Introducción
El presente REPORTE se enmarca dentro de una investigación que busca indagar el rol que juegan los museos en la constitución de procedimientos que orientan a los miembros de una comunidad para asimilar procesos históricos traumáticos.1Se aborda el caso singular del Museo Móvil (MM) al ser un dispositivo museográfico elaborado en el año 2005 por el Museo de los Asentamientos (MA), ciudad de Federación (Entre Ríos, Argentina), como respuesta a la difícil relación que sus habitantes manifestaban con respecto a su historia social y urbana; aspecto que se describe a continuación.
Federación tiene la particularidad de ser una población marcada por diversos desplazamientos.2 El más doloroso y reciente es el acontecido entre 1977 y 1979, cuando se emprendieron las obras para la construcción de una represa hidroeléctrica que dejaría gran parte de la ciudad bajo el agua, lo cual supuso una mudanza abrupta de la grilla urbana3 a la Nueva Ciudad de la Federación. (Figuras 1 y 2).

Figura 1 Antigua Ciudad de Federación en proceso de demolición (Fotografía: autor desconocido, 1977; cortesía: Archivo Museo de los Asentamientos (MA), Argentina).

Figura 2 Detalles de las casas de Nueva Federación en el estado en el que se encontraban al momento de la mudanza (Fotografía: autor desconocido, 1979; cortesía: Archivo Museo de los Asentamientos, Argentina).
Mientras el lugar de pertenencia (la vieja ciudad) se encontró repentinamente devastado por la acción de las excavadoras que preparaban el terreno para el ingreso de la represa, la nueva ciudad (de diseño racionalista) presentó a los desplazados múltiples hostilidades determinadas por una modernización deficiente, que afectaron sobre todo a las personas mayores.4
Así, las transformaciones sensibles del espacio5 y sus efectos sobre las subjetividades,6 signaron la mirada y recuerdo de los habitantes de Federación en una tristeza que se manifestó en el nuevo espacio urbano en forma de resistencia a revisar el pasado. De acuerdo con los trabajadores del museo histórico local -el ya nombrado MA-, hacia el año 2000 se observó un fuerte distanciamiento con esta organización por parte de la comunidad (Gilbert 2009). De hecho, gracias a una serie de encuestas y diálogos que realizaron en ese entonces con los vecinos del lugar, se detectó que tanto el edificio reasignado al museo como su colección generaban rechazo, en tanto que representaban la ruina de un espacio común perdido para la comunidad de la Federación.7 Ante este escenario, entre 2005-2007 y como iniciativa del MA, se concibió el diseño de un dispositivo museográfico móvil, denominado Museo Móvil (MM).8
La acción del MM desplazó los modos en que el acervo del museo era definido hasta entonces dentro del MA9: la nueva situación instituía una mirada museográfica10 que transitaba los diferentes espacios urbanos (el barrio, una escuela, el hogar de ancianos o la plaza pública), promoviendo en su despliegue ocasiones para el intercambio y diálogo que no habían encontrado lugar dentro del museo tradicional11.
En el presente REPORTE se exploran estos cambios, a partir del desarrollo de ciertos temas. En primer lugar, se destacan las causas que los trabajadores del MA adjudicaron a la ausencia de visitantes locales, para luego analizar las estrategias que, en función de la explicación encontrada, se desarrollaron para la configuración del Museo Móvil (MM).
Como hipótesis, se considera que al interrogarse por los impedimentos y resistencias que asedian a la memoria local, el MA da cuenta de condiciones propias en la experiencia sensible del lugar que afectan la configuración y acceso a un pasado común. Es a partir de allí que el MA pareciera identificar una racionalidad propia del espacio social en la que se emplaza y que encuentra una resolución a través del MM, en el movimiento como condición de visualidad para compartir y problematizar su acervo. En tal sentido, se observan los modos de rememoración que el MM habilita a la vez que indaga, por qué, la acción de traslado parece abrir una nueva escena de configuración de un pasado común que antes permanecía obturada. Se estima que a través del análisis de este ejemplo museográfico singular, es posible observar cómo la incorporación crítica de los aspectos sensibles y contingentes que afectan al espacio social pueden ofrecer a gestores y trabajadores de la cultura pautas para la construcción de sistemas críticos del recuerdo.
Desplazamiento y rearticulación de la relación museo y espacio urbano
Antes y después de su traslado a finales de los 70, la ciudad de Federación ha conservado una densidad poblacional baja.12 Este aspecto hace de la localidad un espacio transitable y familiar, por lo que el desplazamiento de la grilla y la reconfiguración del diseño urbano afectaron la función de las instituciones museales dentro de la vida de sus comunidades.13 En la vieja Federación, el entonces Museo de las Regiones (MR) (Figura 3), representaba el lugar de la tradición tanto porque arquitectónicamente era una de las piezas fundantes de aquel establecimiento urbano,14 como porque en él se guardaban los objetos que testimoniaban y/o portaban en sí la historia e identidad de lugar.15

