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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2025  Epub 27-Ene-2025

https://doi.org/10.24201/hm.v74i3.4651 

Reseñas

Sobre José María Portillo Valdés, Una historia atlántica de los orígenes de la nación y el Estado. España y las Españas en el siglo XIX

Tomás Pérez Vejo1 

1Instituto Nacional de Antropología e Historia

Portillo Valdés, José María. Una historia atlántica de los orígenes de la nación y el Estado. España y las Españas en el siglo XIX. Madrid: Alianza Editorial, 2022. 363p. ISBN: 978-841-362-828-8.


La crisis imperial hispánica desencadenó un temprano y exitoso proceso de construcción de Estados-nación, en palabras del autor de este libro “la historia del proceso más fecundo de formación de repúblicas, pueblos y naciones del espacio atlántico euroamericano”.1 Afirmación que probablemente habría que matizar en el sentido de que no sólo del espacio atlántico euroamericano sino de la historia. En los apenas 20 años que van desde el inicio de la crisis, comienzos de la década de los diez, a la disolución de la República Federal Centroamericana, finales de la década de los treinta, vieron la luz un total de 15 nuevas soberanías políticas, todas bajo esa forma específicamente moderna de organización y comprensión del mundo que es el Estado-nación; 16 si consideramos España, que tras el intento de vuelta al Estado legitimista de la conocida como Década Ominosa fernandina, retomará, muerto Fernando VII, su propio proceso de construcción como Estado-nación, ya sin los hombres y territorios de los reinos americanos que fueron parte suya en los fracasados proyectos de 1812 y 1820.

Un proceso relevante, significó el fin de antiguas formas de organización política y legitimación del ejercicio del poder en más de la mitad del mundo occidental, pero a la vez enormemente difícil de analizar y entender por problemas espaciales, su escenario fue el de una monarquía que se extendía desde el reino de Mallorca a Manila y desde el extremo sur de América hasta la actual frontera entre Estados Unidos y Canadá, y en cuyo interior convivían decenas de pueblos, naciones, razas y culturas. Se ubica justo en el punto de intersección en el tránsito del mundo del Antiguo Régimen a la nueva sociedad liberal, uno de esos momentos de brutal aceleración histórica que trastocan en muy poco tiempo las formas de ver y entender el mundo vigentes apenas unos años antes; y se trata de una revolución que afectó a todos los aspectos de la vida colectiva: ideológicos, culturales, políticos, jurídicos, sociales, económicos, geopolíticos … hasta configurar una realidad que, aunque hija de la anterior, poco o nada tiene ya que ver con ella.

Enfrentarse a una interpretación global sobre los orígenes de la nación y el Estado en los territorios europeos y americanos de lo que fue la Monarquía católica constituye, en resumen, un complicado reto al alcance de muy pocos historiadores. Uno de ellos, como bien refleja este libro, es José María Portillo. Especialista en historia constitucional, más exactamente en los inicios del constitucionalismo moderno, aúna un excelente conocimiento y erudición sobre los momentos previos a la eclosión constitucional, su desarrollo y sobre los inmediatamente posteriores, justo en la intersección de lo que tradicionalmente se ha conocido como historia moderna e historia contemporánea. Todo ello bajo la influencia de tres maestros, como los califica el propio Portillo en la dedicatoria del libro: Pablo Fernández Albadalejo, Bartolomé Clavero y Luis Castells, parte de una generación (son también palabras del propio Portillo), que tuvo “el mérito de volver a sintonizar la historiografía española con la europea y americana”. Afirmación nada trivial si consideramos que enfrentarse a un reto de estas características exige como condición previa salirse del esterilizante marco de las historiografías nacionales y ubicarse en una historia global atlántica, europea y americana. Aunque quizás sería mejor decir atlántico-hispánica, considerando que una de las características de la llamada historia atlántica ha sido la tendencia a ignorar lo ocurrido por debajo del paralelo 45 en Europa y del 20 en América, que es el Atlántico objeto de este libro. Escrito además bajo la premisa de que lo ocurrido al sur de estos paralelos no fue sólo una copia o imitación de lo ocurrido en latitudes más al norte, sino que el Atlántico hispánico fue uno de los laboratorios en los que se ensayó el nacimiento de la modernidad política.

Portillo forma parte de la generación que ha contribuido a poner en primer plano el carácter global de la crisis imperial hispánica y, como consecuencia, a la necesidad de estudiarla como un todo. Sus largas estancias en América (Estados Unidos, México y Colombia) le ha permitido además no sólo un fructífero intercambio con historiografías distintas a la española sino, sobre todo, ver la historia española desde una perspectiva americana, parte de una historia global en la que tan importante fue para los reinos europeos lo ocurrido en los americanos como viceversa. El resultado, un libro en el que el escenario no es España ni América sino las Españas, ese extraño plural del Título II de la Constitución de Cádiz, “Del territorio de las Españas”, bajo el que simplemente se enumeran los reinos y señoríos de la antigua Monarquía católica. La plasmación jurídica de uno de los proyectos políticos más extraños del nacimiento de la modernidad, cuando fueron muchas las naciones que buscaron, y lo consiguieron, convertirse en imperios,2 pero muy pocos los imperios que buscaron, y en general fracasaron, convertirse en naciones, uno de ellos el español.

