Introducción
Sorprendentemente la historia del Archivo General de la Nación (AGN) es poco conocida. Esto resulta extraño, considerando la importancia institucional y la larga trayectoria histórica de este archivo e irónico, considerando que la institución afirma tener la respuesta a todas las preguntas de la historia mexicana.1 La poca información que se encuentra disponible cuenta una historia muy simple que reproduce paradigmas históricos anticuados como el de los grandes hombres en la historia y presenta la historia del AGN en términos anecdóticos.2 Los pocos que han estudiado el Archivo han afirmado que esta es una de las instituciones que le dio continuidad administrativa al gobierno nacional y de la cual dependía la estabilidad política del país. Sin embargo, este proceso no ha sido estudiado de forma sistemática y seria. Por lo tanto, me enfrento a un problema complicado y fructífero: ¿cómo estudiar la historia de una institución de más de 230 años de antigüedad? Frente a esto, afirmo que por medio de un estudio matizado de esta historia institucional radica el potencial de realizar conclusiones generales y afirmaciones sobre cómo el discurso y el imaginario histórico, así como la identidad nacional, han construido el tiempo histórico en el México independiente. El problema reside en cómo abordar esto.
En el presente artículo propongo una metodología para estudiar esta historia centrándome en el siglo XX, en un marco temporal que va desde 1930 a 2020. Este método tiene una premisa doble. En primer lugar, sostengo que este período de la historia del AGN puede ser estudiado a través del análisis y contextualización del Boletín del Archivo General de la Nación (BAGN) como “forma discursiva” y documento histórico que refleja las historias tanto de la profesionalización de la historia y la archivística, así como de la feminización de la burocracia en México. Según la propuesta desarrollada por Perla Chinchilla, las formas discursivas son una metodología de análisis documental de material impreso que denota el presente social y de producción del material.3 Al estudiar el Boletín como una fuente histórica con calidad de forma discursiva, estudio las presunciones latentes del presente de enunciación de los más de 300 volúmenes impresos del mismo, a la vez que busco detectar y demostrar los cambios en el AGN y en la profesionalización de la archivística en México.
Al usar el Boletín en tanto fuente primaria entendida como forma discursiva, me es posible abordar esta historia desde los presupuestos metodológicos de la historia cultural y de género, lo cual me lleva a la segunda parte del argumento. Sostengo que el estudio del desarrollo histórico de las ciencias archivísticas entendidas como una disciplina auxiliar feminizada de la historia, ha sido menospreciado como indigno de atención histórica bajo premisas sexistas precisamente por sus “cualidades femeninas”. Por lo tanto, en este artículo estudio el rol que han representado históricamente las mujeres como participantes y sujetos activos en la historia del Archivo y en el Boletín, el cual funciona tanto como transmisor de conocimiento, así como indicador de cambio histórico.4 En este espíritu, al final del artículo lectores y lectoras encontrarán una lista en orden alfabético de todas las archivistas e historiadoras relacionadas con el AGN y mencionadas como parte de esta breve recapitulación histórica.
En esta investigación dialogo con el “giro archivístico”.5 El giro archivístico refiere al seguimiento que han dado las humanidades y ciencias sociales a los argumentos de los estudios culturales y de la filosofía crítica sobre los archivos y su formación subjetiva en oposición a su apreciación como instituciones objetivas y estáticas. En lo que compete especialmente a la disciplina de la historia, el giro archivístico ha abierto la posibilidad de que se desarrollen métodos, teorías e investigaciones para entender y estudiar cómo los archivos han dado forma a los silencios históricos.6 Esto ha logrado que los archivos se piensen como resultado de “elecciones a veces dramáticas, de contingencias materiales, y de representaciones del mundo y sus conflictos”.7 Así, los archivos son presentados en la historia como un excelente punto de observación del amplio mundo social, político y cultural que los produce. Aunado a esto, y sin ser el único modo de análisis, una parte considerable de esta producción historiográfica ha sido desarrollada en las últimas dos décadas por historiadoras e historiadores feministas y de género, quienes a su manera también se enfrentan al olvido en la historia.8 Así, en este artículo estudio la historia de los últimos noventa años del AGN desde una confluencia entre la nueva historia cultural de los archivos desde una perspectiva de género con el propósito de invitar a lectoras y lectores a reflexionar sobre la historia de la relación entre archivística, memoria y género en el México del siglo XX.
