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Crítica (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0011-1503

Crítica (Méx., D.F.) vol.42 no.125 Ciudad de México Ago. 2010  Epub 12-Maio-2020

https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.2010.877 

Notas bibliográficas

Jonathan St.B.T. Evans y Keith Frankish (comps.), In Two Minds: Dual Processes and Beyond

Jesús Navarro Reyes1 

1Departamento de Metafísica y Corrientes Actuales de la Filosofía, Ética y Filosofía Política, Universidad de Sevilla, jnr@us.es

Evans, Jonathan St.B.T.; Frankish, Keith. (comps.), In Two Minds: Dual Processes and Beyond. Oxford University Press, Oxford: 2009. xii, 369p.


Los estudios sobre el llamado “procesamiento dual” de los estados cognitivos han proliferado durante la última década, aunque se echaba en falta una cierta unidad y una comunicación más fluida entre sus diversos representantes. Ésa es la función que ha venido a desempeñar este libro interesante y necesario, que recoge las contribuciones más recientes de algunos de los principales representantes de la teoría del procesamiento dual (Dual-Process Theory; DPT en adelante) y algunas interpretaciones y aplicaciones procedentes de otras disciplinas, dentro y fuera de la psicología. Constituye así un espléndido informe acerca del estado de la cuestión y una útil guía para prever las vías por las que habrá de desarrollarse.

Los compiladores presentan una selección de las contribuciones de un congreso que tuvo lugar en Cambridge en 2006, a la que se han añadido algunos nuevos textos. Bajo la etiqueta de “las dos mentes”, común al título del libro y al del congreso, se recoge una serie de intuiciones diversas, procedentes de distintos campos de la psicología cognitiva (como la teoría del aprendizaje, del razonamiento deductivo, del juicio probabilístico o de la toma de decisiones) y la filosofía de la mente, en torno a la idea de fondo de que los procesos cognitivos superiores se desarrollan en el ser humano en dos sistemas distintos: por una parte tendríamos un proceso rápido, aunque poco fiable, evolutivamente muy antiguo (y, por lo tanto, compartido con muchas otras especies), basado en una estructura de funcionamiento en paralelo, que conduciría a una toma de decisiones automática y, en buena medida, inconsciente -en un sentido que habría que aclarar bastante-. Por otra parte, tendría lugar otro proceso comparativamente lento y trabajoso, mucho más reciente en la escala evolutiva (y probablemente exclusivo del ser humano), que funcionaría de modo serial analizando la información de manera explícita y consciente, y que constituiría la base racional de la toma de decisiones.

Con estas vagas líneas comunes, los autores reunidos en el volumen reflejan las múltiples interpretaciones que ha tenido la idea en función del contexto de su aplicación: hay desde quien considera que se trata sencillamente de dos actitudes o modalidades de razonamiento, pasando por quien cree que cada uno de estos procesos se implementa en un mecanismo o conjunto de mecanismos específicos del cerebro, hasta quien habla de dos mentes en un sentido bastante literal, como si en el ser humano compitieran por el control de la conducta dos homúnculos irreconciliables. De hecho, se ha señalado a menudo que cada sistema no sólo tiene un estilo particular de funcionamiento, sino que responde además a objetivos muy diferentes: el primero, contextualizado, asociativo y heurístico, estaría principalmente dirigido hacia fines reproductivos y primarios, y respondería a las necesidades biológicas de la especie; el segundo, descontextualizado, estaría gobernado por reglas, sería de carácter analítico y serviría a los fines más sutiles y racionales del individuo.

