Introducción
La sanidad forestal atiende la presencia de plagas y enfermedades en los bosques (CCAD, 2017). Según la FAO (2018), 70 % del total de la superficie forestal mundial presenta daños por estas. En el ámbito de los ecosistemas naturales, la asignación del término plaga tiene una connotación antropocéntrica, pues muchos insectos y organismos así designados mantienen la dinámica de las comunidades vegetales y los procesos ecológicos mayores; sin los cuales, los bosques simplemente se estancarían o tendrían una pobre biodiversidad (Schowalter et al., 1997; Schowalter, 2012). En otros escenarios, tales como las plantaciones forestales comerciales o los bosques urbanos, la función ecológica de insectos y patógenos es secundaria, ya que se da prioridad a evitar daños económicos. Bajo esos diferentes contextos, es imperativo para las instituciones científicas y académicas realizar estudios pertinentes con el fin de desarrollar estrategias de manejo.
El objetivo del presente estudio consistió en proporcionar información sobre las principales aportaciones del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias en materia de sanidad forestal, durante sus primeros 35 años, tanto en bosques naturales, plantaciones como en el arbolado urbano, a partir de los trabajos realizados en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales (INIF) que lo antecedió hasta el 2020, año en el que se conmemoraron los 35 años del INIFAP.
INIF, un instituto antecesor
Desde su fundación en 1958, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales (INIF) privilegió la investigación sobre plagas y enfermedades, por lo que se crearon los laboratorios de entomología y fitopatología forestal en la Ciudad de México (INIF, 1982), y se asignó personal investigador en el área de protección forestal en algunos Centros de Investigación Regional del país.
Desde 1959 y hasta 1985, la investigación en Sanidad Forestal del INIF se enfocó, principalmente, en estudios de identificación, biología y combate directo de plagas y enfermedades en bosques templados del centro y sur del país; aunque también, se abordaron aspectos de plagas y enfermedades en bosques urbanos de la Ciudad de México. Destacan en este periodo las aportaciones de Justina Perusquía Ortiz, quien describió todas las especies de Dendroctonus spp. conocidas para México, su distribución geográfica, así como sus enemigos naturales (Perusquía, 1978; 1982). Dicho género comprende las especies plaga de mayor importancia ecológica y económica para los bosques templados del Hemisferio Norte.
El conocimiento generado por Federico Islas Salas sobre la biología y el combate de los insectos descortezadores de pino Dendroctonus adjunctus Blandford, Dendroctonus mexicanus Hopkins y Dendroctonus frontalis Zimmerman (Coleoptera: Curculionidae: Scolytinae), particularmente en Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Guerrero y Jalisco (Islas, 1968; 1980a) está considerado un esfuerzo de enorme trascendencia nacional.
Islas (1980b) validó la efectividad de los métodos físico-mecánicos de control de dichos insectos, consistentes en el derribo y descortezado de árboles infestados, y el “derribo y abandono”, este último es un método en el cual el derribo temprano de los árboles infestados, sin remover la corteza, estimula la acción de los enemigos naturales y competidores. La efectividad de práctica se corroboró en el Parque Nacional Nevado de Colima, Jalisco, donde se observó el abatimiento de la población de D. adjunctus por la acción de depredadores naturales, competencia con especies secundarias y desecación (Villa, 1985; 1993).
Otros métodos de control explorados en investigaciones del INIF versaron sobre el uso de semioquímicos atrayentes de insectos descortezadores (frontalina, brevicomina y trans-verbenol) para la creación de árboles trampa, así como la validación y adaptación de técnicas antiguas de inyección de insecticidas, fungicidas, bactericidas y entomopatógenos originadas en Europa durante los siglos XVI y XVII (Vité et al., 1974; Islas, 1980a). Aunque, también se experimentó con la aplicación de algunos insecticidas sobre el fuste de los árboles, el INIF desde un principio recomendó no usarlos en bosques naturales por resultar tóxicos a otros organismos (Islas, 1980b).
