Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar los resultados del análisis osteológico y contextual de tres individuos (Entierros primarios 1, 9 y 13) enterrados en uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de Tepeticpac, sector de la antigua urbe de Tlaxcallan, correspondiente al periodo Posclásico tardío (1250/1300 a 1519 dC). Las condiciones particulares en las que los individuos fueron inhumados, incluyendo la forma de enterramiento y sus ofrendas, evidencian la construcción de una narrativa sobre identidad Tlaxcalteca. Este tipo de información es crucial para evaluar la organización sociopolítica tlaxcalteca tal y como fue exhibida en documentos históricos del siglo XVI. En el análisis de la composición del Entierro primario 1, observamos que el individuo pudo formar parte de una jerarquía militar o de nobleza dentro de la estructura social local. Otros dos entierros, el 9 y 13, fueron identificados como infantes fallecidos entre los 1 a 2 y 6 a 7 años respectivamente; estos entierros también ostentaron objetos que pueden ser relacionados con temas de la identidad cazadora chichimeca o incluso la guerra. De la particularidad de estos tres individuos, dentro un total de 58 individuos analizados hasta el momento en Tepeticpac, surgió la siguiente pregunta de investigación respecto a si la identidad guerrera de los Tlaxcaltecas solo se aplicaba a aquellos que participaron en la guerra, o si esta relación se asignaba incluso desde la niñez, como una metáfora aplicada a individuos que no necesariamente hubiesen estado involucrados directamente en eventos bélicos.
Tepeticpac, Tlaxcallan y la guerra
Tlaxcallan fue un prominente altepetl o entidad estatal que dominó una extensión geopolítica de aproximadamente 3,600 km2 dentro de la región de Puebla-Tlaxcala durante el Posclásico tardío (1250/1300-1519 dC) (figura 1). La historia cuenta que los orígenes de Tlaxcallan se remontan al siglo XIII dC, cuando un grupo de teochichimecas migrantes procedentes de la región nororiental de Mesoamérica fundaron un asentamiento que llamaron Tepeticpac (sobre el cerro), lugar que también fue conocido como Texcalticpac (sobre los riscos o barrancas). Actualmente, la zona arqueológica de Tepeticpac está ubicada sobre una serie de riscos flanqueados por profundas barrancas a unos cinco kilómetros al norte de la actual ciudad de Tlaxcala, elevándose a unos 2,350 m a 2,540 msnm sobre los cerros Cuauhtzi, Tenextepetl, Coyotepetl, El Fuerte y Tlaxistlan, y flanqueado por barrancas que pueden tener hasta 200 m de profundidad (figura 2).

Figura 2 Mapa de Tepeticpac. Ubicación del área de entierros a) Mapa de Tepeticpac desarrollado por el Proyecto Arqueológico Tepéticpac; b) Mapa de Tlaxcallan basado en Fargher et al. (2011): Figure 1.
A lo largo de los siglos XIII y XIV, los teochichimecas expandieron velozmente el asentamiento y, en tan solo unos 250 años, lograron transformar el paisaje de cerros y barrancas en una gran urbe de más de 400 hectáreas (Fargher et al. 2011) formada por terrazas, plazas, conjuntos arquitectónicos, áreas habitacionales, templos y, por lo menos, unos 20 barrios (Fargher et al. 2020: 10-11). Como resultado de la pronta colonización, particularmente en los primeros años de ocupación, los teochichimecas expandieron sus dominios territoriales hacia el valle mediante la fisión del grupo original y la fundación de nuevos asentamientos. Al pie de los cerros de Tepeticpac, en la sección sur, se instituyeron los asentamientos de Ocotelulco y Teotlalpan, al poniente el de Quiyahuiztlan y al oriente el de Tizatlan. Estas localidades fueron agrupándose a lo largo de décadas dando como resultado la formación de una gran urbe dividida en parcialidades, conocida como Tlaxcallan o la "Ciudad de Tlaxcala" para los españoles.
Desde el 2010 hemos realizado trabajos arqueológicos en Tepeticpac a través del Proyecto Arqueológico Tepeticpac (PAT). Los objetivos del PAT se enfocan en reconstruir la estructura social, política y económica de este importante asentamiento prehispánico durante sus diversos periodos de ocupación, establecer su papel e interacción con comunidades contemporáneas de la región de Puebla-Tlaxcala y de otras regiones, y analizar los procesos de cambio y abandono de la comunidad, en especial aquellos generados a raíz de la conquista española. Tepeticpac se desarrolló en un periodo caracterizado por importantes migraciones, episodios de conflicto, inestabilidad política y el surgimiento de facciones y alianzas entre diferentes altepemeh (DyckerhofF 1978). Estas condiciones impactaron hondamente la configuración geopolítica regional formando una aguda diversificación étnico-política, y un ambiente de inestabilidad y desconfianza entre comunidades colindantes. A esto le podemos añadir que los cronistas describieron a los tlaxcaltecas como gente guerrera, conflictiva, muy diestra en el uso del arco y la flecha y empecinada en mantener un estatus de independencia de cualquier gobernante supremo o entidad estatal que los quisiese dominar. Es probable que estas particulares condiciones guerreras otorgasen a los tlaxcaltecas una ventaja para invadir los territorios del valle poblano-tlaxcalteca en algún punto del siglo XIII dC. Su alta belicosidad probablemente contribuyó a defender su estatus de autonomía, siendo uno de los escasos grupos que consiguieron combatir los intereses expansionistas de la alianza excan tlahtolloyan (Mexico-Texcoco-Tlacopan) a partir de mediados del siglo XV.
