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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2024  Epub 05-Nov-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v74i2.4617 

Reseñas

Sobre Silvina Cormick (ed.), Mujeres intelectuales en América Latina

Margarita Vasquez Montaño1 

1El Colegio Mexiquense

Cormick, Silvina. Mujeres intelectuales en América Latina. Buenos Aires: Sb Editorial, 2022. 290p. ISBN: 978-987-838-495-5.


El libro Mujeres intelectuales en América Latina recupera algunas de las experiencias, trayectorias y trabajo intelectual de mujeres a lo largo del siglo XX latinoamericano. Obra necesaria por presentar de manera evidente una preocupación historiográfica y metodológica respecto al tratamiento de las mujeres como intelectuales, así como de la incorporación de la categoría de género para develar los obstáculos, las estrategias y el lugar de éstas dentro de cánones, corrientes y discusiones de su tiempo. En la introducción, Silvina Cormick plantea este libro como “un complemento de la obra dirigida por [Carlos] Altamirano al focalizarse en la experiencia de las mujeres intelectuales”; por “la necesidad de pensar la conformación de los campos intelectuales de la región como espacios constituidos siempre en forma conjunta por varones y mujeres”.

La obra obliga a reflexionar sobre la construcción y consolidación del campo de la historia intelectual y cómo estos esfuerzos editoriales y de investigación en realidad nos llevan a cuestionar los abordajes y la construcción de una narrativa en la cual las mujeres habían estado relegadas de su papel como intelectuales. Al respecto, Mary Louise Pratt, al referirse a la relación de las mujeres intelectuales y el ensayo latinoamericano, es enfática al señalar cómo los cánones han sido “estructuras de exclusión” que se acendran en el caso de las mujeres por la mediación del género.1 Pratt sugiere ampliar la mirada al momento de acercarnos a la producción de las mujeres: leer esta producción con las particularidades del contexto de su enunciación “en cuanto se les reintegra a las historias intelectuales y literarias que tradicionalmente las han pasado por alto”.2 Este libro, en realidad, está en la bifurcación del objetivo de visibilizar y leer la obra de las mujeres y la reintegración necesaria a su tiempo y a los estudios historiográficos en la materia.

Por otro lado, habría que destacar, y considero que es uno de los aportes de la mayoría de sus capítulos, la “profunda contextualización” de la obra de las intelectuales que aborda. Sus autores las han hecho “más presentes” en corrientes, cánones, discusiones y redes de su tiempo. Desde la teoría feminista, nos obliga a ver el estudio del pensamiento en el pasado como un asunto de justicia epistémica, tomando en cuenta y “asumiendo, a partir del conocimiento de estas escritoras, que la exclusión de la[s] mujer[es] del canon no es un simple reflejo del mérito”,3 sino de las dificultades, límites y estrategias que tuvieron que sortear y ejercer para constituirse desde una autor referencia intelectual.

El libro muestra la luminosidad de la presencia femenina en la vida intelectual latinoamericana; también nos remite a luchas, de exclusión pero también de éxito, de construcción de identidades femeninas complejas en función de que estamos ante mujeres que atendieron varios lugares para la acción y producción intelectual: desde el activismo político, a partir de su papel como funcionarias, educadoras, académicas, etcétera.

Es también una historia del siglo XX latinoamericano, escrita a través de la obra y la biografía de las mujeres, reafirmando que hay opciones válidas de ejercicio y estructuración del tiempo histórico desde otro lugar. Leemos acerca de mujeres que fueron testigos y portadoras de las transformaciones provocadas por la modernización y la conformación de una cultura moderna. Es una historia en la cual podemos reconocer una gran actividad política y pública de la mano de los socialismos y del movimiento feminista. Esto es perceptible porque los capítulos fueron organizados cronológicamente: con cada una de las trayectorias vamos avanzando en el tiempo y en diferentes espacios nacionales y transnacionales.

Lo interesante de esta propuesta es que nos permite considerar paralelismos en las experiencias de mujeres en cuanto al contexto, las formas en las que forjaron su condición de intelectuales en tensión, asimetría y relación con el tema del cuerpo, el activismo político y las relaciones privadas y personales. Por ejemplo, el capítulo escrito por Dina Comisarenco acerca de Nahui Olin, y la forma en la que se construyó su memoria, plantea la manera en la cual las relaciones de poder definen la apreciación de la obra escrita y artística de las mujeres.

