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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.28 Zapopan sep. 2024  Epub 25-Nov-2024

https://doi.org/10.55555/is.28.584 

Sección general

Dinámicas de género en la reproducción social neoliberal de hogares rurales mexicanos

Gender dynamics in neoliberal social reproduction of Mexican rural households

Jozelin María Soto Alarcón1 
http://orcid.org/0000-0003-3931-9310

1 Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, SNII I. Doctora en Desarrollo Rural. Economía rural, estudios de género y desarrollo, Universidad Autónoma Metropolitana, México. Correo electrónico: jmsoto@uaeh.edu.mx.


Resumen

Durante el periodo neoliberal la reproducción social de hogares rurales mexicanos intensificó el trabajo de las mujeres. Políticas subsidiarias y organización colectiva reforzaron deberes morales sobre el trabajo de cuidados con efectos ambivalentes en relaciones de género dentro y fuera del hogar. La investigación estudió dinámicas de género estimuladas por el Programa Progresa-Oportunidades-Prospera (POP) y cooperativas lideradas por campesinas en tres dominios analíticos: las capacidades laborales de las socias, la asignación de recursos dentro del hogar y la percepción del trabajo de cuidados. Las cooperativas se localizan en dos comunidades rurales de Hidalgo, México, con altos niveles de emigración masculina. El esquema conceptual analizó la dinámica gemela del género y su performatividad, la economía moral del hogar y el cuidado, la organización alternativa y la (des)obediencia estratégica para identificar conductores de cambio y continuidad en prácticas de género. Desde de un enfoque cualitativo, dos estudios de caso se examinaron para distinguir patrones que (des)estabilizan normas de género respecto del cuidado. Se encontró que la subversión de normas implicó (des)obediencia estratégica de las madres, el reconocimiento de su trabajo y la promulgación de reciprocidad de esposos expuestos a división del trabajo por género no convencional. Finalmente, la perspectiva visibiliza alternativas colectivas y solidarias para transitar hacia la responsabilidad compartida del cuidado.

Palabras clave: reproducción social; cooperativas; trabajo de cuidados; dinámicas de género; México rural

Abstract

The neoliberal era in Mexico intensified the burden of women's social reproduction in rural households. Policies aimed at providing support and collective organizing reinforced moral duties related to care work, with ambivalent effects on gender relations both inside and outside the household. The research focuses on the Progresa-Oportunidades-Prospera Program and women-led cooperatives, examining their impact on three aspects: women's labor capabilities, household resource allocation, and the perception of care. The cooperatives were situated in two rural communities at Hidalgo with a high rate of male emigration. The study analyzed the gender-twin dynamic and its performativity, the household moral economy, alternative organizing, and strategic (dis)obedience to identify the drivers of change and continuity in gender relations. Using a qualitative research approach, two case studies were investigated to distinguish patterns that (dis)stabilize gender norms related to care work. The study found that subverting gender norms required mothers' strategic (dis)obedience, recognition of their work, and the practice of reciprocity by husbands, who were exposed to unconventional gender labor division. Finally, the perspective sheds light on collective and solidary alternatives to move towards the shared responsibility of caring.

Keywords: social reproduction; women-led cooperatives; care work; gender dynamics; rural Mexico

Introducción

La retirada del Estado del aprovisionamiento social caracterizó la política neoliberal y reconfiguró el complejo proceso de reproducción social -geográfico e históricamente situado- para renovar la vida humana, la fuerza de trabajo y el capital.1 Países de ingreso bajo (p. ej. Pakistán y Malawi) y medio (p. ej. México y Brasil) implementaron políticas subsidiarias como los programas de transferencias monetarias condicionadas, que estimularon el desprendimiento progresivo de vínculos sociales e individualizaron la responsabilidad del cuidado.2 Bajo la tutela del Banco Mundial, las políticas intentaron mitigar los efectos de la pobreza en población vulnerable y, gradualmente, sustituyeron los vacíos en la provisión del bienestar social.3 Los esquemas repercutieron en normas de género al privilegiar el papel de las mujeres como conducto de la política y asignaron a las madres la responsabilidad exclusiva de su descendencia. Con ello, promovieron un tipo de maternidad enfocada en el cuidado de las nuevas generaciones, sin detenerse en las implicaciones de la reproducción social sobre la vida de las mujeres y la comunidad.4

Desde un criterio eficaz del gasto y los resultados, los programas neoliberales focalizaron recursos en mujeres y niños con rezagos sociales en la mayor parte de Latinoamérica.5 A pesar de su popularidad, investigaciones han detectado omisiones de la política para alterar la persistente disparidad de género en el uso del tiempo, recursos, seguridad y capital.6 Así, en el diseño y desarrollo de programas públicos no se identificó la asociación entre recursos estatales, del hogar, la colectividad y la migración internacional para lidiar con la austeridad.7 Tampoco comprendió las consecuencias de políticas formales y sus dimensiones de género delineadas junto con otras dinámicas que podrían replantear las relaciones de género dentro del hogar.8 La perspectiva no captó arreglos domésticos para proveer cuidado más allá de la lente heteronormativa y perpetuó normas de género convencionales donde las mujeres eran valoradas primordialmente por su rol de madres.9 Finalmente, al individualizar la responsabilidad de la reproducción social, los programas ignoraron estrategias colectivas encabezadas por mujeres para lidiar con la pobreza.

A partir de una comprensión relacional de la reproducción social, integrada por espacios y escalas interconectadas, el artículo indaga dinámicas impulsadas por el programa POP y las cooperativas lideradas por campesinas en un contexto de emigración masculina para identificar sus implicaciones de género en tres dominios analíticos: las capacidades laborales de las mujeres, la distribución de recursos dentro del hogar y la percepción del trabajo de cuidados. La investigación analiza la experiencia de dos cooperativas -una integrada por campesinas mestizas y la segunda por indígenas hñähñus- localizadas en Hidalgo, México, donde 77 % de las socias fueron beneficiarias del POP y la totalidad de las integrantes recibió remesas de familiares masculinos durante largas etapas. La recolección de datos comprendió de julio 2012 a noviembre 2015 y de abril 2017 a octubre 2019.

El artículo examina tres escalas interconectadas de reproducción social: la política estatal, la colectividad y los hogares. El andamiaje teórico aborda la dinámica gemela del género para investigar cómo las prácticas de género estimuladas por el POP y las cooperativas alteran el trabajo de las mujeres y los patrones de cuidado, mientras que la economía moral del hogar estudia vínculos familiares que refuerzan dichos patrones. Aunque la desigualdad de género en el uso del tiempo, recursos y capital es persistente, se investigan variables que (des)estabilizan normas de género desde la organización alternativa y la (des)obediencia estratégica. Ambas nociones discuten efectos ambivalentes en las prácticas de género para renovar la fuerza de trabajo y cuidar de la descendencia. Al identificar conductores de cambio y continuidad en relaciones de género a nivel micro y macro, el artículo visibiliza alternativas colectivas y solidarias para transitar hacia esquemas de responsabilidad compartida del cuidado.

