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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.56 no.211 Ciudad de México abr. 2011

 

Cuestiones contemporáneas

 

¿Hegemonía o dominio norteamericanos en los inicios del siglo XXI?

 

Hegemony or North American dominion at the beginnings of the XXIst Century

 

Francisco Dávila Aldás*

 

* Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, av. Universidad 3000, col. Copilco–Universidad, deleg. Coyoacán, México, D.F., 04510. fdavila@servidor.unam.mx

 

Recibido el 18 de enero de 2011
Aceptado el 23 de febrero de 2011

 

Resumen

En este artículo, el autor analiza algunas de las preguntas clave para entender el complicado panorama internacional actual. ¿Estados Unidos ejerce a nivel internacional, durante la primera década del siglo XXI, la función de hegemonía o la de dominio?; ¿se pueden seguir negociando las diferencias y conflictos a partir de las reglas sancionadas por el derecho internacional actual?; o, por el contrario, ¿es menester ajustar las reglas del juego a nivel nacional y mundial y modificarlas sustancialmente? En este contexto, el autor indaga las razones de la pérdida de hegemonía norteamericana y su sustitución por el dominio ejercido a nivel internacional. Aborda también el papel económico y político de otros países y su impacto en la arena internacional dentro de los marcos actuales de crisis económica y política en buena parte del mundo.

Palabras clave: hegemonía, dominio, poder, Estados Unidos, Unión Europea, derecho internacional, intervencionismo militar, correlación de fuerzas.

 

Abstract

In this article, the author analyzes some of the key questions to understand today's complicated international panorama. Does the United States exercise at an international level, during the first decade of the 21st Century, a hegemonic function or of control?; Can it keep negotiating the differences and conflicts following the rules sanctioned by today's international laws?; or, on the contrary, is it necessary to adjust the rules of the game at a national and world level and modify them substantially? Within this context, the author searches for the reasons that account for the loss of North American hegemony and its substitution by the control exercised at the international level. He approaches as well the economic and political role and of other countries and their impact on the international scene within the actual frames of economic and political crisis in a large part of the world.

Key Words: hegemony, control, power, Unites States, European Union, international law, military interventionism, correlation of forces.

 

Introducción

El título de este trabajo es proyectivo y futurista y, por tanto, corre el riesgo de pasar al plano de la especulación literaria, espacio donde los cánones que la ciencia impone a la imaginación se diluyen. Plantea de suyo una interrogante que, si bien no novedosa, sí resulta pertinente reformular al calor de los acontecimientos suscitados durante la primera década del siglo XXI. La cuestión de la unipolaridad norteamericana, manejada desde la caída del Muro y el bloque soviético, es, hoy por hoy, altamente polémica sobre todo de frente al peso que la Unión Europea (UE) tiene tanto en materia económica como en aquellas decisiones políticas que impactan la arena internacional. En este marco, se analizan en las páginas siguientes las relaciones tirantes y hasta conflictivas que se han presentado entre estos dos bloques de poder que, palmo a palmo, se disputan en el presente la hegemonía mundial.

 

Poder, dominio y hegemonía

Para evitar equívocos y mejor centrar la problemática abordada, vale la pena aclarar y acotar conceptualmente lo que se entiende por "poder", "dominio" y "hegemonía" a fin de entender las luchas entre los dos bloques mencionados y analizar las contradicciones inherentes a tal enfrentamiento para poder, entonces, señalar, hipotéticamente, los posibles desenlaces de aquéllas.

Cuando se remita al "poder"1 en este trabajo, se estará destacando una acción netamente política, una relación o un conjunto de relaciones políticas que se despliegan, específicamente en este caso, entre Estados Unidos y el conjunto de los 27 Estados que conforman la UE2 (integrados por voluntad explícita de sus pueblos con el fin de recuperar su papel protagónico en el concierto mundial, posición perdida a partir de 1945 por sus afanes imperialistas y su excesivo patrioterismo).

El dominio y la hegemonía son, a su vez, atributos inherentes a potencias que han buscado imponer sus propias reglas al juego internacional, ya sea en lo económico, en lo político o en lo militar. En este sentido, descuellan Estados Unidos y la Unión Soviética por ser las dos superpotencias que dominaron el escenario internacional a partir de la segunda posguerra, ora mediante la imposición de la fuerza y la violencia (dominio)3 ora mediante la influencia de sus respectivas ideologías (hegemonía). Para lograr tales imposiciones, las dos superpotencias utilizaron estos recursos de diferentes maneras y niveles de acuerdo a sus necesidades y circunstancias. Así, el convencimiento y la persuasión intelectual y moral fueron ejercidos mediante la propaganda y el adoctrinamiento ideológico intentando imponer su peculiar "visión del mundo"4 e inculcando su cultura; cuando esto no fue suficiente, utilizaron gradualmente el dominio directo, la violencia, valiéndose de la policía y el ejército, especialmente para subordinar a los Estados nacionales.

Estas relaciones políticas asimétricas se fundamentaron en su poderío económico y en sus fuerzas armadas. En efecto, ambas potencias, antes de la Segunda Guerra Mundial, ya habían acumulado un enorme poder económico gracias al desarrollo industrial y tecnológico que la primera y segunda revoluciones industriales impulsaron. De allí que no fue nada difícil mantener al mismo tiempo su desarrollo económico y su poderío militar en los espacios directos de influencia y, de modo indirecto, en el ámbito mundial.

 

El poderío económico y militar de Estados Unidos y de la Unión Soviética a partir de 1945

En el caso de la potencia capitalista y del imperio soviético, la hegemonía y el dominio por ellos desplegados no fueron resultado de la posesión o de la apropiación de los recursos naturales (como el colonialismo clásico hacía) de naciones más débiles, sino del uso y el despliegue de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas. El llamado "progreso técnico" –cuyos impactos visibles afectaron las relaciones políticas, militares, culturales y económicas de ambas potencias–, generó fuertes tensiones entre ambos bloques desde, prácticamente, la Primera Guerra Mundial, al tratar de garantizar a los Estados bajo su dominio el despliegue del progreso material y social a la par de las más amplias libertades y una mejor vida. En este contexto, Estados Unidos ofrecía, bajo el libre juego de las fuerzas del mercado, desarrollo y paz para el disfrute individual; la Unión Soviética una acción estatal racional y planificación que garantizara el libre acceso a los bienes materiales y sociales logrados mediante el trabajo cooperativo y solidario, para que todos los integrantes de su sociedad pudiesen disfrutar de paz y libertad.5

Este proceso sería acelerado una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, a partir de la cual soviéticos y norteamericanos impondrían sus respectivos intereses a la sociedad internacional a través del poder económico y/o militar. Mientras los Estados europeos occidentales (vencedores en lo militar aunque derrotados y aniquilados en lo económico) se subordinaron al poderío norteamericano, las naciones del Centro y Oriente de Europa hicieron lo propio ante el enorme poderío rojo. Para cuidar esta estructura organizativa funcional a sus respectivos intereses, Estados Unidos impulsó la firma delTratado del Atlántico Norte (OTAN) el 4 de abril de 1949, como un sistema de defensa colectiva frente al peligro comunista.6 Así se consolidó la primera alianza militar celebrada en tiempos de paz para garantizar el dominio y justificar la hegemonía norteamericana. La réplica de la Unión Soviética fue la constitución del Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua (mejor conocido como Pacto de Varsovia) el 14 de mayo de 1955. Entre una y otra organización, se constituyó una estructura bipolar. Así, junto a los dos sistemas socioeconómicos modernos que rivalizaban, se crearon sendos campos militares y políticos antagónicos que se vieron obligados a coexistir 'pacíficamente'.

En términos generales, esta estructura político–militar negociada entre ambas potencias, (bautizada también como la del "equilibrio del terror") devino en estabilidad, seguridad y paz para las naciones del oeste europeo, al tiempo que les facilitó e incrementó los intercambios mercantiles así como el propio proceso de integración entre ellas, genial estrategia que les permitiría crecer, fortalecerse y desarrollarse conjuntamente para así recuperar el poderío e influencia que otrora habían gozado. La OTAN y el Pacto permitieron, además, desplegar ejercicios militares en lo relativo a las armas convencionales y nucleares, situación que creó un escenario continuo de sobresaltos y tensiones en toda Europa y el resto del mundo: la carrera armamentista.