Primera parte: El documento y lo que nos dice
El Boletín del Archivo General de la Nación se fundó en 1930 bajo la dirección del Secretario de Estado Carlos Riva Palacio. En sus inicios, el Boletín se publicó cada dos meses en un formato compuesto de 150 páginas a un costo de 1.50 pesos.9 Como el primero de su género en América Latina, el Boletín fue conceptualizado como una publicación que tenía como propósito socializar el material histórico del archivo para los historiadores y el público interesado a nivel nacional e internacional. De esta forma, buscaba publicar y promover “los manuscritos históricos más importantes” de “la tradición histórica tanto azteca como española” cuyo conocimiento ayudaría a explicar “nuestras características raciales idiosincrásicas”.10 Además, fue concebido como una publicación que tenía una trayectoria previa ya que anteriormente se habían publicado “volúmenes editados de sus documentos retenidos” y cuya necesidad era publicitar una variedad más grande de colecciones,11 a semejanza de la usanza en los “países cultos”.12
En México, el Boletín fue creado con miras a modificar la tradición positivista de socialización de fuentes primarias de un público especializado a un público nacional. Este modelo en Europa fue encabezado por series como la Monumenta Germanie Historica, los English Roll Series y la Collection de Documents Inedits.13 En México, en el Boletín se publicaban fuentes primarias de la época virreinal, pero con un público objetivo más democratizado que buscaba romper con la tradición positivista de la Monumenta, de Vicenta Rivas Palacio y del Porfiriato.14 Tomando esto en consideración, en el presente trabajo interpreto la creación del Boletín como una estrategia para la socialización de fuentes primarias desde donde muestro el paso del AGN de una institución administrativa gubernamental a un archivo enfocado en la asistencia a la producción histórica y el acercamiento del conocimiento histórico a la población interesada. De igual forma, extraigo del análisis de datos de publicación del Boletín los cambios en la sistematización, debate y producción de conocimiento sobre la archivística en México. En términos generales, esto demuestra que el Boletín en efecto fungió como uno de los principales contribuyentes al desarrollo de la profesionalización y democratización de la historia de México.15
En términos generales, las épocas del Boletín refieren a los cambios en objetivos y contenido que se ha publicado en sus números y que han dependido, en menor o mayor medida, de las designaciones presidenciales a la Dirección General del propio AGN. Según la investigación realizada por el historiador Marco Antonio Silva Martínez, el Boletín ha tenido nueve épocas, cada una de las cuales responde a los directores editoriales. En su investigación, Silva Martínez muestra que se han publicado 292 volúmenes del Boletín a lo largo de sus noventa años. Los primeros 126 números se editaron bajo la dirección de cinco directores diferentes, entre los cuales están Rafael López, Luis González Obregón y Edmundo O’Gorman. Bajo la dirección de Jorge Ignacio Rubio Mañé (1960-1970), se publicaron 49 números del Boletín; con Alejandra Moreno Toscano (1977-1988),16 34; con Patricia Galeana (1994-2001),17 4; con Stella María González Cicero (2001-2002),18 4; con Jorge Ruiz Dueñas (2003-2009), 24; con Aurora Gómez Galvarriato (2009-2013),19 18; con Mercedes de Vega (2013-2018),20 17; y con Fabián Herrera León (2018-presente), se han publicado 6 tomos.
Sin perder de vista esta sistematización, en este artículo propongo una división del material distinta en tres periodos y no nueve. Lo hago así debido a que estos tres grupos más grandes de organización responden a lo que percibo como cambios en la estructura y objetivos del Boletín en términos de difusión de la historia y de la archivística. Así, a través del Boletín se pueden estudiar los cambios disciplinares en la socialización de la disciplina archivística. Durante la primera época (1930-1976) el enfoque del Boletín se concentró en la publicación de fuentes primarias del periodo colonial con el objetivo de acrecentar su socialización. El análisis del segundo periodo (1977-1994) demuestra que, aunque el Boletín aún dedicaba una parte considerable de sus números a la publicación de fuentes coloniales, éste tomó un giro importante y comenzó a publicar más material analítico, aunque con poca regularidad. Finalmente, la última de estas tres épocas (1994-presente) muestra la transformación del Boletín en una revista académica indexada con revisión por pares enfocada en la producción de conocimiento archivístico e histórico.21 Este proceso de reajuste abre una ventana analítica desde la cual se pueden percibir “las expectativas latentes en el presente de la comunicación”, es decir, el presente de la creación y publicación del material discursivo.22 El análisis de cómo se constituyó y diferenció el presente de comunicación y publicación del Boletín, nos remite a sus espacios sociales, culturales y científicos de producción. De tal manera, tanto el Boletín como el AGN se muestran como producto de procesos institucionales históricamente contingentes en el contexto más amplio de la profesionalización de la archivística y la historia.