Identidad y comunidad: El contexto mortuorio
La identidad guerrera de los tlaxcaltecas está relativamente bien documentada a través de la iconografía, los restos materiales, la historia escrita (anales y códices) y la tradición oral (López et al. 2019). El realce de la identidad guerrera parece haber sido primordial para los tlaxcaltecas, pero considerar únicamente una perspectiva enfocada en este aspecto como representativo de toda la sociedad tlaxcalteca ignoraría la diversidad ideológica. No todos debieron ser guerreros, ni pudieron haber participado directamente en la guerra. Entre los distintos niveles de la población también debieron existir personas con diferentes ocupaciones como artesanos, agricultores, religiosos, comerciantes, y otra serie de oficios. Incluso, el rol de cada persona dentro de la sociedad seguramente fue multifacético y cambiante a través de su periodo de vida, incluso pudiendo realizar diferentes papeles y actividades de manera simultánea (p. ej. agricultor y artesano, comerciante y artesano, guerrero y comerciante). Tanto los adultos como los infantes son, sin duda, un foco importante para el entrenamiento como miembros de la sociedad, tal como menciona De Lucia cuando describe a los entierros de infantes en Xaltocan al ser un grupo "central al entendimiento de la construcción de una identidad social" (De Lucia 2010: 608). Considerando esta complejidad identitaria, los contextos funerarios bien pueden reflejar la construcción de una identidad "guerrera" metafórica adoptada por la población compuesta por individuos con diferentes características jerárquicas y sociales.
La identidad guerrera de Tlaxcallan puede formar parte de una idea concreta y construida (Anderson 1983; Canuto y Yaeger 2000), pues sabemos que existieron guerreros prominentes, algunos llegando quizá hasta el misticismo histórico, como es el caso del guerrero otomí Tlahuicole descrito por Diego Durán (2006 [1579]) y Torquemada (1969 [1615]), o el líder de las milicias tlaxcaltecas Xicohténcatl el joven (Díaz del Castillo 1998). Parte de este realce del aspecto guerrero probablemente se relaciona con la contribución de este grupo en la defensa de la soberanía de Tlaxcallan y el acceso a bienes económicos por medio de la promoción social y movilidad por méritos de guerra. Sin embargo, es posible que la identidad guerrera, asociada con valores de lealtad, construcción de comunidad, e inclusividad, pudo haber permeado la vida de individuos que no estuvieron directamente involucrados en eventos bélicos.
Es posible entender la identidad y aspectos de las relaciones sociales a través de los ajuares mortuorios e información osteológica, ya que este tipo de evidencia contiene información sobre la historia de la vida de los individuos. El contexto mortuorio es definido como un sitio de identidad idealizada (Ashmore y Gellar 2005; Goldstein 2002; Joyce 2001), lo cual significa que, en vez de una representación de la personalidad o posición social actual del individuo enterrado, el contexto representa una identidad construida de quienes lo enterraron. Bajo esta perspectiva, la identidad presenta una versión idealizada de la cultura, probablemente mostrando más una expectativa de lo que se esperaba, en lugar de lo que realmente era. Para entender mejor esta realidad idealizada, describiremos los conceptos de tecuitli yyaotequihua, dos de las categorías guerreras tlaxcaltecas conocidas en los documentos históricos de la región poblano-tlaxcalteca.
