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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.58 no.2 Ciudad de México mar./abr. 2015

 

Editorial

Ser mujer y ser médica

To be a woman and to be a doctor

Rafael Álvarez Cordero


En el año de 1956 un grupo de adolescentes llegaban corriendo a las flamantes instalaciones de la Facultad de Medicina, allá en la lejana Ciudad Universitaria, que se había construido por los pedregales, camino a Cuernavaca; se iniciaba una nueva época de la Facultad de Medicina, cuya sede fue por muchos años el viejo palacio que fue de la Inquisición en el centro de la ciudad.

En mi generación éramos un total de 450 estudiantes, y en mi grupo de Anatomía, de más de 150 alumnos, seis eran mujeres, que entusiastas y sonrientes se incorporaron a todas las actividades que teníamos que realizar; este número de mujeres, el tres por ciento de la población que inició sus estudios, contrasta con la actual, en la que las mujeres que estudian Medicina representan el 60 por ciento del total. ¿Qué ha ocurrido en estos 50 años?, ¿qué han tenido que enfrentar las mujeres que desean estudiar Medicina?

Este tema permite hacer un breve recorrido por el papel de la mujer en la vida académica y artística, admirar a quienes fueron pioneras y felicitar a quienes ahora marchan por el mundo a la par de sus compañeros del sexo masculino, gracias al esfuerzo milenario de mujeres que superaron todas las adversidades para lograr un lugar en el mundo.

Porque desde la antigüedad, en la Atenas de Pericles, la mujer tenía prohibido estudiar y practicar la medicina o involucrarse en asuntos del estado; Aspasia de Mileto, (400 a. de C.) vivió desafiando las leyes existentes, fue amante de Pericles, participó en muchas actividades y fue de hecho una feminista, criticada y vilipendiada por muchos, algunos relatos la ubican como experta en la curación de diversas enfermedades.

En el año 300 a. de C., una mujer, Agnodice, se disfrazó de hombre y fue a trabajar al lado de Herófilo de Calcedonia, con gran éxito; sin embargo, la acusaron de seducir a las mujeres que atendía en su consulta, por lo que se despojó de su ropa y mostró que era mujer; por ese hecho fue condenada a muerte y sólo fue perdonada cuando muchas mujeres ofrecieron morir con ella, por lo que se le perdonó la vida.

En el siglo 14, Jacoba Felicia (1322-1375) vivió y trabajó en París, pero sus enemigos la acusaron de usar técnicas inadecuadas para atender a sus pacientes, le prohibieron practicar la medicina pero posteriormente la perdonaron, “siempre y cuando atendiera solamente a enfermos pobres y no cobrara por ello”.

En el siglo XVIII, en 1797, vivió un valiente médico, llamado James Barry, que estuvo en el ejército británico y recibió honores y condecoraciones por sus méritos, y sólo cuando murió se descubrió que era mujer.

El camino de la mujer para ingresar a la vida que por siglos perteneció al hombre, ha sido muy dura, y en la medicina no es excepción; como se puede leer en el espléndido artículo de las doctoras Ana Cecilia Rodríguez de Romo y Gabriela Castañeda López, tanto en el mundo -en donde la primera médica fue Elizabeth Blackwell en 1849- como en México -con Matilde Petra Montoya Lafragua, en 1887-, el camino de quien siendo mujer desea acceder a la práctica de esta hermosa profesión ha sido azaroso, y fue el empeño de todas y cada una de esas mujeres lo que permite que hoy, tanto en las escuelas y facultades de Medicina, como en todo el sector salud, en el área de atención médica o en la investigación y la docencia, las mujeres tengan el lugar que se merecen como seres humanos con las mismas condiciones y derechos de sus compañeros del sexo masculino.

Porque además, como se puede leer en el artículo mencionado, las mujeres que iniciaron el camino de la medicina en México tenían características especiales: muchas provenían de hogares pobres y llegaban a la capital escapando de un hogar que era hostil y donde se les maltrataba; otras, provenientes de familias económicamente pudientes, tenían que superar la oposición y las admoniciones familiares, o sea que, de un modo o de otro, los estudios de Medicina sirvieron para liberarlas de situaciones de dependencia y ostracismo.

Hoy el mundo es distinto, las mujeres saben que gozan de plenos derechos y estudian y trabajan con ahínco para sobresalir en su profesión, y de esto hay numerosos ejemplos tanto nacionales como internacionales: biólogas extraordinarias, investigadoras exitosas, brillantes maestras, cirujanas diestras, presidentas de sociedades y academias médicas, reconocidas con el Premio Nobel, etc., pero sobre todo, mujeres de vida plena, optimistas y felices.

Bienvenida la presencia cada vez mayor de las mujeres en todos los ámbitos; su trabajo es el que confirma el verdadero feminismo, que no consiste en hacer manifestaciones o exhibiciones sin ropa interior, sino en lograr con su esfuerzo, dedicación e inteligencia, que nuestro mundo sea cada día un mundo mejor.

Por mi raza hablará el espíritu

Rafael Álvarez Cordero

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