 

Los intentos de autonomía dirigidos por Francia

Las viejas potencias mundiales europeas, para demostrar formalmente su soberanía claramente hollada, crearon la Unión Europea Occidental (UEO), nacida de la Unión Occidental (UO) que se dio entre Francia, Gran Bretaña, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo la cual se refrendó mediante el tratado de Bruselas en 1948. Francia, que era la que más resentía la subordinación a Estados Unidos, intentó crear un organismo netamente europeo de defensa, la Comunidad Europea de Defensa (CED), a fin de reivindicar cierta autonomía. Sin embargo, debido a las dificultades que la nación gala experimentaba causa de la guerra con Argelia que le constreñía a tener una política exterior modesta y prudente, aquel organismo fracasó. Así entonces, la UEO quedó en realidad como el único organismo exclusivamente europeo competente en materia de defensa, aceptado inclusive por Estados Unidos como una forma de fachada europea a la solución militar atlántica.7 El 30 de agosto de 1954, Alemania e Italia se convirtieron en miembros de la UEO; posteriormente lo harían España y Portugal, en 1988, y finalmente Grecia, en 1992. Esta organización de defensa y seguridad ha servido, en la práctica, para negociar las alianzas defensivas entre los países que la conforman y prevé, en su artículo 5°, una asistencia automática y mutual en caso de ataque a uno de sus miembros.8 No obstante estos señalamientos, la capacidad de maniobra de la organización fue severamente limitada y transferidas buena parte de sus responsabilidades a la OTAN desde 1950. En este sentido, la UEO ha sido siempre un organismo carente de poder, una entelequia burocrática completamente dominada por la OTAN; inclusive sus funciones y actividades de orden cultural fueron depositadas en Consejo de Europa en 1960. Su inoperancia se evidenció claramente en los comienzos de 1980 dentro de la llamada "guerra de los euromisiles".9

Aunado a la inoperancia de la UEO, el sorprendente fortalecimiento acelerado de Alemania con su "milagro económico" –que le permitió recuperar su soberanía, rearmarse e, inclusive, aliarse con su otrora enemigo, Estados Unidos–,10empujó al gobiernofrancés a exigir de nuevo la constitución de un organismo autónomo de defensa fuera de la tutela de la OTAN, mismo que debía servir, además, como catalizador de una comunidad europea11 basada en la integración económica y en la seguridad política y militar propias. Este último objetivo se convertiría luego en uno de los puntales de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la futura Comunidad Económica Europea (CEE) (1957) y, más tarde, de la Unión Europea (UE) (1993). No obstante su importancia, la PESC, desde sus inicios, resultó difícil de llevar a cabo en razón de las divergencias entre los países y dado el monitoreo inflexible de Estados Unidos sobre la vigencia de la alianza atlántica.

La creación de la Comunidad Económica Europea merced a los Tratados de Roma (signados el 25 de marzo de 1957 por Francia, Italia, la República Federal Alemana, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos), permitió avizorar una "Europa europea" independiente de Estados Unidos y con influencia mundial. Esta postura se convertiría en la obsesión del general Charles de Gaulle. Para el fundador de la V República francesa, la necesidad de la fortalecer a la Comunidad afirmando su identidad en el campo político y militar como lo estaba haciendo en el campo económico, era, más que deseable, perentorio. A pesar de sus esfuerzos, su afán por alejar a su país y a Europa del dominio norteamericano en los diferentes momentos de su vida política (1951–1969), fracasaron puesto que buena parte de los miembros que la integraban no estuvieron de acuerdo en independizarse de la OTAN. Ante ello, de Gaulle no dudó en acercarse a la Unión Soviética para crear un contrapeso al dominio europeo de Estados Unidos, mismo que se apoyaba en Inglaterra que ya buscaba afanosa integrarse al nuevo club de los Seis.

La fuerte oposición francesa a la entrada de los ingleses a la CEE (cuya membresía sería vetada en dos ocasiones, en 1963 y 1967), estuvo motivada en razón de la alianza estrecha que el Reino Unido tenía con Estados Unidos, por un lado, y por el temor a que la isla pudiese alcanzar el liderazgo al entrar a la CEE y desviarla entonces de sus objetivos primordiales, por el otro. La batalla fue soterrada pero intensa: a un año escaso del lanzamiento de la CEE, los ingleses habían ya maniobrado hábilmente proyectando e impulsando la creación de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC). Todo ello en vista de romper la unidad y frenar la integración europea.12 En 1960, Inglaterra volvió a la carga al crear una réplica de la OECE pero en pequeña escala: la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC). A través de ella, los ingleses dominaban económica y demográficamente a Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza, Austria y Portugal.

Estos intentos desesperados del gobierno inglés por no quedarse aislado con respecto a la CEE –a la que intentaba entrar con todas las garantías y sin el menor esfuerzo de su parte– fueron diluyéndose tanto por el creciente éxito económico de la Comunidad (que empezaba ya a conformar un pingüe mercado común –de unos 240 millones de consumidores– que convertiría a Europa en el primer exportador de productos industriales), como por el déficit en la balanza de pagos de la isla; ante esta realidad la actitud de Estados Unidos hacia la Comunidad también fue variando.

Para no quedar excluido de tan magnífico panorama, el presidente estadounidense John F. Kennedy debió renunciar al proteccionismo y adoptar entonces estrategias de liberación de los intercambios con Europa. De aquí que el 25 de enero de 1962 propusiera al Congreso de su país una asociación comercial abierta entre Norteamérica y la Comunidad Económica Europea; dentro del marco del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), negoció por igual una reducción de tarifas. Este cambio de actitud permeó también en los discursos: "No consideramos a la Europa unida y fortalecida como un rival [...], más bien la vemos como una asociada con la cual podemos tratar sobre una base de plena igualdad, en lo concerniente a todas las tareas inmensas que constituyen la puesta en marcha y la defensa de una comunidad de naciones libres".13

Aún más, en vista del éxito del mercado común que se iba consolidando en Europa y para no perder su dominio en la región, Estados Unidos insistió en negociar la entrada de su fiel aliado británico a la CEE. Su planteamiento fue más que claro: con Inglaterra dentro de la Comunidad ésta no sólo se fortalecía, sino que el mercado común completaría su organización. Como compensación por la aceptación del nuevo socio, el Ejecutivo en Washington prometía compartir con la CEE"[...] el liderazgo económico junto con Estados Unidos".14 Para imprimirle un sello de seriedad a estas palabras, Kennedy propuso al Comité de Acción de la Casa Blanca que "La cooperación ya puesta en marcha entre Estados Unidos y los países de Europa debía gradualmente tomar la forma de una relación entre socios (partners) [...], entre dos entidades distintas pero igualmente poderosas, cada una asumiendo su parte de responsabilidad común con relación al mundo".15

El discurso norteamericano seducía, como señalan los expertos en estos temas,16 pues no sólo ofrecía el partnership en la zona del Atlántico sino a nivel mundial. Sin embargo, y a pesar de las buenas intenciones, este tipo de declaraciones no dejaban de ser exactamente eso: declaraciones, visiones a futuro antes que un programa preciso de acción. De hecho, el único documento concreto al respecto fue el Trade Expansion Act, adoptado por el Congreso norteamericano en el mes de octubre de 1961. En él, se aclaraba que si bien podría haber relaciones de socios iguales en el campo económico, en el ámbito político y militar Estados Unidos no podía de ninguna manera compartir su liderazgo (leadership), aunque dejaría que Europa jugara un papel más importante en esos campos. A pesar de estas cláusulas de exclusión, no hay duda de que Europa occidental se fortaleció económicamente hablando hasta llegar a ser, en el transcurso de los años posteriores a 1980, el primer socio comercial del mundo,17 hecho que, a contracorriente del deseo norteamericano, amplió la potencialidad de la cce en lo político tanto a nivel regional como mundial.

En la historia de la CEE, cobró importancia singular la cumbre de la Haya de 1969 pues en ella se diseñó un gran programa de tres puntos que resultaría de importancia capital para el devenir de aquélla: 1) regulación financiera de la agricultura; 2) realización de la unión económica–monetaria y de lazos políticos y 3) aceptación a la Comunidad de aquellos países que cumpliesen con los requisitos exigidos. Derivado de este último punto, fueron admitidas Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca en 1973; una vez puesto en funcionamiento el Sistema Monetario Europeo (SME), se incorporaron también Portugal y España a principios de enero de 1986.

La entrada en vigor del Acta Única Europea (AUE) el 28 de febrero de 1986, pavimentó el camino para la plena institucionalización de la CEE. En el plano político, y especialmente en el militar en materia de defensa y seguridad, los progresos fueron más lentos que en el económico. Desde 1987, en la plataforma de La Haya, la voz de la Comunidad se empezó a escucharse con más fuerza; se dio entonces un paso en firme hacia la posterior compatibilidad y complementariedad entre los intereses de Estados Unidos y los de la Unión Europea, sin que ello afectara ni la identidad ni la autonomía de esta última.