Tecuitli y yaotequihua: dos formas de liderazgo
Desde hace décadas, varios investigadores han recalcado cómo Tlaxcallan tuvo una forma de gobierno basada en la colectividad y compartición del poder entre varios líderes (Fargher et al. 2010; García y Merino 1997; Gibson 1967; Lockhart 1992). El estudio de Anguiano y Chapa (1982) resalta porque detectó varios rangos sociales de la jerarquía tlaxcalteca en los Padrones de Tlaxcala, un documento hecho entre 1556-1557 (Rojas 1987). Aunque esta fuente histórica fue redactada ya entrada la época novohispana, mucha de la nomenclatura de rangos prehispánicos en Tlaxcallan aún prevalecía al momento de haberse hecho el padrón poblacional, quizá debido al lugar especial que tuvieron los tlaxcaltecas ante la Corona española por haber apoyado sus intereses de conquista y colonización de los territorios del norte y centroamericanos. Resulta crucial el que la jerarquía tlaxcalteca haya incluido dos rangos jerárquicos, tecuitli (pl. tecuitique) y yaotequihua (pl. yaotequihuaque), de características sobresalientes y que es necesario repasar para contextualizar los hallazgos aquí presentados. El título de tecuitli, al parecer, se utilizaba en Tlaxcallan para designar a los líderes mayores que estaban relacionados con alguno de los linajes nobles, otorgando con ello el máximo poder posible a un individuo dentro de la estructura sociopolítica. Los tecuitique, a su vez, lideraron una casa noble o teccalli, a lo que los españoles llamaron "una casa de mayorazgo", la cual fue una de las instituciones político-económicas más importantes de las sociedades indígenas del Posclásico en la región poblano-tlaxcalteca (p. ej. Anguiano y Chapa 1982; Carrasco 1966, 1971, 1973; Martínez 1984, 2001; Olivera 1978; Reyes, 1988; Sánchez 1994). Los investigadores (Chance 2000; Dyckerhoff y Prem 1982; Gillespie 2000; Hicks 2009; Perkins 2005, 2007) han resaltado cómo la casa noble es una unidad fundamental para analizar las estructuras sociales mesoamericanas y sus procesos de cambio. De acuerdo con documentos como Torquemada (1969 [1615]: lib. XI, cap. XXIX) y López de Gómara (2006 [1552]: cap. CCXIV), tanto el rango de tecuitli como la asignación de un teccalli, parecen haber sido traspasados únicamente entre los miembros de un linaje de la casa noble, tales como hijos, hermanos, sobrinos, o tíos; siempre y cuando cumplieran con los requisitos de liderazgo establecidos en su código de conducta. Éste no es un tema concluyente debido a que carecemos de mayores datos para corroborar el sistema de traspaso del poder, pero lo que sí es claro es que cada tecuitli tenía la responsabilidad de proporcionar sustento a sus dependientes nobles (pilli) mediante la asignación de tierras de labor, bienes, servicios y rentas, lo que se llamaba en castellano "una casa solariega", o pilcalli entre los nahuas.
Ciertamente, la terminología de rangos sociales en las poblaciones indígenas del Altiplano central mesoamericano puede ser algo confusa, principalmente porque distintas poblaciones pudieron tener vocablos similares, pero con significados variables. Es posible que estas denominaciones sean simplemente variantes lingüísticas de un mismo término en náhuatl, pero de acuerdo con el particular desarrollo histórico-cultural de cada entidad política. Los escritos de Alonso de Zorita, Muñoz Camargo, y Torquemada, sugieren variaciones interpretativas en la distinción del rango tecuitli o teuhctli que prevaleció en Cholula, Huexotzinco y Tlaxcallan. En Tlaxcallan, solo los nobles descendientes de linajes podrían obtener el rango de tecuitli mediante un largo, complejo, costoso, suntuoso y difícil ritual que es descrito en los textos de Muñoz Camargo (1998 [1580]) y Torquemada (1969 [1615]), donde los individuos debían mostrar humildad, reticencia, penitencia, y fuerte apego al código ético y militar. En el segundo caso, Zorita (1999: cap. 5, 335) explica que el rango de tecuhtli (análogo al tecuitli tlaxcalteca) se otorgaba por méritos de guerra, pero no era un puesto heredable, sino una encomienda temporal dada de por vida y retirada al morir el individuo.
El segundo tipo de rango para Tlaxcallan fue el de yaotequihua o capitán de guerra. El concepto de yaotequihua fue descrito por Zapata y Mendoza (1995 [1689]) y ampliamente registrado en documentos como los padrones de Tlaxcala (Anguiano y Chapa 1982) o documentos de las parcialidades de la urbe tlaxcalteca (Reyes 2018). Diego Durán (2006 [1579]: lib I, cap. XI: 111-117) dice que los [yao]tequihuaque fueron guerreros sobresalientes a los que se les daban mercedes, pero aparentemente no eran nobles, sino gente común (macehualtin) que habían accedido a puestos de poder por méritos de guerra. Un ejemplo de esta promoción lo vemos en la narración de Zapata y Mendoza (1995: 97) cuando platica que varios otomíes "labradores, los que viven en las tierras de cultivo" en territorios del norte de Tlaxcallan, defendieron exitosamente una incursión sorpresa de la excan tlahtolloyan. Como parte de la recompensa por la defensa del territorio, los líderes de Tlaxcallan elevaron al rango de tecuitli a muchos de estos defensores hñähñú dándoles grandes regalos. A juzgar por la narración, se deduce que los favorecidos fueron gente no noble en su mayoría.