El libro comienza con un primer capítulo a cargo de los compiladores, entusiastas defensores de la hipótesis de las dos mentes: J. St. B. T. Evans, uno de los primeros y más renombrados promotores de la DPT desde el ámbito de la psicología cognitiva, y Keith Frankish, que ha desarrollado desde la filosofía de la mente una defensa de la dualidad de los procesos cognitivos (véase su Mind and Supermind, 2004)1. Este capítulo inicial ofrece una valiosa aproximación histórica a la DPT y una concisa exposición de sus líneas principales. En su afán por encontrarle raíces de ilustre abolengo se remontan, como no podía ser de otro modo, al divino Platón y su mito del auriga, atravesando con irregular detenimiento diversas posturas entre las que destacan las de Descartes, Leibniz, ascendencia parece un tanto excesiva ante la enorme diversidad de los autores señalados y el parecido en ocasiones tangencial y poco relevante con esta hipótesis explicativa acerca de la arquitectura de lo mental. No obstante, la introducción gana en interés conforme penetra en el siglo XX, analizando primero posibles precedentes en la historia de la psicología de los últimos 100 años -desde la escuela de Wurtzburgo, pasando por Piaget y Vygotski, hasta la crisis del conductismo ante el auge de la gramática generativa- y reseñando escuetamente después de qué manera múltiples experimentos planteados por la psicología reciente desde planteamientos inconexos entre sí han apuntado hacia la necesidad de una teoría dual de lo mental. Centrándose ya en la última década de avances, se señala la paternidad de la idea en las aportaciones de autores como A.S. Reber, S. Epstein, J. St. B. T. Evans (compilador del volumen), D.E. Over y, finalmente, Keith Stanovich, que acuñó los términos “System 1” y “System 2” como denominación, respectivamente, del proceso rápido, inconsciente y paralelo y del proceso controlado, consciente y secuencial. Tras analizar estas aportaciones del campo de la psicología, la introducción asume el mismo carácter interdisciplinario del libro, señalando las contribuciones al campo que se han realizado desde la filosofía contemporánea.

Resulta especialmente interesante la manera que tienen los autores de presentar la hipótesis de las dos mentes como una tercera vía reconciliadora entre dos explicaciones aparentemente antagónicas de la naturaleza de lo mental: por una parte, los defensores de la llamada “psicología popular”, según la cual la mente funciona de modo intrínseco mediante estados discretos como las creencias o los deseos; por otra, el conexionismo eliminativista que, apoyándose en los avances de la neurociencia, niega la existencia de tales estados, y aboga por una ciencia cognitiva futura donde la psicología popular resulte finalmente falsada. La mayor parte de este debate, señalan los compiladores del libro, ha tenido lugar bajo la asunción de que finalmente sólo debe de haber una de las dos formas de pensamiento, estados discretos en serie o redes conexionistas en paralelo, cuando lo que mostraría la DPT es que se trata de dos sistemas coexistentes, cuya interrelación daría cuenta del funcionamiento de la mente. En este sentido, apuntan a las intuiciones de autores como Norman Malcolm, Daniel Dennett, Jonathan Cohen o el propio Frankish (el otro compilador del volumen), que coinciden en señalar la coexistencia de dos tipos de estados cognitivos: las meras creencias prelingüísticas o alingüísticas, claramente presentes en otros animales -y que no implican especialmente ninguna forma de racionalidad- y el tipo de pensamientos que es propiamente humano, sean denominados “opiniones”, “aceptaciones expresas” o, en la discutible terminología de Frankish, “supercreencias” -procesos intrínsecamente lingüísticos, conscientes y racionales por los cuales la mente se autocontrola mediante el ejercicio del habla interior-.

Dos explicaciones alternativas aparecen a la hora de comprender el funcionamiento de esta dualidad. Según la primera hipótesis, ambos sistemas aparecerían como radicalmente distintos, apoyados en procesos neuronales independientes que incluso competirían entre sí; de acuerdo con la segunda, dominante hoy en día, el sistema 2 emergería como una especie de máquina virtual (una máquina de Joyce en la terminología de Dennett) a partir de la actividad del sistema 1. Esta segunda explicación parece casar mejor con los datos de la biología evolutiva, pues daría cuenta del gran avance cognitivo que tuvo lugar en el ser humano sin requerir la aparición de cambios masivos en su sustento neurológico. A fin de buscar apoyos empíricos para la hipótesis de la máquina virtual, los compiladores apuntan a los conocidos estudios de Carruthers, que habrían venido a mostrar de qué manera el lenguaje cumple una importante función en la arquitectura mental, unificando los datos procedentes de diferentes módulos independientes, constituyendo así en cierto modo la clave de bóveda de todo el sistema cognitivo.

