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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2025  Epub 21-Abr-2025

https://doi.org/10.24201/hm.v74i4.4715 

Reseñas

Sobre María Asenjo González, David Alonso García y Silvia María Pérez González (eds.), Ciudades en expansión. Dinámicas urbanas entre los siglos XIV-XVI

Jessica Ramírez Méndez1 

1El Colegio de México

Asenjo González, María; Alonso García, David; Pérez González, Silvia María. (eds.), Ciudades en expansión. Dinámicas urbanas entre los siglos XIV-XVI. Madrid: Dykinson S. L., 2022. 424p. ISBN: 978-841-122-540-3.


La ciudad se caracteriza por reunir población y recursos desde los que se generan numerosos flujos políticos, económicos, sociales y culturales. Precisamente acercarse a una urbe es hacerlo a una matriz de intercambio siempre en movimiento. En las últimas décadas, la historia urbana ha generado gran interés ante el acelerado crecimiento de las ciudades y su incidencia en las transformaciones sociales actuales. Esto ha derivado en una mayor producción académica en ese campo de estudio, pero también en el incremento de la diversidad temática y metodológica desde la que se aborda. De esto da cuenta la variedad de trabajos incluidos en el libro editado por Asenjo, Alonso y Pérez y que reseñamos a continuación.

Ciudades en expansión. Dinámicas urbanas entre los siglos XIV-XVI es un título muy amplio; no obstante, los 20 trabajos que componen la obra se aproximan principalmente a urbes castellanas o a algunas otras conectadas con ese reino. Algo parecido sucede con la definición temporal pues, en general, las investigaciones atienden los años finales del siglo XV y los de principios del XVI. Resulta esencial situarnos en las correctas delimitaciones espaciotemporales para reflexionar certeramente en torno a las aportaciones del libro en conjunto y rebasar algunos elementos que podrían resultar desconcertantes.

Al leer Ciudades en expansión es posible examinar la transición de la llamada Edad Media a la Moderna en urbes castellanas o asociadas. Esto nos permite ver continuidades y rupturas entre un periodo y otro, añadir elementos analíticos en torno al proceso de configuración de la Monarquía Hispana, a la vez que detectar coincidencias y diferencias entre los procesos urbanos castellanos y otras ciudades en Europa y América.

En conjunto se percibe que las urbes castellanas tenían un alto grado de autonomía, a la vez que se vinculaban en distintos grados con la Corona. Los enlaces entre las estructuras locales y el gobierno regio se daban a partir de diversos cuerpos sociales o de actores políticos presentes en las ciudades. Así, éstas se fueron constituyendo como nodos dentro de la trama policéntrica de la Monarquía Hispana en plena formación.

Al respecto, una mirada conjunta de la obra nos invita a reforzar la idea de red como una forma de aproximación a las urbes. Las ciudades están integradas a una matriz compuesta de muchos centros interconectados y asimétricos, en cambio continuo y funcionando desde la dispersión del poder. Así entendidas las urbes, evita verlas como un mero escenario delimitado y, más bien, permite estudiarlas desde las dinámicas que se generan en y a partir de ellas, las cuales inciden en su interior, pero también en el exterior.

Precisamente, el concepto dinámica remite a transformación, movimiento y hasta adaptación. Así llegamos al objetivo de la obra, que es dar cuenta de las interdependencias y del sistema relacional existente entre los diferentes centros de población, principalmente castellanos, a finales de la Edad Media e inicios de la Moderna. Al respecto, los capítulos de la obra fueron agrupados en tres ejes temáticos: dinámicas de integración, dinámicas de creación y dinámicas de proyección.

Ciudades en expansión abre con una breve presentación. En ella los editores refieren el proyecto del que se desprendió el libro para luego enunciar las tres secciones en las que está dividido y cada uno de los trabajos que lo componen. A continuación, David Alonso ofrece un panorama historiográfico e introduce algunos elementos conceptuales y metodológicos de la historia urbana. El autor reflexiona especialmente en torno al mundo castellano del siglo XVI tomando prestada la categoría anglosajona del entorno VUCA -volátil, incierto (uncertainty), complejo y ambiguo-.