La asignación especial para los yaotequihua fue una yaotequihuacalli, que se traduce como una casa (calli) para el capitán de guerra (yaotequihuacatl), la cual sería análogo al teccalli de los tecuitique. Esta asignación les era conferida por el estado tlaxcalteca, pero al parecer no era una encomienda heredable, sino una dotación que terminaba cuando el individuo moría. En este sentido, esta identidad guerrera pudo ser reproducida en la muerte, tanto entre individuos adultos que pudieron acceder a la movilidad social, pero también existe la posibilidad de haber casos específicos de estatus heredado visible en las generaciones infantiles.
La población de Tepeticpac
Los entierros que abordamos en este estudio (Entierros primarios 1, 9 y 13) fueron excavados en la Terraza 14 del Sector A de Tepeticpac (figuras 3 y 4). Esta terraza es una de las zonas más prominentes del asentamiento, pues alberga el Conjunto Arquitectónico 1 (CA-1), que incluye dos de los monumentos más importantes del sitio. Las excavaciones extensivas realizadas para la liberación del muro perimetral sur de la terraza evidenciaron 16 entierros que incluyeron 13 primarios y tres secundarios dentro de los 30 m2 del área excavada; es probable que estos últimos fueran removidos de sus depósitos originales para enterrar a individuos en épocas tardías. El análisis de las cerámicas asociadas a los entierros y un fechamiento por radiocarbono que dio un rango de fechas entre 1431 y 1479 cal dC (95.40% de probabilidad), indican que los individuos fueron enterrados en el Posclásico tardío, a pocos años de la llegada de los españoles.

Figura 4 Planta del área de entierros: El Entierro primario 1, Entierro primario 9 y Entierro primario 13.
Entre los individuos enterrados en la Terraza 14, hubo adultos, sub-adultos e infantes, colocados en diversas posiciones de enterramiento. Las ofrendas fueron diversas, aunque generalmente sencillas, pues poseían pocos artefactos y de relativamente baja calidad. Aunque el área de excavación se limitó a 30 m2, detectamos que el resto de la plaza contuvo más entierros. En una segunda exploración de 12 m2 realizada en la sección oriente de la Plaza 4, al poniente de la Terraza 14, se recuperaron otros 32 entierros primarios con al menos 42 individuos, también ubicados frente a otro pequeño templo. Los individuos enterrados en esa plaza tuvieron características similares al presentar entierros simples y pocas ofrendas de relativamente baja calidad. Aunque no es el objetivo de este trabajo describir las características de los 58 individuos recuperados hasta ahora en estas dos zonas, sí es importante puntualizar que la densidad promedio de entierros por metro cuadrado es relativamente alta (1.38 entierros/m2); por lo que si proyectamos los cálculos, es probable que el número de individuos enterrados en ambas áreas ascienda a más de 400; por lo tanto, la muestra aquí estudiada debe ser representativa de buena parte de la población de Tepeticpac.
Adicionalmente, los análisis de isótopos de oxígeno en carbonatos realizados en huesos de 51 de los 58 individuos registrados muestran que la población enterrada en el CA-1 presenta valores característicos de poblaciones asentadas en los valles centrales de México (-10.8%o a -8.7%o d18OdwVSMOW); esto significa que las personas enterradas en las plazas fueron gente local (Alcántara 2020), por lo que para la comunidad debió ser importante resaltar la localidad y mantenerse íntimamente conectada a un sitio geográfico particular.
Entierro primario 1
Se trata del entierro primario directo de un adulto en posición sedente, con una orientación céfalo-caudal de norte-sur, las extremidades inferiores hacia el norte, y ligeramente recostado sobre el lado derecho mirando hacia el este. Dada la posición en la que se encontró, es probable que el individuo haya sido colocado en un petate o textil a manera de fardo mortuorio, aunque desafortunadamente no se encontró ningún resto orgánico del posible envoltorio. Este mismo patrón de enterramiento se ve en la mayoría los entierros primarios de área del CA-1.
En general, la osamenta se encontraba en buen estado de conservación, a excepción de los huesos del cráneo que estaban algo desplazados. Se recuperó 98% pues todos los huesos preservaban su relación anatómica a excepción de algunas falanges de la mano derecha que también estaban desplazadas. La clavícula izquierda, así como algunas costillas del mismo lado, se encontraban fragmentadas, ya que era el lado más expuesto a la superficie y la erosión. El brazo derecho se halló colocado sobre el vientre y una mano debajo de la rodilla, entre la tibia y fémur izquierdos. El brazo derecho estaba posicionado por debajo de la extremidad inferior izquierda y la otra mano fue colocada sobre la parte proximal del fémur derecho.