En el INIF se impulsó el estudio del grupo de insectos defoliadores conocidos como “moscas sierra de las coníferas” (Hymenoptera: Diprionidae), cuyos primeros registros en México datan de 1912 y 1930 (Mayo, 1976). Las defoliaciones de pino causadas por estos insectos en los años 70 en Michoacán, y principios de los años 80 en Chihuahua resultaron en la determinación de tres especies de mosca sierra: Zadiprion vallicola Rohwer, Neodiprion sp. Circa gillettei Rohwer y Neodiprion fulviceps Cresson; así como en el conocimiento detallado de su biología y control (Cisneros, 1970; Mayo, 1976; Castro, 1981; Islas y Muñiz, 1985). Estudios posteriores actualizaron el estatus de dichas especies, y las reclasificaron como Zadiprion falsus Smith, Neodiprion omosus Smith y Neodiprion autumnalis Smith, respectivamente (Smith y Wagner, 1986; Smith, 1988).
En el contexto citadino, la contribución de Gutiérrez y Muñiz, (1984) en la identificación de las principales especies forestales y de las plagas de insectos que afectan al Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México fue una de las primeras aportaciones en el campo de las áreas verdes urbanas.
En cuanto al estudio de las enfermedades forestales, es digno de mención el trabajo realizado por Rodolfo Salinas Quinard, quien dirigió el Laboratorio de Patología Forestal y fue un dedicado investigador del área de insectos y enfermedades forestales del INIF. Entre sus principales logros científicos destacan el desarrollo de métodos de laboratorio para evaluar la resistencia de la madera a las pudriciones (Gómez et al., 1969; Pérez y Salinas, 1977), y el de técnicas para detectar hongos asociados con Dendroctonus spp., causantes del manchado azul de la madera (Salinas y Macías, 1979). Otro aspecto estudiado fue la identificación y combate del complejo de microorganismos Fusarium y Rhizoctonia que participan en el ahogamiento (damping-off) de las plántulas; enfermedad que afecta la producción de especies forestales en viveros (Gómez y Yáñez, 1963; Gómez, 1970); además de, las enfermedades que dañan a Pinus radiata D. Don (Salinas y Gómez, 1975). Los resultados de los diversos estudios sobre enfermedades forestales derivaron en la publicación del primer catálogo de la colección de cultivos de hongos del INIF (Salinas, 1982).
Contribución en materia de plagas forestales
Durante los primeros años a partir de la creación del INIFAP, la investigación en sanidad forestal siguió la inercia propia del instituto antecesor. Jaime Villa Castillo retomó como línea importante de investigación, el uso de semioquímicos para la atracción y el monitoreo de los insectos descortezadores: D. mexicanus y D. adjunctus en Jalisco, y demostró que la frontalina y alfa-pineno atraían de manera significativa a las dos especies; además, definió los picos de vuelo para ambas (Villa, 1992a).
Respecto al control químico de insectos descortezadores, el citado investigador experimentó en campo el efecto de la fumigación con fosfamina en trozas envueltas con plástico; sus resultados indican, que si bien con ese plaguicida se logró la mortalidad de los descortezadores, de forma colateral ocurrió la muerte de sus enemigos naturales; aspecto crítico que se debe considerar en el control químico de plagas forestales (Villa, 1992b).
Otra aportación del INIFAP en sus inicios la hizo Blas Enrique Díaz Ortiz, quien realizó uno de los estudios más completos sobre los insectos barrenadores de conos y semillas en las coníferas de la Sierra de San Pedro Mártir, Baja California. En dicho trabajo se determinaron 16 taxones y su impacto en la producción de semillas; se concluyó que, en términos generales, el daño causado por este grupo de insectos es somero y no la causa principal de la escasa regeneración natural que presentaba Pinus spp. y Abies concolor (Gordon) Lindl. ex Hildebr en ese ecosistema. Entre los barrenadores de conos y semillas más frecuentes se descubrieron y describieron diversas especies de los géneros Conophthorus Hopkins, Earomyia Zetterstedt, Cydia Hübner, Dioryctria Zeller y Argyresthia Hübner (Díaz, 1988ª; 1988b).
Para el estado de Chihuahua, a dos años de la creación del INIFAP, Raúl Narváez Flores detectó en 18 localidades, ubicadas en los municipios Bocoyna y Guerrero, la presencia de Cydia phyllisi Miller; barrenador de los conos de Picea chihuahuana Martínez, conífera en peligro de extinción. Narváez (1988) registró un promedio de afectación de 85 % en los conos, 21 % en semillas y 37 % en semillas vanas. Además, definió el ciclo de vida de esta palomilla y sus tiempos de desarrollo; con ello, determinó el periodo adecuado (octubre a abril) para realizar su control mecánico, consistente en la recolecta y quema de los conos infestados que caen al suelo.