Figura 3 Museo de las Regiones (MR) en Antigua Federación (Fotografía: autor desconocido, ca. 1970; cortesía: Archivo Museo de los Asentamientos (MA), Argentina).
Esta función del museo, que resguarda la identidad y la tradición, es la que se vio afectada de diversas maneras con la acción de traslado hacia la nueva urbe. En primer lugar, para quien provenía de la "vieja" Federación, el emplazamiento presentó a la nueva ciudad como un espacio hostil, debido a su arquitectura moderna, uniformada a través de un diseño racionalista y en un terreno sin marcas de historia previa ni grandes áreas verdes (Figura 4).16 En ese nuevo contexto, el museo de la ciudad -el único inmueble histórico que se trasladó intacto desde la vieja ciudad a la nueva trama urbana- devino en emblema del espacio perdido, además de convertirse en un elemento disonante en la nueva configuración (Figura 5).

Figura 4 Detalle de las casas de Nueva Federación hoy (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).

Figura 5 Museo de los Asentamientos (MA) (ex Museo de las Regiones [MR]) emplazado en Nueva Ciudad de Federación (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).
En segundo término, es de considerarse que el cambio también implicó la pérdida de todas las sedimentaciones históricas que conformaban la memoria cultural del espacio social federense. En su excepción, la persistencia del viejo museo en la nueva trama urbana no sólo dio cuenta de lo inestable que puede advenir el espacio propio, asimismo, el salto material que se estableció entre el museo y el nuevo entorno, impidió el desarrollo de los nexos históricos entre la vieja y la nueva ciudad.
Si bien aquí nos interesa indagar los aportes que el caso provee desde su especificidad, resulta relevante destacar algunas apreciaciones generales sobre la función del museo y sus cambios. Según Eduardo Rinesi (2011:10), la institución museal originalmente tenía como función legitimar
[...] una cierta forma de memoria, y de validar al mismo tiempo, de ese modo, la hegemonía cultural, ideológica y política de los grupos que, en el presente, [podían] promover una mirada del pasado como la prehistoria de este momento de realización plena de todo lo que entonces estaba contenido como pura potencialidad y ahora es desplegado cabalmente.
Probablemente, ésta era la función que se manifestaba en el MR cuando, en tanto museo de historia local, proveía al espacio urbano en el que se emplazaban los basamentos de su pasado. La continuidad entre pasado y presente también se articulaba en la continuidad material que el MR mantenía con el entramado urbano de la vieja ciudad de Federación. Sin embargo, como también lo explica Rinesi (2001), en el siglo XX se produce una inflexión en la idea moderna de museo donde, a razón de que la humanidad ya no puede mostrar a sí misma su propio pasado con el ademán edificante de antaño, esta institución se convierte en un espacio de memoria para que la historia no vuelva a repetirse. Es de notar que entre las dos formas de museo que dicho autor conceptualiza, se tensiona por un lado al museo como fundante de un tiempo en desarrollo y, por otro, al museo como marca de un quiebre temporal, donde el pasado ya no permite aportar a la idea de progreso original. Este movimiento se aprecia como consecuencia del desplazamiento del MR hacia la Nueva Ciudad de Federación, ya que al pasar a ser el MA, el viejo edificio en la nueva trama urbana, encarna la acepción vinculada a la idea "salto" o "corte temporal", representando entonces el monumento del fin de la ciudad vieja. Esta definición se hace evidente en los impedimentos17 perceptivos que el espacio del museo, en relación con la nueva trama urbana, genera sobre el visitante local.
Fue la observación de estas problemáticas lo que motivó a los trabajadores del MA a concebir al MM como una especie de carromato,18 que permitía al museo trasladarse a diferentes puntos del espacio urbano y desplegar su acervo en el formato de exposición efímera19 (Figura 6).
Desplazar el espacio de rememoración
Lo anteriormente expuesto, explicita la absoluta disonancia arquitectónica del MA en relación con la trama urbana de Nueva Ciudad de Federación, que en efecto reactualizó, a través de una tensión material, un sentimiento de desarraigo. En el nuevo contexto urbano, el inmueble histórico apareció como un ente extraño, vinculado a una experiencia distante espacial y temporalmente. Este aspecto es el que, de un modo romántico, parece exhibir al exterior su campanario en ruinas,20 consideración que es reforzada a su vez por las investiduras que la memoria eclesiástica de su arquitectura otorga a la muestra permanente del museo. Allí, los objetos exhibidos que refieren a la vida cotidiana en la vieja ciudad adquieren la connotación de reliquias de un pasado distante (Figura 7).

