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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.63 no.3 Ciudad de México may./jun. 2020  Epub 05-Mar-2021

https://doi.org/10.22201/fm.24484865e.2019.63.3.01 

Editorial

Observar, preguntarse y proponer soluciones

Observing, Asking Questions and Proposing Solutions

Teresa I. Fortoul van der Goes


“Quienes dicen que no se puede hacer,

no deberían interrumpir a aquellos que lo están haciendo”.

Puck 1, Vol. 52/902/03.

En los inicios del siglo XIX, al entrar a las salas hospitalarias se percibía un olor pestilente que se conocía como “el tradicional hedor hospitalario”, y no era extraño encontrar en algunos pacientes, la convivencia con larvas y hongos, que se consideraban como cohabitantes normales. Hospitales como el St. George, en Londres, eran conocidos como “casas de la muerte”.

Los quirófanos no eran la excepción; la mesa quirúrgica estaba cubierta con remanentes sanguíneos y restos de las carnicerías previas que habían ocurrido en el lugar. Además, el piso cubierto de aserrín, cuya función era absorber la sangre que chorreaba de la mesa quirúrgica, no se cambiaba con frecuencia1.

Nuestro personaje de origen húngaro, Ignaz Semmelweiz, después de terminar su preparación obligatoria, decidió estudiar Derecho, en 1837. Se comenta que después de presenciar una autopsia que realizaba el Dr. von Rokitansky, decidió dedicarse a la medicina y, en 1844, terminó sus estudios. Al salir buscó trabajo como internista, pero las opciones no eran muchas y decidió dedicarse a la obstetricia. Su búsqueda lo condujo, en 1846, al Hospital General de Viena, del que era director Johann Klein, y donde fue aceptado como su ayudante2.

La atención se dividía en dos clínicas: una la atendían comadronas; y otra, estudiantes de medicina y médicos obstetras. En la primera la mortalidad era mucho menor que en la que los estudiantes y médicos atendían a las pacientes. En aquella en la que la mortalidad era mayor como consecuencia de la “fiebre puerperal”, notó que los estudiantes de medicina y médicos, con frecuencia se dirigían directamente a la atención de las pacientes, después de haber realizado prácticas de disección en cadáveres y que, a pesar de lavar las manos con jabón, un olor desagradable persistía.

Otros reportes mencionan que al notar que uno de sus compañeros, Jacob Kolletschka, accidentalmente sufrió una cortada con uno de los instrumentos con los que realizaba una autopsia, esta se le infectó, tuvo síntomas parecidos a los de la fiebre puerperal, y murió3.

La salud de sus pacientes le preocupaba y se conmovía por aquellas con fiebre puerperal.

Consultó los registros de más de 6 décadas del hospital de maternidad de Viena. Minuciosamente anotó durante temporadas el comportamiento de las muertes, se dio cuenta de que la tasa de mortalidad en mujeres que daban a luz en la calle, era incluso notablemente más baja que las que lo hacían en la clínica. Una vez identificada la causa de mayor mortalidad de las mujeres que daban a luz en las clínicas, defendió con vigor lo que las estadísticas mostraron, declaró “hay que acabar con la matanza” 4.

Lo interesante de esta situación es que Semmelweis, ya sea la primera o la segunda historia, se le ocurrió hacer lo que hoy llamaríamos una intervención: solicitó autorización para que los estudiantes y médicos se lavaran las manos con una solución de hipoclorito de calcio, y con esta medida la mortalidad disminuyó notablemente, de 18 a 2%, similar a la que ocurría en la otra clínica. Decidió, además, lavar los instrumentos y esto disminuyó la mortalidad al 1%.

Sus datos no fueron del agrado del equipo médico de la clínica, ya que era impensable que los médicos fueran los causantes de la muerte de las pacientes. Su hallazgo incomodó tanto al director de la clínica, que, cuando este aplicó nuevamente al puesto, no lo volvió a contratar. Consiguió otro puesto en otra clínica en Budapest, en donde repitió su intervención con el mismo éxito que en la primera ocasión5.

