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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2025  Epub 27-Ene-2025

https://doi.org/10.24201/hm.v74i3.4858 

Textos recuperados

Madame Calderón de la Barca. Sobre Raúl Figueroa Esquer (edición, revisión de la traducción, prólogo y notas), Madame Calderón de la Barca, La corte de Isabel II y la revolución de 1854 en Madrid

Antonia Pi-Suñer1 

1Universidad Nacional Autónoma de México


La corte de Isabel II y la revolución de 1854 en Madrid1 es el título de la obra que nos reúne. En un pequeño recuadro, del lado izquierdo, lleva el nombre de Madame Calderón de la Barca, y, debajo, en letras aún más pequeñas, dice “Edición, revisión de la traducción, prólogo y notas de Raúl Figueroa Esquer”. El libro tiene 319 páginas, de las cuales 197 pertenecen a la obra escrita por Madame Calderón de la Barca con el título The attaché in Madrid or sketches of the court of Isabel II, que consta de 33 capítulos. Las otras 139 páginas abarcan el minucioso y extenso prólogo de Raúl, dividido en cuatro apartados. El primero, “Vida cosmopolita y obra literaria”, consiste en un estudio biográfico de las trayectorias de Fanny Erksine Inglis y del que sería su marido, Ángel Calderón de la Barca, ministro plenipotenciario en Washington en distintos momentos y en México de 1840 a 1841, y de su regreso a Madrid en septiembre de 1853 con el nombramiento de ministro de Estado (es decir, canciller), cargo que tuvo que abandonar en julio de 1854 ante el triunfo de la revolución progresista. El segundo apartado, con el título de “Contenido”, es un análisis crítico de los ocho temas que Figueroa Esquer considera más relevantes del libro de Madame Calderón: “Recorriendo el Madrid isabelino”, “Política española”, “Vida de la corte de Isabel II y de la reina madre”, “Clases sociales”, “Prolegómenos de la revolución”, “La vicalvarada: la revolución militar y conservadora”, “La revolución popular” y “El triunfo de la revolución”. El tercer y cuarto apartados consisten en un muy bien logrado estudio historiográfico del texto de Fanny. Así, el título del tercero es “Una historia de anónimos”, que Figueroa Esquer subdivide en: “Los Calderón en París”, “Historia de un libro: The attaché in Madrid”, “De escritora a personaje palaciego”, “Traducción de Don Ramiro”, “Descubridores de la autoría de Madame Calderón de la Barca”; siendo el título del cuarto, “The Attaché a la luz de la crítica académica”. El prólogo se cierra con las necesarias “Siglas y referencias bibliográficas”; sin embargo, no termina ahí el estudio de Figuera Esquer, sino que añade un minucioso índice onomástico tanto del texto de Madame Calderón como de su prólogo.

He hecho este largo resumen de lo que contiene el libro que nos reúne con el fin de recriminar a Raúl su excesiva modestia al presentar, en la portada del libro y con letras que pasan casi desapercibidas, su labor como editor y prologuista, cuando su aportación es tan importante y extensa que bien podría ser un libro independiente, con el título que él le ha puesto, La corte de Isabel II y la revolución de 1854 en Madrid y que, evidentemente, no es el mismo que Madame Calderón puso al suyo. Cual detective, Figueroa Esquer sigue todas las pistas posibles del Attaché desde su publicación en inglés en Nueva York, en 1856, como de autor anónimo, hasta dar con quien la tradujo al español en 1903, sin saber este mismo quién era el autor. Nos lleva luego de la mano descubriéndonos los avatares que vivió el libro a lo largo del siglo XX hasta entregarnos esta versión que es el resultado de un minucioso cotejo de la edición en inglés y de la traducción de don Ramiro, completada con los nombres y datos que Fanny no puso para que no se la descubriese y que da cuenta de los sólidos conocimientos de la historia de España de Raúl y de su fina capacidad de investigación. Es evidente que, gracias a él y a Miguel Soto, quien descifró el Diario que Ángel Calderón de la Barca mantuvo durante su gestión como plenipotenciario en México, conocemos cada vez mejor a la interesante pareja que conformaron Fanny y Ángel.

