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Gaceta médica de México

On-line version ISSN 2696-1288Print version ISSN 0016-3813

Gac. Méd. Méx vol.140 n.5 Ciudad de México Sep./Oct. 2004

 

Actividades Académicas

 

Ceremonia de ingreso de nuevos académicos

 

Admission Ceremony for New Academicians

 

Gerardo Gamba–Ayala*

 

* Académico numerario.

 

Correspondencia y solicitud de sobretiros:
Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán,
Vasco de Quiroga No. 15, Col. Sección XVI
C.P. 14000. México, D.F. Tel: Fax: Correo electrónico:

 

Advertido y medroso desto el castellano, trajo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino a donde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas; y leyendo en su manual, alzó la mano, y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su misma espada, un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción....... Al ceñirle la espada, dijo la buena señora:

Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura de lides.

La emoción que experimentó el caballero de la triste figura en este pasaje de la novela de Cervantes es probablemente parecida a la que estamos experimentando en este momento los profesionales de la salud que hemos sido admitidos en el seno de la Honorable Academia Nacional de Medicina. Para don Quijote, el máximo valor era ser armado caballero, mientras que para el profesional de la salud, uno de los máximos es ser electo miembro de la Academia Nacional de Medicina. Dicho esto, seguramente muchos invitados en el auditorio se estarán preguntando ahora ¿y por qué es tanto honor?

Tengo la encomienda del Dr. Miguel Tanimoto, presidente actual de la Academia, de tratar de explicarlo en los próximos minutos.

La Academia Nacional de Medicina es una de las Instituciones más antiguas del país. Nació de la Comisión Científica, Literaria y Artística durante la intervención Francesa, el 30 de abril de 1864 y tomó el nombre de Academia en 1873, adquiriendo el carácter Nacional en 1877, año en que también, le fue otorgado el subsidio por parte del Congreso de la Unión, y fue en 1912 cuando el Presidente Francisco I Madero la declaró oficialmente como Cuerpo Consultivo del Gobierno Federal, actividad que ostenta con orgullo hasta el momento presente. Hoy en día, si los poderes ejecutivo, legislativo o judicial requieren de asesoría para enfrentar o entender los problemas de salud que aquejen a la Nación, es a la Academia Nacional de Medicina a quien deben acudir.

Como verán, en el devenir de la historia, de una u otra forma, con altos y bajos, la Academia Nacional de Medicina ha logrado permanecer como el máximo organismo médico–científico en México, a través de situaciones sociales tan extremas como la intervención francesa, la dictadura y la Revolución, así como las múltiples crisis económicas que han existido al menos, desde que yo tengo recuerdo. ¿Cómo ha sido posible que un organismo se mantenga por tanto tiempo a pesar de los vaivenes políticos y económicos a los que ha estado sujeto el país? A mi parecer la respuesta es tripartita y es lo que hace grande a la Academia.

Primero. La mayor parte de los miembros de la Academia se han distinguido por ser médicos comprometidos con el principal objetivo de la profesión que es el de servir a los demás. Los médicos genuinos surgen de las personas que deciden transitar su vida por el terreno de la salud, buscando el beneficio ajeno, antes que el propio. Así, a diferencia de lo que estamos acostumbrados a ver en otros ámbitos políticos, cuando ha llegado el momento en que miembros de esta Academia adquieran responsabilidades de alta envergadura nacional, en general lo han hecho con la misma tendencia natural de servir a los demás, antes que a uno mismo. Así lo han hecho también, quienes a lo largo de más de un siglo han dirigido los esfuerzos de esta noble institución.