El análisis osteológico de la osamenta indica que el individuo fue masculino y debió tener entre 30 y 40 años. No se registró ningún trauma, aunque sí patologías de osteofitos en la vértebra torácica 12 y en las vértebras lumbares, así como cambios relacionados con osteoartritis en la superficie auricular del sacro (figuras 5 y 6). Este tipo de trauma se asocia con lesiones derivadas de labores pesadas y no necesariamente por un trauma violento, como por ejemplo el practicar actividades agrícolas o cargar cosas pesadas. Esto es relevante, puesto que los osteofitos y la osteoartritis vertebral también fueron registrados en individuos adolescentes masculinos y femeninos del resto de la muestra, lo cual sugiere que mucha de la gente enterrada estaba involucrada de alguna manera en trabajos pesados.

Figura 6 Acercamiento a las vértebras del individuo del Entierro primario 1 con huellas de osteofitos.
La ofrenda del individuo resalta por su sencillez, puesto que solamente se le colocaron cuatro objetos consistentes en una navajilla prismática de obsidiana sin huellas de uso localizada detrás del hueso iliaco izquierdo, una punta de proyectil de sílex y otra de obsidiana, y un cajete hemisférico polícromo con desgaste de uso sobre el pecho (figura 7). A pesar de contar con ofrendas humildes, resultó sorprendente encontrar un bezote de roca blanca pulida con forma de gancho agudo en el pecho del individuo, entre el esternón y las costillas. El bezote no parece haber sido ofrendado, sino que el individuo debió portarlo cuando fue enterrado porque los primeros incisivos mandibulares del individuo se encontraban severamente desgastados en su superficie bucal, lesión que probablemente fue provocada por el uso de un ornamento bucal durante años (figura 8). El bezote fue un claro marcador de estatus del ajuar de individuos de elite, como se verá más adelante.
Entierro primario 9
El Entierro 1 se encontraba acompañado del Entierro 9, el cual pertenece a un niño de entre 1 y 2 años de edad, posicionado decúbito dorsal flexionado con orientación céfalo-caudal de sur-norte, con extremidades inferiores hacia el norte (figura 7). La ofrenda de este individuo consistió en un cajete hemisférico monócromo, colocado en el pecho, como también ocurrió en Entierro 1. Además, se recuperó un pendiente de concha en forma de ocho que probablemente fue portado por el infante al momento de su enterramiento. Finalmente, entre los Entierros 1 y 9, por debajo del cráneo del infante, se encontró un plato polícromo roto en varias partes, pero debidamente acomodado, el cual suponemos fue ritualmente "matado" y depositado como parte de la ofrenda; el plato exhibe una decoración polícroma en rojo y negro sobre un fondo naranja, con elementos de grecas o xicalcoliuhqui y la cabeza de un venado que escupe sangre.
Entierro primario 13
El Entierro 13 pertenece a un niño de 6-7 años, enterrado decúbito dorsal flexionado, con orientación céfalo-caudal de sur a norte, con las extremidades inferiores hacía el norte. Para el individuo también fue ofrendada una "maqueta" de cerámica, representando un templo de base circular con techumbre pronunciadamente cónica, con escalinata flanqueada por alfardas, y la representación de una piedra de sacrificio o techcatl en el remate del acceso al templo; claramente es una representación de un templo a Ehecatl Quetzalcóal, la deidad de los vientos entre las poblaciones indígenas del centro de México (figura 9).
Discusión
El conjunto de artefactos depositados con los tres individuos, aunque pocos, así como el contexto donde se encontraron, sobresalen por su simbolismo en comparación con otros entierros relativamente más sencillos. El Entierro 1, de muchas formas, parece ser un personaje importante dentro de la jerarquía tlaxcalteca. En primer lugar, porque fue enterrado en una de las zonas de mayor envergadura dentro de Tepeticpac, en una plaza que alberga dos de los templos más importantes del asentamiento (Edificios 1 y 2). Este lugar parece haber sido un espacio recurrente para colocar enterramientos humanos y una plaza probablemente concurrida en cierta medida, pues hubo entierros tanto de adultos como de niños, hombres y mujeres. Fargher y sus colegas (2010) consideran que los espacios abiertos, como la Plaza 4, pudieron ser zonas "muy accesibles" al público que probablemente se usaron para realizar festivales, ceremonias o reuniones públicas. Dado que los rituales mortuorios suelen reflejar las creencias de la población, manifestando físicamente relaciones sociopolíticas idealizadas, la posibilidad de enterrar a distintos miembros de la población en una área pública y accesible concuerda bien con la concepción de valores centrados en una organización social más abierta en cuanto al uso del espacio sagrado.
