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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.62 no.6 Ciudad de México nov./dic. 2019  Epub 22-Dic-2020

https://doi.org/10.22201/fm.24484865e.2019.62.6.07 

Profesionalismo y ética

El relegado arte de la enseñanza en la cabecera

The Relegated Art of Teaching

Alberto Lifshitz a  

a Secretaría de Enseñanza Clínica. Internado Médico y Servicio Social. UNAM. Ciudad de México, México.


Por años, y a partir del contacto directo con los pacientes, los estudiantes de Medicina han aprendido no solo procedimientos y maniobras, sino estrategias de acercamiento, habilidades de relación y comunicación, empatía, ayuda efectiva, responsabilidad profesional, compasión, solidaridad, compromiso, gestión, caridad y otros atributos.

No obstante, en los últimos tiempos, la enseñanza en la cabecera(bedside teaching)ha declinado en algunos ámbitos, hasta apenas un 20% de lo que era antes. Identificar esto como tendencia, no necesariamente implica que es el camino deseable, sino que hacia él conducen diversas circunstancias. Si tales aprendizajes se pueden lograr sin incomodar o importunar a los pacientes y, sobre todo, sin hacerlos correr riesgos, esta tendencia es muy bienvenida.

Las razones para esta declinación de la enseñanza en la cabecera son diversas. Por un lado, la estancia hospitalaria tiende a acortarse, y la atención, a ser ambulatoria, con lo que a veces no hay una suficiente exposición de los estudiantes a un solo caso, por el rápido recambio de pacientes. Los profesores suelen estar cada vez más ocupados y no tienen la oportunidad de acompañar a los alumnos en el aprendizaje clínico, sobre todo para supervisarlos y realimentarlos. Ha surgido una gran variedad de alternativas de práctica análoga, especialmente con pacientes artificiales, que permiten realizar repetidamente lo procedimientos sin propiciar riesgos, como sucede en los pacientes reales. Por más que se promueva lo contrario, los profesores se sienten más cómodos con la enseñanza de aula, les consume menos tiempo, perciben que cumplen con el programa, mantienen el control del grupo y se les facilita la sistematización de los contenidos.

Con la emergencia abrumadora de la tecnología, muchos aprendizajes clínicos parecen obsoletos o, por lo menos, rebasados. ¿Qué objeto tiene una exploración cuidadosa del tórax ante la posibilidad de revisar una radiografía, o de una meticulosa y dilatada exploración neurológica en vez de una tomografía o resonancia magnética?

La brecha generacional también influye: los nativos digitales tienen poca paciencia, buscan resultados rápidos y evidentes, carecen de la parsimonia que exige la exploración física y el interrogatorio o la entrevista, y no se entienden con sus maestros que piden lo contrario. En algunas unidades de atención médica los directivos prefieren no tener estudiantes en sus salas porque, si bien a veces ayudan, muchas otras estorban. También hay pacientes que no quieren ser atendidos por estudiantes, porque se sienten sujetos de experimentación o bien se tienen que someter a procedimientos repetidos para que los alumnos aprendan. Además, hoy en día, los llamados campos clínicos están saturados, no solo por el creciente número de escuelas de medicina, sino también por estudiantes de áreas técnicas y de enfermería.

La práctica análoga sin duda tiene virtudes, sobre todo en la medida en que la educación se percibe como una preparación para la vida y no como parte de la vida misma, pero finalmente se tiene que concluir que equivale a aprender a nadar fuera de la alberca. En qué momento el estudiante tiene que enfrentar las condiciones reales, con todo su dramatismo y con todos sus riesgos, no está perfectamente definido, pero no puede eludirse.

La eficiencia educativa de la enseñanza en la cabecera, apenas ha sido investigada en estudios controlados, pero, en todo caso, depende de lo que se pretenda aprender. Por ejemplo, el aprendizaje a partir de la auscultación de lesiones valvulares no es superior al que se alcanza con escuchar una grabación, pero la desenvoltura en la relación médico-paciente sí es mejor cuando se tiene la experiencia con pacientes reales. En todo caso, el ejercicio de acercarse a los pacientes con la debida supervisión y asesoría, permite a los estudiantes conocer el espacio verdadero de la práctica clínica profesional.

La práctica clínica está sufriendo cambios, y su enseñanza tiene que responder a ellos. Solo conviene una alerta para no perder valores fundamentales de la profesión en pos de una eficiencia educativa y una parsimonia operativa.

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