Figura 7 Campanario en ruinas, vista exterior del Museo de los Asentamientos (MA) (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).
Por todo lo expuesto, el MA pareciera devenir como un elemento negativo en la grilla de la actual ciudad, en tanto el edificio encarna un salto abrupto a un pasado que en esa modalidad se devela hostil para quienes prosiguieron sus vidas en el nuevo espacio. Frente a esta tensión sensible,21 la variable de movimiento que incorporó el MM buscó trascender ese hiato temporal abrupto, con el objeto de permitir una visión que hasta entonces parecía clausurada. El desplazamiento supuso una operación estética22 destinada a reformular la mirada sobre el pasado. En ese sencillo gesto, el traslado, que había quedado paralizado en la presencia testimonial del edificio colonial, se reactualizó en un nuevo entorno y bajo una nueva modalidad.
La operación estética que en tal sentido produjo el MM, fue la de dar a conocer de forma novedosa el acontecimiento traumático que la mudanza supuso para la comunidad. De este modo, se plasmó en el tránsito de un museo-carromato, que parte y vuelve cada vez al MA, trasladando y exponiendo por distintos lugares los objetos de su colección. A través de la alteridad de las distintas situaciones y el carácter eventual que adquirió el pasado en tales ocasiones, el desplazamiento que cualificaba el trauma23 colectivo, se instaló como objeto de intercambio.
Fue a través del Museo Móvil (MM), que el MA buscó promover un acto del recuerdo que no fuese sólo la mera evocación del pasado a partir de la exposición de su acervo, sino que partiera de la construcción de un relato frágil que, por esa misma característica, permitiera que lo individual fuese condición, forma y sospecha24 de la memoria social colectiva. Este aspecto, en donde lo individual y lo colectivo se tensionan productivamente en la recuperación del pasado, se vio destacado por el modo en que el mirar fue convocado por el dispositivo del MM: la limitada extensión de su despliegue expositivo requirió que sus espectadores compartieran la caja/mesa que hacía de soporte (Figura 8 y 9). De este modo, la cualidad formal propició una percepción personal en compañía de otros: junto a quienes los objetos adquirían, en función de las experiencias convocadas en cada situación, diversos predicados.

Figura 8 Campanario en ruinas. Detalle de la campana (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).