El campo de la DPT aparece así en plena ebullición, y los compiladores intentan aclarar la agenda pendiente concretando tres tendencias de futuro: en primer lugar, es urgente una reelaboración del marco conceptual, volviendo a tomar en consideración las premisas iniciales acerca de los dos sistemas a partir de los últimos avances experimentales; en segundo lugar, es preciso avanzar en la integración de los estudios teóricos realizados en distintas disciplinas; y en tercer lugar, sería deseable la aplicación concreta de la teoría no sólo en el ámbito de las ciencias cognitivas, sino también en otros más distantes, como la economía, la sociología, la ética o la pedagogía. Según este criterio, los distintos capítulos quedan recogidos en tres partes, que respectivamente se ocupan de los fundamentos, las perspectivas y las aplicaciones de la teoría del procesamiento dual.

1. Primera parte: fundamentos

Jonathan St. B. T. Evans ofrece en el capítulo 2 un sutil análisis terminológico que vendría a demostrar que muchos autores que creen estar trabajando a favor de una teoría dual de la mente en realidad sólo apuntan dos diferencias en el estilo de procesamiento, una hipótesis de mucho menos alcance (y también, por lo tanto, menos expuesta a falsación) que la de las dos mentes. Evans se muestra reticente a asumir la exitosa terminología de Stanovich, porque considera que no se trata de dos “sistemas” sustentados necesariamente en una base neurológica independiente, sino más bien de dos “mentes” -una antigua o animal y otra nueva, propiamente humana- que actúan por separado, colisionando ocasionalmente en su intento por controlar la conducta del organismo. Si decidiéramos hablar de sistemas, en todo caso habría que introducir tres: un primer sistema asociativo, apoyado en el conocimiento implícito, un segundo basado en reglas y suposiciones, estrechamente relacionado con la memoria de trabajo, y un tercer sistema capaz de resolver los conflictos de los dos anteriores con el fin de lograr una conducta coherente.

En el capítulo 3 es el propio Stanovich quien defiende la terminología impugnada, aplicándola al problema de la racionalidad humana. Profundizando en esta perspectiva, Stanovich alude a razones empíricas y teóricas para analizar el sistema 2 según un esquema tripartito: por una parte estaría la mente reflexiva (encargada de considerar las creencias, los objetivos y el conocimiento en general), por otra una algorítmica (centrada en las estrategias y los sistemas de producción) y, finalmente, una mente autónoma. Pero este análisis tripartito no vendría a sustituir la dualidad de los sistemas de procesamiento, sino que vendría a concretar el funcionamiento del sistema 2.

Keith Frankish firma el capítulo 4 donde, a riesgo de introducir aún mayor confusión en una disciplina donde la terminología no está asentada, opta por no hablar de “sistemas”, al modo de Stanovich, ni de “mentes” o “procesos”, al modo de Evans, sino de “niveles”. El motivo argüido es la intención de identificar la distinción de “las dos mentes” con la señalada por Dennett entre el nivel personal y el subpersonal de los procesos cognitivos. Frankish sigue a Dennett muy de cerca, y señala que todas las habilidades atribuidas al sistema 2 podrían corresponder, como apuntábamos antes, a la famosa idea de la “máquina de Joyce”: una especie de programa serial virtual que el cerebro humano habría implementado sobre un hardware paralelo a fin de ir preguntándose a sí mismo, controlar la cognición, y autoestimularse mediante el uso del habla interior. La ventaja de este modelo explicativo reside en que todos los procesos del nivel 2 acaban siendo explicados a partir de mecanismos subyacentes del nivel 1. En este sentido, Frankish parece convencido de la necesidad de alcanzar un análisis reductivo en términos subpersonales, lo cual le hace acercarse peligrosamente al epifenomenismo, o incluso al eliminativismo (ya que la apelación al nivel personal de explicación de la conducta podría parecer superflua en un estado ideal de avance científico). Es éste un riesgo del que Frankish es bien consciente, y que hereda de Dennett, junto con las líneas maestras de su planteamiento teórico.