 

El desmoronamiento de la Unión Soviética y los esfuerzos de la Comunidad Europea por obtener mayor autonomía e independencia en el campo militar

La situación de Europa a principios de los 90 cambió radicalmente con respecto a la vivida en los años anteriores. El desmoronamiento del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría (conjuntamente con las instituciones que caracterizaban la hegemonía comunista como el Consejo para la Mutua Asistencia Económica (COMECON) y la estructura del Pacto de Varsovia), le permitió ampliar y consolidar sus perspectivas de integración, al tiempo que Estados Unidos perdía su principal motivación ideológica para mantener a la OTAN. Incluso los países de Europa central y oriental, conocidos como los PECOS, hasta la misma Rusia, miraron hacia Europa occidental tanto para pertenecer a ella como para demandar su ayuda.

El éxito del proceso de integración económica, manifestado en la fortaleza de la Comunidad,18 fue sin lugar a dudas la causa de esa atracción. Tan era así, que Estados Unidos, sintiendo amenazada su propia influencia económica en las zonas de su control directo, como América Latina, y en aras de recuperar su dominio comercial amenazado por la penetración comercial de la CEE, decidió entonces adoptar una estrategia económica similar a la utilizada la Comunidad. Es en este marco que habría que leer la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los gobiernos estadounidense, canadiense y mexicano,19 el 1° de enero de 1994, y su posterior expansión hacia el resto de los Estados americanos (con excepción de Cuba) a través del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en diciembre de ese mismo año. Con estos acuerdos, se pretendía realizar el viejo sueño hegemónico norteamericano de "una zona de libre comercio hemisférica que se extendería" desde el puerto de Anchorage hasta la Tierra de Fuego",20 por un lado, y equilibrar sus fuerzas y consolidar su poder económico vis á vis la expansión y consolidación de la Unión Europea (cabría acotar que el ALCA ha resultado ser, a la postre, un fracaso, por lo que la búsqueda del equilibro entre ambos bloques de poder económico aún no termina), por el otro. Como complemento a estas iniciativas, Estados Unidos se aprestó también a 'actualizar' su propaganda ideológica haciendo de la llamada "globalización", que no es más que la expansión a nivel mundial de sus empresas corporativas, la panacea para curar todos los males.21

A pesar, sin embargo, de no haber podido 'emparejar' el equilibrio de mercados, en el terreno de la seguridad estados Unidos continúa llevando la batuta. En efecto, la Alianza Atlántica, como estructura político–militar de alcance no sólo europeo sino mundial, tanto en las vísperas de la disolución del bloque soviético (1988–1989) como en la actualidad, sigue siendo comandada por Washington; en este aspecto, la UE, aunque ha alcanzado un mayor nivel de maniobra, depende aún de este apoyo.22 Si bien se han hecho esfuerzos varios por revertir tal dependencia, éstos no han dejado de ser más retóricos que realistas. Ello quedó patente tanto en el proceso de desmembramiento de Yugoslavia –y, dentro de él, en la guerra del Kosovo– como en la nueva geoestrategia desplegada por la potencia norteamericana después de los ataques del 11–S (aunque en un principio Estados Unidos solicitó el apoyo moral y militar de Europa invocando el artículo 5° de asistencia recíproca, no hizo lo propio al momento de invadir Afganistán; aún más, a nombre de una cruzada contra el terrorismo, enemigo de la humanidad y de la democracia, emprendió el camino bélico sin utilizar la pesada estructura de la OTAN).

Estos acontecimientos, entre otros, permiten proyectar todavía una larga vida al predominio norteamericano y, en el mejor de los casos, reforzar el compromiso de ayuda mutua existente, en los planos regional y especialmente global, entre la potencia americana y la UE, hecho que no es muy del agrado de sus miembros porque se tiende a perder la dimensión y el control de su propia política de defensa y a depender de la estrategia militar estadounidense. Aunado a lo anterior, la dura estrategia de guerra que la super–potencia ha adoptado frente a la amenaza terrorista latente explica algunos de los conflictos internos en los que actualmente se debate la Unión Europea.

A pesar de este pronóstico, no cabe duda de que la brecha por la hegemonía mundial entre la Unión Europea y Estados Unidos se ha reducido durante la última década. La anterior constatación se sustenta en el creciente poderío económico de la UE y en los diversos esfuerzos desplegados por expandirlo. Esta situación ha mermado ciertamente el poderío de Estados Unidos al tiempo que ha permitido la consolidación de nuevas estructuras políticas y estrategias comunes tendientes a reforzar una mayor autonomía europea con respecto al tutelaje norteamericano. En la medida en que la UE sigua expandiéndose, estructurándose y consolidándose, devendrá cada vez más en contendor de la unipolaridad norteamericana. En otros términos, la UE ha venido disputando palmo a palmo el liderazgo que Estados Unidos ha estado perdiendo. Es evidente, por ejemplo, que este poderoso país ya no puede dominar por la fuerza a Europa o disputarle su creciente hegemonía en el concierto internacional. Injustificación norteamericana–neoliberal de que el libre comercio, sin las trabas estatales, procura la ampliación de las libertades individuales y ofrece mejores opciones de vida, está siendo derrotada por la cooperación, la integración y la ayuda solidaria, de los Estados europeos que, en vez de confrontarse de nuevo, han escogido el más inteligente y redituable camino de la unión para crecer nacional, regional y continentalmente. Inclusive Rusia, la antigua impulsora del totalitarismo disfrazado de socialismo real, ha decidido apostar por este sendero promoviendo una cooperación más abierta hacia Occidente, intentando ampliar sus relaciones con la UE y oponiéndose rotundamente a al crecimiento del poderío estadounidense.23 En este tenor hay que analizar, por ejemplo, las negociaciones para la reducción mutua de armamentos en 1990 con la firma del pacto sobre las Fuerzas Convencionales en Europa (FCE).

En cuanto al aspecto militar, se pueden percibir también cambios en la balanza de poder. La UE se ha visto cada vez más involucrada en este tipo de decisiones. Desde las negociaciones en pro del desarme mundial (lo que propició la reducción de gran parte del armamento táctico y nuclear del Pacto de Varsovia que pesaba como una perpetua amenaza sobre Europa) hasta la fijación de un tope de efectivos para las fuerzas armadas de Europa en el plano aéreo y terrestre (325 mil para Francia, 345 mil para Alemania, 260 mil para la Gran Bretaña, 250 mil para Estados Unidos y 1 millón 450 mil para Rusia). Estos logros, acompañados de los éxitos alcanzados con la acelerada integración económica, se han visto bien compensados con el apaciguamiento de las tensiones y amenazas militares que pesaban sobre el Viejo Continente.

Al calor de estos cambios, la OTAN fue modificando su estrategia básicamente defensiva y la UE impelida a definir su papel en la misma. Las otrora naciones enemigas (los países del grupo PECOS: Bulgaria, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Rumanía), que luego del desplome del Muro necesitaban ayuda para consolidarse en el campo económico y político, fueron incorporadas, a partir de marzo de 2004, al club atlántico. Ello implicó para Rusia un reconocimiento tácito de la disminución real de su influencia sobre estos países y el hecho, aún más doloroso, del fracaso interno y externo de su política en el campo económico y militar.

 

La nueva correlación de fuerzas y el fortalecimiento de la hegemonía compartida de la UE y Estados Unidos

Si bien la desaparición del sovietismo le dió mucho mayor juego a la OTAN, la importancia estratégica de Rusia no fue, sin embargo, pasada por alto. Por razones tácticas y estrategias, los atlantistas nunca dudaron de su peso en la arena internacional. Lo anterior explica la creación, en 1991, del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte (COCONA) en el que los antiguos miembros del pacto de Varsovia se aliaron junto con los de la OTAN en un acuerdo de mutua asistencia, cooperación y colaboración comprometiéndose a respetar las fronteras de los Estados miembro. La cocona tendió, sin duda alguna, a equilibrar el juego de fuerzas entre una potencia en declive, Rusia, y la OTAN,24 equilibrio que resultaba esencial, especialmente en el marco de la integración de la Alemania oriental con la Federal.

Este proceso, sin embargo, no dejó de tener sus dificultades. Cuando lo jefes de Estado de la OTAN propusieron a las nuevas democracia de Europa central optar por la "pertenencia a la OTAN por la paz" (Bruselas, 11 de enero de 1994), lo hicieron en calidad de estatus provisional más que legal. Ello amenazó con abrir un frente que la Federación de Rusia intentaba cerrar. El peligro estaba en sus inmensas fronteras en plena mutación, en su legalidad tambaleante y en la disolución su propia identidad. No estaba amenazada ni por Europa ni por Estados Unidos, sino por la complejidad de los acontecimientos que se estaban gestando en Asia central y en sus relaciones con China, Turquía e Irán. Ello explicaba su complicada situación y su comportamiento ambiguo con respecto de sus fronteras y de sus zonas de influencia estratégicas; lo que se palpó en las negociaciones dentro de la guerra de Kosovo. Su razón era clara, no podía debilitarse más sin intentar fortalecerse.