A partir del año 2002, en el INIFAP se dio un fuerte impulso al estudio de plagas y enfermedades forestales, como resultado de la creación del Fondo Sectorial Para la Investigación e Innovación Tecnológica Forestal, conformado por la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el cual se sumó al financiamiento de instituciones de ámbito estatal. Así, varios investigadores del INIFAP atendieron las demandas de investigación de dicho fondo, y plantearon la solución de problemas con el enfoque del manejo integrado de plagas, cuyo fin es proponer alternativas ecológicamente aceptables.
En este contexto sobresalen los trabajos de Alfredo Sánchez Salas, Luis Mario Torres Espinoza, Antonio Cano Pineda y Oscar Ulises Martínez Burciaga, investigadores del Campo Experimental Saltillo, quienes llenaron en parte el vacío de conocimiento sobre las especies de descortezadores de coníferas presentes en Coahuila y Nuevo León (Sánchez et al., 2003); definieron los periodos de vuelo y ataque de Dendroctonus pseudotsugae Hopkins, D. adjunctus y Dendroctonus brevicomis LeConte en la Sierra de Arteaga, y los tratamientos convenientes para su control (Torres et al., 2004).
Es importante citar los estudios de los investigadores del Centro de Investigación Regional Norte-Centro y del Centro de Investigación Regional Pacífico Centro, quienes determinaron los periodos de vuelo de diversos taxones de descortezadores en Chihuahua, Durango, Coahuila, Jalisco, Michoacán y Aguascalientes; cuyos aportes fueron las bases para el monitoreo de estos insectos a través del uso de semioquímicos (Sánchez et al. 2007, Vázquez et al., 2007).
En tiempos más recientes, Sánchez et al. (2012a) validaron el efecto de la feromona antiagregante MCH para la prevención e interrupción del ataque de D. pseudotsugae sobre Pseudotsuga menziesii (Mirb.) Franco en Durango y Chihuahua, lo cual constituye una tecnología no contaminante para la prevención y control de los brotes del insecto en cuestión. Rivera-Dávila et al. (2021) demostraron que las feromonas de antiagregación MCH y verbenona son, prácticamente, no tóxicas para los organismos que habitan el bosque, suelo y agua, por lo que son compuestos volátiles adecuados para prevenir el ataque de D. pseudotsugae en el primer caso, y para especies del complejo frontalis en el segundo.
Durante la última década, en algunas investigaciones realizadas en el INIFAP sobre ecología química de insectos se han determinado los semioquímicos adecuados para el monitoreo y trampeo masivo de D. frontalis y D. mexicanus en la Sierra Gorda de Querétaro (Sánchez et al., 2017; Sánchez-Martínez y Reséndiz-Martínez, 2020).
La adopción de tecnologías generadas en el Instituto sobre insectos descortezadores se refleja en el contenido de la Norma Oficial Mexicana NOM-019-SEMARNAT-2017 (Semarnat, 2018), en la que se establecen los lineamientos para el monitoreo, la prevención y el combate de insectos descortezadores de coníferas en México; y en la cual se utiliza como fundamentos técnicos varias de las publicaciones generadas por investigadores del INIFAP (Semarnat, 2018).
En el INIFAP, también se han buscado soluciones para los problemas fitosanitarios presentes en áreas naturales protegidas, donde los métodos convencionales de control mecánico-químico con frecuencia tienen limitaciones legales y de índole sociocultural. En estos casos, se han retomado los métodos de inyección de árboles, pero con tecnología que minimiza las heridas en los puntos de inyección y se evita la exposición de insecticidas fuera de la corteza del árbol, para no contaminar el ambiente (Espinosa et al., 2014; Sánchez et al., 2014; Gochez-López et al., 2018).
Otra contribución importante del INIFAP se refiere al monitoreo de plagas de interés cuarentenario, como fue el caso de la conchuela del eucalipto (Glycaspis brimblecombei Moore) y la cochinilla rosada del hibisco (Maconellicoccus hirsutus Green), insectos exóticos que constituyeron demandas de investigación del Fondo Conafor-Conacyt en la primera década del presente siglo.