En segundo lugar, el cuerpo fue encontrado en una posición anatómica resultado de su enterramiento en un bulto mortuorio. Aunque no encontramos evidencia alguna del posible bulto mortuorio (p. ej. fibras, cordeles, telar), es bien sabido que en el Posclásico tardío así se les inhumaba a ciertos personajes importantes como una forma de reconocer su jerarquía. Ejemplo de ello está representado en varios códices de tradición prehispánica como el Borgia, el Borbónico y el Telleriano-Remensis (figura 10). En los demás entierros de esta plaza, particularmente en aquellos con buen estado de preservación, se pudo discernir claramente las posiciones de los entierros y establecer las edades, lo que permitió concluir que la práctica del bulto mortuorio era común en Tepeticpac. Al parecer, la plaza del CA-1 fue destinada para entierros de cierta importancia dentro de la jerarquía social tlaxcalteca, una importancia que quizá fue heredada y reconocida desde el nacimiento.

Figura 10 Ejemplos de bultos mortuorios en códices: a) Azoyú (f. 29); b) Borgia (f. 26); c) Azcatitlán (f. 17); d) Fejérváry-Mayer (f. 17); e) Telleriano-Remensis (f. 29v) y f) Magliabechiano (f. 68r).
En tercer lugar, al individuo se le ofrendaron dos puntas de proyectil, una de obsidiana y otra de sílex. Estos artefactos claramente remiten a una persona relacionada con actividades de cacería o de guerra. Los tlaxcaltecas tuvieron entre sus principales características el ser chichimecas cazadores, con una gran habilidad en el uso del arco y la flecha. Existen representaciones de tlaxcaltecas con arco y flecha en documentos como el Lienzo 1 de Tepeticpac, el Lienzo de Tlaxcala y las descripciones en fuentes históricas como la Historia de Tlaxcala de Muñoz Camargo (figura 11). De hecho, Camaxtli, la deidad tutelar de los tlaxcaltecas, que incluso algunos investigadores han asociado con Mixcoatl (p. ej. Olivier 2010), tiene esta característica de cazador, lo cual se puede leer en uno de los pasajes de fray Diego Durán respecto a la celebración de la fiesta Quecholli en el mes catorceavo del calendario mesoamericano:
Llamaban al primer día de este catorceno mes Quecholli, que romanceado este vocablo, quiere decir "flecha arrojadiza", y así, veremos en la figura y signo que de este día imaginaban un hombre, con un arco y flechas en la mano, y en la otra, una esportilla, y un venado junto a los pies, la cual figura imaginaban ellos en el cielo, por signo de este mes (Diego Durán 2006 [1579]: cap. XVII).

Figura 11 Representaciones de Camaxtli y chichimecas: a y c) Diego Durán (2006 [1579]); b) Lienzo 1 de Tepeticpac (Aguilera 1986).
En cuarto lugar, están las ofrendas de dos cerámicas polícromas. Las vasijas depositadas corresponden a tipos policromos tlaxcaltecas de relativamente baja calidad, con huellas de uso, que fueron decoradas con trazos geométricos sencillos a manera de pseudoglifos (López et al. 2019). Quizá se tratan de piezas personales que el individuo utilizó durante su vida pero que denotan la relativa humildad económica, o incluso jerárquica-social, del individuo enterrado.
En quinto lugar, el análisis de la osamenta mostró que los incisivos inferiores del individuo presentaron un fuerte desgaste producto del roce con algún objeto, quizá un ornamento. En la tradición tlaxcalteca, solamente los guerreros y nobles son representados con un bezote en el labio inferior. Escenas de este tipo las tenemos en el Lienzo de Tlaxcala Fragmentos de Texas, el Lienzo 1 de Tepeticpac y el Códice Mendoza, donde guerreros y líderes tecuitli son representados como tal (figura 12). El hecho de haber recuperado un bezote de roca blanca justo en la cavidad torácica del individuo sugiere que fue inhumado con el bezote puesto, lo cual le asignaría una posición jerárquica elevada.

Figura 12 Representaciones de líderes y guerreros tlaxcaltecas en el Lienzo de Tlaxcala (Chavero 1979).
Finalmente, en sexto lugar, llama la atención que el individuo muriera a una edad de entre 30 a 40 años sin que presentase evidencia de trauma en sus restos óseos. Esto sugiere que el individuo pudo haber muerto por alguna enfermedad que no dejó rastro en sus huesos, o por heridas en órganos o tejidos blandos. También llama la atención el tiempo en el que el individuo debió morir. De acuerdo con el fechamiento de una parte de la osamenta del individuo (cal. 1431-1479 dC, 95.40% de probabilidad), su muerte debió ocurrir a mediados del siglo XV. Este periodo fue el inicio de los enfrentamientos más severos en contra de la expansión mexica hacia el valle de Puebla-Tlaxcala, pero también es el periodo crítico cuando ocurrió la gran sequía de los años 1464 dC y se instauraron las guerras floridas o xochiyaoyotl, que fueron instauradas con la finalidad de entrenar a los ejércitos y obtener cautivos para sacrificios a las deidades.
