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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.57 no.3 Ciudad de México may./jun. 2014

 

Editorial

El maestro y la nube

The teacher and the cloud

Rafael Álvarez Cordero


En este número de la Revista de la Facultad de Medicina FACMED se analiza la evolución de la enseñanza de la anatomía, y esto permite hacer una pequeña reflexión sobre la evolución de la enseñanza de la Medicina.

Para ti, estudiante de la Facultad, leer el libro The Healing Hand, de Guido Majno1, puede ser una aventura sorprendente, porque ahí están documentados los conocimientos médicos de cada época y la forma como han sido transmitidos de los maestros a los siempre ávidos alumnos.

Así en Mesopotamia, 3,000 años antes de nuestra era, los sumerios dejaron huella de conocimientos médicos y la forma de transmitirlos en tablillas de barro, desde una pequeña tablilla escrita en sumerio hacia el año 2100 AC, hasta el famoso código de Hammurabi (1700 a. de C.), que detalla con escritura cuneiforme, enfermedades y heridas, y cómo se trataban.

En Egipto fueron numerosos los textos que hablaban tanto de enfermedades como de accidentes y tratamientos médicos o quirúrgicos; los maestros usaban las tablillas para dibujar férulas óseas, circuncisiones, etc. Una tablilla en especial, muestra a Hesy-Re, un médico egipcio (2600 a. de C.) con todos sus instrumentos de trabajo. Rodeada de la magia, la medicina egipcia incluía textos sagrados, poemas y encantamientos para curar los males.

En Grecia, el Iatrós aparece por primera vez en la Ilíada de Homero. Iatrós, literalmente “el que extrae las flechas”, era el hombre que tenía la capacidad de curar las heridas más frecuentes, ocasionadas por esa arma. En ese tiempo, en los numerosos escritos hipocráticos, aparecen términos que ahora utilizamos, como artritis, reuma, crisis, asma, tétano, mesocolon, epiplón disentería, sepsis, ataxia, pleuritis, hipocondría, ántrax, etc., y los discípulos de Hipócrates aprenden del maestro y sus libros.

Y a través de los siglos, aún en las épocas más oscuras de la Edad Media, los médicos de todas las latitudes tuvieron siempre alumnos a los que enseñaban teniéndolos a su lado mientras atendían a los enfermos, o con dibujos o láminas ilustrativas; la explosión del conocimiento surgió junto con la imprenta, y el libro, antes tesoro invaluable porque no se podía copiar, se convirtió en el medio de difusión de los conocimientos médicos.

Y así llegamos hasta nuestros tiempos, y quienes tenían suficiente dinero para comprar los libros lo hacían y quienes no, sacaban copias mimeográficas o fotostáticas de los textos de los profesores de la Facultad de Medicina.

Hoy hay gran facilidad para adquirir un libro y contar con la información que complementa lo que el maestro dice en el salón de clase o al lado del paciente; desde el siglo pasado, muchos grandes maestros de nuestra Facultad escribieron textos valiosos de todas las materias de la Carrera de Medicina y algunos son tan importantes que siguen vigentes, tal como se escribieron o fueron corregidos y actualizados por sus discípulos.

Pero la irrupción del Internet cambió el panorama, y de la computadora de mesa se pasó a la laptop, al iPhone y al iPad, con los que una persona puede conseguir prácticamente cualquier información relacionada con la Medicina. Imágenes anatómicas, padecimientos, estudios de laboratorio o gabinete, tratamientos, etc., están a la distancia de un “enter” cuando se baja la información de “la nube”, esa entelequia que parece ser un ente de dimensiones incalculables, lleno de información y disponible en todo momento.

Y entonces surgen preguntas para ti, estudiante de Medicina: ¿estás seguro de que toda la información que bajas de “la nube” es correcta?, y si tienes dudas respecto a un tema, ¿recibes las respuestas de alguien verdaderamente calificado?, además, ¿qué dice tu maestro en la clase acerca de la información que obtuviste en el Internet?; porque aunque esa información es en su mayoría confiable y cierta, no siempre lo es, y entonces es cuando resulta fundamental la presencia del maestro al que podamos preguntar con confianza.

La enseñanza de la Medicina ha recorrido un gran trecho desde los hipocráticos hasta nuestros días, y ahora surge un nuevo maestro, “la nube”, a la que deberemos acudir con la mente abierta, crítica y razonada, teniendo en mente que ninguna “nube” podrá sustituir a un buen profesor.

Por mi raza hablará el espíritu. Rafael Álvarez Cordero. Editor

Referencias

1 Majno G. The Healing Hand: Man and Wound in the Ancient World. Cambridge, MA: Harvard University Press; 1975. [ Links ]

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