Figueroa Esquer sostiene, y con razón, que el principal motivo por el cual, en diciembre de 1855, Madame Calderón decidió enviar The attaché in Madrid or sketches of the court of Isabel II a Nueva York fue pecuniario puesto que, tras su forzado exilio en París, don Ángel se había quedado sin percibir sueldo alguno, por lo que la posible publicación de su diario podría ayudarles a sobrevivir, tomando en cuenta el éxito que había tenido The life in Mexico, convertida en best-seller tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido. En vistas del título y del contenido del manuscrito, el cual presentaba magníficos cuadros descriptivos de la sociedad madrileña, los espacios en que ésta se movía, su riqueza cultural, sus costumbres y diversiones, la casa editorial neoyorkina decidió publicarlo a los pocos meses de haberlo recibido. Sin embargo, como bien lo explica Raúl, The attaché in Madrid no tuvo el éxito esperado, pues ni hubo otra edición ni comentarios en la prensa, y se perdió en el anonimato hasta ser rescatado en Cuba al cabo de 50 años.

A diferencia de The life in Mexico, que había aparecido como de “Mme. C de la B”, The attaché in Madrid se publicó como de autor anónimo, evidentemente por cautela. Y es que, si bien su subtítulo aparentaba ser “light”: sketches of the court of Isabel II, la obra resultó tener un fuerte cariz político. A mi parecer, don Ángel no sólo habría asesorado a Fanny, como sostiene Raúl, sino que fue el autor de las largas tiradas y comentarios de tipo político que aparecen en el libro y que son, por un lado, una especie de catarsis ante la manera en que había caído el gobierno del Conde de San Luis debido a “la revolución” progresista y, por otra, una muestra incondicional de su lealtad a la Corona. En este sentido, el título que Figueroa Esquer ha dado al libro que presentamos, La corte de Isabel II y la revolución de 1854 en Madrid, me parece muy acertado pues refleja bien el carácter político que acabó teniendo The attaché in Madrid.

En efecto, en dicha obra vemos cómo don Ángel no dejó de mostrarse orgulloso de haber sido miembro del gabinete del Conde de San Luis y de haber formado parte así de “un grupo muy notable de hombres de talento”, como se afirma en un momento dado. Cabe recordar que este grupo de “hombres notables” pertenecía a la facción más reaccionaria del Partido Moderado, cuya cultura política, sin llegar a ser absolutista, se caracterizó por su resistencia al liberalismo y, aún, a veces, al constitucionalismo. A mi parecer, Calderón de la Barca no descartaba que su facción volviese al poder, dada la rueda de la fortuna en que giraba la política española, como lo señala uno de los personajes del libro: “No es preciso ser un lince para comprender que varios individuos de la grandeza están muy contra ria dos por el resultado del combate de Vicálvaro. En su oído ciego contra San Luis, se alegraban de cualquier movimiento que diese en tierra al Ministerio, olvidando que, como Sansón, podían ser aplastados al mismo tiempo que sus enemigos.” (p. 245). Efectivamente, al cabo de dos años, la fortuna dio un giro, y el partido de don Ángel volvió al poder, encabezado ahora por el general Ramón Narváez, quien le ayudó a recuperar su cargo de senador y a resolver su problema pecuniario.

Presento dos ejemplos de las tiradas que, a mi parecer, fueron escritas por Calderón de la Barca. En una comida en casa del marqués de Salamanca, se discute acaloradamente sobre política a raíz de la última rebelión, R… [sic], amigo particular de Calderón Collantes, califica la insurrección de “esfuerzo abortado de media docena de ambiciosos descontentos” y repite parte del largo discurso que el Conde de San Luis había pronunciado en el Senado, en el que había hecho la apología de los distintos gobiernos del Partido Moderado e insistido que, durante el suyo, el sistema conciliador del gabinete había llegado “a sus últimos límites, a su apogeo”. Los miembros de la oposición habían sido favorecidos con la confianza del gobierno, se había convocado las Cortes, se proponían reformas útiles, había tolerancia para todas las opiniones, respeto a las ambiciones legítimas, se utilizaban todos los servicios y se había inaugurado un periodo estrictamente constitucional. A pesar de todo ello:

La ambición [había] roto todas las vallas: estaba desesperada, no pudo por más tiempo contenerse y [había] estallado en abierta rebeldía, con escándalo de todo el mundo civilizado, con total subversión de todo principio de orden, de disciplina y moralidad; arrojando una mancha en la fama de nuestro ejército, destruyendo la paz del país, paralizando el tráfico y cometiendo exacciones y atropellos contra el pueblo dignos de ladrones de camino real, hechos que [andaban] a la greña con esas tan cacareadas moralidad y prosperidad públicas que se [tenían] siempre en los labios. No; el ministerio era un mero pretexto: Lo que esos hombres [querían era] humillar al trono, contra el trono [dirigían] sus tiros (p. 250).

De esta manera, don Ángel se esmeró en dejar constancia de su lealtad a la Corona, a la que, a lo largo de The attaché, defendió a ultranza. Fidelidad y admiración que Fanny hizo suyas, mostrando su embelesamiento con la monarquía española: la joven reina Isabel y la reina madre, María Cristina, y aún con la Condesa de Montijo y su hija, la emperatriz Eugenia. Fidelidad que, al final, la hizo merecedora de ser nombrada, primero, “teniente de aya y directora de estudios” de la infanta Isabel, luego “dama de honor” de la misma y, finalmente con el título nobiliario de Marquesa de Calderón de la Barca.

Para terminar, me centro en una segunda tirada que creo se debe también a don Ángel y en la que mostró cuan orgulloso estaba de ser español. Así, tras un recorrido por la historia de España en la Armería Real, el Attaché exclama, con admiración:

¿Qué otra nación hubiera resistido tantos años de guerras civiles y tantos cambios de gobierno? ¿Cuál otra hubiera podido ser tan destrozada por los partidos, tan agitada por las facciones, tan convertida en juguete de egoístas y ambiciosos sin acabarse por completo? ¿Dónde, como aquí, hubiera permanecido, después de tantas calamidades, noble e independiente el pueblo, firmes y vivos los sentimientos de honor y lealtad? ¿Dónde incluso se habría experimentado menos la pobreza material después de tantas guerras y devastaciones? No, no creo que el carácter español haya degenerado. Creo que aún hay en España la misma fe inquebrantable, iguales sentimientos de honor, el mismo noble amor a la independencia, la misma caballerosidad que la distinguieron en sus días gloriosos. La escoria flota en la superficie y oculta el licor generoso del fondo. A pesar de la aristocracia indolente, de los generales ambiciosos, de los patriotas [sic] cazadores de empleos, no desespero de España, porque aún se conservan en el carácter de su pueblo elementos de grandeza futura (p. 129).

Espero no haber agobiado al lector con mis divagaciones, con ellas he querido mostrar lo interesante y diverso que es el libro que se reseña. Su lectura, llevada de la mano por Figueroa Esquer, será un deleite para todo tipo de lector. Así, aquellos a quienes gustan las biografías, podrán conocer a profundidad quién fue Francis Erksine Inglis, luego Madame Calderón de la Barca y finalmente marquesa de Calderón. A quienes busquen saber más sobre el mundo de la diplomacia y las relaciones internacionales, se enterarán, a detalle, de quien fue su esposo, Ángel Calderón de la Barca y su labor como ministro plenipotenciario tanto en Estados Unidos como en México. A quienes les interese la historia política de España, podrán seguir los acontecimientos que ocurrieron en aquel país entre 1853 y 1854 a través de una fuente de primera mano, comentada y contrastada por Raúl con base a la historiografía actual. A los que les llame la atención la vida social de las elites, los madrileños y sus costumbres se deleitarán con la excelsa narración de Madame Calderón. Finalmente, aquellos que quieran conocer Madrid, gozarán con las descripciones tan puntuales de los paseos, los museos y sus magníficas obras, sin necesidad de trasladarse a aquella gran capital, cuya esencia no ha cambiado.

1Raúl Figueroa Esquer (edición, revisión de la traducción, prólogo y notas), Madame Calderón de la Barca, La corte de Isabel II y la revolución de 1854 en Madrid, México, Bonilla Artigas Editores, 2023, 432 pp. ISBN 978-607-883-871-4

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