Es importante notar que, de los 58 individuos recuperados del CA-1 y la Plaza 4, ninguno tiene evidencia de trauma violento. Walker (2001), define el trauma violento en contextos bioarqueológicos por su intencionalidad, donde se observan golpes repetidos o en lugares particulares como el cráneo, o fracturas defensivas en el radio como resultado de un trauma por fuerza contundente. En las poblaciones que han sufrido los estragos de la guerra, se ha visto que las heridas pueden derivarse de ataques violentos entre poblaciones enemigas, pero también por el aumento en la violencia social al interior de una comunidad derivado de un incremento en el nivel de estrés y la normalización de actos violentos (Tung 2012, 2014; Judd 2006). Es probable que esta población de Tepeticpac haya estado, en su gran mayoría, protegida de los impactos directos de la guerra, o que aquellos que sí participaron en conflictos hayan muerto por heridas que no dejaron huellas a nivel óseo. Quizá la ausencia de marcadores de trauma se deba, en parte, a que la tradición mesoamericana se enfocaba en obtener cautivos de guerra para sacrificarlos en espacios religiosos y cívico-ceremoniales del grupo sacrificante; es decir, los restos de la mayoría de los sacrificados probablemente no retornaron a su lugar de origen, y es por ello que los individuos de Tepeticpac generalmente carecen de trauma.
Tomando en cuenta toda la evidencia, el ajuar que el individuo del Entierro 1 tuvo al momento de su muerte hace referencia a una identidad asociada a símbolos de guerra o aspectos de la cacería dentro de la tradición chichimeca. Da la impresión de que esta persona no perteneció a la nobleza heredada por el linaje de una casa noble (teccalli), pues su parafernalia es relativamente humilde con ofrendas de bajo valor económico. Lo que resalta son los elementos que lo asocian a una jerarquía mayor en comparación con la población común, particularmente con la milicia, como el uso de un bezote, las puntas de proyectil, el enterramiento en bulto mortuorio, y su colocación junto a un templo en un sector de alta relevancia en el asentamiento. Las ofrendas cerámicas del individuo más bien parecen situarlo en el estrato de la gente no-noble, pues las vasijas tuvieron una decoración sencilla de policromía y estaban considerablemente desgastadas. En general son piezas de relativamente baja calidad, probablemente bienes personales que el personaje utilizó en vida. Para Tlaxcallan, podemos distinguir cierto grado de valor de las vasijas polícromas, especialmente entre aquellas de elaboración fina con decoración e iconografía tipo códice, en relación con otros de menor calidad. Las vasijas tipo códice parecen haberse empleado para eventos de mayor envergadura a nivel social, incluyendo ceremonias en espacios públicos como plazas, o para rituales en templos, palacios o espacios domésticos. El hecho de que las vasijas tipo códice hayan sido empleadas escasamente como ofrendas de muertos, dice mucho de cómo se consideraban, porque tampoco hemos encontrado patrones de distribución sustancial de estas cerámicas en algunos conjuntos arquitectónicos con respecto a otros, salvo en un caso que fue el Conjunto Arquitectónico 2 de Tepeticpac. Lo más probable es que las vasijas tipo códice, aunque debieron ser relativamente más caras de producir y hechas por artesanos con un alto grado de conocimiento en la escritura glífica, no se usaron de manera profusa en los entierros, sino más bien como utensilios durante la etapa de vida de la gente y en contextos de alta relevancia cultural a nivel personal o colectivo.
El individuo del Entierro primario 1 parece alguien que no merecía ser enterrado con bienes lujosos, aunque sí con algunos privilegios, como portar bezotes durante su vida, y ser enterrado en la Plaza del CA-1 en un bulto mortuorio. Lo parco del entierro asemeja, en cierta forma, al patrón modesto de algunos palacios en Tepeticpac, o aposentos relacionados con conjuntos prominentes. Por ejemplo, está el caso de la estructura de la Terraza T.30 recientemente excavada en el Sector C por Fargher y sus colegas (2020), donde las instalaciones parecen corresponder más a la "casa grande de un campesino que una residencia de palacio". Otro caso, es el del Conjunto Arquitectónico 5 (CA-5) del Sector A, donde se ubicó una serie de cuartos asociados a los templos del CA-1, los cuales presentaron una construcción relativamente sencilla, pero con abundante material relacionado con actividades domésticas y de producción artesanal que denotan un importante flujo de bienes de intercambio dentro de un sistema de mercado (López et al. 2021). Sin embargo, el ajuar funerario del Entierro 1 parece excesivamente parco, considerando que, por mucha imparcialidad que haya existido en Tlaxcallan en cuanto a las relaciones entre gobernantes y gobernados, las jerarquías estaban claramente marcadas y difícilmente a un líder tecuitli se le habría enterrado bajo las condiciones en las que se encontró al individuo del Entierro 1. Más bien este balance entre otorgar privilegios, pero señalizando poca ostentosidad, probablemente significa que el individuo fue un macehualli que logró el estatus adquirido de yaotequihua (capitán de guerra), o grado militar alterno, por méritos de guerra y con ello mejorar su posición socioeconómica. Es posible que, en la Terraza 14 y la Plaza 4, existan otros casos similares al Entierro 1, puesto que, en los depósitos fueron recuperados otros bezotes y pequeñas puntas de proyectil para flechas de arco que debieron pertenecer a otros individuos enterrados ahí, pero cuyos entierros desafortunadamente fueron afectados por la erosión y la agricultura de tiempos recientes. Sin embargo, la carencia de huellas de violencia en la osamenta del Entierro 1 sugiere que la persona murió por enfermedad u otra causa que no dejó huellas observables en los huesos.
