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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2025  Epub 27-Ene-2025

https://doi.org/10.24201/hm.v74i3.4647 

Reseñas

Sobre Kasey Diserens Morgan y Tiffany C. Fryer (eds.), Coloniality in the Maya Lowlands. Archaeological Perspectives

Eric Taladoire1 

1Université Paris 1

Diserens Morgan, Kasey; Fryer, Tiffany C.. Coloniality in the Maya Lowlands. Archaeological Perspectives. Louisville: University of Colorado, 2022. 302p. ISBN: 978-164-642-283-8.


Coloniality in the Maya Lowlands. Archaeological Perspectives se compone de 13 artículos, firmados por 19 autores (sin incluir el prefacio, del director de la serie), y se concentra en el estudio de vestigios arqueológicos del periodo colonial y del México independiente, encontrados en el marco de varios proyectos recientes, principalmente desarrollados en Quintana Roo y Belice. Esos vestigios se excavaron en diferentes sitios, como Kaxil, Tihosuco, Tikal, San Pedro o Yalahau, y se fechan globalmente en el periodo de la guerra de castas (1847-1910). Este tipo de descubrimiento es frecuente en las excavaciones, y abarca desde edificios como albarradas, tanques o capillas, en Lamanai por ejemplo, hasta pequeños objetos aislados. Cabe de entrada subrayar que los análisis de dichos vestigios son relativamente escasos, lo que hace de este volumen una aportación original y de gran utilidad.

Sin embargo, tenemos que matizar esta primera impresión. Efectivamente, muchos de los datos presentados que tratan del trabajo de campo resultan originales e interesantes. Pero la mayoría de sus autores, salvo Meierhoff (capítulo 8), no mencionan los trabajos pioneros de Robert Wauchope y Fabienne de Pierrebourg en Yucatán o de Ian de Vos, Nicholas Hellmuth, Teobert Maler, Frans Blom y Gertrude Duby en la selva lacandona, entre otros. Eso es especialmente visible en el caso de las comunidades lacandonas, mencionadas en casi todos los artículos, pero sólo a partir de las investigaciones de Joel Palka. Asimismo, debemos subrayar la escasez de menciones a las aportaciones coloniales, de autores como Landa, López de Cogolludo y tantos otros testimonios y documentos.

Una segunda observación proviene de la bibliografía citada, donde predomina la literatura anglosajona, con un número relativamente reducido de referencias en español u otros idiomas. Hablando del tema de los campos de refugiados mayas en el Petén por ejemplo y de sus vestigios materiales (artículo 8), sólo se cita, a título comparativo, un estudio etnológico sobre Tanzania, mientras el tema abarca una literatura muy abundante en numerosas áreas de África o Asia. Limitándose al material publicado en inglés, los autores dejan de lado múltiples referencias pertinentes para su propósito.

En cuanto a la metodología, los datos estudiados en esas contribuciones proceden efectivamente de excavaciones arqueológicas y deben entonces estudiarse primero como tales. Pero deberían insertarse después en un contexto histórico, más que antropológico. Disponemos de una abundante documentación histórica sobre las tierras bajas mayas, tanto en los archivos como en la literatura, pero principalmente en español. ¿Por qué razón la descartan la mayoría de los autores? Se menciona a menudo la presencia de comunidades africanas en Quintana Roo y Belice, pero sólo un capítulo (10, Mathews, Gust y Fedick) se refiere a las importantes comunidades asiáticas implantadas en Yucatán en el siglo XIX. Tampoco se hace alusión a los numerosos deportados yaquis. ¿En qué medida esas comunidades contribuyeron a la continuidad cultural o, por el contrario, a la adaptación de las comunidades mayas al México moderno?

Sólo un estudio histórico sistemático permitiría documentar de manera constructiva los procesos de cambio que atravesaron las comunidades mayas rebeldes que buscaban hasta cierto punto mantener su modo de vida tradicional. Tal como lo prueban las investigaciones de Leonardo López Luján en el centro de México, los documentos existen, pero desgraciadamente muchas veces no se conocen o son de difícil acceso.

Tal como lo subrayan los autores de las síntesis finales (capítulos 10 a 13), una de las metas de la arqueología histórica es definir las sobrevivencias, las continuidades y no las adaptaciones. Eso permite desarrollar las analogías etnológicas, una práctica usual, tanto en la zona maya como en otras áreas prehispánicas. Pero, en este respecto, tanto el contexto histórico como el arqueológico tienen importancia. No regresaremos aquí a la complejidad ya mencionada de la historia regional, pero queremos añadir que “los mayas” tampoco formaban una entidad homogénea. Desconocemos todavía, al momento de la conquista, las diferencias culturales entre los itzaes, los cehaches, los lacandones y otros grupos. Por falta de datos y de investigaciones, el periodo Posclásico se encuentra además muy mal documentado. Nuestra comprensión de la evolución de los mayas clásicos hasta las sobrevivencias coloniales es todavía fragmentada, lo que influye inevitablemente sobre nuestras comparaciones.

La arqueología histórica puede proporcionar resultados fructíferos. Los trabajos de este volumen contribuyen de manera constructiva a ampliar nuestras perspectivas, pero precisamente por la falta de un contexto histórico confiable, los datos arqueológicos aparecen todavía aislados. Sólo podemos esperar que la arqueología histórica adquiera su verdadera y merecida dimensión a través, precisamente, de la inclusión del contexto histórico.

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