A esos dos textos introductorios les sigue la primera parte de la obra. “Dinámicas de integración” agrupa siete capítulos y está centrada en elementos políticos y económicos de las ciudades. Precisamente María Asenjo presenta una visión de conjunto de los baldíos castellanos y su usufructo entre los siglos XV y XVI. La autora muestra el fracaso del modelo comunal de los baldíos ante los intereses concejiles y regios. Más que atender contradicciones, Alonso da cuenta de las sinergias entre regiones, producciones, agentes económicos e intercambios en distintas escalas que permitieron la integración de mercados hispánicos bajomedievales.

Los dos artículos que siguen se centran en Toledo. Tomás Puñal expone el impacto económico y social que tuvo en esa ciudad la producción pañera en época de los reyes católicos. Por su parte, Ángel Rozas exhibe la capacidad de atracción comercial que tuvo la urbe toledana. Ésta se convirtió en una plaza comercial del centro peninsular entre finales del siglo XV y comienzos del XVI. La preeminencia toledana junto con Sevilla y Granada también se hace evidente a los ojos de un viajero milanés. Raúl González evidencia las características que el forastero valoró para jerarquizar los núcleos urbanos castellanos que visitó entre 1518 y 1519.

Contrario a las grandes ciudades, Adelaide Millan y Miguél José López-Guadalupe comparan pequeñas poblaciones de frontera. Los autores presentan las similitudes y diferencias del devenir jurisdiccional de los nodos elegidos en relación con la Corona, los concejos y los señores. Después de la aproximación a los procesos fronterizos y como un elemento de contraste, cierra la primera sección del libro un trabajo fuera de los límites castellanos. Ludolf Pelizaeus registra cómo las rebeliones, el comercio globalizado y el trabajo esclavo incidieron en el funcionamiento de las redes urbanas centroeuropeas en la transición del siglo XV al XVI.

La segunda parte de Ciudades en expansión engloba los trabajos centrados en aspectos culturales y religiosos. “Dinámicas de creación” muestra el papel productor del mundo urbano. Como ejemplifican los siguientes capítulos, en las ciudades se intercambiaban elementos tangibles e intangibles que impulsaban nuevas formas de relación.

Silvia Pérez y Alberto Ruiz-Berdejo se aproximan a la producción cultural de Sevilla y Jerez de la Frontera. Ofrecen un panorama de las formas y centros de enseñanza en esas urbes, a la vez que de la producción del libro y de las temáticas presentes en las colecciones particulares. Como síntesis de la vida cultural en esa región andaluza, los autores hacen el seguimiento de la vida y obra del bachiller Luis de Peraza. Sobre la misma zona, Alejandro Ríos se acerca a las relaciones entre Sevilla y diversas poblaciones de su entorno a finales del siglo XV. El autor evidencia que las diferencias entre las formas discursivas que analiza radicaban en el vínculo jurisdiccional que la población que las emitía tenía con Sevilla.

Los mensajes no sólo se difunden desde las letras. Entre los siglos XV y XVI el palacio castellano transmitía un discurso de legitimación y presencia nobiliaria. Al respecto, Raúl Romero examina la imagen pública de ese espacio de distinción a partir de su arquitectura y la imagen privada desde las vistas urbanas dispuestas en su interior. Cercano a los intereses constructivos de Romero, José María Miura se aproxima al proceso de modificación urbana que supuso la inserción de las órdenes regulares en Andalucía entre los siglos XIII y XVI. Además de alterar físicamente las ciudades, los conventos y monasterios formaron parte de los procesos de organización, defensa, repoblación, sacralización y, en conjunto, de control del espacio conquistado. En ese mismo tenor, Magdalena Valor atiende la transformación de mezquitas en iglesias a partir de las acciones inmediatas e imperativas, y de las posteriores y discrecionales que se emprendieron. Con ello la autora pone de manifiesto las mudanzas materiales, pero también las simbólicas que conllevaba la cristianización.