En general, solo 10 de 18 sub-adultos recuperados del CA-1 y la Plaza 4 tuvieron ofrendas variadas (p. ej. vasijas sencillas, malacates, posiblemente una punta de proyectil, cuentas y pendientes). Por ello, los infantes de los entierros 9 y 13 son interesantes, puesto que, obviamente por su edad, no eran guerreros consumados. Sin embargo, estuvieron acompañados de objetos que representan aspectos asociados a la guerra, el sacrificio o la cacería, particularmente una maqueta del dios del viento Ehecatl con una piedra de sacrificio (techcatl) y el plato "matado" con la iconografía de venado que típicamente se asocia con la deidad Camaxtli. La idea de la identidad guerrera tlaxcalteca es particularmente relevante para los casos de jóvenes y adultos. Aunque conjeturamos un poco, la tradición guerrera, así como la identidad cazadora de los chichimecas, bien pudo ser promovida por el estado desde la edad temprana; no solo en Tlaxcallan sino en varias poblaciones del centro de México debido al alto grado de belicosidad y conflicto presente en el Posclásico tardío. Muchas sociedades de la antigüedad hasta nuestros días promueven este tipo de ideología con fines de control de poder o defensa. Es cierto que el uso de artefactos como puntas de proyectil en las ofrendas bien puede corresponder a una visión de masculinidad relacionada con la cacería, como se interpreta el ajuar funerario de infantes en el caso de los entierros de Xaltocan (de Lucia 2010), ideología que está ampliamente ligada a los grupos chichimecas y especialmente a los tlaxcaltecas. Incluso, en Tlaxcallan había celebraciones como la del mes Quecholli que tenía como objetivo resaltar la esencia cazadora de los varones. La evidencia de estos infantes sugiere que también podrían tratarse de hijos de nobles que murieron por causas naturales o enfermedades, siendo en este caso ejemplos de estatus heredado, o al menos que ese era el futuro que se les había proyectado para su vida adulta. Por ende, esperamos que futuras investigaciones sirvan para comparar los datos que aquí reportamos con la finalidad de evaluar cualquiera de estas posibilidades.
Conclusiones
En Tepeticpac y Tlaxcallan, el simbolismo de la guerra o la cacería parecen plasmarse en los entierros de individuos de diferente edad y género. Es probable que la experiencia de ser guerrero o cazador chichimeca esté muy entrelazado y presente en el colectivo a pesar de que los individuos carecen de evidencia de trauma violento en sus huesos. Otros individuos, en particular los sub-adultos de los entierros 13 y 9, también parecen estar asociados con posibles símbolos de la identidad relacionada con la cacería o el obtener cautivos para sacrificio, aunque también podría tratarse de iconografía ligada a la masculinidad entre los chichimecas.
La interpretación de una "identidad guerrera" ayuda a entender la soberanía Tlaxcalteca como una imagen abstracta presente en la comunidad, la cual pudo haberse concretado a través de las tradiciones mortuorias. Es bien sabido que, en la ideología de los grupos del Posclásico en el centro de México, se puede considerar el proceso sangriento y traumatizante de las mujeres que mueren durante el parto, como un paralelo de los estragos de la guerra. Dentro de un cementerio donde ningún individuo tuvo evidencia de trauma asociado con conflicto directo y violento, tal vez la guerra fue algo distante y alegórico en vez de una experiencia común. Puede ser que los individuos fuesen guerreros en la interpretación tradicional porque participaron activamente en la guerra, o tal vez solo simbólicamente ya que estuvieron asociados con los valores de la guerra aun cuando no hayan participado en actos violentos. Incluso, para los sub-adultos, puede ser la forma en la que murieron, el estatus de su familia, o simplemente el concepto idealizado de proyección de sus vidas como adultos, lo que haya determinado su relación con el simbolismo de la guerra. Por ende, es necesario ir más allá de la búsqueda de arquetipos como la típica visión del guerrero tlaxcalteca, imaginándolo como un guerrero literal, y considerar también como esos prototipos de identidad aparecen en la cosmovisión del resto de la población.










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