En 1861 publicó su trabajo sobre la fiebre puerperal y envió esta publicación a los obstetras más prominentes de la época, pero su teoría no fue aceptada, ya que pudo más el peso de las autoridades que la evidencia que él mostraba. En una conferencia en la que presentó su trabajo, Rudolf Virchow no aceptó su propuesta6.

Por más que insistió en difundir su trabajo, no tuvo éxito y, según algunos autores, cayó en una severa depresión, otros refieren un comportamiento errático que asustó a su familia y, con engaños, lo internaron en un hospital psiquiátrico en el que murió, irónicamente por una herida infectada, en 18656.

Google le dedicó el doodle del 19 de marzo de 2020 a este médico, que en su época no fue reconocido por su cuidadosa observación de los eventos de su entorno y los datos que publicó, en los que demostró la utilidad de “lavarse las manos”, propuesta que aplicó, por primera vez, hace 150 años7.

Al igual que Lady Mary, de la que comentamos su importante papel en la prevención de la viruela con la variolización que observó en Constantinopla8, Semmelweis no tuvo el reconocimiento que su estudio merecía; es más, el trato que se le dio lo llevó a la depresión y a la frustración. Ahora, en esta emergencia sanitaria, el lavarnos las manos, lo escuchamos varias veces al día y hasta un gingle se repite y se repite.

Junto con esta actividad preventiva, el aislamiento y el cuidado de la salud, como una responsabilidad individual y colectiva, estamos enfrentando a un enemigo invisible para el ojo humano, que no por eso es menos peligroso.

Si se hubiese escuchado al Dr. Li Wenliang, en lugar de castigarlo por haber externado lo que estaba observando en sus pacientes, es posible que China hubiera actuado más rápido y no estaríamos enfrentando la pandemia que tenemos ahora. El Dr. Wenliang murió infectado por el SARS-CoV-2, como otros médicos y trabajadores de la salud que han sacrificado su vida por salvar a otros9.

¡Gracia a todos!
Teresa I. Fortoul van der Goes
Por mi raza hablará el espíritu

REFERENCIAS

1. BBC. Ignaz Semmelweis: el doctor al que metieron al manicomio por insistir en la importancia de lavarse las manos. BBC, serie "Science Stories". [Internet]. 22 de septiembre de 2019. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49653058. [ Links ]

2. López A. Ignaz Semmelweis, o cómo evitar contagios con tres palabras: lavarse las manos. El País. 21 de marzo, 2020. Disponible en: https://elpais.com/sociedad/2020-03-20/ignaz-semmelweis-o-como-evitar-contagios-con-tres-palabras-lavarse-las-manos.html. [ Links ]

3. Lienhard JH. Ignaz Philipp Semmelweis. Engines of our ingenuity. [Internet]. (622). Disponible en: https://www.uh.edu/engines/epi622.htm. [ Links ]

4. Miranda CM, Navarrete TL. Semmelweis y su aporte científico a la medicina: Un lavado de manos salva vidas. Rev. chil. infectol. [Internet]. 2008 Feb. [citado 2020 Abr 08];25(1):54-57. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-10182008000100011&lng=es. http://dx.doi.org/10.4067/S0716-10182008000100011. [ Links ]

5. Wong S. Ignaz Semmelweis. New Scientist. [Internet]. Disponible en: https://www.newscientist.com/people/ignaz-semmelweis/Links ]

6. Imre Z. Ignaz Semmelweis. German-Hungarian physician. En Encyclopedia Britannica. [Internet]. Marzo, 26, 2020. Disponible en: https://www.britannica.com/biography/Ignaz-SemmelweisLinks ]

7. Ignaz Semmelweis, el médico que descubrió que lavarse las manos salva vidas. En Historia, National Geographic. [Internet]. [Actualizado 26 de marzo, 2020]. Disponible en: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ignaz-semmelweis-medico-que-descubrio-que-lavarse-manos-salva-vidas_15184Links ]

8. Fortoul van der Goes T I. Un "NO" por respuesta, no fue suficiente. Rev Fac Med (UNAM) 2020;63:56-8. [ Links ]

9. Fortoul van der Goes T I. Besos y abrazos en tiempos del coronavirus y la influenza. Rev Fac Med (UNAM) 2020;63:3-5. [ Links ]

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