En el caso de G. brimblecombei, Sánchez y González (2006) desarrollaron una metodología para la detección, reproducción y aumento de las poblaciones de Psyllaephagus bliteus Riek, parasitoide natural de dicho psílido. En cuanto a M. hirsutus, insecto que afecta las plantaciones de Tectona grandis L. f. y diversas plantas silvestres y ornamentales, González-Gaona et al. (2010) validaron la efectividad de las feromonas sexuales de este insecto, identificadas y sintetizadas por Zhang et al. (2004) y Zhang y Amalin (2005); mapearon su distribución geográfica en la región Pacífico de México; identificaron a sus principales hospederos y proporcionaron fundamentos científicos para su control biológico.
Respecto a otros grupos de insectos de valor forestal, destaca la aportación del INIFAP en el estudio de las moscas sierra de las coníferas (Hymenoptera: Diprionidae), así como de insectos barrenadores de encinos y coníferas antes desconocidos. En el primer caso, se contribuyó en la descripción de la nueva especie Zadiprion ojedae Smith & Sánchez-Martínez; la actualización de la clave taxonómica del género Zadiprion Rohwer (Smith et al., 2012); la descripción y biología de la nueva especie de Monoctenus sanchezi Smith (Smith et al., 2010); el conocimiento de la biología de Neodiprion autumnalis y Zadiprion ojedae (Sánchez et al., 2012b); y la actualización del conocimiento sobre la identificación y distribución de todos los taxones de mosca sierra de coníferas hasta ahora conocidos en México (Coria-Avalos et al., 2014; González y Sánchez, 2018).
Actualmente, la Comisión Nacional Forestal considera a los investigadores del Campo Experimental Pabellón y del Centro Nacional de Investigación Disciplinaria en Conservación y Mejoramiento de Ecosistemas Forestales (Cenid Comef) como referentes para la capacitación de su personal técnico sobre insectos descortezadores y moscas sierra de coníferas. Igualmente notoria en estos centros de investigación ha sido la identificación, distribución y control del barrenador de encinos Megapurpuricenus magnificus LeConte (antes Crioprosopus magnificus) (Sánchez-Martínez et al., 2010a; Sánchez et al., 2014); la identificación y aspectos biológicos del barrenador de pinos Sirex obesus Bradley; y la identificación del descortezador del ahuehuete (Taxodium mucronatum Ten.) Eudociminus mannerheimii Boheman (Sánchez-Martínez et al., 2010b).
Contribución en materia de enfermedades
En el INIFAP la investigación se ha enfocado, principalmente, en el estudio de las enfermedades forestales que afectan a los bosques naturales y a los bosques urbanos; en este último caso, con especial interés en los de la Ciudad de México (Reséndiz et al., 2019).
El arbolado público se considera un elemento esencial dentro las áreas urbanas por los múltiples beneficios socioculturales y ambientales que aporta: el valor estético y provisión de sombra en los espacios de esparcimiento; su función en atenuar los escurrimientos fluviales; y su acción como mejorador de la calidad del aire, entre otros (Urcelay et al., 2012).Al respecto, Francisco Reséndiz Martínez y Rodolfo Salinas Quinard continuaron con el estudio de los patógenos que afectan a Pinus radiata; la micoflora que incide en Abies religiosa (Kunth) Schltdl. et Cham. del Parque Cultural y Recreativo Desierto de los Leones en la Ciudad de México y sobre una posible nueva roya que afecta a Pinus montezumae Lamb. (Reséndiz y Salinas, 1989; Salinas, 1989).
Salinas Quinard también aportó conocimientos sobre el ciclo de vida, signos y daños de la roya Cronartium conigenum Hedgc. & N. R. Hunt en pinos de la Sierra Madre Oriental, Sierra Madre Occidental y sureste de México, en colaboración con investigadores representantes de la Comisión Forestal para América del Norte (Peterson y Salinas, 1967; Sutherland et al., 1987).
En tiempos más recientes, investigadores del Cenid Comef han continuado los estudios de la condición sanitaria de las áreas verdes de la Ciudad de México. Por ejemplo, Velasco et al. (2002) registraron mayor incidencia de plagas (9 a 19 %) que enfermedades (4 a 14 %) en los bosques del Distrito Federal; en los cuales Pinus hartwegii Lindl. era la especie más atacada por plagas, con 8.7 % y por enfermedades con 7.6 %. En ese estudio fue importante el hallazgo de que la plaga principal no era un insecto, sino la ardilla Sciurus sp., y que la enfermedad más importante era la del follaje causada por el hongo: Lophodermium sp.