En el capítulo 5, a cargo de Peter Carruthers, encontramos sin duda uno de los platos fuertes del volumen, donde el autor desarrolla la línea argumental de su importante libro The Architecture of the Mind (2006)2, aplicándola a la temática específica de las dos mentes. Enfrentándose con la que fue la interpretación inicial de esta hipótesis, y en un sentido cercano al de Frankish, Carruthers sostiene que no hay en la mente humana dos sistemas independientes, sino un sistema 1 que, mediante procesos de ensayo y repetición, realiza ciclos cognitivos que, en un primer momento, no tienen efecto sobre la conducta, pero que sirven para prever cuáles serán sus efectos o para que el sujeto estime el contenido de sus propios estados mentales. Resulta especialmente relevante el modo que tiene Carruthers de analizar el fenómeno del habla interior, apoyándose en Chomsky y en su idea de una modularidad masiva de lo mental. Según este análisis, en el soliloquio interior el subsistema de producción del lenguaje realiza una cuasi-proferencia, que no llegaría a tener efectivamente lugar, pero que sería analizada como tal por el subsistema de comprensión del lenguaje. Se trataría así de una especie de bucle cerrado, que reflejaría ejemplarmente el tipo de arquitectura que, en opinión de Carruthers, constituye la diferencia entre el sistema 1 y el 2. Gracias a esos ciclos de ensayo, mediante el uso del habla interior el sujeto genera nuevas creencias, deseos e intenciones ulteriormente constitutivas de su conducta racional. Desde esta perspectiva, Carruthers realiza previsiones empíricas muy concretas y propone alterar algunas ideas que habían sido centrales para la hipótesis de las dos mentes, como la atribución exclusiva de intencionalidad y control al sistema 2.

La primera parte finaliza con un capítulo a cargo de Richard Samuels, donde se analiza la enorme variedad de interpretaciones que ofrece hoy en día la DPT. Ante tal diversidad, Samuels critica la hipótesis según la cual nos encontraríamos ante dos casos (tokens) de sistemas cognitivos y se muestra más favorable a la postulación de dos tipos (types) de dichos sistemas, una alternativa menos pretenciosa. Escéptico con respecto a la propuesta de Carruthers y Frankish (que considera el sistema 2 como una especie de máquina virtual realizada sobre el sistema 1) por su falta de confirmación empírica, Samuels estima más plausible la hipótesis de Evans, que asocia el sistema 2 al uso sistemático de la memoria de trabajo.

2. Segunda parte: perspectivas

La segunda parte del libro recoge aproximaciones al tema de las dos mentes realizadas desde disciplinas afines. Hugo Mercier y Dan Sperber enfocan la cuestión desde la llamada teoría argumentativa del razonamiento -que considera prioritaria la relación discursiva interpersonal- apoyándose a su vez en una concepción de la mente humana como un sistema masivamente modular. Al distinguir entre una “inferencia intuitiva”, que no presta atención a las razones que la hacen válida, y una “inferencia reflexiva”, apoyada en dichas razones y orientada hacia el contexto comunicativo, Mercier y Sperber se muestran receptivos hacia la hipótesis de las dos mentes en la medida en que la mayor complejidad y coste cognitivo del sistema 2 se explicaría por el carácter intrínsecamente social de los procesos de razonamiento.

Desde la perspectiva de la psicología metacognitiva, Valerie A. Thompson estudia en el capítulo 8 por qué motivos, ante cierto tipo de problemas, la mente decide que es suficiente con aplicar los procesos de razonamiento del sistema 1, ofreciendo una respuesta intuitiva y no analítica que se ve acompañada de un fuerte “sentimiento de corrección”. Sólo en las ocasiones en que ese sentimiento es puesto en tela de juicio entra en funcionamiento el sistema 2, costoso y comparativamente más lento. Thompson propone algunas líneas de investigación empírica que podrían arrojar luz acerca de qué lleva a la mente humana a tomar una u otra vía en la resolución de situaciones y problemas cognitivos.

Eliot R. Smith y Elizabeth C. Collins reseñan en el capítulo 9 algunos de los modelos especiales que han aparecido en la psicología social desde finales de los ochenta para explicar desde una perspectiva dual procesos particulares como la persuasión, la formación de estereotipos o la emisión de juicios evaluativos. A continuación, hacen un análisis más detenido de algunos modelos integrativos recientes, que asumen una perspectiva más general sobre el problema. El capítulo constituye, por último, un valioso esfuerzo por acercar estas investigaciones, realizadas desde el ámbito de la psicología social, a las que han tenido lugar en paralelo desde la psicología cognitiva, contribuyendo a reforzar unos lazos que en las últimas décadas han sido sorprendentemente exiguos.