Las escalas sobrepuestas de la reproducción social

La reproducción social representa un proceso de escalas sobrepuestas entre políticas globales y estales, el mercado, el sistema situado de valores y la agencia humana encaminados a renovar la fuerza de trabajo y las condiciones de vida.10 Desde los aportes de la geografía crítica y feminista, la visión fluida entre escalas revela el papel de la política pública para moldear órdenes de género al estimular capacidades laborales e incidir en la percepción del trabajo de cuidados. Además, identifica formas en que múltiples desigualdades se reproducen, cuestionan y transforman relacionalmente estimuladas por dichas políticas. Es decir, el ámbito gubernamental influye en las capacidades y emociones vinculadas con el trabajo de cuidados desde lo individual y colectivo. Particularmente, en el periodo neoliberal destaca la contradicción entre la creciente acumulación de capital y los esfuerzos cada vez más variados y deslocalizados para mantener la vida. Esto se ilustra con la progresiva relevancia de las remesas en el ingreso y acentúa la diversidad de esfuerzos -a escala internacional- involucrados en el sostenimiento del hogar.11 Desde esta perspectiva, la reproducción social constituye un proceso itinerante y multiescalar con repercusiones complejas en el orden de género, en aspectos micro asociados con percepciones y macro vinculado con normas sociales.12

La escala de la política estatal

Entre los países de ingreso bajo y medio, los programas antipobreza encabezaron la política del desarrollo. La agenda internacional priorizó el papel de las mujeres como beneficiarias e intermediarias de programas públicos. Centrado en el rol de las mujeres como madres, los programas promovieron habilidades para cuidar de la niñez en edad escolar.13 Esta visión de la política reforzó valores morales en la construcción social de la maternidad basada en el cuidado, la crianza, la moralidad y la solidaridad que resuenan en América Latina, donde la figura materna es crucial para las redes de parentesco y la supervivencia del hogar.14

En México, el POP canalizó recursos estatales para contener la pobreza y afectó dinámicas de género dentro del hogar durante más de dos décadas. Comenzó en 1997 con el objetivo de mejorar la nutrición, salud y educación en familias de bajos ingresos indígenas y campesinos y, con ello, romper la pobreza generacional. Durante el primer año benefició a 400 mil hogares, proporcionó becas, alimentos y subsidios monetarios para sostener la vida vía el consumo. Progresa se nombró Oportunidades en 2002 y favoreció a población urbana. En 2014 cambió a Prospera y anexó dimensiones laborales y financieras. La cobertura se extendió a 27 millones para 2017 y su presupuesto creció de 0.04 % a 0.4 % del Producto Nacional Bruto.15 En 2018, la política cambió para fomentar la educación a través del programa nacional de becas.

Durante la operación del POP, la corresponsabilidad de las madres fue decisiva para mejorar las condiciones de vida de su descendencia. Atendieron capacitaciones de salud y nutrición y monitorearon el desempeño educativo. Si las madres fallaban en el programa, perdían el subsidio. La política pública fomentó el amor materno centrado en el bienestar de los hijos e hijas y desarrolló el autocuidado de las mujeres como madres. Al representar estabilidad económica y emocional en población vulnerable, el POP reforzó el rol de madre como fuente primaria de identidad de la mujer.16 El trabajo de cuidados -eje medular en la operación del POP- comprende aquellas actividades, remuneradas o no, destinadas a mantener y reparar las condiciones de existencia. Dicho trabajo involucra relaciones materiales y afectivas “cara a cara”. Además, representa un proceso relacional donde se identifican necesidades, se asumen responsabilidades, se desempeña un trabajo, se reconoce el acto de cuidar y se observa la asociación entre actores.17 Para esta investigación, se analizó la influencia del POP sobre las nociones morales de buenas madres, responsables y altruistas como estrategia para reproducir las condiciones de vida y configurar el trabajo de cuidados.

La escala colectiva y la organización alternativa

Las experiencias colectivas de corte productivo encabezadas por mujeres mexicanas han constituido una fuente de ingreso para hogares rurales, impulsada por la política pública. En las cooperativas, con relativo éxito, destacó la capacidad de sus integrantes para acceder y gestionar recursos externos acorde con necesidades situadas.18 Las socias desarrollaron agencia para superar el acceso desigual al mercado e implementaron prácticas solidarias arraigadas en la etnicidad para beneficio de hogares y comunidades.19 Las cooperativistas consideraron compromisos familiares y comunitarios en la organización colectiva, que retribuyó en solidaridad comunitaria hacia los colectivos.20 Finalmente, para persistir y sostener a sus hogares -como en otras latitudes- las cooperativas se organizaron alternativamente desde la solidaridad, el apoyo mutuo y la coordinación horizontal.21

Los principios que rigen la organización alternativa revelan mecanismos para reformular lazos sociales considerando autonomía, solidaridad y responsabilidad en acciones colectivas.22 En los colectivos liderados por mujeres, la autonomía evocó un proceso reflexivo entre necesidades individuales y colectivas para producir resultados positivos. El ejercicio autonómico implicó gestionar recursos, trabajo, producción y distribuir excedente para crear bienestar colectivo sustentado en decisiones éticas.23 Este proceso discierne entre niveles de conciencia sobre prácticas que pueden ser resignificadas, por ejemplo, el papel del trabajo de cuidados en la gestión de recursos colectivos. El segundo componente refiere a la solidaridad que implicó la cooperación y el apoyo mutuo para administrar colectivamente recursos y, simultáneamente, generar un sentido identitario. Por último, la responsabilidad examina la distribución y supervisión de tareas dirigidas a potenciar el florecimiento propio, colectivo y de futuras generaciones.24

Las cooperativas, como organizaciones, no son neutrales al género. En los centros de trabajo la responsabilidad laboral y jerarquía están modeladas por distinciones entre femenino y masculino, que a su vez, reproducen órdenes de género.25 La institucionalización de dichos órdenes se comprende en la dinámica gemela del género, la cual se observa en la interacción cotidiana a través de prácticas reflexivas e irreflexivas. Las primeras refieren a la reproducción consciente de roles asignados a hombres y mujeres, promulgados acorde con los órdenes normativos vigentes. Por otro lado, las prácticas irreflexivas distinguen actos que refuerzan las normas realizadas desde la acción emergente, fluida e inconsciente. La espontaneidad destaca la sutileza, rapidez e incluso invisibilidad de prácticas de género para quien las realiza.26 La movilización de masculinidades ilustra la dinámica gemela del género en centros de trabajo, la cual refiere al uso estratégico de lazos interpersonales -desplegado en prácticas reflexivas y no reflexivas- para obtener poder explotando a otros hombres y mujeres con menor estatus, en contextos de dominación masculina.27 En el artículo, la dinámica gemela del género examina las prácticas reflexivas e irreflexivas desplegadas por las socias en la organización de las cooperativas y su papel en la reproducción de órdenes de género. Concretamente, se examina la interacción entre las socias y distingue la relevancia de lazos interpersonales en la organización alternativa.28

En esfuerzos coordinados, la agencia implica una capacidad transformadora, individual y colectiva, para identificar opciones de vida y actuar en consecuencia para obtener recursos y alcanzar metas. El artículo estudia la agencia propiciada en los colectivos, la cual es considerada un proceso donde se adquieren habilidades para adaptarse, negociar, resistir y transformar normas de género desiguales.29 El concepto ilumina las estrategias desplegadas por las socias y, en lugar de una afrenta a normas desiguales, las experiencias de mujeres organizadas destacan la (des)obediencia estratégica para ganar capacidad reflexiva desde su competencia y contexto. Así, combinan el cumplimiento de algunas normas, mientras incumplen otras. Dicho proceso habilita cierto poder de negociación para trascender normas convencionales de género que las desfavorecen.30 Precisamente, en la escala colectiva se analizan prácticas reformuladas desde la organización alternativa y la (des)obediencia estratégica que repercuten en las capacidades laborales, distribución de recursos dentro del hogar y en la percepción del trabajo de cuidados.

La escala del hogar y la performatividad de género

Con el marco de la economía moral del hogar se investigan compromisos morales y afectivos para brindar seguridad de largo plazo entre familiares. El enfoque destaca la relevancia de lazos afectivos constituidos por proximidad mutua y vínculos sociales entre los miembros del hogar.31 Así, los principios morales en relaciones familiares se basan en deberes y derechos específicos arraigados en significados de género sobre la maternidad y la paternidad.32 Estas dinámicas reproducen ideologías de apoyo mutuo y cooperación para sostener a familiares. Si bien los hogares son espacios jerárquicos, sus miembros negocian consentimiento y recursos reconociendo reciprocidad.33 Esta perspectiva captura compromisos morales incrustados en esfuerzos individuales y colectivos para proveer cuidado. Centrarse en acciones reciprocas aclara el trabajo y recursos empleados para corresponder a esfuerzos de familiares más allá de roles establecidos.