Figura 9 Museo Móvil en despliegue. Puede observarse la situación de mirada en torno a la mesa que genera el carromato abierto (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2005; cortesía: Archivo Museo de los Asentamientos (MA), Argentina).
Esto implicó una diferencia en relación al MA, que plantea el recorrido en un espacio longitudinal en el que las miradas entre visitantes no necesariamente se cruzan y/o encuentran.
El errar como acción del MM en la trama urbana de la Nueva Federación y la acción de exponer vestigios del pasado en un nuevo contexto público, constituyó una operación estética, mediante la cual el pasado era dispuesto a un posible decir singular y colectivo a la vez.
La nueva situación creada por el MM también habilitó un "cierto modo de presencia del pensamiento en la materialidad sensible, de lo involuntario en el pensamiento consciente y del sentido de lo insignificante" (Rancière 2006 [2001]:23). De esta forma, el MM proveyó un espacio donde los eventuales espectadores podían reevaluar las continuidades de una historia (hasta entonces distante) en relación con el presente del espacio urbano. A los trastos que trasladaba el MM se agregaban otros similares que los vecinos acercaban desde sus propias casas y que también atesoraban como recuerdo; así como otros, que cada tanto aparecían en la ribera del cuerpo de agua en el que la vieja ciudad quedó sumergida. Los diseños o marcas de una botella o el número de una casa, ofrecían la ocasión para despuntar colectivamente memorias del pasado que hasta entonces residían en el espacio privado.25
La búsqueda como artefacto de visión
El movimiento del MM capturó en la errancia una cualidad propia de la historia de la comunidad de Federación; es decir, fueron su misma estructura y procedimiento los que construyeron una representación singular del pasado que buscó transmitir. Ahora bien, como se mencionó anteriormente, esta misma cualidad constituyó también una modalidad, mediante la cual el museo relevó tanto testimonios nuevos sobre un pasado común, como encarnó una acción de búsqueda de la historia pasada. A partir del movimiento, el recuerdo comunitario se desglosó en la búsqueda de lo acontecido por diferentes barrios y generaciones: de la vieja a la nueva Federación, de la escuela al hogar de ancianos, cada circuito develó un nuevo aspecto del recuerdo.
A esta dimensión se agregó otro aspecto vinculado al modo en que los objetos del museo eran dispuestos para su consulta, propiciando el rastreo o la deliberación sobre archivos incompletos que solicitaban un esfuerzo memorioso. De este modo, chapas numéricas y archivos municipales de casas a las que faltaban los nombres de las familias que las habitaban, fueron dispuestos en rieles y carpetas (Figuras 10, 11 y 12).

Figura 10 Museo Móvil (MM) en despliegue (Fotografía: autor desconocido, 2005; cortesía: Archivo Museo de los Asentamientos MA, Argentina).

Figura 11 Números pertenecientes a las casas de antigua Federación dispuestos en rieles (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).