En contraposición a la monumentalidad, desde la microhistoria Asunción Esteban y Elisa Diago analizan el devenir de los Cazalla Vivero de Valladolid. Aunque este linaje había alcanzado el estatus nobiliario, vincularse con familias de origen converso e introducirse en doctrinas reformistas condenadas por la Iglesia determinaron su caída.

El tercer y último segmento del libro aborda las “Dinámicas de proyección”. Se trata sobre todo de las transferencias culturales que se dieron desde el mundo urbano mediterráneo hacia el Atlántico. Al respecto, Ana Viña estudia La Palma (Canarias) como ejemplo para mostrar cómo se configuró la jerarquía urbana -socioespacial- en una de las ciudades dependientes de la Corona castellana, pero que se encontraba fuera del territorio peninsular. Mientras el proceso de ordenación relatado por Viña refiere cierta autonomía, el presentado por María Francisca García da cuenta de una monarquía cada vez más intervencionista. En su capítulo, García exhibe el papel desempeñado por los continos como instrumentos de gobierno y de acción política al servicio del rey. Concretamente la autora expone las funciones y contribuciones de tales oficiales reales al inicio de las empresas de conquista de Canarias y de América.

Los dos siguientes capítulos están en inglés. El trabajo de Ángela Orlandi refiere algunas características de las villas y ciudades del Nuevo Mundo a partir de la información consignada por viajeros italianos presentes en Indias. Por su parte, Sean Perrone sigue el rastro de peticiones, juntas regionales y procuradores en la corte para dar cuenta de cómo los regidores de la ciudad de México buscaban influir en las decisiones que tomaba la Corona. El trabajo hace patente que la política no era en absoluto vertical en Indias y que, como en la península, existía un marco de negociaciones entre los cuerpos locales y la Corona. Como ya ha dado cuenta la historiografía, las prácticas en América incidieron en las dinámicas urbanas castellanas. Esto lo pone también a la vista María Ángeles Martín en el análisis que hace de los juicios de residencia en el siglo XVI. Al seguir el rastro de los juicios, Martín expone cómo un sistema de gobierno urbano se transformó en uno imperial.

En una delimitación espacial ya muy concreta, los dos artículos que cierran Ciudades en expansión abordan urbes mesoamericanas. José Luis de Rojas recoge y contrasta la imagen de Tenochtitlan trasmitida por Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara y Francisco Cervantes de Salazar. Como hace notar De Rojas, sólo desde los retazos legados por diversos individuos es posible aproximarse ínfimamente al aspecto físico que tuvo Tenochtitlan en el tránsito de ciudad mexica a española. Carlos Santamarina, por su parte, hace un recorrido por la historia de Azcapotzalco para apuntar sus cambios. El autor inicia en el posclásico tardío, cuando Azcapotzalco logró consolidarse como “capital imperial” (1370); da cuenta luego de su sujeción a la Triple Alianza (1428) y cierra con su situación ya como un pueblo de indios en la posconquista.

En conjunto Ciudades en expansión nos aproxima a diversos ecosistemas culturales, principalmente castellanos, en un periodo de transición. Los distintos capítulos hacen notorias las dinámicas urbanas insertas en tramas más amplias. Una introducción más profunda y articulada del libro y sus capítulos, sin variaciones entre la presentación y el índice, sería de gran ayuda para el lector. No obstante, el recorrido íntegro de la obra permite entender cómo se fue gestando un modelo político en el que las ciudades, caracterizadas por su autonomía y su cultura urbana propia, eran a la vez los principales espacios de identidad colectiva y de representación monárquica. A decir de otra historiografía, las urbes se convirtieron en los espacios de negociación y, a partir del siglo XVI, en los enlaces de un modelo republicano en una monarquía de ciudades.

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