En el capítulo 10, Emma Buchtel y Ara Norenzayan reconsideran la clásica distinción entre pensamiento analítico y pensamiento holístico -bien conocida en el ámbito de los estudios culturales- confrontándola con las teorías cognitivas de procesamiento dual. Los autores lanzan así, desde la perspectiva de la psicología cultural, una moderada acusación de etnocentrismo contra estas teorías cognitivas, que suelen tomar en consideración únicamente los modelos occidentales de razonamiento. Es posible, según Buchtel y Norenzayan, que las características por lo general atribuidas respectivamente a los sistemas 1 y 2 según las teorías dominantes en este ámbito estén siendo agrupadas con un sesgo marcadamente occidental. Por otra parte, también echan en falta una conexión más sistemática y efectiva en el sentido contrario, pues sería deseable que los estudios interculturales se beneficiaran también de los modelos duales con mayor asiduidad.

Sun, Lane y Mathews analizan en el capítulo 11 las ventajas del modelo cognitivo computacional CLARION, ya presentado por Sun en 2000. Se trata de una arquitectura que integra distintos subsistemas: uno centrado en la acción (tanto dirigida a movimientos físicos como a operaciones mentales); otro no centrado en ella (encargado de acumular un conocimiento general); un tercero motivacional (que provee motivaciones para la percepción, la acción y la cognición); y finalmente un subsistema metacognitivo (que monitoriza, dirige y modifica dinámicamente las operaciones del resto de subsistemas). El aspecto relevante con respecto al tema del libro es que cada uno de estos subsistemas implementa una estructura dual, con representaciones implícitas o explícitas. De este modo, en cada uno de ellos pueden distinguirse dos niveles: un nivel alto, que codifica el conocimiento explícito mediante representaciones simbólicas, y un nivel bajo, que codifica el conocimiento implícito mediante representaciones distribuidas. Se reflejan así, en este modelo, algunas de las características que son esenciales en la cognición humana desde la perspectiva de la DPT, lo cual permite comprender las sinergias e interacciones entre los dos sistemas.

3. Tercera parte: aplicaciones

La tercera y última parte del volumen recoge diversas aplicaciones de la DPT en ámbitos distintos de la psicología cognitiva. Paul A. Klaczynski reivindica en el capítulo 12 la importancia de la psicología evolutiva para un correcto desarrollo de las teorías de procesamiento dual, y recrimina en general a los psicólogos cognitivos su falta de atención hacia etapas anteriores a la madurez. En su texto ofrece las líneas generales de lo que podría ser una teoría evolutiva del procesamiento dual, alternativa a los modelos imperantes, más unidireccionales, y apunta algunas previsiones empíricas desconcertantes, que, de corroborarse, producirían indudablemente un apoyo importante para su planteamiento.

Matthew D. Lieberman analiza en el capítulo 13 la conocida hipótesis filosófica de los “zombies”: sujetos conductualmente indiscernibles de los seres humanos, pero carentes de vivencias conscientes. La metodología de Lieberman está apoyada en el trabajo de brain imaging realizado en la UCLA, donde mediante functional Magnetic Resonance Imaging (fMRI) se han buscado los correlatos neuronales de las actividades atribuidas al sistema 1 y las atribuidas al sistema 2. De haberse demostrado que dichos sistemas están realizados en un mismo hardware neuronal, en opinión de Lieberman -opinión que resulta un tanto discutible-, la hipótesis de los “zombies” se habría visto reforzada, pues en principio el sistema 1 (o X, en su terminología) podría suplir por completo la actividad del sistema 2 (C). En tal caso, el sistema de procesamiento inconsciente podría actuar en lugar del consciente llevando a cabo las tareas que habitualmente le corresponden, de modo que la idea del “zombie” sería factible en la práctica. No obstante, los estudios empíricos reseñados por Lieberman apuntan en sentido contrario.

