En estos últimos dos años, principalmente por la pandemia, nuestro entorno se ha visto afectado. Encierro obligado, noticias fatalistas, muertes de conocidos o de personas cercanas nos bombardean sin piedad. Nos sentimos ansiosos, preocupados, y en otros casos la depresión puede hacerse presente y llegar hasta el intento o consumación de suicidio. En otros casos hay dificultad para concentrarse, pueden coexistir alteraciones en los hábitos de alimentación o de los patrones de sueño. De acuerdo con el Dr. Souza-Machorro, hay que identificar las reacciones de estrés grave y trastornos de adaptación para tratarlos con oportunidad y ajustar el tratamiento al caso de cada paciente. No hay edad para que estas alteraciones se presenten y el paciente no siempre se acerca al especialista adecuado ni recibe la atención apropiada ¹.

Tal como la depresión es una enfermedad heterogénea, con una amplia gama de síntomas emocionales, físicos y cognitivos, el estrés puede provenir de cualquier situación o pensamiento que haga sentir al individuo frustrado, furioso o nervioso ¹.

En otra edición de esta revista se hizo referencia a que las enfermedades emocionales no son adecuadamente priorizadas por el sistema de salud. Todas ellas, aunque son un inconveniente obvio, conforman el clásico ejemplo del “elefante en la habitación” del que se teme hablar ². Por eso no es extraño que el paciente no siempre se acerque al especialista adecuado y, por lo tanto, el tratamiento prescrito tampoco resultará adecuado. Incluso, muchas personas no buscan ayuda profesional, porque no reconocen que tienen un problema. Creen ser capaces de lidiar solas con la presión del día a día y que simplemente con el tiempo va a desaparecer. La revisión de Souza-Machorro sirve como guía para clasificar los trastornos y da orientación sobre los posibles tratamientos.

El mismo Souza-Machorro nos informa que un evento biográfico grave puede llevar a una reacción de estrés agudo, lo mismo que un cambio vital significativo que dé lugar a situaciones desagradables persistentes lleva a una reacción de estrés generalizada. Estamos, desde hace meses, viviendo situaciones que las pueden desencadenar ³.

Nos enteramos de la muerte de millones en todo el mundo y miles en nuestro país, nos tocó la restricción de vacunas, pasamos por encierro forzado y distanciamiento social y, por si fuera poco, cuando ya íbamos saliendo de estas situaciones, una guerra sin sentido suma sentimientos de incertidumbre y dolor ⁴.

Nuestros médicos y residentes que laboraban -y lo siguen haciendo- en el sector salud estaban agotados, su labor y entrega eran poco reconocidos y su salud mental seguramente se vio y está afectada. Situaciones semejantes de estrés acontecieron en nuestros estudiantes de pre y posgrado. Después de algunos meses de cierta normalidad nos encontramos con que los contagios nuevamente van al alza.

Foto: Pexels-Cottonbro 

El mirar continuamente noticias sobre la evolución de la pandemia y otras referencias catastróficas aumenta nuestra percepción de que la situación no es favorable, que los riesgos persisten. Estamos en una alerta continua por nuestros familiares, conocidos y por nosotros mismos. Un estudio, sobre salud mental, de una universidad alemana en trabajadores de la salud reveló que una inadecuada recuperación durante el tiempo de descanso incrementó el consumo de alcohol, menos confianza en sus colegas en situaciones difíciles en el trabajo, y estadísticamente se asoció con síntomas depresivos, mientras que la inquietud por contagiarse de SARS-CoV-2 se asoció con síntomas de ansiedad ⁵.

En el caso de los niños, se ha observado un aumento en problemas de conducta, de sueño, dificultad para integrarse al juego. Por no atender a la escuela realizan menos actividad física, su dieta es menos saludable y pueden estar más expuestos a violencia o abusos ⁶.