La cuestión de la seguridad y el armamentismo fue otro de los tópicos a vencer. A pesar de los deseos de la Unión Europea y de algunos de sus miembros de fortalecer sus esferas de defensa y seguridad militar con mayor autonomía con respecto de la OTAN, el ambiguo y contradictorio comportamiento de Estados Unidos en el campo político, estratégico y militar –así como su obstinación en trasladar gran parte del peso de lo que significa la defensa del continente a los europeos– contribuyó a dificultar este anhelado equilibrio. En el marco de la colaboración intereuropea, el uso ilimitado del poder armado, desde el punto de vista objetivo, resultaba (aún lo hace) una aberración, una psicosis obsesiva que podía poner en peligro el propio liderazgo de Estados Unidos. Esta situación había sido ya descrita claramente por el que fuera secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger: "Los Estados Unidos no pueden arreglar todos los problemas del mundo pero no están dispuestos a renunciar a su papel de una potencia mundial indiscutible" que pueda regir al mundo apoyada en el nuevo equilibrio de fuerzas que está representado actualmente por la UE, Rusia y China que, además, son aliados entre sí y pueden neutralizar o morigerar su poder y defenderse, si es el caso.

En este ambiente, el caso de Iraq resultó patético. Si bien era loable el deseo de democratizar el país árabe, resultaba flagrantemente contradictorio el hecho de querer hacerlo por la imposición, el engaño, la fuerza. Los sistemas democrático–liberales exigen una infraestructura mínima de orden cívico, un determinado grado de desarrollo de la riqueza social y una cultura de compromiso, de cooperación y colaboración así como de solidaridad entre sus miembros, procesos que implican un lento aprendizaje a largo plazo. Resulta, pues, irrisorio el querer implantar un régimen democrático 'por decreto'. Las sociedades tradicionalistas, como las que existen en el mundo árabe, están aún navegando en un proceloso mar con islas de modernidad en el cual las élites monárquicas disfrutan de sus bondades, mientras la gran mayoría continúa hundida en un oscurantismo parecido al que Europa tuvo en la Edad Media. La democratización de la región en general, y de Iraq en particular, requerirá 'algo' más que violencia.

En todo caso, y a pesar de las protestas de no pocos países europeos en contra de la invasión, la UE no ha tenido más remedio que aceptar la superioridad militar de Estados Unidos en todos los planos y seguir permaneciendo fiel a la alianza atlántica que les es, y les seguirá siendo, altamente beneficiosa para sus intereses nacionales y regionales. A pesar de este reconocimiento, Alemania y Francia han colaborado mutuamente en el reforzamiento de Europa y la consolidación de una política común de seguridad y defensa que los vaya conduciendo a una mayor autonomía con respecto a su gran y poderoso socio. Así, en el Tratado de Maastricht (firmados el 7 de febrero de 1992) una y otra intentaron impulsar el "pilar de la defensa europea", esto es: sin renunciar y poner en entredicho la preeminencia de la presencia norteamericana en el sistema global de seguridad política y militar paneuropeo, galos y germanos debían buscar las vías para una mayor autonomía de la Unión dentro de la OTAN, con lo que se estaría avanzando en la consolidación del pilar de la de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, paso primordial en el proceso de reforzamiento interno y expansión futura de la ella.

En los casos de Rusia y China, los lazos de colaboración con Estados Unidos también se han ido estrechando. La primera de ellas ha requerido, por parte de norteamericanos y europeos, de un trato especial dado su poder en recursos naturales y su aún inmenso poderío militar, especialmente en lo concerniente al arsenal nuclear y de armas químicas y biológicas. En este marco, resulta interesante subrayar la importancia del Acta Fundacional sobre las Relaciones Mutuas de Cooperación y Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa, del 27 de mayo de 1997, hecho imposible de imaginar siquiera antes del derrumbe del "socialismo real", ya que el documento sancionaba el derecho de todo Estado a elegir a sus socios en materia defensiva. Con esta acción, Rusia trataba de hacerse acreedora a la ayuda financiera europea (con la que aplacarían, en algo, sus males) y negociar el mantenimiento de su infraestructura nuclear a corto plazo para tenerla a buen recaudo. En esta negociación, la UE tuvo un peso definitivo al brindarle a Rusia decidido apoyo; de hecho, gracias a este 'espaldarazo', Estados Unidos se vio obligado a dar su anuencia para hacer efectiva el Acta, lo que significó un mayor compromiso de cooperación para Rusia dentro de la alianza unilateral con la OTAN. Así, poco a poco, Rusia está reincorporándose hábilmente en el escenario del poder mundial, lo que no deja de ser altamente positivo si lo que se desea es ejercer un contrapeso real a la superpotencia norteamericana.

La República Popular China, a su vez, al flexibilizar su régimen interno, ha sido aceptada poco a poco por Estados Unidos como una nación confiable; inclusive fue apoyada por éste para ingresar a la OMC en diciembre de 2001 (con la condición de que siempre se atuviese a las reglas del juego). Sin embargo, en la actualidad, la desbordante actividad comercial china, el déficit que representa para los norteamericanos y la enorme reserva en dólares que tiene el Estado comunista asiático, ha resultado ser peligrosa para la economía estadounidense, misma que experimenta hoy por hoy una fuerte desaceleración.25

 

Las nuevas perspectivas de negociación y cooperación ruso–norteamericanas y las oportunidades de la UE

Los nuevas relaciones entre Estados Unidos y Rusia entabladas luego del ataque del 11 de septiembre del 2001, celebradas efusivamente por los miembros de la OTAN, revivieron el espíritu de cooperación entrambas luego de 10 años de ásperas y conflictivas relaciones y fructificaron en una alianza más sólida. Muestra de ello fue la firma en Moscú, a fines de mayo del 2002, del Tratado Ruso–norteamericano de Control de Armamentos, el cual culminó con la inauguración en Roma del Nuevo Consejo de la OTAN–Rusia (NRC). Con estos acuerdos, la Federación Rusa, después de 70 años de régimen comunista y 13 más de transición, había decidido unirse al concierto de las naciones democráticas y dar, con ello, un paso en firme hacia el cumplimiento de los anhelos democráticos en su suelo: alcanzar mayor libertad y bienestar para todos.

En este nuevo contexto, la UE adquirió un nuevo socio estratégico indispensable (pero aún imprevisible en su futuro, dadas las grandes dificultades que Rusia ha tenido en integrarse económica y políticamente al mundo occidental),26 frente al cual queda obligada a prestar toda la ayuda, formas de cooperación y acciones efectivas posibles a fin apoyar los esfuerzos modernizadores de aquel gran país.

El caso de Iraq fungió como 'prueba de fuego' de la nueva relación. La Segunda Guerra del Golfo Operación Libertad Iraquí (iniciada en marzo de 2003 por la intervención unilateral de Estados Unidos justificada a base de engaños y fraudes vergonzosos y de su permanencia como ejército de ocupación en el país meso–oriental hasta agosto de 2010) no sólo sentó un funesto precedente en la historia de las Naciones Unidas al poner al desnudo su inoperancia frente a los excesos del poderío norteamericano, sino que hizo cimbrar las relaciones de Estados Unidos con algunos de los más descollantes miembros de la Unión Europea. Alemania y Francia, los motores de la UE, junto con sus aliados internos e internacionales como Rusia y China, salieron en defensa del castigado Estado árabe.27 El contar con estos dos últimos países como aliados, reforzó la fortaleza política y moral de la UE frente a la potencia invasora que, apoyada directamente por Inglaterra, España e Italia, abusaba de su poderío al tiempo que desoía las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.28

Lo que Estados Unidos 'ganó' con su acción bélica, fue el desprestigio internacional y un sabor a fracaso difícil de digerir, pues a pesar del uso de la fuerza, las amenazas y el chantaje29 no se ha podido conseguir ni la paz ni la seguridad ni la tranquilidad ni la libertad de la otrora orgullosa Mesopotamia.30 La creencia norteamericana (por lo menos del ala neoconservadora) en la guerra preventiva como solución a los problemas geopolíticos actuales, está mostrando su creciente debilidad. Sus discursos sobre la democracia, la lucha por el respeto a los derechos humanos y las acciones contra el terrorismo y la proliferación de las armas de destrucción masiva, que comandaron la escalada militarista norteamericana, convencen cada vez más a cada vez menos.