Un aspecto que considero está presente en capítulos como el de Flavia Fiorucci, acerca de la maestra, médica y feminista argentina Cecilia Grierson, es cómo se construyen las narrativas biográficas de las mujeres inmersas en redes políticas e intelectuales. Otro ejemplo es lo que ocurrió con Carmen Lyra en Costa Rica y su incorporación al relato nacional mediante una “limpieza ideológica” a través de reconocimientos tempranos, después de su muerte. En ese mismo tenor se lee el capítulo de Silvina Cormick respecto a Gabriela Mistral como representativa del sentido e identidad latinoamericana. Algo que, como demuestra la autora, fue configurado en cierto sentido por la propia Mistral.

En toda la obra resulta imperativo indagar en las condiciones de posibilidad que les permitieron a las mujeres sortear obstáculos e incorporarse al espacio público. Es evidente el interés por repasar los orígenes de estas mujeres, identificar el capital económico y cultural con el que pudieron o no acceder a espacios educativos. Un común denominador, al menos entre las intelectuales de las primeras tres décadas del siglo XX, es su vinculación con el magisterio; pero, al mismo tiempo, son mujeres como Paulina Luisi, presentada por Inés Torres, que lo van a cuestionar como única posibilidad de profesionalización.

En este libro encontramos viajeras, exiliadas, mujeres realizando labor diplomática e internacionalista. Momentos cumbre, desde la lectura del libro, que se convirtieron en hitos en la vida y producción de estas mujeres. Estamos ante historias que transcendieron el parámetro nacional. La nación no deja de estar presente, como esquema para explicar el contexto donde ejercieron sus carreras, pero la trasversalidad de la mirada producto del conocimiento, contemplación y vinculación con redes y espacios alternos fueron detonantes para definir su obra, pensamiento y accionar político.

Por otro lado, la relación de la producción intelectual de las mujeres con el cuerpo está presente en los capítulos escritos por Dennis Arias y Cecilia Macón, quienes recuperan la obra de Carmen Lyra y la escritora argentina María Rosa Oliver, respectivamente. El cuerpo, los estándares de belleza, la vulnerabilidad en la relación cuerpo, clase y sus representaciones son analizados por las autoras.

Es fundamental recuperar la complejidad de las trayectorias, situarlas en el tiempo, con sus contradicciones y complejidades como lo hacen Gabriela Cano y Jorge Myers en sus contribuciones acerca de la mexicana Amalia de Castillo Ledón y la uruguaya Blanca Luz Brum. A través de Castillo Ledón es posible identificar la diversidad de las expresiones y prácticas feministas, por un lado, y la forma en la cual una mujer con su perfil político y de clase incursionó en el ámbito de la función pública. Por su parte, al recuperar la trayectoria y obra de Brum, Myers nos plantea los diferentes caminos que toma una vida y cómo los cambios políticos e ideológicos también inciden en la producción de la obra y la apertura editorial que puede o no tener una autora. En el mismo sentido, Laura Prado Acosta teje la vida de Nydia Lamarque y su paso del leninismo al cristianismo, con una carrera ligada a la traducción y a las dificultades editoriales para legitimar su obra y las formas transformadas de sus escritos. En torno a la incorporación de la obra de las mujeres a las corrientes del pensamiento, Rafael Rojas, y el análisis que hace del caso de Mirta Aguirre en Cuba, nos ofrece un ejercicio de posicionamiento de la obra de Aguirre en corrientes de su época.

A lo largo de los capítulos son perceptibles los vínculos personales e íntimos de estas mujeres. Unas optaron por la soltería, otras abandonaron sus matrimonios, lo que de alguna manera les ofrecía libertad para ejercer su sexualidad, profesión e intereses intelectuales. Por otro lado, tenemos el caso de otras que vivieron las tensiones derivadas de estos vínculos. Maria Alice Rezende de Carvalho analiza el proceso de afirmación intelectual de la escritora brasileña Zelia Gattai al lado del novelista Jorge Amado. Finalmente, el capítulo de Heloisa Pontes y su comparación entre las trayectorias de Gilda de Mello e Souza y Victoria Ocampo nos permite reconocer paralelismos que nos ayudan a ampliar el análisis respecto a las dificultades a las que se enfrentaron las intelectuales para construir su identidad y que se reconociera su lugar como ensayistas, género “exclusivo” de una producción masculina.

Sin lugar a duda, la obra abre el camino para la articulación de discusiones teórico-metodológicas en torno a la historia intelectual, el género y el lugar de las mujeres en la narrativa historiográfica.

1Mary Louise Pratt, “‘No me interrumpas’: las mujeres y el ensayo latinoamericano”, en Debate Feminista, 21 (2000), p. 71.

2Mary Louise Pratt, “‘No me interrumpas’: las mujeres y el ensayo latinoamericano”, en Debate Feminista, 21 (2000), pp. 72 y 83.

3Rachel Foxley, “Gender and intellectual history”, en Richard Whatmore y Brian Young (eds.), Intellectual history, Nueva York, Palgrave MacMillan, 2006, p. 199.

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