La creatividad puede ser motivada por un deseo de trascender a la muerte. De modo contrario, la destrucción de monumentos y obras de arte puede interpretarse como un acto simbólico dirigido a impactar negativamente a la sociedad, a través de la destrucción de un legado cultural.

Un estudio de psicología de la Universidad de Kent, realizado por Rotem Perach, experto en psicología social y salud mental², constató que aquellos individuos con altos niveles de creatividad logran superar el temor a ser olvidados tras la muerte. Justo este deseo de legar un trabajo creativo duradero, incluso después de fallecer, resulta en un fuerte sentimiento de seguridad existencial frente a la muerte. Es a través de su trabajo creativo que muchos artistas desaparecidos siguen viviendo en nuestra cultura.

Laurel Anne Burch nació en San Francisco, California, cuanto terminaba el año de 1945. Como parte de su currículo vital, anotaba a su padre con tres matrimonios a cuestas; y en el caso de su madre, solo dos. Esta situación la hizo sentirse poco valorada, y su refugio fue tocar la guitarra, así como practicar la danza y el dibujo.

Muy joven decidió dejar su casa y, con lo apenas necesario, salió a enfrentar el mundo. Para mantenerse cuidó niños, limpió casas… su precaria situación la llevó a dejar la escuela y dedicarse a cantar en las calles, acompañada por su guitarra.

A los 19 años se casó con un músico, y a los 20 ya era madre divorciada, con un niño y una niña.

Para mantener a sus hijos, además del apoyo federal, en su cocina hacía joyería que vendía en las calles de San Francisco. Al ver sus trabajos, algunos de los comerciantes locales empezaron a interesarse en él; un hombre de negocios de la India, llevó algunos de sus trabajos a China e intrigados por este, la invitaron a aquel país en 1971.

En este viaje conoció una técnica en la que se empleaban esmaltes de diversos colores -cloisonné-, lo que realizó en grandes lienzos que se fraguaron en aretes, y con el apoyo del hombre de negocios que la presentó en China, inició el negocio y la firma que la dio a conocer. Utilizó todo tipo de materiales y se atrevió a incursionar en moda y decoración. En 1979 dejó su relación con el comerciante indio y se lanzó con su propia firma.

Su segundo matrimonio también terminó en divorcio, y al momento de su muerte le sobrevivieron su último esposo, sus hijos y dos nietas.

Laurel padeció osteopetrosis, una rara enfermedad que la hizo vivir en constante compañía del dolor. La artista mencionaba que en ocasiones solo por caminar se le fracturaba un hueso. Como consecuencia de la osteopetrosis, ella presentó centenares de fracturas, pero estas no limitaron su trabajo, ya que seguía pintando aun en los periodos de convalecencia. Aprendió a pintar con la mano que no usaba regularmente -la izquierda-, después de fracturarse el brazo derecho en 2005. En ocasiones, por lo tardada que resultaba la reparación de sus huesos fracturados -un año o más-, pintaba con las férulas puestas. Al final de su vida se fracturó la mandíbula y tuvo que ser alimentada con una sonda.

Después de una vida compleja con una enfermedad extraña que se conoce también como “la enfermedad de los huesos de piedra”, Laurel Burch nos dejó una serie de cuadros con colores llamativos, con composiciones fantásticas, ya sea de mariposas, pájaros, gatos o caballos. Sus obras están tan llenas de color y con diseños tan vistosos, que se pueden ver en ropa, que ella también diseñaba, y una serie de objetos para la casa o la cocina.

Laurel murió a los 61 años por complicaciones de la enfermedad que la aquejaba, pero ni en los últimos días dejó de crear³.