La reciprocidad dentro del hogar responde a percepciones sobre la contribución de sus integrantes al bienestar familiar. Los resultados laborales, las actividades para la subsistencia y anteponer el bienestar familiar sobre el interés personal son atributos asociados con normas sociales promulgadas por padres y madres.34 A pesar de la aparente estabilidad en dichas normas, estas persisten en tanto se manifiestan en prácticas sociales y restablecen la vida social. Por lo tanto, la percepción de la norma no es estable, sino que se aprende por exposición y está sujeta al cambio social.35 El artículo analiza factores que afectan la percepción de reciprocidad intrafamiliar a partir de la creciente incorporación de las mujeres al trabajo organizado y la exposición masculina a una división del trabajo por género no convencional. Así, la experiencia interpersonal de la vida cotidiana en el ámbito doméstico es el punto de partida para entender la movilización y subversión de normas de género.

El género media las tensiones en la (des)estabilización de normas sociales y refiere a un proceso situado e instituido por actos individuales y colectivos relacionados con la provisión de sustento. Aunque los actos repetitivos en una determinada temporalidad social constituyen la ilusión de un género estable que produce nociones de masculino y femenino, sus dinámicas internas forman parte de su carácter performativo sostenido por actos sociales a través del tiempo. Es decir, la performatividad en el género considera que no existe una identidad de género esencial para medir un acto y reconoce dos dimensiones en él: aquella situación no deseada en la asignación de género y la acción performativa, donde se retoman los términos y supuestos por los que alguien ha sido formado.36 Dichos actos implican retomar, asumir o rechazar la asignación “para comenzar el proceso de autoformación dentro y contra sus términos”.37 Así, la performatividad en el género posee una determinada expresión y manifestación condicionada por normas sociales que llevan al sujeto a definirse en un sentido u otro, por ejemplo, a aceptar, rechazar o reconfigurar la asignación de género. Toda reproducción de género implica una negociación de poder.38 Analizar la performatividad del género aclara el proceso de (des)estabilización de normas sociales vinculadas al cuidado desde actos renovados, revisados y consolidados para sostener la vida, protagonizados por las cooperativistas y sus esposos.

Metodología

Participantes

Las cooperativas se ubican en comunidades campesinas con menos de 2,500 habitantes en Hidalgo, México (veáse Figura 1). Milpa Maguey Tierno de la Mujer (en adelante Milpa Maguey) comenzó en 1998 en el Alto Mezquital, una región semidesértica donde el suelo tiene poca materia orgánica y es ligeramente alcalino. En este territorio hñähñu, el sustento se asocia con el maguey pulquero. Los campesinos hacen milpa, sistema agrícola intercalado de subsistencia estacional integrado por maíz, frijol, calabaza y maguey. La Unión de Mujeres San José de las Manzanas (en adelante Las Manzanas) nació en 1997; está ubicada en las montañas de Tlahuiltepa. Para el sustento, los hogares cultivan maíz y frijol a pequeña escala. Además, las mujeres siembran plantas aromáticas y medicinales en sus patios.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1 Localización de las cooperativas 

Milpa Maguey tiene 21 integrantes hñähñus: 20 mujeres y un hombre. Producen jarabe de aguamiel, que venden en el mercado nacional. En la cooperativa trabajan tres generaciones. Las Manzanas se compone de 10 mujeres mestizas campesinas; 70 % de las integrantes fundó la cooperativa. Las Manzanas produce medicina natural elaborada con conocimiento herbolario y la vende en comunidades vecinas (véase Tabla 1). 77 % de las socias de ambas cooperativas se benefició del POP, y todos los hogares recibieron remesas.

Tabla 1 Datos de las socias 

Generación % Rango
de
edad
Hijos Esc. Jefatura
femenina
Casada Divorciada Viuda
Milpa Maguey
Fundadora 33% 65-72 5-9 PI 10% 23% 5% 5%
Segunda generación 48% 45-62 Menos
de
4
PC 19% 33% 10% 5%
Sucesora 19% 45-62 B 5% 14% 5% 0%
Manzanas
Fundadora 70% 50-70 5-7 60% PI
10% PC
0% 60% 0% 10%
Sucesora 30% 25-30 1 B 10% 10% 10% 0%

Notas: PI= Primaria inconclusa, PC= Primaria terminada, B= Bachillerato.

Fuente: Elaboración propia.

Diseño de investigación y recolección de datos

El enfoque de estudio de caso guió la investigación, ya que representa un proceso iterativo para identificar patrones y desarrollar un sentido del fenómeno informado por los mismos.39 Las tendencias distinguieron prácticas de género que (des)estabilizan normas de género al incidir en cualidades laborales de las mujeres, la distribución de recursos dentro del hogar y la percepción del trabajo de cuidados. La recopilación de datos primarios comprendió dos períodos, durante los cuales la autora colaboró con Enlace Rural Regional Asociación Civil (ERRAC) y apoyó la comercialización de las cooperativas desde 2002. Se utilizaron técnicas de investigación cualitativas para recolectar información en hñähñu y en español; dos socias bilingües tradujeron para los participantes (Tabla 2). La información se registró en notas de campo y fue transcrita en un procesador de textos.

Tabla 2 Recolección de datos y uso en tres dominios analíticos 

Julio 2012-noviembre 2015
Instrumento Propósito Dominio analítico
Encuestas socioeconómicas (n=31) Distribución de los recursos dentro del hogar A, B, C
Grupos de discusión focal (n=21) Dinámica gemela del género dentro de las cooperativas C
Entrevistas a profundidad con socias Prácticas y normas de género asociadas con las responsabilidades de las madres A, B, C
Entrevista a profundidad con los integrantes de la familia (n=15) Percepción de las normas sociales de género. Responsabilidades del trabajo de cuidados entre los esposos A, B, C
abril 2017- octubre 2019
Encuesta ambiental (n=31) Resultados de la cooperativa A
Reportes de las cooperativas A

Notas: A= Capacidades laborales de las mujeres, B= Distribución de recursos dentro del hogar, C= percepción del trabajo de cuidados.

Fuente: Elaboración propia.

Análisis de datos

Los datos se clasificaron de acuerdo con prácticas de género que inciden en las capacidades laborales, la asignación de recursos dentro del hogar y la percepción del trabajo de cuidados estimulados por el POP y las cooperativas. Las prácticas de género fueron observables cuando los familiares asumían el trabajo de cuidados reforzado por compromisos morales, y dentro de las cooperativas fueron visibles cuando las socias se responsabilizaron colectivamente del cuidado. Aunque practicar el género evoca actos emergentes y fluidos difíciles de distinguir fuera del evento,40 estos fueron considerados en la interacción entre socias. La desestabilización en normas de género se aclaró cuando socias y familiares alteraron su percepción del trabajo de cuidados, distribuyeron recursos de forma diferente y las mujeres obtuvieron capacidades laborales no convencionales. Finalmente, el análisis de datos se centró en patrones contrastantes de responsabilidad compartida del trabajo de cuidados. La autora ejerció reflexividad al percibir y controlar los efectos de su cargo en el proceso de investigación ya que la cercanía a las cooperativas puede limitar las observaciones de las dinámicas promovidas por el POP. Además, se integró información complementaria mediante triangulación de datos.