En mi análisis del Boletín he detectado tres formas por medio de las cuales se puede historizar el AGN en tanto unidad tecnológica, así como la historia de las ciencias archivísticas en América Latina. Sin embargo, en el presente artículo desarrollo únicamente la tercera propuesta con miras a continuar con esta investigación. En primer lugar, creo que es posible realizar un análisis sobre las redes de comunicación y cooperación entre archivos nacionales tanto en América Latina como en Estados Unidos. Esto se puede estudiar a través de la sección “Canje” donde se especifica qué publicaciones de índole similar fueron intercambiadas con el AGN a cambio de copias de la última edición del Boletín. Este estudio tiene el potencial de mostrar una socialización hemisférica de la archivística. En segundo lugar, es posible realizar un análisis de la recepción del Boletín en términos más sociológicos y estadísticos. Es decir, por medio de una investigación que se pregunte por la recepción del trabajo en términos de cuántas personas lo leyeron, cómo interactuaron los lectores con él, así como su alcance. En tercer lugar y en tanto al método de análisis que compete a este trabajo, es posible aproximarse al estudio del Boletín a partir de la sistematización de sus publicaciones en formato de artículos y/o fuentes primarias con el propósito de visualizar e interactuar con el material. Esto permite ver el cambio en los objetivos de publicación y venta del Boletín, lo cual a su vez demuestra cambios generales en la historia de la profesionalización de la historia y la archivística en México. Para lograrlo, he recopilado en una base de datos los nombres y la información bibliográfica de más de mil documentos y artículos publicados desde que se editó el Boletín por primera vez en septiembre de 1930. Hasta ahora he compilado esta información a través de tres medios. Primero, mediante un documento intitulado “Índice del BAGN en su primera época (1930-1959)” que apareció en la publicación de julio-septiembre de 2010. Este índice fue sistematizado por Guadalupe Pérez San Vicente,23 quien indexó las publicaciones desde 1930 a 1950, y Rodolfo Gómez quien sistematizó los nueve años restantes en 2010.24 El resto de los metadatos los recopilé yo misma, siendo estos cada uno de los artículos y fuentes primarias publicados por el Boletín a partir de la década de los años sesenta. Además, pude consultar la mayor parte de los volúmenes digitalizados en los repositorios HathiTrust, Cervantes Virtual, Biblat, y la página web oficial del Boletín.
Además de la creación de mi propia base de datos, he tenido la fortuna de contar con el apoyo de la historiadora y archivista Linda Arnold, quien me ha proporcionado información más detallada sobre los esfuerzos de sistematización internos. Según la información que me proporcionó Arnold a través de una comunicación personal, el primer esfuerzo de indexación del Boletín en formato impreso se remonta a la Primera Serie, Tomo I, No. 1, septiembre-octubre, 1930, el cual fue seguido por dos versiones electrónicas impresas. La primera realizada bajo la administración de Leonor Ortiz Monasterio y la segunda durante la de Patricia Galeana. Esta última recopiló el índice en base de datos y series uno (1930-1959) y dos (1960-1976) en imágenes en TIF en tres CDs. La segunda edición electrónica salió en 2011 en dos DVDs, uno con series 1 y 2 (1930-1976) y el otro con series 3 (1977-1988), 4 (1989-2001), 5 (2001-2002), 6 (2003-2009) y 7, Legajos (2009-2010).25 A partir del análisis que he presentado del Boletín en términos históricos y de la sistematización de la información en índices y bases de datos, en la siguiente parte del artículo aplico la división en tres épocas que he propuesto para estudiar el proceso de feminización cultural de la archivística en México.