Clare Saunders y David E. Over estudian el problema de la racionalidad humana confrontándolo con el planteamiento de la teoría del procesamiento dual, principalmente en la versión de Evans, y cuestionando hasta qué punto es precisa una perfecta y coherente unidad de la mente como prerrequisito para considerar a un sujeto agente racional. Abogando por una lectura muy laxa de ese requisito, Saunders y Over apuntan las prometedoras posibilidades que abre la DPT en el debate acerca de la racionalidad.

Finalmente, Leland F. Saunders hace uso de la teoría del procesamiento dual para justificar desde el punto de vista de la psicología cognitiva la posibilidad de encontrar un fundamento racional a los juicios morales. A pesar de que dichos juicios no están fundamentados en razonamientos -o al menos no siempre lo están-, y manifiestan cierta reticencia a ser afectados por razones, la evidencia acerca de un doble sistema de procesamiento muestra, en opinión de Saunders, que es posible la búsqueda de un “equilibrio reflexivo” entre la concepción de la moral como pura intuición y como juicio racionalmente justificado.

4. Observaciones finales

En una valoración general del volumen, habría que señalar que quizá su principal problema resida precisamente en que, al intentar reflejar el estado de la cuestión, el libro mismo asume el carácter disperso y contradictorio que aún tienen los diversos estudios acerca de la DPT. En realidad, el término puede llegar a representar cosas muy distintas según el autor de que se trate: desde que hay en cada ser humano dos mentes colaborando y compitiendo en ocasiones por el control de la conducta, hasta que trivialmente hay dos formas de tomar decisiones, una intuitiva y otra reflexiva y meditada. De hecho, si bien la DPT parece gozar hoy en día de cierta aceptación, no está nada claro qué es exactamente aquello que se acepta, más allá de algunas líneas difusas y poco definidas. Esta vaguedad se refleja en la diversidad de terminologías que compiten por etiquetar los dos elementos que compondrían la dualidad de lo mental -sea como “sistemas”, “niveles”, “procesos”, “mentes”, “mecanismos”, etcétera-. Ante esta situación, los representantes de las distintas opciones teóricas están impacientes por ofrecer el experimento crucial que vendría a dirimir el debate, aunque da la impresión de que quizá sería más urgente una consideración conceptual previa, que viniera a hacer de la DPT no sólo una alternativa teórica sólida, sino incluso un revolucionario cambio de perspectiva. Porque, de hecho, nos parece que lo más prometedor de la hipótesis de la dualidad de lo mental es la oportunidad que se vislumbra con ella de encontrar una solución a ciertos rompecabezas teóricos de máximo calado, que definen la situación actual de la filosofía de la mente en torno a la relación del concepto de estado mental con el de actitud proposicional, y el modo en que dicha relación está mediada por el lenguaje de modo insoslayable. Además de las valiosas aportaciones de Frankish y Carruthers, hubiera sido deseable algún estudio más en ese sentido.

A pesar de dejar esta cierta insatisfacción en el plano filosófico, los planteamientos empíricos apuntados en el volumen son sin duda muy valiosos, y algunas perspectivas para la experimentación son prometedoras, como la posibilidad planteada por Buchtel y Norenzayan de ampliar el estudio de campo a otros modos de racionalidad aparte del occidental, o la necesidad apuntada por Klacynski de estudiar sus implicaciones desde un punto de vista ontogenético. Quizá se eche en falta alguna aproximación filogenética al asunto, que hubiera mostrado de qué modo la dualidad de lo mental aparece a lo largo del proceso evolutivo de la especie -una idea apuntada por diversos autores a lo largo del volumen pero que, sin embargo, no recibe tratamiento detallado de ninguno de ellos-.

En definitiva, se trata de una obra bastante completa, muy actualizada, que ofrece un acercamiento vivo y plural a esta prometedora línea de investigación, no sólo por su carácter interdisciplinario sino, ante todo, por recoger en sus distintos capítulos opiniones muy diversas acerca de lo que constituye el tema mismo que los reúne. Quizá esto, que, como decíamos, parece ser su principal problema, sea también su mayor virtud.

1Cambridge University Press, Cambridge.

2Oxford University Press, Oxford.

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