Las dinámicas de género promovidas por el POP y las cooperativas

La emigración masculina hacia EE. UU. era una estrategia general de supervivencia cuando el POP entró en vigor en 1998 en el Alto Mezquital y Tlahuiltepa.41 Las socias constituyeron Milpa Maguey y Las Manzanas para enfrentar la precariedad ocasionada por la baja rentabilidad de cultivos tradicionales como el maguey y el maíz, además de que lidiaban con la incertidumbre económica que traía consigo la emigración masculina. Las mujeres intensificaron sus cargas de trabajo y diversificaron sus fuentes de ingresos para sostener la reproducción social; trabajaron en tres escalas interconectadas: la gubernamental, las cooperativas y los hogares. Así, las remesas, los subsidios del POP y los ingresos cooperativos proporcionaron 84 % del ingreso monetario en hogares de las socias de Las Manzanas y 76 % en Milpa Maguey de acuerdo con el estudio socioeconómico de 2014.

La escala estatal del POP y sus implicaciones de género

El POP suministró subvenciones bimestrales monetarias y en especie para aliviar el gasto que implicó la educación de las nuevas generaciones y, con ello, reducir la precariedad del hogar a corto plazo, como lo revela la entrevista a una sucesora de Milpa Maguey: “Recibí el apoyo por los dos hijos que estudiaban […]. Aunque mi esposo trabajaba, necesitábamos más dinero. Lo utilicé para comprar alimentos, uniformes, zapatos y, en general, para la escuela. Gracias a eso mis hijos terminaron la primaria”.42 Aunque el subsidio no representó la fuente principal de recursos monetarios del hogar, la donación proporcionó 18 % del ingreso familiar monetario en Milpa Maguey y 13 % en Las Manzanas.43

La operación del POP dependía de prácticas de género desplegadas por las madres para cuidar a hijos e hijas. El programa les dotó conocimientos para atender la salud y nutrición y asegurar el desempeño escolar de los beneficiarios. Una socia de Milpa Maguey expresó en entrevista de 2014:

La enfermera nos enseñó nuevas recetas con verduras porque la carne era cara. Nos explicó la relevancia de las vacunas y la purificación del agua. Registramos el progreso de la nutrición de los niños. Las pláticas eran importantes, pues había niños con desnutrición.44

Otra socia de Las Manzanas explicó en entrevista a profundidad en 2015: “Aprendí a cocinar con soya, preparaba leche y carne. La enfermera decía que esa comida es más saludable para mi familia”.45 Además de las capacidades en nutrición y salud, las madres desarrollaron habilidades para manejar presupuestos monetarios. Una integrante de Milpa Maguey explicó en entrevista de 2014: “Yo tenía dos niños en primaria y uno en secundaria, entonces aprendí a administrar el apoyo para comprar alimentos y uniformes para todos”.46 En el dominio de capacidades laborales de las mujeres, el POP promovió el trabajo de cuidados individualizado y las beneficiarias mejoraron sus capacidades para alimentar y cuidar la salud; con ello, aumentaron su contribución al bienestar del hogar. En grupos focales las integrantes de Las Manzanas explicaron en 2015: “El programa fue bueno, nos dio información y recursos para que los hijos tuvieran buena salud. Nuestros esposos nos motivaban para ir a las reuniones del Prospera y no perder la beca”.47 Es decir, los esposos reconocieron los esfuerzos de las esposas en el programa.

Sin embargo, este reconocimiento no necesariamente alteró la asignación de recursos dentro del hogar. Una integrante de Las Manzanas explicó en entrevista a profundidad la dinámica: “Mi esposo no dio más dinero pues no había más, sino que usamos el recurso del Prospera para solventar gastos de hijos y del hogar”.48 Por el contrario, las madres ajustaron su tiempo para supervisar, cuidar y registrar la salud y el progreso educativo de los niños que estudiaban. Otra socia de Las Manzanas manifestó en el grupo focal de 2012: “Yo preparaba tortillas con anticipación para asistir a las reuniones, nadie más me ayudaba”. En entrevista, un integrante de Las Manzanas profundizó:

Soy la primera en levantarme y la última en dormir por el quehacer y cuidar a mis hijos. Además, nos reunimos con la enfermera cada dos meses para decirles cómo van los hijos, aunque esté enferma, debo ir. Lo más importante es que los niños no enfermen ni suspendan la escuela.49

La responsabilidad exclusiva de la madre en el POP excluía a los maridos del trabajo de cuidados; otro miembro de Las Manzanas explicó en entrevista de 2014:

Como mi hijo y yo éramos los beneficiarios, la responsabilidad recaía sobre mí. Mi esposo no fue convocado para las capacitaciones y no pudo reemplazarme durante las reuniones. Incluso él [esposo] decía que ese no era su trabajo.50

Así, el POP intensificó el uso del tiempo de las madres como recurso para la obtención del subsidio a partir de prácticas de género relacionadas con deberes maternos, como el altruismo y el sacrificio, sin demandar el apoyo de padres y la provisión de recursos. Si bien, las subvenciones reforzaron la relación de la madre con los hijos e hijas, lo que representó seguridad económica y emocional para las mujeres, el proceso de cuidado cara a cara tuvo conflictos, como lo explica una beneficiaria en entrevista a profundidad de 2014:

Mis hijos no aprobaron los exámenes y falté en una capacitación del programa. Los supervisores buscaron excusas para sacarme. Mi esposo me culpó por perder el apoyo. Me sentía apenada porque otras mujeres pensaron que fallé en las tareas de cuidar a mis hijos, aunque me esforcé.51

La entrevista expuso que colocar el interés de las madres por debajo del bienestar del hogar no fue suficiente para conseguir el subsidio. El apoyo académico a los hijos e hijas era una tarea difícil para las madres campesinas, cuya cotidianidad privilegia la tradición oral y en lengua hñähñu antes que la escritura en español. Finalmente, los supervisores del POP no reconocieron la responsabilidad de cuidado asumida por la madre y, en consecuencia, la excluyeron del programa.

Además, las puestas en escena de normas morales sobre la maternidad asociadas con el trabajo de cuidados y narradas por otras mujeres representaron formas de practicar el género colectivamente. Es decir, el POP generó narrativas relacionadas con el buen o mal cuidado realizado por las mujeres. Por ejemplo, algunas abuelas de Milpa Maguey se refirieron a las madres que perdieron el subsidio: “perdieron el apoyo porque son flojas”.52 Finalmente, las limitaciones estructurales y la construcción social de la maternidad entre las hñähñus y campesinas de Tlahuiltepa provocaron tristeza y culpa en algunas madres por incumplir deberes morales asignados en el POP y en la economía moral de su hogar. Así, perdieron 18 % de sus ingresos y se sintieron excluidas por otras madres que las penalizaban por fallar en las tareas.

Otra dimensión colectiva del POP abordó el trabajo de las mujeres a escala comunitaria. Las madres barrían las calles o limpiaban áreas comunes; la tarea era organizada por autoridades comunales y personal del programa. Algunas mujeres percibían injustas dichas tareas porque “toda la comunidad usaba las calles”, explicaron en entrevista socias de Milpa Maguey en 2015.53 Además, revelaron relaciones jerárquicas entre beneficiarios, autoridades comunales y personal del POP. Estas tareas no motivaron la solidaridad comunal, sino que reforzaron el trato desigual hacia las beneficiarias. Profundizó una socia de Las Manzanas en entrevista del 2015: “El supervisor nos pidió que bordáramos una bolsa con imágenes del gobierno. Nos dejaron tareas sin sentido, independientemente de la cantidad de trabajo que ya hacíamos”.54 La última cita etnográfica evidencia cómo la operación POP pasó por alto las cargas de las mujeres y subvaloró el trabajo de cuidado de las madres.

La escala colectiva: las cooperativas como organización alternativa

Las socias de Milpa Maguey querían mejorar las condiciones de vida aumentando el valor de los derivados del maguey. En Las Manzanas buscaron combatir con medicina natural la desnutrición infantil y diarrea causada por la baja calidad del agua y la frugal alimentación.55 Las integrantes realizaron actos repetidos de apoyo mutuo y solidario para impulsar la producción colectiva y administraron el trabajo de acuerdo con sus necesidades de cuidado durante más de 20 años. En promedio, el trabajo de las mujeres en las cooperativas para Milpa Maguey aportó 14 % del ingreso familiar y 11 % en Las Manzanas, de acuerdo a las encuestas socioeconómicas de 2014. Para lograr dichos resultados, las socias desarrollaron capacidades productivas, administrativas y autonómicas diseñadas desde la cultura Hñähñu y los saberes campesinos del Alto Mezquital y Tlahuiltepa. Además, desafiaron normas de género convencionales para obtener recursos (véanse Figuras 2 y 3).