Segunda parte: Feminización de la archivística
En diálogo con los estudios críticos de archivística, en esta segunda parte del ensayo sostengo que los archivos y las/os archivistas han sido construidos culturalmente como espacios y actividades feminizadas debido a que la acción de archivar es una labor de cuidado, y sostengo que este estudio se puede realizar por medio del análisis Boletín como forma discursiva en su función como indicador de cambio histórico.26 En tanto labor de cuidado, el oficio de archivar ha sido expropiado por mujeres y disidencias quienes, a lo largo de la historia, han sido las guardianas no reconocidas de la memoria. Por lo tanto, en el caso que compete esta investigación, me relaciono con este fenómeno de dos formas interrelacionadas. En primer lugar, por medio de un análisis de la historia de la construcción cultural del archivo en tanto espacio feminizado y posteriormente como espacio feminista y, en segundo lugar, a través de la incursión y participación exponencial de mujeres en sus rangos laborales como archivistas e historiadoras.
Debido a que el acto de archivar es una labor de cuidado, las ciencias archivísticas y por lo tanto las/os archivistas, han sido relegadas por las ciencias históricas como las asistentes -o handmaiden en inglés- de la historia.27 Fue en el siglo xix que se formuló a la archivística en los términos en los que la entendemos hoy, en tanto un conocimiento científico y profesionalizado.28 En este contexto, historiadores positivistas como Leopold von Ranke sexualizaron el archivo en términos de territorio virgen. A la vez, los pensadores decimonónicos conceptualizaron a la archivística como ciencia objetiva y sin dinamismo donde las/os archivistas fueron culturalmente construidos como agentes pasivos encargados de la reproducción de la historia y como “receptáculos de cualidades intrínsecamente femeninas, como la pasividad, la invisibilidad y la receptividad”.29 Esta perspectiva no fue cuestionada si no hasta los años ochenta con el desarrollo de las teorías posmodernas y, más adelante, con la proliferación de los estudios críticos de archivo. En este contexto, la archivística fue replanteada por las/os mismas/os archivistas como una ciencia dinámica donde destaca el carácter político y activo del oficio y del proceso de archivar por sobre la presentación de un producto estático.30 Así, dichos postulados permitieron que la disciplina se re-planteara la figura de las/os archivistas en tanto sujetos abiertamente politizados y con un rol activo.31 Jessica Lapp llama a este fenómeno una “archivística feminista de liberación”.32
Aunado a la historia de la feminización de la archivística se encuentra el compromiso de la historia con perspectiva de género con los archivos. Dentro de esta tradición, los archivos son entendidos como producto y productores de jerarquizaciones sociales que conservan y excluyen simultáneamente.33 Este compromiso político-archivístico responde a la dificultad que implica encontrar mujeres en los documentos y resalta el trabajo creativo que han realizado quienes los investigan para buscar fuentes nuevas o para leer fuentes viejas de nueva forma.34 Por lo tanto, existe un interés práctico y analítico donde la pregunta por el archivo responde a la exhumación de mujeres y disidencias en la historia, así como a la necesidad de resguardar la memoria de los movimientos feministas organizados en tanto que es una lucha en contra del olvido. Así, archivar se ha convertido en una labor primordial de los movimientos feministas, quienes también se han encargado de crear nuevos centros de recopilación y catalogación como lo son las bibliotecas y los archivos.35 Al aplicar los postulados avanzados por la historia de la feminización de la archivística en el caso de México por medio del análisis del Boletín del Archivo General de la Nación, es mi objetivo poner en evidencia el aumento constante de participación de mujeres dentro de la estructura laboral de la institución. Por lo tanto, en el análisis consecuente estudio algunas conexiones entre el AGN y el desarrollo de la “burocracia femenina” en México.36 Hago esto con el propósito de señalar cómo la relación entre la historia de la feminización de la archivística y la relación laboral del oficio del/a archivista se relacionan con la historia institucional y científica de la archivística en México.
