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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.56 no.1 Ciudad de México ene./feb. 2013

 

Arte y medicina

 

Las cumbres de las ciencias y las artes; Premios Nobel

 

The summits of sciences and arts; Nobel Prizes

 

Rafael Álvarez Cordero

 

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En la sección "Desde la trinchera de las ciencias básicas" de este número se publica una reflexión sobre la importancia y trascendencia de los trabajos de John B. Gurdon y Shinya Yamanaka sobre las células madre, que les merecieron el premio Nobel de Fisiología y Medicina 2012.

¿Quién fue Alfred Bernhard Nobel?, un inventor sueco (1833-1896) químico, ingeniero, minero y comerciante exitoso, que entre 1865 y1867 patentó la dinamita, como un explosivo más seguro que la sola nitroglicerina, y logró perfeccionar el detonador (blasting cap) que aumentó la seguridad de los explosivos, tanto para la industria como para la guerra.

Dueño ya de una inmensa fortuna, tuvo al parecer un complejo de culpa por los miles de muertos que causaban sus inventos, y expresó en su testamento el deseo de que su dinero fuera usado para crear una Fundación independiente que otorgara premios de Física, Química, Paz, Fisiología o Medicina y Literatura. Su fama ha sido tal, que un cráter de la cara oculta de la luna lleva su nombre.

En nuestro país, cuatro mexicanos han sido merecedores del Premio Nobel:

El doctor David González Bárcena, que compartió el premio Nobel de Fisiología y Medicina 1977 con Andrew Schally, por los estudios realizados en el Centro Médico Nacional sobre hormonas hipotalámicas.

El Licenciado Alfonso García Robles, diplomático que trabajó incansablemente por el desarme y logró el Tratado de Tlatelolco que desnuclearizó a América Latina; recibió el premio Nobel de la Paz en 1982.

El escritor y poeta Octavio Paz, mundialmente conocido, alabado y a veces criticado, que mereció el premio Nobel de Literatura en 1990.

Y el químico José Mario Molina Henríquez, que una y otra vez ha llamado la atención del efecto deletéreo de los flourocarbonos sobre la capa de ozono de la atmósfera, y recibió el premio Nobel de Química en 1995, galardón que compartió con F. Sherwood Rowland y con el neerlandés Paul Crutzen.

¿Qué tienen en común estos personajes?, yo diría, como expresó el inolvidable Fernando Ortiz Monasterio en su Editorial FACMED de noviembre/diciembre pasado, que a ellos los une la pasión por la ciencia, la pasión por el conocimiento, la pasión por la investigación, en suma, la pasión por la vida; los premios Nobel son el reconocimiento a la ciencia y al arte en su más excelsa expresión.

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