Fuente: Jozelin María Soto-Alarcón, Mujeres organizadas en el Alto Mezquital y la Sierra Alta hidalguense: la vida en tres cooperativas dirigidas por mujeres campesinas e indígenas (Pachuca: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2022), 60-61.

Figura 2 Cooperativa Milpa Maguey en la remodelación del taller 

Fuente: Soto-Alarcón, Mujeres organizadas…, 60-61.

Figura 3 Cooperativa Las Manzanas 

Milpa Maguey profundizó en la práctica de género que solían utilizar para alimentar a los hijos con el atole de aguamiel y mejoraron la receta para realizar jarabe de aguamiel. Las socias se capacitaron en escuelas locales para estandarizar el producto. Explicaron en grupos focales de 2015: “Aprendimos a calibrar el calor de la estufa para no quemar el jarabe y mejorar la calidad”.56 Estas prácticas permitieron a Milpa Maguey producir jarabe de buena calidad, de manera que 80 % de la producción se vendió a precios más altos.57 Las integrantes ampliaron sus conocimientos agrícolas, combinaron técnicas especializadas con conocimiento campesino para sembrar maguey y obtener aguamiel de calidad. En el foro grupal de 2015 un asociado explicó: “Los técnicos explicaron la reproducción del maguey con semillas. Además, reforestamos con hijuelos, pues lo aprendimos de los padres”.58 Con la repetición de dichas prácticas, 80 % de las socias reforestó 63 hectáreas con maguey.59 En Las Manzanas, aprendieron técnicas para preservar plantas medicinales. Una fundadora enunció en grupos focales de 2014: “ERRAC nos enseñó a cuidar las raíces y reforestar las plantas silvestres que más usamos en las infusiones”.60 Las cooperativas desarrollaron capacidades entre las socias al profundizar y resignificar prácticas de género vinculadas con la atención de la salud y la alimentación.

Las cooperativistas adquirieron habilidades administrativas para organizarse al valorar su experiencia como madres y campesinas. En Las Manzanas las fundadoras conocían los usos y técnicas campesinas para preservar plantas medicinales. Una sucesora explicó en el grupo focal de 2015: “Nuestra tía sabe de plantas, supervisa la cantidad de planta utilizada en cada jarabe y nos enseña a plantar según las fases de la luna”.61 Mientras tanto, las jefas de equipo de Milpa Maguey supervisan la calidad, pues conocen la receta del jarabe, ya que solían prepararlo para alimentar a sus hijos. Las socias de ambas cooperativas resignificaron prácticas de género asociados con el trabajo de cuidados y valoraron el saber de las mujeres más experimentadas. Este fue un criterio relevante para distribuir responsabilidades laborales.

Las integrantes aprendieron a utilizar lazos interpersonales para coordinar y hacer sostenibles sus esfuerzos. Explicaron en grupos focales de 2013: “Aprendimos a dividir el trabajo en equipos o por tarea, y cuando es necesario trabajamos juntas ya que el mantenimiento del taller depende de todas. Además, nos llevamos bien como compañeras”.62 Los actos repetidos de coordinación entre socias descansaron en la reflexividad colectiva desplegada durante las reuniones. En las instalaciones del taller las socias exponían sus preocupaciones y lo convirtieron en un espacio libre del temor a represalias por expresar sus intereses. Finalmente, lograron mantener un espacio cuya propiedad es de las cooperativas. Esta característica facilitó la reflexividad y la organización colectiva del trabajo. Así, al expresar problemas e intereses comunes, como aliviar la carga de trabajo al interior del taller, diseñaron diversas estrategias organizativas acorde a sus necesidades.

En el colectivo, las socias ganaron autoestima al valorizar sus esfuerzos y gestionar autónomamente el trabajo y los excedentes de los hogares, en el Alto Mezquital se trataba del aguamiel y de las plantas medicinales en Tlahuiltepa. Con esta capacidad de agencia productiva, administrativa y autonómica, Milpa Maguey produjo en 2018 casi dos toneladas de jarabe de aguamiel, remuneró 119 días a sus integrantes y compró 20 % del aguamiel producido en el hogar. En Las Manzanas, la cooperativa remuneró cerca de 100 días y produjo 50 medicinas naturales diferentes.63

A pesar de sus logros, la distribución del tiempo dentro y fuera del hogar representó la principal queja entre los familiares de las socias. Una fundadora explicó en grupos focales de 2015: “Los esposos estaban enojados porque la comida no estaba lista, porque no estábamos en casa, pero estábamos trabajando en la cooperativa”.64 Otras socias agregaron: “A veces trabajábamos hasta las 10 de la noche; los vecinos se preguntaban qué hacían tantas mujeres tan tarde, pero seguíamos a pesar de las críticas porque queríamos mejorar”.65

La dinámica cooperativa desafió normas de género existentes, ya que previo a la organización colectiva, las mujeres trabajaban exclusivamente dentro del hogar y aisladamente. Las asociadas (des)obedecieron estratégicamente para permanecer en las cooperativas. Por un lado, incumplieron normas de género que les asignaba el trabajo individualizado dentro del hogar, pero por otro, obedecieron responsabilidades de cuidado; incluso, las cooperativas apoyaron a sus socias para cumplir con dichos deberes al proveer medicina natural e ingresos adicionales. Trabajar juntas representó una estrategia para satisfacer colectivamente las necesidades y el cuidado de sus hogares.

Las cooperativas mediaron necesidades individuales y colectivas; mientras las socias lidiaban con la desaprobación familiar y negociaban para obtener más tiempo y excedente, las colectividades buscaban recursos más allá de sus límites. Las asociadas consiguieron terrenos comunales para establecer las instalaciones cooperativas. Las fundadoras de Milpa Maguey utilizaron su parentesco para negociar tierras colectivas, pues los ejidatarios eran sus esposos, explicaron en grupos focales de 2014. En Las Manzanas las socias reforzaron el cumplimiento de normas morales como buenas madres para obtener propiedad colectiva. Narraron en grupos focales de 2012: “Las autoridades nos dieron tierra porque vieron nuestro comportamiento; somos responsables y la medicina es buena para la comunidad”.66 La propiedad colectiva era prioridad, ya que permitió organizar el trabajo, la producción y generar excedente colectivo.

La (des)obediencia estratégica implicó lidiar con responsabilidades de cuidado basados en el rol de madre cuidadora, en Milpa Maguey trasladaron parcialmente el lugar íntimo del cuidado de los hogares a las instalaciones cooperativas. Profundizó una socia en el grupo focal de 2016: “Al principio nuestros hijos eran pequeños, los traíamos al taller para no descuidarlos y entre todas los cuidábamos”.67 Mientras tanto, en Las Manzanas las socias repartieron como forma de pago parte del excedente de medicina natural para satisfacer sus necesidades de cuidado. Además, para compaginar el trabajo cooperativo y del hogar, Milpa Maguey organizó equipos que trabajaban una vez por semana, y Las Manzanas adoptó un esquema flexible que consistió en producir medicina natural de acuerdo a los tiempos disponibles de las socias.68 Así, diseñaron formas de cuidado colectivo al compartir intereses como madres y cooperativistas.