En su libro From Angel to Office Worker. Middle-Class Identity and Female Consciousness in Mexico, 1890-1950 publicado en el año 2018, Susie Porter analiza la relación entre el crecimiento y desarrollo de la educación de las mujeres en la primera mitad del siglo XX y su incorporación dentro de la burocracia mexicana. Por medio de esta investigación, Porter muestra cómo se feminizaron la mecanografía y los estudios secretariales, sin embargo, en su estudio no analiza la archivística, omisión a la que quisiera contribuir. Según la investigación realizada por Israel Morales Becerra, la historia de la bibliotecología en el México posrevolucionario se remonta al primer esfuerzo por crear una escuela de bibliotecarios en 1914 bajo la presidencia de Venustiano Carranza.37 No obstante, no fue sino hasta 1945 que fue inaugurada la primera escuela de archivística y biblioteconomía como la “Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía” del Instituto Politécnico Nacional (IPN), seguida por la Escuela de Biblioteconomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1956. Así, la profesionalización de las ciencias bibliotecarias y archivísticas logró una estandarización más generalizada en la segunda mitad de siglo.38 Esto demuestra que la profesionalización de la archivística se desarrolló a la par de la historia. El hecho de que las escuelas de bibliotecología y archivística se fundaran a finales de los años cuarenta significa que a mediados y finales de la década siguiente, el número de mujeres en la fuerza laboral como archivistas habría aumentado dramáticamente, argumento que sostengo y puede probarse en la historia del Boletín.39 De este modo, la incursión explícita de las mujeres en el Boletín y el AGN refleja tanto la profesionalización del trabajo histórico, bibliotecario y archivístico, así como la feminización de las archivísticas en razón del acceso de las mujeres a la educación superior y la consiguiente feminización de la archivística.
La participación de mujeres en el Boletín se vuelve evidente en el segundo (1977-1994) y tercer (1994-presente) momento histórico que he propuesto para su análisis discursivo, siendo este último el de mayor presencia femenina. No obstante, es posible rastrear la participación femenina en las fuerzas laborales y editoriales en el AGN y, en consecuencia, en el Boletín desde el primer momento (1930-1970). Por ejemplo, dentro de este primer período y tan solo en las publicaciones de 1930 y 1931 es posible observar la presencia de las mujeres y su interacción con el AGN en los registros de personas que consultaron fondos documentales en los meses previos a la publicación del Boletín. A pesar de que lamentablemente esta sección del Boletín solo se publicó en esos dos años, este pequeño pero importante dato refleja que, de un total de 26 consultas, 11 fueron realizadas por mujeres, un 42% del total de consultas.40 Esta sección señala que las consultas realizadas por mujeres se realizaron a fondos documentales con manuscritos históricos antiguos.
En las décadas de 1940 y 1950, la presencia y participación femenina en el Boletín también es pequeña. Por lo tanto, quiero resaltar un documento en particular intitulado “Mujeres insurgentes, 1811-1817. Publica los procesos de Josefa Huerta de Villalongín, Josefa Navarrete, Francisca Altamirano, Ana Verónica Lara y Juana María Gutiérrez” publicado en 1949, cuya transcripción estuvo a cargo de María Luisa Leal Castillo. Es pertinente resaltar la existencia y publicación de un documento de este tipo ya que no fue sino hasta la década de los años setenta que la historia de las mujeres comenzó a ganar terreno como una metodología histórica más popularizada, mismo momento en el cual esta historiografía ganó terreno en el Boletín. Aunque pequeño, este ejemplo demuestra una preocupación por la historia de las mujeres y por su representación en medios de divulgación. Por otro lado, en términos laborales, la participación de las mujeres en puestos laborales como archivistas entre 1930 y 1970 estuvo representada en su mayoría por Guadalupe Pérez San Vicente, Yolanda Mariel de Ibáñez y Beatriz Arteaga Garza. Con respecto a Guadalupe Pérez San Vicente y Yolanda Mariel de Ibáñez en particular, su colaboración en el Boletín inició a través de su participación como estudiantes en una serie de cursos coordinados por el AGN junto a la Universidad Nacional en 1949 y dirigidos por Francisco González de Cossio. Los cursos ofrecidos fueron “Historiografía”, “Bibliografía” y “Paleografía y Archivonomía”.41 La existencia de estos cursos señala la implementación de estrategias de profesionalización de la archivística en el contexto de la profesionalización e institucionalización de esta.
Esto nos lleva a la segunda etapa del Boletín, donde la presencia femenina tanto en puestos de dirección como en temáticas de publicación creció de forma considerable. En primer lugar, la creciente importancia de la participación femenina en las fuerzas laborales del AGN se ve reflejada en el nombramiento de Alejandra Moreno Toscano como su primera directora en 1977, cuando el Boletín dejó de funcionar como divulgador de fuentes primarias y comenzó a funcionar más como un medio para socializar la producción y el análisis histórico y archivístico. Desde entonces, la dirección ha estado a cargo de cinco mujeres y dos hombres. Igualmente, de 1977 en adelante también se puede ver una participación más activa de mujeres en el Boletín, lo cual sostengo es producto de la feminización de la archivística, así como de los intereses de la dirección.