En cambio, la UE (léase, sobre todo, Alemania–Francia), antes mellada por la maniobra angloamericana para dividirla, volvió a reforzar su unidad y a destacarse con su acción diplomática en Medio Oriente y en Asia. Con la oposición franco–alemana y la de sus aliados a los excesos del poder norteamericano, se creó una honda fisura entre estas naciones y Estados Unidos (pero ésta, vale recalcarlo, no puso en entredicho la estructura de la OTAN) que, no obstante y poco a poco, se fue restañando. En este marco, vale la pena también subrayar que aquellos miembros de la UE que sí apoyaron la misión anlgo–americana (Italia, España, Portugal, Dinamarca, Polonia, Hungría y de la República Checa) en Iraq, lo hicieron más como rechazo al tradicional liderazgo franco–alemán que al convencimiento pleno de la empresa bélica.

Si bien estas contradicciones y cambios en la dinámica de las alianzas (mismos que han sido una constante en la vida de la UE) tienden en el corto plazo a generar un equilibrio precario, no parecen amenazar la consolidación a mediano plazo del bloque regional; en estas circunstancias, la terquedad político–diplomática de Estados Unidos, no ha hecho más que evidenciar su pérdida de liderazgo a la par de su declinante hegemonía. En este complejo juego de alianzas, compromisos y reformas que la nueva consolidación nacional, regional y mundial exige, la UE ha ido consolidando su hegemonía frente a los norteamericanos y afinando su papel político en la OTAN que resulta cada vez más insoslayable. Con la llegada de Angela Merkel a la cancillería alemana a finales de 2005, y con el nuevo presidente francés Nicolas Sarkozy a partir de mayo de 2007, la relación con Estados Unidos devino de ríspida a más cálida, como una fórmula para curar las heridas provocadas por su intervencionismo militar. Aunado a ello, la creciente influencia política y diplomática que tanto galos como germanos están teniendo en Medio Oriente (y en Iraq en particular), augura menos tensiones y posibles arreglos negociados con los gobiernos de la conflictiva región.31

 

El poderío económico de Estados Unidos y su desgaste hegemónico

Es innegable que Estados Unidos ha impulsado la economía mundial desde prácticamente 1945 (aunque no ha sido el único. De hecho, la Unión Europea, al consolidarse y ampliarse, ha contribuido considerablemente a este respecto, al igual que otros países meta europeos como Japón. Por su lado, China ha tenido un explosivo crecimiento y su expansión comercial mundial en la actualidad es un reto aún para la economía de Estados Unidos). Sin embargo, hoy por hoy, la economía norteamericana está en aprietos y su crisis actual resulta peligrosa para el mundo. En efecto, después de la recesión del 2001 Estados Unidos ha visto decrecer su Producto Interno Bruto (PIB): en 2003 fue de 2.5%; en 2004 aumentó a 3.10% para alcanzar un máximo de 4.40% al siguiente año. En 2006, el decrecimiento volvió a aparecer con un 3.20% y logró mantenerse tal cual para 2007 para volver a descender en 2008 a un bajo 2.20%.32 Lo que ha seguido es simplemente la debacle: debido a la quiebra económico–financiera de 2007–2008 (la llamada crisis de las hipotecas subprime devendría luego en las crisis bursátiles mundiales de enero y octubre de 2008 y, de ellas, a la crisis del euro para terminar en una ampliada crisis económica mundial)33 –aunada a los altos precios del petróleo, a un déficit ya enormemente abultado34 y al incremento de los cuantiosos gastos militares para aplacar el nacionalismo iraquí–35 el crecimiento norteamericano se colapsó36 en 2009 al descender su PIB a un histórico (por lo bajo) 1.1% de crecimiento. Estos vaivenes han demostrado, entre otras cosas, que la tan cacareada globalización no es más que "la americanización del mundo", cuestión que implica muchos más riesgos que ventajas y despierta suscitando con ello grandes dudas y preocupaciones sobre el futuro de la economía mundial.

Parte del problema de este lento crecimiento económico puede encontrarse en la preferencia por el gasto gubernamental deficitario por encima del desarrollo económico de las empresas estadounidenses. Sin lugar a dudas, Estados Unidos está caminando (o volando, como decía Lawrance Summer, ex secretario del Tesoro de Clinton) con un solo motor.37 Aunque estadísticamente hablando la contribución de este país al crecimiento mundial ha sido impresionante (desde 1995 hasta el 2004, en términos acumulativos, ha representado más del 60% del mismo), esta misma, desproporcionada con respecto al crecimiento de la economía mundial, no expresa más que el extraordinario índice de consumo que ha caracterizado a este país. En efecto, la demanda doméstica ha crecido en un promedio anual del 3.7% desde 1995, dos veces más que el crecimiento de los países ricos. Por otro lado, el aporte de Estados Unidos al PIB mundial desde 1995 hasta el 2002 fue del 30%, mientras que el de Europa alcanzó el 20%, el de Japón el 10%, el de China el 5% y el del resto del mundo el 35%. Esta fuerte dependencia que experimenta la economía mundial con respecto al crecimiento de Estados Unidos no es nada saludable; dado que ésta, como se ejemplificó líneas arriba, puede caer en cualquier momento (siempre y cuando siga gastando más de lo producido); en estas circunstancias, no pocos miembros de la comunidad internacional podrían padecer las consecuencias de una nueva recesión.38

 

¿Hacia la hegemonía compartida?

Las iniciativas unilaterales en política exterior así como la descabellada doctrina de la guerra preventiva desplegadas por el gobierno de George W. Bush, contribuyeron a debilitar su peso político en la arena internacional.39 La arrogancia y el empeño norteamericano para mostrar su dominio y doblegar a sus aliados europeos que se habían opuesto a la ocupación de Iraq, resultó ser a la postre el error más grande de la estrategia militar norteamericana desde su intervención en Vietnam.40 Las consecuencias políticas de estos errores no tardaron en aparecer: las presiones de los demócratas y de algunos republicanos al gobierno para que reconociera el rotundo fracaso de su intervención en Iraq, la exigencia de salir de aquel atolladero, el enorme déficit del presupuesto norteamericano, la pérdida de la habilidad política de Washington en cuanto a política exterior y el consecuente deterioro de su hegemonía mundial,41 devinieron finalmente en el debilitamiento del partido republicano y en el ascenso a la presidencia del demócrata Barack Obama a inicios de 2009.42

A su vez, la sagacidad, el realismo político, la persuasión, la negociación y la acción diplomática efectiva utilizados por varios de los miembros de la UE con respecto al caso iraquí, abonaron para convertirla en factor clave del tablero de la política mundial.43 Ejemplo de lo anterior, es la política más flexible que Francia y Alemania han liderado, y que Rusia y China han respaldado, con respecto a los casos iraní, pakistaní y afgano, en los cuales han logrado morigerar los impulsos belicistas norteamericanos.

En este marco, si algo positivo se pudo haber derivado de la catástrofe de Iraq, es la posibilidad, cada vez más sólida, de una colaboración estrecha entre la UE y Estados Unidos; en otras palabras, la compartición de la hegemonía mundial... ¿a partes iguales?

 

Nuevas estrategias hegemónicas: la Unión Europea y Estados Unidos ante el mundo del siglo XXI

Si algo caracteriza a las relaciones entre la UE y Estados Unidos actualmente, es el mutuo recelo de ambos al momento de compartir las grandes decisiones en materia de política regional y mundial. Esta situación continuará siendo fuente de tensos encuentros y discordias, mismos que tendrán que ser negociados dado que, juntos, representan una de las instancia de poder que rigen buena parte de la geopolítica mundial. Ello cobra aún más relevancia al constatar que la UE es ya la subregión más rica y poderosa después de Estados Unidos y la más grande en relación a su población (500 millones). En este sentido las relaciones entre ambos socios deberán ser más competitivas, tanto en el plano político y militar como, y principalmente, en el económico y comercial.

Para reforzar esta alianza, consolidar los lazos de cooperación y multiplicar los intercambios mutuos, se han intensificado las instancias de consultas mutuas entre los presidentes del Consejo y de la Comisión europeas y el Ejecutivo norteamericano, mismos que se reúnen en diversas ocasiones y foros, y en ocasión de fuertes coyunturas, para abordar temáticas misceláneas, desde estrategias industriales, comerciales y financieras; problemas de transportes; ciencia y tecnología; agricultura, educación, energía y medio ambiente hasta el diseño de políticas mundiales. Así sucedió en la primera Guerra del Golfo, en el conflicto yugoslavo o en la problemática afgana.

La consolidación de la UE no se explicaría si se desconociera el papel que ella ha tenido también en la consolidación de las relaciones inter y meta europeas. En este sentido, los problemas de seguridad y de paz en Europa ya no dependen exclusivamente de la buena voluntad de Estados Unidos, sino de las negociaciones que se suscitan entre los 27 Estados miembros de la Unión y aquellos que no lo son (entre los que sobresalen la Federación de Rusia y China). En este panorama, y no obstante las dificultades y tensiones arriba comentadas, el problema del orden, de la seguridad y de la paz en Europa es hoy por hoy un asunto netamente europeo, situación que la propia potencia americana ha aceptado.