La segunda es que también la mayoría de los profesionales que han sido elegidos miembros de esta Academia han sido investigadores científicos. Y nuevamente el auditorio se ha de preguntar ahora ¿y eso que tiene de bueno? Los investigadores científicos nos pasamos la vida estudiando a la realidad, porque queremos entenderla. Para lograr esto, hemos desarrollado una serie de trucos que nos aseguren prevenir a toda costa la tendencia natural del ser humano de imponerle sus deseos personales a las explicaciones que genera del universo. La ciencia luego entonces no entiende de demagogia, de caprichos o de intereses partidistas. Al igual que en la artes, para estudiar a la realidad hay que tener mucha imaginación y creatividad. La diferencia está en el resultado. El artista persigue la generación de una emoción estética, por lo que su trabajo consiste en plasmar en un lienzo, en un pentagrama o en un bloque de barro lo que imagina de la realidad. En cambio, los científicos perseguimos la construcción de un modelo que nos explique lo más cercanamente posible la realidad de lo que vemos, y de lo que no vemos, por lo que nuestro trabajo es confrontar nuestra imaginación con la realidad. Quien persigue la búsqueda de la verdad en el ámbito profesional, termina por hacer de la actividad científica una forma de vida y no puede nunca mas aceptar explicaciones de la realidad, por más bonitas o románticas que suenen, si no tienen un fundamento lógico, coherente y vienen acompañadas de un cúmulo de experimentación que las sostenga. Será por eso que un día le escuché decir al maestro Guillermo Soberón que "uno de los más altos deleites reservados al ser humano es transitar por los caminos de la ciencia".

La tercera es consecuencia lógica de las anteriores. Quien persigue el beneficio de los demás y la búsqueda de la verdad, necesariamente convierte a la educación en una prioridad y no escatima tiempo, ni esfuerzo en pro de la enseñanza. Cualquier actividad clínica o proyecto de investigación que no lleve implícita la educación, nos dejará siempre con la impresión de que algo quedó inconcluso. Así, la Academia Nacional de Medicina ha tenido el cuidado de congregar profesionales de la salud acostumbrados a servir a los demás, que han hecho de la búsqueda de la verdad una forma de vida y que tienen por prioridad la enseñanza. Estos son los valores que han mantenido la cohesión de la Academia y la ha hacho inmune a los vaivenes políticos del país.

Para lograr esto, la Academia Nacional de Medicina ha cuidado celosamente sus puertas, con un riguroso comité de admisión, que trabaja para tratar de elegir a profesionales de la salud que han mostrado hasta el momento haber servido a la Nación en forma destacada, con lo que pretende asegurar, que como miembros de este organismo, continúen haciéndolo. De esta forma llegamos al día de hoy en que la Academia Nacional de Medicina tiene 607 miembros, incluyendo los numerarios, titulares, honorarios y extranjeros. Huelga aclarar que ni son todos los que están, ni están todos los que son. Por un lado, el ingreso a la Academia es por competencia, lo que indica que no entrar, no necesariamente es sinónimo de no merecerlo. Por otro lado, el sistema es estricto, pero no es infalible. Habría que considerar la posibilidad de tener un sistema igual de riguroso, para vigilar que todos los que alguna vez merecieron ingresar, con el tiempo demuestren que siguen siendo dignos de permanecer.

Espero haber cumplido con la encomienda de que el auditorio tenga una idea más clara de porqué ser elegido para integrarse a esta organización es una distinción. Pero hay algo más que todavía tengo que decir para que me entiendan mejor. Ingresar a la Academia Nacional de Medicina es un honor. Pero hacerlo simultáneamente que gente de la talla de Esther Casanueva, Femando Larrea, Armando Tovar, Juan Sierra, Juan Calva, o de Ricardo Correa, sólo por mencionar algunos de los nuevos miembros a quienes siempre he considerado como académicos del más alto nivel y auténticos servidores de la Nación, es doblemente un honor. Y más aún, voltear al pasado y fantasear con la atractiva idea de que quizá ha sido uno elegido miembro de esta organización por tener méritos, si acaso similares a los que tuvieron en el momento en que fueron elegidos a esta Academia aquellos titanes de la medicina Mexicana, como Rubén Lisker, Guillermo Soberón, Salvador Zubiran, Ignacio Chávez, Gustavo Baz, Alfonso Pruneda o Eduardo Liceaga hace que el orgullo se convierta en una sensación tan sublime, que sólo puedo compararía a lo que se genera en mi interior cuando escucho el Sanctus de la Misa Solemnis de Beethoven.

Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante subió en él, y abrazando a su huésped le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirías.

Al igual que don Quijote, Sr. Presidente, le aseguro que los nuevos miembros de la Academia Nacional de Medicina estamos comprometidos con ella y no vemos la hora de vemos a caballo, para que con el favor de esta venera, salgamos a buscar las aventuras que nos lleven a alcanzar el mas noble de todos los sueños: el sueño, de servir a la Nación.

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