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Revista de investigación clínica

On-line version ISSN 2564-8896Print version ISSN 0034-8376

Rev. invest. clín. vol.56 n.2 Ciudad de México Apr. 2004

 

Rev Invest Clín 2004; Vol. 56(2):124-125
EDITORIAL

 

El principio de la epidemia en México

 

Dr. Samuel Ponce de León R.*

*Subdirección de epidemiología. Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán
Vasco de Quiroga 15. Tlalpan 14000. México, D.F.
Correo electrónico: sponce@quetzal.innsz.mx

 

Para todos aquellos que se quedaron en el camino y
para todos los que lo siguen construyendo.

 

La noticia de una nueva enfermedad que crecía con rapidez permeó con lentitud en nuestro medio. Después de dos años de que en Estados Unidos se iniciara la descripción de casos en varones homosexuales, de sus rasgos epidemiológicos sobresalientes, de lo exótico de sus complicaciones infecciosas y neoplásicas -las más frecuentes entonces eran neumonía por Pneumocystis carinii y sarcoma de Kaposi, dos entidades poco frecuentes y hasta entonces no relacionadas entre sí; una consecuencia de inmunosupresión en desnutridos y neutropénicos, y la otra, relativamente frecuente en el continente africano, pero excepcional en nuestro medio-, entonces se veía la epidemia en los EUA como algo ajeno y lejano.

Ante el creciente número de casos pronto se publicó un comentario sobre las dificultades de delinear con exactitud una enfermedad que se caracterizaba por deterioro de las condiciones generales, pérdida de peso, e inmunosupresión y que llamaba la atención sobre la posibilidad de encontrar casos en nuestro medio. 1 Especulábamos entonces que la epidemia tendría un comportamiento en México muy diferente al que veíamos entonces en los EUA y nos equivocamos.

Los primeros casos se identificaron en México en 1983 y por dos años el crecimiento fue rápido, pero no de gran magnitud, hablábamos de decenas de casos y, en su mayoría, esos primeros enfermos habían sido contagiados fuera de nuestro país de acuerdo con sus antecedentes. En poco tiempo, sin embargo, empezamos a encontrar pacientes que parecían haberse infectado de manera autóctona y se iniciaron los primeros estudios de prevalencia en varones homosexuales mexicanos. 2 El hallazgo de una prevalencia cercana a 25% en esta población no auguraba perspectivas epidemiológicas fáciles y así fue cabalmente entendido. En la Dirección General de Epidemiología tempranamente se hicieron recomendaciones y se delinearon estrategias de comunicación y estudios epidemiológicos con base poblacional. 3,4 Tempranamente también se enfrentó la intolerancia y la discriminación. Actores destacados entonces fueron el Secretario de Salud, Dr. Guillermo Soberón, y el entonces Director General de Epidemiología, Dr. Jaime Sepúlveda, quienes con claridad científica hicieron del conocimiento general que no se trataba de asunto de moral, sino de un problema de salud pública.

Para 1985 era claro que teníamos una epidemia de rápido crecimiento con dos diferentes factores de riesgo predominantes. El grupo más numeroso estaba constituido por varones homosexuales y el otro con menos casos, pero también de muy rápido crecimiento, era de mujeres (predominantemente) receptoras de transfusiones de sangre, 5 era claro también que sus características clínicas tenían diferencias con otras regiones geográficas principalmente en cuanto a la frecuencia relativa de infecciones oportunistas. 6

En los primeros meses de 1986 se recibió una llamada en el Departamento de Infectología del entonces INNSZS, de una compañía que fabricaba reactivos de diagnóstico para lo que entonces se conocía como HTLV-III (virus de linfocitos T humanos de tipo III). Se nos informaba con preocupación que sus resultados (que se enviaban para confirmación a Europa) les mostraban que casi 80% de donadores estudiados en una compañía que comerciaba con plasma y derivados estaban infectados. Se siguieron con rapidez estudios de la Dirección General de Epidemiología en diversas compañías dedicadas al manejo industrial de sangre y derivados y en donadores "profesionales". Los resultados constituyeron el fundamento para crear la ley que prohibía el comercio de sangre y derivados en nuestro país, lo que terminó con esta epidemia exitosamente.