A través de la colectividad, las socias plantearon alternativas para normas de género que trascienden deberes convencionales de la maternidad, al desarrollar capacidades productivas, administrativas y autonómicas. La fundadora de Milpa Maguey explicó en entrevista a profundidad de 2015: “Ahora administramos nuestra cooperativa y tenemos un ingreso adicional; antes solo pensábamos en el quehacer de la casa. Ahora queremos consolidar nuestra cooperativa como una oportunidad laboral para las mujeres más jóvenes”.69 La entrevista exhibió intereses renovados entre cooperativistas y su responsabilidad para generar condiciones que faciliten el florecimiento de las nuevas generaciones.

Las dinámicas de género en la economía moral del hogar

El itinerante proceso de reproducción social de los hogares de las cooperativistas necesitó de recursos producidos en latitudes internacionales. Así, las remesas aportaron 44 % del ingreso familiar en las socias de Milpa Maguey y 60 % en Las Manzanas.70 Los recursos derivados de la migración incidieron en las condiciones de vida de las generaciones futuras al financiar la educación escolarizada, ya que más de la mitad de las hijas de las socias concluyeron la educación media y siete de ellas terminaron una licenciatura. El ingreso económico facilitó la permanencia escolar, especialmente entre las niñas, quienes alcanzaron un mayor nivel de escolaridad que los niños. En entrevista la hija de una cooperativista de Las Manzanas describió en 2015:

Estudié hasta la secundaria con la beca [POP]. Luego, mi hermano, que vive en ee. uu., envió dinero para que fuera a la universidad en la ciudad. Empecé mi carrera como profesora. Ahora trabajo en la escuela comunitaria.71

La cita informó que el POP apoyó la educación primaria, pero las ideologías de cooperación entre familiares fueron cruciales para financiar la educación en el largo plazo. Además, la prolongada estadía de familiares en el extranjero introdujo dinámicas en los hogares que contrarrestaron la oposición inicial de los esposos ante las cooperativas, como lo describe una integrante de Milpa Maguey en entrevista a profundidad de 2015:

Cuando entré en el taller, mi esposo estaba aquí; luego se fue a EE.UU. Necesitaba dinero en su ausencia, así que usé su tierra para sembrar maguey y producir el jarabe, aunque él no quería. Más tarde, aceptó.72

En entrevista de 2014, dos socias de Las Manzanas informaron que sus hijos emigrantes se oponían a la cooperativa, pues consideraban improductivos los remedios herbales porque no retribuían el dinero que esperaban. Sin embargo, sus largas ausencias facilitaron la permanencia de sus madres en la cooperativa. Sin embargo, no todos los familiares masculinos se oponían al trabajo en las cooperativas. Algunos esposos reconocieron la contribución de las mujeres al bienestar del hogar por el ingreso económico producido en las cooperativas y, en consecuencia, movilizaron trabajo para apoyarlas como manifestación de reciprocidad. El esposo de una socia de Milpa Maguey explicó en entrevista a profundidad de 2015: “Con su trabajo mi esposa aporta para los gastos. Por eso yo también apoyo al taller en tareas pesadas como pintar o cargar cosas”.73 Otro marido de una socia de Las Manzanas relató en 2014: “Mi esposa compra comida para la familia. Por eso cuando va a Ixmiquilpan, yo me encargo de nuestra hija”.74 Finalmente, la presidenta de Milpa Maguey explicó su interpretación sobre el apoyo de familiares masculinos en la cooperativa en 2018, es decir del trabajo de las mujeres: “Han visto que nuestro trabajo es bueno. Esposos, hijos y nietos nos ayudan a limpiar el taller, preparan la comida cuando tenemos visitantes, trabajan el maguey y recolectan aguamiel para procesar el jarabe”.75 Así, el reconocimiento del trabajo cooperativo motivó el apoyo mutuo y la reciprocidad de familiares masculinos.

Las entrevistas evidenciaron la corresponsabilidad de algunos maridos en el cuidado de los hijos. Una socia de Las Manzanas afirmó en entrevista de 2015: “Aunque no estoy en la cooperativa, mi esposo cocina, supervisa a mi hija, incluso alimenta a las borregas. Ya se acostumbró a mi trabajo”.76 A través de la reflexividad y la exposición a roles no tradicionales de género, los esposos emigrantes rechazaron normas que los excluyen del trabajo de cuidados y de las tareas domésticas. En Milpa Maguey, un esposo emigrante de retorno profundizó en entrevista de 2015: “En EE. UU., yo hacía el quehacer de casa. Ahora realizó algunas tareas cuando mi esposa trabaja en el taller, ya que ahí tienen la oportunidad de ganar un dinero. Además, la ayudo porque se cansa”.77 Así, la capacidad de los maridos para realizar tareas del hogar reconoció la posibilidad de asumir roles no convencionales observados en sus experiencias como emigrantes. En el grupo focal una socia observó: “Algunos emigrantes no se apenan de cocinar o cuidar a los hijos. Creo que están aprendiendo a valorar nuestro trabajo”.78 Otra socia de Milpa Maguey complementó en el grupo focal de 2015: “Él [el esposo] aprendió a cocinar cuando emigró solo”. Es decir, la reciprocidad del marido -una promulgación moral- se renovó, revisó y consolidó, sustentada en la reflexividad del emigrante. Estos actos reforzaron la (des)estabilización de normas de género relacionadas con el cuidado y las tareas domésticas.

Discusión

En el esquema de reproducción social liderado por el Estado mexicano, POP, como en las cooperativas encabezadas por mujeres, el trabajo de cuidados fue crucial para lidiar con la austeridad en hogares rurales. Las cargas de trabajo dentro y fuera del hogar se intensificaron para las mujeres, lo que propició dinámicas de género ambivalentes en sus capacidades laborales, la distribución de recursos dentro del hogar y la percepción del trabajo de cuidados. Por un lado, el POP focalizó el trabajo de las mujeres como madres y aumentó su capacidad para cuidar; con ello, reforzó la construcción social de la maternidad convencional al brindar seguridad económica y social a costa de incrementar sus responsabilidades. Al estimular este tipo de maternidad, la desigualdad en el uso del tiempo para las mujeres se intensifico, sin mejorar su posición para negociar recursos. Como en otras regiones indígenas, la operación del programa excluyó de las responsabilidades del cuidado a los padres, no estimuló su reciprocidad ni reconfiguró la distribución de recursos dentro del hogar.79 Estos patrones inhibieron la responsabilidad compartida del cuidado en los hogares de las socias.

Al analizar el cuidado como proceso, se distinguen los sentimientos provocados en la vida de las mujeres cuando incumplieron con deberes de la maternidad apropiada establecida por el POP y las prácticas locales de cuidado. Las madres que perdieron el subsidio enfrentaron el enojo familiar y la desaprobación comunitaria, ya que el cuidado tiene significados colectivos incrustados en normas sociales. Además, el POP pasó por alto las condiciones de mujeres rurales para cuidar y menospreció sus capacidades como campesinas y productoras hñähñus. Incluso, restringió la solidaridad comunal al naturalizar los esfuerzos de las mujeres. Estos patrones individualizaron la responsabilidad del cuidado y, por tanto, restringieron la responsabilidad compartida para cuidar.

Por otro lado, las cooperativas estimularon formas colectivas de cuidado y producción local al compartir intereses como madres y socias. Las cooperativistas hñähñu y campesinas mestizas emplearon una gama de prácticas de género acorde con sus territorios y tiempos para sostener la vida más allá de los hogares, basadas en el apoyo mutuo y la solidaridad. Al igual que en el POP, las promulgaciones morales de la maternidad motivaron el trabajo de las socias al reproducir prácticas de género de las madres que cuidan a los demás. Sin embargo, las colectividades cumplieron los compromisos de maternidad diferente, se apoyaron más allá de los límites del hogar. Las cooperativistas aliviaron el trabajo de cuidados creando vínculos interpersonales y solidarios. Así se organizaron para negociar recursos y tiempo. Por más de dos décadas, las cooperativas crearon un espacio autónomo para renovar el trabajo de mujeres al expandir sus capacidades laborales y proveer medios de subsistencia.