Una historia atlántica de los orígenes de la nación y el Estado. España y las Españas en el siglo XIX no es, de acuerdo con esta perspectiva, una sucesión de casos “nacionales” sino un diálogo continuo entre lo que estaba ocurriendo en las distintas “Españas”. Las claves últimas del libro, sin embargo, no están en esta voluntad polifónica, aunque es sin duda una de sus muchas virtudes, sino en su articulación en torno a la evolución del concepto de emancipación al que hacen referencia las dos citas con las que se abre, una de Gregorio Mayans, “La emancipación, propiamente hablando, es una venta imaginaria, pero aquí se toma por un acto legítimo, por el cual se deshace la patria potestad” (Idea de un diccionario universal ejecutada en la jurisprudencia civil, 1768), y otra de Ramón Joaquín Domínguez, “EMANCIPARSE, V. Pr. Salir de la patria potestad o del poder de un tutor. Recobrar su libertad un esclavo. Sacudir un pueblo el afrentoso yugo que lo sujeta al maldecido carro del despotismo, dejando de ser patrimonio de una familia y de ser gobernado por manos mercenarias, recobrando su dignidad y administrando por sí mismo lo que a él solo pertenece” (Diccionario nacional, 1846).

Citas que definen no sólo el marco cronológico sino también el conceptual: un análisis del proceso histórico que permitió transitar de la emancipación como derecho civil a la emancipación como derecho político. Apuesta en la que el riesgo de una excesiva abstracción es contrarrestada, de forma magistral, por el uso de datos históricos tomados de los más apartados rincones de la vieja Monarquía y de los nuevos Estados-nación construidos sobre los territorios de los reinos y señoríos que habían formado parte de ella.

La introducción se abre con la frase de que “Una de las maneras posibles de definir la modernidad es como un complejo proceso de emancipaciones”. La historia del nacimiento del mundo contemporáneo como una sucesión de emancipaciones, incluida la política. Esta última en principio inimaginable en un orden político basado en la imposibilidad de emancipación entre monarca y reino pero que, en la Monarquía católica, las abdicaciones de Bayona hicieron no sólo posible sino casi inevitable. Ese momento seminal en el que el rey, hasta ese momento fundamento único e indiscutible de la legitimación del ejercicio del poder, dejó de estar, haciendo de lo ni siquiera imaginable la realidad que era necesario gestionar. Los Estados-nación no fueron en el mundo hispánico la causa de la crisis imperial sino su consecuencia. El resultado de un proceso que se puso en marcha en 1808 pero que no se puede entender sin tener en cuenta la cultura jurídica y política previa, en especial la de las últimas décadas del siglo XVIII.

Un proceso complejo y lleno de matices que Portillo analiza en ocho capítulos cuyo marco no es, como tradicionalmente ha hecho la historiografía, el de los Estados-nación contemporáneos sino el conjunto de los territorios americanos y europeos de la Monarquía y en los que se diseccionan, por este orden, el tránsito de la emancipación como derecho civil a la emancipación como derecho político (I. Libre e independiente: historia de un sintagma); las políticas del modernización del Estado y protonacionales borbónicas, con el problema nunca resuelto de qué hacer con los españoles americanos (II. Nación literaria y familia imperial); las respuestas a la crisis de 1808, en los reinos europeos y en los americanos, tan parecidas, pero con tan diferente respuesta para Europa y para América por quienes intentaron ocupar el vacío de poder producido por la ausencia del rey, Consejo de Regencia y Junta Central (III. La Monarquía en orfandad); la irrupción de la nación como sujeto político, convocatoria de las Cortes de Cádiz y los problemas de la representación (IV. Nación emancipada); la solución gaditana, la Constitución de 1812 y la idea de la nación como sujeto emancipado (V. Cuerpo de nación: la emancipación constituyente); las deudas con la historia, aquellos elementos (religión, territorios, fueros…) que la Constitución no se atrevió a tocar (VI. Los límites de la emancipación); las relaciones entre poder político y sociedad (VII. El gobierno de la sociedad); y los problemas de articulación de España como Estado-nación (VIII. ¿Qué fue de las Españas?).

Este último capítulo, lo mismo que el epílogo (Historia útil para la política), centrado en el caso español y en las preocupaciones de una generación de españoles, la de Portillo, para la que la articulación territorial sigue siendo el problema sin resolver del Estado-nación español. Un problema de nación más que de Estado, político más que historiográfico, y sobre el que la historia y los historiadores tengo dudas de que podamos arrojar mucha luz. Las sociedades enfermas de nacionalismo no lo están por falta de historia sino por exceso, producen más de la que razonablemente pueden digerir, a uno y a otro lado del Atlántico.

Volviendo a la historiografía, campo en el que sin duda las aportaciones de José María Portillo son más relevantes y significativas, este libro es en gran parte el broche de oro final a un ciclo sobre una de las revoluciones historiográficas más radicales de las últimas décadas, la que ha tenido lugar en torno al estudio de la crisis imperial hispánica y el nacimiento de los nuevos Estados-nación fruto de ella. Tan radical que ha vuelto obsoleto la mayor parte de lo escrito sobre ambos procesos con anterioridad a la última década del siglo XX.3 Abre también, y esto es quizá más importante, nuevas perspectivas para estudiar y analizar los procesos de construcción de la nación y el Estado en el Atlántico hispánico. Un punto de llegada, pero también de partida.

1José María Portillo Valdés, “Crisis e independencias: España y su monarquía”, en Historia Mexicana, LVIII: 1 (229) (jul.-sep. 2008), p. 130.

2Josep Fradera, La nación imperial (1750-1918), Barcelona, Edhasa, 2015.

3Una de las pocas excepciones es la obra del historiador argentino Tulio Halperin Donghi, cuyas Historia contemporánea de América Latina e Hispanoamérica después de la independencia, la primera en 1967 y la segunda en 1969, han aguantado mucho mejor que otros libros el paso del tiempo. Tulio Halperin Donghi, Historia contemporánea de América Latina, Madrid, Alianza Editorial, 1969 [primera edición en italiano 1967]; e Hispanoamérica después de la independencia. Consecuencias sociales y económicas de la emancipación, Buenos Aires, Paidós, 1972.

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