Si bien cabe esperar aún que las relaciones económicas y políticas entre estas dos grandes hegemonías mundiales continúen permeadas por desconfianzas mutuas y rivalidades (producto de los intereses particulares de cada uno de ellos. La UE, por ejemplo, acusa a Estados Unidos de proteccionista en lo relativo a las industrias automotriz, acerera, aeronáutica y textil; a su vez, la nación americana le espeta a la UE ser una entidad estatista y proteccionista en el campo de la agricultura y el sector aeronáutico), tarde o temprano tendrán que llegar a arreglos beneficiosos para ambos (de hecho, para destrabar los diversos conflictos entre europeos y norteamericanos, se han firmado ya varios acuerdos sobre la apertura recíproca de mercados en determinados sectores. Ejemplo de ello ha sido la defensa en común de sus intereses económicos en la Organización Mundial del Comercio (OMC) con respecto al comercio internacional con los países no desarrollados, lo que ha provocado el impasse de la Ronda de Doha).44

Una de las problemáticas a ser solventadas es la cuestión de las paridades monetarias. La emergencia, en enero de 1999, y la postrera consolidación del euro en la Unión Europea ha constituido todo un reto para la economía norteamericana. Aunque el dólar continúa gozando de gran preponderancia mundial,45 el euro ha logrado desplazarlo como moneda más utilizada en pagos en efectivo, haciéndola ya una moneda más segura y sólida que su par norteamericana. No obstante este logro, su estabilidad no es segura, empezando por el hecho de que solamente en 17 de los 27 Estados miembro de la UE es moneda oficial y acabando por el rechazo a la Constitución europea por parte de países como Francia y Países Bajos lo que podría desestabilizar su poder cambiario.

Otro de los escollos a vencer radica en el avance de la integración política y de las instituciones europeas supranacionales, mismas que se presentan como una forma velada y a veces explícita de sacudirse la tutela de Estados Unidos en los asuntos regionales de la propia Unión. Uno más radica en el predominio científico–tecnológico. En este campo, el avance norteamericano con respecto al europeo es innegable; por ejemplo, frente las tecnologías de punta ligadas a la comunicación y a la informática, así como a la reestructuración industrial en todos los campos, la Unión Europea se ha visto obligada a ser tributaria de las exportaciones norteamericanas; además, la competencia en estos campos se hace difícil en el propio suelo norteamericano debido a que en él hay más escudos de protección que en la UE. De aquí que resulta difícil prever una mayor autonomía e independencia de Europa con relación al avance de la ciencia y al desarrollo de la tecnología. Si la UE pretende algún día lograr una verdadera ventaja al respecto, deberá entonces contrarrestar eficazmente la agresiva penetración de las empresas corporativas norteamericanas en su espacio y ámbito mercantil y académico.46 De hacerlo, consolidaría su soberanía continental.

Ahora bien, fortalecerse nacional y regionalmente en el caso de la UE no significa volver á las viejas nociones de los nacionalismos cerrados y recalcitrantes que se hundieron con las dos guerras mundiales; pero tampoco representa una apertura indiscriminada a las estrategias comerciales y financieras norteamericanas. Fortalecer la nueva soberanía europea es, entre otras cosas, apostarle al nuevo ciudadano europeo, consciente de sus deberes y derechos, así como a la necesidad de un orden y un gobierno capaz de administrar y distribuir más equitativamente las riquezas a nivel individual, regional y nacional. Así también, la UE debiera buscar nuevos aliados en el resto del mundo a fin de lograr mayores márgenes de maniobra frente a su rival–socio estadounidense.

 

Conclusión

La hegemonía estadounidense que amenazaba con un mundo unipolar una vez caído el Muro, ha tenido que ceder y compartir con la Unión Europea buena parte de las decisiones que mueven la política y los mercados internacionales. Es ya clara la necesidad de distribuir el poder y encarar, como una mega unidad económico–política, los retos diversos que le aguardan a la humanidad en este todavía muy joven siglo XXI.

La historia de las relaciones Estados Unidos–Europa muestra que, a pesar de las dificultades, discordias y heridas entre ellos infligidas, han podido salir avante y ponerse cada vez más de acuerdo en aquellos asuntos que resultan torales para la buena marcha de la política internacional. Quizás se podrá pecar de excesivo optimismo, pero no resulta tan descabellado poder otear escenarios menos caóticos y peligrosos para la humanidad que aquellos que se presentaron luego de la Segunda Guerra Mundial y del colapso de la Unión Soviética. A pesar de requiebres tan dramáticos como las campañas bélicas en Iraq y Afganistán, pueden encontrarse salidas lentas pero mucho más seguras para la solución de los conflictos internacionales. Esto es justamente lo que los líderes de la UE han buscado y buscan. Estados Unidos tendrá que recapacitar sobre sus reiterados errores y optar por la mejor solución que deberá pasar necesariamente por la colaboración con sus socios europeos en un mundo que, lejos de ser ejemplo de orden y justicia, es inmisericordemente zaherido por la pobreza, la desigualdad social, la explotación, el atraso tecnológico, el armamentismo, las amenazas nucleares, la guerra y la impunidad criminal. A ello habría que agregar la multiplicación de diversas pandemias y problemas medio ambientales, como el calentamiento del planeta, a la par de una larga cita de etcéteras. Por todo ello, las acciones conjuntas de Estados Unidos y de la UE deben encaminarse para incidir en la mejor marcha del planeta. Mientras más rápido esto se entienda y aplique, mejores posibilidades habrá de rediseñar, con mucha más claridad y justicia, las reglas del intrincado juego internacional.

La construcción de un mundo mejor puede dejar de ser mero anhelo. Pero para ello, es urgente entender la conveniencia del diálogo, la negociación y el acuerdo y repudiar la fuerza del músculo, el fusil y la invasión. Discutir tal posibilidad sería ya un avance formidable.

 

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Notas

1 No intentamos profundizar sobre los alcances de este complejo concepto, clave en el tratamiento de la acción política. Sólo queremos señalar que La sociología política norteamericana –intentando dilucidar o explicar las definiciones generales de poder, dominación y autoridad que Max Weber tan bien explicitó en su libro Economía y sociedad (México, FCE, 1964)– define al poder como una relación de causalidad intencionada, definición que, por cierto, no toma en cuenta ni la base a partir de La cual se daría La posibilidad de imponer La propia voluntad para determinar la conducta del otro ni el grado de resistencia que este último ejercería. Vid. a este respecto, Jacques Van Doorn, "Sociology and the Problem of Power", en Sociologica Neerlandica, vol. 1, núm.1, 1962; Marvin O. Olsen, (ed.), Power in Societies, Nueva York, The Macmillan Co., 1970; G. Bergeson, "Pouvoir, autorité, control, regulation et autres influences", ponencia presentada en el VIII IPSA World Congress of Political Science, llevado a cabo en Munich, Alemania, en agosto y septiembre de 1970; James G March, "The Power of Power", en David Easton, (ed.), Varieties of Political Theory, Englewood Cliffs, Prentice–Hall, 1966 y Peter Heintz (ed.), Sociología del poder, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1960.

2 Definimos al Estado como sociedad política –es decir, el aparato estatal propiamente dicho cuya función principal es el dominio directo– y como sociedad civil –o sea, el conjunto de organismos, instituciones y medios capaces de ejercer la hegemonía sobre la sociedad. Estas dos esferas se asientan y giran sobre el conjunto de las fuerzas materiales en desarrollo, expresadas en la producción, donde los grupos sociales se conforman de modo objetivo y ejercen una función determinada en la misma. Vid. a este respecto los trabajos de Antonio Gramsci y sus definiciones lapidarias sobre el Estado cuando afirma que éste no es otra cosa sino "hegemonía revestida de dominio" o "dominio revestido de hegemonía." Para mayores precisiones vid., Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico, México, Siglo Veintiuno Editores, 1973, pp. 15–43 y, específicamente, la p. 34.