La dinámica gemela del género aclaró cómo los miembros profundizaron en la práctica del género -cocinar y cuidar-, generalmente asumidas como responsabilidades de las madres, para articular significados inexplorados y subvertir normas basadas en la organización. Es decir, las socias combinaron organización alternativa, (des)obediencia estratégica y performatividad del género para movilizarse colectivamente y maniobrar con los deberes de la maternidad. Así, obedecieron responsabilizándose del cuidado, pero desobedecían a quienes las encasillaban en el trabajo aislado y exclusivamente dentro del hogar. Esta (des)obediencia estratégica les permitió romper normas sociales al utilizar recursos y tiempo de forma autónoma para obtener resultados colectivos. En este proceso, la agencia de las socias implicó adaptación, negociación y transformación de normas de género para propiciar formas innovadoras de sostener el hogar, al colectivizar el cuidado a través de la autonomía en la gestión del tiempo y con recursos de hogares y comunidades.

Además, la subversión de normas de género relacionadas con la responsabilidad compartida del cuidado es observable en hogares, donde los esposos se expusieron a la división del trabajo por género no tradicional. Al distinguir la performatividad de género, que representó retomar, asumir o rechazar ciertas normas de género, se aclaró cómo los maridos iban más allá de las asignaciones de la paternidad convencional, para modificar su percepción del trabajo y de las responsabilidades asumidas por las socias. Esta perspectiva se aleja de representaciones negativas de una forma de masculinidad, en la cual los parientes varones son incapaces de cuidar o de interesarse por el bienestar colectivo de sus familiares, como lo abordaron también Bergeron y Molyneux.80

Los esposos de las cooperativistas ejercieron reflexividad respecto de los tradicionales derivado de sus experiencias socioculturales como emigrantes, lo que incidió en su percepción sobre la responsabilidad del cuidado. A diferencia del contexto urbano examinado por Herrera y Agoff,81 el cambio de normas sociales no implicó una reeducación de los maridos por parte de las socias, pero fue fundamental reconocer su trabajo dentro y fuera del hogar. Es decir, la promulgación de reciprocidad de familiares varones se sustentó en la valoración de los esfuerzos colectivos de las socias, pues aportaban ingresos económicos en tiempos de extrema precariedad. Ambos patrones permitieron la subversión de normas de género realizadas por esposos, quienes asumieron responsabilidades para proveer cuidado en actos repetidos. En contraste, ignorar los esfuerzos de las madres para lograr bienestar en el hogar, obstruir su acceso a recursos y estimular exclusivamente habilidades de cuidado, redujo la posibilidad de compartir el trabajo de cuidados y exacerbó las cargas de trabajo para las mujeres. Estos patrones reinstituyeron normas de género convencionales sobre el cuidado y reforzaron órdenes de género desiguales.

Conclusión

Frente a la austeridad que caracterizó al periodo neoliberal, la reproducción social de hogares rurales combinó iniciativas estatales, colectivas y remesas con implicaciones en órdenes de género y, en particular, sobre normas sociales vinculadas con el trabajo de cuidados. Al desarrollar una perspectiva que analiza prácticas de género, considerando su performatividad y dinámica de gemela, se distinguieron omisiones de la política para alterar la persistente disparidad de género en el uso del tiempo, recursos y capital, y sus repercusiones en la reproducción de órdenes de género desiguales. La visión fluida entre la escala estatal, colectiva y del hogar aclaró el papel de responsabilidades morales y el trabajo de cuidados atribuidos a la maternidad, considerados ejes prioritarios del programa de transferencias condicionadas - POP- y en las cooperativas lideradas por mujeres. Desde una valoración ambivalente de dichas responsabilidades, se identificaron consecuencias de políticas formales, que delineadas junto con otras dinámicas, desestabilizaron normas de género promovidas en ambas iniciativas. Desde la organización alternativa y la (des)obediencia estratégica, las socias desarrollaron agencia individual y colectiva para maniobrar con órdenes de genero desiguales; su estrategia valorizó experiencias de género y saberes como madres y campesinas para organizarse autónomamente y construir espacios colectivos donde solventaron necesidades de cuidado. Además, la reciprocidad promulgada por esposos emigrantes expuestos a la división del trabajo por género no convencional fue crucial para subvertir normas de género. Finalmente, la perspectiva de análisis captó arreglos domésticos para proveer cuidados más allá de la lente heteronormativa, identificó patrones de cambio social para transitar hacia la responsabilidad compartida del cuidado y aclaró la potencia del cuidado colectivo para distanciarse de esquemas que, desde el Estado, lo individualizaron e incrementaron las cargas de trabajo y responsabilidades para las madres.

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8Suzanne Bergeron, “Economics, performativity, and social reproduction in global development”, Globalizations 8, núm. 2 (2011), https://doi.org/10.1080/14747731.2010.493014.

9Maxine Molyneux, “Mothers at the service of the new poverty agenda: Progresa/Oportunidades, Mexico's conditional transfer programme”, Social Policy & Administration 40, núm. 4 (2006), https://doi.org/10.1111/j.1467-9515.2006.00497.x.

10Vivian Rodríguez-Rocha, “Social Reproduction Theory: State of the field and new directions in geography”, Geography Compass, e12586 (2021), https://doi.org/10.1111/gec3.12586.

11Shirin Rai, Catherine Hoskyns y Diana Thomas, “Depletion”, International Feminist Journal of Politics 16, núm. 1 (2013), https://doi.org/10.1080/14616742.2013.789641.

12Isabella Bakker, “Social reproduction and the constitution of a gendered political economy”, New Political Economy 12, núm. 4 (2007), https://doi.org/10.1080/13563460701661561.

13Maxine Molyneux, Nicola Jones y Fiona Samuels, “Can cash transfer programmes have transformative effects?”, The Journal of Development Studies 52, núm. 8 (2016), https://doi.org/10.1080/00220388.2015.1134781.

14Alejandra Ramm, “Latin America: A fertile ground for maternalism”, en Motherhood, social policies and women's activism in Latin America, coords. Alejandra Ramm y Jasmine Gideon (Londres: Palgrave, 2020), 13-37.

15Liliana Yaschine, “Progresa-Oportunidades-Prospera, veinte años de historia”, en El Progresa-Oportunidades-Prospera, a 20 años de su creación, coords. Gonzalo Hernández et al., (México: Coneval, 2019), 31-65.

16Vania Smith-Oka, “Unintended consequences: Exploring the tensions between development programs and indigenous women in Mexico in the context of reproductive health”, Social Science & Medicine 68, núm. 11 (2009), https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2009.03.026.

17Joan Tronto, “There is an alternative: homines curans and the limits of neoliberalism”, International Journal of Care and Caring 1, núm. 1 (2017), https://doi.org/10.1332/239788217X14866281687583.

18Nicole Peterson, “We are daughters of the sea: Strategies, gender, and empowerment in a Mexican women’s cooperative”, The Journal of Latin American and Caribbean Anthropology 19, núm. 1 (2014), https://doi.org/10.1111/jlca.12064.

19Lynn Stephen, “Women’s weaving cooperatives in Oaxaca: An indigenous response to neoliberalism”, Critique of Anthropology 25, núm. 3 (2005), https://doi.org/10.1177/0308275X05055215.

20Jozelin Soto-Alarcón y Chizu Sato, “Enacting peasant moral community economies for sustainable livelihoods: A case of women-led cooperatives in rural Mexico”, World Development 115 (2019), https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2018.11.005.

21Simel Eşim, “Cooperatives”, en The Routledge handbook of Feminist Economics, coords. Günseli Berik y Ebru Kongar (New York: Routledge, 2021), 486-494.

22Maria Daskalaki, “The subversive potential of witchcraft: A reflection on Federici's self-reproducing movements”, Gender, Work & Organization 28 (2021), https://doi.org/10.1111/gwao.12654.