En una investigación detallada sobre muérdagos verdaderos en 16 alcaldías de la Ciudad de México, Arriola et al. (2012) registraron a Cladocolea loniceroides (Van Tieghem) Kuijt, Phoradendron velutinum (DC.) Oliv. y Struthanthus interruptus (Kunth.) BI. como las plantas parásitas más importantes que estuvieron presentes en ocho alcaldías, con porcentajes de infestación inferiores a 5 %, en la mayoría de los casos; y señalaron que pueden mantenerse bajo control, mediante podas mecánicas.
Velasco et al. (2013) hicieron un inventario completo de los árboles del Bosque de San Juan de Aragón, Cd. de México, que incluyó la evaluación de la condición sanitaria y de otras variables que interactúan con la salud de los árboles y el bosque urbano en su conjunto; entre ellas, la especie, edad, vigor y daños mecánicos. Sus resultados indicaron que, a pesar de registrar una baja diversidad de especies, la condición general del Bosque de San Juan de Aragón se clasificó como buena, y se recomendaron podas para alrededor de 5 200 árboles que en su momento lo requerían.
En esta línea de investigación, Reséndiz et al. (2015) determinaron los agentes de enfermedades foliares de los árboles del Parque Cultural y Recreativo Tezozómoc en Azcapotzalco; y Gutiérrez et al. (2019) identificaron los agentes que afectan a la vegetación en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.
Con referencia a las enfermedades presentes en bosques naturales, Martínez et al. (2014) estudiaron el efecto del muérdago enano Arceuthobium vaginatum (Willd.) Presl. subsp. vaginatum en Pinus hartwegii del Parque Nacional Volcán Nevado de Colima, y concluyeron que la infestación por muérdago enano redujo 22 % del crecimiento en altura, 9 % en diámetro y 50 % en volumen. Además, precisaron que esta planta parásita afectó en porcentajes similares al incremento corriente anual e incremento medio anual, lo cual disminuye el volumen de madera producido y aumenta el turno técnico maderable del arbolado, en un promedio de 10 años. Con base en ello, recomendaron la aplicación de prácticas de prevención y combate del parásito, así como el establecimiento de sitios de monitoreo continuo.
Coria et al. (2010) experimentaron sobre el efecto de la tierra de diatomeas y 2-cloroetil fosfórico sobre Arceuthobium globosum Hawksworth & Wiens subsp. grandicaule en Pinus pseudostrobus Lindl. Los tratamientos tuvieron el mismo impacto de supresión sobre la parte aérea de Arceuthobium globosum ssp. grandicaule cuando se usó tierra de diatomeas. La muerte del área foliar sobrevino a los 15 días y la caída de la parte aérea a los 45. La mayor eficacia de este producto ocurrió al 7.5 % en 200 L de agua, y ninguna dosis produjo síntomas de fitotoxicidad a la planta hospedera.
En cuanto a estudios de enfermedades en plantaciones comerciales, las contribuciones del INIFAP han sido más modestas; sin embargo, se ha generado información básica y de diagnóstico. Por ejemplo, Bernal et al. (2009) determinaron al patógeno Chrysoporthe cubensis (Bruner) Gryzenhout & M. J. Wingf. como el causante del cancro en plantaciones de eucalipto en Chiapas y Oaxaca. La información sobre el agente causal es relevante porque hasta 70 % de los árboles son dañados por este hongo, lo cual incide en la producción de las plantaciones comerciales.
Gijón-Hernández et al. (2019) determinaron que el agente causal de lesiones necróticas en hojas nuevas, brotes y tallos en el cultivo de hule [Hevea brasiliensis (Willd. ex A. Juss.) Müll. & Arg.] corresponde al complejo Colletotrichum gloesporioides (Penz.) Penz. y Sacc., y no a Microcyclus ulei (Henn.) Arx. al que los productores de hule de San Juan Bautista, Tuxtepec, Oaxaca atribuían los daños. Estas precisiones en la correcta identificación de los agentes patógenos mediante técnicas tradicionales y moleculares son básicas para implementar las medidas correctas de control de las enfermedades forestales.