3 En sus escritos políticos, (para una lista completa de los mismos, vid. en Étienne Tassin, Le trésor perdu. Hannah Arendt l'intelligence de l'action politique, París, Editions Payot et Rivages, 1999, pp. 565–566), Arendt define el poder como "la acción concertada de una comunidad"; "elemento esencial de toda forma de gobierno". En este sentido, lo distingue de la fuerza, de la violencia, de la autoridad, de la dominación y de la soberanía. En relación a la fuerza afirma que "en el lenguaje común se la toma algunas veces como sinónimos de violencia, particularmente cuando la violencia es utilizada como un medio de coerción pero debería estar reservada desde el punto de vista terminológico a la designación de las fuerzas de la naturaleza o de la fuerza de las circunstancias" [la force des choses ], es decir, "[...] de la energía liberada por los movimientos físicos o sociaLes [...] La violencia, en fin, se distingue por su carácter instrumentaL. Bajo su aspecto fenomenoLógico se encuentra emparentada con el poderío [la puissance equivalente a strength] dado que los instrumentos de la violencia, como todas las otras utilierías, son concebidos y utilizados para multiplicar el poderío [la puissance] natural hasta que en la última etapa de su desarrollo, éstos [los instrumentos] puedan desplazarla." Vid., Hanna Arendt, "On Violence", en Crisis of Republic, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1972, pp. 143–145 y en Du mensonge a la violence. Essais de politique contemporaine, París, Calmann–Lévy, 1972, pp. 153–155. (Traducción propia).

4 Una definición y tratamiento más acabado sobre Las visiones del mundo se encuentran en Francisco Rafael Dávila Aldas, "Las visiones del mundo y su influencia en la construcción de Los conocimientos", en Teoría, ciencia y metodología en la era de la modernidad, México, Fontamara, 1996, pp. 101–154.

5 Vale la pena señalar que ninguna de estas promesas se han cumplido, ya que el capitalismo norteamericano incrementó grandemente las riquezas materiales y sociales pero sólo un pequeño núcleo logró disfrutarlas plenamente; del mismo modo, el "socialismo real" colmó las necesidades básicas como educación, salud y vivienda pero a costa de grandes restricciones a las libertades individuales y colectivas. Para un desarrollo más amplio de esta temática, vid. F. R. Dávila Aldás y Edgar Ortiz, "Del antagonismo a la cooperación entre el Este y el Oeste por la búsqueda de un mundo más humano", en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, año XXXVII, núm. 149, julio–septiembre de 1992.

6 La Convención de Otawa del 20 de septiembre de 1951, asignó de facto la dirección de toda la estructura armada y administrativa de la OTAN a Estados Unidos y ha permitido desde entonces que una gran parte de sus fuerzas convencionales y nucleares se establezcan en suelo europeo.

7 Para mayores detalles sobre la UEO, vid. Hartmut Soell, "L'Unión de l'Europe Occidentale après le Traité de Maastricht" en Robert Brussière, (dir.), Securité européenne et réalités internationales. Pour une recherche de la cohérence, París, Publisud, 1997.

8 Despúes del 11 de septiembre del 2001, este mismo artículo sería invocado por Estados Unidos para comprometer a los europeos en la guerra que con Afganistán.

9 Así entonces, mientras la Unión Soviética, a partir de 1975–1976, desplegaba sus misiles los SS20 de largo alcance y gran precisión (3,000 kms), la OTAN respondía a este desafío en 1979 dotando al campo europeo de los Pershing 2 y de los misiles de crucero (GLMC) tierra a tierra para equilibrar las fuerzas europeas contra la amenaza rusa. Finalmente, para allanar mayores tensiones mutuas entre los dos grandes poderes y alejar las atrocidades de un enfrentamiento en el que la UE hubiese resultado la más afectada, se llevaron a cabo arduas negociaciones para la limitación de las armas nucleares que concluyeron el 8 de diciembre de 1987 con el Tratado de Washington, documento que obligaba a las dos fuerzas a eliminar del territorio europeo todos los misiles nucleares de un alcance superior a los 500 kilómetros.

10 Los acuerdos de París, firmados el 23 de octubre de 1954, le permitieron a Alemania (occidental) recobrar su soberanía y contar con una armada nacional, sólo se le exigía adherirse a la UEO; así, Francia pudo arreglar en mejores condiciones sus problemas territoriales con la misma.

11 En 1950, la Comunidad Europea del Acero y del Carbón (CECA), el primer organismo supranacional, inició actividades y llegó a funcionar con éxito.

12 Pierre Mélandri en Enrico Serra (dir. y ed.), Il Rilancio dell'Europa e i Tratti di Roma. La Relance Européenne et les traités de Rome. The Relaunching of Europe and the Treaties of Rome. Actes du Colloque de Rome, 25–28 Mars 1987, Bruselas/Milán/París/Baden–Baden, Bruylant/ Giufrè/LGDJ/Nomos, 1989, p. 388.

13 John F. Kennedy citado en Theron–Tolber, "Réactions en Europe et aux USA", en Les relations USA CEE pendent la présidence de J.F. Kennedy, Estrasburgo, mémoire DEA, 1993, p. 59.

14 Andre Kaspi, "Unité européenne, partenership atlantique", en Relatións Internationales, núm. 11, 1977, p. 232.

15 John F. Kennedy citado en ibid., pp. 238 y ss.

16 Vid. a este respecto, Pierre Gerbet, La constructión de I' Europe, París, Emprimérie Nationale Editions, 1999, pp. 260–261.

17 Ibid, pp. 262–269.

18 Se calcula que la UE, que en la actualidad consta de 15 países, tendrá aproximadamente 13 miembros más; con los que abarcará una población cercana a los 500 millones de habitantes y su poderío en términos económicos y políticos será enorme.

19 Vid. a este respecto, F. R. Dávila Aldas, "La nueva estrategia de desarrollo o la integración a la economía norteamericana mediante la firma del Tratado de Libre Comercio, 1989–1994", en Del milagro a la crisis, la ilusión, el miedo y la nueva esperanza. Análisis de la política económica mexicana, 1954–1994, México, Fontamara, 1995.

20 Este proyecto (Intreprise for the Americas Initiative) fue anunciado por George Bush el 27 de junio de 1990 y se refiere al Nuevo Orden Internacional que los Estados Unidos está interesado en construir para recuperar su liderazgo mundial. Por ventura, la iniciativa que en 2005 debía entrar en funcionamiento, fracasó gracias a la firme oposición de Brasil y sus aliados latinoamericanos, Argentina, Venezuela y Cuba que exigieron se tomara en cuenta los intereses de la región y no sólo los de ese país. Vid. para mayores detalles F. R. Dávila Aldás, "América Latina y la integración europea", en Revista Oikos. Revista de Economía Heterodoxa, año VI, núm.7, 2007.

21 F. R. Dávila Aldás, Globalización integración en América Latina, Norteamérica y Europa, México, Fontamara, 2002, pp. 27–64.

22 Para mayores detalles vid. Marie–Hélène Labbé, "Y a–t–il une politique europeénne de non prolifération nucléaire?", en Politique Etrangère, vol. 62, núm. 3, 1997; asimismo, "The Row in nato. A Fractured Alliance. The Battle of Brussels" en The Economist, Londres, 13 de febrero de 2003, en http://www5.economist.com/node/1578176

23 No hay duda de que Rusia ya se ha recuperado de su derrumbe en 1989, su poderío y su influencia se están incrementando. Cuando Vladimir Putin llegó a la presidencia de la Federación Rusa en diciembre de 1999, ésta ocupaba en términos del PIB el décimo lugar a nivel mundial y sus reservas internacionales eran de 8,5 billones de dólares. En la actualidad (con el mismo Putin como primer ministro desde mayo de 2008), es la octava economía y sus reservas se incrementaron cinco veces más por lo que ahora son de 407.5 billones. Ha utilizado su poderío como suministrador de energía (gas y petróleo) a Europa para acrecentar su influencia política, se ha enfrentado con Estados Unidos en los casos de Kosovo, Irak, Irán y Corea y ha logrado impedir la pretensión de este último de instalar un escudo anti misil en Europa del Este.

24 Para un tratamiento más detallado del tema sobre el desarrollo y estabilidad de Rusia y de la CEI y de sus potencialidades ofensivas y defensivas en Europa, vid. Igor Toporovsky, "Les developpements possibles a court terme dans la CEI"; Agota Gueullette, "CEI: perspectives politiques et economiques"; Denis Blancher, "Etat des forces armées de la Ex–URSS"; Jean–Christophe Romer, "URSS, Russie, CEI les armes nucléaires et leur devenir"; Jacques Laurant, "Les armes de la Ex–URSS perspectives pour l'an 2000", todos ellos en Robert Bussière (ed.), Securité européenne et réalités internationales. Pour une recherche de la cohérence, París, Publisud, 1997.

25 Vid. a este respecto "America's Fear of China", en The Economist, Londres, 17 de mayo de 2007, en http://www.economist.com/node/9189760/print y "China and US Trade. Lost in Traslation", en ibid., en http://www.economist.com/node/9184053/print

26 Para mayores detalles, vid. "To Russia for Love. Russia and the West (The Opportunity in Russia's Better Relations with America and the West)", en The Economist, Londres, 18 de mayo de 2002.