El panorama de los primeros años de la epidemia fue caracterizado por una intensa reacción del clero y grupos conservadores contra las medidas de control de la epidemia, específicamente la promoción del uso del condón y una educación sexual explícita; la desoladora situación de no contar con intervenciones terapéuticas eficaces y observar cómo se deterioraban nuestros pacientes a ojos vistas, sin nada más que palabras de ánimo para ofrecerles; la negativa de no pocos grupos de médicos y enfermeras, incluso instituciones, para atender a los "sidosos"; el rechazo de las compañías de seguros a pagar la atención médica de sus asegurados sin ningún argumento válido más que su prepotencia y la complacencia de la autoridad correspondiente; el miedo irracional de grupos sociales y poblaciones que llevó a quemar habitaciones y expulsar a pacientes de sus viviendas, escuelas y trabajos. Fueron tiempos difíciles y de muy intensa actividad en múltiples frentes para, poco a poco, paso a paso, ir modificando estos obstáculos. 7

Un pequeño grupo de epidemiólogos, clínicos, salubristas y sociólogos llevó la responsabilidad inicial, en el seno de la DGE SSA, de investigar, educar, atender enfermos, satisfacer a los medios de información e incluso responder demandas y desatender amenazas. Éste fue el germen de lo que luego evolucionó al Consejo Nacional para la Prevención del SIDA (CONASIDA) creado en 1986, y finalmente ahora a CENSIDA. La notificación obligatoria e inmediata fue iniciada en abril de 1987 y se permitía así conocer con detalle el crecimiento y las características de la epidemia.

La Dirección General de Epidemiología y el Instituto Nacional de Nutrición fueron las instituciones en donde se concentraron esfuerzos y se diseñaron estrategias y guías. El primer caso informado se trató de un hombre originario de Haití con tuberculosis miliar, entre otros diagnósticos, que falleció en el Instituto con el antecedente de que su pareja, una mujer joven también originaria de Haití, había fallecido con un cuadro clínico similar en Francia meses antes. El primer reporte clínico incorporaba ya estudios inmunológicos avanzados y conceptos de vanguardia que fueron desatendidos injustamente por las revistas internacionales. 8

Veinte años después, lo aquí reseñado es historia poco conocida, pero esas actividades, el compromiso y esfuerzos implícitos, la dedicación de médicos, enfermeras, comunicadores e intelectuales, resultaron en numerosos éxitos y en lo que hoy se mide como una tasa de incidencia menor que cualquier otro país de nuestra región.

 

REFERENCIAS

1. Ruiz AGJ, Ponce de León S, Ruiz PG. El Síndrome de inmunodeficiencia adquirida en México. Rev Invest Clin 1983; 35: 265-6.         [ Links ]

2. Sierra MJ, Ponce de León S, Ruiz PG, Tinoco J, Calva J, Zamora E. Prevalencia de anticuerpos contra el virus asociado a linfadenopatía/virus linfotrópico humano tipo-III de células T (LAV/HTLV-III) en una población de homosexuales en México. Sal Pub Mex 1986; 28: 180-5.         [ Links ]

3. Izazola JA, Valdespino JL, Sepúlveda J. Factores de riesgo asociados a infección por VIH en hombres homosexuales y bisexuales. Sal Pub Mex 1988; 30: 555-66.         [ Links ]

4. Valdespino JL, Sepúlveda J, Izazola JA, y cols. Patrones y predicciones epidemiológicas del SIDA en México. Sal Pub Mex 1988; 30: 567-92.         [ Links ]

5. Valdespino JL, García ML, Del Rio A, Loo E, Magis C, Salcedo R. Epidemiología del SIDA/VIH en México; de 1983 a marzo de 1995. Sal Pub Mex 1995; 37: 556-71.         [ Links ]

6. Ponce de León S, Macias A, Cruz A, Calva J, Tinoco JC, Ruiz C y cols. Los primeros cinco años de la epidemia de SIDA en México. Sal Pub Mex 1988; 30: 544-54.         [ Links ]

7. Ponce de León S, Sierra J, Ruiz PG. El síndrome de inmunodeficiencia adquirida en México: bases para su prevención y control. Sal Pub Mex 1986; 28: 380-3.         [ Links ]

8. Abud C, Alcocer J, González R, Díaz-Jouanen E, Alarcón D. Síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Datos clínicos y estudios inmunológicos en 9 pacientes vistos en México. Rev Invest Clin 1984; 36: 311-19.        [ Links ]

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