Perspectivas y retos
La investigación sobre plagas y enfermedades realizada por el INIFAP se ha enfocado desde una perspectiva de sanidad forestal, al considerar a los organismos plaga como los causantes directos de los daños; con ello, se ha contribuido a la identificación taxonómica y, en algunos casos, al diseño de medidas concretas para el control directo o el manejo integral de los agentes causales. Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX surgió el concepto “salud forestal”, el cual es más amplio y tiene una perspectiva ecológica. Bajo esta última acepción, si bien se reconoce el daño económico que algunos organismos provocan en la producción forestal, también se valoran las funciones que desempeñan en los diversos procesos ecológicos, tales como el flujo de energía y la sucesión vegetal, entre otros (Kolb et al., 1991; Mistretta, 2002; Raffa et al., 2008).
El concepto de salud forestal, aunque ya reconocido, ha sido poco adoptado en la investigación hasta ahora realizada en el INIFAP; no obstante, es necesario incorporarlo para lograr identificar los factores tanto inmediatos, como de fondo que propician comportamientos inusuales en los seres vivos para actuar como plaga.
Un bosque saludable, desde el punto de vista ecológico, es aquella condición en la cual, para el propio funcionamiento del ecosistema, ocurren disturbios naturales, pero bajo un umbral que permite la resiliencia e impide una pérdida permanente de la vegetación forestal. Asimismo en un contexto utilitario, un bosque saludable es aquel que aun con la presencia de disturbios naturales provee productos y servicios ecosistémicos forestales para bien de la sociedad (Kolb et al., 1991; Millar y Stephenson, 2015).
Una tendencia reciente de investigación en materia de salud forestal internacional se refiere al estudio del impacto del cambio climático en el comportamiento de insectos y patógenos que inciden directamente en la vitalidad de los bosques (Moore y Allard, 2009). Varios especialistas afirman que el cambio climático ya está afectando el desarrollo biológico y la dinámica poblacional de insectos plaga en varias partes del mundo (Bentz et al., 2010; Allen et al., 2010). Existen casos recientes de comportamientos extraños de insectos y patógenos que han causado una mortalidad sin precedente de millones de árboles en millones de hectáreas (Allen et al., 2010; Bentz et al., 2010).
Ante este fenómeno, algunos investigadores, pronostican el aumento de generaciones por año de insectos plaga y la colonización de especies en nuevas zonas geográficas (Williams y Liebhold, 2002; Carroll et al., 2003; Bentz et al. 2010). También, se pronostica mayor actividad de los patógenos que provocan enfermedades forestales (Sturrock et al., 2011).
En México, en la última década se han presentado brotes epidémicos atípicos de insectos descortezadores y defoliadores (del-Val y Sáenz-Romero, 2017; González y Sánchez, 2018; Cervantes-Martínez et al., 2019), así como enfermedades que originan declinación y defoliación (Pérez et al., 2017); no obstante, la investigación específica sobre el cambio climático como factor causal o contribuyente del comportamiento atípico de insectos y patógenos es incipiente en el país; y ante tal necesidad, existe un reto para el INIFAP de innovar en la forma de abordar el tema, a partir del concepto de salud forestal y de los escenarios de cambio climático.
Hasta ahora han sido poco exploradas las interacciones entre la abundancia de los organismos considerados plaga y el estado de los bosques desde el punto de vista de composición de especies, estructura, estado de desarrollo del rodal o plantaciones; variables que influyen en el comportamiento e impacto de insectos y patógenos, y en la resiliencia de bosques, plantaciones y árboles urbanos. Es insuficiente modelar la distribución geográfica de los organismos plaga y su impacto, con tan solo variables climáticas y escenarios teóricos, pues a escala local, los efectos del cambio climático son influenciados por otros factores intrínsecos del bosque, como la diversidad de especies, la edad de los hospederos, la densidad de los rodales y la complejidad en la estructura forestal (Bentz y Jönsson, 2015; Morin et al., 2018).
Con base en estudios que aborden estos aspectos de investigación, el INIFAP estará en posibilidad de aportar no solo diagnósticos y medidas de control directo, sino recomendaciones y estrategias orientadas a la prevención de brotes epidémicos, bajo la premisa de que el cambio climático está ocurriendo. Para ello, ante las limitaciones económicas que los tiempos están imponiendo a la investigación forestal en México, es necesario que en el INIFAP se retome y fortalezcan los lazos de cooperación de intercambio técnico y científico que se han establecido a lo largo de los años con instituciones nacionales y de otros países.