23J.K. Gibson-Graham, Jenny Cameron y Stephen Healy, Take back the economy. An ethical guide for transforming our communities (Michigan: The University of Minnesota Press, 2016).

24Martin Parker et al., “The question of organization: A manifesto for alternatives”, Ephemera: Theory & Politics in Organization 14, núm. 4 (2014).

25Joan Acker, “Hierarchies, Jobs, bodies: A theory of gendered organizations”, Gender and Society 4, núm. 2 (1990).

26Patricia Martin, “Practising gender at work: Further thoughts on reflexivity”, Gender, Work & Organization 13, núm. 3 (2006), https://doi.org/10.1111/j.1468-0432.2006.00307.x.

27Patricia Martin, “‘Said and done’ versus ‘saying and doing’: Gendering practices, practicing gender at work”, Gender & Society 17, núm. 3 (2003), https://doi.org/10.1177/0891243203017003002.

28Judy Hamilton, “‘Caring/Sharing’: Gender and horizontal coordination in the workplace”, Gender, Work & Organization 18, núm. S1 (2011), https://doi.org/10.1111/j.1468-0432.2009.00468.x.

29Maria Ayala y Aurelia Murga, “Patriarchy and women’s multidimensional agency: a case study of a Mexican sending vollage”, Women’s Studies International Forum 59 (2016), https://doi.org/10.1016/j.wsif.2016.08.002.

30Salvador Barragán, Mural Erogul y Caroline Essers, “‘Strategic (dis)obedience’: Female entrepreneurs reflecting on and acting upon patriarchal practices”, Gender, Work & Organization 25, núm. 5 (2018), https://doi.org/10.1111/gwao.12258.

31David Cheal, “The household economy: Reconsidering the domestic mode of production”, en Strategies of resource management in household economies: Moral economy or political economy, ed. Richard Wilk (London: Westview Press, 1989).

32Cristina Herrera y María Agoff, “Goodbye to the golden cage: Transformation in gender norms and family morality for working-class women in occupations considered masculine in Mexico”, Gender, Work & Organizations 26, núm. 9 (2019), https://doi.org/10.1111/gwao.12342.

33S. Charusheela, “Engendering feudalism: Modes of production revisited”, Rethinking Marxism 22, núm. 3 (2010), https://doi.org/10.1080/08935696.2010.490401.

34Amartya Sen, Gender and cooperative conflicts (Nueva York: World Institute for Development Economics Research, 1987).

35Alice Evans, “The decline of male breadwinner and persistent of the female carer: exposure, interest, and micro- macro interactions”, Annals of the American Association of Geographers 106, núm. 5 (2016), https://doi.org/10.1080/24694452.2016.1184557.

36Judith Butler, Undoing gender (Nueva York: Routledge, 2004).

37Sara Ahmed, “Interview with Judith Butler”, Sexualities 19, núm. 4 (2016), https://doi.org/10.1177/1363460716629607.

38Judith Butler, “Performatividad, precariedad y políticas sexuales”, AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 4, no. 3 (septiembre-diciembre 2009), 321-336.

39Heidi Levitt et al., “Journal article reporting standards for qualitative primary, qualitative meta-analytic, and mixed methods research in psychology: The APA Publications and Communications Board task force report”, American Psychologist 73, núm. 1 (2018), https://doi.org/10.1037/amp0000151.

40Laura Berger, Yvone Benschop y Mariane van den Brink, “Practising gender when networking: The case of university-industry innovation projects”, Gender, Work & Organization 22, núm. 6 (2015), https://doi.org/10.1111/gwao.12104.

41Integrantes de la familia, Concepción P. y Juana C., entrevistados por Jozelin María Soto Alarcón, 14 de julio de 2012, en San Andrés Daboxtha, Cardonal, Hidalgo.

42Josefina M., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 16 de agosto de 2014, en San Andrés Daboxtha, Cardonal, Hidalgo.

43Eva M., comunicación personal. Encuesta socioeconómica realizada por Jozelin María Soto Alarcón, 20 de septiembre de 2014, en Las Manzanas Tlahuiltepa, Hidalgo.

44Nicolasa M., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 18 de octubre de 2014, en San Andrés Daboxtha, Cardonal, Hidalgo.

45Juana C., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, Las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo, 23 de agosto de 2015.

46Josefina M., entrevistada…

47Entrevista a cinco integrantes de la cooperativa. Facilitadora Jozelin María Soto Alarcón, 12 de julio de 2015, en Las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo.

48Tomasa R., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 10 de agosto de 2012 en Las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo.

49Vicenta C., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 23 de agosto 2015 en las Manzanas Tlahuiltepa, Hidalgo.

50Tomasa R., entrevistada…

51Elia T., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 11 de octubre, 2014 en San Andrés Daboxtha, Cardonal Hidalgo.

52María P., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 5 de septiembre de 2014, San Andrés Daboxtha, Cardonal.

53Nicolasa M., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 9 de agosto de 2015, San Andrés Daboxtha, Cardonal.

54Vicenta C., entrevistada…

55Entrevista a cinco integrantes de la cooperativa. Facilitadora Jozelin María Soto Alarcón, 12 de noviembre 2014 en Las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo.

56Integrantes de la cooperativa, entrevistados por Jozelin María Soto Alarcón, 24 de octubre de 2015, San Andrés Daboxtha, Cardonal.

57Hortencia R., entrevistada Jozelin María Soto Alarcón, 23 de junio de 2019 en San Andrés Daboxtha Cardonal Hidalgo.

58Integrantes de la cooperativa, entrevistados por Jozelin María Soto Alarcón, 21 de junio de 2015, San Andrés Daboxtha, Cardonal.

59Salvador M., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 13 de octubre de 2019, en San Andrés Daboxtha, Cardonal, Hidalgo.

60Cinco socias de la cooperativa, entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 13 de julio de 2014 en Las Manzanas, Tlahuiltepa.

61Candy C., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 24 de agosto de 2015.

62Integrantes de la cooperativa, entrevistados por Jozelin María Soto Alarcón, 14 de julio de 2013 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

63Cinco integrantes de la cooperativa, entrevistados por Jozelin María Soto Alarcón, 31 de agosto de 2019, en las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo.

64Eva M. y Juana C., entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 27 de junio de 2015, en Las Manzanas Tlahuiltepa Hidalgo.

65Eva M. y Juana C., entrevistadas…

66Tomasa R. y Vicenta C., entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 10 de agosto de 2012, Las Manzanas, Tlahuiltepa.

67Socias de la cooperativa, entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 18 de julio de 2016 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

68Socias de la cooperativa, entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 22 de mayo de 2016 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

69Concepción M., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 12 de mayo de 2015 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

70Eva M., entrevistada…

71Ivet C., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 21 de abril de 2015 en Las Manzanas.

72Alicia G., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 13 de mayo de 2015 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

73Juan M., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 20 de marzo 2015, en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

74Entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 13 de mayo de 2015 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

75Concepción M., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 28 septiembre de 2018 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

76Juana C., entrevistada por Jozelin María Soto Alarcón, 24 de agosto de 2015, Las Manzanas, Tlahuiltepa Hidalgo.

77Mario N., entrevistado por Jozelin María Soto Alarcón, 21 de junio de 2015 en San Andrés Daboxtha, Cardonal.

78Josefina M. y Angelina J., entrevistadas por Jozelin María Soto Alarcón, 21 de junio de 2015.

79Claudia Radel et al., “The gender dynamics of conditional cash transfer and smallholder farming in Calakmul, Mexico”, Women's Studies International Forum 65 (2017), https://doi.org/10.1016/j.wsif.2016.06.004.

80Bergeron, “Economics, performativity…”; Molyneux, “Mothers at the service…”.

81Herrera y Agoff, “Goodbye to the golden cage…”.

Recibido: 19 de Junio de 2023; Aprobado: 08 de Enero de 2024

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