Figura 12 Cajón usado para incorporar los objetos que suelen traer las bajantes del río. Atrás se observan las carpetas que contenían los registros de todas las casas destruidas, cuyos datos eran completados a medida que los miembros de la comunidad las reconocían (Fotografía: María Guillermina Fressoli, 2010).
Estas dos escalas en que se figuró la búsqueda (como acción del traslado del museo en la ciudad y como modalidad de consulta de los archivos/colecciones), interpelaron una afección que tiene por objeto la pregunta por lo propio en la arena pública. El artefacto del MM y sus dispositivos de exhibición evidencian una estrategia de "reposición de la búsqueda", a la espera de que su eventual encarnadura habilitara la emergencia de procesos reflexivos que involucraran lo social y lo íntimo, en diálogo y tensión. Si bien se entiende que este resultado no puede ser garantizado por el museo, el mismo, en tanto educador público,26 puede orientar sus procedimientos hacia la recreación de una búsqueda como forma de trabajo.
Por todo esto, pareciera que errancia y búsqueda aparecen como dos formas en que el MM en sí mismo representó un pasado común. Es así que, en tanto representación, se instituyó como artefacto de visión que requirió de su visitante una postura visual,27 la cual consistió en una acción de búsqueda individual en una situación colectiva. Marx W. Wartofsky (1980:135) considera que:
[...] si nuestra mirada es más que una actividad del ojo, si involucra lo que he llamado una postura visual o una intención visual, entonces ver el mundo de determinada manera es relacionarse con él de esa forma en nuestra práctica, estar dispuestos a actuar en él en relación con dicha construcción visual, informar nuestras actitudes y expectativas en concordancia con el escenario.
A modo de hipótesis, es posible sostener que el MM buscaba promover a partir de su estructura, un sistema de visión en el que se destacaran los impedimentos que afectaban a la memoria colectiva y, al mismo tiempo, el carácter activo que los visitantes podían adquirir en relación al relato del pasado común.
La voz como acto posible
Al observar las limitaciones que el MA presentó en la recuperación del pasado, los trabajadores del museo concibieron como principal objetivo del MM "lograr un cambio de actitud de los federaenses" (Santiago 2012). Progresivamente, las intervenciones del MM encontraban que quienes asistían a revisar los objetos que el museo trasladaba, comenzaban a ofrecer espontáneamente anécdotas y relatos sobre la propia experiencia de la mudanza.28 Por esta razón, el museo decidió incorporar un grabador de audio para registrar la aparición de esos relatos (Santiago 2012). Dos aspectos de esta iniciativa invitan a reflexionar sobre el modo en que el MM comprendió desde su práctica el acto de testimoniar. El primero se refiere a la decisión de usar el grabador sólo en aquellos casos en que no supusiera una restricción sobre quien ofrecía su relato; el segundo se vincula con un descuido en la creación de un archivo oral y los potenciales usos de estos por parte del museo, ya que los mismos se encuentran hoy sin catalogar o perdidos para la consulta.29
El primer aspecto mencionado manifiesta una voluntad prudente y cuidadosa en torno al acto de testimoniar. El segundo, denota una ulterior pérdida de interés ante esta nueva modalidad. Habría que preguntarse entonces cuál es la cualidad del testimoniar que llamó la atención del MM en un principio y por qué despertó dicho interés. Posiblemente, la diferencia entre una y otra situación verse en una acción presente cuando se grababa en interacción directa con los asistentes y una ausencia de acción cuando la grabación devenía como registro. Por lo que el valor de lo declarado parece centrarse en su calidad de experiencia. Es decir, en el deseo de hablar a partir de una irrupción ocasionada por la re-disposición del pasado en un nuevo entorno familiar, un espacio de tránsito cotidiano.
A partir de allí, el MM parece destacar entonces el acto de testimoniar como capacidad de los sujetos de decir y deliberar antes que la descripción del suceso.
Por ello, a fin de destacar y ampliar el sentido que la institución descubrió en su práctica, recurrimos a la noción de atestación planteada por Paul Ricoeur (1999). Lo que este término refiere no se vincula a la certeza, sino a un acto de confianza en otro, reemplazando el "creo que" del testimonio por un "creo en". Se resalta así (de acuerdo con el autor) la dimensión fiduciaria de un acto del habla dirigido a deponer un juicio sobre el pasado. Dicha fidelidad se fundamenta en la capacidad de permanencia del recuerdo; aspecto que desplaza la cuestión de la memoria de un problema gnoseológico hacia un problema de acción (Ricoeur 1999:36). De este modo, la importancia del relato no se vincula a un problema de adecuación (entre lo dicho y lo acontecido), sino a su capacidad de mantenerse en el tiempo, acechado siempre por un horizonte de sospecha que le es constitutivo.
Se establece así un énfasis sobre la memoria como acontecimiento. La noción de atestación adquiere relevancia para la comprensión de la singularidad que el MM plantea en tanto pretende articular en su constitución acción, lenguaje y presencia de los sujetos que intercambian sobre un pasado común.
El énfasis en relación a la particular situación histórica en la que el MM busca incidir no es el relato histórico, sino el sujeto recordante. Por ello, se considera que, de acuerdo con la labor del museo, el recuerdo se plantea fundamentalmente como experiencia. La perdurabilidad de esta forma de figurar el pasado que toma como su contenido la acción, sólo deja como legado los residuos de una experiencia a aquellos que han tenido posibilidad de participar del surgimiento del relato. La perdurabilidad del testimonio se limita a esta característica, sin poder trascender en la forma de un legado documental. Es posible por ello inferir que la pretensión de permanencia en el marco del MM se manifiesta sujeta al tiempo en que el museo se traslada y, en tal sentido, adquiere un carácter provisorio.
