Gustav Klimt, El beso (pintado entre 1907 y 1908) 

Históricamente, la humanidad se ha visto inmersa en otras pandemias que dejaron huellas profundas. Por el registro de las poblaciones que resultaron diezmadas, hemos de reconocer que ante estas situaciones no hay distingos; la muerte no privilegia solo a unos y tampoco desprecia a todos.

Gustav Klimt no fue capaz de prolongar su vida unos años más, ya que ni con todo el oro que acumuló su obra, pudo evadir a la mal llamada gripe española, nombrada así porque fue en ese país donde la enfermedad recibió mayor cobertura periodística, ya que en España los medios de comunicación no estaban censurados como en los otros países participantes en la guerra¹.

Gustav nació en Baumgarten, Austria, en 1862, en medio de una familia con escasos recursos económicos, pero rica en talento. Su padre era grabador de oro. Su madre, aunque siempre estuvo deseosa de dedicarse al canto, nunca pudo satisfacer esta afición.

Así, con un imponente legado artístico y una relación familiar con el grabado en oro, pero sobre todo gracias a su talento, Gustav, de 14 años, se hizo acreedor a una beca para estudiar en la Kundstgewerbeschule, la Escuela de Artes y Oficios de Viena, en donde aprendió a decorar interiores y a pintar. Influido después por el famoso pintor de la época Hans Makart, siguió formándose en la escuela clásica. Él, su hermano Ernst y su amigo Franz Matsch empezaron a realizar trabajos en conjunto como asistentes de su profesor en la decoración de varios edificios.

Para los inicios de 1888, Klimt, que ya trabajaba solo, recibió la Orden de Oro al Mérito, de manos del emperador Francisco José I de Austria, por su trabajo en los murales de Burgtheater de Viena, lo que le permitió otros reconocimientos posteriores, como ser miembro honorario de las universidades de Múnich y Viena. En esa época murieron su padre y su hermano, lo que impactó no solamente a su vida personal, sino a su estilo pictórico. También, en esta época, entró en su vida Emile Flöge, quien sería su compañera hasta el final².

A este autor se le reconoce por un estilo muy personal y por el empleo de pan de oro en sus pinturas, lo que logra esa característica decoración suntuosa basada en tonos dorados y elementos ornamentales de vivos colores.

Algunas de sus obras más reconocidas, de su época dorada, fueron Retrato de Adele Bloch-Bauer y El beso (pintado entre 1907 y 1908). Resulta paradójico que tan solo 10 años después, durante la influenza de esa época, los especialistas de la higiene señalaran como enemigo mortal a los besos y el apretón de manos².

Klimt formó parte del movimiento modernista austriaco de la Sezessione, que compartió con otros artistas. El movimiento contó con el edificio de la Sezessione vienesa, que construyó Joseph María Olbrich, y cuyo lema fue “A cada tiempo su arte. A cada arte su libertad”^1,2.

Por su obra La vida y la muerte, en 1911 se le reconoció con el primer premio de la Exposición Universal en Roma. Resulta interesante que dedicara alrededor de 8 años en la realización de esta pintura con un tema que lo obsesionaba: la muerte³, pues ya había enfrentado, en 1892, las inesperadas muertes de su padre y su hermano Ernest, y tan solo unos años después de recibir el galardón, en 1915, el de su madre. Klimt murió unos años más tarde, en 1918, después de sobrevivir a un infarto, complicado por una neumonía, víctima de la gripe española^2,3.

Sus pinturas han roto récords por las astronómicas cifras que han alcanzado en subastas en las que se presentan; y otras han trascendido a otros ámbitos, como el Retrato de Adele Bloch-Bauer, que ha inspirado una película, La mujer dorada, donde se cuenta la historia de cómo el cuadro, que fue robado por los nazis durante la ocupación de Austria, después de varios años y un juicio de por medio, fue restituido a la familia a la que se lo habían hurtado^2,4.

Este artista rompió con todos los estereotipos de la época, adornando su obra imperecedera con temas rebosantes de erotismo, con toques de áureos destellos y mosaicos multicolores.