarcón, in memoriam

 

Una semana o días antes de que Donato falleciera, me regaló una sonrisa, Marilú y yo la vimos, me sentí tranquilo. Salí de su casa conmovido, con una sensación muy distinta a la que había tenido otros días. Ya en mi coche reflexionaba sobre esa sonrisa y pensaba que si bien un hombre no puede cambiar los designios de su muerte, los hombres que tienen un espíritu impecable como Donato sí pueden ciertamente detener su muerte por un momento, un momento quizá muy breve, pero lo bastante largo para regocijarse en el recuerdo. Donato me había hecho sentir un alivio profundo, humano, natural, una simple sonrisa, pero con un extraordinario significado, un gesto que fue un regalo para el amigo. Yo no sé lo que él reconoció en mí, como solidario y semejante, pero sé que nos brindamos a lo largo de los años uno al otro una amistad sin restricciones.

Mi amistad con Donato nos permitía siempre hablar con franqueza, conocer el alcance de nuestros propios sentimientos, poner a prueba el valor de nuestras opiniones y confiar al cuidado del otro parte de lo que uno es, con el tiempo empezamos a hablar más profundamente sobre asuntos personales, de la vida, de la familia, de los hijos, de nuestra profesión, siempre con discreción. Nuestra amistad involucró a Marilú y a Gloria, nuestras esposas. Para mis hijos el doctor Alarcón Segovia dejó de ser el doctor y se convirtió en Donato, parte de nuestra familia. Todos se vieron afectados por su enfermedad y muerte. Por mi parte guardo un cariño muy especial para las hijas de Donato y de Marilú, y sus familias, para nosotros también ellas son parte de nuestra familia.

Conocí a Donato cuando regresó al instituto en Dr. Jiménez, llegaba de Rochester, de la Clínica Mayo y tenía una personalidad arrolladura, al poco tiempo de su llegada todo tenía que ver con lupus, hice alguno de mis primeros trabajos de investigación con él, el primero se publicó como carta al editor en Lancet, a lo largo de los años tuve el privilegio de ver mi nombre al lado del suyo en varios otros artículos, guardo esto como algo muy valioso en mi carrera profesional. Poco tiempo después de su llegada a México llegué a ser su paciente, en 1968 me diagnosticó hipersecreción de ácido úrico y hasta unos meses antes de su fallecimiento me seguía dando consejos para evitar que fuera yo a tener complicaciones. Siempre lo vi con gran respeto. Durante un Congreso Nacional de Medicina Interna en Monterrey, en que se llevó a cabo un simposio titulado "Fronteras entre las Ciencias Básicas y la Medicina Interna" en la que participaron cinco médicos y cinco personalidades no médicas que discutieron temas muy variados de la medicina, uno de estos participantes fue el Dr. Donato Alarcón Segovia, ahí se conocieron Gloria mi esposa y Donato y después Marilú; porqué no le hablas de tú me decían Marilú y Gloria, me era difícil, mi admiración a la capacidad científica del Dr. Donato Alarcón Segovia era muy grande y opacaba todas las otras aristas que después habría yo de conocer más a fondo. En una ocasión discutiendo en la dirección un proyecto de investigación de avanzada, sobre la incipiente Medicina Genómica, en particular sobre aspectos de metodología para la medición de polimorfismos usando PCR de tiempo real era tal nuestro asombro y la visión de lo que implicaba para el futuro de la medicina, que al calor de la discusión me encontré habiéndole de tú en vez de usted. A partir de ahí nuestra amistad había trascendido sin lugar a dudas, se fue consolidando con el tiempo y permanecería inamovible hasta su muerte. Su bonhomía y su sonrisa permanecerán para siempre en mi memoria.