No fue sino hasta 1979 que se publicó más contenido sobre historia de mujeres con la publicación del volumen La Mujer, a la fecha el único volumen del Boletín totalmente enfocado en el tema. La Mujer está compuesto por seis artículos: “La mujer”, “La mujer y la moral social”, “Llamado a las mujeres a luchar por la independencia, 1812”, “Condiciones laborales y de vida de las mujeres trabajadoras, 1914-1933”, “Desempleo y trabajo femenino 1915-1936” y “Las organizaciones de mujeres”. En el artículo “La mujer”, que funciona como texto de presentación del volumen, la junta editorial del Boletín hace referencia a la creciente importancia en la disciplina histórica entre “la condición de la mujer y los cambios económico-políticos de la sociedad”. Así, los textos incluidos en el volumen “pretenden ser una muestra de la enorme riqueza documental que permitirá el desarrollo futuro de este tema de investigación”.42 Además de incluir la publicación de fuentes primarias sobre este tipo de historia disponibles en el Archivo, “La Mujer” resalta la importancia de una publicación así con relación al cambio global de la producción histórica en términos de historia de las mujeres durante los años setenta.
Además de este número completamente dedicado a la historia de las mujeres, en esta época se ve reflejada su participación incremental en el AGN y el Boletín de dos formas. Primero, en el proceso de edición e impresión del Boletín y segundo, como archivistas u ocupando cargos de poder dentro de la estructura del AGN, como es el caso de Margarita Sepúlveda de Baranda43 en el puesto de Jefa del Departamento de Publicaciones. Adicionalmente, el análisis de la información editorial del Boletín indica que este contaba con un consejo asesor integrado por nueve instituciones, entre las que se encontraban la Academia Nacional de la Historia, la Biblioteca Nacional, el Centro de Investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Centro de Investigaciones de Estudios Superiores de Antropología Social, el Colegio Histórico de la UNAM y los institutos históricos del COLMEX, INAH, Universidad Iberoamericana y Condumex. Sorprendentemente, muchos de los cargos directivos de estas instituciones durante estos años eran ocupados por mujeres, lo cual resalta la participación de mujeres en las instituciones de investigación histórica en cargos administrativos de importancia. Entre ellas se encuentran Nicole Girón y Teresa Rojas Rabiela del Instituto de Investigaciones en Antropología Social; Beatriz Ruiz Gaytán y María Teresa Franco González de la Universidad Iberoamericana; Virginia González Claveran de El Colegio de México; Stella González Cicero y Gloria Villegas Moreno de la Dirección del Archivo Histórico del Centro; y finalmente Sonia Ma. Alcalá González en la coordinación de publicaciones del mismo Boletín.
Por su parte, la comisión editorial del mismo, integrada por tres o cuatro integrantes, también contó con participación femenina. En la hoja de información editorial existen datos sobre algunos archivistas que trabajaban en el AGN en la época, como lo fueron Laura D’Acosta Esquivel Obregón, Evangelina Villarreal Murueta, Martha Poblett Miranda. Finalmente, en lo que he definido como el tercer momento de la historia del Boletín desde 1988 hasta la actualidad, el cambio en la publicación es muy grande y evidente, ya que se transformó en una revista académica indexada y de revisión por pares alineada con los estándares de producción académica contemporáneos. Con respecto al tema que aquí compete, durante esta época se evidencia cada vez más la participación de mujeres en la estructura tanto del Archivo como del Boletín. Por ejemplo, desde 1977, sólo en el Boletín se han publicado un total de 1471 artículos y materiales. De todos estos, 534 han sido escritos o abordan temas relacionados con historia de las mujeres. Esto representa el 36% de las publicaciones totales.
