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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.56 no.5 Ciudad de México ago./sep. 2013

 

Editorial

 

Determinantes sociales de la salud

 

Health social determinants

 

Uno de los grandes médicos del siglo XIX fue Rudolph Virchow, creador, entre otras, de la teoría celular "omnia cellula e cellula" que permitió el desarrollo de la Patología y la caracterización de las enfermedades por su origen celular.

Pero Vichow era también un activo pensador y político liberal, fue un incansable oponente de Otto Von Bismarck, quien en 1865 lo retó a un duelo, a lo que él declinó porque era aguerrido pero no belicoso, y menos, insensato; por su capacidad científica y su enorme prestigio fue llamado en 1848 a formar parte de la comisión encargada de estudiar una epidemia de tifus que se produjo en Silesia el año anterior, observó que las causas eran más de índole social que médica, y que sólo el bienestar, la libertad y la instrucción, inherentes a una democracia completa e ilimitada, podrían traer soluciones; cuando le preguntaron cómo se podrían evitar esas epidemias, dijo al Parlamento "que le paguen mejor a los obreros".

Este pensamiento ha sido, por lo general, ajeno al médico, tanto en su formación como en su práctica diaria; en las escuelas de medicina aprendemos a ver individuos enfermos, conocer las causas de su enfermedad, sus consecuencias y los métodos para tratarlas y recuperar la salud, pero poco o nada analizamos del medio ambiente en el que está inmerso el paciente.

Por eso fue grato conocer la respuesta que tuvo en nuestro número anterior la publicación del trabajo "Determinantes sociales de la salud en los usuarios de atención sanitaria del Distrito Federal", no sólo entre los alumnos sino entre algunos funcionarios importantes de la Organización Panamericana de la Salud, lo que estimula a que publiquemos más artículos de este tema.

Nuestra Facultad de Medicina, que cumplió 100 años el pasado 2012, y tiene una historia centenaria desde su fundación en el siglo XVI por cédula real de Carlos I en 1551, vio nacer el 23 de marzo de 1922, como una hermana, a la Escuela de Salubridad de México, dependiente del recién creado Departamento de Salubridad Pública, escuela que en los años cincuenta cambió su nombre a Escuela de Salud Pública de México — nombre que enuncia claramente su vocación—, y en la que se han formado directivos, profesores, estudiantes y personal dedicado a la medicina preventiva, y cuyo enfoque acerca del binomio salud-enfermedad es integral.

Dos o tres ejemplos ilustran la importancia de entender los determinantes sociales de la salud, y por ende, de la enfermedad: un niño sufre un episodio de diarrea aguda con deshidratación grave, causada por uno de los múltiples microorganismos que pululan en el agua; recibe el tratamiento adecuado en su clínica y regresa a su casa, en donde no hay agua potable, y la poca que hay se recibe de pipas y se almacena en tambos. Por bueno que haya sido el tratamiento, las posibilidades de que ese niño vuelva a enfermar son muy grandes. En sentido inverso: las obras de pavimentación, drenaje y suministro de agua potable en una colonia harán que en poco tiempo las enfermedades diarreicas disminuyan.

Lo mismo sucede con otros padecimientos como las adiciones, la ansiedad y la hipertensión asociadas al estrés diario, o la obesidad por la cercanía a distribuidores de alimentos con alto contenido calórico y poco valor nutritivo, los accidentes, los suicidios, etc.

¿Quiere eso decir que todos los médicos debemos abandonar los consultorios y dedicarnos a trabajar junto con los sanitaristas en pos de un entorno más saludable para la población? No, pero sí es preciso que al atender a cada individuo como paciente, tomemos en cuenta el medio en el que vive, el ambiente social, cultural, económico que lo rodea, para así ofrecer la mejor solución, que no sólo debe ir con la prescripción de un medicamento, por excelente que sea, sino con indicaciones y consejos higiénico-dietéticos sobre alimentación y ejercicio, tomando en cuenta, hasta donde sea posible, el entorno en el que vive cada paciente.

Al mismo tiempo, nuestra vocación social no se puede limitar a la práctica diaria en el consultorio o el hospital, sino que podemos —y debemos—, participar activamente en todas las propuestas que tiendan a mejorar nuestro medio ambiente, sea apoyando la eliminación del humo en nuestro entorno, la eliminación y control de emisiones contaminantes en el aire, la denuncia y eliminación de desechos contaminantes en nuestros ríos y lagos, y todas las acciones que de una forma u otra contribuyen a generar enfermedad en nuestro medio.

Y para lograrlo, podemos comenzar con el medio más inmediato: nuestra familia, nuestros amigos y compañeros, y si nuestro ambiente íntimo y personal se transforma favorablemente, contribuirá a que todo nuestro medio mejore y vivamos mejor.

Después de todo, eso es lo que tanto médicos como sanitaristas deseamos para nosotros y para todos, porque eso que llamamos humanismo nos atañe por igual.

 

Por mi raza hablará el espíritu
Rafael Álvarez Cordero
Editor

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