¿Cómo era Donato más allá del ámbito científico y académico?, era un hombre libre, la libertad para él más que una idea o un concepto era una experiencia, Donato vivía la libertad, sentía la libertad y pensaba en ella cada vez que actuaba, incluso me atrevo a pensar que gran parte de sus investigaciones se concibieron precisamente por la imaginación en la libertad que tenía. Esa libertad aunada a una gran vocación de médico, que seguramente fue alimentada desde su infancia por su padre, lo llevaron a ser el gran internista y reumatólogo que fue Donato, pero además para serlo se requería de una vasta preparación académica que Donato sin lugar a duda adquirió. Lector incansable de la literatura científica y no científica, Donato insistía en la necesidad de la educación médica continua, de contribuir con ideas originales. Como su amigo pronto aprendí la importancia que Donato daba al hecho de respetarse a sí mismo y de respetar a los demás. Donato tenía el don de poder dar íntegramente su tiempo y el espacio a un proyecto específico, podía tratarse de redactar un trabajo científico (para lo cual entre paréntesis tenía una gran, gran habilidad), o una plática, o dirigir una reunión de trabajo, o escuchar al amigo o a quien se hubiese acercado a pedir consejo, o al atender a un paciente. En ese momento dedicaba todo su tiempo al planteamiento en cuestión, era ejemplar su capacidad de organización y de respeto a los demás, su compromiso era íntegro, no le gustaban por ende las interrupciones. Esta era una rara cualidad de vehemente respeto a los demás y su tiempo, una creencia en la autonomía y a la facultad de expresión. Donato opinaba siempre con reflexión y lo hacía en forma generosa. Como amigo siempre sus consejos eran con buen tino.

Donato era un hombre muy culto, que tenía gusto por vivir, gusto por lo mejor de la vida, incluyendo buena comida y excelentes vinos, y un gusto particular por un buen chocolate, tenía una memoria extraordinaria, una imaginación fértil, una vida muy rica en sucesos; su vida era real, auténtica, pertenecía a un núcleo familiar y cultural que permite decir las cosas sin temor, había en él una cierta ley interior, una ética, una moral. Donato tenía su propia imagen y estilo. Su narración era fluida y sabrosa, nunca aburría o fatigaba, la plática con Donato casi invariablemente invitaba a la reflexión, era un hombre muy sensible.

Tengo en mi casa un cuadro que muestra dos manos enlazadas con gran expresión plástica, de líneas sencillas, pero que me provoca muchas sensaciones, me hace recordar a Donato y su sensibilidad. Donato, entre otras cosas, gustaba de la pintura, dentro de sus pintores favoritos estaba Paul Klee, alguna vez visitamos los cuatro una exposición precisamente de Klee en Nueva York, Donato era un erudito de la obra de Paul Klee, quien entre paréntesis había fallecido de esclerodermia, sin lugar a dudas otro motivo para atraer la atención de Donato. No recuerdo bien de quién aprendí el que las manos mientras habla el hombre no se duermen, no se mueren, no se rinden, son una reserva insobornable del ser humano, las manos son elocuentes por sí mismas, observando las manos se conoce mucho de las personas, me han servido de referencia en la práctica clínica y en la vida cotidiana. No sé a ciencia cierta por qué, pero veo las manos y asocio mis recuerdos a Donato, será por su especialidad, será por su sensibilidad o acaso por otros atributos de Donato. Donato tenía una facultad para descubrir relaciones entre las cosas, combinar formas y efectos disímbolos, descubrir una relación oculta entre ellos y unirlos en un verdadero concierto.

Visitar un museo con Donato era una cosa distinta, era un deleite, lamento no haberle podido dedicar más de mi tiempo para estas visitas. No me es fácil darles a ustedes una idea de su sensibilidad y cultura, sin embargo, cómo no recordar las bienales de pintura en el instituto que organizó siendo director del mismo, las sesiones culturales, la exposición permanente de arte en el instituto.

Cuando Nutrición cumplió 50 años y Donato era su director se publicó la autobiografía del Maestro Salvador Zubirán, Donato como todos nosotros lo admiraba mucho, escribió el prólogo del libro, Nutrición es una gran institución, que será aún más grande en el futuro decía Donato, recuerdo las juntas de planeación del 50 Aniversario y su idea de festejarlo en forma muy particular, que trascendiese, que en–fatizara precisamente al maestro Zubirán y su obra, el instituto. Es así como surge la idea de una sinfonía propia del instituto, que reflejara la mística, el sentido humano, la libertad y el deseo de superación. La sinfonía es un legado de Donato para todos nosotros.

He hablado unos minutos como el amigo, sin embargo, no quiero terminar sin decir que la riqueza de amigos de Donato era muy grande y diversa, además de sus amigos de Nutrición, están aquellos del ámbito científico nacional y extranjero, el ámbito académico, el campo de las artes. El árbol de la vida de Sebastián en el instituto, la más reciente estatua de Nierman frente al Departamento de Reumatología, la presencia de muchos de sus amigos aquí el día de hoy es fiel evidencia de lo que significa la amistad. A toda la familia de Donato en nombre de todos sus amigos les abrazamos con cariño y gran afecto.

Dr. David Kershenobich

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