Como mencioné anteriormente, esta investigación se encuentra en proceso. Hasta el momento, los datos y la información que presenté son el resultado del análisis cuantitativo y de contenido del Boletín del Archivo General de la Nación entendido como forma discursiva, a través de los cuales busqué presentar el proceso de construcción cultural de la archivística como disciplina y oficio feminizado. Estos resultados son preliminares, pero estoy segura de que la diversificación de fuentes podría dar resultados más contundentes sobre la participación de las/os archivistas dentro del AGN. Sin embargo, espero que este trabajo haya sido exitoso en mostrar una parte de la historia de la institución desde una perspectiva informada por el análisis feminista. A su vez, espero haber podido resaltar de forma provechosa los compromisos teóricos y políticos con los que se relaciona la historia de género con los archivos, así como la trayectoria histórica de la feminización de la archivística y su relación con el desarrollo de la burocracia femenina en el contexto mexicano del siglo XX.
Tercera parte: consideraciones finales
En este artículo presenté resultados preliminares de una investigación que sigue en proceso donde utilicé el Boletín del Archivo General de la Nación en tanto forma discursiva, a través del cual busqué demostrar la historia de la incursión de las mujeres en las instituciones archivísticas con un enfoque en el Archivo General de la Nación ubicado en la Ciudad de México. Por medio de la lectura del Boletín como una forma discursiva, busqué demostrar lo que el estudio de esta publicación centenaria puede decirnos sobre la historia más amplia de la disciplina histórica, los archivos, la archivística, la bibliotecología/biblioteconomía, así como de la historia con perspectiva de género en un contexto específico. En términos generales, los resultados de esta investigación indican que el valor histórico del Boletín sí puede ser leído en su función de indicador de cambio histórico y de la feminización de la archivística en México. La decisión metodológica de dividir las publicaciones del Boletín en tres grandes épocas me permitió visualizar de forma más concisa los cambios e innovaciones en términos de inclusión de mujeres en posiciones de toma de decisiones, así como del incremento de historia de mujeres en sus páginas. En este artículo converso con el giro archivístico, cuyas premisas se han popularizado en las humanidades y las ciencias sociales por igual en los últimos veinte años. Al enfrentarnos con la dificultad de encontrar mujeres en las fuentes y en los archivos, este trabajo es una propuesta de innovación teórica y metodológica en desarrollo para hacer historia cultural de archivos con una perspectiva de género.
Anexo 1
Lista de archivistas e historiadoras mencionadas en el artículo
Alejandra Moreno Toscano. Profesora e investigadora de El Colegio de México, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana y Directora de Investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Trabajó en el programa de reconstrucción de viviendas dañadas por el terremoto de 1985. Secretaria de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal. Directora de la Autoridad del Centro Histórico de la Ciudad de México. En 2013, el Senado de la República Mexicana la reconoció como una de las mujeres más destacadas en el Arte, la Cultura y la Academia.44
Aurora Gómez Galvarriato. Doctora en Filosofía en Historia por la Universidad de Harvard. Durante varios años fue Profesora Investigadora en la División de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económica (cide) y fue Directora General del Archivo General de la Nación de 2009 a 2013. También ha sido Profesora Invitada en la Universidad David Rockefeller, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard y profesora del itam. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores nivel II y actualmente es Profesora Investigadora de El Colegio de México.45
Beatriz Ruiz Gaytán. Historiadora y educadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Estudió en la UNAM y en la Universidad de Columbia en Nueva York. Entre sus obras más destacadas se encuentran Thomas Gage, su Relación de las Indias Occidentales; Apuntes para la historia de la Facultad de Filosofía y Letras; Latinoamérica, variaciones sobre su mismo tema e Historia de México, época colonial.46
Guadalupe Pérez San Vicente (1925-1999). Se incorporó a la AGN como paleógrafa a mediados de la década de 1940. Realizó, entre muchos otros instrumentos de consulta, el inventario de la Real y Pontificia Universidad de México y el de Industria y Comercio.47
Laura D’Acosta Esquivel Obregón. Archivista familiar de los papeles de su abuelo Toribio Esquivel Obregón (1864-1946), historiador y político mexicano. Laura donó el archivo al Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ver, Adorada Laurita. Epistolario familiar de Toribio Esquivel Obregón, 1883-1946. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1996.48
Leonor Ortiz Monasterios Prieto (1948-2019). Licenciada en Historia por la UNAM. Presidenta de apac, Asociación Pro-Personas con Parálisis Cerebral (1978-2011).49
Linda Arnold. Doctora en Historia por la Universidad de Texas en Austin, actualmente afiliada a Virginia Tech. Arnold se ha desempeñado como archivista a lo largo de su trayectoria profesional y ha colaborado extensamente con el Archivo General de la Nación, así como con la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson. Autora de La Secretaría de Cámara del Virreinato en México (México: AGN, 1979) y colaboradora del AGN. 50
Margarita Sepúlveda de Baranda. Historiadora y coautora junto con Lewis Hanke y Jorge Avendaño-Inestrillas de La humanidad es una: estudio acerca de la querella que sobre la capacidad intelectual y religiosa de los indígenas americanos sostuvieron en 1550 Bartolomé de las casas y Juan Ginés de Sepúlveda (México: Fondo de Cultura Económica, 1985) y Uno Es Todo El Género Humano: Estudio Acerca de La Querella Que Sobre La Capacidad Intelectual y Religiosa de Los Indígenas Americanos Sostuvieron En 1550 Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda (Chiapas, Gobierno Institucional del Estado, 1974).
