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Revista de la Facultad de Medicina (México)

On-line version ISSN 2448-4865Print version ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.57 n.6 Ciudad de México Nov./Dec. 2014

 

Editorial

De epidemias, plagas y temores

Epidemics, plagues and fears

Rafael Álvarez Cordero


Desde la prehistoria, el hombre ha tenido que enfrentar a sus enemigos naturales, a sus depredadores, como los leones y tigres, a los animales peligrosos, como arañas y serpientes, y a los seres invisibles: microorganismos y virus, que aunque han estado presentes desde el principio de la historia, sólo han sido conocidos recientemente.

La lucha en contra de nuestros enemigos invisibles ha sido singular: ocasionaban grandes males y contagios, pero se desconocía que ellos eran la causa. Había muchas teorías sobre su aparición, la gravedad y letalidad de la enfermedad creaban innumerables temores en la población, y los tratamientos consistían en actos o prácticas que nada tienen que ver con lo que ahora se practica.

Ya en la Biblia, en el Éxodo, Jehová ordena a Moisés que esparza cenizas en dirección al Faraón, lo que causará terribles pestes y muerte.

Hipócrates describió ampliamente algunas de las plagas, y atribuyó su aparición a los cambios de temperatura de las estaciones, a los aires provenientes de lugares insalubres, o al efecto de los astros sobre la vida humana.

En el año 428 a. C. se registró la primera gran epidemia, que se supone vino de Etiopía, con síntomas violentos de fiebre, vómitos, diarreas, hemorragias y muerte, lo que pudo haber sido dengue hemorrágico o tifo; la mortandad fue grande, de más de 5 mil individuos al día; otra gran epidemia ocurrió en el año 396 a. C., en Siracusa, y Empédocles la atribuyó a “vientos con horribles efluvios”; epidemias similares ocurrieron en los siglos II y III, y en el año 542 ocurrió la gran plaga de Justiniano, en la que perecieron más de 600 mil individuos.

En el año 550 apareció la Pestilencia Amarilla, que posiblemente fue una hepatitis viral particularmente agresiva; pero la plaga más importante de la historia fue la que ocurrió de 1347 a 1350, la Peste Negra, producida muy probablemente por la enterobacteria Yersinia Pestis, que causó decenas de millones de muertes en toda Europa, y ante la que todos los remedios ensayados fueron inútiles.

La historia documenta tanto sucesivas epidemias como el justo temor que ocasionaban en la población; una epidemia en China diezmó al 60 por ciento de la población, y la Muerte Negra de 1646 atacó también a millones en Europa.

En América, la llegada de los españoles propició la aparición de algunas de las epidemias como la viruela (Huey cocoliztli), que diezmó a la población en el momento mismo de la conquista, y en todo el continente, el cólera, el tifo, la poliomielitis, la fiebre amarilla, etc., han sido los enemigos invisibles que poco a poco hemos ido conociendo y que, con medidas sanitarias adecuadas, hemos aprendido a enfrentar.

Todo esto viene a tema por la aparición, en el continente africano, de una nueva epidemia que amenaza con extenderse por todo el mundo: la enfermedad por el virus Ébola, llamado así por la ciudad en la que fueron registrados los primeros casos.

A diferencia de otros siglos, sabemos que no son los aires pestilentes, o la influencia de los astros, mucho menos un castigo divino por nuestros grandes pecados, sino que la epidemia de Ébola se debe a la aparición o mutación de un virus que originalmente infecta a murciélagos y a otras especies, y se transmite al ser humano.

Y a diferencia de otros siglos en que se colocaban mantas rojas, se tocaban las campanas de las iglesias, se disparaban cañonazos al aire para purificar la atmósfera o se invocaba a santos patrones con oraciones especiales, hoy los investigadores trabajan para identificar plenamente al virus, conocer su estructura y encontrar el producto o el medicamento, la vacuna o el antiviral que pueda detener el proceso de la enfermedad, mientras se tratan las complicaciones en espera de que los pacientes puedan sobrevivir hasta que se cuente con el tratamiento específico; por eso es importante leer el muy completo artículo de los doctores Luis Anaya Velarde y Luis Durán Arenas respecto al brote de Ébola.

Porque al final de cuentas, se trata de una lucha por la supervivencia. Los seres humanos, luchamos para sobrevivir y evitamos las agresiones, ya sea de un tigre o de un microbio; los microorganismos, por su parte, luchan por sobrevivir y por esto crean defensas que los hacen resistentes al antiséptico o al antibiótico al que originalmente fueron sensibles, y como algún cínico acotaría: nosotros merecemos vivir, pero los microbios también.

Por mi raza hablará el espíritu. Rafael Álvarez Cordero, Editor

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