27 Un airado Jacques Chirac advertía, en sentido discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, que "Nadie puede ser capaz de asignarse a sí mismo el derecho de usar la fuerza de manera unilateral y preventiva. En un mundo abierto, nadie puede aislarse a sí mismo, nadie puede actuar sólo en nombre de todos y nadie puede aceptar la anarquía de una sociedad sin reglas. No hay más alternativa que la onu". Gerhard Schröder, el canciller alemán, recordaba a su vez que: "[...] la ocupación estadounidense de Iraq debe terminar lo antes posible y restaurar la soberanía del pueblo árabe". Vid. ambas declaraciones en El Financiero, México, 24 y 25 de septiembre de 2003, pp. 34 y 31, respectivamente. A su vez, el premier ruso, so pretexto del nombramiento de la asesora de seguridad de Bush como jefa del Grupo de Pacificación de Iraq, advirtió que "[...] ese país ocupado puede convertirse en un nuevo imán para todos los elementos destructivos y de un gran número de organizaciones terroristas de todo el mundo musulmán" y recomendó a Estados Unidos acelerar la restauración de la soberanía iraquí y garantizar que una nueva resolución de la onu defina claramente cuanto tiempo permanecerán las tropas internacionales. En ibid, edición del 7 de octubre de 2003, p. 37.

28 El tiempo daría la razón a los detractores de la guerra pues, hasta el momento, y a pesar de las innumerables y científicas búsquedas, jamás se encontraron las malhadadas 'armas de destrucción masiva' del régimen de Hussein, argumento vil que se esgrimió entonces por parte de Estados Unidos e Inglaterra para atacar a Iraq. Parece ser cada vez más claro que las razones de emprender una guerra en la región obedeció más a consideraciones económicas (petróleo y el negocio jugoso que sus empresas habían proyectado obtener en ese país) que a militares.

29 George Bush utilizó un discurso de apaciguamiento frente al Consejo de Seguridad (en el sentido de votar por una resolución cuya intención no era otra que la de ofrecer ayuda militar y económica de la comunidad internacional para la estabilización de Iraq) y otro de franco enfrentamiento con la Unión Europea, esgrimiendo el argumento de que por no haber recibido el apoyo esperado, no dejaría entonces a la UE participar en las acciones políticas y económicas para la democracia en Iraq.

30 Vid. a este respecto, "Civil Liberties under Threat. The Real Price of Freedom", en The Economist, Londres, 20 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9833041

31 Vid. "France and Iran Squeezing Harder", en The Economist, Londres, 19 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9828547

32 Vid. Andrés Vernón, "Análisis Económico" en El Financiero, México, 12 febrero de 2007, p. 3A. Asimismo, CIA World Factbook, en https://www.cia.gov/library/publications/the–world–factbook/geos/us.html y http://www.indexmundi.com/es/estados_unidos/producto_interno_bruto_(PIB)_tasa_de_crecimiento_real.html N.E.

33 Se habla de una depreciación inmobiliaria que no se había dado nunca antes, exceptuando la que sucedió en la gran depresión, y que ha dejado un caos y confusión en el mundo de las hipotecas. Vid. a este respecto Shawn Tully, "Risk Returns whith a Vengeance", en Fortune, vol. 56, núm. 5,3 de septiembre de 2007, en http://money.cnn.com/2007/08/17/markets/risk_returns.fortune/index.htm?postversion=2007082312

Asimismo, Jared E. Hojnacki y Richard A. Shick, "The Subprime Mortgage Lending Collapse. Should We Have Seen It Coming?", en Journal of Business & Economics Research, vol. 6, núm. 12, diciembre de 2008, en http://www.cluteinstitute–onlinejournals.com/PDFs/1553.pdf N.E.

34 Según los últimos datos del Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés), el déficit público y comercial alcanzó una cifra record de 763,600 millones de dólares en 2006, mismo que fue acompañado por una abultada deuda externa de 3 billones de dólares. Vid. "Finanzas Internacionales" en El Financiero, México, 14 de febrero de 2007, p. 11 A.

35 Nos referimos a la decisión del gobierno de Estados Unidos de enviar unos 30 mil soldados más para llevar la paz a Iraq. Cfr. "Politics this Week", en The Economist, Londres, 13 de enero de 2007, en http://www.economist.com/node/8534163/print y "George Bush and Iraq. Bagdad or Bust", en The Economist, Londres, 13 de enero de 2007, en http://www.economist.com/node/8522088/print.

36 Cfr. "Will the Credit Crisis Trigger a Downturn?", en The Economist, Londres, 20 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9833056/print

37 Vid. a este respecto "Flying on the One Engine. A Survey of the World Economy", en ibid.,18 de septiembre de 2003, en http://www.economist.com/node/2050678/print

38 Cfr. "United States Losing its Way: Employment, GDP", en The Economist, Londres, 14 de agosto de 2004, pp. 12 y 25–26 y "America's Economy: it Aint' Easy", en The Economist, Londres, 15 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9804066/print.

39 Vid., "America and Iraq. The General Speaks", en The Economist, Londres, 15 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9804000/print.

40 Vid. "A Falling Star", en The Economist, Londres, 20 de enero de 2007, en http://www.economist.com/node/8554769/print; "Besieged. The Gathering Struggle between the White House and Congress Could Have Tragic Consequences", en ibid., 31 de marzo de 2007, en http://www.economist.com/node/8928990/print y "The War Comes to Washington", en ibid., 31 de marzo de 2007, en http://www.economist.com/node/8931817/print

41 Fue entonces sintomático escuchar al ex secretario de defensa estadounidense, Robert Gates, a mediados de septiembre de 2007, quien, en entrevista televisiva, declaró que su país "[...] usará la diplomacia para que Irán desista de su plan nuclear, aunque todas las opciones están sobre la mesa, al agregar que una cooperación atómica de Corea y Siria sería un problema para Washington. Lo que, por otra parte, nos confirma que la estrategia de la UE en Irán –en la que Francia, Alemania e Inglaterra están involucradas– ha sido aceptada por Estados Unidos". Vid. a este respecto "Francia debe prepararse ante Irán", en El Financiero, México, 17 de septiembre de 2007, p. 45.

42 Vid. a este respecto "The Incredible Shrinking Precidency", en The Economist, Londres, 9 de septiembre de 2006, en http://www.pierretristam.com/Bobst/library/wf–423.htm

43 Cfr. F. R. Dávil Aldás, "La Unión Europea y Estados Unidos, ante una nueva estrategia de regir al mundo", ponencia presentada en el III Encuentro Internacional: Integración Regional, Globalización y Sector Agropecuario, llevado a cabo en la Universidad de Chapingo, México, el 25 marzo de 2004; también, "Las luchas por el poder entre la Unión Europea y Estados Unidos", en Estudios Políticos, enero–marzo de 2004.

44 Vid. a este respecto, F. R. Dávila Aldás, "América Latina y la integración...", op. cit.

45 Cfr. a este respecto Benjamin J. Cohen, "L'euro contre le dollar: un défi pour qui?", en Politique Etrangère, vol. 62, núm. 4, 1997. El 17 de septiembre de 2007, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, señaló que, a finales de 2006, el 25% de las reservas de los bancos a nivel mundial estaba en euros, mientras que el 66% en dólares. Por su lado, en términos de pagos en transacciones internacionales, mientras que el euro es usado en un 39%, el dólar es empleado en un 43%. Vid., "El Euro remplazaría al dólar como divisa mundial: Greenspan", en El Financiero, México, 18 de septiembre de 2007, p. 6.

46 En este aspecto, la UE está estableciendo los parámetros regulatorios del comportamiento empresarial que Estados Unidos ha descuidado y que le están dando ventajas en el plano de la competencia futura, como se puede ver en el caso de Microsoft al que se le ha exigido cumplir con las regulaciones antimonopólicas. Vid. a este respecto "Brussels Rules OK. How the European Union is Becoming the World's Chief Regulator", en The Economist, Londres, 20 de septiembre de 2007, en http://www.economist.com/node/9832900/print

 

Francisco Dávila Aldás

Sociólogo. Doctor en Sociología, con maestría en Estudios Latinoamericanos y en Economía realizados en la UNAM –donde es profesor titular "D " de tiempo completo definitivo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales– y complementados con estancias y cursos posdoctorales en Europa y Estados Unidos. Sus principales líneas investigación son: la globalización y la integración; la teoría, la metodología y la educación de las Relaciones Internacionales; la historia y el desarrollo de la Unión Europea y de Estados Unidos. Es miembro activo del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y autor de más 50 artículos publicados en revistas especializadas del país y del exterior, así como de los libros La vuelta de España al corazón de Europa y su acelerada modernización (2010); Francia y Alemania , los forjadores de la Unión Europea, sus dificultades y sus éxitos: 1957–2007 (2009) y Ciencia, transferencia e innovación tecnológica en Estados Unidos, La Unión Europea y Japón (2007).

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