Maria Teresa Franco Gonzalez. Historiadora mexicana. Realizó sus estudios en la Universidad Iberoamericana y en la UNAM, con grados de la Universidad de Michigan y del Instituto Ecuménico al Servicio de los Pueblos, en París. Entre sus obras publicadas destacan El mundo azteca, la revista Arqueología Mexicana, Pliegos de la diplomacia insurgente, Y por todos habló la Revolución y Mil tres textos sobre historia de la frontera norte. Es cercana a las esferas políticas y se ha desempeñado como directora del Comité Mexicano de Ciencias Históricas, del Comité del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, también fue directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia donde estuvo a cargo de la Dirección de Estudios Históricos. Ha trabajado en la Universidad Iberoamericana, en la Secretaría de Relaciones Exteriores y en el Instituto Nacional de Bellas Artes (inba).51
Martha Poblett Miranda. Historiadora. Autora de múltiples libros, entre los que destacan: Viajeros en el siglo xix. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000. Jardinera de niños: la vida de la maestra Rosaura Zapata. México, D.F: Destino, 2004. Narraciones chiapanecas: viajeros extranjeros en los siglos xvi-xix. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 1999.52
Mercedes de Vega. Licenciada en Filosofía y Magíster en Sociología por la Universidad Iberoamericana, así como Doctora en Historia por El Colegio de México. Actualmente Directora del Archivo de Zacatecas.53
Nicole Girón (1939-2008). Historiadora francesa naturalizada mexicana. Girón fue escritora de literatura juvenil y crítica literaria. Entre sus obras se encuentran Perú: cronistas indios y mestizos en el siglo xvi (1975), Heraclio Bernal, bandolero, ¿cacique o precursor de la Revolución? (1976), El mar (1981), El agua (1981), El azúcar (1981), El barro (1983), Ignacio Manuel Altamirano en Toluca (1993), y La construcción del discurso nacional en México, un anhelo persistente (siglos xix y XX) (2007). Fue coordinadora del comité editorial de las obras completas de Ignacio Manuel Altamirano y publicó 29 tomos al respecto. Trabajó en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. En 2019 el Estado de Guerrero la distinguió con la medalla Ignacio Manuel Altamirano. Fue galardonada con el Premio de la Academia Mexicana de la Ciencia por su investigación Folletería mexicana del siglo xix, editada en cd, que integra un catálogo de más de 23 mil títulos.54
Patricia Galeana. Licenciada en Historia, Maestra en Historia de México, Doctora en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México.55
Stella María González Cicero. Historiadora. Trabajó en la Mediateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Dedicó su vida al “rescate, organización, protección y difusión del patrimonio documental y bibliográfico mexicano”.56
Teresa Rojas Rabiela (1947). Etnóloga, etnohistoriadora, investigadora, fotógrafa y académica mexicana. Estudió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah) y se doctoró en la Universidad Iberoamericana. Actualmente labora en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel III. Es autora de múltiples libros, artículos y capítulos en libros editados sobre hidráulica indígena colonial, entre ellos Aspectos tecnológicos de las obras hidráulicas coloniales (1974), La cosecha del agua. Pesca, caza de aves y recolección de otros productos biológicos acuáticos en la Cuenca de México (1985) y Cien ventanas a los paisajes de antaño: fotografías del campo mexicano de hace un siglo (2013). 57
Virginia González Claveran. Historiadora. Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara. Autora de La expedición científica de Malaspina a la Nueva España, 1789-1794 (COLMEX, 1988).58