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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.54 no.5 Ciudad de México sep./oct. 2011

 

Editorial

 

Desde su fundación, la Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM ha contado con la colaboración editorial del editor en jefe, quien en cada número aborda uno de los asuntos que interesan a la comunidad estudiantil, a la comunidad médica o al público en general.

En esta nueva etapa de nuestra Revista, se ha considerado conveniente extender una invitación a distinguidos miembros de la comunidad universitaria, maestros, investigadores, escritores, etc., para que redacten el texto de la Editorial; ésta decisión abrirá las puertas a nuevas visiones acerca de nuestra Revista, permitirá que se expresen otras opiniones y seguramente será de interés para todos los lectores.

El editor invitado de este número es una de las personalidades más importantes en la Medicina mexicana, el doctor Ruy Pérez Tamayo, quien representa todo lo que un estudiante de medicina o un médico puede desear para su vida profesional: es un médico brillante, investigador de talla internacional, escritor prolífico, conferencista magistral, analista de la realidad nacional, magnífico conversador, enólogo experto y gourmet amateur; ha recibido numerosos premios y reconocimientos, y es doctor Honoris Causa de muchas universidades; debido a que en ésta época del año es cuando se celebra la mayor parte de los congresos médicos, escribió este editorial al respecto.

Esta Revista está abierta a sugerencias respecto a futuros colaboradores como editorialistas invitados.

Dr. Rafael Álvarez Cordero

Editor

 

Los congresos médicos

Los congresos médicos han cambiado sus funciones a lo largo del tiempo. En sus principios, tenían como objetivo primario la comunicación de las ideas y de los avances en la profesión, tanto en lo conceptual como en la experiencia clínica, diagnóstica o terapéutica. Eran organizados por las diferentes sociedades médicas nacionales e internacionales, y su financiamiento corría por cuenta de los asistentes, que acudían atraídos por la oportunidad de escuchar a las grandes figuras del momento disertar sobre los temas de mayor actualidad. El público no era muy numeroso y su participación activa era muy escasa; la mayoría se limitaba a escuchar las conferencias magistrales y a conversar informalmente con colegas sobre distintos temas, sin la pretensión de disertar en las sesiones o de presentar sus observaciones en forma de trabajos formales. Con el desarrollo progresivo de la investigación biomédica, sobre todo en Europa en el siglo XVIII, los congresos médicos empezaron a cambiar poco a poco en su estructura, sin abandonar su interés primario en la difusión de los nuevos conocimientos: conservando la prioridad de las conferencias magistrales, al mismo tiempo se abrió un nuevo tipo de participación para los asistentes voluntarios, a los que se asignaban espacios breves para la presentación de sus ideas y experiencias, casi siempre en forma de discusiones de mesa redonda. Era frecuente que en tales actividades participaran sobre todo los profesores de las escuelas de medicina y los jefes de servicio de los grandes hospitales, y que el público estuviera conformado principalmente por sus respectivos estudiantes y asistentes. Los congresos médicos de Francia y Alemania conservaron esta estructura durante casi todo el siglo XVIII y parte del siglo XIX.

Con el desarrollo de nuevos medios de comunicación, como las publicaciones periódicas, el teléfono y el telégrafo, junto con una mayor movilidad de la población, los congresos médicos dejaron de ser la forma principal de adquisición de nuevos conocimientos, y aunque conservaron sus funciones educativas, las novedades médicas empezaron a difundirse y a conocerse más rápidamente través de los nuevos medios. Además, los congresos empezaron a concederle cada vez mayor espacio a los trabajos de los asistentes, quienes a su vez preferían aquellas reuniones en las que podían participar activamente. Otros dos elementos que se desarrollaron rápidamente a fines del siglo XIX y principios del siglo XX contribuyeron a esta metamorfosis: el aumento progresivo en el número de médicos investigadores, básicos y clínicos, en todo el mundo occidental, y el crecimiento paralelo de los intereses económicos de las empresas comerciales relacionadas con la medicina. A mediados del siglo XX los congresos médicos ya habían adquirido nuevos objetivos, que no sólo igualaron sino que reemplazaron a los iniciales, principalmente dirigidos a la difusión de los avances del conocimiento. Se hicieron prioritarios los intereses en la promoción del prestigio de los investigadores, en la prioridad de los descubrimientos científicos y de los avances diagnósticos y terapéuticos, en la introducción de nuevas tecnologías y de nuevas drogas. Las exposiciones comerciales crecieron explosivamente, tanto en tamaño como en inversión, y empezaron a participar en el financiamiento de distintos aspectos de los congresos médicos. En los años ochenta del siglo XX yo asistí a un congreso en los Estados Unidos en el que había 12,000 participantes, 4,000 de ellos eran miembros de las empresas comerciales; se presentaron 3,200 trabajos científicos y se expusieron 2,700 carteles (entre ellos, el mío).

Con el mayor desarrollo de los medios de comunicación actuales, especialmente los electrónicos, la difusión de la información científica médica ya no se hace en los congresos médicos. Y sin embargo, éstos se siguen celebrando ahora con una estructura compleja que ya no se parece en nada a la que tenían sus antecesores. Creo que la mejor forma de conservar los aspectos positivos de los congresos médicos (y evitar hasta donde sea posible los aspectos negativos), es haciéndolos breves, con poca gente (todos buenos amigos) y con un solo tema, en sitios agradables, con frecuencia anual o bienal, y sin financiamiento por intereses comerciales.

Por mi raza hablará el espíritu

Ruy Pérez Tamayoa

Editorialista invitado

 

aDepartamento de Medicina Experimental, Facultad de Medicina. UNAM.

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