Por todo esto, en el museo el espacio para la palabra se presenta como posibilidad, considerando su emergencia condicionada por el dolor de una experiencia común.
Así, Agamben (2005 [1999]:153) considera:
[...] el testimonio es la relación entre la posibilidad de decir y su tener lugar, sólo puede darse mediante la relación con una imposibilidad de decir, sólo, pues como contingencia, como un poder no ser [...]. Tal contingencia se refiere, en el sujeto, a su poder tener o no tener lengua. El sujeto es, pues, la posibilidad de que la lengua no esté en él, de que no tenga lugar o, por mejor decir, de que sólo tenga lugar por medio de la posibilidad de que no exista, de su contingencia. El hombre es el hablante, el viviente que tiene lenguaje, porque puede no tener lengua, es capaz de in-fancia. La contingencia no es una modalidad entre otras junto a lo posible, lo imposible y lo necesario: es el efectivo darse de una posibilidad, el modo en que una potencia existe como tal. Considerada desde el punto de vista de la potencia, es un acontecimiento (contingit), el darse de una cesura entre un poder ser y poder no ser.
De este modo, entre la imposibilidad y posibilidad de la palabra, el museo incorpora a su trabajo la materia contingente que habilita la elaboración de un pasado común en una arena que tensa, entre lo singular y lo colectivo, la experiencia común. La acción provisoria del museo parece destacar la relevancia de lo contingente, destacando así las potencialidades del testimonio como experiencia de los individuos en un espacio histórico en que la misma resultó deteriorada.
Conclusión: la mudanza como forma de ver
Gisela Santiago (2009) relata que al mudarse a la nueva Federación a la edad de 9 años, tuvo la impresión de que su abuela había cambiado radicalmente a una actitud de enojo, que ella interpretó como dirigida a su persona. Con los años comprendió que la historia de la nueva ciudad supuso un terreno lleno de hostilidades para esta generación y recuerda: "Mi abuela volvió a ser la de la vieja Federación cuando recuperó la práctica de hacer dulces".30 El relato, además de representativo en torno a las incidencias que tuvo la mudanza sobre las subjetividades del lugar, resulta significativo al ser voz de quien fue una de las impulsoras del MM, ya que la anécdota enfatiza el lugar de la acción para reconstituir subjetividad horadada por una experiencia colectiva dolorosa. Así también, en las tres características que se destacaron del MM, es posible observar una preocupación que articula, entre la acción y la inclusión de lo contingente, procedimientos críticos del rememorar.
El diagnóstico que el MA observó sobre un padecer común que se figuró sensiblemente en la relación museo-ciudad-memoria, permitió a la institución diseñar un sistema de acción capaz de elaborar nuevas formas de recordar en la nueva ciudad, trascendiendo los impedimentos que la mudanza supuso para el colectivo. En su desplazamiento, el MM conformó una experiencia figurativa31 que reactualizaba, a través de su performance, la condición de desarraigo (Stoichita 2009:268). Esta reiteración, a su vez, se acompañó con diversas estrategias de exhibición y registro que se dirigían a habilitar una escena de deliberación sobre el trágico suceso común. El desplazamiento perceptivo, la búsqueda como artefacto de visión y la importancia de la palabra convertida en acto, confluían en la elaboración de una experiencia en la cual museo y comunidad trabajaban conjuntamente en la elaboración de un pasado común.
Los diversos aspectos desglosados que caracterizaron los procedimientos del MM, sujetaban lo provisorio a un aspecto vinculado a la historicidad del lugar. El carácter eventual de esta institucionalidad privilegiaba en su interlocución a los sujetos afectados por la experiencia de traslado32 y actuó sobre un aspecto particular del problema que los asediaba en la recuperación de ese pasado. En tal sentido, observamos que el carácter crítico que la movilidad del museo en sus diversas dimensiones adquirió, se vinculó a que esta estructura capturó en su forma cualidades específicas que caracterizaban las urgencias de la comunidad en la que se emplazó. Urgencias éstas que se formalizaron como un impedimento de recordar en el marco de una estructura museística que, por su condición material, no lograba despuntar la rememoración colectiva. Dicho impedimento pareció encontrar una resolución en la situación de tránsito que el MM producía, movilizando así el desplazamiento trágico que afectaba la historia del lugar en un entorno extemporáneo.
Resulta relevante mencionar que si bien el MM se inscribe en una tipología que refiere a las bibliotecas o cines ambulantes, no se trata aquí de adjudicarle a ésta un carácter crítico en sí misma. Lo que este trabajo intenta destacar, es más bien que la cualidad móvil del museo se vuelve crítica porque en su constitución supo recuperar una singularidad sensible del espacio que buscaba intervenir. El movimiento es lo que parece haber quedado estancado en el desplazamiento último del MA. Sujeto al nuevo entorno urbano, totalmente extraño, la arquitectura eclesiástica del museo parece enfatizar la inmovilidad del pasado que contiene.
Es el carácter móvil del MM lo que permitió transformar un aspecto del suceso traumático en un sistema crítico para la reflexión de un pasado común.